• Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
ropagito
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  • País: Argentina
 
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Autor: Gustavo Adolfo Vaca Narvaja  1496 Lecturas
Conos y bastones  SentenciaRudecinda Belamate Castaño murió por accidente. No cabe dudas. A esa edad una joven mujer tiene pocas enfermedades acumulas en su haber, y son más los secretos postergados los que dañan, que una patología imprevista. Sana era Rudecinda. Fuerte. Linda mujer. Deseada; envidiada. Ese día contemplaba la naturaleza desde una gigantesca colina que custodia Piedra Linda: su pueblo natal.       Custodio y Bendita Un pueblo, cuyo fundador: Custodio Castaño, bautizó así porque en el centro de ese valle imponente, permanece impávida, una piedra gigante, brillante, solitaria, rodeada por un intenso verde. Su primera exclamación fue: ¡Ah...Linda Piedra! Sus acompañantes -que saben las contradicciones de su jefe- decidieron invertir las palabras para conformar un definitivo nombre fundacional: Piedra Linda. < ¡Sí!...me gusta ese nombre >dijo Custodio eufórico aprobando la propuesta. Custodio es un hombre que va a contramano de la realidad. Si el día se presenta frío él usa ropa de verano, si hace calor, aún en exceso, los abrigos no alcanzan para cubrir su humanidad. Si tiene hambre, no come, si tiene sed, evita líquidos. Se podría decir que es un hombre absolutamente previsible; goza con destacarse así. Contradecirlo, significa la pérdida del trabajo temporal y condena a quedar desocupado. Debe considerarse entonces a Custodio como el fundador de Piedra Linda, simplemente por esa interjección espontánea.               Custodio en su larga trayectoria de invasor, usurpador de tierras ajenas, no tiene rivales. A pesar de su edad y su deterioro físico, mantiene una férrea política de apropiación por la fuerza de bienes ajenos. Independientemente de su fortuna mal habida, Custodio es un déspota, autoritario y a veces, un hombre caracterizado por actos de crueldad inimaginable. El descubrimiento de Piedra Linda encendió su ambición y calculó desde el inicio, el tiempo que tendría para adueñarse rápidamente de esas tierras fértiles. Su banda, insaciable de violencia, arrasó con todos los pequeños propietarios y con suma crueldad sometió a los campesinos. En pocos meses, extendió sus alambres que delimitaron el ochenta por ciento de la tierra fértil, desarmó la guardia civil local de veinte hombres armados, arrasó con las viviendas precarias de campesinos y confiscó por propia ley, viviendas de terratenientes que no aceptaron su protección: por disentir su metodología. Dio rienda suelta a la apropiación de mujeres solteras y casadas a su irregular tropa civil, e implantó su propia bandera: su rostro incrustado en el centro del paño amarillo. Los pocos habitantes que huyeron del lugar, no alcanzaron a salir de la frontera de alambrado, porque fueron ultimados sin más trámites por el equipo de caza veloz, que tenía preparado para estos avatares. Los pobladores, tributan de ahora en más, a su propia organización que se posesionó del lugar y de su riqueza. Hombre temido; no cabe duda y también, de frondosos antecedentes. Determinó que el agua de regadío y agua potable pasa a su administración y solo puede ser utilizada o bebida con su anuencia, de acuerdo a una previa certificación de comportamiento del solicitante. Estableció así un sistema de contralor cívico absolutamente arbitrario, y mandó a colocar carteles donde confirma que el único  derecho de los habitantes de Piedra Linda, será: el que él determine. Sin embargo, este hombre tiene también debilidades. Nunca permitió que sus más cercanos ayudantes lograran liderar su tropa de forajidos. Cuando esto ocurría o él presumía que esto se daba en otros niveles, enviaba a su tercero a matar al segundo. Durante años, esto había sido no solo efectivo, sino también provechoso. Lo mantuvo vigente, porque estableció definitivamente la pena, a un juego de traiciones para escalar posiciones entre sus dirigidos. El dinero lo obnubila. Satisfecho de conseguirlo cuando es resultado de acciones violentas. Ama la violencia, de otra manera, no disfruta. Lleva en sí mismo el estigma de la violencia y perversidad, incrementada por años. Piedra Linda, se transformó en leyenda temida y despreciada. Pero nunca nadie osó enfrentarlo. Custodio se jacta de no tener sentimientos; pero en Piedra Linda, encontró su primera derrota.                       Avanzado en edad y soltero por motivos que nadie se atreve a investigar, desposó una lugareña solitaria y prudente nacida y criada en Piedra Linda, llamada Bendita Celeste Belamate, una joven mujer que nunca perdió la esperanza de ser pedida en matrimonio. Los treinta y cinco años menores que Custodio, no fue impedimento para que este histórico hecho se concrete. Bendita dio rápidamente el < ¡Sí!