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Del zoológico de Córdoba, la ciudad donde nací, se ha escapado una pantera y la buscan por ahí. Se alertó a los residentes que habitan las cercanías, de ese magnífico predio, de rica topografía con barrancas naturales, lago, paseos y vías, en nuestro Parque Sarmiento, lugar de mucha valía. El parque fue diseñado por el arquitecto Thays, Paisajista y “hacedor del verde de la ciudad.” Buscaron a la pantera por todos los recovecos, cien policías armados, revisaron los senderos, Subieron por los barrancos del accidentado suelo, complicado por las plantas y por el mismo terreno. En la jaula, estaban rotos los candados y los fierros. Sospecharon que algo extraño, allí, estaba sucediendo. Se habló de todo y de todos, nadie se privó de hacerlo. Se culpó al gobernador, al intendente y al pueblo. El encargado del Zoo, se llevaba el primer puesto. Nadie recorría el parque, como acostumbraba a hacerlo, Los visitantes nocturnos, para otros lares se fueron. Por culpa de la pantera, el lugar quedó desierto. Fueron días de ansiedad en que vivimos atentos. Estos ágiles felinos se refugian en los huecos, en el ramaje de un árbol ó se suben a los techos, se descuelgan silenciosos y se nos termina el cuento. Fueron tantas las versiones y noticias que corrieron, cien policías armados, a todo estaban dispuestos. Alguien, al fin, la encontró, en el mismo Zoo, adentro, La pobrecita, temblaba, miedosa, como un cordero. Nuevamente la encerraron. Tras las rejas la pusieron. Por su cabeza, pasaron, no lo se, sólo lo creo, imágenes de otros tiempos, sus sueños y sus deseos, cuando libre, en la pradera, luchaba por su sustento. El mandato de su instinto, sólo estaba obedeciendo. Matar y arriesgar la vida, en medio de su elemento y libre, como nació, terminar su propio cuento. Ese oscuro laberinto, donde Minotauro reina, con sus tortuosos pasillos, donde la luz no penetra. Está enclavado en la isla, la hermosa isla de Creta, que baña el Mediterráneo, con destellos de turquesa. Dédalo, lo construyó, a pedido del rey Minos, para encerrar a ese monstruo, que Pasifae ha parido. Minotauro está furioso, de Atenas no ha recibido, las doncellas y donceles que exige y que no han venido. Sus víctimas inocentes que inmolará en sacrificios. Teseo, héroe ateniense, se propone eliminar, al perverso Minotauro que espera y esperará la llegada de las víctimas que busca sacrificar. Se marchitaron las rosas que en el huerto cultivaba. Pétalos, mustios, cayeron sobre la tierra azotada. El viento ardiente, sopló y esas flores, delicadas, sometidas al calor, perecieron calcinadas. Puede una pasión malsana, arrasar con tanto ardor, la inocencia de una flor que asoma a la vida, ufana? Como las rosas del huerto, tristemente marchitadas, quedará su juventud, para siempre deshojada. En un museo de Francia, se exhibe la fina daga, que concitó mi atención con su sencilla elegancia. La frialdad del metal, contrasta con el empeño, del orfebre que ideó el artístico diseño. Nada hacía suponer, tan leve, fina y ligera, que hasta la ciudad de Ur, su historia, me condujera, en la antigua, legendaria y primitiva Sumeria. A su rey, Mes Kalam Sar, un orfebre, le obsequió, en el día de su boda, la daga que diseñó.Quién pudiera imaginar, que al cabo de pocas horas, en el pecho, de la novia, la daga, se iba a estrenar. Y vendrá, un día cualquiera y quizás la esté esperando, O tal vez, por distraída, cualquier cosa, esté pensando. Y ese día, ha de buscarme, yo no le pondré objeciones. Se que no es de las que esperan, acepto sus decisiones.. Partiré sin olvidar, que aquí, dejo mi pasado, la vida que yo elegí….y los seres más amados. Es desafío vivir y morir, una condena, Pero el que acepta vivir y vive una vida plena, dispuesto sabrá acatar, porque otra cosa no queda. Antes, durante