• Rocío García
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Cuántas sonrisas me habrás borrado, cuántas me habrás sacado y cuántas habré partido yo. Supongo que eso del amor incondicional se refería a esto. Después de tanto. Después de tan poco. De lo poco que me has dado todo este tiempo y las migajas que he ido coleccionando con los años. Me abriste en canal, te metiste dentro. Te fuiste acurrucando hasta llegar al fondo. Ojalá pudieras escaparte por la espalda. Ojalá supiera dejarte escapar. Dame hechos que me dejen caer el dolor de la piel. Sonrisas que me diluyan las tormentas que llevo dentro. Miradas que me dejen ver más allá del tiempo. Eres mi origen y mi cuerpo pide que también seas mi pista de aterrizaje. Mi palanca de impulso. Mi colina para descansar. Mi hoguera nocturna. Mi amanecer… Las caídas me recuerdan a ti, porque eras al único que quería cogerle la mano para levantarme. Estoy aprendiendo a sostenerme yo, pero aún me tira el aire. Aún me tiemblan las rodillas. Ojalá pudieras prestarme tu pecho esta noche para acurrucarme un segundo. Vuelvo a sorprenderme de mis intentos de ir a buscarte hasta cuando ni siquiera yo le encuentro sentido. Parece cosa de magia. Ojalá hubiera algún hechizo para poder dejarte salir rápido, sin que me sigas destrozando. Estoy rota. Intenté reconstruirme, pero me faltaban demasiadas piezas. Y todas tenían que ver contigo. No sabía qué hacer con esos vacíos, porque parece como si solo encajaran las tuyas. Las que tú te llevaste cuando me rompiste. Todas las veces. Y ahora no sé si comprar piezas nuevas para seguir pegándome o hacer como si no hubieras existido. Más perfecta, pero sin ningún recuerdo. Con más brillo, sin ningún hueco. No quiero olvidarte, pero me pesas. Me gustaría llevarte ligero. Sigo sintiendo ese nudo en la garganta que me agua los ojos a veces. Me pregunto dónde mierda estará el límite. Si lo supiera iría a pisotearlo. A jugar con él, a saltarlo. A salir corriendo hacia el otro lado. Lejos de ti y de tus manías. Esas que siguen volviéndome loca a pesar de los (d)años. Qué caro me estás saliendo.
Muéstrate tan preciosa como eres.  Tal como aparentas en esos sueños. Eres real y tienes la capacidad de construir un palacio, reina. No hay nada más perfecto que mostrarse imperfecta. Dejarse ver, acariciar, querer. Dejarse volar. Dejarse dar cariño, calor, color, estupidez. Te decidiste a encontrarte cuando te dejaste ver. Cuando dejaste a la luz tus defectos y tus virtudes, entonces te buscaste. Y te viste allí, sentada feliz. Sintiendo el viento. Y el sol apuntando a tus ojos. Para que todo el mundo pudiera ver el espectáculo. Desnudarse es mucho más que quitarse la ropa. Ni siquiera hay que desvestirse para mostrarse. Nunca te has conocido, porque nunca te has dejado salir de casa. Para mirar al cielo, no pasaste de la azotea. Y ahora te estás comiendo los miedos y dejando salir las ganas y las risas. Ahora sí salen las cuentas del amor que te debías. Dejemos los números rojos para las hipotecas y esas personas que dicen llamarse dueñas de algo mientras andan por ahí con ojeras hasta la espalda y el asiento del coche marcado en el culo. Qué mejor que empezar a sentirte dueña de ti misma. Qué más puedes pedir si ni siquiera tienes eso. Cómo vamos a pretender calmarnos con lo de fuera, si lo de dentro está con la alarma de incendios encendida…
Muéstrate
Autor: Rocío García  467 Lecturas
No permitas que nadie tenga que arroparte las orejas para dejar de pasar frío. La clave está en saber que eres tú la única que siempre va a querer hacerlo. A pesar de que hayas tenido un mal día, que hayas encontrado obstáculos nuevos o de que te hayas dicho mil veces fea frente al espejo. Más veces de las que deberíamos olvidamos arroparnos. Y no sólo las orejas. Somos más que un mensaje de texto a destiempo. Somos más que un entretenimiento para las noches de insomnio. Somos más que un comentario. Somos más que una foto. Somos más que un mensaje privado mientras aparentamos estar ocupados. Somos más de lo que nos hacen creer ahí fuera. No olvides quién eres, por qué lo haces y a quién contestas. Un texto en una pantalla no es una mirada. Un icono no es un beso. Un audio no es un susurro al oído. Una foto no es una caricia. Un “mañana hablamos” no es un “mañana nos vemos”. Dime qué expresa una risa en forma de palabras.  Y no me compares una sonrisa desarmada, cara a cara, con un GIF de carcajada. No entiendo cómo pudimos caer en este juego de pantallas, si yo lo que quiero es ver amaneceres contigo y perderme atardeceres por preferir tu sonrisa acariciando la mía.