> entusiasmada a la propuesta de matrimonio, encandilada por la audacia del forastero y fundamentalmente: por su dinero. El matrimonio se celebró con todas las pompas y festejos populares. La ceremonia en el atrio de la Iglesia rodeada de hermosas y exuberantes flores da un marco imponente, con invitados que no respiraron cuando el cura preguntó a Custodio en voz alta: si tomaba por esposa a Bendita. El anciano; logró extraer una emotiva voz de trueno desde su interior, con un sí categórico y orgulloso; mientras que el sí de Bendita: fue tibio, temeroso y débil. Pero aunadas sus almas y bendecido el amor por sentencia bíblica "Amarás a tu esposa hasta que la muerte los separe", la iglesia, cumplió el objetivo de acortar la temporalidad del matrimonio desmintiendo que el amor es eterno. También, cubrió con un manto de sospecha esa sobrevida, porque nada dijo el cura si esa muerte tenía que ser espontánea, provocada o natural. Por primera vez, Custodio sintió miedo a la vida, y también, de quienes envidian su matrimonio. La senilidad de Custodio quedó encandilada por la juventud y belleza de esa joven mujer. Custodio calificó esa etapa de vida en una carta a su madre inválida y lejana -anexada al testamento como mensaje a sus descendientes-<¡Madre: vivo el éxtasis de una primavera!>; ella contestó-coherente a su depresión crónica- <Hijo: cuídate del otoño>.Paralelamente Bendita escribió a su padre que vivía a algunos kilómetros del pueblo <¡Papi...estoy en un infierno!> Su padre, no muy afecto a retrocesos contestó <El infierno no existe... y si existe; tu me sacaste de él con ese casamiento>.Sin embargo; ese matrimonio que se muestra feliz en fiestas y homenajes patrios, llegó a su término por obra del Señor, que no necesitó mensajes escritos. Bendita no imaginó que ese hombre, casi anciano, podía cambiar toda su vida. Es comprensible, que ella al conocerlo se dio cuenta que era buen partido, como se dice en esos lugares, pero los celos enfermizos y la manía de perseguirla día y noche para saciar sus instintos animales en su cuerpo, logró transformarla en poco tiempo, en una mujer cansada, ojerosa e insomne. Su deber marital la consume y la bestialidad de su marido parece nutrirse de su vitalidad cada vez más extinguida. Pero los primeros síntomas que devolvieron la vida a Bendita fue cuando en una madrugada de feroz relación sexual, el hombre bestia, perdió por primera vez su conocimiento por breves minutos y ella, asustada apantalló su esposo con un cartón que echó mano y refrescó su rostro con agua fría. Custodio regresó a su conciencia, pero notó que su mano derecha y la pierna del mismo lado obedecían con poca fuerza a su mecánica orden de moverse. Nada dijo ella de esa observación, así como tampoco Custodio comentó su disminución física. Se levantó tratando de disimular tomándose de los bordes de muebles cercanos. Esa noche Bendita durmió profundamente porque el anciano luego de caminar unos pasos para demostrar que estaba aún vital, se desmoronó diciendo que estaba cansado y que tenía que dormir. Ella se acurrucó en su lado, mientras el anciano ronca profusamente con la boca abierta, dejando caer por las comisuras una saliva teñida de rojo.                En la mañana, ambos despertaron sometidos a un movimiento en sus brazos realizados por terceros, que entraron en la habitación presumiendo lo peor: la muerte de los esposos, por no tener respuesta a los pedidos verbales de< ¿Sr. Custodio se puede?>; tampoco respondieron a los golpes en la puerta. Custodio cambió a partir de ese episodio. Se volvió huraño, dejó de perseguir a Bendita por unas semanas. En las siestas, se dedicó a rehabilitar su brazo y su pierna con ejercicios y ayuda de una quinesióloga cargada en años y experiencia. Ese procedimiento, realizado en la penumbra de su habitación por espacio de dos horas, se prolongó. Nadie puede molestarlo, Bendita tampoco puede entrar y menos aún, preguntar. Ella observó que su esposo durante el día queda ausente por escasos segundos, con la mirada quieta, alejada del lugar, para recobrar su actitud hostil en pocos segundos. Bendita, acudió por segunda vez a su padre, a quién envió una carta explicando el hecho y solicitando absoluta confidencialidad. Su padre contestó a las dos semanas recomendando a Bendita, más interés en su señor, más atención y que decida darle hijos: muchos y sanos. Culpó a Bendita del estado de Custodio, diciendo que un hombre se aburre en el matrimonio cuando la mujer mata sus fantasías. <Si notas que él se queda ausente por segundos, es porque lo aburres>y recomienda esmerarse en nuevos entretenimientos para que el esposo recobre la confianza en ella. Bendita lloró durante horas, a escondidas, con sus pañuelos mojados de lágrimas saladas. Su padre tenía razón: ella era culpable. Trató de enmendarlo. En el final de la carta -en la posdata- advertía: <Bendita; si eres una buena hija, debes serlo ahora más que nunca. Ni que se te pase por tu mente separarte de ese hombre que nos ha brindado el dinero y tranquilidad suficiente....Si tienes que sufrir..¡Sufre!, porque tu padre está sumamente contento> Bendita le dio la razón, modificó su vida. Trató de seguir los consejos de su padre, pero algo no estaba bien. Ella era una mujer joven, llena de impulsos y deseos. Su esposo esta transformado en un ser casi indiferente. Bendita llegó a extrañar la bestia; y él la juventud de su esposa.                     Bendita duró solo dos años en ese tormento, aunque no la pasó mal en los últimos doce meses porque Custodio adquirió una enfermedad diagnosticada como narcolepsia. Las veces que se quedaba dormido en distintas posiciones, ella aprovechaba para desahogar sus instintos exacerbados, con jóvenes amantes, siempre cercanos al sueño del patrón. Ella se ocupaba de mantenerlos muy cerca con alguna tarea rural como excusa. El pueblo sabía de esta pícara como digna situación y contribuía a la felicidad de Bendita acercándole sus hijos más dotados. Se puede afirmar entonces, que ese matrimonio estuvo definitivamente arraigado en ese terruño y contó además, con la absoluta solidaridad de sus habitantes.                     