POR QU SUCEDEN LAS COSAS MALAS? DNDE EST DIOS?
Publicado en Sep 27, 2013
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¿Dónde está Dios? es lo primero que dice un creyente cuando no le salen bien las cosas, cuando todo va para atrás, cuando hay alguna desgracia irremediable en la familia, cuando muchas tantas otras cosas; Esta pregunta, este cuestionamiendo sobre la presencia de Dios en nuestras vidas, es propio de la persona que cree, que es fiel, no es de aquella persona que lo puso a Dios encadenado en un pozo ciego, ¡no! estas cosas -y demás- las dice un creyente. Cuando más necesitamos de Dios, ahí está Él; cuando más necesitamos de su abrazo paternal, ahí está Él y también ahí estamos nosotros llorosos, postrados y pidiendo a viva voz por algo, por una necesidad; sólo en ese momento estamos seguro de su existencia. ¿Qué pasa cuando no sale como lo deseábamos? ¿Qué sucede cuando todo aquello que construimos se derrumba de un día para otro? Nos preguntamos una y otra vez lo mismo: ¿Dónde está Dios? Cada vez que nos sucede una calamidad, somos trasladados automáticamente al Gólgota, en esa tarde triste en el que el Hijo de Dios se entregó por todos; estamos al pie de la cruz, junto a los demás, y le gritamos con furia, con bronca, hasta con odio: "Baja de la cruz y creeremos en ti" (Cf. Mt. 27, 42.), sí, baja de la cruz, muéstranos tu poder, ¿acaso no eres el Hijo de Dios, acaso no eres el Bendito? Nos reímos en su cara, somos los primeros -los creyentes- en abofetearlo y escupirlo (Cf. Mt. 26, 27.), y a aquellos que aún siguen confiando en Dios le recriminamos diciendo "Dinos, ¿dónde está tu Dios?" (cf. Sal. 115, 2.); no confiamos más en las palabras de Aquél que vino a salvarnos, no confiamos más en aquellos sus seguidores, porque nos sentimos defraudados, abandonados, dejados de lado, nos sentimos mudos ante los oídos del Sumo Bien; ¡Cuántas veces nos sentimos de esa manera! Cada vez que vemos una injusticia por las noticias, cada vez que vemos injusticia en nuestra propia vida, nos alejamos un poco más de Dios; ¡nosotros nos alejamos! Nosotros nos alejamos y pensamos que Él, lentamente, se aleja de nosotros para sentarse en su Trono en lo más lejano del Cielo, lejos de nosotros. Y todo esto por el siemple cuestionamiento de la presencia de Dios luego de algún desagrado de la vida, de nuestra vida. Sabemos muy bien que estas cosas suceden, tanto las desgracias como el alejamiento de las ovejas de su Buen Pastor, ¿qué hacemos nosotros, como fieles cristianos practicantes, ante estas situaciones? ¿Qué hacemos ante el olvido de Dios, ante el alejamiento del Señor, ante la desolación del alma? ¿Qué hacemos? Lo triste, y lo digo por experiencia, es que muchas veces actuamos como la mujer de Job y le decimos a aquellos que cruzan por la oscuridad y el abandono de Dios: "¿Todavía vas a mantenerte firme en tu integridad? Maldice a Dios y muere de una vez" (Cf. Job 2, 9.), lo decimos porque nosotros también estamos, a veces, bajo esa experiencia de crisis; y en verdad hablamos como personas insesatas, que no entendemos que "si aceptamos de Dios lo bueno, ¿por qué no aceptaremos lo malo? (Cf. Job 2, 10.); y sí que es difícil de entender a veces. No hablo de lo malo en nuestras vidas, ni de lo malo en la sociedad cuando me refiero al mal recibido por Dios, porque Él nos ama infinitamente y el mal no puede venir de Él, ya que "el mal no es más que privación del bien" (Cf. Confesiones, S. Agustín. Libro III, VIII), y Él es el mismo Bien; muchas veces Dios nos pone pruebas en nuestro caminar, pero no por ser malo -ya que no lo es-, sino para demostrar que somos capaces de glorificarlo incluso en el abandono, porque Él nuestro Padre. 
 