Esos recuerdos no se olvidan Se guardan bajo llave Y a escondidas.   Me atrevería a decir Que aquel día rocé el nirvana Mientras nos mirábamos Bajo las heridas.   No sabía que se podía meditar Embobada en una sonrisa. Ni que en esa curva tan bonita Se escondía La cura de la agonía.   Esos recuerdos son imborrables Porque no se guardan en la memoria, Sólo se sienten para siempre. Aunque ya nadie los libere…   Me tienes a punta de saliva, A prueba de besos…
Se resbala entre tus dedos ese sabor dulce de su sonrisa en pleno mar. Y no quieres darte cuenta que no puedes perder el equilibrio ni un milisegundo con ella. Se escapa en el viento, ayudada por alguna nube de tormenta. Se alía con los delfines para nadar hasta la otra orilla. Se construye remos para avanzar. Y es que si quieres conservar sus manos enlazando tus velas, tendrás que hacerle ver la magia de cada amanecer en medio del océano. Y acurrucar sus miedos junto a la arena mientras el atardecer desaparece ante tus ojos contemplando los suyos.
A veces tengo una ilusión. Casi parece que pueda mostrarte olores en la distancia. A veces tengo la ilusión de poder tocarte. Abrirte el alma desde aquí, lo artificial creyéndose humano.   A veces siento que (des)apareces. Y no sé cuál de las dos  me haría más inmortal.   A veces tengo una ilusión. Nos arropamos bajo las mismas sábanas, sin despertador de despedida.   A veces tengo la ilusión de tenerte. Mientras sólo tengo tus palabras escritas en una pantalla fría consumidora de luz. Y de ilusiones como las mías…
Inmortal
Autor: Rocío García  467 Lecturas
Él es como esas canciones que las escuchas una vez, no acaban de gustarte, pero sin saber por qué, vuelves a hacerlas sonar. Y poco a poco te van sorprendiendo más. Y más. Y más. Te van atrapando... Y al final entiendes que eran tan buenas que no bastaba con escucharlas un par de veces para interiorizar todo aquello que guardaban, todo aquello por lo que solo quiénes le dedicaran tiempo lograrían extraer el significado de cada nota. De cada matiz de cada sonido de cada cuerda de esa guitarra. De cada esfuerzo al arrastrar el dedo en el aire. De cada movimiento suave, delicado. De cada roce de los párpados cerrándose al cantar. Por eso él, era tan especial, pero pocas personas esperaban a su lado para descubrirlo.
Matices
Autor: Rocío García  444 Lecturas
Sentir que estás incompleta. No vacía, pero menos llena. Carencias de un amor que puede que ni siquiera nunca lo fuera. O que estuviera en otra parte en la que nunca hayas buscado. Está en ti. Estás en ti.Tan absurdo como buscar fuera lo que llevas dentro. Como cuando buscas las alas de cualquier mariposa para poder volar, sin saber que tú ya tienes unas. Y no precisamente mal cosidas. Entre el brazo y la columna que te mantiene en pie. Arraigadas a tu espalda. Que siempre te han pertenecido, pero nunca te has parado a mirarlas, mimarlas.Y cuando por fin lo creas, tampoco será fácil... tendrás que aprender a ser libre.Creer en ti te desarma, nunca fue una opción viable. Lo fácil es ver en otro cuerpo lo que no encuentras en el tuyo. Lo fácil es criticar a otra, criticarse a sí misma es demasiado. Nos sobrepasa.Y al final prefieres creer en los demás, y así no te quedas mirándote embobada, sacudiendo mil defectos, colgándote de cualquier colgado, protegiéndote de cualquier buena intención. Porque en el fondo, crees que es eso lo único que mereces. Porque en el fondo quien no te quieres cerca, eres tú. La dueña de todos tus problemas de cabeza. La dueña de todos los fracasos. Dudas y carencias. La dueña que no la culpable. De todos tus vuelos, caídas y rincones sin explorar.Dejas que otros se adueñen de eso que deberías sentir tan tuyo. Dejas que otros lo quieran (y lo pisoteen) porque crees que a ti te queda grande. Sin embargo, cariño, siempre ha llevado tu justa medida. Ahora, si me disculpas como si no, tengo que ir a encontrarme.
