Matilda
Publicado en Apr 07, 2024
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Se quedó mirando al vacío, no tenía ánimo de pensar en nada. Su compañera del alma estaba en pabellón en este momento, debatiéndose entre la vida y la muerte. Se sentía responsable. Los sentimientos de culpabilidad le invadían y el escozor de su pecho, le asfixiaba. Ten cuidado con ella que está viejita, le había dicho antes del paseo, Fernanda, como si hubiese sabido que algo iba a ocurrir. La mañana estaba tibia, y el paseo transcurría en total normalidad, en el camino se había detenido a tomar su café de los domingos y a conversar con Vittorio, ese italiano gordinflón donde compraba las pastas. Se hallaba distraído, cuando la voz del asaltante encapuchado se escuchó a su espalda ¡¡¡arriba las manos, entréguenme todo ya!!!!- Grito. Tú (señalando a don Vittorio) mete la plata en la bolsa que le tiró sobre el mesón. Martín quiso voltearse, pero fue amenazado de inmediato a que no lo hiciera, con la pistola apoyada en su espalda, mientras con la otra mano, el delincuente le registraba y sustraía sus pertenencias. Fue en ese acto que la vieja Setter se lanzó contra el hombre y en el forcejeo, una bala atravesó su cuello. El tipo asustado por el chorro de sangre que le saltó a la cara abandonó el local desesperado, subiéndose a la moto de su acompañante que esperaba fuera. Martín estaba en shock, el sonido del disparo aún zumbaba en sus oídos, fue don Vittorio quien reaccionó a auxiliar a Matilda que sangraba tirada en el piso del local. Rápidamente fue en busca de una toalla y le cubrió la herida. Martín al verla casi desmayó de la impresión. Vittorio hacia esfuerzos desmedidos por tratar de controlar los espasmos de Matilda que jadeaba y botaba espuma por su boca, mezclada de sangre, la escena era tétrica, y Martin tiritaba sin saber que hacer, mientras Vittorio buscaba como transportar a Matilda a una veterinaria de urgencia. De las que había llamado, ninguna contaba con servicio de ambulancia o algo parecido. Fue doña Nena, la inquilina del cuarto, quien bajó asustada por el disparo, la que, al encontrarse con la escena, se ofreció para llevarla en su camioneta. Entre Vittorio y Martín, la subieron al pick-up envuelta en una frazada que trajo doña Nena. Avísale a Matilde por favor – suplicó Martin. Si, si vayan no más contestó él. Al tiempo que cerraba suavemente el portalón. A la señal, doña Nena, apretó el acelerador y salieron en busca de la única Veterinaria de turno de la ciudad. Doña Nena como buena feriante, conocía cada hoyo del pavimento, así como los recovecos y atajos. A los pocos minutos estaban en la Veterinaria “Cuatro patas”. Salió a recibirlos un hombre de envergadura gruesa, quien tomó solo a Matilda y la ingresó a Pabellón. Usted debe esperar fuera, dijo – en el momento que levantaba a la canina. Un caminito de sangre quedó hasta la puerta de acceso. Estará bien – dijo- doña Nena. ¿Quieres que te acompañe? No doña Nena, ya ha hecho suficiente. Necesito caminar un poco, me tomaré un café en la plaza que esta a dos cuadras de acá. Avísame como sigue por favor. Si, si, yo le aviso. Un beso en la mejilla y se despidieron. No sintió cuando se alejó. El dolor en las piernas, le tenía paralizado. Con todo, no sabía si el celular se lo había quitado el antisocial, o se le había caído en el local de don Vittorio. Tenía que avisarle a Matilde. Lo haría más tarde. Miró hacia la vereda contraria, y una mujer paseaba uno de esos perros recogidos que algún día fueron callejeros, y se tapó la boca para contener el llanto. Recordó cuando la Matilda llegó a su vida. Fue en un paseo al campo cercano a la ciudad. Fernanda se había torcido un pie y se retorcía de dolor sentada en un viejo tronco.  Llevaban apenas 30 minutos de caminata por el cerro. Justo en ese momento de la nada, apareció entre los matorrales una cachorra Setter. Debe de estar pérdida pensaron ambos y esperaron que alguien la llamara o apareciera en su busca. Nada de eso ocurrió, así que decidieron adoptarla. Por suerte la comunidad del edificio donde vivían aceptaba la tenencia de mascotas. Desde ese día, nunca se había separado de sus vidas. Tenía un poco más de once años formando parte de sus vidas, ya que ambos no podían tener hijos. Pidió un café express y se sentó en las mesas afuera del local. El mozo, le trajo la taza y le preguntó si se sentía bien. Movió la cabeza en son de negación, pero no pudo pronunciar palabra. El hombre se retiró, respetando su silencio. Tras unos minutos pidió la cuenta, encendió un cigarrillo y se dirigió hacia la clínica. No le dieron noticias nuevas, solo lo que ya sabía. Pasó toda la mañana en la sala de espera. Pidió que por favor le avisaran a su mujer.
Fernanda, apareció demacrada en el pasillo, la vio, la abrazó y soltó el llanto como un niño, ¡lo siento, lo siento! Repetía, fue mi culpa. Permanecieron en silencio, hasta que pudo contarle lo sucedido. Su mujer trató de consolarle. Dos horas más tarde, asomó el hombre que había tomado en brazos a Matilda y extendió el collar manchado con sangre y repuso – Lo siento, perdió mucha sangre, no logramos salvarla. Fernanda recibió el collar, mientras Martin sollozaba en su hombro. Momentos más tardes, en una sala impecable, pudieron estar a solas con su vieja compañera y pudieron despedirse de ella. Esta vez, Fernanda no pudo contenerse y abrazada a su cuerpo soltó un llanto desgarrador que inundó la habitación.
 
El departamento los recibió con un vacío que traspasaba las murallas, por todos lados la presencia de Matilda se manifestaba, su mantita por allá, su muñeco de juego, su pocillo de comida y agua, el cojín del sillón que solía morder, etc.
 
A la mañana siguiente Fernanda llamaba a su trabajo, explicando que no se sentía bien y que no iría a trabajar, lo mismo había hecho Martín. Se quedaron en pijamas tendidos en la cama, con los ojos entreabiertos, esperando que apareciera Matilda y se subiera acostándose entre ellos. Estuvieron el resto del día, rememorándola. Contrataron los servicios de cremación y sintieron que habían cerrado el ciclo. Estuvieron taciturnos por varios meses. Una noche volvían del cine, la película que era éxito en cartelera no los había animado como esperaban. De pronto entre las sombras una extraña mujer que divisaron a distancia dejaba una caja de zapatos frente a la puerta de su edificio. Martín le gritó increpándola, pero la mujer dejó la caja y huyó. Asustados no se atrevían a acercarse mucho, pero pasado un rato, la caja comenzó a moverse, y por la tapa asomaron un par de orejas de un pequeño felino. Animados por estar fuera de peligro, se acercaron y al destaparla se encontraron con dos ojos enormes azules. Martín lo sacó de la caja y lo levantó al tiempo que miraba a Fernanda, exclamó en son de pregunta ¿Matilda?   
                                                                                                                                                                          
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Foto del autor Esteban Valenzuela Harrington
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Descripción

Las cosas suceden cuando uno menos lo imagina

Palabras Clave: Matilda

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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