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En una mesa de bar, casi oculto entre las sombras, la vista fija en la puerta, en un suspiro la nombra. Varios cafés consumidos, diez colillas de cigarros. Esperó que ella llegara y de esperar se ha cansado. Se marcha, ahora mas viejo que cuando al lugar llegó. Nuevos surcos en el rostro, tristeza en el corazón. Amargos, los pensamientos, rondando sin compasión. La culpa por no quererla, como ella se mereció. Omisiones, desencantos sin causa ni explicación. Una angustia, de repente, la garganta, le cerró, certeza de haber perdido lo que poco valoró Se fue por el caminito, el mismo que recorrió tantas veces, abrazado, a la que en vano esperó. Para volver, es tarde, no lo intentes. Me acostumbré, por suerte a estar sin vos. Mi vida, encauza, ahora, nuevamente, por la senda que un día, desdeñó. Te digo que no estoy arrepentida de haberte conocido. No lo estoy. Es de las duras pruebas, de esta vida, Pasarlas, fortalece el corazón. No estoy arrepentida. He aprendido. A veces estar sola, es lo mejor, empieza una a valerse, por si misma, sin perder autoestima ni ilusión. Intacta se mantiene mi esperanza. Hay alguien, no se dónde, igual que yo. Mira estrellas, respira el aire puro disfruta con lo mismo, ansía amor. Y como, yo, sin apuro y sin prisa también espera, la dicha de encontrar quien comparta su tiempo y su sonrisa para, juntos, muy juntos, caminar -Mamá no encuentro mi caja de pinturas! Seguro que Roberto la sacó para pintar esas porquerías que hace! Las voy a destrozar una por una, voy… -Estás segura que no las dejaste en otra parte? Espera un momento, no te dejes llevar por el impulso. -Pero, mamá las necesito para hacer un trabajo! -Siéntate y escucha lo que voy a contarte. Hace años, alguien que conozco, hizo despedir a la empleada de la limpieza. La acusó de haberle sustraído un dinero destinado al viaje de egresada. La mujer, muy humilde juraba por su hijo, lo más sagrado que tenía, que era inocente. Nada conmovía a la acusadora, estaba segura de haberlo dejado en un cajón de su placard y revisó, inútilmente, junto a su madre, cada lugar del dormitorio. -Por favor señora, necesito este trabajo. Jamás he robado, ustedes han sido muy buenos conmigo, porqué iba a perjudicarlos y a perjudicarme a mi misma? Imploraba la pobre mujer, bañado el rostro de lágrimas. -Retírese ya mismo y agradezca que no vamos a dar aviso a la policía, que es lo que deberíamos hacer! La mujer levantó su saquito tejido y se fue con la cabeza gacha. -Te das cuenta? Hay que tener mucho cuidado con los extraños. Tendríamos que haber hecho la denuncia para que escarmiente! Pasaron unos meses. Me detuve frente a una casa de modas. En la vidriera, un maniquí, lucía una campera de gamuza igual a la mía. Llegué corriendo a casa con un terrible presentimiento. Esa campera, tenía en su parte interior dos bolsillos secretos muy bien disimulados, con cierres especiales, difíciles de descubrir a primera vista. El dinero, en fajos muy prolijos, estaba allí. -Pero…. -Si, era yo la precipitada, la que cegada por la ira, acusó a esa pobre inocente. Bajé a decirle a mi madre. Se puso mal. Juntas salimos a buscarla a su casa para pedirle perdón. De la humilde vivienda, asomó por la ventana, un chico pálido y flacucho a preguntar que necesitábamos. -Hablar con tu madre, le dije con la garganta estrangulada. -Llega de noche, contestó -Dale esto, le dije poniendo el paquete, que quemaba mis manos, en las suyas. -Solo a ella, se lo das, es muy importante. También le dices que me perdone, que por favor me perdone. El chico cerró el postigo. Tras el vidrio opaco, su mirada, indiferente, parecía seguirnos. Al día siguiente, temprano, el timbre nos despertó. Era ella. Estiró la mano para devolverlo y mirando a mis ojos, dijo, -Solo tomo lo que es mío. Saludó y nunca más volví a verla. ¡Pobre hermanita!, No sabes, lo que estoy pensando en ti, ¡lo mucho que me lastima verte llorar y sufrir! Cubierta por una burka que te impide respirar. Tras esa pequeña raja, apenas logras mirar, lo poco que te permiten, mientras tu vida se va por peligrosos carriles, de opresión y de crueldad. Antes del Islam, la burka, era para proteger, de los vientos del desierto, al hombre y a la mujer. Símbolo del fundamentalismo, es hoy en Afganistán, en Pakistán y otros pueblos, regidos por el Corán. Nunca en él mencionado. Lo ha impuesto el talibán. Pobre hermana que has nacido, en un lugar tan hostil, de misóginos perversos ¡tanto te han hecho sufrir que prefieres inmolarte para no seguir así! Una vida de pesares que ni es vida ni es vivir de castigos, de penurias, mutilaciones sin fin. De matrimonios forzados, donde no existe cariño, De asesinatos de “Honor” sin excusas ni sentido, Donde la risa es pecado y está prohibido gozar. Donde el más leve descuido amerita castigar. Confinadas en el gueto, sin esperanza ni aliento. Entregadas a su suerte en fatal sometimiento. Para ellas no hay presente ni futuro en su horizonte Ni existe Derecho Humano que cambie sus condiciones. Has arribado a mi puerto, por un designio de Dios Llegó al muelle tu velero y el ancla lo sujetó. Ni visa ni pasaporte, ni documentos pedí Tan sólo miré tus ojos y me gustó lo que vi. Porque tu mirada tiene claridad de manantiales, contenidas ilusiones, esperanzas a raudales, difíciles de lograr si pesan las anteriores. Los caminos nunca hollados, esperan ser recorridos y tu, viajero incansable, aceptas el desafío. Levaremos anclas juntos. Nos guiarán las estrellas, como meta, el horizonte. El mar borrará las huellas de todo lo ya vivido para iniciar otras nuevas y nuestra ruta será un sendero sin querellas. “La última cena,” a Leonardo, dos años le insumió. Encontrar a los modelos que su mente imaginó, Jesús, debía reflejar bondad, virtud y pureza. los más nobles sentimientos y una varonil belleza. Riguroso, como pocos, al fin un joven, cumplió con todas las exigencias y a Jesús, representó. Orgulloso fue a posar, para el ilustre pintor. Para Judas Iscariote, no conseguía modelo.Buscó en los antros