• Caranndor
carlos1320
escribo cuando las ideas revolotean en mi cabeza
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  • País: Chile
 
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Calandria solitaria
Autor: Caranndor  447 Lecturas
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Catalepsis (parte II)
Autor: Caranndor  579 Lecturas
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Versos para mamá
Autor: Caranndor  652 Lecturas
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Una historia infinita
Autor: Caranndor  711 Lecturas
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        Adiós hijo mío (recuerdos de la despedida de mi abuela a mi padre)   Despierta hijo mío, abre los ojos, mis manos no tienen fuerzas para seguir aferradas a la madera que te encierra, mis piernas ya no son tan ágiles para seguir tus pasos, escucha que te hablo, no sigas con tus ojos perdidos tras los parpados, hijo mío como quisiera acariciar tu rostro en vez de golpearlo como lo hacia cuando eras niño, te pude besar tantas veces y ahora que no te tengo lo deseo, quiero sentir tu aroma por última vez antes que se confunda  con el de las flores que te rodean, mira mis ojos ¿los recuerdas? Recuerdas aquellas lagrimas que cayeron de ellos cuando debí despedir a tu hermana, yo pensaba que mis lagrimas que se habían extinguido al igual que mi alegría lo hizo por cuarenta años, hijo mío se que no puedes abrir los ojos para mirarme, pero cuando te reúnas con tu padre y tu hermana diles que me dejaste sola y no pudiste despertar para mirar siquiera mis lágrimas.
Adiós Hijo Mio
Autor: Caranndor  843 Lecturas
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Sueños de Libertad Caranndor Hoy me desperté un poco mas temprano, tomé el metro y llevé a mi hija al mall a tomar un helado, después la llevé a los juegos, le compré un vestido, en fin estuve junto a ella todo el día, fui tan feliz de tenerla junto a mí, aunque cuando salga de la cárcel quizá lo pueda hacer todos los días, y no solamente en los pasillos en compañía de una foto de bolsillo. 
Sueños de Libertad
Autor: Caranndor  323 Lecturas
              Día a Día     Eres halcón cayendo desde el cielo sobre mí, Robas mi aire, robas mi sol, robas mis palabras Destrozas mis manos, comes mis ojos, Soy un trozo de nieve en la montaña, Soy arena golpeada por las olas.   Eres mariposa posándose en mis manos, Eres hierba entre mis dedos Mas son tus palabras el trino de las aves Mas son tus ojos las estrellas en la noche Mas es tu sonrisa el alimento de mi vida
Día a Día
Autor: Caranndor  464 Lecturas
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Un grito de soledad
Autor: Caranndor  345 Lecturas
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Sueños frustrados
Autor: Caranndor  297 Lecturas
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Metamorfosis
Autor: Caranndor  342 Lecturas
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Tetas
Autor: Caranndor  1003 Lecturas
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El fin del tiempo
Autor: Caranndor  709 Lecturas
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El diario de Valentina Caranndor Querido diario, hoy hace un año desde que partió papá, la última vez que lo ví me dijo que algún día regresaría a mi lado, no como un ser humano sino que reencarnado en un animal. Hoy terminé de confirmar que Bobi, mi perro que recogimos frente a la moneda hace un mes no es mi papá. Porque le puedo contar todos mis secretos, jugar e incluso hay noches en las que duermo junto a él y nunca ha usado la correa de su cuello para golpearme.  
El Diario de Valentina
Autor: Caranndor  367 Lecturas
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               Amor bajo la lluvia   En un frío anden su cruzaron nuestros pasos, Yo miraba su cara, ella a un niño jugueteando, Yo miraba sus labios, ella mi pelo alborotado Yo miraba sus ojos, ella mordía sus labios Yo le dije me gustas y se unieron nuestras manos.   Salimos bajo una lluvia gris de otoño, Hacia el cerro caminando, Nos dijimos mil locuras tomados de la mano, Corrimos, jugueteamos, nuestros amores olvidamos, Hasta llegar al mirador mas alto, ya casi sin aliento, Le dije, son tus labios fresa roja, Son tus ojos verdes hojas, Es tu pelo negra roca, Luego sellamos con un beso, Ese amor que vivimos en silencio.
