La Ciudad de Piedra
Publicado en Nov 19, 2015
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Sed de silencio, hambre de soledad.
 
1.
 
Encendí la luz y miré por la ventana del bus. Seguía en medio de la nada. Era el único pasajero, parecía surrealista estar solo aquí, ¿cómo se mantenía esta empresa? Abrí mi mochila; tenía una botella de agua y unos sándwich que compre antes de subir; ¿antes de subir? ¿Subir dónde? .Bebí un sorbo y aclare mi garganta. La noche estaba gris, a medio camino entre oscura y clara, como iluminada por un relámpago pasajero. Ya llevaba horas viajando, durmiendo a ratos parecía que había vivido siempre en este bus. Tal vez mi madre me dio a luz en este mismo asiento, ¿será el chofer mi padre? No puedo dormir, no traje ni siquiera una revista, a mi alrededor la tenue luz azulada del pasillo no me hace bostezar. Miro el sándwich, le quito el envoltorio y lo hago una bolita. El objetivo es el porta vasos del asiento que esta dos por delante del mío. Es difícil pero no imposible. Tiene que ser un disparo certero o sino la humanidad estará perdida. Cierto, soy la última esperanza de la civilización. Doblo mis brazos como desde la línea de tiro libre y lanzo al mismo tiempo que suena el silbato del fin del partido. ¿Silbato? Una luz roja se enciende junto a la puerta de entrada señalando que el bus ha excedido la velocidad permitida. Ya veo, ocurre ocasionalmente pero esta vez me hizo fallar el tiro y mando al mundo a la mierda. Adiós Obama, adiós Real Madrid, adiós chica del pronóstico del tiempo.
Mientras miraba la luz roja me di cuenta de otra cosa. Justo arriba de la luz estaba un rectángulo con la palabra "ocupado" brillando en letras rojas. ¿Alguien estaba en el baño? ¿Sería otro pasajero como yo?  Desde que subí no había visto a nadie. ¿Desde que subí? ¿Cuánto hace de eso? Como sea, ya ha pasado bastante tiempo. - debe ser del 2- pensé. El auxiliar ni se ha aparecido para cerciorarse de que estoy vivo. Un pésimo servicio- dije mientras le daba un mordisco al sándwich, que finalmente era de Atún. Misterio resuelto, ahí tienes Sherlock Holmes.
Me levanté de mi asiento y estiré mis piernas aunque no las sentía cansadas. Me pare en una pierna y levanté los brazos. Tengo la flexibilidad de un maestro de Kung Fu, me dije a mi mismo casi al mismo tiempo en que crujía mi espalda. Tuve que aferrar mis brazos al respaldo del asiento y la dignidad a lo poco que quedaba de vergüenza. Mi pie dio con algo en el pasillo, me agaché sintiendo la alfombra entre mis dedos y noté algo. Un anillo. ¡Mierda, el anillo Único! Bilbo que te den por el culo, esto me lo quedo. Pero no era el anillo único, era diferente. Parecía un anillo de compromiso, si Bilbo hubiese andado con esto, los de la comarca se hubiesen cagado en los pantalones. Definitivamente era un anillo de compromiso, la pequeña piedra titilaba en la oscuridad. Mira que ir y perder tu anillo de compromiso en el piso de un bus. Mujer, debes estar buscándolo desesperadamente, o ¿tal vez querías que se perdiera? ¿Era eso? ¿Dejaste el anillo para que se perdiera en este bus en medio de la nada? Una imagen viene a mi mente: una pálida mano buscando la mía, unos labios buscando los míos. Me duele la cabeza y me siento mareado, vuelvo a mi asiento y me reclino hacia atrás. El anillo juguetea entre mis dedos. Que fue eso, si hasta pude sentir el aroma a perfume, era tan familiar. ¿Quién era ella?
 
2.
 