oscuros, parecidos al infierno. Lo imaginaba maduro, avariento y traicionero Leonardo, tenía días de frenético trabajo Y otros de contemplación, de encontrar nuevos atajos, para dar fin a su obra, al Sforza conformar y sobre todo al prior que lo acabó por cansar con su insistente reclamo. Una idea le surgió, pintar el rostro de Judas, con la cara del Prior. .Hasta su oído llegó el rumor de un asesino. Culpado de horrendos crímenes, había sido detenido. En la cárcel comprobó. Era lo más parecido a la imagen que de Judas, habría correspondido. Lo autorizaron a ir y posar como modelo hasta que estuvo concluido, como se había propuesto. El reo lo quiso ver y Leonardo accedió. Al contemplar el mural, de rodillas sollozó. -Maestro, soy aquel joven que para ti posó representando a Jesús… y al Judas que ahora soy!. Cuando ríes, me deleitas, es tu risa mi alegría Pienso, de mi, ¡Qué sería, si me faltara tu risa!. Cuando estás feliz, con verte, lo percibo en tu mirada, serena y regocijada. ¡Qué haría yo, sin tenerte!. Si te veo preocupado tu ceño se profundiza. Cuento con buenos recursos, besos y algunas caricias, que te harán sentir mejor y recuperar la risa. Todo puede resolverse y todo puede cambiar, Si las cosas no están bien, se pueden modificar. La cuestión es intentar poniendo suma atención El problema, analizar y encontrar la solución A la hermosa Margarita le dedicó una canción el cantante más mentado de toda la población. La población conocía, del cantante las historias, sus frecuentes amoríos y sus frecuentes discordias. Discordias que a sus oídos, llegaban día tras día. Margarita, registraba, pero como que no oía. Oía un día al cantante ya cansado de insistir. Ella fue a pasear al río para no tener que oír. Oír, es poco, mejor, aguantar su persistir. Con sus amigas paseaba, miraba el río correr. Correr, quiso, cuando vio que frente a ella estaba él. Con su guitarra entonaba canciones que la ultrajaban. Arrebató de las manos, la guitarra del cantor, y en medio de la corriente sin dudarlo, la arrojó. Ante el asombro de todos, el cantante se quedó mudo en medio de la calle. Nunca más la molestó. Hermosas se ven las flores en los árboles y prados, placer para el caminante, que todo mira encantado La brisa trae el aroma, del espliego florecido con el color de lavanda, inmenso mantel, tendido, que se mece suavemente, como mecemos a un niño. Lo que nuestra vista alcanza, obra del hombre y de Dios, que inspirando sus acciones comparte la creación. El día es perfecto, el cielo, de magnífico celeste, es el marco ideal de este paisaje terrestre. El espíritu extasiado, Me lleva a una reflexión, Lo florido, lo frutado, en el mundo vegetal, es consecuencia feliz, de lo que vive enterrado. Apagó el último cigarrillo. Sus pensamientos, fueron deshaciéndose como las volutas de humo. Cada día transcurrido, lo acercaba más al objetivo propuesto. Sin poder evitarlo, enfocó la mirada sobre el arma reglamentaria. Esta vez no vacilaría en descargarla en el maldito que destruyó su vida. No quería recordar, pero era inútil. Las imágenes, los gritos, toda la confusión de sentirse arrastrado y despojado con violencia del uniforme, de sus prendas íntimas, tirado boca abajo sobre el piso de una celda y abusado, se mantenían nítidas a pesar de los años. Ya pasaron siete y ni una noche en soledad, que el recuerdo de la humillación sufrida, dejara de arrancarle amargas lágrimas de impotencia. Entonces, con veintidós años, egresado del Servicio Penitenciario Federal con grado de oficial, recibió su nombramiento para iniciarse en el escalafón administrativo de la Unidad Penitenciaría de su ciudad. Ingresó con el entusiasmo de la juventud y el ingenuo propósito de llevar a la práctica todo lo que aprendió, en teoría, sobre la necesidad de cambiar arcaicos procedimientos penitenciales y trabajar duro para reinsertar a quienes, en algún momento de su vida, erraron el camino. Era un convencido de que con esfuerzo, la resocialización de los internos, era no sólo posible sino necesaria. Sus compañeros, en general, no compartían su pensamiento, ni se interesaba en el tema. Se limitaban a cumplir un horario sin involucrarse en ilusorios rescates. Los que estaban dentro, eran irredimibles. Los intentos para cambiarlos, estaban condenados al fracaso. El fatídico día en que se desató su tragedia personal, fue un sábado en que cumplía doble turno. Hasta su oficina llegó un rumor de que algo no andaba bien en el sector de máxima seguridad. Era habitual, los fines de semana, surgían problemas asociados a las inminentes visitas que esperaban los presos, sus ansiedades y conflictos se potenciaban. Sin pensarlo dos veces, dejó su lugar de trabajo y se dirigió al sector norte por el amplio pasillo. Al llegar a Enfermería, la puerta entreabierta, le hizo recordar que necesitaba un antiácido para aliviar una incipiente gastritis. En busca del médico de guardia, traspasó el umbral y sintió un fuerte golpe que lo hizo trastabillar. Nuevos golpes, la fugaz visión de un rostro moreno y unos ojos azules, fríos y crueles. Sintió que lo arrastraban por el suelo y sobre él se desplomó la noche. Tuvo asistencia médica y sicológica, toda la que necesitó. No fue suficiente. Fue asignado a otra repartición en otro establecimiento. Apenas incorporado, elaboró un plan de venganza. Tuvo acceso a la minuciosa información de su caso y de su verdugo, uno de los internos peligrosos, que con eso, agregó años a su sentencia. No había la mínima duda. El ADN del violador, coincidía en un ciento por ciento con las evidencias encontradas en el examen médico legal. Faltaban cuatro días, solamente cuatro días……. No pegó los ojos en toda la noche. Recién al amanecer se durmió. La luz del sol que entraba por las hendijas de la persiana, lo despertó. Sacudió la cabeza. Se vistió de prisa, palpó su arma, lista y preparada. Estacionó cerca de la parada del bus que debía, inevitablemente, tomar el maldito. Desde donde se apostó, dominaba, la puerta de la prisión y cualquier lugar, sin posibilidad de que se vulnerara su vigilancia. Todo