Amor bajo la lluvia
Autor: Caranndor  333 Lecturas
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Vendo misotrol
Autor: Caranndor  619 Lecturas
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Momento
Autor: Caranndor  819 Lecturas
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El arriero Caranndor Son las cuatro de la mañana, es hora de partir, beberé un poco de agua antes de ir con el arreo hacia la cordillera. Luego de caminar un rato, llegamos al corral donde están las vacas, seremos cinco los encargados del arreo, salimos obscuros desde los corrales. Llevamos vacas y son animales muy porfiados, ya que cada vez que ven una puerta abierta se meten en ese lugar, cuando hay un camino tiene que irse adelante uno de los señores que van con nosotros para que ellas no tomen el rumbo equivocado. Ya son como las dos de la tarde, y dicen que llegamos a la carretera, yo me quedé un momento mirando hacia abajo, pasaban mucho autos, camiones y buses, pasaban tan rápido que aunque yo corriera con toda mi velocidad no los podría alcanzar, ya habíamos pasado por pequeños pueblos, pero éste, que empezamos a cruzar, es mucho mas grande, dicen que se llama Retiro, yo lo encuentro muy feo, porque el suelo es muy duro, hay muchas piedras, y me duelen mucho las patas, no tardamos mucho en dejar atrás ese pueblo, y seguimos avanzando, la cordillera se ve cada vez mas grande, y cada vez estoy mas ronco intentando que las vacas avancen. Por fin se puso el sol, ahora podré descansar toda la noche. Me pareció que apenas había cerrado los ojos, cuando nuevamente debimos seguir avanzando, llegamos a un lugar llamado La Balsa, ahí estaban esperándonos, estaba don Lucho, el dueño de los animales, allí tenían a todos los terneritos y potrillos chicos, como nuevamente era de noche, el caballero dijo que hiciéramos un asado de chivo, los mas viejos enterraron la carne en un palo y la siguieron dando vueltas, cuando ya estuvo lista, yo también tocaba algunos trozos de carne, los que tomaba antes que cayeran a la tierra, porque ésta hace sonar mis dientes. Luego de comer nos fuimos a dormir, y al otro día nuevamente a caminar, antes del atardecer llegamos a nuestro destino, Potrero Grande se llama el lugar, es hermoso, incluso hay nieve. Estuvimos todos juntos un par de días y luego se fueron a sus casas dejándonos solos, para que cuidásemos a todos los animales, yo miraba a Dagoberto a la cara, luego que los otros partieron, se notaba en su rostro una gran pena, pena que también me contagió, es mas recordaba la casa y la sentía cada vez mas lejana, recordaba a mi enamorada y Dagoberto a su hija que aun no caminaba. Aquella tarde nos acostamos muy temprano, inclusive me dejó dormir en la misma pieza de la casita que había en el lugar, al día siguiente, mi amigo Dagoberto metió su mano al bolsillo y sacó la billetera, la abrió y tomó una pequeña foto, era la foto de su hija, la que no tiene mas de ocho meses de edad, la volteó hacia mi para que yo también la viera, y luego me preguntó ¿Cómo estará mi Monse?, luego la llevó a su boca y le dio un tierno beso, guardándola luego en el mismo lugar, comimos algo y de nuevo sobre el caballo, teníamos que contar los animales, para ver que el puma no nos hubiera robado alguno, pero gracias a Dios estaban todos, doscientas vacas y ochenta caballos, yo tenía sed y no encontraba agua, perece que no era el único sediento, ya que mi amigo tomó un poco de nieve y se la echó a la boca, luego puso un poco en su mano y me dijo: “come Aragón”, primero solamente comí un poquito porque me dolieron los dientes, pero la sed era mas grande, Dagoberto camino hacia el caballo, saco un poco de harina tostada y la revolvimos con nieve, si bien no estaba muy dulce mataba el hambre y la sed, parece que me dio animo porque seguí corriendo en la nieve durante un rato, luego Dagoberto me tomó de las patas y me arrastraba, mi guatita se puso muy fría pero al menos durante aquella tarde fui feliz, no me acordé de mi novia y al final del día estaba tan cansado que no supe de mundo hasta el siguiente día. Pasaron unos días cuando una noche escuché un ruido, desperté a Dagoberto quien cargó la escopeta y salimos a ver que sucedía, yo tenía bastante miedo, pero el me decía quédate tranquilo que si son ladrones, debemos estar prevenidos, en mi mente ví mil cosos, desde pumas hasta hombres con los ojos rojos, en fin cuando llegó el amanecer eran solamente zorros que llegaban a comer las tripas de los pescados que Dagoberto y yo habíamos cocinado, que fui me decía tenía miedo de esos animales que son tan chicos, bueno el miedo es cosa de nosotros los vivos. Pasaron dos noches cuando de pronto escuchamos carreras, era seguro, el puma había llegado, el patrón nos había dicho si ven uno disparen porque si se ve acorralado se los comerá a ustedes, a mí me tiritaba pera, en cambio Dagoberto con la escopeta parecía no sentir miedo, cuando al voltear la vista pude ver sus grandes ojos brillando en medio de la noche, le avisé a Dagoberto, pero el me dijo mira Aragón, es una puma, tiene dos cachorritos, yo quería que el disparara, pero el dijo si la mato al patrón le salvare un potrillo o talvez un caballo pero si me descubren los pacos me llevan preso y paso por lo menos un año encerrado, luego de