ó después, llegará la “Quitapenas” El 12 de agosto de 1806, en las calles de Buenos Aires y en la plaza Mayor, los hombres al mando de Liniers, combatían cuerpo a cuerpo para reconquistar la Fortaleza de los usurpadores ingleses. Manuela, al lado de su marido, decidió acompañarlo y afrontar junto a él todos los peligros, sin dejarse amedrentar por el fragor de la lucha ni por el ensordecedor detonar de la metralla. En uno de los lugares de mayor riesgo, estaban dispuestos a todo por defender el terruño. Se los vió luchar con fiereza hasta que él cayó víctima de un certero disparo. Manuela, sin pensarlo dos veces, tomó su fusil y mató al inglés que lo hizo. Recuperada la plaza, fue recompensada con el grado de alférez y goce de sueldo. El parte que envió el general vencedor a la metrópoli rezaba: "No debe omitirse el nombre de la mujer de un cabo de Asamblea, llamada Manuela, la Tucumanesa, que combatiendo al lado de su marido con sublime entereza mató un inglés del que me presentó el fusil". Una calle de la ciudad que ayudo a reconquistar lleva su nombre. A comienzos del siglo XVI, los papas, también llamados vicarios de Cristo, incorporaron a la vida eclesiástica costumbres y modalidades ajenas por completo a la doctrina de Jesús, quien vivió y predicó en la pobreza, obediencia y humildad. Los nuevos hombres de la Iglesia, mundanos y hábiles políticos, llevaban una vida de opulencia y desenfreno y sus pretensiones se dirigían a dominar el mundo. Rodrigo Borja ó Borgia, español, nacido en Valencia, fue de los más representativos de esta especie, de la Roma renacentista, y de la corrupción de la jerarquía clerical. César Borgia ó Borja, hijo de Rodrigo, más tarde papa, como Alejandro VI y de una dama romana, nació en Roma, en 1475. Por ser el segundón, su padre lo destinó a la iglesia. Estudió Teología y Leyes en Perugia. A los 17 años, fue nombrado obispo de Pamplona, arzobispo de Valencia a lo 20 y luego, cardenal. De buena estampa, atlético, fuerte, muy ambicioso, de temperamento incompatible con la función religiosa, al morir asesinado Juan, su hermano mayor, cuelga los hábitos y se dedica de lleno a la carrera militar. Luis XII lo nombra duque de Valentinois, de ahí su denominación “ il Valentino”. Adoptó una divisa que lo identifica con una época: “ Aut Cesar aut nihil” O Cesar ó nadie. Machiavelo, secretario de la cancillería florentina, de los primeros teóricos de la política de su tiempo, escribió “ El Príncipe” basado en sus observaciones de los actos de César, en quien veía al ideal como Príncipe, e hizo un completo análisis de los mecanismos del poder. “ El fin justifica los medios” su lema y su divisa. Como administrador público fue justo y modelo de gobernante. Unificó los desmembrados, pequeños estados de Italia central, en el Gran Ducado de La Romagna, base sobre la que se organizó el Estado Pontificio. “Los Borgia ni vivían ni obraban diferente a los soberanos de la época, que recurrían al puñal y al veneno cuando alguien se les cruzaba en el camino de sus ambiciones y de ello se vanagloriaban” Gregorovius, Biógrafo e historiador. En 1507, a la edad de 31 años, en el fragor de la batalla de Viana, en Navarra, cayó del caballo y fue rematado en el suelo. Despojado de sus pertenencias y desnudo, lo condujeron a la iglesia de Santa María de Viana,. El obispo de la diócesis, mandó retirar los restos, por considerar que eran indignos de permanecer bajo el recinto sagrado y se los llevó fuera de la iglesia, bajo la Calle Mayor, “para que fueran pisoteados por hombres y bestias” A mediados del siglo XX esos restos fueron exhumados y depositados dentro de la iglesia bajo una lápida de mármol. En la tumba de Cesar Borgia, Aquí yace, en poca tierra, al que todos le temían. El que la paz y la guerra, en su mano, la tenía. ¡Oh, tu que vas