• Andres Olivares Riedemann
a.o.r.
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  • País: Chile
 
Sed de silencio, hambre de soledad.   1.   Encendí la luz y miré por la ventana del bus. Seguía en medio de la nada. Era el único pasajero, parecía surrealista estar solo aquí, ¿cómo se mantenía esta empresa? Abrí mi mochila; tenía una botella de agua y unos sándwich que compre antes de subir; ¿antes de subir? ¿Subir dónde? .Bebí un sorbo y aclare mi garganta. La noche estaba gris, a medio camino entre oscura y clara, como iluminada por un relámpago pasajero. Ya llevaba horas viajando, durmiendo a ratos parecía que había vivido siempre en este bus. Tal vez mi madre me dio a luz en este mismo asiento, ¿será el chofer mi padre? No puedo dormir, no traje ni siquiera una revista, a mi alrededor la tenue luz azulada del pasillo no me hace bostezar. Miro el sándwich, le quito el envoltorio y lo hago una bolita. El objetivo es el porta vasos del asiento que esta dos por delante del mío. Es difícil pero no imposible. Tiene que ser un disparo certero o sino la humanidad estará perdida. Cierto, soy la última esperanza de la civilización. Doblo mis brazos como desde la línea de tiro libre y lanzo al mismo tiempo que suena el silbato del fin del partido. ¿Silbato? Una luz roja se enciende junto a la puerta de entrada señalando que el bus ha excedido la velocidad permitida. Ya veo, ocurre ocasionalmente pero esta vez me hizo fallar el tiro y mando al mundo a la mierda. Adiós Obama, adiós Real Madrid, adiós chica del pronóstico del tiempo. Mientras miraba la luz roja me di cuenta de otra cosa. Justo arriba de la luz estaba un rectángulo con la palabra "ocupado" brillando en letras rojas. ¿Alguien estaba en el baño? ¿Sería otro pasajero como yo?  Desde que subí no había visto a nadie. ¿Desde que subí? ¿Cuánto hace de eso? Como sea, ya ha pasado bastante tiempo. - debe ser del 2- pensé. El auxiliar ni se ha aparecido para cerciorarse de que estoy vivo. Un pésimo servicio- dije mientras le daba un mordisco al sándwich, que finalmente era de Atún. Misterio resuelto, ahí tienes Sherlock Holmes. Me levanté de mi asiento y estiré mis piernas aunque no las sentía cansadas. Me pare en una pierna y levanté los brazos. Tengo la flexibilidad de un maestro de Kung Fu, me dije a mi mismo casi al mismo tiempo en que crujía mi espalda. Tuve que aferrar mis brazos al respaldo del asiento y la dignidad a lo poco que quedaba de vergüenza. Mi pie dio con algo en el pasillo, me agaché sintiendo la alfombra entre mis dedos y noté algo. Un anillo. ¡Mierda, el anillo Único! Bilbo que te den por el culo, esto me lo quedo. Pero no era el anillo único, era diferente. Parecía un anillo de compromiso, si Bilbo hubiese andado con esto, los de la comarca se hubiesen cagado en los pantalones. Definitivamente era un anillo de compromiso, la pequeña piedra titilaba en la oscuridad. Mira que ir y perder tu anillo de compromiso en el piso de un bus. Mujer, debes estar buscándolo desesperadamente, o ¿tal vez querías que se perdiera? ¿Era eso? ¿Dejaste el anillo para que se perdiera en este bus en medio de la nada? Una imagen viene a mi mente: una pálida mano buscando la mía, unos labios buscando los míos. Me duele la cabeza y me siento mareado, vuelvo a mi asiento y me reclino hacia atrás. El anillo juguetea entre mis dedos. Que fue eso, si hasta pude sentir el aroma a perfume, era tan familiar. ¿Quién era ella?   2.   