• Joaquin Sariego
logico
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  • País: Chile
 
Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las cuatroy acabo la planilla y pienso diez minutosy estiro las piernas como todas las tardesy hago así con los hombros para aflojar la espalday me doblo los dedos y les saco mentiras.Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las cincoy soy una manija que calcula intereseso dos manos que saltan sobre cuarenta teclaso un oído que escucha como ladra el teléfonoo un tipo que hace números y les saca verdades.Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las seis.Podrías acercarte de sorpresay decirme "¿Qué tal?" y quedaríamosyo con la mancha roja de tus labiostú con el tizne azul de mi carbónico.
Mi vida es un erial, flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja.
Rima LX, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  163 Lecturas
I Del nicho helado en que los hombres te pusieron, te bajaré a la tierra humilde y soleada. Que he de dormirme en ella los hombres no supieron, y que hemos de soñar sobre la misma almohada. Te acostaré en la tierra soleada con una dulcedumbre de madre para el hijo dormido, y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna al recibir tu cuerpo de niño dolorido. Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas, y en la azulada y leve polvareda de luna, los despojos livianos irán quedando presos. Me alejaré cantando mis venganzas hermosas, ¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna bajará a disputarme tu puñado de huesos! II Este largo cansancio se hará mayor un día, y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir arrastrando su masa por la rosada vía, por donde van los hombres, contentos de vivir... Sentirás que a tu lado cavan briosamente, que otra dormida llega a la quieta ciudad. Esperaré que me hayan cubierto totalmente... ¡y después hablaremos por una eternidad! Sólo entonces sabrás el por qué no madura, para las hondas huesas tu carne todavía, tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir. Se hará luz en la zona de los sinos, oscura; sabrás que en nuestra alianza signo de astros había y, roto el pacto enorme, tenías que morir... III Malas manos tomaron tu vida desde el día en que, a una señal de astros, dejara su plantel nevado de azucenas. En gozo florecía. Malas manos entraron trágicamente en él... Y yo dije al Señor: ?«Por las sendas mortales le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar! ¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales o le hundes en el largo sueño que sabes dar! »¡No le puedo gritar, no le puedo seguir! Su barca empuja un negro viento de tempestad. Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor». Se detuvo la barca rosa de su vivir... ¿Que no sé del amor, que no tuve piedad? ¡Tú que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!
Fueron jóvenes los viejos pero la vida se ha ido desgranando en el espejo y serán viejos los jóvenes pero no lo divulguemos que hasta las paredes oyen
"Confidencial"
Autor: Joaquin Sariego  156 Lecturas
Te dejo con tu vida tu trabajo tu gente con tus puestas de sol y tus amaneceres sembrando tu confianza te dejo junto al mundo derrotando imposibles seguro sin seguro te dejo frente al mar descifrándote a solas sin mi pregunta a ciegas sin mi respuesta rota te dejo sin mis dudas pobres y malheridas sin mis inmadureces sin mi veteranía pero tampoco creas a pie juntillas todo no creas nunca creas este falso abandono estaré donde menos lo esperes por ejemplo en un árbol añoso de oscuros cabeceos estaré en un lejano horizonte sin horas en la huella del tacto en tu sombra y mi sombra estaré repartido en cuatro o cinco pibes de esos que vos mirás y enseguida te siguen y ojalá pueda estar de tu sueño en la red esperando tus ojos y mirándote. 
Durante medio sigloLa poesía fueEl paraíso del tonto solemne.Hasta que vine yoY me instalé con mi montaña rusa.Suban, si les parece.Claro que yo no respondo si bajanEchando sangre por boca y narices. 
