• Alejandro Manzur
El Navegante
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  • País: Argentina
 
"Luz para alumbrar a las naciones" (Lc. 2, 32.). ¡Volvemos la miraba al 25 de diciembre! Volvemos unos días en el calendario, para recordar a ese Divino Niño que nació en Belén (Cf. Lc. 2, 1-7; Mt. 1, 18-25). Ya entrados en el cuarto domingo del tiempo Ordinario nos encontramos nuevamente con aquél Niño que adoramos en el tiempo de Navidad, esta vez se nos presenta como aquella Luz que hablamos el domingo pasado, esa "gran luz" (Is. 9, 1.) que venía a brillar sobre "el pueblo que se hallaba en tinieblas" (Mt. 4, 16.). ¡El Templo está listo, está preparado! Nuestro corazón está dispuesto para recibir al Señor que viene. Ese mensajero que envía el Señor "para que prepare el camino" (Mal. 3, 1.) son los pilares de nuestro existir, son la "fuente y cumbre de toda nuestra vida cristiana" (CIC. 1324.); son la Reconciliación y la Eucaristía. ¡Necesitamos prepararnos para el día en que se nos presente "el Rey de la gloria, el Señor de los ejércitos" (Sal. 23, 10.)! ¡Cuánta sorpresa nos trae el Señor todos los días! El profeta nos hablaba con profunda sentencia el día de la venida del Señor, el día de la presentación, el día en que nadie "permanecerá de pie cuando aparezca" (Mal 3, 2.); pero ese Jefe del ejército, se presentó como un bebé frágil, débil, en los brazos de una mujer joven, con unas pequeñas palomas en sus manos como ofrenda (Lc. 2, 22-24.). El Dios misericordioso se apiada de unos ancianos y les deja contemplar a ese Dios cercano que se hace presente, nos permite a nosotros contemplar esa luz todos los días, nos da la esperanza de contemplarla. Ese comandante del ejército que venía a fundirnos como el hierro, viene a tocar nuestro corazón y a prender esa llama de amor!Estamos cansados y necesitados; esperamos alguna señal que nos haga revivir nuestra fe y traiga esperanza a nuestras vidas. Necesitamos un consuelo, una palabra que nos despierte; una voz que nos golpee y nos grite desde el desierto (cf. Mt. 3, 1-3.). Como toda nuestra vida, esa emoción y alegría de esperar al Emmanuel, se va debilitando poco a poco a lo largo de nuestros días, por eso, es tan necesario tener presente que Cristo sigue llamándonos a su encuentro, que sigue mandando a sus profetas para que preparemos el Templo para cuando Él llegue y se presente. Ya pasaron 40 días desde el Nacimiento del Hijo de Dios y, cuántos nos hemos olvidado que Él vino "para que tengamos vida y vida en abundancia" (Jn. 10, 10.); por eso, no debemos cansarnos de esperar en el Señor (Cf. Sal. 37, 34.), no debemos tomar este mensaje como algo más de nuestras vidas, debemos tener conciencia de que Él está llegando y tener presente que debemos cantar con el salmista: "¡Puertas, levanten sus dinteles, levántensen puertas eternas!" (Sal. 23, 7.). Tenemos que estar atentos y despiertos. Qué lindo sería que, como nos dice s. Agustín, tengamos esa esperanza de Simeón y respuesta de no tener "la muerte hasta que no viera al Cristo del Señor" en donde la edad avanzada le inclinaba a la muerte, pero la piedad lo retenía hasta que pudo contemplar con sus ojos la luz, al Cristo, en donde "la senectud reconoció la divina infancia" (Sermón 163, 4.); qué lindo sería estar siempre despiertos y alegres para recibir al Señor en nuestro templo espiritual, para recibir a María, su madre y madre nuestra que nos regala al Salvador del mundo. Y, cuánta sabiduría nos ofrecía Siméon y Ana, ambos de edad avanzada; siempre debemos escuchar a nuestros mayores, que siempre están preparados; "no te desagraden las sentencias de los viejos, porque no las dicen sin causa" (Imitación, L. I; cap. V, 2.). Hoy en día muchos dicen "¿en dónde dice la biblia que hay que respetar la ley puesta por humanos?"; el Evangelio de hoy nos trae un mensaje de obediencia, nos dice que "cuando llegó el día fijado por la ley de Moisés" (Lc. 2, 22.), llevaron al niño a Jerusalén y cumplieron al pie de la letra la Ley; una familia judía que entregó a su Hijo a las costumbres de su religión para que se cumpliera todo lo que estaba escrito. ¡No debemos abandonar nuestra Fe! ¡La Fe que nos regalaron nuestros padres y que custodiamos con celo apostólico! ¡Ay de aquellos que dicen "soy cristiano, pero no sigo a ninguna Iglesia"! ¡Ay de aquellos que dicen "soy católico, pero desconfío de su Magisterio"! Somos todos hermanos e hijos del mismo Dios; Cristo vino a instaurar una nueva Alianza, y si "los hijos de una misma familia son todos de la misma carne y sangre" (Heb. 2, 14.), así nosotros que componemos con Cristo un solo cuerpo, la Iglesia, debemos amarla y defenderla. Digamos hoy, antes de dormir, sabiéndonos partícipes de ese gozo, de esa gran luz que contemplaremos todos algún día: "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto la salvación" (Lc. 2, 29-30.).
 "Me he enterado, hermanos, de que hay discordias entre ustedes" (1Cor. 1, 11.); cuánto de lo que dice el apóstol aún sigue resonando en las paredes de nuestros templos; aún se sigue escuchando esa exhortación paulina en nuestras propias comunidades, como si pareciera que somos aquellos cristianos de corintios. Lo que muchos vienen a buscar bajo la protección de la Madre Iglesia, es lo que nos da salvación, lo que motiva a nuestra alma a confiar y tener esperanza, es esa "gran luz" (Is. 9, 1.) que ilumina, acompaña y marca el camino, esa luz, que nos hace preguntarnos con el salmista: "¿a quién temeré?" (Sal. 26, 1.); pero, desgraciadamente, no siempre encontramos la Luz; y esto no quiere decir que esa "gran Luz" no ilumine, no se manifieste, no quiera darse a conocer; sino que nuestros ojos se oscurecen al dejar entrar en nuestros oídos el murmullo del mal espíritu, las palabras silenciosas y ruidosas del Autor del pecado; se oscurecen al no vivir en concordia y al crear las divisiones entre los propios hermanos (cf. 1Cor. 1, 10.); todo esto acrecienta y aumenta la creación de sectores particulares y unidades específicas que, si bien componen el todo, no son parte del todo, porque quieren ser el todo. Al final, esa gran luz termina desapareciendo detrás de falsas luces, no permitiendo que se cumpla, en nuestras propias comunidades, lo que el profeta Isaías anunció, ya que estos 'sopla velas' no permiten que aquellos que viven en tinieblas vean la gran luz, al contrario, con sus palabras -que es herramienta clara del príncipe de la mentira- hacen que parezca al territorio antiguo de las tribus de Zabulón y Neftalí, que al ser conquistados y maltratados por los asirios (732 a.C.) se la ha llamado "región de los paganos" (Is. 8, 23.), en dónde se desconocía la Palabra de Dios, caían en la idolatría y otros pecados que eran abominables a los ojos de Yahvé; pero esta ignorancia es a causa de los que se creen portadores del mensaje, portadores indiscutibles e únicos. El Señor es el único que puede librarnos del yugo del opresor, que puede salvarnos de la ignorancia. ¡Necesitamos una victoria, una batalla, una lucha "como en el día de Madián" (cf. Is. 9, 3; Jue. 6, 1- 7, 22.)! Luego de la opresión, del castigo, de remediar la culpa es necesario rogar al Señor para que nos libre de las manos de nuestros enemigos, para que podamos caminar en la Luz, esa Luz que nos llama a cada uno, y nos dice "síganmen" (Mt. 4, 19.). Incluso, ese llamado lo hace a las personas QUE SE alejan de su presencia, y también, a las personas QUE alejan de la presencia de Dios; s. Agustín nos dice en sus confesiones (XIV) que "Dios está presente, incluso, en las personas que huyen de Él"; esa luz no se opaca, no desaparece de la nada, esa Luz siempre brilla y no se cansa de brillar; esa luz no se cansa tampoco de llamar -en todos los sentidos de la palabra-. Hay que liberarse y separarse de la oscuridad para vivir en la luz y caminar en la luz. El evangelio nos dice que Jesús "se retiró a la región de Galilea" (Mt. 4, 12.), en el norte ("la tierra de los gentiles", que ya hablé); tomemos este ejemplo, cuando tengamos problemas o cruces o sepamos de algún hermano que está "contaminado" con elementos anti cristianos; Galilea se ganó ese nombre, porque fue la región más "contaminada" por otras regiones, en especial por la conquista asiria; el Señor se encamina a esa zona y no solo predica sino que elije a unos pescadores del mar de aquella región, convirtiéndolos en "pescadores de hombres" (Mt. 4, 19.). ¡El Señor elije y asombra! Un lugar desconocido, un lugar rodeado de tinieblas y malas prácticas en la historia, un lugar en donde Jesús camina y elije, camina y llama, camina y llena de luz. ¡Esa es la gran luz que profetizó Isaías! Sus primeros discípulos salen de una tierra desolada, llena de prejuicios, llena de mentiras; pero el Señor quiere darnos a conocer que la luz que Él trae debe brillar en esos lugares, lugares que nosotros mismos -con nuestras concepciones- miramos como oscuras y, en verdad, están llenas de la gran luz de Cristo. Que al entrar en el Templo, en la Casa del Señor, en la Vida de Iglesia con los hermanos podamos encontrarnos con Cristo, Único Salvador y no con falsas luces que, si bien iluminan, nos hacen difícil la elección de la Verdadera Luz, el Sumo Bien. El Señor es quién nos llama y nos envía; es a Él solo a quién debemos prestar oído. ¡No nos confundamos..! ¡No busquemos a Cristo en donde no está..! ¡No sigamos luces falsas, Él es la gran luz que esperábamos y necesitábamos! Vivamos "en perfecta armonía, teniendo la misma manera de pensar y de sentir" (1Cor. 1, 10.), para que seamos un solo Cuerpo creíble; sigamos solo a Cristo, a la gran luz que hace descansar nuestro corazón; y, sigue pasando, "hay algunos que afirman: yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas, yo de Cristo" (1Cor. 1, 11.). ¡Solo de Cristo! ¡Dejemosnos de crear divisiones y paredes, que ya la Historia hizo lo suyo..! "Lo único que pido, lo único que busco es habitar en la casa del Señor el resto de mi vida" (Sal. 26, 4.), ¡qué pueda encontrarte, Señor, en tu Casa! ¡Buenas noches.., ahora a dormir y mañana a comenzar la semana..! 