lo cual alistó el gatillo y disparó al aire, la puma se asustó tanto que no la vimos nunca mas en aquel lugar. Había pasado mas de un mes cuando ya de noche llegó el patrón con otros dos señores, traían vino, un chivo muerto y una gallina cocida. Aquella noche comimos bastante y Dagoberto quedó tan  curado que ni siquiera supo que durante la noche pasaron unos hombres con un grupo de caballos, yo me desperté y salí a mirar, me escondí en unos arbustos pero como los caballos que llevaban no eran de los nuestros los dejé que pasaran porque según dijeron eran caballos traídos desde Argentina, por su puesto de contrabando, a la mañana siguiente reunimos los caballos, las vacas y nos fuimos mas arriba, dos días tardamos en llegar a nuestro destino, y de nuevo quedamos solos con decir que a Dagoberto mas de una lagrima se le escapó de sus ojos, en aquel lugar estuvimos tres meses cuando a mediados de marzo llegó la nieve, y para mas mala suerte un día que salimos a ver los animales nos faltaba un ternero, lo buscamos mucho pero sólo encontramos las huellas de un puma, ¡el desgraciado nos robó uno dijo Dagoberto, seguimos un rato las huellas, pero luego las perdimos en las piedras. La madre del animal perdido bramaba hacia una quebrada, fue entonces cuando me vino una corazonada, miramos hacia abajo y allí estaba, Dagoberto amarró un cordel en el pegual y empezó a bajar, a pesar que yo soy mas joven decidí mirar desde arriba. El ternero está bien-me gritó desde abajo-lo amarro y me dijo que yo tirara de las riendas al caballo, empezamos despacito mientras subía lo mas difícil si bien el ternerito venia un poco ahorcado con el cordel pero una vez que Dagoberto lo soltó se puso en pie y salió corriendo hacia su madre, Dagoberto en cambio me sobó el pelo y me dijo eres realmente un gran acompañante, yo me dije este no querrá hacer lo mismo que hacían en la película de la montaña, pero luego me vino la calma, recordé que soy su único amigo entre las montañas. Aquella tarde llegamos cuando el sol se había puesto, y para sorpresa nuestra en el ruco estaba don lucho, el es el patrón, pero es tan sencillo y anda tan cochino como Dagoberto. Le mandaron un regalo de allá abajo-le dijo a Dagoberto, mientras sacaba un bolso de saco y entre unos manteles venían unas tortillas, además de una foto de su hija. Yo miraba los ojos de Dagoberto, mientras él miraba la foto de su hija, mientras tiernamente la acariciaba, para luego llevar la foto junto a sus labios y darle un tierno beso, yo en cambio, recordaba a mi novia, pero luego ellos siguieron tomando mate con aguardiente, conversaron hasta tarde, contaban muchas historias incluso recitaron unos versos de un escritor argentino, “La leyenda del mojón” creo se llamaba, pero era tan triste que a Dagoberto le corrieron las lagrimas, lo que no se, es que las lagrimas eran por lo curado que estaba o era por el triste relato. A la mañana siguiente nuevamente llegó la nieve, estaba muy frío, es más nevó todo el día, y nosotros en el ruco comiendo asado, ellos tomando mate, en fin haciendo mil planes, cuando a la mañana siguiente al mirar hacia fuera ví a Dagoberto con la nieve hasta la misma cintura. Mierda que se puso feo, dijeron algunos de los hombres que llegaron con don Lucho, el en cambio siempre optimista, diciendo que el sol no tardaría en aparecer y que a mas tardar a día siguiente regresarían al lugar donde estuvimos primero. Yo me preguntaba el siguiente día ¿este viejo es brujo o conoce el tiempo acá en la montaña?, en fin pudimos empezar el viaje. Los caminos allá arriba son muy malos, hay lugares en los cuales solamente caben las patas de los animales, cuando de pronto una de las yeguas resbaló cayendo mas de veinte metros, bajamos dificultosamente, cuando al llegar junto a ella nos dimos cuenta que tenía rota una pata y estaba tan golpeada que don Lucho tomó el cuchillo y caminó hacia la yegua, esta a medida que él se acercaba intentaba ponerse en pie, pero todo esfuerzo era en vano, luego se resigno apoyando su cabeza contra el suelo lo miraba fijamente a los ojos, el viejo primero intento consolarla, le acariciaba la tusa, y lentamente llevó su mano hasta taparle los ojos, para luego hundir el cuchillo en medio del pecho, al animal lentamente se le escapaba la vida cuando de pronto inspiró muy hondo y dio un par de patadas, quedando quieta para siempre, yo miraba a Dagoberto, él sentado sobre una roca miraba como los otros hombres se abalanzaban sobre el animal como buitres sobre la presa, unos desollando, otros quitando las herraduras, luego cortando la carne para hacer el charqui. Cuando llegamos al lugar que teníamos por destino, los hombres mas viejos empezaron a cortar la carne y luego de salarla la tendieron sobre las rocas, yo esperaba a que se durmieran y entonces me iba hacia donde estaba tendida la carne, comía todo lo que se me daba la gana, fue entonces que Dagoberto creyó que eran los zorros quienes le robaban y decidió dejarla guardada todas las noches hasta que ya estuvo completamente seca. Fue así como transcurrían los días, entonces Dagoberto comenzó con lo que yo llamaba una tediosa tarea, íbamos a ver los animales en la mañana y de tarde se entretenía en su trabajo, estaba construyendo un par de cucharas de palo, según el una