Me sudan las manos y se me seca la garganta. ¿Dónde estoy? Ah cierto, estoy viajando; viajando hacia ninguna parte. Hacia un lugar que no existe en ningún lado. ¡Que mierda! ¿No van a poner una película o algo? Debí haber traído un libro. Recuerdo que tras la puerta está la escalera que da al segundo piso del bus, tal vez hay alguien allá arriba. Tal vez están viendo una película. Tal vez el auxiliar hijo de puta está tomando una siesta allá arriba. Tal vez esta Dios con todo su coro de ángeles tocando las trompetas del fin del mundo; mejor voy a ver. Abro la puerta y subo las escaleras. Arriba es mucho más amplio que abajo pero igual de oscuro e igual de desierto. No es verdad. Al fondo veo una silueta. Me acerco con cuidado, la luz es débil y el bus se mueve como si cruzara el Cabo de Hornos. Es una mujer, está durmiendo con la cabeza recostada del lado opuesto, tiene el cabello largo y negro y un vestido de verano encantador. Entonces gira la cabeza y se me queda viendo con unos ojos como platos. Entiendo, se despierta y me ve parado a su lado como un psicópata en la oscuridad; debo decir que me sorprendió que no gritara. - ¿Disculpa?- dijo en una vocecita tímida. - Mi asiento está abajo, solo vine a ver si había alguien acá arriba - dije con la inocencia de un niño de 5 años. - A propósito, ¿esto es tuyo?- le extendí mi mano y le mostré el anillo. Ella lo miro detenidamente y luego observó sus manos como si las viera por primera vez. - Creo que no - dijo dubitativamente. - ¿Dónde estamos?, me quede dormida hace un tiempo y no recuerdo - - La verdad no sé, estaba esperando al auxiliar para preguntarle, pero no da señales de vida - ella me miraba de forma extraña. No era miedo lo que había en sus ojos, sino... ¿Lástima tal vez? No me gustaba, quería salir de ahí y eso me disponía a hacer cuando la vi. Su sonrisa. Sus labios. La idea me llego como un shock eléctrico. No recordaba cuándo, cómo o donde, pero estaba seguro... yo la había visto antes. - Oye, por casualidad, ¿nos conocemos? - le dije. Ella ladeo su cabeza en la viva imagen del signo de interrogación. - no que recuerde, pero tal vez de paso, ¿en la ciudad? - ella me miro con cuidado. ¿La ciudad? ¿Qué ciudad? No entendía a que se refería, pero al mismo tiempo sentía que tenía razón. La recuerdo de la ciudad. Ella bostezo cubriéndose la boca y se giró para continuar con su siesta sin ninguna consideración por mí. La verdad no me sentí ofendido, quería salir de ahí. Volví por el pasillo echando un último vistazo alrededor y baje las escaleras. De regreso en mi asiento el sueño me invadió nuevamente y me entregue a él. Soñé. Soñé con la ciudad, no era como la imaginaba. Era de piedra fría y gris, adoquines desgastados en calles solitarias. El cielo rojo como encendido en llamas y el viento silbaba entre las pequeñas casitas de piedra. Tenía ganas de llorar, de correr gritando su nombre. Pero no me podía mover, estaba petrificado, un perro de ojos rojos se me había acercado desde el frente. Escupía espuma por el hocico y estaba en los huesos. Se abalanzo sobre mí y me mordió en el cuello, la sangre se atragantaba en mi garganta. Desperté empapado en sudor, busqué a tientas la botella de agua y bebí un largo sorbo. De nuevo el silbato de límite de velocidad me despabiló. - Viejo suelta el pedal o nos vas a matar a todos – pensé. Encima de la luz roja estaba el cuadro con "ocupado", pero era distinto... Ya no brillaba.    3.   Me dirigí al baño y me alivié. El agua estancada del baño de un bus en mi cara, me supo cómo a los campos de hielo primigenios en la gran glaciación. Bueno no tanto, pero se sentía bien. Mi rostro en el espejo estaba pálido, no era para menos con semejante sueño, pero ya me había tranquilizado. ¿Quién habría estado ocupando el baño? ¿Viajaría con la mujer del segundo piso? ¿Sería el auxiliar de inexistente diligencia? Estaba tentado de volver al segundo piso a confirmar mis teorías, pero decidí por lo mejor: mandar a la mierda el asunto. Afuera aún era de noche. Siempre era de noche, ¿Habría sido de día alguna vez? Todo era tan extraño. Al salir del baño choqué con la mujer del segundo piso. Al parecer allá arriba no tenían el letrero de "ocupado". - Disculpa - de