¡La muerte ha sido vencida!Desde tiempos inmemoriales la humanidad se ha visto rodeada de pensamientos que la llevan al Más allá, que la elevan a darse cuenta que no son más que simple materia que se acaba y termina. Por edades llevó, la palabra muerte, al hombre a plantearse su vida. Platón, en su Apología de Sócrates, nos dice que "la muerte no es una desgracia, sino una aventura". ¡Con qué alegría nos muestra lo que siglos después vendría a confirmar Nuestro Señor! En verdad, ¿quién no quisiera la muerte si nos encontraríamos todas las almas reunidas en un mismo sitio? ¿Quién no quisiera estar en ese lugar rodeado de nuestra gente amada, querida y de personajes tan admirables para interrogar? ¿Quién no desearía tener esa felicidad de la inmortalidad junto a tantas imágenes justas? La veneración por los que ya han partido es una cosa de todos los tiempos; ¡no es, para nada, un invento de nuestros padres! No debemos tener miedo a la muerte, no debemos tomarla como tabú, no debemos olvidarnos que algún día llegará. Pues, la muerte entró en la vida del humano, de la misma manera que al mundo entró el pecado por un sólo hombre; pero por un solo Hombre, somos rescatados de las cadenas del pecado y de esa forma somos llamados a tener una participación íntima y cercana con la Vida Eterna, en dónde no necesitaremos luz artificial. Debemos saber que nuestra vida es un peregrinar, que nuestra estadía en la Tierra es sólo momentánea. No debemos dejar engañarnos por las manos del Enemigo, que no quiere que nos salvemos. ¡Jesús vino al mundo para que la humanidad tenga vida, y vida en abundancia! No sólo la vida que nos dan nuestros padres, y que es Don de Dios, sino la Vida Eterna, que por nuestra Fe, es un Don extraordinario del amor del Padre Celestial. Es más fácil creer en la Resurrección de los muertos, que en la reencarnación. Somos cuerpo y alma, somos de Dios. Fuimos rescatados por que la muerte ha sido vencida. ¿Cómo olvidarme de él? De Aquél hombre que experimentó el abandono y la muerte y vivió la Resurrección a la nueva vida... "La muerte no es el final, sólo he pasado a la habitación de al lado". (S. Agustín). ¡Pidamos por nuestros Amados Difuntos en este día! ¡Por las Ánimas del Purgatorio, para que con nuestra oración, puedan encontrarse con el Creador y verlo cara a cara como a un amigo!
Fieles Difuntos.
Autor: Alejandro Manzur  474 Lecturas
EL PROBLEMA NO ES QUE HALLOWEEN sea una celebración extranjera, tienen razón al decir lo de Papa Noél, el Ratón Pérez, el mismo Jesús, etc., sino la esencia de su celebración; el 'por qué' de sus festejos, es el problema que nos hace ruido a los cristianos (o que tendría que hacer ruido a la mayoría). Si bien hoy día ya no se "festeja" con la intención que tenía hace unos siglos, aún queda en el fondo la esencia de su celebración. Puede ser divertido, gracioso y hasta pegadizo juntarnos en una casa, hacer una 'joda' con la temática "de brujas" y demás; pero, ¿acaso uno repetiría, aunque fuese gracioso, un hecho que no es digno de recuerdo? Debemos saber que nuestra vida está plagada de signos y símbolos, que reflejan nuestro comportamiento, nuestra moral y nuestra fe. El 31 de Agosto, como "Fiesta de los Muertos", ya lo celebraban los celtas del Norte de Europa, desde el siglo VI a.C., en donde marcaban el fin del verano y de las cosechas, para entrar en el tiempo de la muerte y la oscuridad; creían que el dios de la Muerte dejaba a los muertos volver a la vida por esa noche. Algunas almas de los muertos que se celebraban esa noche, según los celtas, estaban atrapados en algunos seres y se los "liberaba" por medio de sacrificios de animales, incluso sacrificios HUMANOS. Para 'escapar' de los demonios que rondaban esa noche se hacían hogueras gigantescas, se preparaba comida y se vestían como monstruos para asemejarse a los espíritus malignos. Cuando llegaron los cristianos y realizaron la evangelización a esos pueblos, muchos no se convirtieron totalmente y siguieron manteniendo esos ritos paganos; cuando la Iglesia puso el 1º de Noviembre la Fiesta de Todos los Santos (en donde se suele prender velas blancas y pedir a los santos que los libre de todos los "males" que se hicieron la noche anterior), los pueblos paganos confundieron esta fecha con la de los muertos y en vez de recordar la vida de los antepasados santos, siguieron con el miedo de las supersticiones. Algunos inmigrantes irlandeses introdujeron Halloween a los EE.UU. y de ahí se desplazó a casi todo el mundo. En el viejo inglés, Halloween, no es más que "la víspera Santa", es decir la noche antes del día de los Santos. Hoy en día el "disfrazarse" y participar de estas fiestas trae consigo muchas cosas "ocultas" que, en esta sociedad, pasan como algo "que hacen todos" (interpretese como quiera). Lo más triste es que, con el avance de la vergüenza moderna, los disfraces traen impregnado "insultos" a la Iglesia de Cristo y ofenden a Dios. En esta noche, se aprovecha además, se realizan actos de oscurantismo y hasta asesinatos y tantas locuras que se les pueda imaginar... ¡No es solo un "juego"! ¡Y cuántos son los cristianos que, por curiosidad, caen en el juego de las artes oscuras! Algunas alternativas cristianas (pienso, si a penas van a misa... jaja) es celebrar el día de todos los santos, disfrazándose del santo favorito e ir casa por casa cantando y pidiendo limosna por las ánimas del purgatorio y los difuntos (2 de noviembre); además de ir a la MISA DE TODOS LOS SANTOS y recordar que podemos ser y estamos llamados a ser LUZ EN LAS TINIEBLAS LLEGANDO A LA SANTIDAD. ¡Feliz noche de todos los santos!  Mi Santo favorito: ¡San Agustín!  jaja.. Aprovecho para recordar eso, "el aguijón de la muerte, es el pecado".
