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Si hubiera vivido en los años, más o menos, treinta y treshubiera besado la carne doloridade Cristo muriendo. Pero vivo en los años, más o menos, dos mil diezy nunca abriguéal pobre que duerme en la vereda fría. Ayer, como hoy,sigo ignorandoal Cristoverdadero. Nadie murmuró su nombre cuando el amanecer le dolía en la mirada. Un sol desangrado, como siempre mordía su pupila. En el recuerdo oscuro del paraíso el cuello de una mujer lo invitaba al beso. Aquel paraíso rojo que la piel esconde en torrentes de gota a gota. El cuello de una mujer crece en su deseo en sus dientes y en su alma que nunca muere, como Yo. Era gente con vocación pero apenas murmuraba el grito soñaba sin darse cuenta soñaba la liberación quería, sin darse cuenta, quería necesitaba gravemente la revolución y por ahora se conformaba con eso se conformaba con el gol. Sospecho una palabra en el extremo norte de tu silencio. No es tequieromuchoytenecesitotanto sino algomuchomás.. Sospecho que esa palabra es el eco míonorteando mi sur mudo. Ni reír ni llorar, comprender. Spinoza El Bicentenario es un termómetro de precisión útil para medir la energía cultural y política de la izquierda en la Argentina. Y lo que ese termómetro nos muestra es poco halagador. No quiero sembrar desesperanza. Sólo me anima la voluntad de despejar los velos que abrigan nuestra incomunicación con lo real. Es innecesario oponer un “pesimismo de la inteligencia”, que nos mostraría lo que hay, a un “optimismo de la voluntad” por el cuál seguiríamos luchando a pesar de todo. Notas anticipatorias de estas líneas, leídas por aquí o allá, me revelaron el rechazo de la izquierda por unas pocas ideas que parecen aguafiestas. Se me reprochó que cuestionaban “temas importantes”. Pero hay cosas que deben ser dichas aunque disgusten al conformismo. Reconocer la desnudez de nuestros pies en el desierto quizá ayude a calzar las suelas que nos permitan dar los primeros pasos en el reverdecer de la esperanza. La izquierda descolocada ¿Qué se ha hecho desde la izquierda con el Bicentenario? Si consideramos sobriamente el panorama, la pregunta parece ser esta: ¿qué ha hecho el Bicentenario con la izquierda? ¿Pudo ésta construir una opción convincente a las celebraciones oficiales? ¿Qué revela lo que ha producido sobre la estatura actual de la cultura política de la propia izquierda? Ciertamente, no hay una sola y única manera en que la izquierda, ella misma dividida en numerosas variantes, haya trazado una alternativa al Bicentenario “oficial”. Pero su perfil es reconocible y sobre ella quiero discutir. Voy a pasar de largo frente a lo que propuso la derecha social y cultural, pues en esa esquina todo ha sido muy débil, más endeble que lo pensado por la izquierda; el gobierno macrista de la ciudad de Buenos Aires no tuvo mejor idea que pertrecharse en el Teatro Colón como trinchera de la “alta cultura”. Con eso se condenó a la auto-representación de las clases medias-altas y altas como alejadas de la ignorancia de las masas, y por lo tanto renunció de antemano a la disputa por el sentido del Bicentenario. Y se entiende por qué: la derecha no tiene un proyecto de país con el cual captar la historia nacional. Por lo tanto, pensemos de una vez qué hizo la izquierda para este 25 de mayo. Quizá sea prematuro extraer conclusiones a partir de lo que se conoce hasta el momento. Sin embargo, no sólo están disponibles hacia el 25 de mayo de 2010 diferentes actitudes sobre el tema en la izquierda, sino que ellas son consistentes con tendencias culturales de más larga duración que la coyuntura bicentenaria. Intentaré mostrar el valor intelectual y las razones que regulan la postura de la izquierda ante el Bicentenario. La discusión carecería de relevancia más que polémica si se restringiera a centrarse en el tema específico de una inepcia político-cultural. Pero es más interesante si tenemos en cuenta que revela trazos significativos de la izquierda en la Argentina, de su escasa capacidad para pensar radicalmente su propia situación y la historia nacional. Es decepcionante que desde la izquierda se pretenda construir “otro” Bicentenario utilizando gestos de un revisionismo histórico indigente. Porque ese bicentenario presuntamente alternativo, popular y resistente, se sostiene en sujetos puros, bravos, monolíticos, idénticos a sí mismos, es decir, antihistóricos. En la izquierda apelamos a una simbología en la que figuran agentes tales como los pueblos originarios, los obreros del Centenario o de la Semana Trágica perseguidos por la policía y los grupos paramilitares, o cuando queremos exceder el espacio argentino, utilizamos la memoria de la revolución de los negros esclavizados en Haití, o la de las insurrecciones de Túpac Amaru, Tomás Katari y Túpac Katari en Perú y Alto Perú a fines del siglo dieciocho. No es que me parezca que esos sujetos sean irrelevantes. ¡Qué va! Sólo que esos retazos de las representaciones culturales son insuficientes para conectarse con la realidad argentina y las tensiones hacia un porvenir diferente. Pasa además que esa manera de representar la historia es compatible con actitudes acopladas al discurso estatal de la festividad, que celebra el presente también con una mirada revisionista hacia el pasado; se equivoca quien crea que el Estado defiende una “historia oficial” elitista o simplemente “blanca” (nota filokirchnerista: y menos mal que así sucede). Es cierto que hay también una fracción de la izquierda interviniente en esta coyuntura con el discurso “de clase”; tal izquierda enfatiza “otra historia” donde la clase trabajadora es la agente de la historia. Es habitual que recurra entonces al momento del Centenario en que se reprimió a socialistas, anarquistas, por entonces de significativa presencia en el mundo del trabajo, y se impuso el estado de sitio. O bien se recuerda el Cordobazo de 1969. Se va de tema aquella izquierda que nos presenta un Bicentenario como un tiempo de “crisis y revoluciones” (¿en la Argentina, en México, en Chile, en Perú?). También podemos hallar propuestas no clasistas, sino de corte “popular, acunadas en los cantos de las multitudes o los “sectores subalternos”. Estas variantes carecen de importancia en nuestro contexto: o bien producen monografías académicas con inflexiones “militantes” sobre las peripecias de la lucha de clases, o bien reposan en un populismo posmoderno que no interroga más que a las minorías universitarias. Establecido este panorama preliminar sobre las respuestas de la izquierda hacia el Bicentenario, lo fundamental es evitar la explicación de este extravío intelectual a las debilidades personales, pues se trata de una impotencia colectiva. Superar una derrota secular de la izquierda exige una transformación de la propia izquierda. Y no se crea que existe una nueva nueva nueva nueva nueva izquierda que permanezca al margen de este papelón cultural del Bicentenario. Tampoco es algo de lo que puede enorgullecerse la izquierda que se quiere la más ortodoxa y defensora de las “viejas banderas”. Es imposible que el pensamiento maltrecho de la izquierda proponga una visión alternativa del Bicentenario mientras se ampare en un revisionismo histórico de mala calidad, sin teoría crítica ni examen histórico-materialista. Y así seguirá mientras las fórmulas y ensalmos (¡Artigas! ¡Toussaint L’Ouverture! ¡los obreros de la patagonia!), o las apelaciones obsequiosas a “los vencidos”, pretendan reemplazar un trabajo de reconstrucción de los paradigmas de la izquierda, orientadores de una perspectiva histórica consistente y, sobre todo, iluminadora de una estrategia de transformación verosímil. Quiero mostrar la urgencia de pensar teórica y políticamente el desafío del Bicentenario desde la izquierda. Pienso que esto no ha sido realizado, ni ensayado sistemáticamente. Lo significativo es que la carencia de una propuesta consistente da cuenta de una impotencia profunda que merece ser discutida. La crisis de todas las estrategias de la izquierda radical –la socialista, la populista, la autonomista– revela en esa ausencia el calado de su deriva sin brújula. Espero indicar sucintamente los rasgos principales de las debilidades de la izquierda para enfrentar la problemática del Bicentenario y esbozar algunas líneas de una perspectiva alternativa que demanda una reconsideración de la crítica marxista, aunque no sólo de ella. La primera cuestión a tener en mente es que el Bicentenario no fue un tema para el que la izquierda estuviera preparada. El 2010 llegó por el transcurso del calendario y el impulso estatal a las celebraciones del “nacimiento de la patria”. Se le presenta, entonces, como una faena a la que debe dar respuesta, pero ante la cual delata sus incertidumbres. Las imágenes y textos elaborados por la izquierda para el Bicentenario son deficientes, vacilantes y temblorosos. Sus alusiones son formales, externas y cosméticas. Los sujetos de la emancipación que esos textos mencionan son imaginarios, adecuados para el consumo interno de los ya convencidos. Por supuesto que hay aspectos fundamentales, como la visibilización y presencia de los pueblos originarios, o la reivindicación de una dimensión continental de los procesos independentistas. Mas el modo de inscribir esas novedades es deficiente y táctico. Los clichés dominan el panorama. En fin, parece que las respuestas hacia el evento llamado Bicentenario son, en los mejores casos, tentativos. En los peores son irrelevantes, porque en el fondo no se distinguen, en la Argentina al menos, de enfoques que han sido adoptados, y captados, en gran parte, por las celebraciones oficiales. Mi argumentación indicará, en primer término, los temas principales que contextualizan la insolvencia de la izquierda para producir una perspectiva del Bicentenario. Esto se relaciona básicamente con su derrota secular. La segunda sección abordará la cuestión de una concepción histórica capaz de afrontar el intríngulis teórico y político evidenciado por el Bicentenario. La tercera sección intentará mostrar por qué, en lugar de un “otro” Bicentenario, la actitud posible en nuestra situación es de resistencia cultural. Los fracasos y las derrotas dejan consecuencias duraderas Lo sucedido a lo largo del siglo XX en el mundo no podía dejar incólumes los alcances y límites del pensamiento de la izquierda. No se sufre una derrota histórica sin pagar durísimas consecuencias. La convalecencia será inevitablemente prolongada, sin que nadie sepa si las heridas alguna vez cicatrizarán. Claro que suceden eventos entusiasmantes en la Argentina y en toda América Latina. Pero la cuestión es si ellos nos proveen de los conceptos para dar cuenta de una historia, un presente y un porvenir. Mi opinión es que esos conceptos exigen una elaboración singular; no surgen de la tierra como los retoños de un tubérculo. En la historia sucede con frecuencia que se carece de respuestas para interrogaciones inesperadas, demandas para las cuales no se disponen de categorías que permitan responderlas. No es posible decir cualquier cosa en cualquier momento: un enunciado emerge de horizontes de cultura y alcanza refracciones determinadas debido a su peso específico. La política y la teoría simbolizan más que expresiones de deseo. Por eso cuando son superficiales o inocuas muy pronto revelan su carácter. La teoría y la política están sobredeterminadas históricamente. Y la historia juega hoy en contra de la izquierda. Es insuficiente señalar que también el capitalismo ha mostrado su incapacidad de conciliar el desarrollo de las fuerzas productivas con la democracia y la igualdad (Honduras y Grecia son los ejemplos más recientes, aunque no es necesario ir tan lejos para mostrarlo). Verdad es que a medida que se despliegan nuevas capacidades de producción de bienes y comunicación, la irracionalidad de una sujeción a la lógica alienada del capitalismo es mayor. Pero de allí no se avanza un paso en la refundación de una estrategia de cambio sistémico. Es claro que el capitalismo impone sufrimientos terribles a amplias franjas de la población mundial, a la par que multiplica el stock de mercancías. El problema es que incluso las clases y sectores más explotados y despreciados carecen de una alternativa creíble que posibilite imaginar una realidad distinta. Y la izquierda todavía deberá transitar largos años de un peregrinaje por el desierto para constituir un nuevo programa revolucionario de proyecciones reales. Yo no sostengo que carezcamos de aperturas a lo nuevo. Pero me resisto a creer que las sumamente importantes experiencias de