nuevo aquella vocecita. - Adelante - De vuelta en mi asiento me debatía entre si atacar o no el segundo sándwich, ya que era el último y no tenía idea de cuánto quedaba de viaje. En eso estaba, cuando se abrió la puerta y entró la mujer del segundo piso. Avanzó por el pasillo y se sentó a mi lado. - Tal vez no era tan tímida - pensé. - Vi al auxiliar, fue a verme y me ofreció una manta - dijo con una sonrisa. - ¡Ese hijo de puta! - Pensé - ¡Sabía que me estaba evitando! - ¿En serio? ¿Y le preguntaste dónde estábamos? - dije manteniendo la compostura. - No tuve oportunidad, estaba muy apurado. - - Ah ya veo - me resigné. - Creo que el lugar al que voy está cerca, pero la verdad no lo sé -. Ella jugueteaba con sus dedos. Verdaderamente era encantadora y se me hacía muy familiar. Pero había algo oculto en ella, algo que me aterraba. - ¿Te puedo hacer una pregunta?- dijo sin dirigirme la mirada. - Por supuesto - - ¿Has tenido algún sueño de la cuidad de piedra? - su pregunta me heló la sangre. Trague saliva. ¿Cómo podía saberlo? Esa pregunta no era al azar. - Sí, hace poco, ¿cómo lo sabes?- - Ya veo, y ¿a quién viste? - ahora si me dirigía la mirada mientras me hablaba. - No sé a qué te refieres, vi a un perro de ojos rojos - - Un perro entonces. ¿Un perro de ojos rojos dices? - - Así es - - Yo vi a mi madre - dijo ella mirando al frente, le temblaba la voz. - Mi madre de rodillas en medio de la calle, rezando por mí - una lágrima recorría su mejilla. - Es solo un sueño - dije sin convicción. - Yo creo que ahora es el sueño - me dijo mirándome con ojos vacíos, ojos desprovistos de emoción. Sus ojos me acusaban de algo. Si seguía viéndolos me perdería en ellos. Me disponía a decirle algo, no sé qué, cuando se abrió la puerta y entró el auxiliar con una manta bajo el brazo.   4.   - Hemos llegado al destino de la señorita, sea tan amable de seguirme por favor. Esta manta es para el caballero, aún queda para su bajada. - el auxiliar era bajito y cortes. Nada como me lo había imaginado. - Llegamos - dijo ella, aterrada.- ¿está seguro?- - No tienes que bajarte si no quieres, puedes hacerlo en la siguiente parada- - El pasaje de la señorita es válido solo hasta su destino, y no más allá. Ese destino ha sido alcanzado por lo tanto la señorita debe bajar, de seguro tiene a más de alguien esperándola- dijo el auxiliar en tono seco. - Entiendo- dijo ella mientras se levantaba. Me puse de pie para despedirme y ella me abrazó fuertemente. Acerco sus labios a mi oído. - Tú eres el perro de ojos rojos en la ciudad de piedra, mi madre también rezaba por ti - susurró, luego me tomó de la mano y me besó. Ella estaba llorando. El bus se detuvo y ella salió por la puerta junto al auxiliar. Miré por la ventana para verla, pero no pude. Solo había oscuridad afuera. La noche se había tragado todo, sueños, susurros y besos. Como si nada hubiese pasado el bus se puso en marcha nuevamente. ¿Quién era ella? ¿Porque tenía tanto miedo? Su madre en medio de la calle rezando por nosotros. Un perro hambriento de ojos rojos escupiendo espuma por la boca. La ciudad de piedra bajo un cielo de fuego. Esas pálidas manos, esos labios y ese perfume. Todo eso me grita algo. Tal vez ese verano. ¿Verano? Ahora entiendo. Fui tan estúpido. Debí decirle entonces, lo que tenía atorado como sangre en la garganta: lo siento tanto, fue mi culpa, perdóname. Pero la noche se tragó eso también.   5.   