Tu justa medida
Autor: Rocío García  425 Lecturas
Ya no hay donde comprar flores en la avenida. Y la cerveza ya no se enfría. Ni se calienta mientras me distraigo con tus manías. Ya no quedan luces en la guarida. Ni sirve de guía el amor. Ya no salpicamos los charcos como solíamos hacer. Ya no sé dónde se mete la esperanza de la niña que un día pude ser. Podría clavarte el aliento si quisieras. Sólo para que sepas cómo sabe tu olor en mi boca. Después de besarte todo parece menos amargo. Más benigno, menos caro. Cuando juegas al despiste, eres tú quien acaba perdiéndose el premio. Cuando no olvides que la felicidad no se fue, la echaste tú, te parecerás a ese niño que ahora desearía volver a jugársela por ti.
Tu olor en mi boca
Autor: Rocío García  439 Lecturas
¿Desde cuándo estoy detrás? En qué momento me cambiaría de lugar… Yo que iba mirada al frente y dejando pasados escondidos entre las ramas de árboles vistos desde la otra cara. Y llegas. Te rindes a mis pies. Y acabo yo en el suelo. En qué momento nos cambiaríamos de lugar… En qué momento la alegría de creerte cerca se convirtió en distancia. Jodiéndome. Jodiendo todo lo que me prometiste. Pero no voy a engañarme, sé bien que la culpa no la tienen los kilómetros.Y ahora me retuerzo entre las ganas de verte y de no querer. Entre las ganas de ir a buscarte y saber que nada será igual. Entre las ganas y las desganas de algo que iba cuesta abajo y sin frenos y que paró en seco. Me paró. Y la huella del frenazo ya no se borra. Ni con lluvia, ni con viento ni con besos nuevos. Ha echado raíces en mi estómago. Y ahora no sé si prefiero comerte suave para que te quedes o morderte fuerte para espantarte.
Raíces
Autor: Rocío García  459 Lecturas
Enséñame a construir una hoguera. Sin mechero. Sin prisas. Enséñame a quemar esa madera mientras admiro el esfuerzo. Mientras empiezo a ser consciente del proceso. Enséñame a mirarla de frente, a no salir ardiendo. A que tampoco se me apague.Enséñame a entender la magia del fuego. Enséñame a curarme mirando esa luz que desprende, abrasando viejos recuerdos. Enséñame a quedarme a pesar de las cenizas. Enséñame a calmarme cuando ya no quede rastro de ella.Enséñame a mirar la luz de las llamas desde tus ojos. Enséñame que este es el calor más natural del mundo. Enséñame a quererlo y respetarlo. Enséñame a despertar cerca y lejos, a no rendirme ante el frío. A conseguir escapar cuando me atrape el pensamiento algún crujido.Enséñame a bailar alrededor del humo. Enséñame a mirarte a pesar del espectáculo. Enséñame a enseñarte que me pasaría la vida dejando brasas encendidas contigo.
Si me dices ven, lo hubiera dejado todo. Te fuiste acariciando el cielo como un globo de helio que se resbalaba entre mis manos. Yo tirando del hilo enredado en mis dedos. Tú llenándote de otro aire. Te eché tanto de menos a ti como a mí. Tuve que acostumbrarme a mi nueva yo sin ti. A rastras. Quemándome el cuerpo. No era otra. Pero sí más triste y menos rara. Te juro que parecía que ibas a volver y despertarme de tu ausencia. Me temblaban las pupilas de mirar hacia arriba para intentar verte. Fue eterno en mi pequeño mundo. Y ahora ya no espero ni a que vengas, ni a que te vayas. Ni quiero dejar nada atrás. No me había dado cuenta que te llevo tan dentro de la piel. Estás rasgándome para salir. Y yo te pido que te quedes. Soy yo lo único que me queda de ti.
Globo de helio
Autor: Rocío García  444 Lecturas

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