• Guillermo Capece
GuillermoO
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  • País: Argentina
 
 Eso soy. Un suceso anónimo.Aguja transparente sobre el musgo.¿Quién deseó mis abrazos?¿Quién bajó desde el camino y graciosamente dijo:"vengo a amarte"Sólo el silencio. Ahora el apuro del equilibrista.Ya sostengo el filo,con acuerdo o sin ellos.Ya el sabor infinito. Pero afuera siguió el tiempo,y también mi silencioso renunciamiento.Ah, corazón inalcanzable.  
 La piel de tus ojos resbala sobre mi pecho cuando es invierno.Y en verano tus besos a mi boca acuden;pero en otoño me ragalas el paisaje nostalgioso de la tarde,y en invierno no conocemos el frío sino las caricias nocturnas, y tu cara ríe.Y la lluvia es una espléndida cortina que nos hace correr hasta encontrar la primavera.Entonces esperamos la madrugada para ver los jardines florecidos en el alba.Es cuando me conmueve la sed de beberte los brazos peregrinos.Y te das a mí con tu corazón secreto y tu alma donde las sombras fueron.No hay confusión. Eres el lugar donde siempre quise estar.Nosotros no moriremos porque la tierra es nuestra, mora muy adentro.Entonces cantas una canción antes extraña, pero que ahora es clara:habla del amor de los seres que llevan una estrella en la mano,y en la otra la ofrenda que te brindocálidamente.                                             Guillermo Capece
Las estaciones
Autor: Guillermo Capece  352 Lecturas
 Pero los lobos se adueñaron de míy me arrojaron al fondo de la fiebre.Como en un acto falso de amor tomaron mi olvidada cabezay la tiraron en las calles, puertas, paredes vacías.Yo sabía de sus bellezas y sus culpas,pero nada pudo impedir mi perpetuo abrazo endemoniado. Sin embargo:hoy soy mi corazón sustraído de la bolsa más austral;soy el olor, la mano que no pide. Soy el sobresalto de la luna y el alimento primariode un consuelo que no llega.Hoy ellos son gotas de hiedras pegadas a mi saqueado cuerpo.Dientes blancos que fueron mis verdugos. Aquí mi desolación, mi urgente llamadoa esas preguntas maniatadas que nacen cuando el cuerpo se ha acalladoy sólo queda el fruto desordenado de lo que no fue.                                  Guillermo Capece 
Poema XV
Autor: Guillermo Capece  253 Lecturas
 Es otoño, y el malentendido entre las luces, subsiste.Las ramas en un rincón del jardín se opacan. ¿A qué acallar las bocas de lobos dispuestas al despojo?En cada hombre existe la incuria pero también la fuerza que adelanta. En mí , el desequilibrio se extiende como en las bestiasbuscando comida entre las piedras.Porque yo también soy lobo, entre la belleza del deseoy la riqueza del vértigo de la sangre.                                     Guillermo Capece
sé en qué adversidaden qué tiempodentro de cuál misteriose encadena tu alma vano es pensar que te debes a otroso que tus plantas no pisaronlo que el amor frecuenta miro las estrellasla esperanzada nube entre lo rojoy recuerdocuando leímos juntosla Comuna de París miro las líneas viejas de mi manodicen:Revolución no sólo en la Comuna,también en las almas.               (26.dic.2008)                        A Mastropiero, a partir de la pequeña conversación                                                        que tuvimos                                                        hace poco.              