Me sudan las manos y se me seca la garganta. ¿Dónde estoy? Ah cierto, estoy viajando; viajando hacia ninguna parte. Hacia un lugar que no existe en ningún lado. ¡Que mierda! ¿No van a poner una película o algo? Debí haber traído un libro. Recuerdo que tras la puerta está la escalera que da al segundo piso del bus, tal vez hay alguien allá arriba. Tal vez están viendo una película. Tal vez el auxiliar hijo de puta está tomando una siesta allá arriba. Tal vez esta Dios con todo su coro de ángeles tocando las trompetas del fin del mundo; mejor voy a ver.
Abro la puerta y subo las escaleras. Arriba es mucho más amplio que abajo pero igual de oscuro e igual de desierto. No es verdad. Al fondo veo una silueta. Me acerco con cuidado, la luz es débil y el bus se mueve como si cruzara el Cabo de Hornos. Es una mujer, está durmiendo con la cabeza recostada del lado opuesto, tiene el cabello largo y negro y un vestido de verano encantador. Entonces gira la cabeza y se me queda viendo con unos ojos como platos. Entiendo, se despierta y me ve parado a su lado como un psicópata en la oscuridad; debo decir que me sorprendió que no gritara.
- ¿Disculpa?- dijo en una vocecita tímida.
- Mi asiento está abajo, solo vine a ver si había alguien acá arriba - dije con la inocencia de un niño de 5 años. - A propósito, ¿esto es tuyo?- le extendí mi mano y le mostré el anillo.
Ella lo miro detenidamente y luego observó sus manos como si las viera por primera vez. - Creo que no - dijo dubitativamente.
- ¿Dónde estamos?, me quede dormida hace un tiempo y no recuerdo -
- La verdad no sé, estaba esperando al auxiliar para preguntarle, pero no da señales de vida - ella me miraba de forma extraña. No era miedo lo que había en sus ojos, sino... ¿Lástima tal vez? No me gustaba, quería salir de ahí y eso me disponía a hacer cuando la vi. Su sonrisa. Sus labios. La idea me llego como un shock eléctrico. No recordaba cuándo, cómo o donde, pero estaba seguro... yo la había visto antes.
- Oye, por casualidad, ¿nos conocemos? - le dije. Ella ladeo su cabeza en la viva imagen del signo de interrogación.
- no que recuerde, pero tal vez de paso, ¿en la ciudad? - ella me miro con cuidado. ¿La ciudad? ¿Qué ciudad? No entendía a que se refería, pero al mismo tiempo sentía que tenía razón. La recuerdo de la ciudad.
Ella bostezo cubriéndose la boca y se giró para continuar con su siesta sin ninguna consideración por mí. La verdad no me sentí ofendido, quería salir de ahí. Volví por el pasillo echando un último vistazo alrededor y baje las escaleras. De regreso en mi asiento el sueño me invadió nuevamente y me entregue a él. Soñé. Soñé con la ciudad, no era como la imaginaba. Era de piedra fría y gris, adoquines desgastados en calles solitarias. El cielo rojo como encendido en llamas y el viento silbaba entre las pequeñas casitas de piedra. Tenía ganas de llorar, de correr gritando su nombre. Pero no me podía mover, estaba petrificado, un perro de ojos rojos se me había acercado desde el frente. Escupía espuma por el hocico y estaba en los huesos. Se abalanzo sobre mí y me mordió en el cuello, la sangre se atragantaba en mi garganta.
Desperté empapado en sudor, busqué a tientas la botella de agua y bebí un largo sorbo. De nuevo el silbato de límite de velocidad me despabiló. - Viejo suelta el pedal o nos vas a matar a todos – pensé. Encima de la luz roja estaba el cuadro con "ocupado", pero era distinto... Ya no brillaba. 
 
3.
 