a buscar Dignas cosas de loar! Si tu alabar al más digno, Aquí para tu camino, No cures de más andar. No supiste de mis lágrimas vertidas y menos que por ti las derramé. Ni de mis largas noches de vigilia, ni de los eternos días que pasé atisbando detrás de las cortinas por si acaso te veía pasar. Latía fuerte, el corazón, dentro del pecho cuando tu voz, me parecía escuchar. No sabías, porque nunca te lo dije, las veces que he soñado, en mi candor, que por amarte así, tarde ó temprano, iba a ser yo, la dueña de tu amor. En él cifraba todos mis anhelos, quizás, por eso, Dios me castigó, aposté a una ilusión y a mis desvelos, respondió tu indiferencia y mi dolor. Dijiste que te irás ¿Cómo cortar tus alas? Ansia constante que alienta tu vivir. Desbordaron ocultas emociones y el llanto amargo no pude resistir. Mi reacción te sorprendió de lleno. Me abrazaste como siempre soñé Bebiste de mis lágrimas saladas En tu boca la angustia desterré Tu calor me envolvió con su dulzura. Mi amor por ti, nunca más callaré, Anoche he tenido un sueño que nunca te contaré. Quedó húmeda la almohada por lo mucho que lloré. En mi sueño, habías partido. ¡Era tan grande el dolor! Bajé corriendo hasta el río a contarle mi aflicción. Detuvo el río sus aguas para escuchar mis pesares Y mis lágrimas vertidas alimentaron su cauce. Con sus trémulos arrullos, paciente, me consoló. Junto al césped de la orilla, murmurando, acarició la mano que le tendía, después su rumbo siguió serpenteando por el cauce en su eterna procesión. Tranquila volví del río, con el corazón sereno Recordando su murmullo, desperté en mi tibio lecho Su madre le repetía– “Es el que más te conviene. Vivirás como una reina. Acéptalo, ni lo pienses”… Ella, nunca fue sumisa, ni aceptó otras decisiones que no fueran las salidas de sus propias convicciones. No contestó una palabra, la madre, quedó conforme. El día que el candidato, elegido y aprobado, con un gran ramo de flores, se presentó a visitarle, será una casualidad, que le dio por resfriarse. Estornudó tantas veces, que no podía parar. Alegó que eran las flores, las tuvieron que sacar, el pretendiente, juró, no llevarlas nunca más En una nueva visita, con chocolates, llegó Como se muere por ellos, no pudo decir que no. Devoró cinco bombones, sin oír lo que decía, Le declaraba su amor, ella comía y comía Sin escuchar sus palabras ni todo lo que sufría por quererla de ese modo –Loco por ti, estoy María! El escozor que sentía por todo su lindo cuerpo, más las ronchas en la cara, en los brazos y en el cuello Lo hicieron reflexionar, “ debí traer caramelos” La llevaron a Emergencias el hígado estaba inflamado por todos los chocolates y quedó en el internado. En la próxima visita, lo esperaba muy compuesta Con un peinado sencillo y su vestido de fiesta: Le espetó de esta manera:- Desde que pisó mi casa, aprobado por mamá, usted sólo ha conseguido, que yo, me sienta muy mal. Por lo tanto, he decidido que lo nuestro, terminó, no insista, si es caballero acepte y vaya con Dios. El contundente pedido, no dejó lugar a dudas, el candidato partió, en busca de nuevas rutas. . Arráncame de tu vida, me dijiste un negro día Y yo, que tanto te amaba, te miraba y me reía creyendo que era una broma, aquello que me decías. Para mi muy mala suerte, no era broma ni mentira.