• María Ester Rinaldi
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  • País: Argentina
 
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VIVIENDO.
Autor: María Ester Rinaldi  342 Lecturas
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    Cuando nos resulta imposible resolver algo Cuando no encontramos las palabras justas Cuando nos falta valor para enfrentar la adversidad. Cuando nos es negado soñar. Mentimos.   Para no mostrar nuestra debilidad. Para sentirnos seguros. Para que nos admiren. Para que nos amen. Para que nos perdonen. Mentimos.   Porque estamos solos. Porque tenemos miedo. Porque no queremos llorar. Porque necesitamos brillar. Porque nos asusta la vida. Mentimos.   Sin sentir culpas. Sin pensar en el daño que causamos. Sin justificación. Sin perdón. Mentimos.   Por amor. Por hambre. Por ignorancia. Por quedar bien con Dios y con el diablo. Por no saber qué hacer con nuestros errores. Por sobrevivir a pesar de todo. Por no importarnos qué pasará con nuestra conciencia. Por conseguir lo que no merecemos legalmente. Por incapaces… Mentimos.                                                                      
 Escribir es para mí  el arte de unir palabras sueltasque vamos encontrando en nuestra memoria.Las sacamos de su ostracismo y las liberamos.Les buscamos un sentido, un pensamiento, un orden.Hilvanamos una historia que puede ser nuestra,ajena, de nadie, de todos…Le damos un coloruna textura, le agregamos matices, emociones.Dejamos que hable el alma, que transmitaaquello que callamos , aquello que nos desbordaque agita nuestras visceras, que quiere emergery está amordazado por inútiles vendajes de cordura. Escribir es horadar el Universo en busca de Diosmagnificar su lenguaje, encontrar su sabiduría justificar la Creación con elementos primitivos.Palabras que intentan ser sublimes, absolutas…Definir el amor… proeza heroica, desmesuradaintento vano de describir lo indescriptible… Pero todo lo aventuro, lo pruebo, lo voy desmenuzandolo voy armando y así desboco el poder de la palabra.Sutil…feroz…loca…apasionada, incontrolable, pura.Así escribo y me libero, me suelto, me agiganto y muero.  Así escribo, amigos, mal o bien... Es lo que siento. 
La entrega fue total…aquella noche, aquél atardecer Aquél loco sábado de larga espera y de ansiedades… Tal vez así lo quisimos, o así sucedió sin quererlo sin pensar, o pensándolo, o meditándolo sin saberlo… Sin llegar a desearlo, de tanto deseo acumulado De tanto placer esperado, o desesperado, o no deseado.   Tal vez…solo sucedió como una película cuyo final se anticipa desde el principio, se adivina sin verla Se reconoce en los momentos, en el cruce de miradas, En los roces sin  contacto, en los suspiros sin aire En tantos días de idas y vueltas, de regresos y huidas De encuentros y desencuentros de saberlo sin saber Sin vislumbrar… pero viéndolo, sin mirar, sin ver…   Desde el abismo mismo de la desesperanza  y el eco Y el grito no gritado, y el estallido no escuchado Y la culminación agónica del alarido abrupto y ronco que encerraban tu corazón y el mío,  tu goce y el mío Tu desesperación y la mía, con la misma urgencia de desnudarnos o de pertenecernos sin pertenecer Sin tener que ser el uno para el otro, o para ninguno Fusionándonos como el metal o separándonos en dos Como dos fases antagónicas, agua y aceite, río y mar…   Tal vez…aquella noche, aquél sábado de loco placer Nos amamos sin la necesidad de tener que agradarnos Sin el deseo de fingir o fingiendo que lo sentido y anhelado, Lo que de tanto desear y de esperar fuimos negando… Sucedió sin querer, o queriéndolo… sin saber cuándo.    
  De qué lejano mundo te avienes a mi alcoba   Nocturno pasajero de la niebla de mayo,   Acaso porque has visto que sola me encontraba   Creíste que era presa fácil de tu descaro?