Nicanor Parra
Autor: Joaquin Sariego  148 Lecturas
Hay cementerios solos,tumbas llenas de huesos sin sonido,el corazón pasando un túneloscuro, oscuro, oscuro,como un naufragio hacia adentro nos morimos,como ahogarnos en el corazón,como irnos cayendo desde la piel del alma.Hay cadáveres,hay pies de pegajosa losa fría,hay la muerte en los huesos,como un sonido puro,como un ladrido de perro,saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas,creciendo en la humedad como el llanto o la lluvia.Yo veo, solo, a veces,ataúdes a velazarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas,con panaderos blancos como ángeles,con niñas pensativas casadas con notarios,ataúdes subiendo el río vertical de los muertos,el río morado,hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte,hinchadas por el sonido silencioso de la muerte.A lo sonoro llega la muertecomo un zapato sin pie, como un traje sin hombre,llega a golpear con un anillo sin piedra y sin dedo,llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta.Sin embargo sus pasos suenany su vestido suena, callado como un árbol.Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo,pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas,de violetas acostumbradas a la tierra,porque la cara de la muerte es verde,y la mirada de la muerte es verde,con la aguda humedad de una hoja de violetay su grave color de invierno exasperado.Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba,lame el suelo buscando difuntos;la muerte está en la escoba,en la lengua de la muerte buscando muertos,es la aguja de la muerte buscando hilo.La muerte está en los catres:en los colchones lentos, en las frazadas negrasvive tendida, y de repente sopla:sopla un sonido oscuro que hincha sábanas,y hay camas navegando a un puertoen donde está esperando, vestida de almirante.
Hoy como ayer, mañana como hoy, ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar... andar. Moviéndose a compás, como una estúpida máquina, el corazón. La torpe inteligencia del cerebro, dormida en un rincón. El alma, que ambiciona un paraíso, buscándole sin fe, fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué. Voz que, incesante, con el mismo tono, canta el mismo cantar, gota de agua monótona que cae y cae, sin cesar. Así van deslizándose los días, unos de otros en pos; hoy lo mismo que ayer...; y todos ellos, sin gozo ni dolor. ¡Ay, a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir! Amargo es el dolor, ¡pero siquiera padecer es vivir!
Rima LVI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  145 Lecturas
Alguien me explique algo.  Me voy por un tiempo y llego y está la casa toda desordenada con muchas visitas nuevas.
¿Qué pasa?
Autor: Joaquin Sariego  144 Lecturas
Se retrocede con seguridadpero se avanza a tientasuno adelanta manos como un ciegociego imprudente por añadidurapero lo absurdo es que no es ciegoy distingue el relámpago la lluvialos rostros insepultos la cenizala sonrisa del necio las afrentasun barrunto de pena en el espejola baranda oxidada con sus pájarosla opaca incertidumbre de los otrosenfrentada a la propia incertidumbrese avanza a tientas / lentamentepor lo común a contramanode los convictos y confesosen búsqueda tal vezde amores residualesque sirvan de consuelo y recompensao iluminen un pozo de nostalgiasse avanza a tientas/ vacilanteno importan la distancia ni el horarioni que el futuro sea una vislumbreo una pasión deshabitadaa tientas hasta que una nochese queda uno sin cómplices ni tactoy a ciegas otra vez y para siemprese introduce en un túnel o destinoque no se sabe dónde acaba.
Al ver mis horas de fiebre e insomnio lentas pasar, a la orilla de mi lecho, ¿quién se sentará? Cuando la trémula mano tienda, próximo a expirar, buscando una mano amiga, ¿quién la estrechará? Cuando la muerte vidríe de mis ojos el cristal, mis párpados aún abiertos, ¿quién los cerrará? Cuando la campana suene (si suena en mi funeral) una oración, al oírla, ¿quién murmurará? Cuando mis pálidos restos oprima la tierra ya, sobre la olvidada fosa, ¿quién vendrá a llorar? ¿Quién en fin, al otro día, cuando el sol vuelva a brillar, de que pasé por el mundo quién se acordará?