¿Dónde está Dios? es lo primero que dice un creyente cuando no le salen bien las cosas, cuando todo va para atrás, cuando hay alguna desgracia irremediable en la familia, cuando muchas tantas otras cosas; Esta pregunta, este cuestionamiendo sobre la presencia de Dios en nuestras vidas, es propio de la persona que cree, que es fiel, no es de aquella persona que lo puso a Dios encadenado en un pozo ciego, ¡no! estas cosas -y demás- las dice un creyente. Cuando más necesitamos de Dios, ahí está Él; cuando más necesitamos de su abrazo paternal, ahí está Él y también ahí estamos nosotros llorosos, postrados y pidiendo a viva voz por algo, por una necesidad; sólo en ese momento estamos seguro de su existencia. ¿Qué pasa cuando no sale como lo deseábamos? ¿Qué sucede cuando todo aquello que construimos se derrumba de un día para otro? Nos preguntamos una y otra vez lo mismo: ¿Dónde está Dios? Cada vez que nos sucede una calamidad, somos trasladados automáticamente al Gólgota, en esa tarde triste en el que el Hijo de Dios se entregó por todos; estamos al pie de la cruz, junto a los demás, y le gritamos con furia, con bronca, hasta con odio: "Baja de la cruz y creeremos en ti" (Cf. Mt. 27, 42.), sí, baja de la cruz, muéstranos tu poder, ¿acaso no eres el Hijo de Dios, acaso no eres el Bendito? Nos reímos en su cara, somos los primeros -los creyentes- en abofetearlo y escupirlo (Cf. Mt. 26, 27.), y a aquellos que aún siguen confiando en Dios le recriminamos diciendo "Dinos, ¿dónde está tu Dios?" (cf. Sal. 115, 2.); no confiamos más en las palabras de Aquél que vino a salvarnos, no confiamos más en aquellos sus seguidores, porque nos sentimos defraudados, abandonados, dejados de lado, nos sentimos mudos ante los oídos del Sumo Bien; ¡Cuántas veces nos sentimos de esa manera! Cada vez que vemos una injusticia por las noticias, cada vez que vemos injusticia en nuestra propia vida, nos alejamos un poco más de Dios; ¡nosotros nos alejamos! Nosotros nos alejamos y pensamos que Él, lentamente, se aleja de nosotros para sentarse en su Trono en lo más lejano del Cielo, lejos de nosotros. Y todo esto por el siemple cuestionamiento de la presencia de Dios luego de algún desagrado de la vida, de nuestra vida. Sabemos muy bien que estas cosas suceden, tanto las desgracias como el alejamiento de las ovejas de su Buen Pastor, ¿qué hacemos nosotros, como fieles cristianos practicantes, ante estas situaciones? ¿Qué hacemos ante el olvido de Dios, ante el alejamiento del Señor, ante la desolación del alma? ¿Qué hacemos? Lo triste, y lo digo por experiencia, es que muchas veces actuamos como la mujer de Job y le decimos a aquellos que cruzan por la oscuridad y el abandono de Dios: "¿Todavía vas a mantenerte firme en tu integridad? Maldice a Dios y muere de una vez" (Cf. Job 2, 9.), lo decimos porque nosotros también estamos, a veces, bajo esa experiencia de crisis; y en verdad hablamos como personas insesatas, que no entendemos que "si aceptamos de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos lo malo? (Cf. Job 2, 10.); y sí que es difícil de entender a veces. No hablo de lo malo en nuestras vidas, ni de lo malo en la sociedad cuando me refiero al mal recibido por Dios, porque Él nos ama infinitamente y el mal no puede venir de Él, ya que "el mal no es más que privación del bien" (Cf. Confesiones, S. Agustín. Libro III, VIII), y Él es el mismo Bien; muchas veces Dios nos pone pruebas en nuestro caminar, pero no por ser malo -ya que no lo es-, sino para demostrar que somos capaces de glorificarlo incluso en el abandono, porque Él nuestro Padre.  ¿Por qué Dios?, ¿por qué dejaste que suceda aquello? ¿Por qué no viniste a tiempo y nos rescataste de esta terrible tragedia? ¿Por qué? Un nuevo planteamiento nos cruza por nuestro ser al pensar en cuanta desgracia terminó nuestra vida. Nuevamente señalamos a Dios con el dedo y le echamos la culpa de todo el mal que nos sucede, insultamos su Santo Nombre pensando que Él tiene algo que ver en todo aquello; nos alejamos de Él, una vez más, porque para qué seguir hablando con alguien que no escucha. Nos sentimos como el salmista, que con gran tristeza recuerda los tiempos antiguos en que Dios obraba y hacía maravillas por su pueblo, y ahora ni siquiera habla; pensamos que el Señor nos rechaza para siempre y gritamos doloridos: "¡Qué pena la mía! Se ha cambiado la diestra del Altísimo!" (Cf. Sal. 76, 8-11.). ¡Quisieramos gritar de esa manera! Pero, pensandolo bien, ya ni si quiera se recuerda los tiempos gloriosos de nuestro Dios, ya ni siquiera se habla de su Nombre, ya no se piensa en el Altísimo. Cuando nos encontramos en la calle y vemos a chicos en situaciones poco agradables, a personas en la total pobreza, a niños desnutridos, a jóvenes drogados, a personas que viven del robo; cuando escuchamos a nuestros vecinos, o incluso en nuestras propias casas, a familias discutiendo, a una falta de respeto que supera todo lo comprensible y que se lleva este comportamiento en la escuela, en lugares públicos, etc. Cuando vemos en el noticiero las guerras, la falta de diálogo, programas que fomentan la pornografía, la droga, el descontrol, la falta de caridad; cuando sabemos de personas que no llevan una vida digna, cuando en la noche de los fin de semanas, encontramos a personas en situaciones de muy bajo honor, cuando también nos miramos hacia adentro y encontramos un "sepulcro blanqueados por fuera" solamente (Cf. Mt. 23, 27.), nos preguntamos una y otra vez "¿Por qué Dios?". La respuesta está en la misma pregunta. Cuando se prohibió que en las Escuelas se hablara de Dios, de la Catequesis, etc. se preguntó ¿por qué Dios tiene que estar en la Escuela?(1884, ley de Educación Común), no había necesidad de meter a Dios en los establecimientos educativos (sacando que después aparecen los establecimientos Católicos nuevamente), pero se le quitó importancia a Dios en la educación. Cuando dejamos de ir un domingo a Misa, cuando no llevamos -hablo por los padres- a los hijos a la Iglesia, cuando no los acercamos al Sacramento, nos preguntamos ¿por qué Dios se va a fijar en esto? Nosotros le dijimos a Dios que no se meta en nuestras vidas, ¿hace mucho que no realizas la bendición de los alimentos en la mesa antes de comer? ¿Hace cuánto que no rezan en familia? ¿rezan por la noche? ¿Le agradecen a Dios por el día nuevo? Simplemente nos pregutamos ¿por qué Dios tiene que estar presente? Poco a poco vamos alejando a Dios de nuestras vidas, mejor dicho, poco a poco nos vamos alejando y olvidando de Dios y luego nos preguntamos, ¿por qué los jóvenes no tienen una formación íntegra? ¿Por qué las familias no duran como antes? ¿Por qué hoy en día el amor es un juego que termina mal? ¿Por qué nuestros adolescentes tienen una nueva pareja por sábado? ¿Por qué ya no les interesa hablar en familia? ¿Por qué mi hijo/a me contesta y falta el respeto? ¿Por qué hay tanta falta de orden? ¿Por qué hay injusticia y falta de caridad? Simple, porque nosotros alejamos a Dios y le dijimos que no se meta en nuestras cosas, y como buen caballero, se alejo sin decir nada; es por falta de Dios, del Summum bonum, que las cosas suceden ya que "ninguna naturaleza, es mala por naturaleza, sino en cuanto disminuye en ella el bien que tiene" (Cf. De la naturaleza del bien, S. Agustín. Cap. XIV). Es tan triste ver a los jóvenes, en verdad a toda persona, alejarse del lado de su Creador; Ante tales preguntas, ante tales situaciones de la vida, nos vemos abandonados; empezamos a desconfiar, inclusive, de nosotros mismos, de nuestras palabras, de nuestras acciones; nos sentimos incapaces para emprender cualquier tarea. Las cosas malas no suceden porque Dios quiera el mal para sus hijos, "¿o acaso dónde se vió que al hijo que pide pan se le dé piedra?" (Cf. Mt. 7, 9.). ¡No, así no obra el Señor! El Señor no quiere el mal para sus hijos, no quiere para nada su mal. Su amor es más grande que el amor de una madre hacia su hijo, "aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré" (Cf. Is. 49, 15.), dice el Señor. Aunque quisieramos apartarnos igual de los brazos amorosos del Creador, aunque quisieramos alejarnos de su presencia; si tramos de andar por caminos propios, sin importarnos nada de su presencia; si tratáramos de andar y hacer nuestros propios caminos, Él siempre estará a nuestro lado, en esta vida "no hay lugar en dónde se pueda apartar" (Cf. Confesiones, S. Agustín. Libro II, VI) de Dios.  ¿Hasta cuándo?. Mi lectura favorita comienza con un "¿Hasta cuándo...?" (Cf. Job 19, 11.). Luego de medir el por qué de la asuencia de Dios y dónde está cuando lo más necesitamos, pensamos el hasta cuándo de las dolencias, de las crisis, de las caídas, de los dolores, de la ausencia de Dios en nuestra vida. ¡Qué gracia sería tener la fortaleza y paciencia de Job que, a pesar de las tribulaciones y caídas, él se mantuvo firme y siempre alabando a Dios! Siempre esperando la respuesta de Dios. Dios parece que está dormido, parece que no actua, parece que se hace el sordo ante nuestros gritos; sólo parece, sólo disimula, sólo espera el momento adecuado y oportuno, ya que nuestros tiempos, no son los de Él; es el momento de nosotros empezar haciendo el bien para acabar con las situaciones malas que acaecen en la vida, pero no con nuestros tiempos y nuestra falta de paciencia, mas bien, con los tiempos de Dios, en palabras del apóstol "no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cocecharemos, si no nos damos por vencidos" (Cf. Gal. 6, 9.), ese "tiempo" es el tiempo de Dios, es el tiempo en que veremos su Gloria como los tiempos memorables, es el tiempo que debemos esperar. Hay que esperar siempre en el Señor (Cf. Sal. 129.). Queda en nosotros también ayudar y poder decir a los demás "preparen el camino del Señor" (Cf. Lc. 3, 4.), ayudar en este tiempo, para que se vuelva a hablar del Señor, para que sea una noticia permanente, para que no sea sólo un juego o un rito, sino un estilo de vida, una alegría permanente. Acercar a los demás, a los jóvenes que están fuera de las parroquias, pero también acercar a Dios a los jóvenes que tenemos ADENTRO de la IGLESIA y parecen que están más lejos que los de afuera. Hay que empezar por casa, todo bien con lo de "salir al encuentro del que no está en la parroquia", ¿pero para qué salir si tenemos dentro de la Iglesia a jóvenes que toman al sacramento como algo más de su vida? Ayudemos a misionar dentro de la parroquia, dentro de los grupos, para hacer entender que "el sacramento no es un rito mágico sino un encuentro con el Señor que nos espera" (Papa Francisco). Queda en nosotros respondernos el ¿Hasta cuándo?, sigamos la pregunta y digamos ¿hasta cuándo estaré alejado de mi Sumo Bien, de Dios, mi Señor? ¿Hasta cuándo tendré como algo pendiente el diálogo con el Creador y la Caridad con mi prójimo? ¡Ahí comienza a entenderse el por qué suceden las cosas malas y en dónde está Dios. Dios está a nuestro lado tratando y esperando que cada uno le habla para que juntos, contrarrestar el mal. ¡Dios está con nosotros siempre y en todo lugar! Muchos de los que vamos a la Iglesia, sólo hablamos de Él cuando se nos dice, y a veces -tristemente-, sólo cuando respondemos las oraciones comunes, "¡Ay de los que se callan acerca de Tí! No son más que mudos charlatanes" (Cf. Confesiones, S. Agustín Libro I, IV.), ¡no seamos mudos charlatanes! Empecemos por nosotros para poder cambiar a los demás, y ante las preguntas ¿dónde está Dios, por qué Dios y hasta cuándo Dios? podamos confiarnos y ponernos en sus manos para salir de esa oscuridad de muerte y poder ser luz para llevar la luz a los demás. Que podamos en esos momentos y en los momentos en que nuestros amigos, familiares o conocidos cruzan por esa senda de abandono espiritual, poder ayudarlos y llamarlos para que juntos podamos -y no lo podía no usar- "navegar mar adentro" (Cf. Lc. 5, 4.) por las aguas de la bondad, dirigidas por el viento amable del Eterno y Sumo Bien, nuestro Dios. "¿Quién me concederá que vengas a mi corazón, para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único sumo bien mío?" (S. Agustín).