Bolivia, Ecuador y Venezuela provean un suelo válido para pensar todas las dimensiones de nuestra época. Sin duda, la emergencia de esas realidades populares y sociales conmueve la clausura de la historia que se predicó durante la década de 1990, cuando el capitalismo neoliberal se presentó como la consumación final de la filosofía de la historia moderna. He indicado en otro lugar que las interesantes lógicas de acumulación de poder popular en América Latina fracturan la mera repetición de lo existente y ponen en cuestión nuestra condición “poshistórica”, es decir, instauran una nueva oportunidad de imaginar lo radicalmente nuevo. Sin embargo esa posibilidad, que para nuestra generación es la sal de la tierra, en modo alguno resuelve todos los desafíos epocales. Por ejemplo, y conste que no es un reto verdaderamente terrible, no nos provee en la Argentina de alternativas para pensar el Bicentenario. No suplanta el examen de la realidad y una discusión sobre el ciclo kirchnerista. El fracaso de los programas transformadores de la izquierda impide postular con alguna credibilidad un futuro deseable que ilumine de un modo específico la situación del Bicentenario. Los ideales del socialismo permanecen vivos: la socialización de la riqueza (la igualdad económica) y la socialización del poder (la democracia popular) constituyen sus dos pilares internamente enlazados, inasimilables para el capitalismo. Pero nadie crea que esos ideales poseen una fuerza argumentativa importante fuera de los círculos relativamente estrechos de la izquierda, ni que la misma izquierda disponga de una estrategia socialista que resuelva adecuadamente las dificultades del saldo negativo del siglo pasado y las condiciones de la política emancipatoria en el mundo actual. La importante decisión de construir un “socialismo del siglo XXI” es aún demasiado tentativa, incluso en el contexto venezolano, para devenir una vía revolucionaria nítida, ni comparable con aquella que un siglo atrás postulaba la nacionalización de los medios de producción en lo económico y la dictadura del proletariado en lo político (y todo hace pensar que a esas consignas no podemos regresar). En la Argentina las limitaciones de la izquierda para pensar políticamente el Bicentenario son evidentes. Y hay buenas razones para explicarlas. A la derrota política de los años setenta se deben sumar sus fracasos durante las últimas ocho décadas de la historia nacional –salvo en momentos muy específicos– para construir una estrategia, no digamos de masas, sino siquiera de presión desde una franja significativa de la población. Es imposible eludir este problema indicando que la peronización de la clase obrera instaló un abismo que fue imposible de salvar. Porque en este punto la incapacidad de la izquierda sigue viva, cuando la fuerza identitaria del peronismo se ha transformado y reducido pero aún persiste como imaginario político predominante. La izquierda jamás dejó de ser más que un fragmento menor del panorama político. Creo que una de las consecuencias de la derrota y el fracaso de la izquierda, selladas en clave sanguinaria por la dictadura militar de 1976-1983, fue la caída de una base historiográfica sólida, capaz de dar cuenta del pasado y de las condiciones contemporáneas de una acción transformadora sostenida en tendencias profundas. Las concepciones de la historia por la izquierda se disolvieron cuando fue aniquilado cualquier proyecto progresivo de cambio radical. Esta consecuencia no fue inmediata ni ocurrió sin resistencias. Pero consideradas en el mediano plazo, las capacidades culturales de la izquierda pasaron a la defensiva. Con todo, no habría que subestimarlas; antes de bajar los brazos, la izquierda asumió un discurso sobre el pasado nacional próximo a un sentido común histórico pacientemente construido por el revisionismo histórico triunfante en las versiones populistas o filopopulistas emergidas después de 1945. Durante la década de 1980 se produjo un viraje conceptual y narrativo hacia un difuso revisionismo histórico, cuyas líneas principales habían sido planteadas por la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos, o en algún caso en el peronismo de izquierda de Juan José Hernández Arregui y el tándem Rodolfo Ortega Peña/Eduardo Luis Duhalde. La herencia dejada por Milcíades Peña tuvo alguna importancia en sectores no sólo trotskistas, pero su fracaso en captar las contradicciones del peronismo mancilló demasiado duramente su obra para sostener una proyección que pudiera hegemonizar la imaginación histórica de la izquierda. La cuestión es que ninguna de aquellas variantes de la historiografía de la izquierda podría ser plenamente compartible hoy, sin que sea por eso útil olvidar sus contribuciones. Esta situación ideológica en el plano historiográfico merecería una discusión detallada que, naturalmente, aquí no puedo hacer. Tampoco el pasaje con armas y bagajes al revisionismo histórico implica que la izquierda produzca sólo ese tipo de construcciones narrativas (veremos luego el lugar de relatos de corte académico). Me interesa subrayar que el cambio de terreno en la concepción historiográfica se produjo sin un examen adecuado, sin un balance de las realizaciones en el plano del conocimiento. Por el contrario, se verificó como resaca del fracaso ideológico en la reforma intelectual de las clases populares, y sobre todo en la clase obrera, que permaneció en la cambiante, disminuida pero no exhausta, querencia peronista. De allí la izquierda extrajo la solución más sencilla: “entonces Hernández Arregui o Puiggrós tenían razón” (ojalá eso hubiera sucedido y no nos halláramos en la niebla gracias a libros escritos hace más de medio siglo, en un mundo bipolar, con una estructura socioeconómica de sustitución de importaciones, con una televisión en pañales, etcétera, etcétera). Y comenzó a prevalecer un gusto por los héroes y las masas explicadas al margen de un conocimiento de sus condiciones sociales y culturales. Mencionar el pro-britanismo de Rivadavia, la defensa rosista ante el bloqueo anglo-francés o la masacre roquista en la “conquista” del “desierto” pasaron a ser explicaciones suficientes. La división entre oligarquía y pueblo, o entre imperialismo y nación, gobernaron el entendimiento de la historia. Se entró en el terreno de la cómoda ascesis de la investigación, en beneficio de binarismos reiterados una y mil veces. No obstante, el problema central no es la ausencia de investigación: se podría fundar en mil documentos de archivo y hemeroteca un relato “revisionista” de un pueblo virtuoso contra opresores malévolos, del heroísmo de indios y negros contra la mala fe de la oligarquía terrateniente. De allí que en la década de 1980 la izquierda abandonara la búsqueda de una comprensión general del proceso histórico argentino inscripto en la historia latinoamericana. Existen textos sobre la historia pero, es necesario insistir, están escindidos de una renovación políticamente conceptual. No es por azar que la izquierda no haya producido en las últimas décadas ninguna historia nacional completa. Nada se ha publicado que pueda reemplazar a los antiguos libros Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Jorge Abelardo Ramos, o a los “tomitos” de la Historia del pueblo argentino, de Milcíades Peña. Aparecieron artículos y libros que tratan de períodos relativamente breves del pasado, con calidad dispar, pero no hubo una “historia argentina” elaborada desde la izquierda. Y tampoco eso fue aleatorio. Obedeció a la pérdida de una concepción de la historia, derivada en rigor del extravío de una estrategia política. Algunas líneas de la izquierda se resistieron a la deriva hacia el revisionismo histórico y atinaron a desarrollar lógicas más bien académicas circunscriptas a temas específicos. Porque la flaqueza no hostiga sólo a las huestes del perezoso revisionismo. Como adelantamos, hay otra gran vereda por la que transita la historiografía de la izquierda que es convocada para el Bicentenario. Es un complejo y variado archipiélago de proyectos académicos sostenidos en la escritura universitaria. Dentro del estilo de las monografías universitarias, se produce una enorme y creciente cantidad de estudios limitados a temas específicos, cuidadosos de extender sus “hipótesis” de las posibilidades de una justificación documental, de acuerdo a una noción particular de la “fundamentación”. Es en este campo donde surge la mayoría de textos “clasistas” o “populares”, pues tanto la intelectualidad marxista como la más reciente franja “autonomista” prosperan dentro de la fauna académica. El gran problema para transitar de la monografía al relato nacional consiste en que opera forzamientos muy evidentes. En general, la táctica viable consiste en destacar momentos significativos o temas delicados para contar “otra historia”. La capacidad de elaborar una historia nacional es superficial, pues a lo sumo se logra una narración especializada, clasificable sin problemas en los anaqueles del saber universitario. Tal manera de representar el pasado se traslada a los valorables esfuerzos por difundir una escritura más masiva y de “divulgación”. Se comprende, entonces, por qué también desde la izquierda académica distante de las convicciones revisionistas también la propuesta de “otro” Bicentenario es más formal que real. Fue así que la elaboración de una historiografía dio paso a la utilización de tópicos de la izquierda nacional relativa a los gauchos, a los pueblos originarios (esta es una novedad relativamente reciente que fue introducida en moldes antiguos), a los héroes contrarios a una presunta “historia oficial”, a los “olvidados”, a los que desde sede académica se suele denominar “los grupos subalternos”; en sus vertientes más clasistas, la izquierda se satisfizo con escribir monografías, por lo tanto temáticamente limitadas, sobre el movimiento obrero, o las organizaciones armadas, sin una articulación profunda con los procesos históricos nacionales que conciernen y entrelazan con nuestra actualidad. Por todo esto, es perfectamente razonable que el tema del Bicentenario hallara malparada a la izquierda. ¿Cómo iba a elaborar una narración histórica o políticamente apropiada cuando se había refugiado en la comodidad de las dicotomías superficiales de la izquierda nacional o en los papers más o menos precisos de la escritura universitaria? Temo que hasta que no disponga de una construcción general de la historia nacional, ninguna perspectiva de la izquierda frente a eventos de la memoria tales como el Bicentenario presentará una alternativa convincente. ¿“Otro” Bicentenario? Las evidencias de la franciscana pobreza de las respuestas de la izquierda al Bicentenario no faltan. ¿Acaso no vemos que se cree destacar “otro” Bicentenario con base en el recuerdo de las resistencias de los gauchos, de los pueblos originarios, de los negros combatientes en los ejércitos independentistas, en el movimiento obrero reprimido durante el centenario o después de 1955? En mi opinión se trata de miradas muy bien intencionadas que carecen de una concepción de la realidad contemporánea y, lo que es peor, del pasado aludido por el Bicentenario. Por ende, se ven amenguadas por dos circunstancias. En primer lugar, constituyen sólo gestos de alternativismos impedidos de devenir una “historia nacional” diferente. Ya he adelantado las variantes de los guiños. Quiero reiterarlos porque son así de repetidos en tantos textos actualmente en circulación. Son briznas de representaciones esencialistas de sujetos buenos y combativos opuestos a la opresión y la explotación (esa manera de pensar la historia es la deuda más grande y profunda con el revisionismo histórico). Parecen traducciones ingenuas de los cuadros de Ricardo Carpani, con originarios indomables, con ex esclavizados invencibles, con mujeres guerrilleras inclaudicables, con obreros bravíos, todos marchando con los puños en alto hacia la destrucción del imperialismo, del colonialismo y de la oligarquía. También suele ser un recurso cómodo la utilización de referencias a Túpac Amaru, o a la rebelión y revolución haitianas, o a Bolívar y San Martín como libertadores continentales, o a Francisco de Miranda y Mariano Moreno o Bernardo de Monteagudo. ¡Qué sencillo es apoyarse en el recuerdo de Toussaint L’Ouverture y los negros insurrectos de Haití para presentarse como realmente críticos de la efemérides blanca y justificadora del presente! (Yo mismo he apelado a ese expediente en un artículo reciente, sin añadir, para mi vergüenza, una aclaración sobre singularidad del proceso