´ Era tu cruel decisión que me cambiaba la vida, Esa vida, que contigo, era lo que yo quería, por la que tanto luchaba y que tan feliz me hacía. Tu decisión acepté, evité la despedida, No había más que decir y me alejé de tu vida. De aquello, ya hace quince años. Hoy te vi cuando salía, de comprar una muñeca para mi hijita, Martina. Tuviste como un impulso, de evitarme. Enseguida, cambiaste de pensamiento y te acercaste, vencida. Por tu rostro envejecido, por tu mirada vacía, imaginé lo difícil que había sido tu vida. La vida que tu elegiste, cuando cambiaste, la mía. Por la tarde comenzó a sentirse mal. Congestionado y febril, los escalofríos le ponían la piel de gallina. Por no quedar solo, eligió la compañía de Julia, sabía que ella lo recibiría como siempre, feliz y enamorada. Fue verlo y comprender que no estaba para festejos, le preparó un té caliente con limón. Enseguida lo invadió un sopor pesado y febril. Ella lo cubrió con una manta y se quedó a velar su sueño, un par de horas, luego se recostó en su cama. Un quejido la despertó y de un salto estuvo al lado del enfermo que se debatía afiebrado. Se quitó el pulóver y la camiseta mojada de sudor. Julia trajo un toallón y secó el torso musculoso de su novio, lo envolvió y fue en busca de algo para reemplazar la camiseta. En su placard encontró una remera blanca, de licra que por su elasticidad y adherencia supliría a la otra. Eran las 05 hs y tenía un par de horas más para descansar y después consultar al médico, su amigo para que lo revisara y medicara. Sonó la alarma del celular y automáticamente buscó el pulóver y la campera. Desayunó ligeramente y se despidió de Julia, prometiendo hablarle para tenerla al tanto. Enseguida lo hicieron pasar al consultorio. El médico y la enfermera, con sólo ver el rostro decaído y congestionado, supieron que se trataba de una gripe. La enfermera le ayudó a quitarse la campera y el pulóver. Entonces llamó la atención del profesional para que se acercara. El profesional de una mirada recorrió la remera de licra, adornada en el escote y los puños con florcitas bordadas con perlitas y strass. -Daniel, no sabía que eras gay, imagino que con la nueva ley podrás blanquear tu situación… si es necesario. Daniel no comprendía hasta que frente al espejo, vió esa remera desconocida, que se ajustaba perfectamente a su torso y que su querida Julia le prestó. Cúantas veces volví, sin darme cuenta, sin conducir mis pasos, ni guiarlos, sin que mi voluntad se interpusiera, al lugar de mis días encantados En la calle, ancha, tranquila, luminosa, busqué las risas, los llantos, las palabras, El eco del pasado ya no estaba, aunque en mi corazón, siguiera intacto La casa del abuelo, sus portones, sus altos ventanales y sus plantas, la madreselva que envolvía al muro, en abrazo de amante, enamorada. Un poco, más allá, mi propia casa, donde la infancia transcurrió, sin penas, como el muro, que envuelve acariciante y protege frondosa madreselva. Y aquél primer amor, el más ingenuo, el más dulce, el más tierno, el más osado, entre risas y juegos infantiles, el misterio de un beso, ha develado. Es aquí, en esta calle, entre estos muros, silenciosos, ajenos, donde yacen, mis sueños de la infancia, los afectos de siempre y mi añoranza. Hay gran festejo en el rioba, las minas engalanadas, por los giles, campaneadas, lucen su pilcha más piola. Margarita, afrancesada, ahora la llaman “Margot” chamuya fluído en argot y es de las más codiciadas. La parda Flora irrumpió, contoneando las caderas, bien cortona la pollera, provoca más de un suspiro. La flaca del conventillo, sentimental, alimenta, la ilusión de despertar, un amor que no le mienta. Sin darle bola, a los grasa, porque la chusma comenta, enciende su cigarrillo con leve sabor a menta. Llegó la tana Anyulina, la gallega Concepción, la gorda de la pensión, esa calandria uruguaya que entona con emoción y voz pura y cristalina, una campera canción que hace roncha en la otra orilla. Se ha anunciado la milonga, atentos los compadritos, pasan vista a las presentes y caen como chorlitos. Ya se armó bien el bailongo, malevo, chanta, cafizo, abrazados a sus minas, les sacan viruta al piso La milonga está que pela, acelerada y pulenta, La luna del arrabal, hace su marcha más lenta, deteniendo su girar en esta noche de fiesta. Apoyado en un farol de la