¿Por qué Dios?, ¿por qué dejaste que suceda aquello? ¿Por qué no viniste a tiempo y nos rescataste de esta terrible tragedia? ¿Por qué? Un nuevo planteamiento nos cruza por nuestro ser al pensar en cuanta desgracia terminó nuestra vida. Nuevamente señalamos a Dios con el dedo y le echamos la culpa de todo el mal que nos sucede, insultamos su Santo Nombre pensando que Él tiene algo que ver en todo aquello; nos alejamos de Él, una vez más, porque para qué seguir hablando con alguien que no escucha. Nos sentimos como el salmista, que con gran tristeza recuerda los tiempos antiguos en que Dios obraba y hacía maravillas por su pueblo, y ahora ni siquiera habla; pensamos que el Señor nos rechaza para siempre y gritamos doloridos: "¡Qué pena la mía! Se ha cambiado la diestra del Altísimo!" (Cf. Sal. 76, 8-11.). ¡Quisieramos gritar de esa manera! Pero, pensandolo bien, ya ni si quiera se recuerda los tiempos gloriosos de nuestro Dios, ya ni siquiera se habla de su Nombre, ya no se piensa en el Altísimo. Cuando nos encontramos en la calle y vemos a chicos en situaciones poco agradables, a personas en la total pobreza, a niños desnutridos, a jóvenes drogados, a personas que viven del robo; cuando escuchamos a nuestros vecinos, o incluso en nuestras propias casas, a familias discutiendo, a una falta de respeto que supera todo lo comprensible y que se lleva este comportamiento en la escuela, en lugares públicos, etc. Cuando vemos en el noticiero las guerras, la falta de diálogo, programas que fomentan la pornografía, la droga, el descontrol, la falta de caridad; cuando sabemos de personas que no llevan una vida digna, cuando en la noche de los fin de semanas, encontramos a personas en situaciones de muy bajo honor, cuando también nos miramos hacia adentro y encontramos un "sepulcro blanqueados por fuera" solamente (Cf. Mt. 23, 27.), nos preguntamos una y otra vez "¿Por qué Dios?". La respuesta está en la misma pregunta. Cuando se prohibió que en las Escuelas se hablara de Dios, de la Catequesis, etc. se preguntó ¿por qué Dios tiene que estar en la Escuela?(1884, ley de Educación Común), no había necesidad de meter a Dios en los establecimientos educativos (sacando que después aparecen los establecimientos Católicos nuevamente), pero se le quitó importancia a Dios en la educación. Cuando dejamos de ir un domingo a Misa, cuando no llevamos -hablo por los padres- a los hijos a la Iglesia, cuando no los acercamos al Sacramento, nos preguntamos ¿por qué Dios se va a fijar en esto? Nosotros le dijimos a Dios que no se meta en nuestras vidas, ¿hace mucho que no realizas la bendición de los alimentos en la mesa antes de comer? ¿Hace cuánto que no rezan en familia? ¿rezan por la noche? ¿Le agradecen a Dios por el día nuevo? Simplemente nos pregutamos ¿por qué Dios tiene que estar presente? Poco a poco vamos alejando a Dios de nuestras vidas, mejor dicho, poco a poco nos vamos alejando y olvidando de Dios y luego nos preguntamos, ¿por qué los jóvenes no tienen una formación íntegra? ¿Por qué las familias no duran como antes? ¿Por qué hoy en día el amor es un juego que termina mal? ¿Por qué nuestros adolescentes tienen una nueva pareja por sábado? ¿Por qué ya no les interesa hablar en familia? ¿Por qué mi hijo/a me contesta y falta el respeto? ¿Por qué hay tanta falta de orden? ¿Por qué hay injusticia y falta de caridad? Simple, porque nosotros alejamos a Dios y le dijimos que no se meta en nuestras cosas, y como buen caballero, se alejo sin decir nada; es por falta de Dios, del Summum bonum, que las cosas suceden ya que "ninguna naturaleza, es mala por naturaleza, sino en cuanto disminuye en ella el bien que tiene" (Cf. De la naturaleza del bien, S. Agustín. Cap. XIV). Es tan triste ver a los jóvenes, en verdad a toda persona, alejarse del lado de su Creador; Ante tales preguntas, ante tales situaciones de la vida, nos vemos abandonados; empezamos a desconfiar, inclusive, de nosotros mismos, de nuestras palabras, de nuestras acciones; nos sentimos incapaces para emprender cualquier tarea. Las cosas malas no suceden porque Dios quiera el mal para sus hijos, "¿o acaso dónde se vió que al hijo que pide pan se le dé piedra?" (Cf. Mt. 7, 9.). ¡No, así no obra el Señor! El Señor no quiere el mal para sus hijos, no quiere para nada su mal. Su amor es más grande que el amor de una madre hacia su hijo, "aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré" (Cf. Is. 49, 15.), dice el Señor. Aunque quisieramos apartarnos igual de los brazos amorosos del Creador, aunque quisieramos alejarnos de su presencia; si tramos de andar por caminos propios, sin importarnos nada de su presencia; si tratáramos de andar y hacer nuestros propios caminos, Él siempre estará a nuestro lado, en esta vida "no hay lugar en dónde se pueda apartar" (Cf. Confesiones, S. Agustín. Libro II, VI) de Dios. 
 