mientras llegastengo que inundar el miedofabricar un hechiceromentir que existo tu manotocará el fondo de mi pieldonde las aguas precipitanen cascadas invisiblessobre pájaros ajenos las grietas de mi pielson insolentes   respiran sofocadamenteintervienen en un juego de naipesdonde alguien pierdedonde alguien ganadonde caballos al galopeme arrastrancon suaves golpessin perdón ni dudashablan como silbandotedios y adversidadesy yo me sientorápidamenteangustiado corrompido y alegre mi caricia agotada habla de tí(aquella vez cuando pudimos crear hoguerasy quedamos más huérfanosque nuestros encuentrosmás dañados que nuestro posible    amor intacto)  Si alguna vez llegarasrecuerda tocar mi pielmirar hacia un rincónnunca acabadomi cabeza doleráen el centro mismo del mundoyo estaré comiendo mi pobre pan de arrozestaré bordeándote  el deseoconstruyéndome a mí mismotu regreso así hemos de estar:yo con mis viejos botines de muérdago sudadotu engalanado para un breve carnavalcon lugares de árboles y hojas de instantes pero ahora ahora mismoquitaré esa luz que se ahinca en mi frentepara no vertetalladoen mi sangre                      Guillermo Capece
tu regreso
Autor: Guillermo Capece  261 Lecturas
 pero de tanto mirar tus ojoshe perdido los míos en tus manos de tanto acariciartesupe que mi tactodominaba al universo de tanto amarte te perdírecuperandola aventura triste de estar solo apenas se si tu boca se abrecuando besas (prolijamenteun tigre hurga el fondo de tu gargantay te mueres muriendo como yovencido)
penas
Autor: Guillermo Capece  788 Lecturas
 marzo siempre es nievey el espejo retrocede hasta encontrarlos fugaces trenes que vienen desde el río los cuerpos se atan a las viejas cuerdasquie saltan del pasado una y otra vez hemos cerrado los ojosal furor de las ausencias debo hallar un día   una revoluciónun cofreque contenga las nochesen que fuimos capaces de ser felices
marzo
Autor: Guillermo Capece  329 Lecturas
 una vez tomé ese trenlos gatos caminan en la nochecantan borrachos en la mañanatrac-trac   trac-trac ah   si se quema el amor   si se viene la muerte tienen los trenes la insinuación de las penasrápido ahorapor ese tren corre una lagartija blue(azul o tristeza ?)y por la ventanillas   el valletrac-trac   trac-tracpara que el amor no se hundapara que la muerte huya musitandotrac-trac   trac-trac 
Asediando al mar, buscando su oscuro rincón donde yacen los peces durmientes de la vida,saltando sobre brechas, sobre mentiras inmóviles,voy hacia tu encuentro como quien dispone de una moneda dorada.No seré yo quien te halle.Para otros quedará guardada tal tibieza. Apenas un pedazo de cal entre mis dedos.                             Guillermo Capece
Los cuerpos
Autor: Guillermo Capece  301 Lecturas
 Ata tu red al gotear de la lluvia;mira que el viento sabe de venganzas y es tarde;Todos los trenes se retiran y pronto lanzarán su bruma. Antes de marzo debes atar la red para el refugio a la distancia.Debes citarte con tu alma.Beber la emoción de la selva que parece sollitaria,y el mapa de pequeñas hormigas hurgando las heridaste dirá que las lápidas son entregas fugaces.Queda la vida.Yo sé que un solo gesto tuyo recorre la mañana,y que mañana tu boca estará libre de silencios,atravesada de luz, humedecida por inevitables azules,besada por la boca que tu quieras.                        
El deseo
Autor: Guillermo Capece  324 Lecturas
 Si me acerco a esta tierraveo la mirada sombría de los huecosy los filos del vacío que me atraen.Veo lejanías, la infancia entre racimos,un color triste, casi ceniciento,tal vez un ala desgajada en reposo,quizás jrones de una piel querida.Todo muy quieto:la mano, el pecho, la silueta blanca. Espiamos el regreso en cualquier esquina,y nos sentamos a esperarque la nostalgia nos devuelva una cara.                               Guillermo Capece 
Los pobres comen su pan de arrozy Dios está arriba, arribaEl canto de los pájaros disminuye,y desde el entretejido de las ramas,la inutilidad del verde, caeNadie lo veLa existencia es un pozo de aire,una sumisión entre muros;quizá,quizá,también la aspereza del desesperadoque no comprenda que la carencia tendrá su finalcuando el sol vengaa bien aventurarlo todo        Guillermo Capece                                                              