chiquita para la Monse y la otra mas grande sería para la mama marta, que era como el le decía a su madre. Fue así como pasaban los días, yo miraba el palo en el cual mi amigo llevaba la cuenta de los días que llevábamos en aquel lugar, yo miraba y había mas de cuarenta rayas, para mi había pasado demasiado tiempo, la comida casi se nos había acabado y no venía nadie a buscarnos. Dagoberto dijo que si no llegaban en una semana mas el se iría para su casa dejando a los animales a su suerte, ya que el acuerdo había sido que regresarían en veinte días, es mas ya iban cuarenta y no venía nadie. Para los animales se había puesto muy difícil ya que nevaba todas las semanas, apenas en pasto quedaba al descubierto la nieve nuevamente lo cubría, aquella tarde estábamos reuniendo los caballos de los hermanos de Dagoberto para llevárnoslos cuando al llegar a la casita encontramos a don Lucho y a seis personas mas, la felicidad para ambos fue enorme, traían carne y mucha comida para el regreso al fundo Santa Lucía. A la mañana siguiente salimos de madrugada a reunir a los animales, increíblemente no faltaba ni uno solo, salvo por la yegua que había muerto en la barranca, partimos felices, pero a poco andar llegó la lluvia, los que no eran mas que pequeños arroyos se convirtieron en pequeños ríos, debimos quedarnos tres días mas cuidando a los animales a la espera que bajara el caudal de los arroyos, cada vez que llegábamos a la orilla debíamos esperar a la mañana siguiente para poder cruzar, ya que el deshielo de el día hacía que su caudal aumentara macho siendo muy peligroso cruzarlos pasado las dos de la tarde. Era el último riachuelo que debíamos atravesar y lo demás era camino seguro hasta la casa, los primeros en cruzar fueron los caballos, luego las vacas cuando de pronto don Manuel, uno de los arrieros cayó al cauce del agua, afírmese le gritaban, pero era como si no tuviera ganas de salvar su vida, el patrón le tiró un cordel, el que quedo al alcance de las manos de don Manuel, pero ni siquiera hizo el intento de sostenerlo, siendo llevado irremediablemente por las aguas del río, llegando a aparecer casi veinte kilómetros mas abajo, estaba completamente desnudo, el agua aparte de arrebatarle la vida lo despojó también de sus cobijas. Para todos nosotros aquello fue algo terrible, sin embargo dicen que el agua acabó con el tormento del hombre, pues por muchos era sabido que quería sin ser querido. Tardamos cinco días mas en llegar a un lugar llamado La Balsa, desde cuyo lugar podíamos ver una gran cantidad de luces, Dagoberto me decía que las luces mas brillantes eran el la ciudad de linares y la torre iluminada mas alta eran las luces de la catedral de la ciudad mencionada. Como durante aquellos días no comíamos mas que carne, ya todas las mañanas despertaba muerto de sed, les ladraba una y otra vez pero nadie me comprendía, hasta que Dagoberto de una patada rompió la escarcha dejando la dulce agua a merced mía, aquel viaje fue demasiado largo, entre buscar al difunto y arrear a los animales tardamos tres semanas en llegar a nuestro destino. Ya era cerca del mediodía, a mi aquel camino me resultaba tan familiar, como no iba a serlo, estábamos frente al portón de nuestra casa, vamos a saludar Aragón, me dijo Dagoberto mientras abría dificultosamente la puerta, yo no pude esperar a que él la abriera por completo y pasé por en medio, luego de lo cual emprendí la carrera velozmente hacia la casa, los había echado tanto de menos, me habían echo tanta falta, pero cuando yo creí ser el primero en llegar, Dagoberto paso corriendo en el caballo, dejándome unos metros atrás, sin embargo mientras él se apeaba del caballo, yo logré adelantarlo. Lo que mas me llamó la atención fue que una niñita caminaba a la siga de un perrito, el cual era casi igual a mí cuando era un cachorro, a la niña le lamí las manos y me fui a saludar a la mama, mi vieja, la mamá de Dagoberto, apoyada en su bastón me acariciaba tiernamente la cabeza, Dagoberto en cambio intentaba coger a la monse en brazos, pero esta se puso a llorar, los ojos de Dagoberto se pusieron muy brillosos mientras con una brazo acurrucaba a su madre, con el otro abrazaba a su esposa, estábamos los cuatro reunidos en un solo abrazo, cuando de pronto el cachorrito tan lindo que había visto al llegar se colgó de los pelos de mi cola. Y tú no saludas a tu hijo me dijo la mama. Me sentí tan tonto no haberlo reconocido, entonces comprendí cuan triste y solitaria es la vida del arriero, Dagoberto no pudo ver cuando su hija dio los primeros pasos, así como yo tampoco pude ver cundo nació mi hijo, me hubiera gustado tanto estar a su lado cuando abriera los ojos, puchas que es triste y solitaria la vida del arriero, pero lo sería mas si no me tuviera a mí, el Aragón su fiel amigo el perro.    Esta historia no es mía, pero es como debe ganarse la vida uno de mis hermanos, quien debe estar largos meses en la cordillera al cuidado de animales que no son propios, dejando de lado a su familia ya que en el sector de donde provengo es muy escaso el trabajo. Por lo que cuento esta historia es porque hay algo muy mío en ella, el fiel compañero de mi hermano, ese que no le pierde pisada, El Aragón es mí perro.                                                        Fin. 