estaba planificado. Lo seguiría en su coche paso a paso para finalmente concretar su venganza. No tardó en salir. Lo hizo solo, pero aunque hubieran sido cien, entre todos, lo mismo habría podido reconocerlo. Con paso elástico, se dirigió hasta la parada, enseguida llegó el bus, que se apresuró a tomar. Bajó en Estación Once. Dejó el auto y sin perderlo de vista, lo siguió a pié. Lo vio detenerse en un quiosco a comprar cigarros, más allá, en un puesto de panchos. Llevó la comida y una lata de cerveza hasta un banco de la plaza Miserere. Como un chico, no se cansaba de mirar. Recorrió la zona comercial de punta a punta, compró algunas revistas, golosinas y ya anocheciendo, agotado, buscó un albergue en un hotelucho de mala muerte. Cansado y muy cerca de concretar su objetivo, esperó un par de horas. Preguntó a la bruja que regenteaba el lugar por Enzo Bargal, la mujer le dio el número de la pieza y con un gesto le indicó el lugar. No tuvo dificultad para forzar la puerta. Por la ventana abierta, la luz y los ruidos de la calle, entraban a raudales. Lo encontró dormido, desnudo sobre la cama, con una revista en la mano. Sus sueños debían ser felices, por la placidez de su expresión. Sacó el arma reglamentaria, calculó la distancia… . La depositó sobre una silla. Se quitó la camisa, el pantalón, el boxer y se acostó … de espaldas a su verdugo. Si me dejas y te vas, no sabré que hacer de mi si solo soy lo que soy cuando estás cerca de mi. Si me dejas y te vas, se opaca mi alrededor, la luz del sol no es igual y hasta se esfuma el color. Quizás deba ser así, me tendré que resignar El dolor soportaré sin culparte por mi mal. No me vuelvas a buscar, si me tienes compasión. Mientras, comienzo a juntar, fragmentos de corazón. Haré lo poco que se para volver a vivir, si me quieres ayudar, no vuelvas más por aquí. Quizás de mí te olvidaste. Así suele suceder. La ausencia llama al olvido si es efímero el querer. De mi parte, te recuerdo, vives en mi corazón. En la ausencia, estás presente y sigue entero mi amor. No podemos ser iguales, ni sentir las mismas cosas, No guardo resentimientos y asumo lo que me toca. Aunque pensemos distinto mantengo mis convicciones y si sufro por amarte, tengo otras compensaciones. Amar es un sentimiento, surge espontáneo y casual, No exige devolución. Si, la intenta conquistar. Para él, nada es imposible. Ni obstáculo ni muralla, lo podrían detener. Es una bomba que estalla y en vez de esquirlas, reboza de efusivas intenciones, de palabras cariñosas y si halla correspondencia, la vida se torna hermosa. Conduje los últimos kms. pensando en saciar mi sed con una de esas ricas naranjas de Orán, tan dulces y jugosas! -Me traes una naranja?- le digo a Emilia que sale a buscarlas, mientras yo escojo el lugar acostumbrado, en la amplia galería. Emilia demora en llegar. Trae un plato con zapallo en almíbar y una lengua de queso caprino. -Señora, lo que había en la canasta de frutas, desapareció. Esta mañana, repasé los muebles y las naranjas que usted prefiere, estaban. No se que pasó, la semana pasada, igual. - Me estás diciendo que alguien roba la fruta? Es extraño, pudiendo elegir algo más redituable, digo. Molesta, pero decidida a averiguarlo, hago una recorrida. La casona, en medio de un amplio campo, mantiene como de costumbre las puertas sin llaves, siempre ha sido de esa manera. Nunca tuvimos motivos para extremar la seguridad, en un lugar tan alejado y tranquilo. Tampoco algo tan insignificante va a modificar mi posición. Camino hasta una casita humilde, a varias cuadras del lugar. Es la de Asunta, hermana de Emilia, que junto a su esposo, jardinero, hortelano se encarga de mantener la propiedad. Asunta viene a saludar, tiene dos niños de siete y nueve años. El mayor, mi ahijado, se acerca a besarme, el otro, huraño, se esconde pero ante la orden de su madre, también lo hace. Les doy algunos regalos que les traje, golosinas, libros y juegos para armar. Asunta me prepara un mate mientras los chicos, encantados, despliegan sus obsequios. Como al pasar digo, -Estoy preocupada. Emilia, me dijo que varias veces ha notado que desaparece la fruta dentro de la casa. Temiendo que sean ratas, sería lamentable, imagínate, le mandé un veneno muy potente para que rocíe la fruta. Te advierto, por si ves alguna rata o comadreja, muerta, la entierres bien profundo. Observo, que el menor de los chicos, se levanta despacio. Se arrima a la madre con las manos sobre el vientre. Mirándome con los ojos abiertos y llorosos, exclama – Señora, lléveme al doctor, estoy envenenado! Vuelve a dormir, mi tesoro, fue un mal sueño, ya no llores apenas cierres los ojos, se irán todos tus temores. Llegarás a una pradera de dulces ensoñaciones Sobre el césped verde y suave, como una alfombra mullida, podrás observar el cielo, y alguna nube furtiva. También a las avecillas que vuelan en formaciones. Bajarán a picotear, pardos, traviesos gorriones Se comerán los bichitos que viven en el lugar y algún que otro gusanito. No, no te pongas triste. Algo tienen que comer y llevarle a sus pichones, para que coman, también. Se cerraron tus ojitos. Ya llegaste a la pradera, donde tu ángel de la guarda, plácidamente te espera. -Cuando llueva, llenaremos el patio de flores… - Cuando llueva, veremos correr el agua en el arroyo… Dejaremos que las finas gotas nos mojen la piel, aunque luego nos azoten con rigor. Te haré barquitos de papel que llevaremos al arroyo. La piedra lisa y gris, pulida por el roce de nuestros pies, será el puerto de donde zarparán. Ya los verás, empujados por la suave brisa, uno tras otro. Es posible que alguno voltee y se hunda. ¡No importa! Habrá muchos para reemplazarlo, ya verás… cuando llueva…. Los enormes ojos de Ezequiel, ávidos de las imágenes que su madre inventa para él, sonríe encantado en su infantil inocencia. Una canción de cuna, apenas entonada, lo lleva, suave y leve, hasta el país de los sueños felices. Marisa, despierta de su embeleso, se levanta y sale del cuarto. Las preocupaciones están dejando huellas en su rostro. El padre de