haitiano en una América Latina bien distinta del caso de Saint Domingue). Para hacerla corta me abstengo de hacer referencia a la imaginación conspirativa de la historia que gusta tanto al “público en general” consumidor de la historia del bueno de Felipe Pigna, pero también a la izquierda. Hay que sincerarse sobre esta imaginación y decir que se compone de bloques de literatura imaginaria, alimentos blandos para organizar cuadros plenos de una complacencia bastante indigente. Cuando se atina a esbozar una explicación sistémica, las cosas no marchan mucho mejor: se utiliza una idea del colonialismo y el imperialismo, otra vez, de corte revisionista donde hay una divisoria abismal entre buenos protectores de lo propio, por un lado, y los malos opresores y genocidas de indígenas y obreros, por otro. Y no se diga que con esto se quiere borrar la diferencia entre las víctimas y los victimarios, o absolver las tramoyas el imperialismo. Acá lo que no se entiende es la historia como tal. Quizá no se pueda captar el significado del que, todavía hoy, el libro del compañero Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, cuya primera edición data de 1971, sea un libro de referencia para la cultura política e intelectual de la izquierda. Ese significado no es bueno. Porque su actual es romántica, esencializadora de “vencidos” virtuosos. Pareciera que no nos atreviéramos a pensar que la historia es complicada, como si necesitáramos pastillas para tranquilizarnos. El Bicentenario alternativo de la izquierda no mejora si se sostiene en la fórmula, no menos forzada, del prolongado proceso de constitución de una clase obrera que finalmente reconocerá su deber socialista, pues liberada de las barreras que la contienen marchará hacia el destino definido por sus “intereses objetivos”. Ni tampoco si se elabora una historia “minoritaria” de resistencias simbólicas o comunitarias a través de las “armas de los débiles”, enhebradas en una sucesión de “insurgencias” micropolíticas, punteadas por eventualidades multitudinarias. Son distintas las razones que socavan la importancia de estas propuestas para el Bicentenario. La opción “clasista”, por su incapacidad para dar cuenta de una historia, no es subsumible en un relato de clases, como acontece con el período colonial y aun con las primeras décadas del poscolonial. La opción “subalternista” porque no logra captar las determinaciones estructurales, en lo económico pero también en lo ideológico, de la acción colectiva. En uno y otro caso alcanzan a formular relatos parciales, ciertamente críticos, pero representacionalmente ineficaces para expresar los dilemas de hoy. En segundo lugar, el endeble Bicentenario hasta ahora ensayado por la izquierda carece de originalidad. La izquierda quiere definir una posición distante de una conmemoración “oficial” que estaría orientada a la celebración del pasado y del presente, y no a su crítica. El Estado festejaría una prosapia nacionalista y elitista, mientras que la izquierda recuperaría a los vencidos, a los “otros”, a los sujetos despreciados y explotados. Es verdad que el Estado nacional en la Argentina tiene una veta legitimadora de lo existente. No podría ser de otra manera. Pero en modo alguno esa función agota su concepción histórica. Es preciso tener en cuenta que la idea del Bicentenario orientado por el Estado kirchnerista está en sintonía, y en alguna medida estructurado conceptualmente, por escritores como Norberto Galasso y Felipe Pigna (y como dije, es bueno que así sea; sería un escándalo que tuvieran influencia historiadores del gusto del diario La Nación). Pues bien, sucede que con sus matices, Pigna y Galasso son representantes del difuso revisionismo que conquistó el pensamiento histórico de la izquierda. No es sorprendente, en este contexto, que el Estado también utilice una versión dicotómica y progresista de los sujetos valorados por los dispositivos culturales del Bicentenario. Esta es una configuración ideológica que la Secretaría de Cultura de la Nación sostiene de manera explícita. Por eso inauguró la Casa del Bicentenario con una interesante muestra sobre las mujeres. Del mismo modo, en las imágenes y prosas promovidas estatalmente, al lado del sujeto “nacionalidad argentina”, según se dice, ya presente en mayo de 1810, se encuentran los pueblos originarios, los negros, los obreros y Rodolfo Walsh, las Madres de Plaza de Mayo y el Moreno jacobino. Frente a esta lógica, que en lo esencial es similar a la estructurada con mayor o menor felicidad por la izquierda, las ofertas propuestas por ésta tienen como destino la insignificancia, cuando se obstinan en reiterar los tópicos revisionistas, o la irrelevancia cuando se refugian en un obrerismo o un populismo basista que sólo comparten algunas minorías. Así las cosas, es imposible aspirar, no digamos a la hegemonía sobre el territorio virtualmente disputado del Bicentenario. ¿Cómo salir de esta alternativa entre la insignificancia y la irrelevancia? En principio hay que reconocer que ella proviene de la crisis política e ideológica de la izquierda. En verdad, la utilización de temas del revisionismo histórico que explica la historia sencillamente, a través de dicotomías entre pureza y traición, entre naturaleza y perfidia, es la expresión más neta de cuánto ha sido afectado el marxismo por su propia debacle. El revisionismo aspira a mostrar la historia según un orden esencialmente basado en ideas e intereses espurios. Así las cosas, Julio Argentino Roca habría llevado adelante la llamada “campaña del desierto” para defender las rapaces prebendas de la oligarquía latifundista. Fue su brazo ejecutor. En cambio, los grupos indígenas de las pampas y la Patagonia defendían sus tierras, sus hábitos, incontaminados por la presunta civilización. A pesar de los sentidos primarios que suscita esta divisoria al plantear una divergencia entre el ellos opresor y el nosotros emancipador, este es un relato despolitizador de la historia. Crea un imaginario gracias al cual el progresismo bienpensante puede solidarizarse con los exterminados y denostar a los militares al servicio de la clase dominante. Pero no dice nada sobre las tendencias más generales de la estructuración de un capitalismo argentino centrado en la agro-exportación, de las extensas relaciones de negociación y conflicto de los grupos originarios con los “cristianos”, de las contradicciones internas a aquellos grupos. Lo mismo puede decirse de los relatos sobre un Mariano Moreno jacobino y radicalizado, o de un Che Guevara heroico y carente de toda mácula. No importa que el relato se pronuncie en plural: las masas gauchas del Interior que defienden el federalismo, o las del Cordobazo como mito originario de una era revolucionaria. Tampoco si, con buenas intenciones, se cuestiona la blanquitud del mito de una Argentina que se proclama europea: con los “pardos” de las invasiones inglesas, los negros de las batallas independentistas, los originarios de las pampas con sus malones o los “cabecitas negras” del “subsuelo de la patria sublevado”. Es verdad que tanto las tradiciones de lucha o los heroísmos fueron parte de la historia nacional, y lo mismo se puede decir si extendemos la narración más allá de los confines de la Argentina. Pero es igualmente claro que el país contiene desde hace varias décadas una diversidad de hibridaciones y fracturas que es preciso considerar en toda su significación para captar el tipo de sociedad capitalista en que vivimos. Una tarea inmediata es integrar una trayectoria nacional con la trama latinoamericana y diseñar las posibilidades para una proyección de cambio socio-económico y político-cultural fundamental. Entre dos celebraciones centenarias En 1910 el líder del Partido Socialista, Juan B. Justo, concibió un texto titulado El socialismo argentino, especialmente preparado para ofrecer el punto de vista de su corriente ideológica en el clima del Centenario. En realidad, el texto era poco original. Retomaba cuestiones planteadas en un texto de 1898 sobre La teoría científica de la historia y la política argentina y otros escritos posteriores. La cualidad del trabajo de Justo residía en que lograba condensar una imagen coherente del pasado argentino (es verdad que carecía de una fuerte base de investigación documental) y la articulaba internamente con la estrategia política socialista. Así las cosas, podía competir con otras representaciones del Centenario, como las de Joaquín V. González, Leopoldo Lugones o José Ingenieros, para mencionar a unos pocos. Hoy carecemos de la capacidad de realizar lo que hizo Justo, sin que interese qué evaluación hagamos, con todo derecho, sobre sus propuestas estratégicas. ¿Quién podría ofrecer desde la izquierda un título parecido: La historia argentina y la política socialista (o si se encuentra el “socialista” demasiado sectario, me conformaría con uno que refiriera a la “política de cambio profundo”)? Dos son las condiciones principales para presentar la situación cultural y política planteada por los dos siglos de la vida independiente del país. En primer lugar, hacer una composición de lugar del capitalismo argentino y latinoamericano, en el que se aborden sus dimensiones históricas y contemporáneas, los múltiples planos de la realidad y sus lógicas de conflicto. De ese modo será posible articular convincentemente pasado, presente y porvenir, sin escindir la historia de la política. En segundo lugar, replantear las convicciones historiográficas y teóricas para la producción de conocimiento y sentidos capaces de estar a la altura de los tiempos, o más exactamente, para la crítica de nuestra época. Claro que es fundamental visibilizar las luchas de las mujeres, los pueblos originarios y la clase obrera. Pero eso hoy lo podemos hacer en un discurso de resistencia y no como un planteo de “otra” historia nacional y “otro” Bicentenario. No damos la medida. Saber que la posición de resistencia cultural corresponde a la posición de resistencia en lo político nos ayudará a comprender qué tenemos para ofrecer y qué no. Facilitará captar aquellos aspectos positivos de las celebraciones oficiales y aquellos límites que no pueden superar. Quizá el Bicentenario de la Independencia nos encuentre en el 2016 en una posición más ventajosa que la magra realidad de este 2010. Características del marxismo de derecha El primer rasgo definitorio del marxismo de derecha es su actitud idolátrica del pasado. Defiende un mundo pretérito heroico, sea el de la revolución de octubre, la china, la cubana o los años setenta en la Argentina. Suele identificarse con individuos (Marx, Lenin, Trotsky, Stalin, Mao o Guevara), ante los que guarda una veneración incapaz de analizar críticamente. Una evidencia de esa inclinación mitológica es el uso de retratos, pinturas o fotografías, que se cuelgan en las paredes. La mirada del héroe vigila que los hijos no se descarríen del mandato. El talante orientado al pasado es conservador y a veces reaccionario. En la modernidad, los sujetos no se apoyan en la autoridad del pasado para vivir. Es cierto que existe una carga de experiencia, pero lo crucial se define en lo por venir. El historiador Koselleck ha dicho por esto que, a diferencia del pensamiento premoderno que aceptaba sin discusión la autoridad fundada en la tradición, el sujeto moderno se sitúa entre un horizonte de experiencia pasada y un horizonte de expectativa futura. Para el sujeto moderno el futuro siempre es mejor o es una promesa de algo mejor. El marxismo revolucionario es una buena expresión, extremada, de tal encrucijada subjetiva. Ya no se nutre el saber del pasado porque apuesta a crear un mundo nuevo (a tal punto que hoy diríamos que incluso Marx simplificaba en demasía el carácter retrógrado de la tradición). Pues bien, el marxismo de derecha es incompatible con esta estructura de modernidad radicalizada que caracteriza a la política de izquierda. Habla y repite palabras de revolución, pero se apoya en fórmulas añosas, asume mandatos de páginas amarillas, venera la tradición propia, pero que es una tradición al fin. Su deseo es volver al pasado. Añora tomas del Palacio de Invierno, asaltos al Moncada, Largas Marchas o nuevos 1968. El segundo rasgo está determinado por el tipo de relación con la teoría. Ésta se encuentra decidida en sus elementos centrales por la biblioteca cerrada, sólo extensible por medio de comentarios o aplicaciones. Incluso las contrariedades se encuentran previstas en los meandros de las palabras expresadas en los textos consagrados. Hay una figura literaria que suele soportar este