Bendita heredó una fortuna después que el médico de cabecera-traicionando ese título-, tironeó los píes de Custodio, para lograr desmontarlo de esa habitual posición encima de su esposa-se puede decir que era su vicio- pero esta vez: muerto por infarto orgásmico, en su última noche de amor. Lo encontraron rígido. Aferrado vergonzosamente a las caderas de su esposa, con dos manos incrustadas en los generosos glúteos de Bendita, simulando dos tenazas ante la desesperada paciencia de su esposa que lleva algunas horas soportando, el peso de la historia. Pero lo más curioso para la policía y el médico, fue la posición de cabeza de Custodio. Levantada; mirando asombrado, fijamente la pared. El pelo desordenado, mejillas rubicundas, orejas ardidas y ojos abiertos con exageración, mientras su rostro denotaba un gesto de inocente sorpresa, como tienen los héroes cuando mueren después de grandes batallas, preguntándose antes de sucumbir : <¿Y esto?> Nadie pudo responderle porque ese cuerpo, está vacío. El exceso de placer lo mató. El vicio cobró otra vida y Custodio, sucumbió como una víctima más del desenfreno. Un héroe -silencioso ahora- del fogoso juego amoroso. Ese gesto ausente y de gran interrogación de su rostro, habita como una constante en los grandes hombres públicos, y también, en las historias de grandes batallas: porque esos señores, han sido siempre sorprendidos por la muerte, en forma absurda y temprana, como si se les quisiera quitar en forma definitiva, el éxito de sus misiones temporales. Bendita, quedó marcada en ese pueblo como la mujer araña, por remedar la historia amorosa de ese insecto, que mata al macho después de la mecánica cópula. Y por cierto -debe agregarse- también temida por un sin número de potenciales candidatos a su amor.                           Custodio fue velado como corresponde cumpliendo una previa voluntad escrita, resguardada celosamente en la sacristía de la iglesia, el mismo día del casamiento. El velorio, se realizó en el dormitorio. Él, permaneció inmóvil -como corresponde a un finado- con su pijama de invierno a rayas que alguna vez perteneció a su abuelo y unas medias de invierno rojas-para la envidia-. En la pared de la cabecera, colocaron tres cuadros con su figura más grande, pintada al óleo. Desde ese privilegiado lugar, mira fijamente los visitantes, ofreciéndoles una sonrisa irónica y triunfal. Abajo de su almohada floreada, -siempre por indicación previa y escrita-la ropa interior última sin lavar, las fotos de sus parientes más queridos, y de él mismo, cuando gozaba de radiante salud. Debemos sumarle un trozo de cola de perro, que guardó celosamente desde su infancia, cuando el maldito-para él- rayo, mató su caniche al orinar debajo de un árbol. El rayo, subió o bajó-nadie puede afirmarlo-aprovechando esa columna líquida de la orina, lo cierto es que el caniche explotó en luces fosforescentes. Custodio, está naturalmente extendido en su propia cama, ubicado al centro de la misma, como para que los concurrentes a su despedida, supiesen que aún muerto: ese lugar, y esa cama, no cambia dueño y menos aún, se apropiarán de su esposa. Desfilaron amigos y enemigos para dar un último adiós, o el último insulto. Acudirán traidores, simulando llantos de dolor, al velorio de quién traicionaron, bajando su cabeza, llevando entre sus manos el recuerdo de quién admiraron en vida .Vendrán seguramente acompañados de más aduladores que ya no tienen más enemigo que su propia historia y harán que surjan de sus ojos enrojecidos lágrimas que no serán cristalinas ni puras; solo lágrimas, que son el esfuerzo de mostrarse al resto, como dolientes arrepentidos del abandono; de olvido. Buscarán palabras para justificar cada acto, cada traición, que envolvió una permanente conspiración subterránea en sus comienzos, y evidente en su final Serán también capaces de llevar a sus familiares de la mano al entierro y sin que lo vean muchos de los presentes, dejarán escapar alguna palabra piadosa del que fue en su momento su ejemplo. Todo esto, mientras en sus ámbitos y penumbras festejan con bailes de movimientos, el final de su enemigo. El final de una lucha para ellos. El objetivo deseado. Sentado seguramente está el sucesor, aunque no lo sabe, pero asustado, porque las conspiraciones que supieron gestar, ahora parecen revivir entre medio de sombras contra ellos.                            Custodio era un lector nocturno de Nietzsche, quién habla por Zaratustra. Lleva en su bolsillo definiciones escritas como si fuese una oración para la memoria donde el escritor hunde el puñal en el corazón cristiano y desafía tormentas de venganza divina, porque su coraza, ante los problemas graves, los sintetiza en un ejemplo simple <Yo hago de los problemas profundos lo que con baño frío: entrar y salir en seguida> Y lo que más divertía a Custodio es la curiosa postura ante la mujer y las comparaciones en el zoológico animal cuando sostiene que: "La mujer, aún no es capaz de amistad; Gatas, he ahí lo que son las mujeres. Gatas y Pájaros.... y cuando las cosas no marchan bien: Vacas.. "El hombre tema a la mujer, cuando esta odia, porque en el fondo, el hombre no es más que perverso; pero la mujer: Mala", "La felicidad del hombre es....<Yo quiero>; la felicidad de la mujer...