 Vivo sin saber que la noche se ausenta cada vez que me invade como un mar obligado,buscando su orilla. De los nardos, de lo más pesado de la memoria,de las australes sombras,hasta la parte más indefensa de mi corazón,el viento,con sus cruzas de aves silvestres levantó al verano,y la noche fue polvo, fascinación de un rito inacabado y antiguo. Pienso en su encierro agonizante hasta que el alba llama,en su impiedad con los hombres que mueren cuando refleja su reino entre múltiples estrellas,en sus ojos desbaratando mis ojos como dos grandes líneas de fuga. Ahora,ella baja nocturnamente,y me condena a jugadas tercamente hechas,a un final impredecible.                                  Guillermo Capece                             
adiós   pequeño Davidtu visión hace de mi capael color de piedra de los muertosadiós   hasta ahorano veré tu caminopues debo arrojar mis ojos a las calandriasque viajan lejos entre montes y montañasentre montones de nubessurcando inalcanzables nomeolvidesjardines de párpados para tu voz irrealizada te miro y mi cuerpo recorreel juego de las noches la sabiduría del ladrón y la sed para pintar alturasdonde renacen el ave de plomo las siniestras raíces del cedroy la hiedra pegada a mis pupilascon soles de sangre amarilla adiós   hasta ahora tus manos de colores fijosno verán mi negro plato de comiday nada de pedir socorro:bailaráno fingirán que bailanpara no verte en desmesurapara no vermepara no reconocer el contorno ávido   Davidde tu nombreque yace junto a mícon el dolor de perderte                           Guillermo Capece
 nadie sabrá nunca cómo es el mundo de los vivos entre todos los infiernos el viaje a mi interior es el primero vivo con la obsesión de los árboles que buscan su luz el que mira a través de tus ojosno es un ladrónsino el que robó tus ojos habito roces   aviones que parten o nolucesrelámpagos en mitad de una cuevaantes de convertirse en rito "la mitad de mi corazón es tuyo", dijiste o de los diablos aparece  dime de una vezcerraré los ojos para dejar de soñarun hombre colgado de los hilos rotospor sus renunciaminetos si corres por la senda no mires hacia atrásla estatua de sal   el muro de salla casa de salte esperan                                     Guillermo Capece      
Inscripciones
Autor: Guillermo Capece  291 Lecturas
  Yo,el que duerme por tus ojos,el que corre pòr las eternas piernas que le prestas,el que recita sólo las estrofas aquellasaprendidas en remotos momentos:ese romance que tuvimos con el preciso vino azul;yo,porque tus manos están hechas de leyenda,vengo a tu sombra y digo:no lloraré; la fiesta ha terminado.Nada vale la penasi estás tan lejos y perdido,tiritando,bajo los capiteles de la nocheo en los arcos claros de la mañana.Dame la libertad.La necesito.Para construírte cercano a míhe de buscar la tierra más desierta.El mar más temeroso es un niño sobre sus olas altas,y todos los misterios del mundo son inciertoscuando tu presencia llama.Quiero estar cerca de tíy a la vez lejano. Un definitivo recuerdo nos sostieney alza.                     Guillermo Capece        
Náufrago
Autor: Guillermo Capece  406 Lecturas
 Viví una vida alrededor de tus ojoscuando los más hermosos pájaros que transitaron los fiordos de Noruegalos extraños gorriones que violabanlos altos castillos de New Yorkcayerondevorándose las alasal igual que nosotrospobresque nos comimos nuestro amor.Quedaba la tierra removida en los cementerioslos amarillos pétalos de la luna enterradoslas muescas hechas en la sangrelas estatuas en las que nos habíamos reflejadolos olores fuertes y dulces de nuestros cuerposcomo holocausto a la causa eterna de un amoren el que afirmábamos nuestras vidas.Pero tus ojostus ojosno fueron inhumados por ninguna mano vengativa.Tus ojos están conmigo y yo lo sé:toda una vida cercándolos fue poco.                                                            Guillermo Capece
Tú y yo sabemos