¿Hasta cuándo?. Mi lectura favorita comienza con un "¿Hasta cuándo...?" (Cf. Job 19, 11.). Luego de medir el por qué de la asuencia de Dios y dónde está cuando lo más necesitamos, pensamos el hasta cuándo de las dolencias, de las crisis, de las caídas, de los dolores, de la ausencia de Dios en nuestra vida. ¡Qué gracia sería tener la fortaleza y paciencia de Job que, a pesar de las tribulaciones y caídas, él se mantuvo firme y siempre alabando a Dios! Siempre esperando la respuesta de Dios. Dios parece que está dormido, parece que no actua, parece que se hace el sordo ante nuestros gritos; sólo parece, sólo disimula, sólo espera el momento adecuado y oportuno, ya que nuestros tiempos, no son los de Él; es el momento de nosotros empezar haciendo el bien para acabar con las situaciones malas que acaecen en la vida, pero no con nuestros tiempos y nuestra falta de paciencia, mas bien, con los tiempos de Dios, en palabras del apóstol "no nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cocecharemos, si no nos damos por vencidos" (Cf. Gal. 6, 9.), ese "tiempo" es el tiempo de Dios, es el tiempo en que veremos su Gloria como los tiempos memorables, es el tiempo que debemos esperar. Hay que esperar siempre en el Señor (Cf. Sal. 129.). Queda en nosotros también ayudar y poder decir a los demás "preparen el camino del Señor" (Cf. Lc. 3, 4.), ayudar en este tiempo, para que se vuelva a hablar del Señor, para que sea una noticia permanente, para que no sea sólo un juego o un rito, sino un estilo de vida, una alegría permanente. Acercar a los demás, a los jóvenes que están fuera de las parroquias, pero también acercar a Dios a los jóvenes que tenemos ADENTRO de la IGLESIA y parecen que están más lejos que los de afuera. Hay que empezar por casa, todo bien con lo de "salir al encuentro del que no está en la parroquia", ¿pero para qué salir si tenemos dentro de la Iglesia a jóvenes que toman al sacramento como algo más de su vida? Ayudemos a misionar dentro de la parroquia, dentro de los grupos, para hacer entender que "el sacramento no es un rito mágico sino un encuentro con el Señor que nos espera" (Papa Francisco). Queda en nosotros respondernos el ¿Hasta cuándo?, sigamos la pregunta y digamos ¿hasta cuándo estaré alejado de mi Sumo Bien, de Dios, mi Señor? ¿Hasta cuándo tendré como algo pendiente el diálogo con el Creador y la Caridad con mi prójimo? ¡Ahí comienza a entenderse el por qué suceden las cosas malas y en dónde está Dios. Dios está a nuestro lado tratando y esperando que cada uno le habla para que juntos, contrarrestar el mal. ¡Dios está con nosotros siempre y en todo lugar! Muchos de los que vamos a la Iglesia, sólo hablamos de Él cuando se nos dice, y a veces -tristemente-, sólo cuando respondemos las oraciones comunes, "¡Ay de los que se callan acerca de Tí! No son más que mudos charlatanes" (Cf. Confesiones, S. Agustín Libro I, IV.), ¡no seamos mudos charlatanes! Empecemos por nosotros para poder cambiar a los demás, y ante las preguntas ¿dónde está Dios, por qué Dios y hasta cuándo Dios? podamos confiarnos y ponernos en sus manos para salir de esa oscuridad de muerte y poder ser luz para llevar la luz a los demás. Que podamos en esos momentos y en los momentos en que nuestros amigos, familiares o conocidos cruzan por esa senda de abandono espiritual, poder ayudarlos y llamarlos para que juntos podamos -y no lo podía no usar- "navegar mar adentro" (Cf. Lc. 5, 4.) por las aguas de la bondad, dirigidas por el viento amable del Eterno y Sumo Bien, nuestro Dios. 
"¿Quién me concederá que vengas a mi corazón, para que olvide mis maldades y me abrace contigo, único sumo bien mío?" (S. Agustín).
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Por qu suceden las cosas malas? Dnde est Dios? Son cosas que nos preguntamos siempre ante situaciones que nos ponen ante la duda de la existencia y presencia de Dios.

Palabras Clave: Dios presencia existencia maldad bondad agustin hipona y con el de la iglesia catlica cristiana filosofa.

Categoría: Ensayos

Subcategoría: Filosofa



Comentarios (2)add comment
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MARIA VALLEJO D.

Alejandro.
Gracias por compartir su ensayo .
Saludos,
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September 27, 2013
 

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Interesante este teologico trabajo muy bien realizado e investigado amigo gracias por compartirlo. felicitaciones.
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September 27, 2013
 

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busy