<Él quiere>"Custodio goza con la lectura lenta del Zaratustra y registra en su papel estas máximas que él considera conveniente llevar consigo. Y así, en tantas frases irónicas, a veces agresivas, desempolva una frustración, que no acompaña el brillo de su inteligencia pero en ese lugar todo es válido. En el cementerio, fue recordado con las últimas oraciones del cura, que lo despidió con emotivas y falsas palabras, antes que la pala de tierra cubriera el foso. Custodio debería sentirse orgulloso de ese final cuando el cura afirmó: "Era un hombre de vitalidad increíble, pero fue abandonado por su ángel -no sabemos por qué- en momentos del deber marital consumado con hidalguía" sentenció el representante de la iglesia. El cura, acostumbrado a despedir, recitó esas palabras compungido y hasta se puede decir: envidioso. Lo enterraron en una ceremonia donde quedó asentado que aún en esa notable y honrosa posición: Su honor quedó intacto. Mientras la viuda Bendita, llora su desconsuelo; él, -como no puede ser de otra manera por su muerte- la ignora.                  El desconsuelo se mantiene fugazmente, hasta primaveras de solitarias tardes. Pocos meses después -como es natural por su belleza y edad- se cruzó en su vida lánguida, un joven recién llegado al pueblo de quién se enamoró perdidamente. El Joven artesano, alto, delgado, robusto, absolutamente bruto e inútil, especializado en copias de joyas naturales, deslumbró la viuda cuando le obsequió una pequeña imagen hecha de plata de una pareja fornicando-su última imagen conciente- El luto duró lo que una tormenta en el caribe y la joven mujer, vestida de negro ceniza, no tardó en quitarse ese legado sombrío con agilidad desmesurada y floreció como una primavera anticipada, a pesar de no encontrar en él un solo destello de inteligencia. Amó a ese joven vacío de mente y se casó con él como una forma de retenerlo a su lado, porque en ella quedó grabada en su mente la sentencia de la iglesia Hasta que la muerte los separe que reiteró el cura cuando legalizó: su segundo matrimonio. Pero tuvo mala suerte Bendita. Poco tiempo más tarde, no fue la muerte quién los separó, sino la huída del joven con su fortuna. Demostró el mozalbete que era un bruto especialista caza fortunas. La dejó en la miseria y le obsequió una hija a quién exigió le impusiera el nombre de Rudecinda en honor a su abuela fallecida en época de la peste. Su abuela había sido muy bella, hasta que decenas de bubones florecieron en su cara y su cuerpo, transformándola en una masa de pus. Su pestilencia, la marginó de la sociedad, que a su vez se encargó de declararla: Ausente y olvidada. Ese joven, había jurado reparar ese castigo injusto. Una sed de venganza se incorporó a su vida, y en sus años de conquistas y vagancia, fue dejando víctimas en distintos lugares de esas lejanas tierras. Fue entonces que la sombra de Custodio la rodeó para siempre, como castigo al rápido olvido y Bendita, no tuvo más alegrías que criar a su hija nacida en decadencia. Sin embargo, Bendita no protestó nunca, porque se sabía nuevamente culpable e hizo de Custodio, el escudo perfecto a su tierno corazón herido y anulado para siempre. Bendita trabajó en los lugares más inverosímiles para sostenerse y comprar indulgencias -hectáreas- ofertadas en el cielo intermediada por la Iglesia, hasta llenar sus arcones de madera con títulos celestiales a modo de reparar su pecado. El pueblo asistió a esa transformación que las mujeres pueden hacer de su dolor, una ceguera, y dedicó sus energías, a la asistencia perfecta de misas santas regresando al negro luto que la transformó en una mujer oscura. El finado, y la imagen forense de Custodio fornicando, fue tomado de ejemplo en el pueblo; ese rostro absorto por su final violento con un interrogante sin repuesta, se reprodujo fielmente en estampitas y cuadros, bendecidos por el cura del responso que logró sumar ingresos extras a su pequeña iglesia empobrecida y algún dinerillo en sus bolsillos.                      Custodio, pasó a ser venerado como el "Santo del amor" y también: ejemplo de orgullo varonil, que siempre corona la muerte en el campo de batalla. Nadie se acordó de sus crueles actos y tampoco, de los robos de bienes y tierra. Pudo más la imagen de víctima sexual, que de ladrón serial. El mozalbete desapareció de su vida, pero no de la vidaajena en otros lugares. Dedicado al ocio y la vagancia, vivió engatusando cuanta mujer ingenua encontraba y luego de vivirla la destrozaba con una nueva huída. Caído en desgracia y sin nadie que pudiera sostenerlo y alimentarlo, fue internándose en un desierto de arena, caminando sin rumbo y sin agua, hasta que su imagen desapareció de la vista del último poblador que dio ese testimonio. Caminando, con una sentencia "En cuanto el hombre se aleja del hombre/ viene el viento/ que ya le dice otras cosas/ abriéndole los oídos y los ojos/ a otras cosas -afirma Alberti- Dicen; que se desintegró en arenas del desierto.Dagoberto y Rudecinda. Un Amor de retina                              La niña Rudecinda como es natural cruzó los años con rapidez asombrosa y siempre fue señalada como niña del desamor. Muchos hombres se persignaban al verla y muchas mujeres suspiraban por ver esa niña como el triunfo del pecado. Heredó de su fugado padre la seducción y el alboroto del sentimiento y no le costó matrimoniarse en dos oportunidades con grandes beneficios económicos que llevaron a su madre y a ella misma nuevamente al sitial de Respetable. Bendita, nuevamente, recuperó su honor y posición y entre las