El Arriero
Autor: Caranndor  332 Lecturas
            La Carta               ¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!… Eran los gritos de la multitud al ver aquella camioneta Nissan D-21 estrellada contra un árbol, mientras el vapor que escapaba del radiador de la misma hacía que una nube de vapor cubriera el cuerpo de su conductor, quien a pesar del gran accidente que acababa de protagonizar había tenido las fuerzas para bajarse de la misma y caminar un par de pasos entes de quedar tendido junto a la vereda con un corte en la cabeza que llegaba desde un lado a otro de la frente, cubriendo con sangre la cicatriz que tenía, casi del mismo tamaño…   Rigoberto, un hombre de unos treinta y cinco años, de cabeza rapada para disimular su falta de pelo, al verlo a simple vista era un hombre de estatura mediana y en cuanto a su inteligencia, dejaba bastante que desear, pues también era conocido como el loco, ya que había ocasiones en las cuales empezaba a murmurar palabras que nadie mas que el podía entender, o traía al presente cosas que hacia muchos años habían ocurrido, desde hacía un tiempo se había sentido enfermo, tenía dolores de cabeza que lo atormentaban durante el día, muchos doctores le habían dicho que era efecto de la luz, sin embargo una vez que visitó a un neurólogo, este le pidió un scanner, haber si podía descubrir que andaba mal con el. Sin embargo la sorpresa que se llevó el doctor fue enorme, junto a su cerebro, había una pequeña masa, de no más de cinco centímetros, la que afortunadamente estaba en un lugar muy fácil de extraer. El doctor llamó incluso a unos colegas de Norteamérica para comentarles lo que había encontrado en la cabeza de su paciente, llegando a la conclusión que cuando Heriberto estaba en el vientre había absorbido a su hermano.   Desde aquella operación, Heriberto no volvió a ser el mismo, ya no hablaba incoherencias, se había vuelto una persona distinta, no sentía cansancio y cada noche se mandaba a cambiar de la casa, es mas había arrendado una casa bien lejos de sus padres, sin embargo, cada mañana llegaba a la casa de estos a buscar la camioneta para salir a repartir el pan como siempre lo había hecho.   Su madre le reprochaba mucho que se hubiera ido de la casa, y nunca los hubiera llevado a conocer donde vivía, si tenía una novia, no sabían nada, absolutamente nada de él, salvo que estaba bien y si le preguntaban algo daba media vuelta y se iba, regresando solamente al día siguiente en busca del vehiculo para salir a repartir lo acostumbrado.   Un día su madre decidió seguirlo, vaya sorpresa con la que se encontró ahora su hijo se había vuelto homosexual, estaba viviendo con un viejo por lo menos cuarenta años mayor, la pobre vieja, casi se desmayó de la impresión, sin embargo sacó fuerzas de flaqueza y se decidió volver a casa jurándose que nunca le contaría a nadie lo que había visto, guardando solamente para ella la belleza y enormidad de la casa, tenía un jardín inmenso, un patio de al menos cien metros de fondo, era como si la casa estuviera en medio de un parque.   Una tarde, Heriberto llegó a la casa, y no había quien le recibiera con los brazos abiertos como era la costumbre, entró a la biblioteca y allí estaba la caja de fondos con las llaves puestas, y sobre el escritorio una carta aun sin sobre, y la pluma sobre esta;   Querido Heriberto,   Debo viajar a Suiza. Las razones del porque no te pedí que me acompañes no te las puedo explicar, sin embargo te pido me tengas paciencia porque pretendo regresar pronto. Como sabes últimamente no he estado muy bien de salud, motivo por el cual debí adelantar mi viaje, eres y serás el amor de mi vida, es por ello que dejo las llaves de la caja de seguridad puestas, para que puedas tener acceso a todo lo que necesites, las llaves del auto tu sabes donde las guardo, y ten en cuenta que puede haber envidiosos que pensarán mal de ti es por ello que te pido que guardes bajo llave la carta.   Un beso.   Siempre tuyo.   Osvaldo Utorriegorriaga   Aquella tarde Heriberto se sintió muy cansado, como si hubiera estado trabajando un día completo como lo hacían sus tíos en el campo, era como si le hubieran dado una paliza, le dolía la espalda, las brazos inclusive los dedos, apenas puso la cabeza en la almohada cerró los ojos. Aquella noche tuvo sueños bien desagradables, casi como si hubieran sido una pesadilla, soñó que estaba en un bar y había conocido a una rubia estupenda, que vestía un corto vestido, rojo y que sin demora la había llevado a su casa, ya que ahora no estaba el dueño del hogar, podía dar rienda suelta a sus deseos carnales con el sexo opuesto, ya empezaba a tener sexo por segunda vez cuando al mirar bajo la almohada estaban las llaves de la caja fuerte, y de pronto se abría la puerta y allí estaba Osvaldo, apuntándolos con una pistola, y al momento de disparar un trueno se confundió con el sonido del arma sacándolo de aquella pesadilla.   