Ezequiel desapareció antes de saber de su embarazo. Ella decidió llevarlo adelante, en esa tierra inhóspita, donde nació y pasó toda su vida. A pesar de las dificultades, al niño que ya tiene tres años, no le falta nada. Tiene amor, cuidados, todo lo que ella puede darle. Es una mujer fuerte y no le esquiva a ningún trabajo. En el lugar, son pocos pobladores, algunos demasiado viejos para irse, prefirieron quedarse y morir en la tierra de sus ancestros. Esa tierra que supo de tiempos mejores, ahora, está condenada a la extinción. El río que le daba vida, fue desviado arriba, para llevar agua a las enormes plantaciones de un rico latifundista, emparentado con el gobernador y el que aporta para sus campañas. El arroyo que llegaba al vallecito y proveía para los cultivos se convirtió en un lecho de piedras. El padre de Ezequiel, llegó enviado por un diario de la ciudad, opositor al caudillo gobernante. Su misión, buscar testimonios de la gente, perjudicada y condenada al exterminio por la avaricia de un terrateniente y la ambición de un político. En esas circunstancias, conoció a Marisa, que vivía con su madre. La joven, deslumbrada por la apostura y la verba del muchacho, se convirtió en su fiel seguidora, lo acogió en su humilde rancho y lo contactó con los que estuvieron dispuestos a dar testimonio del despojo del que fueron víctimas. El periodista, siguió luchando por reivindicar los legítimos derechos de los pocos habitantes, casi todos ancianos. Los jóvenes partieron hace tiempo, en busca de mejores oportunidades y con la promesa de volver por sus viejos. Ella esperó para contarle la buena nueva. En su vientre se gestaba al fruto de un amor plenamente correspondido. Alguien le trajo el rumor de que estaba amenazado de muerte, pero dispuesto a buscarla a pesar de todo. Esperó año tras año. En vano, como la lluvia, juntos se ausentaron. Marisa sale a asegurar la tranquera, que protege a su rebaño de cabras. El cielo estrellado, no anuncia cambios. Si no llueve, tendrá que vender lo poco que tiene a precio vil y abandonar definitivamente el lugar. Antes de dormirse, pide por Ezequiel y por una lluvia milagrosa. Trata de borrar los pensamientos tristes que la agobian. Despierta sobresaltada. Una fuerte explosión hace que su mente, se despeje de inmediato en respuesta al peligro. Por la ventana, alcanza a ver un cielo iluminado por zigzagueantes rayos. -Llueve! Llueve! Exclama alborozada. La puerta se abre de par en par. En el vano, se recorta la silueta del padre de Ezequiel. Abrazándolo y entrecortada su voz, por el llanto, le dice – Sabía que vendrías con la lluvia, lo sabía. -Hay cosas que hoy no me dan el placer que antes sentía-. El aventurero audaz, rodeado y en compañía, con una copa, en la mano, mientras el ceño, fruncía, como centrando recuerdos, memorizaba y decía. -Trepar, cargada a la espalda, una pesada mochila. Llegar a lo alto del cerro, escalar las serranías. Cabalgar potros salvajes, a puro pelo y sin brida. Internarme por los montes, entre las zarzas y espinas en busca de la colmena y ahuyentar a las avispas, para sacarles la miel, que laboriosas fabrican. Dentro del espeso monte, jabalíes, en familia. Los machos, muy belicosos, junto a sus hembras y crías, de colmillos peligrosos, a la piara, protegían. Audaz y sin pestañear, con uno, al hombro, volvía. Zambullirme en la corriente, de aguas oscuras y frías, sorteando escollos y pozos donde se juega la vida. Pasó así mi juventud, bordeando siempre el abismo, Sin pensar en consecuencias... Pero ya no soy el mismo.- Lo bueno es poder contarlo, si la aventura termina y el aventurero audaz, sin exagerar, la anima. Me he enterado que tu madre dejó correr por ahí, que yo soy tu perdición y que tu, eres un cobarde. No confrontaré con ella. Nunca podré convencer, a una madre enceguecida, por celos, de otra mujer. No es que quiera para ti, la mejor de las mortales, lo que quisiera, en verdad, es que de ella, no te apartes. Parece no recordar, que un día se enamoró, dejó padres, dejó hogar y cumplió la ley de Dios. Si no logró ser feliz en su vida de casada, esa frustración que aún siente, a nosotros, nos la carga. No tiene idea del daño que provoca, a quien más ama.y puede perderlo todo,si busca de separarnos Ve con ella, a ver que pasa. Cuéntale de nuestro sueño,los planes para el mañanadonde ella será la Abuela, bienvenida a nuestra casa. Yo vine de no se dónde Y me voy donde no se, En busca de algo perdido Que bien, no se lo que es. Si alguien pudiera orientarme, Quizás llegue alguna vez. Partí de bastante lejos, Recorrí muchos caminos, Desde donde sale el sol, hasta el poniente, lo sigo. Y no lo puedo alcanzar, por más ligero que vaya. Y por mucho que me esfuerce, siempre me saca ventaja. Puede que yo, sea lento o que él sea muy veloz Resulta muy complicado, poder reunirnos los dos. No pierdo las esperanzas, de sorprenderlo, algún día. Al momento que lo alcance, ha de cambiarme la vida. El sentido de la vida, es encontrar un lugar, A veces, no se lo encuentra, se pasa en ese buscar. Quien da la vida, contrae la gran responsabilidad de ofrecer al que ha llegado, amor y seguridad. Frágil y desprotegido, no habrá posibilidad de existencia, si no tiene quien de él se llegue a ocupar. Requiere mucha paciencia y entrega incondicional Y por ley, le corresponde al que hizo por engendrar Cuando no cumple su rol, la vida le va a cobrar, con creces, su desapego, su falta de humanidad. Algunos se creen humanos. Dejan mucho que desear En eso y en otras cosas, nos enseña un animal. Hostiles y resentidos, que no encuentran su lugar, en busca de alternativas que les impida pensar, van girando por la vida, sin vivir.. sólo durar. Mis miedos, te lo confieso, son concretos y puntuales. Tengo miedo de tus ojos cuando no quieren mirarme, Me gusta verlos tranquilos, Verlos serenos, prefiero. como agüita del estanque, y poderme ver en ellos. Tengo miedo de tus labios, cuando me niegan sus besos y con un mohín gracioso, se resisten a mis besos.. Cuando tu palabra amable, por causa de necios celos, se vuelve