dos, forjaron una envidiable repuesta a la agresión sufrida por años, hasta que Rudecinda conoció a Dagoberto, de quién se enamoró esta vez, sin pensar en su riqueza. Rudecinda renuncia nuevamente a la lógica y por ese amor nacido de las profundidades de su hermoso cuerpo, se entregó a la incertidumbre del futuro, a pesar de los ruegos de Bendita que recordaba su vida sufrida. La pequeña historia de este hombre tendrá su influencia en sus actos futuros. Dagoberto; un joven longilìneo, delgado, arqueado en su espalda y barbudo. Trabaja desde los catorce años en distintos y variados oficios. Sabe lo que es estar desocupado y también sufre cuando no hay pan en su familia. Su ímpetu y deseos de progresar lo caracterizaron siempre y tuvo la suerte de aprender oficios gracias a su rápida adaptación. Pero también hay una veta artística en este muchacho, nacida de su trabajo en talleres de escultores famosos. Mientras limpia, observa detalladamente como trabajan la madera, el mármol y la piedra, recuerda perfectamente los procedimientos para soldar hierros viejos que lentamente se transforman en figuras mágicas y un día, aprovechando la ausencia de los artistas tomó una piedra de un metro y comenzó a esculpir sin tener noción del tiempo. Horas enteras pasó en esa tarea hasta que se dio cuenta que la madrugada estaba a su lado. Dagoberto sintió el cansancio y se retiró olvidando guardar la escultura en el rincón. Al otro día, el maestro, lo recibió con curiosidad y preguntó quién había realizado esa obra. Dagoberto compungido se hizo cargo. Nunca esperó felicitaciones del maestro.               < ¡Sabes Dagoberto!><Tienes arte en tus venas>Esas fueron la palabras acompañadas de un palmada en su espalda. <Sigue así muchacho> y se retiró a su obra en el centro del galpón. Dagoberto estuvo casi tres años en ese taller. En sus momentos de ocio, aprovecha para tallar, reproducir y crear nuevas esculturas, pero por razones económicas tuvo que conseguir otro trabajo. Nunca abandonó el arte. Aún en otros trabajos, siempre tuvo tiempo para tallar madera o pulir una piedra. Cuando entró en una farmacia, al poco tiempo se dio cuenta como era el negocio. Estudió farmacología, aprendió lo básico y luego de cuatro años decidió buscar nuevos rumbos, pero esta vez, como propietario de una farmacia. Dagoberto apareció súbitamente en el pueblo Piedra Linda como referente de farmacia y colocó su primer botiquín frente a la plaza del pueblo. Con sus propias manos -porque no tenía como pagar ajenas-, acondicionó un viejo local en una carrera frenética contra el tiempo. Necesitaba ingresos. Adecuó las viejas maderas abandonadas lustrándolas con dedicación y luego, les pasó aceite de deshecho; las lustró, pintó de amarillo las paredes y confeccionó una mesa que servía de escritorio. Inventó un pequeño cuarto al fondo del local para instalarse y dormir sin tener que pagar alquiler. En pocos días, estuvo listo para abrir e inaugurar su fuente de trabajo. Confeccionó unos pequeños papeles en la imprenta local anunciando la "Farmacia de Dagoberto para una salud genial" asegurando con esto, que velaría por la salud de ese pueblo de ahora en más. En esa distribución, se proclamó único capaz de entregar invitaciones. Luego de lavarse con cuidado y esmero, se colocó el traje gris, una lánguida y vieja corbata, lustró sus zapatos gastados y con unos cientos de panfletos caminó por el pueblo derrochando simpatía y panfletos, hasta que por acción del destino, tropezó con un tablón, y en esa caída brusca y desordenada, llevó consigo abruptamente una señorita, que justamente, caminaba en sentido contrario,-Rudecinda- cayendo ambos en la vereda, tan cerca uno de otro, que sus corazones, no supieron a quién pertenecía, tampoco podían determinar en donde estaban las piernas de uno y otro, ya que estaban entrelazadas posiblemente por el temor al golpe. Ellos se entregaron sin saberlo en una mirada prolongada, como las películas de románticos finales.                            Capturados por retinas límpidas por edad y fundieron espontáneamente conos y bastones inconscientemente, dejando marcas definitivas. Los Conos y Bastones, son habitantes naturales de la retina. Son en definitiva quienes permiten visualizar imágenes por luces. Meses más tarde, esta fusión, sería la señal o la prueba de un amor inesperado. Rudecinda y Dagoberto, en un emblemático accidente -presenciado por vecinos- admirados por el silencio y la quietud de esos dos jóvenes que no se quitan la vista y curiosamente, tampoco sus cuerpos, permanecieron unidos sin protesta y con placer. Dagoberto, espaldas al suelo, sostiene encima de él esa joven. Las miradas confusas de transeúntes masculinos y réprobas de mujeres mayores, coincidieron en comentarios < ¡Esta juventud...ya no respeta los accidentes!