Rima LXI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  132 Lecturas
Espíritu sin nombre,indefinible esencia,yo vivo con la vidasin formas de la idea.Yo nado en el vacíodel sol tiemblo en la hoguerapalpito entre las sombrasy floto con las nieblas.Yo soy el fleco de orode la lejana estrella,yo soy de la alta lunala luz tibia y serena.Yo soy la ardiente nubeque en el ocaso ondea;yo soy del astro errantela luminosa estela.Yo soy nieve en las cumbres,soy fuego en las arenas,azul onda en los maresy espuma en las riberas.En el laúd soy nota,perfume en la violeta,fugas llama en las tumbasy en las ruinas hiedra.Yo atrueno en el torrente,y silbo en la centellay ciego en el relámpagoy rujo en la tormenta.Yo río en los alcoressusurro en la alta yerba,suspiro en la onda puray lloro en la hoja seca.Yo ondulo con los átomosdel humo que se elevay al cielo lento subeen espiral inmensa.Yo, en los dorados hilosque los insectos cuelganme mezclo entre los árbolesen la ardorosa siesta.Yo corro tras las ninfasque en la corriente frescadel cristalino arroyodesnudas juguetean.Yo, en bosque de corales,que alfombran blancas perlas,persigo en el océanolas náyades ligeras.Yo, en las cavernas cóncavas,do el sol nunca penetra,mezclándome a los gromoscontemplo sus riquezas.Yo busco de los sigloslas ya borradas huellas,y sé de esos imperiosde que ni el nombre queda.Yo sigo en raudo vértigolos mundos que voltean,y mi pupila abarcala creación entera.Yo sé de esas regionesa do rumor no llega,y donde informes astrosde vida un soplo esperan.Yo soy sobre el abismoel puente que atraviesa;yo soy la ignota escalaque el cielo une a la tierra.Yo soy el invisibleanillo que sujetael mundo de la formaal mundo de la idea.Yo soy, en fin, ese espíritu,desconocida esencia,perfume misteriosode que es vaso el poeta.
Rima V, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  131 Lecturas
Imagen
Vicente Huidobro.
Autor: Joaquin Sariego  130 Lecturas
No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido en el que uno puede sentirse árbol o prójimo siempre y cuando se cumpla un requisito previo. Que la ciudad exista tranquilamente lejos.El secreto es apoyarse digamos en un tronco y oír a través del aire que admite ruidos muertos cómo en Millán y Reyes galopan los tranvías.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico siempre ha tenido una agradable propensión a los sueños a que los insectos suban por las piernas y la melancolía baje por los brazos hasta que uno cierra los puños y la atrapa.Después de todo el secreto es mirar hacia arriba y ver cómo las nubes se disputan las copas y ver cómo los nidos se disputan los pájaros.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes ah pero las parejas que huyen al Botánico ya desciendan de un taxi o bajen de una nube hablan por lo común de temas importantes y se miran fan ticamente a los ojos como si el amor fuera un brevísimo túnel y ellos se contemplaran por dentro de ese amor.Aquellos dos por ejemplo a la izquierda del roble (también podría llamarlo almendro o araucaria gracias a mis lagunas sobre Pan y Linneo) hablan y por lo visto las palabras se quedan conmovidas a mirarlos ya que a mí no me llegan ni siquiera los ecos.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero es lindísimo imaginar qué dicen sobre todo si él muerde una ramita y ella deja un zapato sobre el césped sobre todo si él tiene los huesos tristes y ella quiere sonreír pero no puede.Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico   ayer llegó el otoño    el sol de otoño    y me sentí feliz    como hace mucho    qué linda estás    te quiero    en mi sueño    de noche    se escuchan las bocinas    el viento sobre el mar    y sin embargo aquello    también es el silencio    mírame así    te quiero    yo trabajo con ganas    hago números    fichas    discuto con cretinos    me distraigo y blasfemo    dame tu mano    ahora    ya lo sabés    te quiero    pienso a veces en Dios    bueno no tantas veces    no me gusta robar    su tiempo    y además está lejos    vos estás a mi lado    ahora mismo estoy triste    estoy triste y te quiero    ya pasarán las horas    la calle como un río    los árboles que ayudan    el cielo    los amigos    y qué suerte    te quiero    hace mucho era niño    hace mucho y qué importa    el azar era simple    como entrar en tus ojos    dejame entrar    te quiero    menos mal que te quiero.