como el acíbar, me condena sin apelo. No consigo persuadirte y por culpa de tus celos, me voy en busca de un bar a encontrar algún consuelo. La voluntad de los hombres,se pone a prueba, en la vida. A veces es doblegada, las más, es fortalecida. Sobre restos de cenizas, que la tragedia causó, vuelve, el hombre, a construir con su esfuerzo y su tesón Lo hace por necesidad, por la propia y por la ajena. por su espíritu indomable, que al infortunio, se enfrenta. Tantas veces que te caes, Tantas veces te levantas, A la dura adversidad, Opondremos la confianza en Dios, que nos da la fuerza y valor para enfrentarla y en nuestro seres queridos que alimentan la esperanza En el momento preciso en que la joven pareja se aprestaba a dar el si, se presentó, intempestivamente en el Registro Civil de Santiago del Estero, Madre de Provincias, precisamente, otra madre, la del novio. La señora, fuera de si, habló con la jueza que se negó a su reclamos de cancelar la ceremonia. Los jóvenes, mayores de edad, cumplían con todos los requerimientos del caso. La emprendió a cintazos contra su hijo, después, supongo, de agotar otros recursos menos agresivos. Los presentes, en su mayoría, emparentados con la novia y Testigos de Jehová, intervinieron con ánimo de calmar a la mujer, que se retiró cuando la convencieron de que el casamiento civil, se cancelaba. El joven de diecinueve años, prometió terminar sus estudios y renovar el intento. Soy la reina de Tebas. Soy Yocasta, viuda de Layo, que descansa en paz. Mi hermano, Creonte, a la sazón, regente, dispuso, a quien lograra descifrar el enigma de la terrible Esfinge, Tebas y reina, en recompensa, dar. Llegó un joven que pudo resolverlo, Edipo, ese es su nombre y aquí está. El pueblo todo, lo aclama y lo venera, agradece, por librarnos de ese mal. Es extraño. Ahora él es mi esposo, Despertó en mi, algo distinto y especial. Amante dulce, sincero y cariñoso, perturba mi sentir y mi soñar. Algo hay que me impide ser dichosa. A ciencia cierta, no se lo que será. Si nuestros dioses, con su favor, lo aprueban, con el tiempo, tal vez, lo he de lograr. Todo el mundo está sonriente. Todos alegres festejan Dejo mi copa de vino Y me voy hacia la puerta. Hay un niño agazapado en un rincón de la entrada. Sus ojitos inocentes, dicen más que las palabras. Lo animo a pasar adentro, Se resiste y me rechaza. Acaricio su mejilla, para inspirarle confianza. Da un respingo, echa a correr y se pierde en la distancia. De nada valieron ruegos Ni promesas que le daba de proteger su inocencia, para hacer que se quedara. He perdido la alegría Ya no quiero festejar. Siento pena por el niño. ¡Quién sabe donde andará! Amargas son las naranjas, que ha dado mi naranjero. Desde que tengo razón, caso igual, yo no recuerdo. Mis cuidados se los doy, como a tantos de mi huerto. Agradecidos, devuelven con creces, todo mi esfuerzo. Pero esta vez mi naranjo, no se porqué, me ha devuelto, amarguras por cuidados y yo tengo que saberlo. A su lado hice plantar un fragante limonero, el de las cuatro estaciones y cada vez que lo veo, con sus frutos amarillos, cubierto de azahares nuevos, que esparcen su grato aroma por el ámbito del huerto, no me canso de elogiar a mi hermoso limonero. Será que le cayó mal, que lo alabe? No lo creo, Pero ahora cada vez, que pase por el sendero, a los dos elogiaré con el mismo sentimiento y acariciaré sus ramas, le diré que es al que quiero porque lo plantó mi padre, una mañana de enero. Una noche discutimos, por cuestiones del momento. No di mi brazo a torcer Para ti, fue muy violento. Partiste sin despedirte, Fui hacia mis aposentos con una terrible angustia que hacía temblar mi cuerpo. Yo provoqué tus enojos con mi torpe necedad. Arrepentida lloré. Quedó húmeda la almohada. Si pudiera ella contar cómo yo me reprochaba!. No escuché que regresaras Tal vez me había dormido Y soñaba entre tus brazos feliz por estar contigo. La tibia luz mañanera hizo que me despertara. Mi alegría se esfumó cuando vi que tu, no estabas. Que fue solo una ilusión de mi mente atormentada. Pasaron más de veinte años, desde aquella despedida. No creía resistirla, Sin embargo, sigo viva. Al decirme que partías, se abrió un abismo a mis pies y sin tomar precauciones, en él me precipité. Como viví, no te digo. No quisiera entristecerte. Ni te hago cargo de nada. Si te quise, es por quererte. Hoy has venido a buscarme cansado de tanto andar. Te atreves a preguntar si todavía te quiero…. Te miro fijo a los ojos, por descartar un engaño. no me mueve, lo que veo. Frente de mí, hay un extraño Mesándose los cabellos y temblando de agonía, juró, por su madre muerta, que esa traición, cobraría. Nunca falta un comedido, de dudosas intenciones, buscando avivar el fuego, con falsas suposiciones. Le contaron, que lo vieron, abrazado a una mujer, que bajaron hacia el río con urgencias del querer. Que él, le compró una cadena de oro fino y una cruz, con rubíes, engarzados, que costó más que un Perú. Dejó de mesarse el pelo. Se puso firme de pié. Entre risas exclamó, "Imposible que sea él"! Aquel día que partiste, juré que te iba a esperar. Aunque han pasado los años, vuelvo siempre a este lugar. No lloro como antes lo hice Ya me cansé de llorar Ni siento pena ni angustia. Vengo aquí solo a pensar. El viento y los crueles soles Secaron mi fina piel Profundos surcos rodean mis ojos que eran de miel. En mi boca se secaron los besos que ayer me diste y nadie más la besó, desde el día que te fuiste. Murmuran a mis espaldas y loca me cree la gente porque me paso las horas con la vista hacia el poniente. Ya perdí mis esperanzas, Se fueron con mi alegría. Pero siempre vuelvo aquí, por una terca manía. A quién le dirás ahora, las cosas que me decías? Esas palabras de amor, que consideraba mías. Y los besos que me dabas, los que endulzaban mi vida? Qué no hubiera dado yo por ser siempre tu Elegida. Pero “siempre” es demasiado. No podía pretender siendo el hombre que eres, te pudiera a retener. Todo se volvió distinto. Se fueron mis alegrías Mis noches se hacen eternas. Y no hay consuelo