> Rudecinda y Dagoberto en la calle; en el suelo; uno encima del otro; quietos, paralizados por el contacto físico y en permanente imanada mirada dejando interrogantes. ¿Es una señal?; ¿El destino? o el diagnóstico tardío del oculista viajero, cuando realizó el fondo de ojo a los dos enamorados y sentenció: El amor no es más casualidad; se manifiesta para la ciencia: con la fusión de conos y bastones de dos retinas encontradas Este diagnóstico desató una tormenta. Jóvenes núbiles del pueblo hicieron colas para ser diagnosticadas precozmente en este tema del amor, que ahora -por fin-, encontró la científica y certera manera de descifrar el misterio. Todos, y fundamentalmente las jóvenes mujeres, acudieron inquietas, para que se estudiara su retina y conocer por la ciencia, si alguna vez, el amor, fundió sus conos y bastones, sin darse cuenta. Temen haber perdido un amor; esa zona enigmática en los seres humanos que escapa a la conciencia, la sensación casi visceral, incontrolada, espontánea, escapando del lecho colectivo y promiscuidad, para encontrar en la intimidad el templo deseado. El amor secreto, el saber oculto del otro incrustado en la conciencia. El recuerdo de una bata transparente cubriendo el cuerpo desnudo. El deseo creciente que se apodera de la voluntad; el valor erótico de la piel, la palabra, y ahora: la mirada. La virginidad en la mujer, el lirismo y castidad del hombre; toda una contradicción arrebatada al secreto. Un juego eterno del cual nadie puede escapar: el descubrimiento del amor ignorado. Rudecinda, sin proponérselo ha cambiado contundentemente la radicación de esa maravilla, que ya no pasa más por corazones simbolizados en paredes y papeles de enamorados, y menos aún, heridos por esa flecha burda, que los atraviesa, anunciando que también el amor hiere ese noble órgano. Los conos y bastones, pasaron a ser en ese pueblo los símbolos más respetados que la propia bandera El hallazgo científico trascendió la frontera pueblerina para transformarse en un acontecimiento nacional y luego: mundial.                      La iglesia, prontamente requirió de un concilio para tratar el tema, porque las imágenes del sagrado corazón corren peligro de ser eliminadas. Hubo una crisis en el Vaticano, el Papa reunió sus cardenales para estudiar el problema que los afectaba en forma directa. La industria de santos, estampas, imágenes que ostentan como símbolo de amor y misericordia el corazón entraron en crisis. Esta en peligro la economía del Vaticano; hubo cardenales que acusaron a Dagoberto de hereje y a los oculistas de cómplices, sin embargo, la realidad se impuso y en forma inmediata ordenaron la incorporación de nuevas imágenes: la retina en signos sagrados. Los partidos políticos se nuclearon para modificar lenguaje, porque ya no podrían enviar mensajes de amor al pueblo representando corazones con el nombre del candidato. Los creativos comenzaron una competencia vertiginosa a los fines de reemplazar al corazón en todos los documentos gráficos y discursos, incluso, al hablar del amor no podían señalar el corazón con sus manos sino: los ojos. Las organizaciones no gubernamentales de caridad, obligadas a desterrar figuras y dibujos de corazones usados para solicitar aportes económicos: por amor a niños y ancianos, acudieron también a los publicistas. Todo se transformó. El mundo giró enloquecido en torno a esa imagen enviada por Internet y celulares de esos dos jóvenes aún encimados en la calle, con la mirada eterna del amor, y todo; debido a que el oculista local, diagnosticó con un fondo de ojos: <la fusión de conos y bastones en las retinas de esos enamorados>.                           El mundo ahora puede comprender que nada tiene que ver un corazón, y sí una humilde retina. Una oculta retina que dejó sellado como antecedente haber encontrado el amor de su vida en esa delgada membrana o peor aún, la ignorancia de muchos de haberlo encontrado y no darse cuenta. Los oculistas tuvieron que realizar fondo de ojos a millones de jóvenes. Los colgantes de plata u oro con corazones, fueron reemplazados por pequeños ojos enfrentados, cruzados por el título <El amor se ve, no se siente> Las propagandas de todos los artículos para el día de padre, madre, abuelo, tía, amigo, novia, perro, abuela, cerdo, etc. tuvieron que quitar el corazón como emblema de ternura y reemplazarlo por ojos colgantes con párpados semicerrados. Las parejas de jóvenes imitaron a Dagoberto y Rudecinda en todo el mundo y en esas semanas de locura amorosa, todos están encimados, tratando de contagiarse de esa pareja accidentada en la calle. Ya no se visitan; no toman café; no salen a bailar; los muchachos directamente enciman la joven mujer que creen amar en las calles, en los cines, en los autos, en las plazas, en los bancos, en el zoológico, en las almacenes, en los súper. Las jóvenes mujeres, desesperadas por encontrar amor o destino, caminan las calles abriendo los ojos desmesuradamente, tratando de impactar retinas de jóvenes que deambulan encimando mujeres. No hay en el mundo, lugar donde esta representación, no se acompañe de conmoción, porque el tema tocado es clave. Siglos enteros, el mundo fue engañado. <El amor no es corazón. Es retina>tamaña definición generó un movimiento a nivel mundial de encuentros y desencuentros. Las parejas casadas concurrieron a sus oculistas para certificar que no se habían equivocado en la elección y la frustración apareció con signos de tragedia. Los poetas, los escritores, los músicos, rompieron furiosos sus poesías; despedazaron canciones; rescribieron novelas; porque todas hablan del corazón, ninguna de la retina. Los artistas del teatro tuvieron que aprender a obviar la palabra corazón y más grave aún ignorarlo en su vocabulario. Las editoriales decidieron reemplazar sus portadas por otras imágenes más cercanas a la retina. Por ejemplo: pestaña, párpado, saco lacrimal, córnea. Pero los que más sufrieron fueron los poetas porque para ellos: el corazón es fuente de toda inspiración. Hubo muchos suicidios por estar ausente el corazón de quienes habían confiado ciegamente en ese importante órgano. Caminan tristes, desorientados, su historia de canto amoroso por años sostenida a sangre y fuego se desmorona. Nadie se atreve a rimar en las retinas. Nadie en la poesía puede sostener su mirada sin hacer el reproche de haber perdido el tiempo y así, el mundo olvidó temporalmente las guerras, porque los gobiernos tuvieron que concentrarse en el fenómeno del amor que misteriosamente y por casualidad, había sido finalmente identificado.                     