Pasaron dos meses desde que Osvaldo se había marchado y ni siquiera le había llamado, una vez para saber como estaba la casa o como estaba el perro regalón, para Heriberto la partida de Osvaldo había sido la completa liberación, ya que ahora tenía dinero, auto de lujo al cual cualquier mujer se subía con la predisposición a tener sexo con el él.   La noche estaba bastante avanzada cuando a la distancia divisó la silueta de una mujer, esta en primera instancia se negó a subir al auto, pero ante las palabras de Heriberto decidió a acompañarlo a tomar un trago a su casa, para quedarse por un tiempo indeterminado en el lugar.   Bueno no podemos olvidar taal como había dicho que Heriberto cumplía sagradamente con su trabajo, a pesar que ahora tenía dinero, y todos los días hacia la ruta del reparto, cuando de pronto al mirar por el espejo retrovisor vio el parpadeo de unas luces azules, las que pronto desaparecieron, deben ir siguiendo a algún malandrín, cuando al mirar nuevamente vio que estaban muy cerca de él. En un acto de locura pisó el freno de su camioneta haciendo que los detectives se estrellasen contra s vehiculo, para salir huyendo a toda velocidad, sin tener la suerte, el vehiculo policial pudo seguirle, por cierto a una velocidad un poco menor ya que los policías habían quedado algo atontados con el golpe. Las calles se habían convertido en una autopista para Heriberto, cuando de pronto, le ocurrió lo que hacia mucho tiempo no le ocurría, su mente quedó en blanco y continuó con su loca carrera hacia la casa de Heriberto, de pronto recuperaba la consciencia y de pronto la volvía a perder, cuando muy cerca de la gran casona su mente se  volvió un pañuelo en blanco, logrando reaccionar cuanto su cabeza golpeó contra el parabrisas de su camioneta Nissan D-21, la cual se había estrellado contra un grueso árbol.   ¡Que llamen rápido a la ambulancia, pobre hombre va a morir desangrado!… Gritaba la gente que había llegado al lugar, Heriberto a pesar del gran golpe había logrado salir de la camioneta y posarse en el suelo, justo el en lugar donde el viento llevaba el vapor del radiador de la camioneta que se había echo añicos, tenía un corte que cruzaba de un lado a otro la frente, un poco mas arriba de la cicatriz de la operación que le practicaran tiempo atrás, intentaba sentarse pero se caía de espaldas, mientras que entre nubes miraba como se acercaban rápidamente las luces azules y blancas parpadeantes, de improviso se puso en pie, caminando afirmado de la reja los veinte pasos que lo separaban de la puerta de la casona, no sin dificultad abrió la puerta dejándola abierta, afirmándose en los muros logró llegar a la biblioteca, fue allí donde escucho unos golpes, al abrir la puerta que comunicaba a una sala secreta de libros encontró a Isabel, la joven que se había quedado a vivir en la casa, estaba atada de pies y manos mientras una mordaza cubría su boca. Heriberto dejó la puerta de aquel lugar abierta para abrir la caja y sentarse luego en el escritorio, sosteniendo con ambas manos la carta que le dejara Osvaldo.   Mientras se escuchaba como los policías entraban en la casa y gritaban que se quedara quieto porque iban a disparar; Heriberto Chandía se le busca por la desaparición de Osvaldo Utorriegorriaga, Camila Llorente, Francisca Flores, Carolina Bilbao, Jean Veliz, e Isabel…   Señor poli-po-po-policia-dijo Heriberto a punto de desfallecer-Osvaldo viajó a suiza, lea esta ca, ca, carta.   El policía dirigió su mirada a una hoja en blanco, manchada con sangre, que Heriberto sostenía entre sus manos, mientras se desplomaba sobre el escritorio, quedando allí con la vista fija en el jardín, para siempre.         Fin.   Caranndor
La Carta
Autor: Caranndor  776 Lecturas
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Mi primera vez
Autor: Caranndor  287 Lecturas
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Recuerdos de mi infancia
Autor: Caranndor  305 Lecturas
Las campanas de Neruda cantan   Las campanas, se sacuden con el viento, Cantan versos a la tierra, agradecen, En el cielo cantan las nubes, mas lloran Sus lágrimas refrescan a las rosas, Las flores del desierto se contentan, Acortaron sus días, acortaron sus vidas Se sumergen en la tierra cual regalo, Madre tierra los cobijaste en tus entrañas Les has dado tu calor, les has dado tu ternura El viento te canta entre las rocas, Madre tierra que soportas los cuchillos, Mas como madre te lamentas, mas no lloras Ofreces tu vientre en sacrificio, Serán huellas, un recuerdo, de tus hijos Faltan días para el parto, te enterneces, Serán treinta y tres de tus hijos los que nazcan Tendrán ojos sombríos, nacerán desnudos, Nacerán de tu vientre madre tierra.      