en mis días. Lamentando tus ausencias, se mueren las ilusiones, Escudriño en mis recuerdos en busca de explicaciones. Como Penélope, estoy, Junto a la urdimbre que tejo, De día por no pensar… y en las noches, la destejo Honrar a la humanidad al recordar nobles seres, que a través de su bondad, hicieron la vida, leve. Ella, “El regalo de Dios,” su nombre así lo anunciaba. De un poderoso señor, fue la esposa bienamada. Leofric, amo de Coventry, dueño de tierra y vasallos. Exigíó enormes tributos imposible de cobrarlos. Lo convirtió en ruin y cruel su desmedida ambición, Compadecida, Godiva, por los pobres, le pidió. Conociendo a su mujer, Leofric, desechó dudas, le impuso una condición, que se paseara desnuda. Contra rígidos principios, ella, mujer, de su hogar, de su esposo, el desafío, acepta sin vacilar Montada en blanco corcel, Por las calles del poblado, Lady Godiva, cabalga. El trato, formalizado. Tan solo la cabellera, Cubriendo su desnudez. La imposición, se ha cumplido. Leofric debe ceder. Seguramente, el destino,algún día, va a juntarnos y cuando ese día llegue,estaré, por ti, aguardando.Como el amor que yo siento,se mantiene inalterable,si te sucede lo mismo,por demás, será agradable.Si dejaras de sentir, por mí, el cariño de ayer,con sólo decírmelo,yo lo voy a comprender.De mi parte, no oirás,ni reproches ni lamentos.Al amor no se lo fuerza,es libre, como los vientos. A veces traen frescuraotras, se vuelven violentos y dejan tras de su paso,destrucción y sufrimientos.Mejor que sea una brisaleve, suave, acariciante.Así yo quiero tu amory me anticipo al instante. El ave baja a cantar con un trino mañanero El aire se vuelve leve, el trino se eleva al cielo. Las plantas de mi jardín adquieren un verde nuevo. Los perfumados azahares, sus pétalos, desprendieron. Entre un lujo de armonías, como en un trono, me siento Y dejo pasar, sin pena, las horas que van corriendo. Con esto que me rodea, tengo más de lo que quiero, verde, música, colores, perfumes, un bello cielo, el cariño que me brindas y bien se que lo merezco. Tal vez por ser la menor de tres hermanos, fui la más consentida. Juguetes y dulces eran los frecuentes regalos que me hacían. A regañadientes compartía las golosinas con mis hermanos. Separaba las preferidas, que guardaba en el cajón de mi mesa de noche. Cuando, al día siguiente las buscaba para repartirlas entre amigas, notaba que eran menos de lo que suponía. La situación se hizo más preocupante cuando desaparecieron los chocolates en rama. Sólo quedaron unas míseras raspas. Sospechaba de mi hermano, cuatro años mayor. No dije una palabra. Inútil preguntarle. Era capaz de jurar por lo que fuera con tal de salir bien librado. Marta, una de mis queridas amigas, hija del farmacéutico, me sugirió lo que debía hacer para desenmascararlo. A la noche, antes de acostarme, dejé la caja de chicles que Marta trajo, en mi cajón, como de costumbre. Enseguida me dormí. Me despertó la voz de mamá que dirigiéndose a mi hermano, le preguntaba que le pasaba. El muy sinvergüenza, corría y se encerraba en el baño. Así pasó toda la mañana. La sugerencia de Marta resultó exitosa. No era para menos. Los chicles eran purgantes. La dosis, para adultos, eran dos. El se terminó la caja de seis. Se puede levantar muros, con palabras imprudentes en mal momento, se dicen y separan a la gente. No sangrará el ofendido, por una lengua afilada, suele, una palabra, herir, igual que una puñalada. Una palabra afectuosa, salva cualquier situación y es mucho más efectiva que una larga discusión. Se cura con la palabra adecuada y oportuna Hay silencios tan hirientes que pasan a ser tortura. Se prolonga el sufrimiento si algún mal no tiene cura, Mejor que un medicamento, una expresión de ternura. La palabra que se dice, pronto se la lleva el viento. La palabra que se escribe, perdura a través del tiempo. Me abandono al dolce far niente en esta tarde, serena y plácida. El libro que traje para leer, en este parque, sigue en el bolso. Algo adormecida, me despierta un parloteo infantil. Dos niños de nueve años, poco más o menos, ocupan el banco al lado mío. Beben gaseosas y comen alfajores, contentos y animados. Concluyen la merienda, depositan los envases vacíos en el contenedor y los papeles en otro, dispuestos al efecto. Son niños educados y me distraigo en proyectarlos al futuro, con el pensamiento. Serán buenos ciudadanos, responsables y correctos, sus progenitores deben estar orgullosos, “de tal palo, tal astilla.” Un hombre, pasa veloz, es probable que temeroso de perder su trasporte y algo cae de su bolsillo trasero. Uno de los niños lo advierte y corre a levantarlo del suelo. ¡Menos mal! Ahora se lo alcanzará, es una billetera. El niño, después de echar una ojeada al contenido, va en sentido contrario y escapa con su amigo. Voy tras ellos, pero me llevan ventaja y en mi apresuramiento, dejo el bolso con efectos personales y el libro. Busco, inútilmente alguien que me ayude y hago señas desesperadas. Se acerca un muchacho. Trae mi bolso en su mano derecha. Agradecida, estiro el brazo para recibirlo. Trato de explicarle lo que me pasa. Me elude y ante mi sorpresa, eha a correr y desaparece de mi vista....con mi bolso! Carlos Saavedra Lamas, fue un ser humano excepcional. De familia patricia, su vocación pacifista y conciliatoria, estuvo presente en los albores de su vida. Uno se sus maestros inspiradores, Joaquín V. González, en breves palabras, lo describe, “ …de exposición clara, fácil y elegante, revela una concepción mental nítida y precisa.” Recibido de abogado a los 25 años, en 1903, es distinguido con medalla de oro. En el discurso de colación de grado de su promoción, da a conocer su interés por los problemas sociales del país. En ejercicio de sus funciones, impulsa la sanción de leyes sociales y como diputado nacional, proyecta el Derecho Internacional Obrero Argentino. En 1910, contrae enlace con Rosa Sáenz Peña, hija y nieta de presidentes argentinos. En 1912 nace su único hijo, Carlos Roque. Durante la PG M, propugna la neutralidad y la paz, como proceso