Las fronteras imaginarias de los países se abrieron a quienes buscan una repuesta y un cambio. Los mártires no pueden golpear más su pecho buscando el corazón para el castigo. Peregrinos, peregrinas, penitentes religiosos, políticos; dominados y dominantes, todos, unidos en búsqueda de certificar este categórico como imprudente descubrimiento. Los estadounidenses acudieron a los musulmanes para mirarse, para encontrarse, para ver si ellos eran o no la razón de su existencia. Los judíos acudieron presurosos a Palestina, buscaban retinas, buscaban amor, buscaban el encuentro negado por las guerras. El corazón entró en una seria y difícil descalificación mundial y los cardiólogos tuvieron que esconderse de sus pacientes que acudían a la consulta desorientada y confundida por el descubrimiento. Los infartados supieron que ese órgano estaba vacío. Hubo crisis en los gobiernos. Los ministros encimaron sus secretarias. Los presidentes sus ministras y los generales las sargentas. El mundo se representa: uno encima del otro, mirándose, dejando que los dedos reconozcan los cuerpos después de la mirada fija.                             Llovieron ofertas económicas para Dagoberto y Rudecinda que vendieron sus historias a las revistas más importantes del mundo; pero no están sus fotos en las tapas: solo sus retinas. Hasta que Dagoberto, inventó un calidoscopio: un tubo, de caña hueca, dos lentes opuestas, una lente interna bicóncava y arenilla en la parte basal. Humo de cigarrillo en las áreas vacías y un pequeño espejo orientado al sol para dar luz al interior de la caña. Estos elementos permiten la visión directa de las retinas y por ende, el conocimiento de la fusión de conos y bastones y el posible encuentro, donde las parejas colocan sus ojos deseosos de certificar ese estado, para verse y admirarse durante horas.                        Su farmacia entró en la época más progresista; agregaron rápidamente infusiones y colirios de perpetuidad amorosa, preparadas junto a su nuevo amor, Rudecinda. Comenzaron a ser las más solicitadas y consumidas del pueblo y luego exportado a las regiones y países limítrofes. Entusiasmados por este salto económico y reubicación social, se concentraron en entregar recetas más extrañas, que por boca de sus ancestros, habían sido depositadas en sus memorias. Las infusiones fueron tan demandadas que en poco tiempo la farmacia se transformó en una importante fábrica: llamada R y D Cía. en honor a sus iniciales. Comenzaron también a generar Accesorios para el amor: Anteojos de retina fija; lágrimas de mujer enamorada; pañuelos usados de mujeres casadas exitosamente; lentes de contacto simulando retinas humanas; fotos de retinas familiares, colirios para fortalecer conos y bastones; vitaminas para retinas nostálgicas; pestañas de ojos enamorados; secreción de conjuntivitis de enamorados; sábanas y fundas usadas por enamorados confirmados; toallones y colonias hechas con el sudor de enamorados; hasta lagañas de hombres y mujeres enamorados y confirmados; hasta el pus de los orzuelos en enamorados se industrializó a un precio superior. La industria accesoria ganó impulso mientras que los dinerillos para las guerras caían sin remedio.                            Por primera vez después de largos siglos, el amor generó ganancia antes que gasto, el cura insistió, ahora cambiando el mensaje y sentencia del casamiento: no será hasta que la muerte los separe. Ahora: <Hasta que la retina los separe>. La vida sonríe a esta nueva pareja y a Rudecinda en especial, que se anexó rápidamente al éxito. Para certificar su estado amoroso utilizó todos los accesorios posibles después que el oculista certificara que ella: <Nunca fundió sus conos y bastones>, convirtiéndose repentinamente, en una nueva virgen del amor, con el beneplácito de Dagoberto.                         Sin embargo, la codicia se apoderó de los empresarios -para variar-y de manera imprudente como traicionera, fueron desplazando a Dagoberto del negocio en crecimiento. La ignorancia; sumada a la ingenuidad, determinó la pérdida de la empresa. No se amilanó Dagoberto; es un hombre emprendedor y rápidamente se dedicó a otros menesteres. Rudecinda era su apoyo incondicional y ambos iniciaron el nuevo camino convencido que si la vida avanza, ellos también. Bendita se hizo cargo de la venta y promoción de los accesorios para el amor retiniano, le dio grandes frutos. Pero años más tarde, la ciencia nuevamente, pulverizó la teoría de la retina. Hubo dos congresos mundiales de oculistas para reconfirmar la teoría de conos y bastones; presentaron sus experiencias logradas en este asunto tan sentido: ellos pasaron a ser los árbitros de los conflictos matrimoniales y sentimentales, daban consejos, decretaban el fin o el comienzo de un amor, miles de jóvenes se inscribieron en la especialidad seguro de futuro. Paralelamente, otros dos congresos mundiales de cardiólogos frustrados y arrinconados en el desprestigio surgieron imprevistamente a los cinco años de este hecho. Si aparece una nueva teoría, también aparecen detractores, y lo primero que dijeron los cardiólogos -tardíamente- como síntesis de su estudio fue <¿Cómo explican entonces el amor en ciegos; el amor de tuertos, el amor de quienes padecen cataratas o lagañas; el amor de aquellos que la vida les ha mezquinado cruelmente sus dos ojos?