antigua plaza Guemes, en el rioba de Palermo, un guapo de andar canyengue, abrumado por los recuerdos, cabulea sobre un tiempo que le ha dejado el dolor de las cosas que no vuelven. Palermo viejo y su historia, tierra del Restaurador de quintas y de alfalfares, de casonas de una planta, sombreadas por arboledas de plátanos y palmeras que le dieron al paisaje aquel singular color. El Palermo que ya no es, -¡Cómo te han cambiado, hermano! Las lágrimas se le piantan y rememora el pasado El calavera que fue, el cajetiya empilchado como pa´ir a Armenonville. Un cafiolo carpetea la mina que regentea, el dandy, que se da dique, el bohemio encamotado de algún amor imposible, en rimas, lo plasmará y el decirlo, lo hará libre. Y la humilde modistilla que un mal día conoció, al maula que la enredó con labia de enamorado. Se piantó con su ilusión y todo lo encanutado. Recuerdos de los bailongos, de los viejos conventiyos, De los duelos entre guapos por cuestiones de amoríos… El bovo se le acelera, lo tiene que controlar. Se va con andar canyengue, con amargura y pesar. Lo que el progreso ha llevado, nunca lo retornará Palermo no es su Palermo, este de hoy no es su lugar, Solo sombras del pasado, sólo sombras, nada más. A una de tus amigas, la que más tiene tu aprecio, se le escapó, esta mañana y bien se, fue sin quererlo, que tu siempre me recuerdas…. Y prefiero no creerlo. Es que dejé de quererte. Hace tiempo que te siento, solamente como amiga, pero no hay nada más que eso. El día que decidimos, ambos, de común acuerdo, separarnos y cortar los lazos que nos unieron, sentí hundirse, sin piedad, mi vida, en su propio infierno. No fue fácil emerger de ese abismo, lo confieso. Vagué sin rumbo, sin luz, por laberintos de miedo. Dejé de pensar en mi, perdido en el sufrimiento, como huérfano de amor, sin brújula ni consuelo. El tiempo volvió las cosas a su lugar y es tan cierto, que recuperé mi estima junto al ser que ahora quiero. Con ella soy tan feliz que ningún esfuerzo es grande. para alcanzar los anhelos que tenemos por delante. Si le llegara a fallar, difícil que sucediera, pero no hay que descartar… Si le llegara a fallar, que el mismo Dios, me demande. ¡Que bonita es la vida sin deudas y sin amores! Las deudas, traen problemas, el amor, preocupaciones. Prefiero vivir alegre, picando de aquí y de allá, sin complicar mi existencia, libre y dueño de mi andar. Si quiero miel, voy directo donde se que está el panal, consumo lo necesario y después echo a volar. Voy siempre a ras del suelo. Si quiero, puedo llegar casi hasta rozar los cielos y tal vez un poco más. Me conforma lo que tengo, Satisfecho por demás, Me alegra el bien de los otros, si lo supieron ganar a costa de sus esfuerzos, sin timar y sin robar. Conservar las manos limpias es sello de dignidad Con esas manos comparto mi tiempo y mi libertad Preguntas porqué estoy triste. Lo tengo que contestar? Bien lo sabes. Ya te marchas. Yo me quedaré a esperar. Te vas por cumplir un sueño. Es tu sueño y partirás. Es la vida que elegiste.Es hoy, la oportunidad. Trato de esbozar sonrisas, Me salen bastante mal, será la angustia que siento y no la puedo ocultar Es momento de partir. Nos besamos, apretados. Se me estruja el corazón No puedo disimularlo. Saludas a tus amigos, Respondes con precisión, preguntas de un periodista y te enciendes de entusiasmo cuando hablas de tu misión. Observo desde un rincón. ¡Me siento tan egoísta! Sobreponiéndome a todo, feliz, al verte contento, avanzo entre los presentes, te doy el último beso,solo me ocurre decir ¡Que te acompañe la Suerte! Tengo en un rincón del huerto, un espacio reducido, al que dedico mi tiempo, con gran acierto, invertido. En el ángulo cercado, para mayor precaución, crece la albahaca, lustrosa, la salvia y el estragón. Una mata de romero, domina desde su altura, Como