sentimiento de completitud del saber marxista: la intervención inoportuna de la muerte que, sin embargo, no impide que la línea de corrección esté ya presente en el origen. Así por ejemplo, el eurocentrismo de Marx estaría prácticamente superado en las cartas a Vera Zasúlich sobre la comuna rusa, o el tema de las clases en el capítulo inconcluso del tomo III de El capital, o la crítica de la burocracia en el último Lenin que logró censurar la concentración del poder por Stalin, o el manuscrito "perdido" de Mariátegui donde analizaba con profundidad la producción de un marxismo situado. Rebosantes de tesis y superaciones anticipadas de las futuras antítesis, la teoría es la fuente de aprendizajes infinitos. El sujeto lector mira hacia el pasado coagulado en textos, del que mama la Verdad. Con esa munición se enfrenta a la realidad. Aunque acepta que la práctica exige una adaptación de la teoría (una "guía para la acción"), ésta sería lo suficientemente flexible para nutrir cualquier política marxista correcta. No aflora el impulso crítico que pone en cuestión lo que se lee, pues esa actitud es vista como arrogancia o traición. ¿Quién podría enmendarle la plana a Marx, a Lenin o a Luxemburg? ¿Quién podría relativizar a Gramsci, Lukács o Trotsky? El marxismo de derecha se zambulle en un mar textual en el que se encuentra cómodo, intentando deletrear los folios plagados de verdades incorruptibles. Su actitud teórica es subalterna. Para ser un buen o una buena marxista, quien suscribe al marxismo de derecha reprime su pensamiento, porque si va muy lejos en la crítica puede concernir al propio marxismo. Del mismo modo que el pensamiento se aleja inconscientemente de los temas tabúes, el derechismo marxista se abstiene de incursionar en la creación. Se recuesta en el lecho mullido de lo sabido, que se ajustaría como un guante a la mano. El tercer rasgo del marxismo de derecha es su carácter defensivo. Después de transcurrido el siglo XX, es difícil conservar la traza del militante de otros tiempos, que ante los más duros contrastes podía señalar el triunfo de su idea en otra parte. Así como el estalinista era inmune a las más sólidas de las críticas porque la Unión Soviética existía y competía con los Estados Unidos, o el guevarista tenía sus créditos político-intelectuales apostados en la realidad cubana, hoy el derrumbe de los socialismos reales y la transformación capitalista de China, por no hablar de Camboya o los gulags, debilitan la seguridad inconmovible del marxismo de derecha. La aparición de estados revolucionarios fue esencial en la constitución de los marxismos de este tipo, porque fueron estilizaciones del marxismo que usualmente se pusieron al servicio de aparatos institucionales. La teoría revolucionaria fue convertida, al menos en parte, en doctrina legitimadora del poder establecido, especialmente cuando era utilizado como sostén de la idea de "socialismo en un solo país". La grisalla cientificista del marxismo soviético fue su concreción más neta. Dado que ese contexto ya no existe, la facha defensiva del marxismo de derecha se sostiene en seguridades imaginarias, es decir, sin base real. En general se apoya en lecturas talmúdicas, como se ha comentado en el párrafo anterior, pero sobre todo se ampara en la existencia de grupos más o menos reducidos de marxistas convencidos de que la verdad está, en lo fundamental, de su parte. La actitud defensiva se observa claramente en la relación con las teorías anti- o postmarxistas, de cualquier signo que fueran. El marxismo de derecha, puesto que no está dispuesto a reformularse, se pone en guardia. Reemplaza el examen crítico con el rechazo de antemano. Afirma que el problema no es el marxismo, sino la renuncia de las otras perspectivas a la crítica radical y revolucionaria. Se trataría, en suma, de teorías derrotistas o pro capitalistas. El marxismo de derecha es incapaz de aprender a superar los argumentos contrarios. Se encierra en su "bibliografía" y la rumia incansablemente. Se quiere polémica y provocadora ante las defecciones ajenas. No se le ocurre que lo revolucionario debe estar también en el pensamiento, en la innovación teórica y política. Por eso no produce nuevos conceptos. Hace falta contrastar la ausencia de creación intelectual de las izquierdas marxistas para notar inmediatamente el lugar del marxismo de derecha en la configuración actual del movimiento revolucionario. En cuarto lugar, es necesario que el marxismo de derecha designe al marxismo como una teoría total. Contra el fragmentarismo postmoderno se postula la defensa de la totalidad, como si esta fuera una noción políticamente obvia. Se postula que la realidad tiene un núcleo conocible. Puesto que ese sexo íntimo es accesible sólo a través del marxismo, toda perspectiva que reconozca autonomías relativas en la praxis social o sitúe a la teoría de Marx en una zona específica (por ejemplo, en la economía) equivale a antimarxismo. El encadenamiento de razonamientos es correcto si reducimos al marxismo a su comprensión derechista. Esto es así porque si la totalidad social carece de una homogeneidad o un centro representable por una teoría singular pero totalizante, la capacidad del marxismo para devenir la única teoría social tambalea. Las zonas de la práctica que se resisten a la interpretación marxista, como lo inconsciente o el arte, negarían que el marxismo sea la teoría infinita y omnisciente que penetra todos los rincones de lo existente. El error consiste en confundir la crítica de la realidad global con la reducción de esa realidad a la unidad simple, o lo que es una formulación similar, a una realidad regida por un centro esencial y matizada por aspectos accesorios. Los efectos habituales de la ontología del marxismo de derecha hace sistema con el economicismo y el obrerismo. La economía es el ámbito esencial de las contradicciones y la clase obrera es el sujeto social fundamental en combate objetivo con la burguesía. Dicha ontología caricaturiza la realidad y extravía el entendimiento político. El quinto rasgo del marxismo de derecha consiste en la exclusión de toda otra teoría para el conocimiento crítico de la realidad y para la identificación de las tareas políticas de la praxis. El totalismo que se atribuye el marxismo produce efectos políticos detestables en algunas actitudes que son sistemáticamente cultivadas por el marxismo de derecha. Si el marxismo es la teoría unitaria del todo social (unificado por la "lógica del capital", el "modo de producción" o la "relación de fuerza entre las clases"), la "contradicción principal", la cima de la "jerarquía de causalidades", es la que define el marxismo, sea que lo haga en su forma habitual de la contradicción entre las "clases fundamentales", o en sus versiones nacionalistas, en la lucha entre nación e imperialismo. Como sea, así se toleró una serie de actitudes típicamente derechistas, que no fueron vistas como contrarias con la identidad de izquierda. Y no lo fueron porque en realidad eran eso, actitudes de derecha invisibles en un campo socialista hegemonizado por una versión derechista del marxismo. Por ejemplo, individuos o grupos que se regodeaban (y aún se regodean) en su deseo revolucionario podían ser machistas, racistas, homofóbicos o xenófobos. Como lo esencial se decidía en el cuestionamiento de la opresión de clase o en el combate contra la dependencia imperialista, se podía ser de derecha en otros sentidos, llamados "secundarios" o directamente denostados como preocupaciones "pequeño burguesas". Pero no solamente ser machista es ser de derecha -porque el machismo se basa en la subordinación y opresión de las mujeres- sino que ese talante suele ser denegado de lo que realmente es, vale decir, una práctica de dominación camuflada por el mencionado rasgo del marxismo de derecha. Un sujeto de derecha en su desprecio a los homosexuales, es un sujeto completamente de derecha. No es que su condición de izquierdista en cuanto lucha contra la explotación burguesa lo libere de su vertiente derechista homofóbica, porque la comprensión política que le permite esa doblez es propiamente de derecha. En efecto, en el hecho simple de reducir las otras opresiones a lo inesencial o secundario, el marxismo de derecha fundamenta la apología de los homofóbicos o los machistas que sonríen cuando se les señala su práctica opresiva. ¿Acaso no estaría probada su vocación emancipatoria por su militancia anticapitalista? La subordinación de las opresiones distintas a las del capital (la "centralidad de la lucha de clases") implica que el resto de las dominaciones son secundarias, es decir, que no son tan graves. Serán resueltas después de la revolución socialista. Tal actitud revela una indiferencia ante las opresiones múltiples de la existencia social. Ese es un rasgo de derecha. El marxismo de derecha tiene una especial afinidad con las explicaciones deterministas y estructuralistas, unidireccionales y lineales, que postulan el proceso de cambio como confrontación molar de grandes sujetos, definidos por caracteres simples, orientados por ideologías claras. Se extasía con los lenguajes hegelianos de Marx (las "leyes de movimiento del capital" extendidos a la "totalidad social") o sus traducciones positivistas ("los datos observables" de la confrontación de las "clases fundamentales"). El marxismo de derecha suele ser idealista, incluso en esa variante del idealismo que es el economicismo ramplón, donde la determinación económica aparece como causa "en última instancia" definitiva. El parentesco entre diestromarxismo y determinismo se explica porque esta aproximación es fatalista e incorregible, permite predicciones y anula la incertidumbre. ¿Qué otra noción de saber es más propia de la infalibilidad? El temperamento de derecha desea la seguridad absoluta y la complejidad del pensamiento le parece una concesión a la debilidad ideológica. Pensar es ceder. Dudar es claudicar. Revisar es traicionar. El quinto y último rasgo del marxismo de derecha es su intransigencia. Despacha en dos palabras a las teorías críticas que operan en zonas consideradas propias o en regiones sociales específicas. Así por ejemplo, considera al psicoanálisis o al feminismo, a la crítica ecológica o al giro lingüístico, como meras "teorías burguesas". Se resiste a conocerlas y a conversar sin prevenciones los usos radicalizados que algunas prácticas de esas teorías permiten. El marxismo de derecha, para conservarse igual a sí mismo, excluye toda apertura intelectual sincera. Cuando se muestra más astuto, acepta que se subordinen a su imperio. Por ejemplo, sucede en la lectura del Foucault de Vigilar y castigar como demógrafo de la acumulación del capital. La estrategia ha sido generalmente fallida porque pocas veces hubo una auténtica vocación de intercambio que modificara a las perspectivas en diálogo. Aconteció con el feminismo socialista o el psicoanálisis mezclado con pavlovismo, donde tanto el feminismo como el psicoanálisis perdían sus filos críticos. Es cierto que esto también sucedió con las otras posiciones políticas o teóricas, cuya apología no tengo intención de hacer. Aquí no las desarrollo porque me ocupo de una cierta forma del marxismo. La derecha en el marxismo está indistintamente ligada al extremismo revolucionario o al reformismo más oportunista. Sus cualidades pueden afectar cualquier variante de las opciones estratégicas. El marxismo de derecha tiene la extraña virtud de procrear antimarxistas. La experiencia subjetiva de compromiso con una práctica derechista del marxismo es al principio el mejor de los mundos. Se posee una teoría total, una "filosofía"; se comparte el ideal revolucionario con un grupo de referencia, casi una secta, inmune a las seducciones burguesas; se posee un fin paradisíaco próximo que justifica todos los sacrificios; se sigue a líderes omniscientes que conocen la política y la historia. Se proclama una Doctrina. El marxismo de derecha, porque es verticalista, tradicionalista, unitario, propicia lo que en psicoanálisis se denomina transferencia, esto es, un lazo de amor que es también un vínculo de saber. Pero si el individuo que tanto recibió del marxismo en su versión de derecha logra comprender en qué había creído, suele desarrollar una aversión al marxismo. Esto se vio en innumerables conversiones de sinceros/as marxistas al campo de la antirrevolución, por no decir de la contrarrevolución más rabiosa. Y en cierto sentido tenían razón, porque lo que habían abrazado con amor era una ideología peligrosa. En resumen, el marxismo de derecha se caracteriza por su adoración