> Y comenzó la guerra de la ciencia y de los intereses mientras el mundo sigue sorprendido con parejas encimadas; las carreteras bloqueadas, las cabinas de los camiones, ómnibus, aviones y todos los medios de transporte paralizadas, porque las parejas no dejan de apilarse como monedas mirándose fijamente al margen de hacer otras cosas necesarias dada la proximidad de cuerpos.                             Nadie cede a la orden del ¡Basta! Las Naciones Unidas intervino organizando y financiando el último congreso de Cardiólogos contra oculistas, por la necesidad de tener supremacía en la explicación de lo que realmente es el amor Esa sesión en el ámbito del consejo de seguridad ampliada, quedó registrado para la historia, porque los embajadores, secretarios y representantes de distintas etnias, estaban imposibilitados de reprimir el ensimismamiento, motivo por el cual, los hombres delegados encimaron las mujeres; las mujeres a los hombres y todos terminaron encimados en sus pupitres. Las fuerzas de seguridad anularon un sexo, porque al reprimir, los agentes equipados para antimotines, abandonaban sus uniformes para encimar a sus compañeras oficiales o a quienes iban a reprimir. El mundo está envuelto en un caos. Los legisladores retenidos en sus bancas por cintas de embalar, pudieron sesionar y definir dos acciones: un comité internacional de oculistas y cardiólogos tienen inexorablemente que definir esta situación que ya deterioró la economía mundial. Se había globalizado la retina y el mundo industrial estaba paralizado. Hubo conflictos raciales; judíos y musulmanes encimados, buscando también el amor y no la guerra. Americanos y cubanos, encimados buscando el calor del amor. Hasta el mismo Bush encimó a la hermana de Ben Laden y el Papa, persiguió las Carmelitas Descalzas, que por casualidad visitaban los salones cercanos a su despacho. El mundo convulsionado por el amor y lo más triste: se olvidaron de la guerra. Las empresas de armamentos durante cinco años no vendieron un solo fusil, una sola bomba, un solo avión de combate, hasta que decidieron fabricar anteojos bélicos del amor para peleas entre parejas felices.                         Los movimientos de liberación quedaron sin combatientes porque al dar el primer grito de ¡avanzar! si había mujeres abandonaban su arma para encimarlas. Los oculistas a su vez, denostaron el poderío de los cardiólogos bufándose de ellos porque si el corazón es realmente el amor: la flecha lo ha matado antes de nacer. Pero todo tiene un final en esta vida. Los cardiólogos sostuvieron que fue una casualidad mal intencionada, y los oculistas, no pudieron explicar el amor de ciegos y tuertos, o quienes llevan cataratas de por vida. De nada sirvió que algunos mantuviesen esa teoría en vigencia. Nuevamente los cardiólogos se adueñaron del amor, y reinstalaron las imágenes tradicionales del corazón, como el símbolo insustituible de ese estado. Los oculistas vencidos y humillados decidieron de común acuerdo, negarse a seguir investigando la retina, y el mundo, fue rápidamente recuperando tradiciones y leyendas. La violencia y las guerras reaparecieron, los conflictos religiosos y étnicos florecieron. La gente no se encimó más en la vía pública.                      Las jóvenes mujeres nuevamente dejaron de mirar de frente en las calles, en los bares, en los lugares públicos. Las invadió una profunda tristeza y desazón. La iglesia restableció la flecha como el símbolo de su poder, atravesando el corazón. Los políticos, nuevamente hablaron con el corazón en la mano. Las compañías comerciales restituyeron el corazón como símbolo del amor eterno. La costumbre justificada de encimarse antes de conocerse fue derrumbada y prohibida; llevó a la población joven al tedio y aburrimiento.                     Una frustración sentimental invadió el planeta y la persecución de Dagoberto y Rudecinda fue implacable. Tuvieron que escapar y buscar en el anonimato la paz y nuevas formas de vida e ilusiones. Después de cinco años de fuga y desencuentros, regresaron a Piedra Linda, pero con trabajos distintos. Dagoberto se reencontró con la escultura y su intención al deporte; Rudecinda con sus funciones de ama de casa, temía salir a las calles y en sus horas de soledad y aburrimiento, aprendió a tocar el piano viejo que estaba arrinconado en una habitación.                      Bendita ya no estaba con ellos. Los últimos años estuvo enferma de su diabetes que fue invadiendo lentamente todas sus arterias, cerrando circulaciones fundamentales en brazos y piernas lo que obligó a amputaciones progresivas, que fueron reduciendo su tamaño y también su cama, pero aún en estas condiciones reparó un cochecito de niña y se dejó llevar por las rutas y pueblos empujado por un sirviente fiel y de tantos años como ella Se perdió en esos violentos tumultos de encuentros retinianos, buscaba en ese entonces un nuevo amor. Nadie supo decir si lo encontró. El sirviente también desapareció con ella.Gustavo Vaca Narvaja  
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Autor: Gustavo Adolfo Vaca Narvaja  1321 Lecturas

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