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero puedo ocurrir que de pronto uno advierta que en realidad se trata de algo más desolado uno de esos amores de tántalo y azar que Dios no admite porque tiene celos.Fíjense que él acusa con ternura y ella se apoya contra la corteza fíjense que él va tildando recuerdos y ella se consterna misteriosamente.Para mí que el muchacho está diciendo lo que se dice a veces en el Jardín Botánico   vos lo dijiste    nuestro amor    fue desde siempre un niño muerto    sólo de a ratos parecía    que iba a vivir    que iba a vencernos    pero los dos fuimos tan fuertes    que lo dejamos sin su sangre    sin su futuro    sin su cielo    un niño muerto    sólo eso    maravilloso y condenado    quizá tuviera una sonrisa    como la tuya    dulce y honda    quizá tuviera un alma triste    como mi alma    poca cosa    quizá aprendiera con el tiempo    a desplegarse    a usar el mundo    pero los niños que así vienen    muertos de amor    muertos de miedo    tienen tan grande el corazón    que se destruyen sin saberlo    vos lo dijiste    nuestro amor    fue desde siempre un niño muerto    y qué verdad dura y sin sombra    qué verdad fácil y qué pena    yo imaginaba que era un niño    y era tan sólo un niño muerto    ahora qué queda    sólo queda    medir la fe y que recordemos    lo que pudimos haber sido    para él    que no pudo ser nuestro    qué más    acaso cuando llegue    un veintitrés de abril y abismo    vos donde estés    llevale flores    que yo también iré contigo.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero el Jardín Botánico es un parque dormido que sólo despierta con la lluvia.Ahora la última nube a resuelto quedarse y nos está mojando como alegres mendigos.El secreto está en correr con precauciones a fin de no matar ningún escarabajo y no pisar los hongos que aprovechan para nadar desesperadamente.Sin prevenciones me doy vuelta y siguen aquellos dos a la izquierda del roble eternos y escondidos en la lluvia diciéndose quién sabe qué silencios.No sé si alguna vez les ha pasado a ustedes pero cuando la lluvia cae sobre el Botánico aquí se quedan sólo los fantasmas.Ustedes pueden irse. Yo me quedo.   
Para que los leas con tus ojos grises,para que los cantes con tu clara voz,para que llenen de emoción tu pecho,hice mis versos yo.Para que encuentren en tu pecho asiloy les des juventud, vida, calor,tres cosas que yo no puedo darles,hice mis versos yo.Para hacerte gozar con mi alegría,para que sufras tú con mi dolor,para que sientas palpitar mi vida,hice mis versos yo.Para poder poner ante tus plantasla ofrenda de mi vida y de mi amor,con alma, sueños rotos, risas, lágrimas,hice mis versos yo.
Cuando volvemos las fugaces horas del pasado a evocar, temblando brilla en sus pestañas negras una lágrima pronta a resbalar. Y, al fin, resbala y cae como gota de rocío al pensar que cual hoy por ayer, por hoy mañana, volveremos los dos a suspirar.
Rima LIV, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  125 Lecturas
¿Quieres que de ese néctar delicioso no te amargue la hez? Pues aspírale, acércale a tus labios y déjale después. ¿Quieres que conservemos una dulce memoria de este amor? Pues amémonos hoy mucho, y mañana digámonos: ?¡Adiós!
Del salón en el ángulo oscuro,de su dueño tal vez olvidada,silenciosa y cubierta de polvoveíase el arpa.¡Cuánta nota dormía en sus cuerdascomo el pájaro duerme en la ramaesperando la mano de nieveque sabe arrancarlas!¡Ay! -pensé-, ¡Cuántas veces el genioasí duerme en el fondo del alma,y una voz, como Lázaro, esperaque le diga: “Levántate y anda”!
Rima VII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  124 Lecturas
Tu aliento es el aliento de las flores,tu voz es de los cisnes la armonía;es tu mirada el esplendor del día,y el color de la rosa es tu color.Tú prestas nueva vida y esperanzaa un corazón para el amor ya muerto:tú creces de mi vida en el desiertocomo crece en un páramo la flor.
Rima XCII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  123 Lecturas
Besa el aura que gime blandamente las leves ondas que jugando riza; el sol besa a la nube en occidente y de púrpura y oro la matiza; la llama en derredor del tronco ardiente por besar a otra llama se desliza; y hasta el sauce, inclinándose a su peso, al río que le besa, vuelve un beso.
Rima IX, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  121 Lecturas
Tu aliento es el aliento de las flores,tu voz es de los cisnes la armonía;es tu mirada el esplendor del día,y el color de la rosa es tu color.Tú prestas nueva vida y esperanzaa un corazón para el amor ya muerto:tú creces de mi vida en el desiertocomo crece en un páramo la flor.
Rima XCI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  120 Lecturas
—Yo soy ardiente, yo soy morena,yo soy el símbolo de la pasión,de ansia de goces mi alma está llena.¿A mí me buscas?—No es a ti, no.—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:puedo brindarte dichas sin fin,yo de ternuras guardo un tesoro.¿A mí me llamas?—No, no es a ti.—Yo soy un sueño, un imposible,vano fantasma de niebla y luz;soy incorpórea, soy intangible:no puedo amarte.—¡Oh ven, ven tú!