del pasado, considera a la teoría marxista completa y autorreferente, su actitud es defensiva antes que creativa y propositiva y, finalmente, es intransigente. Asumido en forma colectiva o individual, el marxismo de derecha cultiva la subordinación a lo existente de la tradición marxista, a la jerarquía de su saber insuperable y no revisable, a las lealtades establecidas con los conceptos elaborados en los textos consagrados. Estimo que esta configuración cultural tiene una amplia validez para captar la manera de entender actualmente ciertos sectores que hoy se identifican con el marxismo, pues creyendo ser catequistas de una izquierda verbal o práctica son derechistas ideológicos. Se podría objetar que antes que un marxismo de derecha, hay una postura de derecha en el campo del marxismo. Como en todo área de la política, sería posible reconocer en el mundillo del marxismo una izquierda y una derecha, es decir, inclinaciones hacia el cambio igualitario y democrático e inclinaciones hacia la conservación jerárquica. Por lo tanto, la noción de marxismo de derecha se revelaría inexacta, dado que sería más riguroso destacar una posición interna dentro del campo heterogéneo del marxismo. Esa perspectiva tendría la ventaja de plantear una polémica dentro del marxismo y, por otra parte, eludiría esencializar a un "marxismo de izquierda". El planteo es interesante porque nos obliga a establecer qué es ese concepto, en apariencia risueño, del marxismo de izquierda. Hubo siempre una lucha entre izquierda y derecha en el terreno de la práctica política marxista, como en cualquier otra de la era de la modernidad. Creo que a grandes rasgos eso podría decirse de la lucha entre el trotskismo y el stalinismo, y en algún sentido entre el maoísmo y el sovietismo postestalinista. No obstante, estas afirmaciones son demasiado masivas e imprecisas. Exigen un trabajo de investigación histórico-política que desde luego aquí es imposible. Sin embargo, si es cierto que pueden identificarse fracciones de derecha e izquierda en la complejidad de toda obra teórica o grupo político marxistas, hay épocas y fases históricas en que el marxismo se derechiza. Como ya he indicado, esto no significa que una determinada estrategia careciera de consignas identificables con la izquierda. Sucede que el continente teórico marxista que legitimaba teóricamente esas políticas estaba colonizado por rasgos derechistas, hasta cubrir buena parte de su realidad discursiva y estratégica. Pienso que el momento más propicio para el marxismo de derecha es la época contemporánea. El fracaso de buena parte de los supuestos teórico-políticos de la izquierda marxista y la derrota de sus proyectos estratégicos ocurridos durante los últimos treinta años a lo largo de todo el planeta es la circunstancia material de mediano plazo que nutre al marxismo de derecha. La pesadumbre de un cierre epocal suscita la reafirmación de las antiguas creencias, defendidas como reminiscencias valiosas en un clima reaccionario. El triunfo del capitalismo compele a proteger los restos del naufragio, llama vacilante que merece ser conservada para encender las futuras hogueras de la lucha de clases. La ofensiva de la globalización y la postmodernización de la cultura inclinan a la afirmación de las críticas del capital, cuya centralidad -proclama ese marxismo- no debería ser desplazada por el culturalismo relativista y fragmentario que anula la totalidad, y por ende la idea de transformación mundial. Paradójicamente, el marxismo de derecha es solidario del postmodernismo que sostiene que si la sociedad es una totalidad imposible, la idea de revolución global es inviable. La situación argentina y latinoamericana añade sus propias razones: la desaparición de buena parte de lo mejor de una generación revolucionaria a manos de sangrientas dictaduras pro capitalistas y pro imperialistas suscita la reafirmación de las luchas pasadas, cuya crítica aparece como traición o cobardía; el abandono irritado y tantas veces irreflexivo del marxismo por la intelectualidad sobreviviente de los años setenta conduce, por reacción, a una afirmación maciza del materialismo histórico; el cinismo postmoderno que se burla de la voluntad revolucionaria y se afirma en lo existente; en fin, la dificultad de desarrollar teorías y prácticas nuevas que superen la fragmentación de los sectores críticos y radicalizados. Existen también motivos relacionados con las necesidades organizativas de los grupos políticos establecidos, que cultivan el marxismo de derecha como producto de conservatismos ideológicos y de lógicas de preservación burocrática. En esos partidos o grupos, se es diestromarxista porque el marxismo de derecha es lo más conveniente para reproducir prácticas anquilosadas. En efecto, se moviliza un abanico de declaraciones revolucionarias sin calar en la realidad difícil, convenciendo a los convencidos, con "grupos de formación", "cursos" y "seminarios", donde se repite lo de siempre, sumando créditos para los propietarios de la palabra autorizada, que coinciden generalmente con sus lugares en la jerarquía burocrática. Esto ocurre en los partidos como en los pequeños grupos. Sin embargo, no quiero decir que esto acontece en toda la izquierda. Por fortuna, y contra quienes celebran la muerte de la izquierda y del marxismo, hay procesos que tienden hacia otra dirección. En los campos los gallos encienden el sol y en las ciudades los relojes destruyen sueños ¿quién me desterró de tanta tierra virgen? ¿quién hizo de mi ciudad una puta? Será sombra mi lucha por conquistar la poesía esquiva por cambiar el mundo con un poema sombra de perejil solitario en una maceta huérfana pero en esa sombra descubro la única luz que puedo. . El decálogo Juan Carlos Onetti I.. No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo. II. No intenten deslumbrar al burgués. Ya no resulta. Éste sólo se asusta cuando le amenazan el bolsillo. III. No traten de complicar al lector, ni buscar ni reclamar su ayuda. IV. No escriban jamás pensando en la crítica, en los amigos o parientes, en la dulce novia o esposa. Ni siquiera en el lector hipotético. V. No sacrifiquen la sinceridad literaria a nada. Ni a la política ni al triunfo. Escriban siempre para ese otro, silencioso e implacable, que llevamos dentro y no es posible engañar. VI. No sigan modas, abjuren del maestro sagrado antes del tercer canto del gallo. VII. No se limiten a leer los libros ya consagrados. Proust y Joyce fueron despreciados cuando asomaron la nariz, hoy son genios. VIII. No olviden la frase, justamente famosa: 2 más dos son cuatro; pero ¿y si fueran 5? IX. No desdeñen temas con extraña narrativa, cualquiera sea su origen. Roben si es necesario. X. Mientan siempre. XI. No olviden que Hemingway escribió: "Incluso di lecturas de los trozos ya listos de mi novela, que viene a ser lo más bajo en que un escritor puede caer." FIN Primero. Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre. Segundo. No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia. Tercero. En ninguna circunstancia olvides el célebre díctum: "En literatura no hay nada escrito". Cuarto. Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras. Quinto. Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche. Sexto. Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy. Séptimo. No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan. Octavo. Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emana de estas dos únicas fuentes. Noveno. Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor. Décimo. Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él. Undécimo. No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio. Duodécimo. Otra vez el lector. Entre mejor escribas más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado. El autor da la opción al escritor de descartar dos de estos enunciados, y quedarse con los restantes diez. Las primeras noticias dan cuenta que habrían muerto al menos diez personas. Un barco con ayuda humanitaria destinado a la Franja de Gaza, fue atacado brutal e ilegítimamente, por Israel. Crimen de lesa humanidad, acto salvaje y sin justificación alguna. ¿hasta cuándo? Buscaba la contradicción escasa el malestar provisorio la confrontación vacía Buscaba una excusa para no pensar el mundo. Buscaba no pensarse tan solitario como estoy yo, en esta noche donde también me falta un hijo. Se cerró la puerta. Del otro lado un tirano incendia mi fantasma. Se cerró la puerta. Y el humo denso veló mi retirada. Se cerró la puerta. Besé la última soledad del último tirano. Era el patio de una casa antigua que nunca existió. Era la casa paredes de aire y techo de cielo. Era su ventana, y por allí asomé mis manos que nunca construyeron un amparo para esta poesía mía que está afuera muriendome. Miento con la yema de mis dedos una profecía antigua sobre tu vientre. Escupir tu deseo como un río cuyo sonido se escapa de este poema. Y después de cruzar tu cuerpo en cuatro patas hundirte de poesía todos los sueños. Quiero una mujer de pie incendiando un río. Quiero una mujer caminando sobre el fuego mío. Quiero una mujer distinta a los laberintos. Quiero una mujer que me mate mientras esté vivo. Solicité a Verano Brisas que leyera dos intentos poéticos míos. Con alegría y asombro, recibí un mensaje privado suyo, y como verán, me autorizó a publicarlo, si yo quería. No es muy frecuente recibir ... en pocas palabras, opiniones claras y sinceras. Se comparta o no su apreciación, me parece útil ponerla a disposición de los amigos textaleros. Las reproduzco textualmente: Apreciado Eduardo: Leí los dos poemas y preferí comentártelos por este medio, y no en público. Claro que si deseas estos comentarios en el portal, basta que los tomes de aquí, pues no tengo objeción. Me parece que no están mal hechos y tienen cierta gracia, pero conozco tus capacidades y espero más de ti. Te sales demasiado fácilmente del asunto y no los desarrollas hasta el final. Quizás si los dejas reposar un tiempo, puedes luego reeditarlos, cuando encuentres la manera de trabajarlos mejor, y parte sin novedad. Muchos textos tardan años para que se den por terminados, y así como algunos salen de un tirón y quedan excelentes, otros necesitan mucho trabajo para corregirlos. Nunca te afanes demasiado cuando estés creando, porque el artista no trabaja contra el tiempo sino para él. Una sugerencia con amistad y respeto: Jamás te engolosines con las alabanzas, pues aunque algunas son de buena fe, otras llevan la adulación y el veneno en sus entrañas. Eso sin contar con la ignorancia generalizada en la mayoría de las personas, y una superficialidad y ligereza que dan tristeza. Suerte y pulso, querido Eduardo. Un abrazo de Verano. Anhelo bellos cálidos días entretenimientos frugales golosas hembras inigualables juegos kairóticos llenarme musicalmente nunca ñoño, ocuparme poético, quien razona sueños tremendos uvas verdaderas whisky xilofón y ¡zorra! ¡zorra! zooooooorrrrraaaaaa Audaz bebo cuestiones difíciles eludiendo frágiles glorias humanas. Incluso juego kairós, lluvia musical. Nacer ñoño, o poeta, que ronronea sueños tímidos: ubícame vivo Winchester xenofóbico ya zumba…¡zaz! Por esas andanzas del silencio alguna vez su nombre conquistó mi voz débil. Y musité cada letra inaugurando en el vacío la palabra que lo habita. Pronuncié Dios, casi al azar, y mi garganta abrió en el muro una ventana. Los creyentes católicos, estamos siendo conducidos autoritariamente, a encerrarnos en viejos prejuicios que parecían superados, afirmándonos en la desvalorización atroz de todos los no católicos, creyentes y ateos.- Basta leer la extensa carta del teólogo Hans Kung, basta leerla con un solo ojo, poniendo el otro en la realidad, para advertir que este teólogo, amigo del Papa, está sanamente atento al signo de los tiempos, y al pavoroso desatino de la Curia Romana.- No estamos viviendo un “ataque” por seguir a Cristo, con más tolerancia que la esperable, nos están haciendo saber… los “otros”… que precisamente los estamos ultrajando, flagelando… es decir, según nuestra fe, “nosotros” estamos crucificando a Cristo en ellos.- Recomiendo la lectura del texto de Hans Kung, y, brevitatis causa, doy por reproducidas y adhiero, íntima y fervorosamente, a dicho texto.