Ayer me miraste y en tus ojos descubrí muchas cosas. Tus ojos me hablaron… y yo me sentí mal, muy mal. Me decían cosas que venían desde tu alma. Me contaron de las ganas que tenías de tocarme, de besarme, de apretarme entre tus brazos. Me decían que tenías urgencia por estar conmigo. Que querías acariciar mi pelo, contarme cosas; que esperaste mucho tiempo y que fue en vano.   Pude leer en tu mirada que estabas triste, Me vi reflejada en tu ojos y me sentí mal… Me sentí culpable, egoísta y necia. No tengo derecho a causarte tantos desequilibrios. Yo también me siento presionada, y no estoy bien. Nos vamos a hacer mucho mal, y yo no quiero que ese mal alcance a otras personas. No quiero que nadie salga lastimado por nosotros.   Tus ojos me dijeron muchas cosas, y entendí que no podemos continuar mintiendo. Este juego es muy peligroso para seguir jugándolo hasta el fin. Ya estoy involucrada, y me siento culpable. Me siento angustiada, y no puedo fingir. Por favor, estamos a tiempo de decirnos adiós… Te amo, pero no quiero que sufras. Yo soy fuerte. Vos no.  
Es gordita, de cabello corto y castaño. Piel blanca, ojos oscuros e inquietos. Apenas cruza la puerta, me busca con la mirada… Cuando me ve, detrás del mostrador Respira aliviada. Se acerca hasta mí, arrastrando los pies. -¿Me da esto? y me muestra las cajas vacías. Entonces, como siempre, como si fuera un rito, un acuerdo entre las dos me pide un vaso con agua fresca. Inmediatamente, abre una de las cajas extrae una pastilla y se la lleva a la boca. Me mira y sus ojos se clavan en los míos. -¿Me toma la presión? Se acerca a la ventanilla y extiende su brazo Mientras le acomodo el  bracero con mucho cuidado, como si fuera una niña ella vuelve a mirarme. No son ojos de loca, no veo en ellos extravío son ojos tristes. ojos cansados que piden amor. Se aleja, camina hasta la puerta… Entonces, como si recordara algo, se detiene. -¿Me puede pesar? La tomo de los brazos y la ayudo a subir. La sostengo con cuidado, porque a veces se marea. Le tiembla  el cuerpo… -¿Estoy más flaca? –Estás linda, le contesto. Sonríe…no lo hace a menudo, pero su risa corta me llega al corazón . La acompaño hasta la puerta, y la miro alejarse… se va con paso lento, arrastrando las piernas.   Se llama Mirta. Cada vez que ella viene, aliviano mis penas.      
MIRTA.
Autor: María Ester Rinaldi  333 Lecturas
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   ¿De dónde vienes, amor, que me provocas este temblor de estrella, esta agonía .  que sin querer me sube por las piernas?   Cómo has llegado si cerré las puertas y dejé de soñar con las auroras, te vienes y caminas en mi cuerpo y no sabes de mí más que mi sombra.   Déjame que enajene mi cordura que aparte de mi cama estos cuadernos Hay un libro de Borges en la almohada y un silencio que a veces me preocupa.   He olvidado mis miedos, ya no lloro guardé mi corazón en la nevera pero sé cómo estar de primaverapara el hombre que viene hasta mi lecho.
  Si te siento en mí, me desesperaeste latir a ratos de mi pechoes más que fuego, es una hogueraes espina mortal, dulce veneno.No es que vivo de ti, es que muerouna muerte atroz, desmesurada,una muerte lenta y obligadaen la línea estéril de mis versos.Sé que sientes de mí esta locuralengua que lame húmeda tus manosen el goce mezquino de tu sexo.Este saber de mi que te torturano me da paz, tu cuerpo desgarradosella tus labios su dolor confeso.
DULCE VENENO.
Autor: María Ester Rinaldi  331 Lecturas
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EXISTENCIAL.