Autor: Guillermo Capece  1672 Lecturas
si en el azar la lunano te mirani te ama con sus suaves recuerdosni del devenir te hablano te intimidesentonces transfórmateahoraantes de volver a casa haz algoantes que morircruza el cielosal afuera de los pedazos de lluvianada es livianoperoes ciertotus miradas regresanen legados   inscripcionesen bellos rostros pasadostoma aquello para subsistiry no ésto que somos apenasoh viejas calles del almahondísimas tus caricias vuelveny aunque tu frentevaya cubriéndose de batallas y planetasacúdete   deja que la aventura te lleve consigodeja los rifles tormentosos   acúdetemientras la mañana(suma de profundas lecciones)regrese   casi perfecta                                                                              Guillermo Capece
Me digo
Autor: Guillermo Capece  702 Lecturas
 Volví a ver a la joven veneciana que me mostró el consuelo del amor. Es inmortal y me causa dulcemente daño. Está entregada a un aire que nunca me abrirá. Hace siglos tuve un sueño en sus labios. Está intacto. Ella ahí lo dejó y ahí se queda, cerrado para mí, que lo soñé.                                                                                            Juan Gelman 
   Yo no te pido nada.Alcanza con que estésen el mundo,con que sepas que estoyen el mundocon que seasme seastestigo juez y dios.Si nopara qué todo.                    Idea Vilariño (uruguaya, 1920-2009)
   Sobre grandes sentidos: mi olfato, mi vista, mi tacto,descansa este amor por tu cuerpo. Tu cuerpo tiene invisibles obscenidades,marcas de lucha de amor,grandeza y dolor de peregrinaciones. Yo lo sostuve fundido en los límites de los singulares astros.Era el umbral para despertar los aleteos del deseo,como lentas aves bravas en busca del estío. Yo amaba tu gozosa imagen que provenía de un vuelo humano,de una fiebre con tiempo envuelto,saliendo de un reino habitado por la hierba.Hervido en frutos suspendidos en paraísos inabordables,obscuro,como si tu boca pudiera inclinarse hacia la muerte. Nacido entre duras raíces insomnes,debajo de entreabiertas poblaciones,debajo de la niebla y sobre ella,dónde colocarás los conciertos de música serenaenterrados en las sendas por las que el tiempo vierte su equipaje. Ahora mi pecho yace sobre alucinaciones:un amanecer de madera,el naufragio narrado por boca de algún hechicero. Acaso viva entre sueños a los que es imposible ponerles nombres,porque se derrumban si alguien se acerca, me contiene,y es como un toque vacio.                                            Guillermo Capece
El toque vacío
Autor: Guillermo Capece  331 Lecturas
Desapareció,como la noche frente al alba,mientras yo esperaba todavía su frente librehacia la conquista de lo nuevo,y sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar, en el esfumado huracán de los días,y ahora, en el agudo espectro de la espera.Vendrá o no vendrá.Se fue con silenciosa voz valiente;hermoso,como una piedra caliente entre los dedos,oliendo aún a los últimos besos de mis labios, diciendo un adiós anónimo;se fue quien me alzaba en los penosos días de lluviahacia la fuente mágica del deseo.La noche entre las noches en que estoy viviendoestá llena de preguntas, pendientes de conquistar enigmas.  Estaré donde él está.Iré hacia algún puerto con mi contraído rostro,conducido por la mano obsesiva del miedo.Quedan entre sus manos los pájaros sagrados del primer encuentro.                                    editado (reescritura del 14-09.12)
Vienen a mí deshechos de mi sombra un viejo puñal y su voz la voz de un puñal me persigue desmantelado   qué hacer frente a los visillos espío ellos se están amando se aman la tierra frente a miun intenso perfume me impide acercarmesilencioellos se están amando
Vienen a mí
Autor: Guillermo Capece  441 Lecturas
Lluevemansamentesobre mi corazónalgunas arrugasescribo lo mismo:tus labios lejanosy me repito:tus labios lejanossoy Guillermo   un hombre cargado de simplezaspero también   el gladiadorel que operó en la ciéganapara tantear un cielo nocturno donde un planeta gira sin saberloy obtuvo una sola respuesta:"la suerte está echada".   