Caminar en la noche por pasillos oscuros; caminar en la noche con sólo el sonido del agua brotando de alguna fuente a lo lejos. No hay voces, no hay ruidos, no hay sensaciones. Mis pasos hacen eco en los paredes interminables, en los pasillos silenciosos. Ya estuve aquí, lo sé; no recuerdo para qué ni por quién. ¿A quién busco? ¿A quién deseo encontrar? ¿Hacia dónde voy? ¿Hasta cuándo? Quisiera subir a lo más alto y gritar, hablar, enseñar; quisiera subir y ver a las masas viniendo hacia mi voz, que en fin es tu Voz. Pero quieres que siga caminando en la noche por pasillos oscuros; quieres que medite y cante tus proezas en el silencio de mi alma. Sólo las paredes serán mi compañía, sólo el pasillo será mi amigo; sóla la oscuridad sabrá de mis palabras, sabrá de mi sabiduría, sabrá de cuanto todo podría haber gritado en lo alto. El Agua sigue brotando, sigo caminado y la Aurora no se hace notar. ¿Hasta cuándo?
EL AMOR COMO UN CAMINO SIN MENTIRAAntes que termine este día quisiera hablarles nuevamente del amor, como un camino sin mentira. Ya esta altura tendríamos que tener bien en claro qué es el amor. Nos vemos rodeado de un amor falso, de un amor mentiroso, de un amor que engaña, una buena definición nos la da el gran Padre de la Iglesia: "La mentira consiste en decir falsedad con intención de engañar" (San Agustín, De mendacio 4, 5). ¿Puede decirse que en el amor puede haber lugar para la mentira? ¿En una pareja puede dejarse espacio al engaño, a la falta de verdad? Tristemente sucede. Dirán: ¡Pero qué pesimista este chico! No sé si tan así; lo que podría decir es que veo día a día la decadencia del amor, la caída de la dignidad humana, la desaparición del ser persona, la banalización de lo sagrado. ¿Entonces qué podría hablar? ¿De qué podría alegrarme y por qué expresar exaltación por algo que va para atrás? Pero aún queda esperanza, aún existen personas dispuestas a dar todo por la otra persona, a entregarse por completo, a ser generosos en el amor, a conseguir el amor verdadero y serlo. Como todo camino el amor presenta piedras, desvíos, atajos, saltos, peligros, alegrías y encuentros. Este es un camino que se inicia solitario, sombrío, a oscuras; es un camino que se necesita valor para transitarlo, ¡mucho valor! Se necesita formación, se necesita experiencia, ¿en el amor? No, no. El amor se encontrará a la mitad del camino, antes tiene que pasarse por otros momentos en los que si no quieres caminar sólo, tendrás que tomar el camino de a dos y, siendo un camino muy pequeño, tendrá sus caídas, sus desvíos, sus piedras y dolores. ¿Tendremos que transitarlo sólo? No, al inicio sólo un rato. Cuando tú te decidas a encaminarte hacia el verdadero amor, estarás dispuesto a caminar sólo y llegar rápido a los brazos de tu 'media naranja'; si decides ir acompañado, trata de no soltarte nunca de la mano de la otra persona, sino te verás con las consecuencias. Cuando llegamos a ese amor, cuando podemos caminar, estamos seguros en las vías de la verdad, en el camino del amor, no tenemos miedo, ya que "no hay temor en el amor verdadero" (cf. 1Jn. 4, 18). Este camino que emprendemos, tiene que ser un camino sin mentira. ¡Un camino en dónde podamos confiar de la otra persona y hacernos confiables para la otra persona! Hay oscuridad, no se puede ver nada, sólo la luz de los ojos de la otra persona son la guía. ¡Ese es el amor puro y verdadero! Un amor en el que podemos confiar, podemos mirarnos a los ojos y caminar juntos a la par. Pero, cuando uno de los dos falla a la promesa de la verdad, nos perdemos, caemos, nos lastimamos, lloramos como niños abandonados en medio del camino. ¡No llegamos a cumplir nuestro cometido! Muchas veces, nosotros por querer mirar otros ojos "más lindos", por querer tratar de acompañar a dos personas a la vez en el camino del amor, nos agarramos de la mano de una persona, tratamos de alcanzar a la otra y nos lastimamos, nos forzamos demasiado y, como ya dije, nos cansamos de llenar la lista de amoríos pasionales. Cuando nos damos cuenta no tenemos ni una mano, ni la otra, ¡perdimos a las personas! Y, lo más triste, nos perdimos nosotros. Capaz, y sucede casi siempre, la otra persona hizo lo mismo que nosotros. ¿Pero qué es esto? ¿Pero qué sucede? ¿Dónde está la dignidad y el respeto por la vida humana? Nos olvidamos de lo que somos y nos tratamos como premios, como cosas, ¡nos cosificamos!, tenemos la lista llena de premios -que no niego que puedan ser lindos recuerdos-, pero siguen siendo tristes premios que ya no tenemos. ¡Seguimos jugando en la mentira! ¡Seguimos jugando en la falsedad! Para concluir, les recomiendo que antes de emprender este camino de amor, este camino de verdad, este camino de entrega generosa, nos plantiemos seriamente si es la persona indicada, si estaríamos dispuestos a cruzar por oscuras quebradas y caminar a la par, ¡tratemos de respetarnos! Y, ¡cuántas parejas terminan cuando aparece la mentira! ¡Cuántos matrimonios acaban cuando la verdad desapareció de la vida! Piensen en la familia que tienen, busquen herramientas para que esa verdad no se termine, para que la mentira y el engaño salga de su hogar que tanto lucharon para lograr. ¡Somos seres humanos, somos personas dignas, respetemosnos! Una vez en el camino, si son cristianos, recuerden que "el que ama, construye" (cf. 1Cor. 8, 1), y construye edificando en aquél que es amor (cf. 1Jn. 4, . ¡No pierdan las esperanza! Y si ya se terminó el amor, bueno, es hora de volver a empezar a construir en la verdad. ¡Tenemos muchas herramientas para no fallar en este camino de amor, en este camino sin mentira! "La medida del amor, es amar sin medida" (San Agustín).¡Buen año nuevo 5774 Judío! ¡Rosh Hashaná!!
