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                Si vienes a mí ceñida en tu vestido             y la mirada lánguida que delata dolor,             lavada en soledumbre y cruzada por desgastes             de lágrimas en la alcoba.... y con mirada frágil             envuelta entre los velos, rojos             por restregarte los párpados y pómulos              y la manija del adiós sin retorno aferrada a tu mano...             olvidándo, querida, que todo lo perdono,             que no soy como otros amores del pasado             quemantes y celosos que depredan la tierra.             Si crees que reconoces el ancho y la estatura de lo que yo olvido,             encontrarás, al fin, mis ríos de perdones y la amplitud de mi gozo.             Y verás que de mis venas salen nuevas veredas y mantos que cobijan             y que no hiero a nadie pues todos son mis prójimos y entre yerros andamos.             Nadie tiene la culpa de errar en su pasado, punzón que rompe y duele.             Si aquello que viviste te colmo de fatiga y de fútiles penas,             mira muy bien mi cuerpo: va de recuerdos llenos:             Soy aquel que ha vivido y lo erróneo apartó, para existir el resto de lo mío en caricias.             No soy el que calla y juzga, sino que habla y vibra bautizado en la honra             del hoy, por siempre afable, que nada a nadie exije.             Poco me has conocido, ven y encuentra conmigo la alegría del renuevo,             la copa humilde y dulce del que evita desaires y no retiene el ardor de la ira.             De la misma subtancia, somos e igual seremos, mañana tras mañana.         Oye la flauta oronda que va resonando en mí, ve el agua de lilas que me lava las manos.           Mira el sol en mis dedos como viene en disfrute y su deleite deja en mi piel maltratada.            Ha poco me conoces, ha poco que el destino que pone yuxtapuestos            nos acercó y que viste lo largo del vaho que me brota... y que no hay en mí sinsabor            pues en mis años fuertes me penetró la seda y algo me hizo beber fontanas vivas.            No te diré nada pues en mí no hay reclamo, ven, acércate a mí y sin bandera blanca.                            Pues nada yo te exijo..... Soy el que da campiñas y besos enarbola...                          
Si vienes a mí
Autor: Richard Albacete 
En: Poesía 
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Tú y yo somos un par de voyeristas jugando al inocente. Desviando la mirada tú. Frunciendo el ceño yo. Nuestros pasos siempre se cruzan. ¡Al parecer nuestros encuentros no son del todo fortuitos! Todo indica que tus ojos desean mi cuerpo y éste late acelerado allí abajo, avanzando erguido en el disimulo. Entre los pasillos del edificio y en las zonas más oscuras de la calle París. Mis zapatos-cañón tronan en los adoquines ocultando tus pasos y los pies se desesperan porque los alcances. Esta madrugada me he detenido y aguardo a mitad de París. Sé que estás oculta, es por ello que saco mi humanidad y la acaricio suave mientras escupe una y otra vez, como si desafiase a tu saliva para que le bese delicadamente.
   
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