racional, coherente con su pensamiento, En junio de 1919, adhiere al Tratado de Versalles que establece la Paz Universal, basada en “Justicia para todos” y el respeto al hombre, como persona, no como mercancía. Toda la experiencia acumulada, internacional y docente, se incluye en el "Código Nacional del Trabajo" presentado a la conferencia de la OIT. En reconocimiento a sus indiscutibles valores, en 1928, es elegido, en Ginebra, Presidente de la Conferencia internacional del Trabajo. En la guerra entre Bolivia y Paraguay, desde la cancillería argentina, postula “la violencia no modifica los derechos” y proyecta el Pacto antibélico “Por la paz de las Américas” Propone una conciliación repudiando la guerra de conquista y el respeto por la libre determinación de los pueblos En setiembre de 1936, como presidente de la XIII Asamblea de las Naciones Unidas, se mantiene en su afán permanente de restablecer la paz. “ La paz es un bien inapreciable, indispensable para la vida de los hombres en su tránsito hacia las sombras” En ese mismo año recibe el Premio Nóbel de la Paz y la Cruz de la Legión de Honor de Francia, constituyéndose en el primer latinoamericano en recibir ambos honores. En viaje a Salta, desde Córdoba, un desperfecto en el motor del coche, me obligó a permanecer varias horas en Sobremonte, casi al límite con Santiago. El propósito del viaje, era pasarlo bien y para no amargarme ni pensar en el inconveniente, me dispuse a estirar las piernas y de paso, conocer. El repuesto tardaría en llegar, unas cinco horas, en ese lapso podía recorrer todo el pueblo y sus alrededores. Me fui alejando de la zona poblada, bordeando las salinas. Un cartel, clavado en el tronco seco de un algarrobo señalaba, en letras de un color desvaído, “El Diamante”. Seguí la flecha, curiosa por saber a donde me llevaría. Nada bueno debía ser, todo estaba muy seco y descuidado. Tras una lomada, aparecieron construcciones que debían pertenecer a un casco de estancia. Al aproximarme, el viento, levantó una ráfaga de polvo que mostró un paisaje fantasmal. No imaginaba quien pudo elegir un lugar tan inhóspito como ese para levantar una edificación de tanta calidad, seguramente se arrepintió y dejó todo a la buena de Dios, abandonado y perdido. Un estremecimiento recorrió mi espalda. Di media vuelta para rehacer el camino hasta la posada donde había dejado mis pertenencias. Caminé un trecho, la bocina de una camioneta, me alertó. El conductor, se detuvo y ofreció acercarme al pueblo. Era un hombre mayor, de rostro curtido, que trasportaba bolsas de sal y le sorprendió encontrar a una mujer sola y extraña, en los pueblitos todos se conocen, en un lugar alejado, en medio de la nada. Don Lucas, era su nombre, quedó en acompañarme a almorzar y de paso, ponerme al corriente de los pormenores de lo que habían visto mis ojos. Después de una refrescante ducha, me acerqué al comedor y enseguida llegó don Lucas, afeitado y vestido con impecables ropas de campo. No estaba preparada para lo que iba a escuchar. Nunca podría haber imaginado algo semejante. Superaba todo lo posible…. -Parece que el hijo, el único que tuvieron, se convirtió en un ser rebelde y díscolo. Inmanejable, lo mandaron a los colegios a donde concurría la flor y nata de Bs As., pero era violento y pendenciero. Los padres, vencidos, agotados, a su mayoría de edad, optaron por dejarlo que hiciera su vida, y cuanto más apartado, mejor. Eligió Sobremonte.. Era a mediados del treinta…. Al muchacho, plata, no le faltaba. Se hizo construir esa mansión, con todas las comodidades y algo separada, la casa para la peonada. Era loco por las armas, tenía colecciones y su otra pasión eran los caballos. Supo tener más de mil y muchas vaquitas, también. Hasta un polígono de tiro, tenía. Las municiones, se las mandaban de la capital. A veces demoraban en llegar y las tenía que comprar en el almacén del pueblo. En eso estaba una mañana y a uno que abría la boca, se le ocurrió decirle algo, sin mala intención, de metido, nada más. Al tipo le cayó mal el comentario. Se dio vuelta y le calzó un trompada, que lo dejó estirado en el piso. A sus peones, los trataba bien, si le cumplían y pagaba generosa y religiosamente. A mis hermanos mayores, siempre los ocupaba. Les encargó que le buscaran una encomienda de Bs As. Era una enorme caja de madera, cerrada con sunchos de metal. Al otro día, volvieron a ir para arrear unas vacas y vieron la caja abierta y llena de plata que todavía no había guardado. Recibía muy pocas visitas y nunca una mujer. Las odiaba. Cuando alguna le acercaba un mate, se lo recibía y devolvía mirando para otro lado. A los cuarenta años, ese gigante, de 1.90, ojos achinados y pelo blanco, era conocido por violento y pocas pulgas. No parecía lo que era, hijo de una aristocrática familia argentina. Todos le temían y procuraban no cruzárselo en el camino. Su casa, la custodiaban unos perros bravos que no dejaban acercar a nadie y solo reconocían a su patrón. Un mal día, un paisano, junto a dos de sus hijos, conducía el sulky, con dos bolsas de harina y otras provisiones para su casa y le salieron los perros. Uno mordió el garrón al caballo que desbocado volcó, las bolsas se rompieron desparramando el contenido. La mercancía estaba perdida. El padre, trabajosamente se recompuso y ayudó a sus hijos que estaban aturdidos. Alertado por los perros, salió el patrón y alcanzó a escuchar al damnificado que juraba que iba a matar al animal. Al siguiente día, la familia se despertó con unos gritos. Era el gigante armado que vociferaba - ¡ Salí si sos macho, te voy a cagar a tiros! Salió el padre con las manos libres y le contestó – Con usted no es la cosa, es con sus perros. Se retiró sin decir otra palabra. Pasó una semana y el padre salió con sus hijos mayores a comer empanadas en lo de un vecino. Mientras, se pusieron a jugar a la taba. En un remolino de tierra, apareció el patrón, como un centauro, montado en uno de sus caballos preferidos y sin más, disparó sobre el padre y los hijos. Después se presentó en la comisaría y se entregó