Me dirigí al baño y me alivié. El agua estancada del baño de un bus en mi cara, me supo cómo a los campos de hielo primigenios en la gran glaciación. Bueno no tanto, pero se sentía bien. Mi rostro en el espejo estaba pálido, no era para menos con semejante sueño, pero ya me había tranquilizado. ¿Quién habría estado ocupando el baño? ¿Viajaría con la mujer del segundo piso? ¿Sería el auxiliar de inexistente diligencia? Estaba tentado de volver al segundo piso a confirmar mis teorías, pero decidí por lo mejor: mandar a la mierda el asunto. Afuera aún era de noche. Siempre era de noche, ¿Habría sido de día alguna vez? Todo era tan extraño. Al salir del baño choqué con la mujer del segundo piso. Al parecer allá arriba no tenían el letrero de "ocupado".
- Disculpa - de nuevo aquella vocecita.
- Adelante -
De vuelta en mi asiento me debatía entre si atacar o no el segundo sándwich, ya que era el último y no tenía idea de cuánto quedaba de viaje. En eso estaba, cuando se abrió la puerta y entró la mujer del segundo piso. Avanzó por el pasillo y se sentó a mi lado. - Tal vez no era tan tímida - pensé.
- Vi al auxiliar, fue a verme y me ofreció una manta - dijo con una sonrisa.
- ¡Ese hijo de puta! - Pensé - ¡Sabía que me estaba evitando!
- ¿En serio? ¿Y le preguntaste dónde estábamos? - dije manteniendo la compostura.
- No tuve oportunidad, estaba muy apurado. -
- Ah ya veo - me resigné.
- Creo que el lugar al que voy está cerca, pero la verdad no lo sé -. Ella jugueteaba con sus dedos.
Verdaderamente era encantadora y se me hacía muy familiar. Pero había algo oculto en ella, algo que me aterraba.
- ¿Te puedo hacer una pregunta?- dijo sin dirigirme la mirada.
- Por supuesto -
- ¿Has tenido algún sueño de la cuidad de piedra? - su pregunta me heló la sangre.
Trague saliva. ¿Cómo podía saberlo? Esa pregunta no era al azar.
- Sí, hace poco, ¿cómo lo sabes?-
- Ya veo, y ¿a quién viste? - ahora si me dirigía la mirada mientras me hablaba.
- No sé a qué te refieres, vi a un perro de ojos rojos -
- Un perro entonces. ¿Un perro de ojos rojos dices? -
- Así es -
- Yo vi a mi madre - dijo ella mirando al frente, le temblaba la voz. - Mi madre de rodillas en medio de la calle, rezando por mí - una lágrima recorría su mejilla.
- Es solo un sueño - dije sin convicción.
- Yo creo que ahora es el sueño - me dijo mirándome con ojos vacíos, ojos desprovistos de emoción. Sus ojos me acusaban de algo. Si seguía viéndolos me perdería en ellos.
Me disponía a decirle algo, no sé qué, cuando se abrió la puerta y entró el auxiliar con una manta bajo el brazo.
 
4.
 
- Hemos llegado al destino de la señorita, sea tan amable de seguirme por favor. Esta manta es para el caballero, aún queda para su bajada. - el auxiliar era bajito y cortes. Nada como me lo había imaginado.
- Llegamos - dijo ella, aterrada.- ¿está seguro?-
- No tienes que bajarte si no quieres, puedes hacerlo en la siguiente parada-
- El pasaje de la señorita es válido solo hasta su destino, y no más allá. Ese destino ha sido alcanzado por lo tanto la señorita debe bajar, de seguro tiene a más de alguien esperándola- dijo el auxiliar en tono seco.
- Entiendo- dijo ella mientras se levantaba.
Me puse de pie para despedirme y ella me abrazó fuertemente. Acerco sus labios a mi oído.
- Tú eres el perro de ojos rojos en la ciudad de piedra, mi madre también rezaba por ti - susurró, luego me tomó de la mano y me besó. Ella estaba llorando.
El bus se detuvo y ella salió por la puerta junto al auxiliar. Miré por la ventana para verla, pero no pude. Solo había oscuridad afuera.
La noche se había tragado todo, sueños, susurros y besos. Como si nada hubiese pasado el bus se puso en marcha nuevamente. ¿Quién era ella? ¿Porque tenía tanto miedo? Su madre en medio de la calle rezando por nosotros. Un perro hambriento de ojos rojos escupiendo espuma por la boca. La ciudad de piedra bajo un cielo de fuego. Esas pálidas manos, esos labios y ese perfume. Todo eso me grita algo. Tal vez ese verano. ¿Verano?
Ahora entiendo. Fui tan estúpido. Debí decirle entonces, lo que tenía atorado como sangre en la garganta: lo siento tanto, fue mi culpa, perdóname. Pero la noche se tragó eso también.
 