Autor: María Ester Rinaldi  328 Lecturas
  Una vez tuve un sueño que fue extraño. Mas, apenas se inició, veloz e inquieto, sin avisarme, se murió en mis manos. Recuerdo que al nacer fue un estallido cruzó el espacio, y se perdió en el cielo.   (¿Acaso vuelven los sueños con los años?)   Fue un sueño tan pequeño y murió solo… Yo quería que fuera algo grandioso. Omnipotente y febril en mi Universo de locuras y fuego…Fue espantoso morir así…Sólo quedó el intento de aquél sueño fugaz que hice pedazos.
Amor, cuando apenas un soplo de recuerdos llegue a tu risa clara; cuando en tus pupilas se olviden momentos, lugares, sonrisas, cuando nada sea, cuando todo viva emociones nuevas, y la vida elija…   Entonces lo nuestro, esto que hoy comienza y que ya mañana ha de ser recuerdo, esto que impusimos los dos aun en contra de nuestros destinos.   Esto que es hermoso, pero que es prohibido seguirá viviendo más allá de todo. En nosotros mismos.  
Me desnudé lentamente, sentada en la cama. Me mirabas absorto, siguiendo cada paso. Me quedé quieta, temblando, de frío o de miedo, No lo se…ni lo se ahora que lo recuerdo todo. Acariciaste mi espalda y me estremecí… Recorriste mi cuerpo con tus manos, con tu boca Me recostaste suavemente, con cuidado. Cerré los ojos Sentía tu aliento tibio en mi garganta, tus besos, explorando cada centímetro de mi piel Cada espacio de mi cuerpo, cada hueco imperfecto. Amorosamente, suavemente… sin respiro Sin darme tiempo a resistir, o a intentarlo. Sentí que respondía absolutamente a cada beso A cada caricia, sabía que iba a perder el sentido La cordura, los prejuicios estúpidos, mi idiotez Tu boca desataba pasiones escondidas Me fui entregando a ti, como la hoja al viento Sin querer, o queriendo, o deseándolo…o llorando No lo se…solo se que fui perdiéndome en el extasis del gran viaje que esperamos los dos, del  viaje final Sin escalas, directo hacia el placer del amor. Hacia el cielo bendito. Hasta el goce infinito.    
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EL ESPEJO.
Autor: María Ester Rinaldi  310 Lecturas
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  Si el cielo llora… por qué culpar al mundo?   Si el hombre sufre… por qué culpar a Dios?   Si el barco  naufraga… por qué culpar al mar?   Si hay quienes odian… por qué culpar al odio?   Si el poeta  calla… por qué culpar a la musa?   Si ya no te quiero… por qué me culpas a mí?  
    El amor ideal es un halo de aire fresco que aparece en nuestras vidas así como así, renovando el esquematizado sentimiento  que está enquistado en nuestro ser, que no por eso deja de ser menos valioso, sólo que de tanto estar se hace cotidiano y aburrido, sin aristas sobresalientes… El amor que de pronto explota y nos hace vibrar porque una palabra, un gesto, un verso que no era para nosotros, nos convulsiona, nos hace sentir todo aquello que quedó en un tiempo cristalizado, ese amor nos renueva, nos pinta estrellas de colores, fantasías acaso infantiles, pero apasionadas…   Creemos sentir que estamos vivos, sin saber que siempre lo estuvimos.  Creemos que podemos ver el amanecer, el ocaso, el cosmos... por primera vez, sin saber que lo estamos viendo a diario…  Agotamos sensaciones nuevas, idealizamos placeres que siempre existieron y experimentamos, pero que ya olvidamos…  Confiamos en esa palabra nueva, cautivante que nos envuelve con su espejismo de promesas eternas, sin recordar que ya las escuchamos anteriormente.   Sabemos de antemano que es nada más que un rayo de luz que se apagará cuando el sol asome en la mañana, pero aún así, creemos.  