Rima XI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  118 Lecturas
Entre el discorde estruendo de la orgía acarició mi oído, como nota de música lejana, el eco de un suspiro. El eco de un suspiro que conozco, formado de un aliento que he bebido, perfume de una flor que oculta crece en un claustro sombrío. Mi adorada de un día, cariñosa, ?¿En qué piensas?? me dijo. ?En nada... ?En nada, ¿y lloras? ?Es que tengo alegre la tristeza y triste el vino.
Rima LV, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  115 Lecturas
Los invisibles átomos del aireen derredor palpitan y se inflamanel cielo se deshace en rayos de orola tierra se estremece alborozada.Oigo flotando en olas de armoníarumor de besos y batir de alas,mis párpados se cierran...¿Qué sucede?¿Dime?... ¡Silencio!... ¿Es el amor que pasa?
Rima X, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  115 Lecturas
Porque son, niña, tus ojosverdes como el mar, te quejas;verdes los tienen las náyades,verdes los tuvo Minerva,y verdes son las pupilasde las hourís del Profeta.El verde es gala y ornatodel bosque en la primavera;entre sus siete coloresbrillante el Iris lo ostenta,las esmeraldas son verdes;verde el color del que espera,y las ondas del océanoy el laurel de los poetas.Es tu mejilla tempranarosa de escarcha cubierta,en que el carmín de los pétalosse ve al través de las perlas.Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean,pues no lo creas.Que parecen sus pupilashúmedas, verdes e inquietas,tempranas hojas de almendroque al soplo del aire tiemblan.Es tu boca de rubíespurpúrea granada abiertaque en el estío convidaa apagar la sed con ella,Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean,pues no lo creas.Que parecen, si enojadatus pupilas centellean,las olas del mar que rompenen las cantábricas peñas.Es tu frente que corona,crespo el oro en ancha trenza,nevada cumbre en que el díasu postrera luz refleja.Y sin embargo,sé que te quejasporque tus ojoscrees que la afean:pues no lo creas.Que entre las rubias pestañas,junto a las sienes semejanbroches de esmeralda y oroque un blanco armiño sujetan.Porque son, niña, tus ojosverdes como el mar te quejas;quizás, si negros o azulesse tornasen, lo sintieras.
Rima XII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  113 Lecturas
Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre la sábana de espumas, ¡llevadme con vosotras! Ráfagas de huracán que arrebatáis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ¡llevadme con vosotras! Nube de tempestad que rompe el rayo y en fuego ornáis las sangrientas orlas, arrebatado entre la niebla oscura, ¡llevadme con vosotras!. Llevadme, por piedad, a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!.
Rima LII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  112 Lecturas
Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres... ¡esas... no volverán!. Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar, y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas, cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día... ¡esas... no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar; tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. 
Rima LIII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  108 Lecturas
Este armazón de huesos y pellejos, de pasear una cabeza loca se halla cansado al fin, y no lo extraño, pues, aunque es la verdad que no soy viejo, de la parte de vida que me toca en la vida del mundo, por mi daño he hecho un uso tal, que juraría que he condensado un siglo en cada día. Así, aunque ahora muriera, no podría decir que no he vivido; que el sayo, al parecer nuevo por fuera, conozco que por dentro ha envejecido. Ha envejecido, sí, ¡pese a mi estrella! Harto lo dice ya mi afán doliente, que hay dolor que al pasar, su horrible huella graba en el corazón, si no en la frente.