agente en su garita, controla, por cualquier duda. El orégano, la menta, un retoño de laurel, perejil y cebollines, Cultivar es un placer. Las advertencias, visibles, “No se acerquen al lugar, Ni hormigas, ni saltamontes”, que lo puedan afectar, “Ni plaga de caracoles, Ni los hongos de estación.” Me reservo, para el caso, los derechos de admisión Hoy dejé a una querida amiga, en su última morada. Partió de este mundo cruel sola, sin llevarse nada. De ella podría decir, “Fue una consumada artista, Bella, elegante, animosa, un tanto perfeccionista". A todos sus pretendientes, les encontraba defectos. Uno a uno descartaba, en pos del “Hombre Perfecto” Se lo dije muchas veces, -Nunca lo vas a encontrar- Y murió, sin encontrarlo. Y la vida consumió en la búsqueda afanosa de una remota ilusión. Era muy voluntariosa, Jamás me quiso escuchar. Si aún por estos espacios, vaga su espíritu inquieto, seguro, lo va a aceptar. No existe el “Hombre Perfecto”. Componer un soneto, me propongo. Una parte de mi, me desafía, la otra parte, presumo que confía en la simple aptitud de que dispongo. La humildad no es mi fuerte, lo supongo. Si alguien, de mis capacidades, no se fía, igual me mantendré en esta porfía. Elucubro, cavilo y luego expongo. En esto de escribir, que es todo un tema, preciso es aguardar con gran prudencia. a la huidiza musa y su exigencia Aunque en esto, lo sabe el que la rema, cuando la inspiración sufre de ausencia, clamamos a los cielos su presencia “Mientras duró, fue muy bueno” Palabras de despedida, para cerrar, implacables, una etapa de mi vida. Incrédulo, me mirabas, como que no comprendías, pensaste que era una broma, que ya se me pasaría….. No quise dar marcha atrás y te arranqué de mi vida. Aunque fue una decisión, de mi parte y solo mía, a mi pensamiento, vuelves, en las noches y en los días, en insistente reproche, que me acosa y que me hostiga. Desperté, hoy, con la certeza de que estabas a mi lado. Feliz, estiré la mano, para rozar tu cabeza. Me acometió la tristezaal palpar solo la almohada refregándome tu ausencia y esa fatal evidencia de las cosas terminadas, Un gran deseo de verte, me condujo hasta tu casa.Tu calle estaba desierta, tu vereda, desolada. Las altas puertas de roble estaban todas, cerradas, las rejas y los balcones, no eran los que recordaba. No vi árboles ni plantas, ni flores....No había nada que hablara de alguien, que, con amor, su tiempo, les dedicara, solo el pesado silencio de una casa abandonada.Era un día de verano, sin embargo, yo temblaba porque un frío inexplicable, desde tu casa emanaba. Muchas veces toqué el timbre. Por vencida, no me daba. Había ido para verte, y era eso lo que deseaba. Me disponía a partir, triste y desilusionada en el preciso momento, justo cuando tú llegabas... pero no llegabas solo. Esa que te acompañaba, era una bella mujer, muy joven. Yo vacilaba entre desaparecer, saludar, como si nada y luego darme la vuelta y correr desesperada, tirarme al paso de un tren, beber cicuta en mi casa, arrojarme desde el puente a las turbulentas aguas..........Me cobijaste en tus brazos y con fuerza me apretabas y me llenabas de besos. Yo creía que soñaba...y tu joven compañera, con extrañeza miraba... -Ella es mi hermana menor, recién llegada de Francia-El corazón, estalló dentro de mi blusa blanca y los tres nos abrazamos... Hoy tenemos nuestra casa, llena de árboles y flores, de enredaderas y plantas, de perfumes de colores y avecillas que nos cantan. Haydée López10/ 03/ 2017, año de "la maldición continúa" No se cuál será mi vida, lo que tenga por vivir Lo que tenga por gozar, lo que tenga por sufrir… Sólo se que el conocerte, me abrió las puertas del cielo Y con eso ya me basta para lo que esté viniendo. Puede que yo, sea tu amor y con eso, soy feliz ¡Qué más podría querer, que otra cosa he de