- Lo tengo publicado en esta página. Rezo para que los Obispos lean esa carta … y para que nosotros, fieles cristianos, exijamos los cambios, con humildad y firmeza. Algo huele mal…. en Roma ¿es posible que alguien no lo advierta? Ahora te pienso, abuelo alto como un árbol solitario y en la corteza tallar mi nombre para que otros reconozcan que soy tu nieto inderogable. Eras un turco más que vendía peines en las calles de largas cabelleras en el antiguo Buenos Aires. Pero no eras un turco, como decían, sino un sirio y no vendías peines, sino la alegría de mirarse en el espejo con la cabeza prolija. Supe de vos que enamorabas mujeres hermosas, solteras y casadas, gozosas y frígidas, y alguna vez , me engendraste un padre, en mi abuela siciliana. Ahora te pienso, abuelo y no puedo aceptar que cuando yo nací había sido arrancado, tu árbol, y mi vida retoñaba desde tu ausencia, desabuelado. Antiguos esclavistas, basados en Génesis 9,27, sostenían que la esclavitud, además de ser natural, era un mandato divino.- Actuales homofóbicos, sostienen similares argumentos, para negarle a un hombre casarse con otro hombre, para negarle a una mujer, casarse con otra mujer.- Si Dios existe, no es una mancha de tinta, sino que su gloria, reside en el ser humano feliz.- Tiene media sanción la ley denominada “del matrimonio gay”, en la Argentina. Si el Senado la aprueba, estará reconociendo el amanecer. De lo contrario, estará encarcelando el sol. Jurídicamente es inadmisible una “capitis diminutio” sobre la persona diferente, que le impida contraer matrimonio, si así lo quiere. Desde el punto de vista religioso, sería importante que leyeran, los Señores Senadores, el libro “La Iglesia ante la Homosexualidad” de quien era sacerdote jesuita, John Mc Neill, amparado por el padre Arrupe, Superior, y tristemente expulsado, de modo injusto, por el cardenal Ratzinger.- Por si no alcanzan a leerlo, he aquí un resumen: la homosexualidad no es un pecado, la homofobia si. El poder lo tienen los señores senadores, esta vez, ejérzanlo como manda su conciencia, quizás, como Dios mismo lo quiere. Primero: está en contra de la naturaleza. ¿acaso los homosexuales son seres artificiales? ¿acaso los homosexuales no comen y duermen, no respiran y cantan, no sueñan y se bañan, no mueren como morirán algún día los homofóbicos? Segundo: está prohibido por la biblia. ¿se tomaron el trabajo de leer el interesante aporte en contrario del padre John Mc Neil, amparado por el superior jesuita en olor de santidad, padre Arrupe, y expulsado por el lamentable cardenal Ratzinger (vivo, en olor de error permanente)? ¿saben lo que dijo el mismísimo Rey David ante la muerte de su amigo Jonatan? ¿saben que Jesús nunca se refirió a la homosexualidad? ¿saben que San Pablo es el único que condena, pero no a los “afeminados”, como se tradujo erróneamente, sino a los que practicaban culto a divinidades extrañas? ¿leyeron al ex sacerdote John Mc Neill sobre las traducciones alteradas del texto paulino? Tercero: afectará a los niños. ¿no es mejor que los niños, desde muy pequeños, conozcan la verdad, y sepan que hay personas diferentes, antes que mentirles? ¿por qué estafar a la infancia, y hacerles creer que todos somos iguales? La lista continúa, pero muchos prefieren el placer de condenar a los demás, y la satisfacción de mantenerse en sus prejuicios. La homofobia, es un pecado, la homosexualidad, no. Algunos sostienen, con obstinada ignorancia, que “Fuga y Misterio” de Piazzola, es solamente música, una combinación agradable de sonidos, un ensamble bien logrado de ruido y silencio.- Quienes afirman dogmáticamente este desatino, sostienen igualmente, que Astor Piazzola, era solamente un ser humano.- Desconocen la impronta del ángel sobre la vida cotidiana, reniegan del sabor que tienen las regiones del universo, antes de la mirada humana. Son incapaces de violar los secretos hondos para los que nació cada persona. No son malas gentes, son simples números que engrosan la verdad de los censos, se suman de uno en uno, y a largo plazo, son millones.- Pero unos pocos, en el mundo entero, empiezan a escuchar “Fuga y Misterio” con los oídos del alma…- No soy nadie para develar secretos que tu mismo puedes alcanzar ahora. Por eso te instigo, te ordeno y te destino… que dejes de leer este escrito y escuches, ahora mismo, Fuga y Misterio… de Piazzola y después hablamos. Conozco una mujer esdrújula hasta la médula que anda como un error por la vida escondiendo su acento. Ella se siente muy grave de antiguas heridas que no resuelve. Y los demás la consideran aguda. Se sabe que los demás, siempre son necios. Para mi es una lámpara no porque la ampara un ángel o su misterio sino porque me ilumina cuando entro en su cueva. Esa mujer es un escándalo de la ortografía porque esconde al mundo que yo soy su acento. HASTA EL FINAL Vi un perro negro muerto en la calle, aplastado en medio de la acera, manchado, porque nevaba. Vi la vida, allí mismo, y no había más que eso: la coartada del inocente: pagarlo todo. Sentí en la nieve la vida y me vi morir como un animal que se resiste hasta lo último hasta el deseo de ser rematado, hasta el gemido final, el que pide perdón por todo crimen ajeno: el que perdona a dios. Te conmino desnuda de los nueve espejos. Te obligo prisionera del vuelo de los pájaros. Te zumbo todos los silencios del universo. Y cuando expire el momento deseado. Ordeno que mueras. Ordeno que vivas, si quiero. Una flor sin corola descarnada y sola extraña la vida Un vuelo sin alas abstracta llama emula pájaros Instante sin tiempo pleno y fecundo sueña el poema Cuando nos roben la lunaalgunos estarán mirando la tierra. En el incendio actual de la Grecia milenariaquieren corromper el fuego con papel pintado. Arduos alumnos de Pitágorasdigan No, no me fallen. Que aquí, en el año uno, en Buenos Airesnos apagaron con agua poco santa. Que allí, en el año diez, en Atenaslucirá la antorcha hasta su destino último. Y desde las cenizas del capitalismo derrotadovencerá esta vez, el hombre y la mujer. Y será fiesta eterna el OlimpoHelenos y Huarpescelebrando. Nadie lo sabeen tus ojos oscurosvive mi luz Siento nacercuando me miras fuerteun no se qué Quiero vivirtu mirada de marnaufragio azul Para un aprendiz de escritor, para un balbuceador profesional de poquedades, para un emisario de la nada que busca el oído de ninguno... susurrar un escrito cualquiera es un acto estúpido de magia mayor.-A ello me avoco brevemente, en esta segunda parte, que si la primera salió como el culo, no puede ser menos.-Lego a todo aquel que me lea, la alta erudición que nunca tuve, la perfecta forma escrita que jamás logré, y la alegría que ahora me embarga.-No esperes a mañana para escupir mi tumba. Estoy tácito como sujeto de este escrito aberrante. Tus insultos, tu admirable desprecio, los necesito, para saber que al menos, en la reprobación, estoy escribiendo. Hay algo, solamente una cosa importante, que me gustaría decir, y no se hacerlo bien, aunque lo intento. Bástame decirte por ahora, una cosa: es un lugar común de nuestros días, afirmar que Dios no existe. Te puedo asegurar que tengo la constancia plena de su existencia y por eso escribo. Doy testimonio que una vez miré que caía una estrella, corrí a la Biblia y leí... "Yo veía a Satanás caer como una estrella, antes que el mundo existiera"... Jesús, el Cristo.-Desde entonces... no supe que hacer, no supe otra cosa que hacer para lograr transmitir la experiencia... con palabras. Y ya lo ven, apenas si puedo balbucear este escrito torpe. Pero es verdad, y me consuelo saber que no miento. Nadie afirma del agua que se trata de una "cantidad húmeda". Tampoco se dice del aire que sea "un determinado número de átomos de oxígeno y gases raros". Sin embargo, al tiempo lo asociamos con una medición. Y perdemos, con ello, el tiempo. El tiempo no es el giro de la tierra sobre sí misma (día, noche) ni la vuelta alrededor del sol (año). Ese es un aspecto, el mero aspecto aritmético.-El tiempo es otra cosa. Es aquello que me falta para recibir un beso, aquello que me sobra en mi deseo de ser besado, aquello que nunca conforma mi boca, cuando se produce el beso.-Lamentablemente para la especie humana, hemos desexualizado nuestra noción de tiempo. Siendo como somos seres sexuados, al hacerlo, nos ha resultado imposible atraparlo en un concepto. San Agustín decía "si no me preguntan, sé lo que es, pero si me lo preguntan, lo ignoro".- Yo puedo decir aquello que el genial Agustín calló (en el pozo oscuro donde cayó). Pero prefiero no decirlo, porque no me das un beso, estimada lectora, estimado lector.- Si ocurriese, prometo una segunda entrega en el mismo sentido. En vano me quiso engañar la bella literatura. No. No moriré como mueren las rosas o los jazmines. Moriré como mueren las personas, y se pudrirá mi carne y la comerán los gusanos.- Una lápida austera, desabrida incluso, tapará de la vista de los curiosos ... el horrendo espectáculo. Y será así, hasta las cenizas últimas. ¿Qué será de mis intentos literarios? Seguirán como ahora, sin ser leídos, seguirán siendo nada. Mi lápida no dirá..."aquí yace un poeta" como tampoco nadie lo dice ahora, y sin embargo, sé que lo he sido, sé que lo soy, aunque el coro del mundo, repite incesante, que no.-Yo trabajé, aunque siempre en el fracaso, infatigablemente el otro lado de las palabras. Pulí la piedra que nunca construyó la muralla... pero la labré con voracidad implacable. ¿Qué importa que siempre haya sido derrotado? Aunque parezca mentira, aunque toda la razón designe lo contrario, aunque no se crea... soy, después de todo, aunque nadie lo diga, un poeta feliz... y eso, sólo eso, me basta para existir. Feliz en este instante que escribo naderías para nadie. Feliz en este instante que tanto se parece a la eternidad. Feliz en este instante que habré de recordar, solito y contento, cuando mi aparente cerebro ya no sea. Porque no se recuerda con el cerebro o el corazón material, se recuerda con el poema, más aún, con el que nadie lee, con el más ruin, con el más despreciable, como este escrito rígido, que a nadie convence y a ninguno emociona.-Nunca hallé la palabra perfecta en el poema perfecto que creara la lectura perfecta. Me endiosa saber que lo intenté, y no me asusta estar perfectamente seguro que nunca lo logré. Soy feliz, eso sí, aunque escribo como escribo, como el culo. Y ya no sé que más decir... árbol desnudomi mirada no alcanzapara enhojarte La gata oscurapasea por el techosu soledad. Fiel al encantomenea en cuatro patas¡no ser mujer! Libre de miedosalta sobre mi sueñoesfumándose. A veces puedodescubrir en tu calmamis propios rasgos. A veces quieroatrapar tu presenciaen soledad. A veces mueroy jamás me ha ocurridoresucitar. No me ultrajes el poemaque todavía no lo salvoque todavía no lo puedoque todavía no me nace. Una tras otraaborto y abortolas mínimas palabrasde mi diccionario. Escribo para escapar urgentedel hijo que nunca tuvey desde la nadame está acusando. Aunque soy un hombre, escribo,es decir, soy una madre.Pero el poema, tampoco así,me nace. Me sorprende que los "amaneceres" gocen de tanta y tan buena repercusión literaria. El amanecer sepulta a nuestros ojos, a la delicada luna, que también, en materia literaria, tiene lo suyo. Entonces, en qué quedamos... ¿amanecer o luna? A nadie se le escape que después de amanecer, viene el encendido de la ciudad, con sus fauces infernales. Los niños son arrancados de sus camas y entregados a la pérfida escuela. Los adultos salen a buscar al dinero, es decir, al diablo. Poetas despistados, en el mundo entero, siguen sin embargo... ¡ay poesía! cantando al amanecer. Por mi parte, prefiero cantarle a la oscuridad y que amanezca cuando deba, es decir, cuando yo tenga que morir. No antes.- Tampoco soyun amanecer vacío de solalgún clavo en busca del martillo eficazo una hendiduraen la pared huérfana de clavodonde un cuadrose sostiene sólo por la miradade aquel que lo contempla. Pero estoy cansado porque nadie me lee. Crucifico mi tiemposaboreando la posibilidad de la palabra exactay nunca, me sale el poema. Quedo muerto,sin resucitar poeta.