 miro debajo de mi almohada buscando espaciospulcritudes deshechos tenazasdesde lejos veo construírmuebles casas vias azarosasy soy su espectador silencioso siento miedo de mi escaso pan vale decir este llanto? pido un cigarro a un extrañofumo hasta sentirme inocente camino sobre gente apuradaojosabiertosausentes (ytu olvido que no se borra ni con el atentado del amor)soy un nudono atino a encontrar mis huesos enhebrados y por las noches gritohablo un poco con mi ecoladro como un perro nos entendemos 
Miro
Autor: Guillermo Capece  1118 Lecturas
 Qué bien estaba ese guachito de gambas recias, culo hermoso, guachito silbador. Veía su cuerpo retacón y fuerte, yo, desde la ventana del bar de Humboldt.El Guachito caminaba con movimientos seguros, atrapados en un pantalón corto y remera negra. Silbaba. Las espaldas grandes retozaban dentro de su remera, y yo me acordé de García Lorca quien decía que un hombre de anchas espaldas debería ser feliz cuando se acostara, porque tomaba conciencia de lo poderosas que eran.Iba junto a una mujer de pelo rubio anclada en los 50. Entraron al bar. Me acerqué a él y le dije algo. Paró de silbar y me miró: dos ojos grandes y negros, totalmente pelado. Miré hacia abajo. Tenía unos pies perfectos metidos en ojotas blancas. Dedo gordo pedigüeño, pensé. Más tarde, y ya en otro lugar, con sus bracitos cónicos intentó abrazarme. Y yo lo dejé. Al guachito silbador. Fue como un olor a campo, a florecitas húmedas. Él hizo todo para que yo fuera feliz, pero yo pensaba que lo que más me atraía era su silbo.-Guachito- le dije - ¿cómo era...? Tu, tururú, tu...¿y qué más?Me tapó la boca con la mano mientras me tenía apretado y empezó a silbar.Soñé tocar el cielo con las manos. Había encontrado el pequeño sonajero de mi infancia.
Guachito silbador
Autor: Guillermo Capece  486 Lecturas
Baco  últimos días del amor   (el llanto de Baco)  me sumo a tu implacable quererdame a beber el enigma  -sonidos de aquellos encuentros-para que sostenga los díascomo en un culto secreto no me he ocupado de mísino cuado tiemblocuando sospecho que ultiman mis deseosentonces  Baco  me beboa grandes sorbos  a grandes miedosa grandes huracanes o pensamientosdebújame tu cuerpoo haz de mí brebajespara aliviar verdades o supersticionesdonde los cristales se abrigany crecen  racimospara tus plenas cosechas siempre las noches recuerdan que fuimos olvidosy recrean para nosotrosmomentos dulces o álgidos
a Baco
Autor: Guillermo Capece  310 Lecturas
 A la mañana aparece el rostro de la vejez y de la muerte, y labrado por el miedo, huyo hacia los puntos cardinales que mi memoria me ofrece, y siento que la vida ya no es larga con su luz y sus estrellas, y mucho menos una pa´gina en la que todavía hay que escribir.Así veo hermosos adolescentes cercanos a toda forma que da el placer, prisioneros de la paz y amantes del movimiento inútil.La vejez, que puede ser también la prisión, es la culpa de llevar en el cuerpo músculos que no responden; se deberá "vigilar y castigar" (1) a quien pretenda sonreír al que sea más joven, porque el viejo "se parece a su crimen aun antes de que lo haya cometido." (2)               (1) y (2) versión del autor de conceptos de Michel Foucault
Explicación
Autor: Guillermo Capece  310 Lecturas
 No estoy loco, pero debo decir que David está aquí.Sus sonidos, su sonrisa, su agudo dolor de hígado están allí, llamándome la atención.No estoy loco: recién me asome  mi habitación y David dormía como si fuera un niño, con su rostro seductor, si los niños pudieran ser seductores.Lo vi dormir, no se agitaba, su dormir era plácido, quizá David me soñaba.En rigor, no se quién es. Es un hombre pobre envuelto en su sueño? Seguro de sí mismo, con ciertos objetivos en la vida?Acaso necesite subirse a una cornisa para que la gente comprenda que está solo. Que necesita todo el afecto posible, David ávido, sueña que es un ángel en busca ciertos milagros.Pero ahora ocupa mi cama y el sorprendido soy yo, y quisiera caer sobre él para decirle que la salvación está en el amor. Suena romántico. Él juega con su moneda, cara o cruz, y alguna vez se cansará. Suena tonto.Pero es joven, tiene algo más de 30. Y bello: en consonancia con sus cabellos negros, sus ojos tienen toda la noche, y su mirada hace quebrar la de los otros. Sonríe y el mundo tiembla, digo yo en una exageración no gratuita, puesto que es lo que me pasa a mí: yo tiemblo si él me mira, y puede hacer de mí un ovillo de lana para el gato, o una rama de octubre. Qué pobre soy.Y David que se negaba a todo, ocupa ahora un espacio en mi cama mientras yo escribo. Regalos de la vida.No estoy loco, porque David está soñando envuelto apenas en una sábana, y pronto será el amanecer, cuando desovan cientos de peces en los mares del Caribe, cuando renace todo y las angustias de espantan.Entonces lo despertaré para demostrarme que no estoy loco, y le besaré la frente, y le diré lo que debí decirle siempre, que entre las muchas maneras de amar está la de velar el sueño de los seres que duermen dulcemente. 