EL AMOR COMO UNA ENTREGA GENEROSA. Hoy es el turno del amor, como una entrega generosa. No se puede separar al amor de la generosidad. No se puede pensar en el amor sin traer al pensamiento la entrega total y generosa de una pareja. Al pensar en estas cosas no puedo dejar de citar y recordar al gran hombre de Hipona, que decía en uno de sus sermones que el amor es "como un manantial eterno de generosidad", un manantial que calma la sed, es agua que núnca se acaba y siempre permanece limpia y clara. Muchas veces, y lo vemos en nuestro caminar, hay personas que se entregan a un amor de una manera extraordinaria, podría decirse que dan todo -incluso la vida- por esa persona. ¿Pero es una entrega generosa? Muchas veces sí, pero otras tantas no. Cuando no hay generosidad en un amor, es cuando no se tiene en cuenta a la otra persona en todo aspecto, principalmente en su ser PERSONA. No hay generosidad, porque por dentro, el que da quiere recibir mucho más. No hay generosidad, porque no hay una fiel administración del don que se intenta dar y que se quiere recibir: el amor. La generosidad es un compartir, es un estar, es un pensar como el otro, es un unirse y dejar de ser individual para ser "una sola carne" (cf. Gen. 2, 24) con la otra persona. En la Iglesia Primitiva se habla de esta generosidad -claro, hablándo económicamente y materialmente, pero que puedo unirlo con el amor-, entre aquellos que "estaban juntos, y tenían en común todas las cosas" (cf. Hch. 2, 44). ¡Donde no hay tal generosidad, no puede existir la entrega de amor! La generosidad es un don que viene del amor. La generosidad siempre va de la mano con el amor. ¡Con gran alegría lo proclama la Iglesia: "Ubi caritas et amor..."(Donde hay caridad y amor...)! La caridad como una entrega de servicio, una entrega incluso para "dar la vida en rescate de muchos" (cf. Mt. 20, 28), sin medida, una entrega sin frontera y sin límite. ¡Ese es el amor verdadero que les decía ayer! ¡Ahí se ve, ahí se pone en juego, ahí se palpa el amor que te invita a entregarte por completo, a ser generoso con el otro y abandonarte en el corazón de la otra persona! Pero, no es una tarea fácil, para nada. Uno debe buscar día a día ese amor para el cuál fuimos creados y, como se diría, ese amor que es nuestra alma gemela. Cada uno debe preguntarse si está conforme, alegre, dispuesto para todo, con la persona que tiene al lado o con la cuál piensa o pretende realizar algo. Muchas veces se siente la llama adentro de uno, que no lo deja en paz, cuando ve al "amor de su vida" pasar por delante de sus ojos. ¡Pero no se dejen llevar por el impulso del DESEO PASIONAL, como les dije ayer, por favor! ¡No se dejen arrastrar por ese DESEO, que si bien es hermoso y lindo, al final es destructivo y doloroso! Cuando uno siente que está enamorado de verdad, con esa alegría y furia que entregaría su vida y haría cualquier locura por conseguir ese amor, está frente a un posible amor verdadero, a un amor que podría entregarse con generosidad. Y, podemos confirmar que es el amor, cuando nos sentimos en paz. Agustín buscaba la VERDAD, buscaba su RAZÓN de EXISTIR, su AMOR, y recién puede estar tranquilo cuando su corazón, que estaba inquieto, descansa finalmente en Dios (cf. Confesiones, cap. I). ¡Encontró su amor! ¡Encontró al amor que se entrega con generosidad! Cuantos andan buscando día a día, (o en vez de buscando podría decir jugando), ese amor y por querer "encontrarlo" siguen pasando y llenando la lista de amoríos pasionales. ¡¡Basta... basta de jugar con la dignidad de la persona!!El amor es algo hermoso, sin duda. El amor que vemos hoy en día no da mucho que desear. Capaz que pocos me entenderán, ¿pero de qué sirve hacer feliz a una persona, en el amor, sólo un determinado tiempo? ¿Dónde se mete después los miles de "te amos", los miles de "por siempre", los millones de "nunca te abandonaré"? ¿DÓNDE? Si es una entrega generosa, ¡que se sienta, que se note! ¡Qué lindo es hacer felices a los demás! ¡No es una pérdida de tiempo! Pero, si la felicidad es el amor, debe tomárselo con seriedad. En verdad "la mejor manera de obtener la felicidad es haciendo felices a los demás", nos decía B. P. en su último mensaje; siguiendo este ejemplo, de felicidad sin medida, de entrega por los demás, de querer el bien del otro, nos damos cuenta que lo mismo acaece con el amor: ¡Si no hay una entrega generosa, es poco posible que llegue a ser una verdad revelada! Esto no es difícil de conseguir, sólo hay que ponerse a pensar en frío, frenar un poco las actividades y pensar: ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Estoy amando, usando o qué? ¿Estoy dispuesto a entregarme con generosidad y amor? No es difícil, y nos daremos cuenta que es amor ya que "cuando se ama, no se sufre y... si se sufre, hasta se ama el mismo sufrimiento". (San Agustín)¡Mañana seguimos con esta Semana dedicada al amor!
EL AMOR COMO UNA VERDAD REVELADA. Como dije hablaré en estos días sobre el Amor, esta vez como una verdad revelada. ¡Tan dulce es la palabra Amor! ¡Tan llena de sentido y llena de vida! Y, desgraciadamente, ya no se utiliza como se debería; ya no tiene la misma función tan agradable, perdió toda su magia; se usa demasiado y se utiliza para todo, y palabra que sirve para todo, no sirve para nada. El Amor es una verdad que se hace palpable, que se hace notar, que se revela, no se oculta; El amor se muestra de una manera admirable, de una forma asombrosa; es como una luz que no se deja ocultar, una luz que se revela, una luz que alumbra e "ilumina el corazón" (cf. Sto. Tomás, sobre la caridad). Si es tan así el amor, si se muestra y no se oculta, ¿por qué es tan difícil encontrar, hoy en día, el 'amor verdadero'? ¿Por qué resulta tanto trabajo, para muchos, el verse cara a cara con la verdad revelada, que es el amor, y no derrumbar ese amor de un día para otro? ¿Por qué razón lo que sentimos hoy, si es tan verdadero el sentimiento, si es tan revelado desde un principio, si es amor puro, se termina en un lapso de tiempo determinado y muy efímero? Aún no lo sé. Debemos empezar por buscar ese AMOR VERDADERO que se REVELA y no fatigarnos tratando de "llenar la lista" con amoríos pasionales. ¡Amores que duran poco! ¿Digo amor? ¿Ven que usamos la misma palabra para decir otra cosa? ¡No es amor! El amor es una verdad que se revela cotidianamente, y si es VERDAD debe PERDURAR, y si es REVELADA, no es para que termine de un día a otro, sino para que continue y sea perseverante en el Amor. Ya lo decía san Agustín, aquí no se trata de privarlos en el arte de amar, es decir, de no amar a nadie, sino "que elijamos a quién amar de verdad" (cf. Sermón 34). Por eso, pensemos si estamos amando o si es otra cosa, otra cosa que no sé cómo llamarla. Aquí no sólo no se ama, sino que se UTILIZA el AMOR para UTILIZAR a la persona; Y, tristemente, ya no es uno el que utiliza y hace mal uso del otro, sino que, son ambos. Hay culpa de ambas partes. ¡No se quieren! ¡No se respetan! ¡Mujer, hazte respetar! ¡Hombre, respeta! Si no quieres amar, no digas que es amor a una 'cosa' que vos mismo/a sabes que no lo es ni que va a durar. Para que el amor sea una VERDAD REVELADA tiene que haber un llamado especial del DESEO PASIONAL, que se una con la AMISTAD INCONDICIONAL, y se refuerza con la COHERENCIA DE LA UNIDAD. En muchos casos, y por eso falla el AMOR, sólo se dejan llevar por el puntapié del DESEO PASIONAL que los lleva a navegar por las aguas bien lejos, pero cuando ese DESEO se acaba, y si no hay AMISTAD INCONDICIONAL ni COHERENCIA DE LA UNIDAD, ¡se pierden y mueren en plena mar! (A veces uno, a veces otro, a veces los dos); si el AMOR es llevado por la AMISTAD sin los otros dos, pasaría lo mismo. ¡Dejemos de decir y utilizar el "TE AMO" sin necesidad y sin coherencia! ¿Acaso ya no esperas más a tu principe azul, querida mujer? ¿Acaso -y para la que ya tiene a su "príncipe"- estás cansada de lo que tienes al lado y llamaste alguna vez amor? ¿Acaso no quieres amar y ser amado por una mujer con todas las letras, a vos hombre? ¿Acaso no te gustaría que te respeten en el amor? Y, si sos cristiano/a, el amor es "la señal que distingue al cristiano" (cf. Jn 15, 12) ¡Usá bien del amor, por favor, y no juegues con eso! Muestren que vale la pena ser cristiano. No es bueno andar jugando con el amor y con las personas, con su corazón y sus sentimientos. ¡El amor llegará! ¡Busquénlo en la verdad! El amor se revelará sólo y a su tiempo. ¡El amor es respeto sobre todo! y, sepan que "el verdadero amor es paciente y bueno" (Cf. 1Cor. 13, 4). El amor, como verdad revelada, se presentará! Y si se presenta, tengan respeto y sepan encontrar en esa persona los tres puntos que aclaré. "Esto es en verdad amor: obedecer y creer al que se ama" (S. Agustín) ¡Hasta mañana!