¡Nadie me lee! Hay instantes en que reconozco mi instinto,y vuelo sobre el tiempo, pesadillas de un demente arropándose en el miedo. Así los viajes son refugios para medir la sangre,o días en que se esparce el hastío flotando en parcelas imperfectasdel alma. Sin embargo percibo los primeros designios:esa mano hechizando al único hombre que miro su espejo,la mesa abandonada por el arrebato de la enajenación del hambre,y el cuerpo destrozado para que la victoria reconozca su propio límite. Cuando lo líquido de mi piel escapa, el pálido inventarioal que acudo en sitios como éste,me enardece,porque suena un humo triste ente los dedos,y fatigosamente lloro como repitiendo frases ajenas, sin destino ni perduración. Con los rastros de mi última sonrisa me concedo la tentación de ser otro. Guillermo Capece Bálsamo infalible y económicoQue cuesta lo que cada quien elijaEntre el polvo de este lugar y el mas cósmicoCuando no tener idea es una idea fija ...Rey de reyes que perdieron su tronoPor ser esclavos de su excesiva conquistaSi yo otra vez me auto coronoProclamo a viva voz que soy artista !..y no por consensos mayoritariosSino por como quien se decreta libreAsí que ya no hay critica que asuste...Pues cuando uno pasa de calvariosGana autoridad para determinar el calibreDel disparo que apunta a que el resto le guste.... Maravilladacon la mirada de un niño de puebloal saborear el misterio del eclipse Dejando dividido el resquebrajado tiempo de las mil esperasal saquear mi boca besada en el desorden Lila, su extraño nombre abreviado en el resplandor de un deseo,maquillada de estrella erranteen el carnaval de las heridascreyéndose mareafingiéndose fuegotornándose magiatornándose verboen el alucinado latir de la esperanza... Si pudieras resumirel eco de tu presenciaentre los destellos de un torrentevaciado en mis lágrimas...si pudieras resumir con tu vozla mudez de los pájarosque se abandonaron al cielo,seguramente arrancaríasel núcleo de mi falso nombrey lo harías viajar por el huracán de la palabra Si tan sólo lanzaras una bengalasobre la herrumbre de mi pechocuando los cristales y la vigiliase retratan de antiguas heridas...si pudieras llegar hasta aquícuando la madrugada arde en mis ojos y me pesa el ayer,seguramente una luz erizaráel desesperado pelaje de las sombrasiluminándolo todo dentro de mí Si pudieras florecermeen la prodigiosa nochecon cerrar tus párpadosy darme el signo de tu frente,seguramente emigraría mi pielhacia los lindes del sueño...... sueño brotado de la nada y la piedraconfundiendo en azar al destinotransformado en vos misma Sueño que si perpetuaras en vosla silueta de las gotaspara ungirte y ser lluviaseguramente la verdad beberácon tu boca en mi boca,su único milagro. Verde Federico:yo hubiera querido estar en el momento de los gritos,o de los silencios heroicos;en el momento de las espadas,cuando caíste en tu agua bajo lluvia,mientras los cerdos, enamorados de las banderas subterráneas,tomaban el sol de mediodía. (La soledad de las últimas habitaciones mortifican la memoria.Hay ventanas abiertas, y quedarán así en el invierno.Es raro,pero caen ahora hojas marchitasy me gustaría jugar con ellas.) Verde Federico:desparramo tus gitanos en la mesa,donde con Miguel y Manolo tomamos la sopa de la noche.Tu vestido queda ajado por los toros de la vida,y ni siquiera Nueva York te salva, Federico,porque estás próximo a morir,a caer bajo las balas levantadas a velocidad de la muerte,quizá por el mismo gitano moreno que en tu verso montaba a caballoy era el jinete más audaz de toda Andalucía. Duermescon una palabra entre los labios,con un ramo de hielo en cada mano,bajo las calles empedradas de "pájaros" nocturnos.Al fondo de la tumba llevas,una porción de magia, de manzanas de fiebre,de sábanas de lino. El viento te saluda,las tierras de Granada borran tu contorno,tu sonrisa mira los espejos de la vida.Y se refleja. Guillermo Capece Para un aprendiz de escritor, para un balbuceador profesional de poquedades, para un emisario de la nada que busca el oído de ninguno... susurrar un escrito cualquiera es un acto estúpido de magia mayor.-A ello me avoco brevemente, en esta segunda parte, que si la primera salió como el culo, no puede ser menos.-Lego a todo aquel que me lea, la alta erudición que nunca tuve, la perfecta forma escrita que jamás logré, y la alegría que ahora me embarga.-No esperes a mañana para escupir mi tumba. Estoy tácito como sujeto de este escrito aberrante. Tus insultos, tu admirable desprecio, los necesito, para saber que al menos, en la reprobación, estoy escribiendo. Hay algo, solamente una cosa importante, que me gustaría decir, y no se hacerlo bien, aunque lo intento. Bástame decirte por ahora, una cosa: es un lugar común de nuestros días, afirmar que Dios no existe. Te puedo asegurar que tengo la constancia plena de su existencia y por eso escribo. Doy testimonio que una vez miré que caía una estrella, corrí a la Biblia y leí... "Yo veía a Satanás caer como una estrella, antes que el mundo existiera"... Jesús, el Cristo.-Desde entonces... no supe que hacer, no supe otra cosa que hacer para lograr transmitir la experiencia... con palabras. Y ya lo ven, apenas si puedo balbucear este escrito torpe. Pero es verdad, y me consuelo saber que no miento. Alguien que me salve.Que me quite la angustia de no poseerme.Que me enseñe que los muros pesan más que las pobres palomasque vuelan en su alto.Quiero que mi soledad me conteste por vez primerapara quién estoy.Yo, que fui el francotirador inasiblesoy ahora el eco lejano de lo que fui.Me inundan las máscaras, el olor de los moribundos,el terror de encontrarme con ellos bebiendode la misma copa ácida su vino.Si vinieron a matarme, que me maten ya.Pero que no me hagan tragar el humo vacíoque siempre llevan en su rostro.Los odio porque una vez los amé.Teñidos de mariposas venían a tracionarme.Usurpaban cada hueco de mi corazón.No sé si quiero que alguien me salve.Los músicos con sus cántigas dirán el resto. Yo soy el que espera. Guillermo Capece Soy el camino de mí mismo y la desolación que se abraza a su senda,y tiembla, y borra las huellas para que no me persigan. Estoy vacío de esos animales etruscos que me regaló la partidade unos ojos girando al viento. No puedo confiar en los sueños porque alguien les pone un asesino dentro. Me acuno cuando no me veo pues la vergüenza tiene el ropaje largode los locos. Hoy es domingo, y he estado todo el día ausente. Guillermo Capece IYa oscureció la tierra.Difícil es tener tu boca apretada.Tu estatura cerca de mi rostro.Sí, yo se. Es difícil.Se le caen a uno las montañas.Los lagos se hacen charcos diminutos.Todo es difícil.Compartir la sonrisa con vos.O este barco que nos quitan.¡A partir! ¡A partir!¿Pero cómo?Si nuestras plantas penetran en recodos de clausura.Alguien saldrá a gritarnos nuevamente.Debemos tener cuidado. Salvarnos. Pero ahora fumemos en silencio. IIEn qué quedó esa idea transparente,ese cuerpo sobre el que juramos tantas cosas sencillas.Una ilimitada ausencia marcó las señasde tus grandes ojos.Quedarse solo y recordar al otro díalas sombras de los pumas,las desoladas bestias persiguiéndose,hundiéndose conmigo como una gran casa de celos,sumergiéndose,perdiéndose conmigo.Arriba de los cielos, más arriba,la mitad de tu cuerpo fulguraba.Quienes somos, sino aquello que fuimos,sino el pasado de iguales invasiones,de iguales lejanías. Guillermo Capece Querido hijo: Te pongo estas líneas para que sepas que te escribo. Así que si recibes esta carta es porque te llegó, si no, avísame y te la mando de nuevo. Te escribo despacio porque sé que no puedes leer deprisa. El otro día tu padre leyó que según las encuestas que la mayoría de los accidentes ocurren a un kilómetro de casa, así que nos hemos mudado más lejos. La casa es preciosa; tiene una lavadora que no estoy segura si funciona o no. Ayer metí ropa, tiré de la cadena y no he vuelto a ver la ropa desde entonces, pero bueno... El tiempo aquí no es tan malo; la semana pasada sólo llovió 2 veces. La primera vez durante 3 días y la segunda durante 4. Con respecto a la chaqueta que querías, tu tío Pepe dijo que si la mandábamos con los botones puestos pesaría demasiado y el envío sería muy caro, así que le quitamos los botones y los pusimos en el bolsillo. Al fin enterramos a tu abuelo; encontramos su cuerpo con lo de la mudanza. Estaba en el armario desde el día en que nos ganó jugando al escondite. Te cuento que el otro día hubo una explosión por el gas de la cocina y tu padre y yo salimos disparados por el aire cayendo fuera de la casa; ¡qué emoción!, Era la primera vez que tu padre y yo salíamos juntos en muchos años. El médico vino a la casa para ver si estabamos bien y me puso un tubito de vidrio en la boca. Me dijo que no la abriera por 10 minutos y tu padre ofreció comprarle el tubito. Hablando de tu padre, ¡qué orgullo!, te cuento que tiene nuevo trabajo y es superior a 500 personas, ya que está sobre ellos. Lo contrataron de cortacésped en el cementerio. Tu hermana Julia, la que se casó con su marido, por fin dio a luz, pero como todavía no sé de qué sexo es, no te sé decir si eres tío o tía. Si el bebe es una niña, tu hermana va a nombrarla como yo. Se nos va a hacer muy raro llamar a su hija "Mamá". Tu padre le preguntó a tu hermana Pilar que si estaba embarazada, ella le dijo que sí, de 5 meses ya; pero ahí tu padre le preguntó que si ella estaba segura que era de ella. Dijo que sí. Moza de hierro tu hermana Pilar, qué orgullo, de tal palo tal astilla. Por cierto, que tu primo Paco se casó y resulta que le reza todas las noches a la esposa, porque es virgen. A quien nunca hemos visto más por acá es al tío Venancio, el que murió el año pasado. Tu perro Puky nos tiene preocupados, se empeña en perseguir a los coches que están parados. Aunque peor es lo de tu hermano Juancho. Cerró el coche y dejó las llaves adentro. Tuvo que ir hasta la casa por el duplicado para poder sacarnos a todos del coche. Bueno hijo, no te pongo mi dirección en la carta, porque no la sé. Resulta que la última familia de gallegos que vivió por aquí se llevó los números para no tener que cambiar de domicilio. Si ves a Doña Remedios, dale saludos de mi parte; y si no la ves, mejor no le digas nada. Tu madre que te quiere. Josefa. P.D. Te iba a mandar 100 euros, pero resulta que ya cerré el sobre. ¿Y ahora que hago con esta soledad?¡Herrumbrarme!¿Gastarme a muerte en versos que no riman?Rimarme con las sombras del silencioPara que los demonios del tormento¡me sonrían!¿y cómo se vive en esta eternidad?¡un minutoQue se burla cual si fuese una centuria!Azules fracturados se destiñen,Diamantes que en mis manos de derriten¡por mi culpa!¿Do yace lo feliz, lo que antes era?¡AgonizaTras la pérgola falsaria de la duda!Y camina en la arena y se quema,Y camina en el desierto a la espera¡de la lluvia!¿Qué importa el mañana y su promesa?¡nada importa!La fuerte necedad de esta locuraNo acepta la soberbia de las rosas,Ya es mía la cadencia de estas horas¡también tuya!Danzaran las ganas que no duermen¡ni de noche!Con el humo del pucho que desgarro,llegarás, moraras aquí en mi pechoPorque yo así lo exijo, así lo quiero¡porque te amo!CEMENTO.-PROTEGIDOS DERECHOS DE AUTORCódigo: 1004266112209 Julia no sabía decidirse entre la terrina de quesos o el crepe relleno. Eso de entrada, pero como primer plato no estaba segura de pedir la trucha en dos salsas o el lomo con duxelle de champiniones. Después de todo, lo que más le interesaba en ese saloncito paquete, era jugar un poco y ver los colores de los platos servidos por mozos lánguidos, en uno de los cuales le pareció ver al muchacho de La Cantábrica en ese sueño que no había olvidado.-No será la primera vez que me asome a un espejo y vea las huellas de mi rostro- ironizó para sí mirándose al espejo donde también se reflejaba la figura de Sergio.Él la había invitado a almorzar para decirle ¿qué?. Si el barco se hundía -se dijo- ¿él querrá salvarlo? ¿Por qué no levantarme y dejarlo solo? ¿Para qué acepté la invitación?Sergio estaba distraído. Ella se apuró a pedir y el mozo anotó con diligencia pero con cierta rigidez. Esto la divirtió. Luego el muchacho anotó lo que Sergio le dictaba.-Me llamo Fabio- dijo el mozo- estoy a sus órdenes; que tengan un agradable almuerzo.Y, mientras el mozo se iba, ella volvió a jugar otra vez con el espejo en la pared: los ojos tristes de Julia; los labios quietos de Julia como si recién terminaran de crecer."Aquí pronto se instalará una mueca y no lo podré evitar", pensó. En el espejo se miraba las manos y el busto, pequeño pero todavía erguido."Pronto esto se terminará. Seré vieja," se dijo.Y añadió para sus adentro:"Estos juegos comienzan divertidos y terminan crueles." "¿Por qué tener esta visión partida de la vida?"Porque ella también amaba el sol que entraba, y los colores de la comida que ahora le servían, y estaba segura de que también podía amar al muchacho de chaleco negro, algo desgarbado pero de manos finas, que a cada momento quería ser cortés.Lo miró sin disimulo y él se dejó observar. Luego volvió a mirar en el espejo y lo vió reflejado sirviéndole el vino.Mientras le ofrecía el primer plato le pareció que las manos del muchacho danzaban sobre la mesa.-Me entristece el campo a la hora del crepúsculo- dijo ella antes de que Sergio le preguntara por qué lo decía.-Cuando era chica me daba miedo ir al circo- dijo sin oírlo - un caballo se volvió rabioso, ¿sabés?,y saltó de la pista a los palcos.