pedir! La brisa me trae el eco de palabras pronunciadas en un lejano pasado... palabras nunca olvidadas. Un juramento de amor, una promesa anhelada, Un desesperado adiós, un lamento desolado, Alegres risas, cantares, un cuento nunca acabado. En la memoria, grabadas, para siempre quedarán Testimonios del pasado que no se repetirán Y perdurarán el tiempo, que los pueda recordar Abismos son los ojos que yo adoro, insondables, abismos de la mar a los que este loco, se ha asomado, más no quisieron su imagen reflejar Pregunto, a los que saben, las razones, qué misterios, de qué hechizos dispondrá. si con sólo mirar, me hizo su esclavo, si me sonriera… no quiero ni pensar. Gitanilla que me ciegas con la luz de tu mirada, Ven a leer en mi mano, que mi suerte ya está echada. Dime si en las líneas ves, lo que me dicen tus ojos, Si debo confiar en ellos, ó responden a tu antojo. Dime sólo lo que veas, no te importe de mi sino. El alma, tengo curtida, puedo afrontar al destino. Y si me auguras bonanzas, que las debo merecer, aquietarás las angustias que hoy se adueñan de mi ser. Más, sobre todo, prefiero que me digas la verdad, Sea buena ó sea mala, yo lo sabré soportar. Mis ojos ansían verte, los deleita tu visión y no son indiferentes si en el paisaje, estás vos. Mi boca espera tu beso, anhelante y temblorosa para saciarse en la tuya, con impaciencia golosa. El más simple y leve roce, de tu mano con la mía, me provoca un cosquilleo, que desata fantasías. Pesado yugo, el amor. Cambió, de un toque, mi vida que escapó de mi control igual que mi pensamiento que tras de tu paso va sin pedir consentimiento. Del ejército exterminador de indígenas, al que fue incorporado, por la fuerza, contra su voluntad y convicciones, escapa a la primera ocasión. Sabe que está irremediablemente condenado. La muerte acecha desde todos los frentes. Es preferible ser desertor, con todos los riesgos que su decisión implica a empuñar las armas contra esos seres debilitados por las carencias y la marginación, cuyo mayor delito es defender el derecho a la tierra que los vio nacer, la que perteneció a sus mayores. Esa misma tierra inconmensurable que despertó la codicia de quienes decidieron el genocidio, los futuros terratenientes que construirán su riqueza sobre los cadáveres de sus legítimos dueños. La noche es fría y tormentosa, agotado, sin ánimo, deja que su caballo, lo guíe. Como latigazos, los refucilos, cortan el cielo. Entre resplandores, distingue el humo de una chimenea y la luz mortecina de un candil. Un hombre viejo y achacoso, le permite entrar a su humilde rancho. Encomienda a la mujer que le sirve, se encargue del joven y su cabalgadura y se retira a descansar. Silenciosa y embozada, aparta la marmita del fuego, donde borbotea el suculento locro. Mientras arma el catre, él devora la comida. Satisfechas sus necesidades, se derrumba agradecido. Un momento después, eso es lo que piensa, despierta agitado. Junto al suyo, un cuerpo tibio y palpitante, susurra y en melodioso tintineo de cristales, ofrece sus labios y la cálida tersura de su piel. La mano del muchacho, se enreda en la cadena que adorna el cuello que sostiene una diminuta cruz. Un gallo, anuncia el nuevo día. El viejo, junto al fogón, tiene alguien con quien hablar. -Aquí nació y también murió, muy joven, mi única hija, a poco, la siguió mi mujer. Sus cuerpos, sepultados bajo esta misma tierra, me impidieron partir. Pronto estaré junto a ellas. Atrapado por los recuerdos, su mirada acuosa, se pierde en el vacío. -Esto es en pago por su hospitalidad, dice el mozo y lo deja en la mano del anciano. Listo a partir, sus ojos se detienen en la imagen, descolorida por el tiempo, de una joven que lleva como único adorno una fina cadena de oro con una cruz. Sin dudar, levanta el retrato y afirma – Anoche conocí a esta joven. Deseo