David
Autor: Guillermo Capece  336 Lecturas
 IEntonces me contaste esa sorprendente historia según la cual las gentes del lugar tenían la costubre de vestir a los moribundos, estuvieran concientes o no, con la blanca y sutil mortaja de quienes dejan este mundo.La historia ya la conocía, pero tú creíste que para mí era nueva.Tú estabas siempre muy presente en las ceremonias fúnebres; y repentinamente, en la oscuridad, ibas hacia un ángulo de la habitación y te masturbabas. Tomabas de un frasco algunas gotas de Cola de Quirquincho, y seguías en esa práctica hasta el anochecer.Cuando cerraban el ataúd, el líquido viscoso saltaba de tu pene, y te distendías.Las cajas quedaban en las puertas de las casas tantos dias como años tuviera el muerto, luego lo enterraban al este de la carretera recién construída.La madera del ataúd estaba hecha de madera que los árboles cercanos daban, es decir que no resistían mucho los olores y líquidos que el difunto disparaba.Me contaste también (y yo lo sabía) que a veces, al elevar el cajón, algún agua pútrida se escurría y resbalaba sobre los hombres piadosos que lo transportaban, y eso te erizaba la piel: ibas hacia un árbol cualquiera, sacabas al aire tu miembro enriquecido, y, siempre vestido de negro, te entregabas al placer solitario. La belleza del cielo en su azul celeste acompañaba tu estremecimiento final. A la Universidad ibas tres veces por semana, y eras un alumno de excelencia. Nadie, sólo yo, ni siquiera tu amigo Nico, conocían tu secreto. Era tuyo, casi incompartible. A veces te daba miedo poseerlo, pero el placer era sin duda, superior al miedo.Mirabas esas caras demacradas, fueran de mujer o de hombre, mirabas las huellas que dejan los muertos en sus rostros, los mirabas fijamente como si fueran los de algún santo torturado en el S.XII.Te persignabas, tocabas la mortaja, y con esa misma mano te masturbabas en un baño cercano, y llegabas al éxtasis, y complacido pero culpable te retirabas del oficio con rapidez.Ignorabas el por qué de esa complacencia.II Creías que la amabas. Pero para eso debía de estar muerta, y muertos también sus hijos, para amarlos.Alguna vez pensaste en matarla, pero el crimen te horrorizaba. Sólo pensabas que la querías muerta, no viva. Viva te aterraba. No podías observar el color de sus ojos, la belleza de sus manos, el suave caminar en las tardes de marzo.Y cuando en verdad murió ("¡es mi cuerpo, es mi cuerpo!"), te estremeció el confluír de dos emociones que se clavaban en tu pecho: la tristeza y el deseo a la muerte, unívocamente tuyos.
 Se termina la nocheabanica a tus muertos   a tus fracasostienes sueño pero estás despiertodispuesto a entregar tus doneshasta volverte macabro en un momento no digas muerte.Esta vida trepante   tal como estácomo la conocisteperdidapero que aún custodia su propio solar ¿quién abre la puerta?silencio   silenciotrampas para tí que pusiste cielosy no deseos de mirar lo que había en medio de tu pecho:la rosa negra de la noche.