Me levante de mi asiento y salí en busca del auxiliar. Lo encontré en la parte delantera del segundo piso recostado descansando. - ¡Quiero bajar aquí! - dije. - Aún no es el destino del caballero - - ¡No me importa!. Quiero bajar - - si el caballero se baja en un lugar que no es su destino, se perderá - - Te dije que no importa, quiero bajar ahora - - Muy bien, le avisare al conductor. Por favor espéreme en la puerta de entrada - Unos segundos después el bus se detuvo y se abrieron las puertas. Afuera todo era negro, como si no existiera nada más que oscuridad. - Puesto que no es su destino, no hay nadie esperándole- dijo burlonamente el auxiliar. - No importa viejo, gracias por el aventón y ándate a la mierda - dije poniéndome en marcha y agitando el brazo. Lo escuché riéndose a mis espaldas, una risa gélida que me hizo temblar. Ya llevaba un buen tiempo caminando, pensando si podría alcanzarla. El aire frio de la noche traía imágenes a mi mente. Nuestra primera noche juntos, ella estaba tan hermosa a la luz de la luna. Le jure que la amaría eternamente y ella me creyó. Me miro a los ojos y sonrió. Que estúpido he sido ¡Por Dios! Llevo mis manos a mi rostro para cerciorarme que las lágrimas están ahí. Ese día, ese maldito día no era yo. Ese día perdí todo lo que era. Recuerdo a su madre llorando, viéndome hacia arriba. No había odio en sus ojos, solo compasión. Esos ojos me atravesaron de lado a lado, quería arrancárselos y dárselos de comer. ¡Que frio hace! No como aquella vez, entonces era un infierno abrasador. Estoy tan cansado, las piernas me pesan. ¿Cuánto falta? Debo llevar horas caminando. ¿A dónde voy? ¿Iba a alguna parte? No puedo recordar. Un sonido se acerca a mis espaldas. Es un bus de recorrido. Me detengo y hago una señal con el brazo. El bus se detiene y me recibe el auxiliar. - Suba caballero, rápido que hace mucho frio- Estoy tan cansado que voy directo a mi asiento. Afuera la noche a aclarado un poco ya no esta tan oscuro. En mi bolso solo tengo una botella de agua y dos sándwiches que compre antes de salir. Mis dedos van hacia mi bolsillo como buscando algo. ¿Había perdido algo? ¿Algo importante? No recordaba. Estaba tan cansado. Tal vez también se lo había tragado la noche. ¿Tal vez era lo que yo quería? ¿Perderme en el frio? Algo llamo mi atención, un pequeño letrero con la palabra "ocupado". No pude evitar soltar una carcajada. ¿Saben por qué? Porque no estaba brillando. No estaba brillando en lo absoluto.                        
Una Historia la hacen los personajes. Esta verdad tan simple y fundamental, es la base de la construccion sobre la cual comenzaremos. De la misma forma en que el fútbol no es el público, ni el estadio, ni el escudo en la camiseta sino los jugadores, esta historia nacerá con los personajes. Entonces, manos a la obra.Imagínense a un hombre de mediana edad, digamos unos cuarenta años, con dolores de espalda, adicto al café y al tabaco y propenso a quejarse mas de la cuenta. Es muy probable que conozcan a una persona así, es decir, un hombre así existe en este mundo y no es aventurarse demasiado el que lo encontremos en esta historia. Ahora, este hombre no es excepcional en ningún sentido, aunque deberia explicarme mejor. Hoy en día, no tener ningún talento es algo excepcional en sí mismo, aún si no es digno de admiración. Precisamente esto es lo que lo vuelve interesante y el objeto de nuestra pequeña aventura; pero estoy dándole vueltas al asunto. Volviendo a nuestro personaje, este hombre sin aspiraciones ni talentos, tiene una existencia diaria que cualquier persona consideraría aburrida, o a lo menos poco interesante. Digamos por ejemplo, si al trabajar como cajero en un Banco, tuviera un encuentro con alguna bella mujer, no saldría de su rutina para pedir su número de teléfono, o al menos intentar sacarle una sonrisa. Entonces, podríamos empezar con una pequeña mentira, una piedra en el estanque que estimule la superficie. Digamos que uno de sus primeros clientes en la mañana, es una bella mujer, y nuestro cajero del Banco va un paso más allá y le dirige la palabra fuera del contexto del trabajo. Ahora lanzamos la piedra y el hombre le pide el número de teléfono. Nos quedamos quietos, esperando las olas en la superficie.