5.
 
Me levante de mi asiento y salí en busca del auxiliar. Lo encontré en la parte delantera del segundo piso recostado descansando.
- ¡Quiero bajar aquí! - dije.
- Aún no es el destino del caballero -
- ¡No me importa!. Quiero bajar -
- si el caballero se baja en un lugar que no es su destino, se perderá -
- Te dije que no importa, quiero bajar ahora -
- Muy bien, le avisare al conductor. Por favor espéreme en la puerta de entrada -
Unos segundos después el bus se detuvo y se abrieron las puertas. Afuera todo era negro, como si no existiera nada más que oscuridad.
- Puesto que no es su destino, no hay nadie esperándole- dijo burlonamente el auxiliar.
- No importa viejo, gracias por el aventón y ándate a la mierda - dije poniéndome en marcha y agitando el brazo. Lo escuché riéndose a mis espaldas, una risa gélida que me hizo temblar. Ya llevaba un buen tiempo caminando, pensando si podría alcanzarla. El aire frio de la noche traía imágenes a mi mente. Nuestra primera noche juntos, ella estaba tan hermosa a la luz de la luna. Le jure que la amaría eternamente y ella me creyó. Me miro a los ojos y sonrió. Que estúpido he sido ¡Por Dios! Llevo mis manos a mi rostro para cerciorarme que las lágrimas están ahí. Ese día, ese maldito día no era yo. Ese día perdí todo lo que era. Recuerdo a su madre llorando, viéndome hacia arriba. No había odio en sus ojos, solo compasión. Esos ojos me atravesaron de lado a lado, quería arrancárselos y dárselos de comer. ¡Que frio hace! No como aquella vez, entonces era un infierno abrasador. Estoy tan cansado, las piernas me pesan. ¿Cuánto falta? Debo llevar horas caminando. ¿A dónde voy? ¿Iba a alguna parte? No puedo recordar. Un sonido se acerca a mis espaldas. Es un bus de recorrido. Me detengo y hago una señal con el brazo. El bus se detiene y me recibe el auxiliar.
- Suba caballero, rápido que hace mucho frio-
Estoy tan cansado que voy directo a mi asiento. Afuera la noche a aclarado un poco ya no esta tan oscuro. En mi bolso solo tengo una botella de agua y dos sándwiches que compre antes de salir. Mis dedos van hacia mi bolsillo como buscando algo. ¿Había perdido algo? ¿Algo importante? No recordaba. Estaba tan cansado. Tal vez también se lo había tragado la noche. ¿Tal vez era lo que yo quería? ¿Perderme en el frio? Algo llamo mi atención, un pequeño letrero con la palabra "ocupado". No pude evitar soltar una carcajada. ¿Saben por qué? Porque no estaba brillando. No estaba brillando en lo absoluto.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Foto del autor Andres Olivares Riedemann
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Miembro desde: Oct 15, 2013
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Descripción

Un cuento algo mas desarrollado. Aun mucho camino por delante.

Palabras Clave: muerte fantasma vida amor tragedia

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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