"¡Qué alegría cuando me dijeron: ¡Vamos a la Casa del Señor!" (Sal. 121, 1). ¡Mi corazón se alegra por este viaje! Salto de gozo por el Encuentro que presenciaré. ¡Es el momento para demostrarle al Mundo Entero que aún quedan jóvenes dispuestos a entregar la Vida por Cristo Jesús! Y, en palabras del próximo Santo Juan Pablo II, "¡Vale la pena dedicarse a la Causa de Cristo! ¡Vale la pena!". La Iglesia de Cristo, y cuando digo esto me refierio a la Iglesia Católica Romana...; Sacando, claro está, todos sus errores y caídas -que por ser una Institución humana la tiene que tener-, ya que "errare humanun est" (Cicerón)..., se vio, últimamente, ultrajada y criticada por varios lados; incluso, con gran tristeza lo digo, por sus propios integrantes que, desde adentro, fue manipulada e injuriada. Pero la Iglesia Verdadera, que es de Verdad porque su autor es la misma Verdad (Jn. 14, 6) tiene su fundamento y su raíz en el Hijo de Dios, su Real Fundador que otorgó a Pedro (Mt. 16, 18) la tarea de conducir la Barca de la Iglesia por medio de tormentas; tormentas que llenan la Barca de peces moribundos, de lodo; que pareciera que no queda otra que undirse en la desolación. Pero, Cristo Jesús, nos da las herramientas para que esta Barca siga flotando por la Historia de la Humanidad y, gracias al sucesor de Pedro, esta Barca a permanecido conciente que su Señor permanecía en ella (Mt. 8, 24), que su Señor no la abandonaría hasta el Final de los Tiempos (Mt. 28, 20); pero muchas veces, como tristes cristianos que somos, pensamos que el Señor duerme en la Barca y no contesta, que ha desaparecido de nuestras vidas, que dejó de conducir su Iglesia hace ya muchísimo tiempo, pero Él, con gran poder, se levanta y para la tormenta.Este es el Momento, este es el día glorioso en que, como Comunidad Universal, tenemos que salir al encuentro del otro, a cantar las maravillas del señor. Debemos salir todos cantando, no solo los que vamos a compartir esta experiencia en Río de Janeiro, sino todos los cristianos del Globo salir para contarles al mundo lo que "hemos visto y oído" (Hech. 4, 20). Jóvenes, desmostremos que somos capaces de ayudar a los demás, de levantar al caído y sonreírle a la vida, diciendo sin miedo a los demás que "si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos" (San Agustín de Hipona) Falta tan poco para emprender este viaje, para poder tocar el suelo de Brasil. Falta tan poco para gritar y cantar las Maravillas de la Creación, para proclamar con viva voz los Misterios de la Redención. ¡Ya siento la presencia del Santo Paráclito! Y, luego, al finalizar la Jornada como en el término de la Misae (el envío), vamos a recibir el envio para ir y hacer discípulos a todas las naciones (Lema de la JMJ Río 2013, tomado de Mt. 28, 19). ¡Es el momento de la Iglesia Joven! ¡Es el momento del Cristo Jesús! Es el momento de defender con nuestra vida a la Vida, que es Cristo presente en la Iglesia, su querida y amada Esposa. Tener presente, con este envio, las características de la presencia del Evangelio que vamos a trasmitir y que, nuestros padres, nos trasmitieron; además es nuestro deber de Iglesia,  "velar para purificar y fortalecer todas las manifestaciones de fe" (Lumen Gentium, 13), la manifestación que vamos a vivir es una de las más hermosas que el Sucesor de San Pedro Francisco nos invita, y que siguiendo la línea de sus predecesores -entre ellos el Papa Emérito Benedicto XVI y el Beato Juan Pablo II-, nos llama para reunirnos en torno de Jesús Eucaristía y los demás jóvenes del mundo para demostrar que somos la "Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica" (Fragm. Credo Niceno-Constantinopolitano). Es verdad, y nos lo expresa nuestro Santo Padre Francisco en su primera Encíclica, que en "las jornadas Mundiales de la Juventud, los jóvenes manifiestan la alegría de la fe" (Lumen Fidei, 53). Ante tanta oscuridad, los jóvenes católicos traen en sus ojos y en su corazón la Llama Viva de la Buena Noticia. Demuestran, como los primeros cristianos, la alegría y la espera de la Venida del Reino de Dios. ¡Que bueno sería, que todos los peregrinos una vez en casa, sean ejemplos a seguir! Que alegría para todos las familias de los jóvenes, que ven de nuevo a sus hijos o familiares luego de tan linda experiencia, encontrarse con jóvenes que reflejen el rostro de Cristo, que puedan decir junto al Apóstol: "Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí" (Gal. 2, 20). Es en el hogar donde se debe comenzar a predicar con el ejemplo y a ser luz en las tinieblas. Que puedan traer esa paz, esa esperanza y ese amor Misericordioso del Redentor que, con sus brazos abiertos, recibe a toda la familia, que es "la Iglesia Doméstica" (Aparecida, 115), donde uno aprende a decir amén por primera vez, donde uno crece en caridad y amor, donde uno aprende a conocer a Dios en el servicio al hermano. Una semana en donde podremos compartir el ser cristiano, una semana en donde no nos vamos a sentir solos. ¡Vamos a sentirnos poderosos! No vamos a tener miedo al ver esa ola de amor que alza sus manos a Dios. Una felicidad que mi corazón la percibe desde ahora, mi ánima ya está en el Monte del Corcovado mirando con expectativa a todas las banderas uniéndose bajo el Estandarte de Cristo Jesús. Es una manera linda, hermosa, magnífica para demostrar a los demás jóvenes que se puede ser feliz en esta Tierra alabando a Dios, haciendo su Voluntad y, sabiendo que "la mejor forma de ser feliz es haciéndo felices a los demás" (Baden Powell). ¡Vamos cantando hasta Río, queridos amigos! ¡Vamos que Él nos espera! En Río podremos, por lo menos en esa semana, demostrar que sí se puede ser Uno como lo pensó nuestro Señor desde el Comienzo (Jn 17, 21). Si bien en los últimos meses no estuve presente en las oraciones y no preparé mi corazón para participar de este Encuentro multitudinario, estoy consciente que no voy a ir como "turista", ni tampoco para conocer aquella bella ciudad del Brasil; sé muy bien, además, que tendré un encuentro íntimo y profundo con aquel Dios que "habla en el secreto" (Mt. 6, 6). Como Católico estoy más que contento de encontrarme con el sucesor de mi Piedra, de San Pedro; ¡Quiero agradecerle por la hermosa tarea de pastorearnos! (Jn. 21, 15). Espero -más que seguro que así será- encontrarme con otros jóvenes de diversas parte de la Tierra, para compartir la misma alegría de seguir a Cristo. ¡Qué loco! Seguimos a alguien que -para muchos- existió hace dos mil años, pero para mí y para el resto de los cristianos... ese Cristo que vivio, vive y vivirá por siempre presente en la Historia y en la Iglesia. Debemos llenarnos de ese Cristo para poder "llenar a los demás con Él" (Santa Teresa de Ávila), para que muchos puedan descubrir a Cristo en los hermanos y en las tareas simples. Este viernes por la noche, luego de Misa, partiremos para Río de Janeiro. Pido que María Santísima, la Madre de Jesús, la primera en todo nos acompañe y nos cuide. Esa María que nos dice que hagamos lo que su Hijo nos diga (Jn. 2, 5), que con ternura dijo que sí a su Señor (Lc. 1, 38), a pesar de su pequeñez y su poca edad. ¡Qué sea reflejo para muchos, para muchos jóvenes! ¡Qué sea nuestra compañera de camino! Esa María, que fue el primer sagrario y la primer custodia que salió al encuentro del necesitado (Lc. 1, 39) nos ayude también a caminar con Jesús y acompañarlo en la Velada con su Hijo Eucarístico. Esa María que permaneció en pie al lado de la Cruz (Jn. 19, 25), nos de la fuerza para caminar con la Iglesia en el Vía Crucis y esa misma María que recibió al Espíritu Santo (Hech. 1, 2) en el día de Pentecostés nos ayude a cumplir el envio de su Hijo: "¡Sean Misioneros!"  Alejandro Manzur.  
Si mis pecados no fuesen tan grandes, no podría ver a Dios como lo veo ahora. No quiero con esto darle el lado visto a mis caídas, tampoco quiero animar a otros a ir por el camino de la perdición. Quiero contarles que mi Dios, el Dios que tantos rezan sin conocerlo, el Dios que muchos comulgan sin saborearlo, el Dios que otros profesan sin sentirlo, a ese Dios es a quien yo lo escucho por las noches clamando mi nombre, por las mañanas saludándome y por las tardes esperándome.Mis pecados no me dejan verlo, mis pecados no me permiten conocer sus ojos; mis pecados me hacen tirar al suelo, postrarme delante de su Santa Presencia y escuchar su dulce, pero molesta voz que me sigue acompañando y mostrandome los secretos por los cuales tendré que pasar. A ese Dios misericordioso es a quien yo amo y por el cual espero. No dejará mi corazón y mi alma de querer salirse de este miserable cuerpo pecador hasta que no descanse en la Verdad. Es imposible caminar en esta vida sin creer en Algo, la perfección de ese Algo se da en Jesucristo, hijo de Dios. A lo largo de la Historia humana se observa a las grandes civilizaciones con sus dioses, diosas, seres fantásticos y sobrenaturales y, es nuestro Dios Trinitario en donde se ve la perfección de la Creación, nuestro reflejo. Soy un hombre pecador, treméndamente pecador,que sabe que comete pecados y los hace por gusto y placer. Pero soy un hombre que se siente culpable y agradecido por creer en Dios. El pecado se hace gigante al lado de Dios y a su vez se hace pequeño junto a su misericordia. No tengan miedo, no tengan miedo de mirar a Cristo.  