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Súbito amor.
Autor: Caranndor  311 Lecturas
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Poema II-Thanatos
Autor: Caranndor  820 Lecturas
"por la razon o la fuerza"es lo que reza el escudo de este mi pais llamado Chile,es en estos momentos en que me pongo a pensar si no debiera cambiarse "por la fuerza de la razon".aunque parecen frases muy parecidas son muy distintas entre si,y es en estos momentos donde toma mas fuerza, ya que la violencia utilizada por Israel está haciendo un daño enorme y como siempre y en toda guerra, ya sea declarada o no, quienes sufren son los inocentes, en este caso niños y personas que en muchas ocasiones no tienen nada que ver, siendo sus armas el esfuerzo y la esperanza de poder vivir y ver crecer a los suyos en paz.Me pregunto y los llamo a preguntarse si un niño que crece mutilado a causa de una guerra sin sentido podra crecer y vivir en paz, o seran las cicatrices quienes alimenten el odio y nuevamente  cobre validez la "razon o la fuerza"  
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el perro semi hundido
Autor: Caranndor  691 Lecturas
Alas de mariposa   Caranndor    Piecesitos descalzos van bajando del cerro, piecesitos descalzos caminando al colegio, se detiene y recoge un pajarillo muerto y le pide sus alas para volar en el tiempo… Chao mamá, chao papá-dice José, antes de emprender su largo camino a la escuela, adiós hijo-responden al unísono los padres.  Lo único que lleva sobre su espalda es un bolsito de genero que su madre con sus propias manos cosiera, en él lleva un cuaderno, un trozo de pan y un barquito de madera, barco que talló su padre cuando cursó su primer año de escuela.  Al llegar a ésta, su cara parece mas roja y sus labios resecos por el hielo, sonríen mientras saluda a su vieja maestra. Allí estará hasta las dos de la tarde, para luego emprender el largo camino de regreso, camina lentamente cuando al llegar a un arroyo que hay en su camino de regreso, saca del bolso su barco y lo deja sobre el agua, mientras él camina por la orilla va mirando cuan rápido avanza, “han quedado atrás las hojas y las piedras mojadas”. Como el barco ha quedado mojado, José lo deja junto a la orilla para al siguiente día llevarlo arroyo arriba, para nuevamente mirarlo mientras surca las aguas al igual que los barcos entre la neblina. Cada tarde luego de regresar de la escuela debe ayudar a su padre a trabajar la tierra, sin recibir por aquello mas paga que el techo y cada año dos sacos de papas.  Si bien es cierto José no tiene más de diez años pero a pesar su edad, es capaz de sostener el arado para cultivar la tierra, no importa cuantas veces lo tumbe, solo le importa trabajar en la tarde para poder ir cada día a su escuela. Los bueyes y su lento caminar hacen que José pueda seguir sin mucho esfuerzo sus pasos, pero el cansancio cuando el sol casi se ha marchado, hace que sus piernas le pesen y sus pies embarrados resbalen entre los terrones recién arados.  Al llegar a la casa ya de noche, José debe terminar la tarea que le diera la maestra de la escuela, mientras escribe, alumbrado por la mezquina luz de una vela, sus ojos perecen cerrarse por el cansancio, a pesar que hay momentos en que su cabeza tambalea, el sigue escribiendo acompañado de su madre quien mira lo que élla nunca aprendiera, cuando de pronto su cabeza se inclina apoyando su cara sobre las letras.  Su madre, quien aun se encontraba junto al fogón, se separa de éste para llevarlo entre sus brazos a la cama, luego de un beso en la frente lo arropa diciéndole “hijo mío hasta mañana”. A la mañana siguiente cuando aun la noche no se marchaba por completo, José debía emprender nuevamente su largo camino, sin importar si llovía, hubiera viento o hiciera frío. Había pasado algún tiempo cuando de pronto una fuerte lluvia se dejó caer, sin que dejase durante toda la noche un momento de llover, el niño aunque dormido, soñaba que su barquito para siempre entre las aguas se quedaba, a pesar que todo aquello era un tormento, no impidió que fuera un capitán que navegó en los siete mares e inclusive fuera un príncipe montando un caballo alado, pero al amanecer y bajo la luz del día, al caminar hacia la escuela su barco ya no estaba en la orilla.  