Vida y Muerte están en sintonía en el momento previo a la concepción. Un infimo lapso de tiempo en que una gota de vida se escapa del reino de la Muerte, inundando este mundo, este matraz hecho para este único fin. Vida y Muerte entrelazados, bailando, compitiendo el uno con el otro en el mar de la probabilidad. ¿Es así como es?. Tal vez si, tal vez es solo lo aleatorio dandonos un respiro, la Muerte teniendonos lástima por un segundo. Vida y Muerte sintonizan en ese único momento, en esa única guerra sin víctimas. Esa es la desolación de la vida, el desierto que se forma cuando lo imaginario se hace real. Nunca estaremos tan solos como en ese pequeño momento. Asi que sonríe, que aunque el camino es cuesta arriba, sólo desde la cima podremos ver la historia de nuestros pasos.
Nacer
Autor: Andres Olivares Riedemann  380 Lecturas
En este mundo, hay cosas que parecen pequeñas cuando las miramos desde arriba. La brizna de la hierba bailando al compás del viento, cual si fuera nuestra alma colgando del hilo del amor. Una pequeña flor, recibiendo la caricia de la abeja, pensando que es la única que recibe tal dedicación. La tela de la araña en la esquina de la cornisa, rellenando los espacios olvidados con intrincados diseños, que dan la complejidad al mundo. La risa de un bebe paseando en coche por la calle, despertando a los adormilados transeúntes, que bostezando de dan cuenta que si.., que están vivos, que van a casa y que tal vez es un buen día. El aliento en el frío que suda el viento, nace y muere en un suspiro, existencia pasajera y voraz, de pie, desnuda contra el infinito. Cosas que parecen tan pequeñas cuando las observamos desde lo alto, desde el tiempo y el espacio, pero cuando las vemos, nos hacen eternos, nos completan y nos dan forma. Tantas cosas pequeñas, en un mundo aún mas pequeño, donde vivimos, gigantes grandes y torpes llamados seres humanos. Tal vez con la mirada adecuada alcancemos a ver mas allá de nuestra propia soberbia, y nos demos cuanta que la ilusión que montamos para nosotros mismos, se desvanece con nuestro sueño de algún dia..., quizas, vivir como debería haber sido.
Falto de ideas."Ingrese su texto aqui" Correcaminos.Finalmente lo alcanzó. Sólo quería devolverle su billetera. El Universo.Podría encerrarme en la cáscara de una nuez, y ser el rey del espacio infinito. Alfabeto (Internacional).A buen conocedor de estados formidables, ganancia hueca, indiferente. Juegos kaleidoscópicoslogran manipular nuestra opinión, pudiendo quemar recatadamente sólo tus universales valores. Whisky, Xanax y zarpar.    La Lampara de la Virtud. A veces la enciendo, pero la luz se corta a menudo. 
  El León está a punto de cambiar, ya las patas le pesan y el rugido es solo un susurro. Tiene miedo de lo que viene, lo incierto le aterra, cual si fuese la presa que persiguió antes que arribara la senectud. El León piensa que se acerca el sueño, el final, cree que una vez cierre los ojos, podrá descansar, pero no es así. El León ya está cambiando y se transforma en un Niño. Abre los ojos por primera vez y ve el mundo a su alrededor. Ya nada queda de su etapa como león, ni recuerdos vagos, e instintos vestigiales. Ahora todo lo que existe, hasta donde le alcanza la vista, es suyo y ni los leones ni los camellos que aun vagan a su alrededor podrán seguirlo en su rumbo. El Niño recién nacido es una fuerza de la naturaleza, un huracán que cambia todo a su paso. Una revolución abstracta de pensamiento, sin palabra ni tradición. Busca a su alrededor, sus ojos, dos campos gravitacionales que absorben toda duda, y todo temor. Su boca se abre, y el hálito que sale derrite la razón y la certidumbre. El Niño da el primer paso y los ancianos se rasgan las vestiduras, el Niño da el segundo paso y el cielo se abre. El Niño da el tercer paso y un Dios baja del Cielo a la Tierra, a hacer de esta Tierra, un Cielo. 
Al final    de la escalera                  de la vida,                             siempre                                    hay un p                                             r                                             e                                             c                                             i                                             p                                             i                                             c                                             i                                              o. 
Cayó la espada envenenada,a sus pies derramó, roja la sangre.Un mar de sal, los ojos de su Madre,al Abismo clamó, encadenada. Aquí yace vuestro pecado mortal,en vida ha de sufrir el castigo.Vuestros ojos nublados de olvido,yacerán en el piélago infernal. Levantóse, sin saber donde yacía,guerrero en batalla derrotado,atizó el acero en porfía. Canciones se oirán en el Tiempo.Historias de su fuerza demostrada,y palabras perdidas en el viento. 