Poema XII
Autor: Guillermo Capece  312 Lecturas
 el fallido nudo del amorme desgasta como el miedoa un hechizo de sombra Tal vez blandamente vea tu rostroentre países cavados en la tierra amanecerá algún dia sobre mis hombrosque hoy son desalientos pero ahora sólo pido que el miedo rebaje su impiedadante el sacrificiode tener que dejartepara siempre
Adiós
Autor: Guillermo Capece  395 Lecturas
La tardecita cubre de marrón intenso los muebles de la casa.Mi alma en paz regresa en puntillas.La muy tonta se había ido a pasear sus penas al zoo;y allí, entre jirafas y rinocerontes,vio de pronto un pájaro suavey se enamoró de él.Qué tonta, qué tonta eres, le digo.  El rostro sereno de una mujer me mira.Sus ojos tienen la piedad que necesito,y sus labios quizá el amor que yo deshecho.No me siento invitado a ese amorextraño para mí.Pero es demasiado bella como para no comprenderque sus pequeños senos me atraen.Suenan hermosas sus palabras:una historia de cuando era niña y jugabaen el patio con una perritaque un día fugó y se hizo invierno de prontoen su alma.La tardecita cubría de marrón intenso los muebles,y ella lloró durante años.Allí,en ese idilio lejano,nos encontramos los dos.
 nueve círculos leen nombressobre el murorecompongo mi traje blanquecinode a poco monedas doradas se obscureceny vuelan a cumplir su finmuy quieto observola enramada luzmiro la lluvia que me siguey me doy por muertome confundo en hojas de la nochey soy Juan   el sucio   con sus manos llagadasy también la cantante locaque en la plaza se aplaudesoy todosy también yoque llevo hacia tí mi pensamiento:si volvieras como una gota de lluviacomo un palacio   o una tardecita apenas 
Ven
Autor: Guillermo Capece  503 Lecturas
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 los dias pasan por sus ojos cuando mira el mary deja que el viento lo cubra como una sonrisaen un juego armonioso mis manos serenas y libresacarician su rostro su cuello y mi boca y llanto para mañanano va a estarno va a estarpido que no necesite su cuerpo   su vidadonde él ha ido guardando la tarde en que escribió-sereno, como una piedra en su destino-"Te dejo restos de mi amor. Viajo hacia un acaso incierto.Pero es para siempre.No me busques. Sólo en las sales del mar."
 he cultivado la flor más difícilgolpeaban sus pétalos y no quise oírlosme adueñaba de todos los silenciosahora soy el que en vano buscó algún deseo:acercarme a tu boca y beberla como un vino sexualpero soy el amante que recibe caricias prestadas que fugan hacia el olvidoquien corre con su angosto perro hacia un sueño sublime no me arrepiento de enterrar mis pies en humedalespero todo el que tenga amor en su mano izquierday en la derecha fuerza para darlodeje por favor   resplandores   soles finos   algunas abejas libadorassobre la vegetación que lentamente me cubre así estaré feliz de tener poco:lo delicado de tus aguas que me ciñenque yo amé con ventura celeste
 despega tus labios del ángel muertoporque he descubierto a través de tu bocaque los besos no se repitenpon tus labios en los míosy desmintamos los planes del diablosus gestos    sus devaneosríete conmigo    florece    encumbrado
Despega
Autor: Guillermo Capece  273 Lecturas
 el bailarín de lo sueñossabe que los pájaros despiertancuando su manohace el ademán de la mañana y la lluvia ese presentimiento que es sólouna aventura para ser narrada tanto lo amé que las calles se llenaronde niños cantando su nombre ahora es inviernoy el llanto vuela como un triste violínfrente a mi pecado supe que pertenecía a los abrazos del mundo
Sin titulo
Autor: Guillermo Capece  343 Lecturas
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                                 a Ernest HemingwayEn la calle Obispo de La Habanatu traje era de seda.Yo te vi.Entrabas a Ambos Mundoscon mi rostro opaco,y había que atravesar el muro de peceshasta llegar a ese enero de papeles pintadosy de líneas ligeras, ópticas de una realidad invisible.Allí estabas, viejo y fuerte,mirando un mar como quien mira la vida,como quien mira la muerte.Me acompañaste de a ratos; después te fuiste por el camino de unos pocos.

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