con el arma con la que mató al padre y a uno de los hijos, el otro se salvó de milagro, aunque muy malherido. Lo condenaron. En el juicio, vi a la madre. Una mujer de cabellos blancos como el hijo. El ganado se vendió y la vivienda quedó a merced del viento. Nadie se atrevió a ocuparla. Don Lucas hace un paréntesis y bebe un vaso de agua. -No me dijo lo más importante, le reprocho. Me mira a los ojos y responde, - ¿Le dice algo su nombre? Carlos Saavedra Sáenz Peña. -¿? No, imposible! -Pues el mismo, Hijo del Premio Nóbel de la Paz, nieto y bisnieto de presidentes argentinos, por parte de madre. Y por el padre una genealogía impresionante…. -Perdí el apetito. Lo que me cuenta es más de lo que puedo digerir. Echa por el suelo lo de “tal palo tal astilla”, “de tal árbol tal madera”… Colocan una fuente con apetitosas empanadas criollas, doradas y crujientes. Don Lucas me acerca una y pienso.. Que me prive, no cambiará la trágica historia. El vino patero está muy bueno, también. Todos los seres del mundo, luchamos por ser y estar cuando lo hemos conseguido, surge “duda existencial.” Que de donde hemos venido, para que estamos acá, hasta y hacia donde vamos el origen y el final. El sentido de la vida, es necesario encontrar. El que nace, vive y muere solo para trabajar porque nace y muere esclavo no lo suele preguntar. Ni puede darse ese lujo Ni elegir, ni renunciar. Su destino está marcado Y no lo podrá cambiar. Si, el otro, que se deprime, por no encontrarle razón al vacío de su vida, sin ninguna explicación La estupidez del hombre, su ambición por el poder, desde siempre lo ha llevado a arriesgar sin exponer ni su vida ni sus bienes, la de los otros, mas bien, que por razones de estado, le tienen que obedecer y dejar la vida y sueños bajo el cielo frío y cruel. Al conservatorio de música, donde ingresé a los nueve años, se incorporó, a mediados del ciclo, Elisa, no vidente, de mi misma edad. La profesora, la acompañó al asiento vacío, junto al que yo ocupaba y me dio instrucciones para que la ayudara en todo. Estaba muy impresionada. Era la primera vez que me tocaba una compañera con discapacidad, aunque su orgullo, le impedía reconocerlo. Muy segura de si misma, se manejaba con el clásico bastón blanco y no daba señales de interés en hacer amistades. Se negó de plano a aceptar la mano que le ofrecía y se ingenió, para desenvolverse sola, sin ayuda de nadie. Le conté a mamá, cuando llegué a casa. Su palabra mesurada y comprensiva, me dio una perspectiva distinta de la que yo tenía sobre la situación. – Elisa es muy valiente y no te rechaza, solo quiere valerse por si misma para evitar una dependencia que a la larga, resulta perjudicial. Después de almorzar, obsesionada, cubrí mis ojos con un pañuelo y ayudándome con una varilla, para saber como era, me introduje en el mundo de tinieblas que le tocó en suerte a mi nueva compañera. Salí al patio anteponiendo la varilla y tanteando alrededor con mi mano libre. Memorizaba cada obstáculo, pero no tomé la precaución de echar antes una mirada. Mamá había hecho unos cambios y me enteré al momento de tropezar con una maceta que volcó desparramando tierra, al perder estabilidad, aplasté su hermosa y florida azalea. El ruido, alertó a mi madre que descansaba. Me ayudó a desatar la venda, al tiempo que me consolaba por el golpe que me di en la rodilla. De reojo, la veía evaluar los daños, sin hacer mención alguna. Cuando todo volvió a la normalidad, mi rodilla curada, el patio limpio y ordenado y lo recuperado de la azalea, otra vez plantado, se sentó al lado mío y habló. - Hijita. Imagino que a tu acción la inspiró el deseo de entender lo que pasa por la cabeza de tu compañera y poder ayudar sin que se sienta invadida, ni incomodada. - Es así mamá, contesté. - Estoy muy orgullosa, pero debes ser prudente. No es lo mismo Velocidad que Precipitación. Dale tiempo al tiempo. Las cosas se irán acomodando, ya verás…. Al día siguiente no fui al conservatorio, la rodilla se había hinchado y el traumatólogo indicó antiinflamatorio, analgésico y reposo. Aburrida, esa tarde, mamá había agotado sus recursos para entretenerme, cuando sonó el timbre. Escuché unos suaves y rítmicos pasos, acompañando los de mamá. Elisa apareció en el vano de la puerta. Un halo de luz se desplegó a su alrededor. Había un explicación lógica, se produjo al abrir la puerta. Nadie va a convencerme. Para mi, era la luz interior que de ella emanaba. Apenas se enteró de mi pequeño accidente, vino a traerme las nuevas lecciones, que repasamos juntas. A partir de ese día, nos hicimos inseparables.
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Oscar Franco
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Por favor difundelo si pudieses. gracias.
Pascual Vizcaino Ruiz
Alejandro
Es usted muy déspota en su comentario del texto indiferencia divina?, sobre todo si tenemos en cuenta que la autora deja claro que los desastres naturales son muy comunes y crea toda su reflexión acerca de cómo el ser humano pasa de su pregunta hacia un Dios al que considera responsable a la dolorosa conclusión que es su irresponsabilidad la que acelera los procesos llevándolos a desastres.
Bastante arbitraria resulta usted al decir… le “concedo responsabilidad al hombre” por favor señora si usted lee, ve televisión o se molesta en averiguar, se podrá encontrar con un cumulo de estudios e informes que demuestran como las acciones de la humanidad ha afectado el equilibrio natural que provocan desastres.
Parece ser que usted no se entero del objetivo de la reunión de presidentes de países en Copenhague... por favor señora antes de atacar o trata de ridiculizar a alguien primero analícelo, porque podría ser usted quien terminara haciendo el ridículo.
Alexandro
Oscar Franco
Te invito a leer y comentar alguno de mis poemas espero te gusten.
Un saludo y feiz años nuevo 2010.
www.somosgoogle.blogspot.com
www.oscarfrancoquintanilla.blogspot.com
Francisco Prez
Veneno
haydee
Seguro que van a sobrar las anécdotas y encontrarás un buen argumento para tus relatos.
Gracias!
Serena