Soneto
Autor: Andres Olivares Riedemann  438 Lecturas
Largo ha sido el camino, y largos los años derramados en este lugar. Tengo la barba crecida y los nudillos gastados, mis pies deformes soportan mi pesada espalda. Largo ha sido el camino en verdad, que me trajo a estas grandes puertas que guardan la luz. No poseo las llaves ni las palabras, la esperanza ni la fe. Solo heme aquí despojado de espíritu y humanidad. Ya no soy diferente a las bestias que me perseguían, ni a los espectros que me advirtieron de este lugar. He sido tragado, no por la oscuridad, sino por la falsa luz de la esperanza. Yacen frente a mí las puertas cerradas, mas mis piernas no pueden dar otro paso, solo queda el silencio y las sábanas pétreas de los campos de vidrio. - ¿Aún late vuestro corazón?- se oyó un rugir cercano. - ¿Habéis hallado vuestra carne y vuestra sangre?- levante la vista hacia las puertas. -¿Quién eres?- pregunte elevando mi voz lo más que podía. -¿Acaso el surco en vuestra espalda no es lo suficientemente profundo?, ¿acaso vuestras piernas no os llevaron lo suficientemente lejos?- replico la voz, que ahora era un trueno. - Ya he llegado al final del camino, mas ¿qué sentido tiene atormentarme ahora?- las lágrimas caían por mi rostro. - Vuestro camino os ha llevado a las puertas de la luz, el camino ha sido largo y difícil. ¿No os dais cuenta de donde os hayáis?, ¿no os dais cuenta que este es vuestro trono, y el camino recorrido, vuestro reino?, ¿no os dais cuenta de que sois el rey de los campos de vidrio?- la voz ahora llenaba la planicie, y hacía temblar los portones. - Si he de ser el rey, entonces las puertas se abrirán para mí - mi voz cayo como el relámpago en aquél sombrío lugar. Se comenzó a oír el sonido de engranes y madera, retorciéndose y naciendo por primera vez. Las puertas comenzaron a abrirse y la luz inundo los campos de vidrio. Camine hacia el interior riendo como un chiquillo, ya nada importaba. Sentía la hierba fresca bajo mis pies, el tibio sol sobre mi piel gastada. Las aves cantando y la brisa dándome la bienvenida al paraíso. El paisaje inundaba todo, era un eclipse en mis ojos, solo podía sentirlo, porque la luz había quemado mi vista, el sol ardía en mis cuencas inertes, pero ya nada importaba, sentía el calor del otro lado, la vida retornaba a mis cansadas piernas y la sangre a mis caídos brazos. Seguía caminando, la cabeza en alto absorbiendo todo el lugar. -¿Habéis encontrado vuestra carne y vuestra sangre?- me di vuelta como un trompo, la voz se hallaba tras de mí. - Un rey lleva el poder encima de la ropa, mas vuestra alma ahora esta desnuda- dijo la voz. - no, por favor, no más- dije implorando de rodillas. Las manos me temblaban, el sudor frío corría por mis sienes. Me puse de pie sin saber dónde me encontraba. El camino era largo y largo el trecho que faltaba. Al final en el horizonte una pequeña luz que me llamaba desde el ocaso. Los reflejos cruzaban los campos de vidrio, y las huellas avisaban el camino. Emprendí la marcha, cierto de que lo que me acechaba, no probaría bocado esta noche. Aún quedaba sangre en mis venas y algunas gotas de esperanza empapaban mi cansado corazón. Di un paso y luego otro, porque largo y difícil es el camino, que desde el inicio lleva al final, que desde la oscuridad, lleva a la luz. 