Caminó hacía la escuela llevando en la memoria la pérdida de su barquito que tenía por velas dos hojas, sólo pensaba en salir cuanto antes de la escuela, estuvo toda la mañana sentado bajo un árbol, cuando al sonar la campana, él salió corriendo, es seguro iría en busca de su barco, corrió y corrió, cuando ya casi sin aliento llegó al lugar donde había dejado a su amigo guarecido de las olas y del viento, desde allí siguió el curso de las aguas, pero no veía nada, ni siquiera supo cuantos pasos hubo dado o cuan lejos de su casa había marchado, cuando de pronto, ya casi junto al río, ahí estaba, flotando entre unas hojas, dando vueltas y mas vueltas sobre el agua torrentosa. José cortó una rama para intentar de las aguas rescatarlo, pero el barquito estaba mas cercano al otro lado, paso a paso fue adentrándose en el agua, estaba tan fría que sus huesos le dolían, pero no podía dejar allí a su amigo abandonado, el único juguete que le habían regalado. Salió y se sentó un rato en la rivera para ver como daba vueltas y vueltas y vueltas, cogió un piedra para destruir a su barquito pero no fue capaz de intentar siquiera herir a su amigo, impaciente fue adentrándose en el agua, mojando sus rodillas, sus nalgas, sus hombros, un pasito mas se decía y podré abrigarlo entre mis brazos, aun si hubiese dado tres pasos no lo hubiese alcanzado, dio un gran salto hasta por fin sostener el barco entre sus manos, pero el agua terminó por derribarlo, por un momento sujeto de una rama pedía a gritos a su padre que viniera, mas la noche sin remedio fue llegando mientras los ojos de José se iban cerrando, con el barco aferrado junto al pecho, José partió sin dejar mas huellas que sus pies marcados en el barro. La noche había llegado y de José no había rastro, salió su padre, madre, amigos inclusive el buen patrón, pero la noche tan oscura no les permitía encontrar huella alguna, el padre y la madre de José, aquella noche la pasaron abrazados junto al fuego, con las lagrimas surcando por la cara esperaban el llegar de la mañana, hijo mío ¿Dónde estas? Gritaban una y otro vez. Cada minuto que pasaba era mas largo que las noches del invierno, cada hora que marchaba aumentaba el dolor en sus entrañas. Con el lento amanecer del nuevo día mostró las huellas de sus pies descalzos en el barro, caminaron largo rato, cuando al salir del sol lo encontraron aferrado a su pequeño barco, lo sostenía con ambas manos junto al pecho, quedando así juntos para siempre el niño y su barco, quedando para siempre las huellas en mi pecho marcado. Fin
Alas de Mariposa
Autor: Caranndor  325 Lecturas
   La marcha de María   María muy temprano se levanta, Del jardín coge un par de rosas blancas, Irá muchas cuadras caminando, Sin llevar más compañía que sus años.   Villa Grimaldi es su destino, Allí donde estuvo prisionero su marido, Para dejar una rosa junto al nombre del querido, Camina nuevamente silenciosa, Bañada por el sol que la acongoja.   Se detiene sobre un puente del Mapocho, Para mirar como viaja tan furioso, Ve figuras en el agua, ve a sus hijos, Su marido, su nuera y su cuñada, A su nieto que le dice no te vayas.   Camina nuevamente bajo el sol, Hasta llegar al memorial de lo sin voz, Para pegar una rosa junto al nombre de aquel hijo, Al que un día arrebataron sin saber su rumbo fijo.
la marcha de María
Autor: Caranndor  306 Lecturas
     Lagrimas de lluvia   Padre mío que partiste en medio del silencio, Padre mío hoy más que ayer te echo de menos, Cuando escucho la lluvia en el tejado, Cuando el viento trae a mi memoria tus pasos, Las frías gotas de lluvia rodando en el cristal, Me recuerdan esa lágrima en tus ojos al marchar,   Cuando escucho la lluvia en el tejado, Imagino son mis lagrimas cayendo sobre el mármol, No habrá tiempo que me quite tu recuerdo, Como no hay roca que se incline con el viento.   Cuando escucho la lluvia en el tejado, Recuerdo aquella lis que junto cultivamos, Mañana cuando abra, cortaré la flor más bella, Cuando abra la pondré sobre el mármol que te encierra. Padre mío hoy más que ayer te echo de menos, Cuando veo cuando veo que mi vieja sólo guarda tu recuerdo.
Lagrimas de lluvia
Autor: Caranndor  301 Lecturas
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Cuando caen las hojas.
Autor: Caranndor  852 Lecturas

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