-El caballo se volvió rabioso o loco -repitió- ¿nunca supiste de un animal loco?Él le tomó la mano e hizo un esfuerzo para escucharla pues en realidad estaba pensando que todas las mujeres tenían algo de estúpidas.Ella se levantó para ir al baño con la idea del caballo rabioso y en Sergio, tan lejano.Pasó por la pequeña salita vacía dispuesta para que los clientes jugaran al billar que le pareció de un amarillo intenso, y vió al mozo, apurado, pero atenta a ella. Julia sabía que auque él no lamirara decididamente, había despertado su interés.Cuando salió del baño lo vió otra vez, y un ardor le subió al pecho."Dios mío" -pensó- "no poder amarlo ahora sería un castigo."Al pasar por la salita de billares entró. Se ocultó en el momento que el muchacho pasaba nuevamente. Esta vez la miró. Ella lo llamó y le pidió café. Cuando regresó con el pedido la vió recostada contra la pared, y no pareció asombrarse. Estaba acostumbrado a las trangresiones de algunas clientas, y por eso fue que no le acercó el café sino que lo dejó sobre la mesa de billar y cerró el cortinado. Se quedó frente a ella. Julia vio que el cuerpo de él se recortaba frente a la luz, y lo abrazó humedeciéndole la cara con los labios. Las manos del muchacho resbalaron sobre el vestido de ella, y lo subió de a poco, mientras la llevaba hacia la mesa de billar. Comenzaron casi en silencio, con pequeños quejidos de ella, y el silencio de él.Pronto Julia sintió la sensación dentro del pecho que el caballo loco del circo repetía la escena del asalto hacia el público. Creyó que su corazón galopaba hacia la libertad.Más tarde,mientras arreglaba su maquillaje, se sintió poderosamente libre. Rápidamente busco dólares en su bolso y los dejó debajo de la tacita de café. Fabio que la observaba, rechazó el gesto.Tuvieron un breve dialogo:-Soy de Mendoza, tengo viñales, no necesito dinero- dijo el hombre ya fuera de su máscara de mozo.-¿Y por qué trabajás de mozo? -preguntó al instante Julia.-Soy el dueño del restorán, y a veces me entretengo en atender las mesas sólo para conocer mujeres como vos.Julia no supo si eso era un halago, y no respondió.-Tengo una cadena de restoranes en sociedad en Mendoza, y otro en Puerto Madero- dijo el muchacho algo desgarbado pero con cierto orgullo.-No sé qué pensarás de mí- susurró Julia.-Cuando uno hace estas cosas no piensa nada más que en el placer instantáneo -respondió seguro.Y se fue dejándole una sonrisa.Sin embargo ella sintió que esa rápida aventura no era ni mas ni menos que una mariposa detenida en mitad de su corazón, pero dispuesta a volar en cualquier momento, por ejemplo en cuanto Sergio la mirase y le indicara la comida.-Se enfrió el lomo.Ella balbuceó una disculpa dispuesta a no dejar volar esa mariposa. Iba a pasar la lengua por el interior de la copa de vino por segunda vez, cuando la orden de él la detuvo:-No hagas eso.-Eso es lo que me interesa hacer en este momento. Lo quiero hacer.-A veces parecés una chiquilina caprichosa. Mejor comete el lomo. Es un plato muy caro -y Sergio enlazó los ojos de ella con una dura mirada.-No lo quiero, está frío- protestó ella mientras apoyaba su lengua en el cristal de la copa.-Comete el lomo -repitió él. Con un soneto vengo a enamorartecon este cuarteto abro y me dirijo,ojalá que no salga tan prolijo,que digno de ti, logre encantarte. En este cuarteto el alma se me parte,no obstante yo sigo y no transijo,te lo juro ante un sacro crucifijo,que a Petrarca le robaré su arte. En el primer terceto me acomodopara decir que ya no habrá ni modo,porque olvidarte, vida, yo no puedo. Y en este terceto digo, aunque duela,pues tu desdén me da dolor de muela y transido de amor, asi me quedo. Te vi corriendo en el trivial caminoquebrado el corazón de horror y miedo, te vi los párpados cansados, tristes…y a tu dolor escribiendo.Lluvia derramóse en tu piel de polvo cual ósculo de agua en el desierto,una lágrima miraba entre las gotas…y tus párpados cayeron.Tu alma sufre las caricias muertasde aquellos que no están ya en tu sendero,gime un zorzal en tu voz dormida…gime por ellos.La estepa que morabas, agoníade ave remontando el turbio cielo,caló en la gris arena de tu alma…llantos, espectros.Impío ardor que ulcera el alma gotas de vida en la arteria del tormento,alejóse la huella de tu infancia hermosay de tus sueños.Aurora de la vida en la dulce primaveramarchóse hacia el crepúsculo imperfecto, Colgada la ilusión al sol poniente de tu invierno.Y semblantes que fumígenas deambulan,¡cuál estrofas en papiros sempiternos!remojábanse en las lágrimas copiosasde tus recuerdos. Bordeando el precipicio de las penas,líado en la garganta todo anhelo, soledades, añoranzas y suspiros…por quienes se fueron.Trocóse en mi la infausta intemperie, con sales de tu mengua en el siniestro,tu vista atormentada impenetrable…a mis silencios.Besos estallantes, por tu faz de diosa,de mi oráculo infernal se desprendieron,¡coro bruno y arisco que reclama!tus oídos sedientos.Garfios rojos en la mar se mezclan,azules que reencarnan púrpuras y negros,el sepia ha fenecido ante tu mármol…como yo lo ordeno.¿cuántas veces el grito del osario,reclama tu pasión con tono austero?¡mas yo robe tu pose del olimpopara mi imperio!Pues yo acaté la orden de la mística,y en tu regia luz ardí al son violento,en la flama, que echa luz y no se apaga,de tus plectros.Serena brisa danzando en las praderasbálsamo que alivia las heridas del guerrero¡la calma sosegada y mi refugio!tras el viento.Venerable efigie en el santuario mío,silueta de esta fe que hoy profesodestellando tus azules refulgentes entre el incienso.Menguando la quimera y el destinoel signo de la suerte hemos impuesto,¡la hormona exasperada también canta! en mi deseo.Tertulia montaraz entre las pielesque unidas revelaron los misterios,¡coito y desayuno en la montaña!¡amor malevo!.CEMENTO.-Protegidos derechos de autor.Código: 1002185547676 En la rama erizada y prudentearrastrando su honor busca amparoy entreteje un capullo mierderoa donde esconder su pudor de gusano;pero al beso, rigor de la púaque la espina le clava en los labiosse derrama en los suelos, cual lágrima,y sirve tan solo de abono a los pastos.Sacrificio mordaz que le impidesacudirse la culpa en las manos,porque dobla rodillas, rompe alascuando siente el tonelaje del pasado;no se tapan los huecos del almacon la imbécil sanción de un contrato:allí suelen pudrirse ya infectoslos cadáveres de sueños muy soñados.La vergüenza apostada en sus sienesle conmueve el talante de pánico,mas si vibra el deseo escondido¡le arrancar gemidos, deseos mojados!Pero cae, fenece, despiertaen la ruin soledad de su páramoy no puede secarse las lágrimasyaciendo a la sombra brutal de sus pánicos.Alla va, como un beso perdidoaleteando con rumbo extraviado,del sopor de algún muro invisibleal bello dolor de algún muro bastardo;del tenaz e impiadoso supliciode la marcha fugaz de los años,de las ganas, del semen y el flujoal rigor de tener que cumplir lo pactado.De la obtusa caricia en la frente,que bordada de lineas y encantosaun protege el cosmos sublimedo estallan mil versos por cada calvario,¡de esa simple caricia apagadadonde no hay humedades mojando al procaz sentimiento pechandopor ver como bailan querubes y diablos!Del romántico sitio perdidodonde no hay ni mentiras ni engaños,al blasón de lo obvio y lo lícitodo solo se ensueña hasta el canto del gallo,de la mísera etapa marcadapor las leyes del mundo tiránicoa los vuelos azules y libresque buscan descanso en un pecho, abrazados.De la tumba llamada esperanza,esa forma sutil de maltrato,a la horrenda certeza del tiempoque trae la muerte entre risa y sarcasmo,¿donde vas a dejar que los huesosse transformen en piedra y en barro?:¿mariposas que viven de sueñoso gusanos que realizan lo soñado? CEMENTO.- -Buenos días, papá- y era la tercera vez que lo repetía-; buenos días, papá-volvía a decir.Entonces saltaba de su cama, recorría el flaco pasillo, y se internaba en el baño.La ducha, el agua fría, no le daba la grata euforia que necesitaba. Entonces trataba de secarse con la amplia tohalla, y se envolvia en ella imaginando que era el maharajá de Kapurtala, y mientras orinaba en el bidet, pensaba en cómo pasar ese día,vigésimo de diciembre.Ese diciembre que le calcinaba los huesos, porque se presentaba caluroso y húmedo como ninguno, y ya podía ver que lo había jodido bastante al pelarle la espalda el sábado anterior,en la pileta de Ricardo.Volvió a tener ganas de orinar, pero eran ganas nada más, porque al enfrentarse con el bidet,un chorrito indeciso se asomó por su pijita. Se la metió dentro del calzoncillo, se miró al espejo, se hizo alguna íntima pregunta que no contestó, y salió para atravesar otra vez el pasillo.-Buenos días, papá- dijo esta vez con voz más firme. Y siguió hasta la cocina:el mate,el café,el té, el vino. EL VINO. El vino era lo que conformaba su paladar aquella mañana de diciembre. Y mientras saboreaba su aspereza, se le ocurrió pensar en el viejo, en la navidad que ya llegaba,en lo llagado de su espalda, en Leticia, (en la costosa Leticia) que todavía se negaba a todo, y por último en él. Aquí se sirvió otro vaso de vino. ¿Quién era él?Sí.Le gustaba vestir bien.Andar por el centro mostrando exactamente lo que se debe, y lo que no se debe dejarlo para Leticia (cuando se decidiera), o para Ricardo, siempre que mediara un golpe de teléfono. Y mientras tanto, ¿qué?. Ir al bowling, caminar hasta el puerto, o tomar sol en Saint Tropez,y soñar con ese viaje a Río en Carnavales que le había prometido Ricardo.Después... su vida estaba ocupada con tantos sueños...; quería navegar, irse, tal vez a Europa. Pero no por el hecho de conocer Europa. París, Roma,Milán, eran sin duda lindos lugares. Pero no era eso loque realmente importaba. El hecho substancial era viajar en barco; sí, en barco..., a semejanza de esos barcos que mamá le hacía a los ocho años, doblando con ternura la hoja de diario y dejándolo reposar en la bañera. Creía que el fondo del mar era blanco, y que las fuerzas de las olas tenían, exactamente, el ritmo que le fijaban sus pequeñas manos.Pero ahora había pasado tanto tiempo... -Buenos días, papá- dijo esta vez con bronca, mientras servía hasta el borde otro vaso de vino. -Buenos días, papá- gritó mientras pensaba decir cálidamente -queriendo deshacerse de ese raro remolino de angustia- buenos días, mamá... cómo estás hoy?, buena y linda como siempre, mamá; mi mamá. Aquí traje el papel para los barcos. Pero la memoria de las tardes encerradas en el baño, viendo viajar ilustres barcos a los que mamá bautizaba con extraños nombres, no conseguía atenuar la tristeza grande que sentía,ni su gastada melancolía actual. Él era un hombre simple, gozador delas cosas sencillas, amante de la naturaleza, leal para los amigos...; pero había cosas en lo íntimo de su vida que no entendía.No estaba claro para él por qué al pasar por la habitación del viejo debía saludarlo, siendo que siempre dormía, o, en el mejor de los casos, leía el diario, y no le contestaba. Jamás le contestaba, y había llegado a pensar que el viejo estaba sordo. Pero no. Algo golpeaba en su cabeza, y en el sentido literal de la palabra. Algo se doblaba y rompía cuando saludaba al viejo. No era importante que no lo oyera, o que lo oyera y no le contestara. Entonces,¿qué era lo que en rigor lo perturbaba? Aquella mañana lo había descubierto. Lo había descubierto en la cocina, mientras llenaba otra vez el vaso de vino. El lugar vacío al lado de la cama que ocupaba el viejo era la clave: el lugar que ocupaba mamá en vida. -Buenos días, papá- dijo esta vez entre sollozos.-Buenos días, hijo- dijo el padre apareciendo en el marco de la puerta.Y él se entregó a sus brazos y lo abrazaba, lo abrazaba, mientras pensaba en viajes lejanos y múltiples, en viajes claros y magníficos.-Buenos días,papá- y lo miró a los ojos llorando plenamente. -Buenos días, hijo- dijo el viejo casi con miedo, sin entender, -buenos días, hijo. Si el corazón se secacomo fruto abandonado en tiierra,si los sentimientos se hacen piedra,si todo es desierto y arena yertaen los espacios vacíos del alma...¿en qué quedará tu vida? El dolor no es suficiente excusapara dejar los campos sin siembra. Es preciso alimentar la luz de la lámpara vertiendo en ella el aceite que la sostenga.La lámpara del corazón necesita el aceite de la esperanza,el aliento de la ilusiónpara que arda su llamaen medio de las tinieblas amargas. E.G.M.
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Eduardo Fabio Asis
María Ester Rinaldi
Te dejo un cálido abrazo.