La Función Social de la Historia                                                                                                                                                                                                                 Manzur, Alejandro E.                                                     Al hablar de función queremos decir que daremos a conocer algo, su para qué. La función -su para qué- es la finalidad de un conocimiento; es el sentido más profundo de un saber; es la utilidad, el uso correcto de algo en específico. En este caso la función que tiene la Historia, como ciencia y vida, en el ámbito de lo social. Y antes de entrar a la función social, el texto de Florescano, nos adelante una definición –función- de la Historia. Nos dice que es “la disciplina del auto-conocimiento humano”[1]. El querer conocer lo que el hombre puede ser capaz de hacer desde una mirada hacia el pasado desde el presente.     En este primer Informe, sobre la Historia inmersa en la vida de la sociedad, quiero expresar mi estima hacia esta disciplina, hacia este estilo de estudio; ¿y cómo llegué a conocer esta pasión, cómo pude alcanzar este grado de “enamoramiento” por esta rama de la ciencia? La respuesta es clara: por la sociedad; La sociedad, comunidad de humanos, es Historia. No puede pasar desapercibida la Historia en la vida del hombre, no puede ser un solo mero libro para la comunidad colectiva. ¡El Hombre es Historia, se debe reconocer como tal! Sin la Historia, el hombre, deja de ser hombre. Es hombre por la condición de vivir en comunidad, de dejar su antiguo estado de naturaleza para ser un ser social. Su doctrina social se basa en la Historia del pueblo, en la Historia de su civilización, se transita en su curriculum. La Historia está arraigada fuertemente al hombre social como un árbol de profundas raíces. ¡Y eso es lo que trata de demostrar la Historia!: Se introduce en los orígenes del hombre para dar respuesta a sus orígenes; se sienta en el trono de la memoria, para justificar el poder del presente.     Está muy claro, que la Historia, fue un punto clave para la administración del pueblo, para su control. La Historia, tiende a dar explicación y fundamento; en este contexto, la “Historia actúa como factor cultural de unidad de un pueblo e instrumento de justificación de argumentos frente a otros”[2] para dar respuesta al estatus en que está sumergida la sociedad, para justificar –como dijimos- la función de  alguna regla impuesta; existe –continúo diciendo- para ayudar, en el marco político, a los gobernantes a conducir las masas y dar argumentos positivos y valederos de su gestión. La Historia, vuelve a analizar aspectos que fueron analizados de ciertas perspectivas que para el presente no tiene validez; el historiador “los relativiza, los despoja del sentido absoluto que un día se les quiso infundir (…); la historia muestra, con la implacable erosión del paso del tiempo sobre las creaciones humanas, que nada de lo que ha existido en el desarrollo social es definitivo ni eterno”[3], pero esto no debe ni tiene que convertir al historiador en juez de la Historia.     El ser humano, más en este siglo que transitamos, está llamado a responder el porqué de su existencia; tiene una vocación a mirar su presente conociéndolo; quiere saber más de su presente, quiere tener una visión panorámica de su cotidianeidad. Y aquí aparece la Historia, no como un último recurso ni mucho menos como el único; aparece para justificar la vida presente, para darle razón al existir del hombre –que como ya dijimos- es Historia misma; y como Historia quiere “comprender el presente”[4].     La Historia, ya por sí, es social. Estudia al hombre no por ser hombre, sino por lo que es y puede ser el hombre. A mi entender, el historiador, no se fija en la persona individual ni quiere comprender al hombre; más bien quiere comprender a la asamblea colectiva, a la Humanidad en sí. El historiador estudia no solo se fija en el ser individual, sino que sabe muy bien que “su objeto de estudio está vinculada al conjunto social que la conforma”[5]. No es egoísta la Historia, ni se fija en sus propios méritos. No busca la grandeza por medio de sus escritos –aunque haya algunos que se olvidan del verdadero fin de la Historia- busca incensar o banalizar cierto componente social de la vida del hombre. No es lo mismo decir que el historiador no debe buscar su propio interés en hacer historia que decir que el historiador, al hacer Historia, está influenciado por la subjetividad que le impone su presente; ya que es imposible hacer Historia solo con el pasado. El historiador se sirve del pasado para analizar el presente y así viceversa, se dijo sobre esto que “toda investigación del pasado es siempre historia contemporánea”[6] porque aún haciendo el mayor esfuerzo para situarse en el pasado para analizarlo desde los valores de aquél tiempo, no puede escapar –el Historiador- de interrogar el pasado desde el presente, transformando el pasado, con presiones y expectativas del momento en que se escriben. Vivimos construyendo el pasado desde nuestro presente.     Historia: vida y ciencia.       Vida  porque está encaminada hacia un fin: el conocimiento y la respuesta del hombre. Decir que la Historia busca solo satisfacer a la persona en el conocimiento de su origen: lo que es el hombre, qué función cumple, etc. No llega a completar el fin de su existencia. La Historia es vida, porque tiene el poder de construir y destruir una conciencia nacional respecto al pasado para construir un presente con otros argumentos a favor de ciertos postulados. Genera conciencia colectiva, esta es otra función de la Historia respecto a lo social, es un proceso de construcción de conciencia (quiénes somos, de dónde venimos, qué nos sucedió, por qué pasa tal cosa, etc.) La Historia es vivir la vida, y una vida que no lleva a la muerta. Una vida que lucha por la muerte del olvido, como dice Pereyra; es unión y transmisión de conocimientos. Esta función primordial que ofrece la Historia ayuda al hombre a responderse el cómo somos frente a los demás, qué nos relaciona y qué nos diferencia; eso es la identidad. Es vida que nace en comunidad, es vida que se hace en comunidad, se estudia en las, y a un conjunto de personas. ¡No es individualista! Siempre tiende a “trascender el individualismo”[7], a tener una visión más colectiva y más universal para la permanencia de una comunidad.       Ciencia porque tiene un método específico para llevar a cabo su objetivo, el de “explicar el presente acudiendo a los acontecimientos”[8] que ofrece el pasado. El historiador investiga, trata de llegar al fondo de algún asunto. Es ciencia porque no se basa de cosas que no existen, aunque en el presente no estén, tiene la posibilidad de documentos y archivos para poder –siempre desde el presente- analizar el pasado; “el historiador parte de una realidad”[9]. A partir de esto, la Historia, que es magistra vitae, enseña y de esa forma de trasforma en maestra de vida; no tanto por las lecciones que da sobre el pasado, sino por el acompañamiento que ofrece en el presente. Nos enseña formas de experiencia, y cómo esa experiencia ya vivida puede hacer pensar al hombre contemporáneo para ayudarlo con lo que vive o vivirá. La Historia es un puente de comunicación, y en eso se ve una función social, porque articula y pone en funcionamiento el conocimiento humano: tanto cultural, como social, religioso, etc.     Enrique Florescano, nos dice que la primer función social de la Historia, o la que se puede considerar como tal; es la de “dotar a un pueblo de un pasado común y fundar en ese origen remoto una identidad colectiva”[10]. La Historia ayuda en la construcción de la identidad de un pueblo; ayuda a su unidad por medio de enseñanzas y dogmas que ayuda a establecer una relación íntima del pasado con el presente. De esta manera ya no asociamos más  a la Historia como un conjunto de cronología o datos de causa-consecuencia; tiene un grado más de utilidad, de carácter universal.     El Historiador, es como el profeta Ezequiel que narra la Biblia. Es capaz de revivir situaciones del pasado, hace renacer aspectos que ya pasaron. Los huesos cobran vidas[11]. Es el interlocutor entre lo que pasó y lo que eso hace repercusión en el hoy; con su aliento da vida a lo que podría desaparecer. El conocimiento histórico es indispensable en la humanidad, es un conocimiento generado por la humanidad y para la humanidad.     Para ir concluyendo, la función social de la Historia, desde los primeros siglos de esta disciplina  hasta nuestros días fue considerada principalmente como una gran vasija en donde se depositan los saberes del pasado para forjar el presente con principios positivos e inmutables y así favorecer el buen funcionamiento de la sociedad. Muchas veces a lo largo de la historia, se observó que no era conveniente mirar al pasado para construir el presente; hasta que apareció la idea de progreso, y se debía mirar el pasado, para caminar en el presente y transformar así el futuro. La función social de la Historia en nuestro pasado próximo fue el de exaltar o hacer desaparecer héroes de la civilización, fue un momento de autorreflexión enfocado a adquirir una verdadera conciencia del pasado. La historia debe atender a responder las inquietudes y necesidades del hombre. La función de Historia en la sociedad es dar, como ya dije, fieles argumentos y defender las verdades para llegar al auto-conocimiento del hombre.       [1] R. G. Colligwood;  “La función social de la Historia”, de Enrique Florescano; (encabezado, pág 15) [2] “Historia, ¿para qué?”, de Pereyra; [3] “La función social de la Historia”, de Enrique Florescano; pág. 16 y 17. [4] “Historia, ¿para qué?”, de Pereyra; [5] “La función social de la Historia”, de Enrique Florescano; pág. 19. [6] Benedetto Croce. [7] “Historia, ¿para qué?, de Pereyra; pág. 50. [8] “Historia, ¿para qué?, de Pereyra; pág. 38. [9] “Historia, ¿para qué?, de Pereyra, pág 38. [10] “La función social de la Historia”, de Enrique Florescano. [11] Ezequiel 37, 1- 10. (Esta cita bíblica, una de las señales más asombrosas del libro del profeta Ezequiel, intenta demostrar por medio de símbolos la reconstrucción del pueblo de Israel. Desde otra mirada –no bíblica- el historiador tiene el poder de con su soplo revivir las historias del pasado). 
La SEMANA SANTA es el resumen de nuestra vida: Entramos, como muchos, entre vítores y alegrías; somos bienvenidos como "los mejores", muchas sonrisas detrás de muchas dudas; miramos a nuestro alrededor y estamos lleno de personas amables que nos tratan como reyes, sin embargo serán los primeros en olvidarse que existimos. Sabemos muy bien que no todos son AMIGOS, pero disimuladamente aceptamos sussonrisas y aclamaciones. A lo largo de la vida recorrida, nos cruzamos con muchos amigos, solo nos quedamos con unos pocos y de entre ese selecto grupo, solo (y tiene que ser así) escogemos uno (el fiel/mejor/gran amigo). ¡Hay que elegir bien! Entre ellos pueden estar el que nos entregue, el que nos traicione, el que nos abandone, el que nos niegue; el tiempo lo dirá. Cenamos con amigos, ellos comparten la vida, el pan y la mesa. Caminamos con ellos, tenemos largar charlas; charlas, verdaderamente, profundas. Contamos nuestros secretos, pero hay amigos que dicen serlo aún cuando cuentan a otros nuestros secretos. Cuando tienen posibilidad de dejarnos solos, ¡salen, corren, se dispersan! ¡Quedamos, en verdad, solos! Y, esos amigos... nos acompañan de lejos no más. Cuando le preguntan si nos conocen, ¿a éste? ¡Qué dolor! ¡Nos niegan! ¡Niegan años de amistad, solo para compartir pocas horas con nuevos amigos! Cargamos con la Cruz, esa Cruz que no sería tan pesada si los amigos nos pudieran ayudar. ¡PERO EL COLMO! El único que nos ayuda, es una persona que no conocemos y al cual le obligaron ayudarnos. ¿Dónde están aquellos que decían ser nuestros amigos? Pero, como buenos amigos que somos, en la altura de la vergüenza, los perdonamos, los amamos, nos despedimos. No hay otra que morir. La única manera de resucitar, es pidiendo perdón. Tanto por aquellos amigos que nos dejaron, como los amigos que dejamos nosotros... ¡Tenemos que reconciliarnos para revivir esa amistad! Y no tiene que pasar mucho tiempo, tres días no más. La Semana Santa, para mí, es el resúmen de la vida. "Amicitia quae desinere potest, vera nunquam fuit".
Semana Santa.
