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Estaban dos hormigas conversando animadamente sentadas en el platillo de una taza de Restaurante. Una de ellas le decía que para que los sueños se hagan realidad sólo había que desearlo fervorosamente, mientras la otra la miraba incrédula. Estaban tan entusiasmadas conversando que no se dieron cuenta cuando fueron llevadas a una mesa del local. En esos momentos la conversación estaba acaloradisima de parte de la hormiga que quería convencerla de que se podía. Como no llegaban a ninguna parte con la postura de ambas, se separaron. La hormiga incrédula caminaba por el platillo, pensando para sí - ¡como sí fuera tan fácil!, entonces se dijo haber si es verdad quiero que en adelante la vida me sea muy dulce. En esos momentos la joven que había pedido un té, dejó caer un grano de azúcar en el platillo, bloqueando el camino a la hormiguita. Esta admirada mirada la enorme roca dulce que tenía frente a ella, y que había llegado justo cuando había terminado de pedir su deseo. Desorientada miró a todas partes. No podía creer aquello que veía. Tampoco se atrevía a disfrutar del dulce nácar. Empezó a dar vueltas de un lado para otro en el platillo, hasta que un dedo vino y la aplastó. Moraleja " quien no cree de verdad en los sueños, perecerá en el intento" No quería despertarla, más aún en el estado en que se encontraba. Con el pulso débil, trataba de ser lo más discreto probando las llaves; pero por más empeño que ponía, no lograba insertarlas en la chapa del departamento. Molestó comenzó a forzarlas. De pronto al interior se encendió la luz, le vieron por el ojo de la puerta y no le abrieron. Callado se retiro, bajó las escaleras un piso, otra vez se había equivocado. Dos cajas de leche conversaban en la góndola del supermercado. Una de ellas era tremendamente presuntuosa y le comentaba a la otra que estaba contenta con estar en un local del barrio alto, al menos iba a ser bebida por gente de bien. La otra en tanto, no le prestaba atención a tan simples conjeturas. Vino una mujer las tomó a las dos y las echó al carro. Cuando ingresó a la cocina la mujer tomó una y se la regaló a su nana. Esta última la guardo en su cartera, y en la tarde salió de regreso a casa, viajó en un bus y llegó a una población donde en una mediagua estaba su madre cuidando a su hija recién nacida. Calentó al fuego un poco de leche y se la dio, ella y su nenita durmieron contentas. La otra fue abierta al día siguiente para el almuerzo. La cajita presuntuosa esperaba lucir su sabor en tan refinados paladares, pero fue utilizaba para hacer puré. Al cabo de una semana, se descompuso y fue tirada. La metieron en una bolsa negra, y luego lanzada al interior de un camión recolector. Cuando fue descargada entre una cantidad enorme de basura, rodó hasta quedar al lado justamente de la otra cajita. Esta última sonriente –le dijo- mira donde nos vinimos a encontrar. Su fino traje disfrazaba su realidad. Se quedó sentado, esperando que todo el mundo se retirara del lugar. Una pareja de enamorados fueron los últimos en irse. Espero un instante, abrió el bolso y sacó una frazada para cubrirse. Miró el cielo como rogando que no fuese a helar demasiado y se recostó sobre la banca de la plaza. Dos monedas en el bolsillo, me separan de la decencia. Busco entre los chóferes aquel que tenga la bondad en su rostro, para rogarle me ayude a llegar a casa. Gasté mis últimos recursos en la búsqueda de trabajo y me voy sin una respuesta. Me esperan mis retoños, seguramente ávidos de hambre y siento en mi estómago los golpes de la cesantía. Una señora me mira inquieta, llevo mucho tiempo en el paradero y ya parezco sospechoso; la entiendo, las cosas están difíciles hoy en día. ¿Tan malo será mi aspecto? Y pensar que hasta unos meses atrás era persona. Unos muchachos lo empujaron, para subir a una micro que estaba detenida. Cuando ésta partió, no sólo llevaba a los jóvenes, sino también, lo último de dignidad que le quedaba a aquel hombre. La mañana me encontró en tu habitación, fue la pasión la que me emborrachó, me vestí en silencio, arrepentido de haber caído otra vez. Tú preparabas el desayuno. Te dije que estaba apurado, que debía irme. Te mentí, como antes me había mentido a mí. En realidad, no sé si te mentí de nuevo, después de todo, esto nació de una mentira. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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fianma
Esteban Valenzuela Harrington
A mi también me gusta mucho Vangelis, me relaja y me inspira cuando escribo.
Un abrazo,
Esteban
Laura Alejandra Garca Tavera
Esteban Valenzuela Harrington
Amberian:
Entonces considerame tu amigo más allá de las letras, más allá de lo virtual, más allá del horizonte, de lo que tus ojos dejen de ver, por que ahí estaré cuando tu lo necesites.
Un abrazo,
Esteban
Amberian
Si tu sonrisa es como un rayo de luz
que alegra mi existencia.
Creo en ti amigo:
Si tus ojos brillan de alegría al encontrarnos.
Creo en ti amigo:
Si compartes mis lágrimas y
sabes llorar con los que lloran.
Creo en ti amigo:
Si tu mano está abierta para dar y
tu voluntad es generosa para ayudar.
Creo en ti amigo:
Si tus palabras son sinceras y
expresan lo que siente tu corazón.
Creo en ti amigo:
Si sabes comprender
bondadosamente mis debilidades y
me defiendes cuando me calumnian.
Creo en ti amigo:
Si tienes valor para corregirme amablemente.
Creo en ti amigo:
Si sabes orar por mí,
y brindarme buen ejemplo.
Creo en ti amigo:
Si tu amistad me lleva a amar más a Dios
y a tratar mejor a los demás.
Creo en ti amigo:
Si no te avergüenzas de ser mi amigo
en las horas tristes y amargas.
GRACIAS POR TU AMISTAD
AMBERIAN