- ¿Habéis encontrado vuestra carne y vuestra sangre?- dijo el espectro salido de los campos de vidrio. Aquella aparición fantasmal yacía frente a mí sin forma, desprovista de color. Aprieto mis puños, como asfixiando el frio, mi aliento hecho escarcha no podía responder a su pregunta. - Largo es el camino que lleva a vuestra luz, mas vuestros pasos son asechados de cerca - dijo el espectro mientras se acercaba lentamente. - ¿Acaso también tú, no eres uno de los que me persiguen?- le respondo con un hilo de voz, casi perdiéndose en la oscuridad. -No- dijo mientras se detenía y sus ojos aparecían brillando mortalmente en la oscuridad. - yo soy el veneno que se haya adelante, la espada de la ciénaga, que atiza vuestro valor- su voz alzándose cada vez más. - Yo soy, el que guarda las llaves del espejo- Al oír esto último, mi corazón se apretó. -¿Eso significa que soy un prisionero en este lugar?- dije sin mucha esperanza. -Aún no- me respondió en un susurro. -Aún os queda tiempo, más el tiempo aquí no es de fiar- su risa asomo en la tangente, fría y sin emoción. -Entonces prefiero seguir andando y ver que trae el camino- dije moviendo un pie adelante, y luego el otro, el calor parecía volver a mi cansado cuerpo. -Vuestra esperanza débil como una espiga, no os sostendrá en la luz- dijo burlándose el espectro. - La luz os quemará los ojos y el velo de la oscuridad os tragará por completo- Emprendí de nuevo el viaje, sin mirar al espíritu, su voz perdiéndose en el viento. Apuro el paso a duras penas, la oscuridad trae lágrimas a mi rostro y un dolor punzante en el pecho. Sigo caminando, y a lo lejos, la luz brillando apenas, como un pequeño destello de un alma perdida. Una última gota del sol, ardiendo tristemente al final del camino. 
  -¿Qué lugar es este donde me encuentro?-. No hay ni luna, ni estrellas, el suelo liso como un espejo, perfecto y opaco, la gélida brisa trae la bienvenida a este infierno. Mis ojos comienzan a acostumbrarse a la oscuridad y veo reflejos que atraviesan los campos de vidrio, como olas de viento en el maizal. Al final, en el horizonte, se ve un pequeño punto plateado, una luz latiendo débilmente, como un faro fantasma en medio del mar. Temo girarme, pues oigo sonidos que me acechan, criaturas arrastrándose entre la inmundicia, fantasmas y cadáveres gimiendo y masticando. Tras de mí se hayan los pozos del alma, cementerios olvidados de la existencia, un vertedero del subconsciente y el espíritu. Emprendo la marcha hacia esa luz, mis piernas pesadas como cemento y el frio enrollándose entre mis dedos. Atrás, las bestias comienzan lentamente su persecución, ocultas en la oscuridad. Pienso en lo que me depara este camino, y en lo que hay sepultado a mis espaldas, eso mismo que ahora me acecha, y desde los casilleros de la mente, viene a atormentarme. El miedo me invade, pero sigo el camino, volviendo de cuando en cuando a escondidas los ojos, como si un cuervo pintado de culpa, pudiese posarse en mi hombro, y despertarme con un sobresalto.    
Sentado en mi minúscula habitación, escucho la música que se filtra a través de las delgadas paredes. Estas me separan de un desconocido vecino. Es un ritmo cadencioso generado por no sé qué cantante austero. Me siento extraño, tal vez porque duermo dieciséis horas al día, pero creo que me estoy volviendo loco. Esto ya me lo había advertido la lámpara, pero no le hice caso, yo sé que ella y el tostador confabulan a mis espaldas. El estribillo de la canción me perfora el cráneo. - ¡Ya cállate hijo de puta! - le grito a la pared, y la pared no responde. Enciendo un cigarrillo para tranquilizarme, pero no surte efecto. Todo parece parte de un gran esquema maligno para hundirme, y no me extrañaría que se estuviese eliminando a la gente como yo. El gobierno debe de saber de mi tipo de gente, personas abocadas al estudio de la personalidad, y con el temple de un maestro de kung fu. Ayer alguien toco a la puerta, no me atreví a abrir, pero mire a través de la cortina. Eran dos hombres altos, bien vestidos, con terno y abrigos largos. Los dos iban de negro como si fueran agentes secretos de la sociedad enviados a espiarme, o asesinos con suscripciones a algún pasquín quincenal. A veces cuando duermo, sueño que soy un leñador en medio de un bosque talando sillas, o sueño que soy un cartero caminando por la calle, repartiendo pollos asados. Pero otras veces, sueño que estoy en una pequeña habitación escuchando la música que se filtra a través de las paredes. Entonces despierto, y vuelvo a ser un esclavo en libertad, un cartero entregándome un pollo certificado sin remitente,  un bombero, alimentando un fuego en el bosque de mi locura.  