Rima LVII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  107 Lecturas
Sacudimiento extraño que agita las ideas, como huracán que empuja las olas en tropel. Murmullo que en el alma se eleva y va creciendo como volcán que sordo anuncia que va a arder. Deformes siluetas de seres imposibles; paisajes que aparecen como al través de un tul. Colores que fundiéndose remedan en el aire los átomos del iris que nadan en la luz. Ideas sin palabras, palabras sin sentido; cadencias que no tienen ni ritmo ni compás. Memorias y deseos de cosas que no existen; accesos de alegría, impulsos de llorar. Actividad nerviosa que no halla en qué emplearse; sin riendas que le guíen, caballo volador. Locura que el espíritu exalta y desfallece, embriaguez divina del genio creador... Tal es la inspiración. Gigante voz que el caos ordena en el cerebro y entre las sombras hace la luz aparecer. Brillante rienda de oro que poderosa enfrena de la exaltada mente el volador corcel. Hilo de luz que en haces los pensamientos ata; sol que las nubes rompe y toca en el zenít. Inteligente mano que en un collar de perlas consigue las indóciles palabras reunir. Armonioso ritmo que con cadencia y número las fugitivas notas encierra en el compás. Cincel que el bloque muerde la estatua modelando, y la belleza plástica añade a la ideal. Atmósfera en que giran con orden las ideas, cual átomos que agrupa recóndita atracción. Raudal en cuyas ondas su sed la fiebre apaga, oasis que al espíritu devuelve su vigor... Tal es nuestra razón. Con ambas siempre en lucha y de ambas vencedor, tan sólo al genio es dado a un yugo atar las dos.
Rima III, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  106 Lecturas
Cuando entre la sombra oscuraperdida una voz murmuraturbando su triste calma,si en el fondo de mi almala oigo dulce resonar,dime: ¿es que el viento en sus girosse queja, o que tus suspirosme hablan de amor al pasar?Cuando el sol en mi ventanarojo brilla a la mañanay mi amor tu sombra evoca,si en mi boca de otra bocasentir creo la impresión,dime: ¿es que ciego deliro,o que un beso en un suspirome envía tu corazón?Y en el luminoso díay en la alta noche sombría,si en todo cuanto rodeaal alma que te deseate creo sentir y ver,dime: ¿es que toco y respirosoñando, o que en un suspirome das tu aliento a beber?
Yo sé un himno gigante y extrañoComo en un libro abierto que anuncia en la noche del alma una aurora, leo de  pupilas en el fo¿A qué fingir el labio y estas páginas son de ese himno cadencias que el aire dilata en las sombras. Yo quisiera escribirle, del hombre domando el rebelde, mezquino idioma, con palabras que fuesen a un tiempo suspiros y risas, colores y notas. Pero en vano es luchar, que no hay cifra capaz de encerrarle; y apenas, ¡oh, hermosa!, si, teniendo en mis manos las tuyas, pudiera, al oído, cantártelo a solas. que se desmienten con los ojos? ¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco. ¡Llora! Nadie nos mira. Ya ves; yo soy un hombre... y también lloro.  
Rima I, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  101 Lecturas
Cuando miro el azul horizonteperderse a lo lejosa través de una gasa de polvodorado e inquieto,me parece posible arrancarmedel mísero suelo,y flotar con la niebla doradaen átomos levescual ella deshecho.Cuando miro de noche en el fondoobscuro del cielolas estrellas temblar, como ardientespupilas de fuego,me parece posible a do brillansubir en un vuelo,y anegarme en su luz, y con ellaen lumbre encendidofundirme en un besoEn el mar de la duda en que bogoni aún sé lo que creo:¡Sin embargo, estas ansias me dicenque yo llevo algodivino aquí dentro!
Rima VIII, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  101 Lecturas
Como la brisa que la sangre oreasobre el oscuro campo de batalla,cargada de perfumes y armoníasen el silencio de la noche vaga;símbolo del dolor y la ternura,del bardo inglés en el horrible drama,la dulce Ofelia, la razón perdidacogiendo flores y cantando pasa.
Rima VI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  100 Lecturas
Lo que el salvaje que con torpe mano hace de un tronco a su capricho un dios, y luego ante su obra se arrodilla, eso hicimos tú y yo. Dimos formas reales a un fantasma, de la mente ridícula invención, y hecho el ídolo ya, sacrificamos en su altar nuestro amor.
Rima L, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  99 Lecturas
De lo poco de vida que me resta diera con gusto los mejores años, por saber lo que a otros de mí has hablado. Y esta vida mortal, y de la eterna lo que me toque, si me toca algo, por saber lo que a solas de mí has pensado.
Rima LI, Becquer
Autor: Joaquin Sariego  99 Lecturas
Primero es un albor trémulo y vago, raya de inquieta luz que corta el mar; luego chispea y crece y se dilata en ardiente explosión de claridad. La brilladora lumbre es la alegría, la temerosa sombra es el pesar. ¡Ay! En la oscura noche de mi alma, ¿cuándo amanecerá?

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