Autor: Alejandro Manzur  505 Lecturas
  Siete de la tarde, caía el sol por el horizonte. Estaba nervioso, caminando de aquí para allá; de un lado para otro en medio de mi habitación. Estaba nervioso, sabía que te vería. ¡No sabía que ropa usar! ¡No sabía que te iba a gustar! Mi casa estaba solitaria, no quise prender el televisor para no escuchar nada que me desconcentrara. Elegí la ropa, me dispuse a bañar. Ya eran las ocho de la noche, el sol se había ocultado para no ver lo que en mi mente había planeado. Mientras me bañaba me quedé petrificado en mis pensamientos. ¡Mi mente volaba! Si, como volaba. No estaba en la tierra, mucho menos en el baño. Había salido de paseo por mis recuerdos. Pero el teléfono me devolvió al suelo. ¡No podía creerlo eran las nueve de la noche! Ya estaba listo, cambiado, perfumado, había guardado todo  lo que debía en mi mochila. Me dijo que nos encontraríamos a las diez en la plaza de la ciudad. ¡Esa plaza! Allí nos dimos el primer beso, fue de tarde, no fue de noche como las otras veces que no solo besos fueron. Abrí la puerta y decidí salir en su búsqueda.  Continuara...  
El capítulo 19 del libro de Job comienza con una gran pregunta, una pregunta que cala en el fondo del ser humano. Una pregunta que nos hace estremecer y nos hace preguntar nuevas cosas. Como dicen de la Filosofía: al encontrar la respuesta de una pregunta, nacen otras preguntas. Comienza diciendo: "¿Hasta cuándo...?" Si, ¿Hasta cuándo? Es una pregunta que, en este mundo actual aturdido de la violencia, del desorden, del menosprecio, de la desigualdad, del pecado en sí nos retumba una y otra vez en el corazón. Hasta cuándo seguirá el ladrón en la calle; hasta cuándo el homicida seguirá matando; hasta cuándo Dios se hará el sordo; hasta cuándo los Jefes dejarán de soltar las riendas sin hacer justicia ; hasta cuándo la Iglesia seguirá defendiendo y custodiando al Pecado en sus paredes; hasta cuándo seré lo que soy; hasta cuándo tendré que vivir así; y muchas preguntas más que nos hacemos. Pero la pregunta de nuestro Job, va más allá del simple reproche. Dice: "¿Hasta cuándo me van a afligir y me van a torturar con sus palabras?". Aunque parezca una tontería, una pregunta más de las que planteamos anteriormente; aunque no se note la profundida de este interrogante, en lo más íntimo de nuestra ánima comienza a hacer "cosquillas" algo, a molestar. Ese algo, es Dios. Nos quiere tranquilizar, nos quiere aliviar la carga. Pero, en nuestra condición de humano, que ante la mínima prueba de Dios nos encontramos paralizados, tomamos esta pregunta como una gran piedra para tirar al Trono de los Cielos. ¡Pero ay de aquél! Job, un hombre que no dejó de dar gracias a Dios -incluso- en las tribulaciones y pruebas del Maligno. ¡Siempre tenía a Dios en sus labios! ¡Y a Él le daba las gracias! ¿Cuánto nos falta a nosotros para tal cosa? Debemos decir...  ¿Hasta cuándo seré pecador, hasta cuándo te ofenderé, oh Dios; hasta cuándo iré por el mundo como si no existieras; hasta cuándo voy a afligir y torturar con mis palabras a quién no merece tal trato; si, hasta cuándo, Señor? 
Las estrellas en nuestras cabezasy una lunita que alumbraba nuestros ojitos de pasión, de travesura y amor. Una noche cálida de veranofue el momento en que te encontré,debajo de aquél árbol,el árbol donde te besé;Debajo de aquél árbol, el árbol donde te encontré. El ruido del yuyo pisoteadoque tú marcabas con tus pasos,cuando te acercabas a mi cara;mi espalda contra el árbol. Y con lagrimitas en los ojos, me besaste aquél verano.  Veranito te fuiste lejos.¿Dónde estás, te has olvidadode la tarde linda bajo la lunaque he pasado junto al árbol?¡Vuelve, veranito, vuelve prontoque ya extraño sus abrazos!  Las estrellas en nuestras cabezasy una lunita que alumbra el árbol.   
El Árbol
Autor: Alejandro Manzur  360 Lecturas
¿Alguna vez te preguntaste quién es Jesús? No solo nos fiaremos de las Sagradas Escrituras y de la Tradición eclesiástica. Nos adentraremos en la historia, en la política, en la economía y en la mente de aquél, de quién se dijo por boca de Pedro ser "El Mesías, el Hijo de Dios vivo".  Hablaremos de un simple carpintero. Un humano no tan humano y un Dios no tan divino.Publicaré varios pensamientos, pensamientos de un jóven de 18 años, pido perdón por eso si hay errores teológicos. ¡Espero que les guste y comenten!  Los subiré la próxima semana, capítulo por capítulo.  ¿Les interesa? 
     Caminando en dirección a su encuentro, mirando el cielo celeste, pensaba: "¿Estará esperándome? ¿Cumplirá su palabra?". Mil sonrisas se dibujaban en mi rostro adolescente; por momento cantaba, se me iluminaba la cara por los simples recuerdos. La gente a mi alrededor abrá lanzado muchos argumentos a mi cara de enamorado. ¿Enamorado digo? ¿Podría ser aquello? ¿Estaba enamorado -una vez más lo digo, en verdad enamorado? Me detuve. Parecía, en cierto modo enamorado. ¡Pero no lo podía estar! ¡Me lo impedía yo mismo! Mi ser, mi ánima, mi cuerpo, mis pensamientos, mi moral iban por caminos diversos. Ninguno se ponía de acuerdo sobre si debía o no debía estar enamorado.      Pero podría ser cierto. En fin, seguía caminando. El cielo celeste, mientras más me acercaba a mi objetivo, se iba cubriendo de espesas y temibles nubes grises. ¡Cuántas veces en mi vida había experimentado el gozo y el dolor en un solo momento! ¡Cuántas veces había sentido el orgullo y la decepción! Es como que lo opuesto va bien puesto. Y así fue esa tarde. El cielo celeste me inspiraba a seguir mi camino, a encontrarme con mi "Destino", a seguir cantando y sonriendo como un loco enfermizo; Si, enfermo de amor. Pero a su vez, las nubes grises, me impedían el trayecto, me daba miedo y temor. El camino liso y seguro se transformaba en grietas y escándalo molesto. Me preguntaba una y otra vez a mis adentros, si debía continuar, si debía encontrarme con aquella persona en aquél lugar. No hice caso a las molestias, a los dolores, a la sangre derramada. ¡A nada de aquello! Seguí caminando, sufriendo en el camino.    Sufrir, amar, caminar y esperar. En una mirada cristiana, podría ser el camino perfecto, añorado, iluminado, ansiado. Pero no, se contradecía estos términos con el verdadero sentido que da la Iglesia. Sufría. Si, pero no por una causa santa y noble. Sufría, no en honor al Señor Jesucristo en la Cruz; ni menos a algún mártir de la Historia. Sufría por mi propio querer, por mí y por aquello que quería alcanzar, que no iba de la mano con los méritos de la Cruz ni con el pensamiento del purpurado. Amaba. Si, pero no a quién debía. O mejor dicho, no de la manera que debía a quién amaba. Amaba de manera desinteresada, sin ningún interés; pero a diferencia, del amor del Apóstol, mi amor no tenía validez, fundamento ni base. Era un amor sin compromiso, porque no quería tenerlo. Inclusive, ese amor no tenía interés para ninguno de los dos. Amaba por amar,  nada más. Caminaba. Si, ¿a dónde? ¡No lo sabía! Tenía el presente en mis manos, el pasado se me había escapado. Pero no tenía el futuro asegurado. No tenía a dónde caminar. Cada vez que hacía un paso hacia adelante con ese sufrimiento, con ese amor, hacía dos o más pasos hacia atrás. Así era mi caminar. ¡No había proyecto! Y si lo había, o si lo hubo: cambiaba, desaparecía, se borraba. ¡No había camino! Y, lo que más hice fue esperar. Si, esperé. Esperé con el Alma, el cuerpo, el sentimiento, y todo lo que se le ocurra en diferentes partes. Cada uno, esperaba algo diferente. No es necesario, creo, analizarlos. Esperaba. ¡Esperé el sufrimiento de la otra persona, por el sufrimiento dado! ¡Y sí qué sufrí! Esperé también el sufrimiento de otros, ya que al amar a una sola persona, se odia a miles. Esperé la respuesta del amor, esperé el amor, esperé al amor, esperé amor. No llegaba, no había camino. Y esperé también el camino. Siempre esperé.      Ya estaba por llegar, y si, había cumplido su palabra. Estaba allí, esperando. Había caminado. Dijo que sufrió y amó. Pero no por mí, fue lo que dolió. Preguntó -en realidad en mi pensamiento preguntó- "¿qué viaja más rápido que la luz?". Quería gritar a los cuatro vientos. Quería desaparecer y empezar un camino que había abandonado. Le respondí -nuevamente digo, en mis pensamientos- "Acércate, siente mi corazón cuando te acercas. Viaja más rápido, al latir, que la luz. Te amo". No pude decirlo, ni tampoco pude lograr que diga las cosas que esperaba. ¿Y si lo decía? ¿Podría responder? No lo creo. Pienso que es la situación de estar enamorado, te quedas sin palabras. Caminaba en dirección a... me olvidé. ¡Qué cabecita de enamorado!  
Estar enamorado
Autor: Alejandro Manzur  343 Lecturas

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