Había un árbol, entre muchos árboles, en un bosque, entre muchos bosques. Pero este árbol era especial. Sus ramas, eran pilares que sostenían el cielo, y sus raíces, tuberías que alimentaban la tierra. Su tronco contaba la historia del mundo, y su savia era la matriz de la cual nacía la vida. Así es, este árbol era especial. Los ríos corrían a verlo, y las nubes flotaban maravilladas a su merced. El viento cantaba su nombre, y el sol dibujaba su silueta en la hierba. Entonces llegó el hombre, y no pudo ver lo que veía el rio, ni maravillarse como lo hacían las nubes. Intento cantar como el viento, y dibujar como el sol, pero todo fue en vano. Solo veía un árbol como muchos árboles, en un bosque como muchos bosques. Entonces el hombre lloró y se maldijo a sí mismo, y fue un poco más pequeño, y un poco más triste. 
  A los niños les gusta la playa. Cortar una sandía, mientras se ve el atardecer. Reír de ninguna cosa, y al jugar basta sólo agua y arena. Piernas fuertes y pulmones llenos, el corazón apretado como un puño, y los ojos como faros incandescentes.¿Que cruel giro se dió?,¿en qué esquina?,¿cómo se perdió ese camino?,¿y a dónde se fueron las posibilidades? Ahora todo es final y definitivo ya no ven milagros ni coincidencias. Cada paso les es más corto y cada bocanada de aire es más consciente. Ya no corren por el jardín, sin mirar las flores que pisan, ni se adentran en el mar, sin el resguardo de que sus pies toquen el fondo. Hay sombras en cada rincón, cerrando ventanas y corriendo cortinas. Recuerdos, son todo lo que les queda, e incluso a éstos se les va el sabor, como al limón en la boca de un borracho. Niños que han crecido, sacándole las pepas a la sandía y diciéndole adiós al verano, mientras lloran en el camino a casa. 
La vista de la lluvia, a través de la ventana, tiene algo mágico. Aquellas gotas que se extravían y chocan en el vidrio, separadas de la manada, luego ruedan abajo, en caóticas trayectorias, como lágrimas deformes, en un rostro liso. Las sombras que proyectan, como venas negras que se retuercen en la pared. Y el olor, ese olor húmedo a invierno, a pasto mojado y a te de la tarde. Aquella es la dicha del día, en que el sol se toma descanso, las nubes trabajan arduamente, para establecer el ambiente propicio. El compás irregular de las gotas, canta una historia de melancolía y tristeza. Ahora asoma un pequeño rayo de sol, frágil entre las gordas y robustas nubes oscuras, y el viento dueño del sentido. Ese luminoso haz, temblando, cae a la tierra y las flores giran, como si las llamaran por su nombre. Bailan, y giran, dan                                   zan                                             do                                                   , mientras la lluvia cae, gravedad haciendo su trabajo. Un día lluvioso que trae regalos inesperados: un rayo de sol en la cara, y lágrimas en la ventana de mis recuerdos.
Anacronismos. Ayer regué las flores por la mañana. Mañana regaré el ayer de las flores ¿Florecerán los ayeres regados por la mañana? ¿Regadas con flores y mañanas del ayer?     El gato. Un día caminando por la calle, un gato se sentó al borde de un muro y me habló, si… me habló. Me preguntó qué estaba haciendo. – Dando un paseo – le dije. –el día está bonito - . -ah yo también – dijo el gato, pero vi la mentira en sus ojos.     El modo y la forma. Mi religión es la hipocresía, pero solo voy a misa los domingos.     Fútbol. Hizo el gol, pero estaba adelantado.     Monte Olimpo, Y cuando llegué a la cima, me incliné y me vi a mi mismo, mirándome hacia abajo.     Recursos humanos. Vivo en una caja de zapatos, que el gobierno me dió. Me dijeron que calzaba 37, pero me aprietan los pies.     Suerte. Se ganó la lotería, le llovieron impuestos. Cuando fue a pagar, compró otro boleto.     Sistema solar. Se dijo a sí mismo: ¿Por qué hay tanta pobreza, tanto sufrimiento, tanta miseria?... entonces guardó silencio, y se dio cuenta, que vivíamos en el tercer mundo.
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El Beso.
Autor: Andres Olivares Riedemann  603 Lecturas

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