Buscamos el halago, la frase que enamora, una flor, una canción… Y no recordamos que todo eso ya nos lo han dado…  Qué cosas diferentes puede darte, quién tiene a su vez, una historia igual a la tuya? Por qué debería ser distinto? Qué puede ofrecerle a quién comparte su historia? Algo, tal vez, diferente de lo que te ofrece a ti?   El amor ideal no existe más que en tu imaginación, amiga mía. No lo busques en el lugar equivocado… No dejes que te usen o te lastimen. Mira a tu alrededor…Después de todo, él  está con vos desde el principio… y sabes que al menos, nunca te defraudará…      
  De pronto, uno se mira las manos y se asombra. Y es inevitable pensar en el Inicio. Las preguntas abortan en la boca que gime Liberando palabras, cuestionando principios…   Qué es la vida?  Existe Dios?  Quiénes somos? Qué es la muerte?...Aventuramos palabras sin sentido: Hombre. Génesis. Vida. Y el final… Ya lo sabemos Muerte. Y a partir de ahí, solo el abismo.   Entonces la lucha se hace inútil. Agotadora. Por doquier observamos desolación y angustias. El túnel que se alarga al final del camino Un espectro cargado  de ilusiones amorfas…   Nos negamos. Nos revelamos. Resistimos. Inventamos un destino diferente. Negociamos  una vida, otra existencia Una razón de ser…Una quimera…   Tratamos de vivir sin la pesada carga del Ángel de la Muerte en las espaldas.   Ya no hay oscuridad. No hay estallido.   De pronto, nos miramos las manos. Encontramos que somos. Absurdamente es cierto…volvemos a lo mismo.      
   Si escribo poesìa...es que la siento, me amordazan las palabrasMe desbordan, no puedo sujetarlas...voces de lunas angustiadasCantan en mi dolor, còmo acallarlas si son quejidos agónicosEspontáneos, brotan atropellados, me agotan y se muerenPorque las retengo, me asfixian. Son como pàjaros heridosQue quieren volar. Debo soltarlas dejarlas ir. Enmudecen De llantos aquietados,  me clavan puñales de vocales aceradasHurgan mi interior como pirañas insaciables, devoran mis sentidosY me voy menguando, me empequeñezco porque me vacían.Y siento que floto a la deriva de ignorados sueños...vueloHacia donde me llevan, hacia el ignoto pasaje sin regresoHacia el mundo inagotable de la  palabra escrita. No hay lìmitesNo hay fronteras que puedan detenerlas. Es...el grito que surgeSangre atropellada que fluye a borbotones, formas ignoradasQue se agigantan y duelen. Es muerte, es vida, es la eternidadEs lo que no puede ser lo que no existe pero se gesta  se percibeComo orfebre le doy las formas, como tierra la rosa,   como mujerLos sueños. Siempre hay alguien que espera, que se quiebraUna mano esquiva que tiembla cuando los versos duelenPorque no sabemos quienes somos o hasta donde iremos o acasoDe donde venimos...pero si se que hay algo que me aprisionaEl pecho, me aplasta las encìas... es una voz que no es de nadieNi siquiera es mìa, pero me golpea  las manos hasta que salenLas bestias o los àngeles, y escribo... de espaldas en el albaAcostada en mi muerte, de piè sobre mi sombra, desgarrada.
Amor: sentiste, alguna vez, la angustia quemarte los sentidos? Sentiste el dolor, oscurecerte el alma, la tristeza empañarte los ojos? Sentiste, alguna vez, deseos de llorar, o de morir? Sentiste un gusto amargo en la garganta, un grito ahogado golpearte el pecho, necesidad de gritar y de morderte la voz? Sentiste la impotencia en tus manos, la rabia en tus puños, y un volcán en tus sienes a punto de estallar? Amor: sentiste, alguna vez, que todo terminaba para vos, un día cualquiera?   Yo lo sentí hoy, amor.  
ANGUSTIA.
Autor: María Ester Rinaldi  306 Lecturas
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