LUZ INTERIOR
Publicado en Oct 19, 2011
Al conservatorio de música, donde ingresé a los nueve años, se incorporó, a mediados del ciclo, Elisa, no vidente, de mi misma edad. La profesora, la acompañó al asiento vacío, junto al que yo ocupaba y me dio instrucciones para que la ayudara en todo. Estaba muy impresionada. Era la primera vez que me tocaba una compañera con discapacidad, aunque su orgullo, le impedía reconocerlo. Muy segura de si misma, se manejaba con el clásico bastón blanco y no daba señales de interés en hacer amistades.
Se negó de plano a aceptar la mano que le ofrecía y se ingenió, para desenvolverse sola, sin ayuda de nadie. Le conté a mamá, cuando llegué a casa. Su palabra mesurada y comprensiva, me dio una perspectiva distinta de la que yo tenía sobre la situación. – Elisa es muy valiente y no te rechaza, solo quiere valerse por si misma para evitar una dependencia que a la larga, resulta perjudicial. Después de almorzar, obsesionada, cubrí mis ojos con un pañuelo y ayudándome con una varilla, para saber como era, me introduje en el mundo de tinieblas que le tocó en suerte a mi nueva compañera. Salí al patio anteponiendo la varilla y tanteando alrededor con mi mano libre. Memorizaba cada obstáculo, pero no tomé la precaución de echar antes una mirada. Mamá había hecho unos cambios y me enteré al momento de tropezar con una maceta que volcó desparramando tierra, al perder estabilidad, aplasté su hermosa y florida azalea. El ruido, alertó a mi madre que descansaba. Me ayudó a desatar la venda, al tiempo que me consolaba por el golpe que me di en la rodilla. De reojo, la veía evaluar los daños, sin hacer mención alguna. Cuando todo volvió a la normalidad, mi rodilla curada, el patio limpio y ordenado y lo recuperado de la azalea, otra vez plantado, se sentó al lado mío y habló. - Hijita. Imagino que a tu acción la inspiró el deseo de entender lo que pasa por la cabeza de tu compañera y poder ayudar sin que se sienta invadida, ni incomodada. - Es así mamá, contesté. - Estoy muy orgullosa, pero debes ser prudente. No es lo mismo Velocidad que Precipitación. Dale tiempo al tiempo. Las cosas se irán acomodando, ya verás…. Al día siguiente no fui al conservatorio, la rodilla se había hinchado y el traumatólogo indicó antiinflamatorio, analgésico y reposo. Aburrida, esa tarde, mamá había agotado sus recursos para entretenerme, cuando sonó el timbre. Escuché unos suaves y rítmicos pasos, acompañando los de mamá. Elisa apareció en el vano de la puerta. Un halo de luz se desplegó a su alrededor. Había un explicación lógica, se produjo al abrir la puerta. Nadie va a convencerme. Para mi, era la luz interior que de ella emanaba. Apenas se enteró de mi pequeño accidente, vino a traerme las nuevas lecciones, que repasamos juntas. A partir de ese día, nos hicimos inseparables.
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