volverla a ver. Apenas resuelva mi situación, vendré a buscarla. Ella… es Inés, mi pobre hija. Ayer se cumplieron veinte años de su muerte,- contesta el viejo y señala en el patio, una sencilla cruz de madera, carcomida por el tiempo. Cabalga sumido en su pensamiento, de repente, melodioso tintineo de cristales, acaricia su oído. -¡No es posible tener tanta mala suerte! Se dijo, José, mientras arrojaba lo que debieron haber sido tostadas para su desayuno y se convirtió en carbón. No alcanzó a cerrar la perilla del quemador, la leche hirviente se derramó sobre la, poco antes, impecable superficie de su cocina. -¡No es posible tener tanta mala suerte! Se repitió , ya sin ánimo de desayunar y encaminándose, con fastidio, hacia la puerta de calle. Dio algunos pasos y allí estaba El. La tarotista, su vecina, se lo vaticinó. Había una persona que le envidiaba y le deseaba el mal, una fuerza negativa, poderosa enfocada en su persona para causarle problemas y posiblemente algo mucho más serio. El era un pordiosero que se estableció hacía unos meses muy cerca del edificio que habitaba José. Nadie sabía de dónde había salido. Cada vez que José iba a su negocio, estaba ahí, en el mismo lugar, cubiertas sus piernas con una manta escocesa. No recordaba que le hubiera respondido alguna vez al saludo, pero desde la primera vez, notó en su mirada, algo tortuoso y maléfico que taladraba su espalda cuando pasaba por el lugar. Una espantosa revelación, como un fogonazo, le confirmó que era él, sólo él la causa de todos los males que venía sufriendo desde hacía unos meses, el tiempo en que el maldito pordiosero se instaló para perjudicarlo. Supo que EL lo odiaba, era la reencarnación de alguien que en alguna otra vida dejó deudas pendientes con alguien de su misma sangre y ahora perseguía al único descendiente para cobrárselas. Sentado en un banco de la plaza, desmenuzó todo lo vivido esos últimos meses. No cabía duda. Había resuelto el porqué de tanta mala suerte. El paso a seguir era eliminar de raíz la causa. “Muerto el perro, se acaba la rabia” Todo se resolvió la misma noche. Nunca hubiera imaginado que sería tan sencillo. Se complació en revivir los últimos minutos del maldito. Sus perversos ojos clavados en los suyos. La evidencia cabal de su culpabilidad, ni siquiera parpadeó. Le descerrajó dos tiros uno en cada órbita para que se llevara su maldición al propio infierno Al día siguiente se levantó tarde, avisó que no se sentía bien y se tomaría un descanso. Dispuesto a comenzar una etapa de serena felicidad , sin interferencias dañinas, dispuso pan para sus tostadas y a calentar, la leche para el desayuno. Corrió a atender el llamado. Escucho la voz algo gangosa del encargado: -Anoche mataron al indigente que dormía en el banco de piedra. ¡Le dispararon en los ojos al pobre ciego! ¡Ya no se puede vivir, Don José, no se puede.! El olor del pan quemado y de la leche derramada lo desalojan de su fugaz, serena felicidad. Erase un niño rebelde, difícil de controlar, Ni su padre, ni su madre, lo podían sujetar Contentos fueron al puerto, cierta mañana, a pasear Los padres se descuidaron, viendo los barcos llegar. El infante, trepó a uno que ya se hacía a la mar. Preocupados, al no verlo, empezaron a buscar, sobre el muelle, bajo el muelle, no lo podían hallar. A la madre que lloraba, la fueron a consolar, dos gaviotas, solidarias que le querían contar, que su niño estaba a salvo, sobre un barco de dragar. La madre nada entendía, no cesaba de llorar, se tiraba de los pelos intentándose arrojar a las infectadas aguas y con su vida acabar. El padre desesperaba de poderla consolar y los peces, asomaban sólo para curiosear. La gente, arremolinada, no sabía que pensar, le daban vino a la madre para hacerla emborrachar y lograr que se callara y dejara de gritar. Al padre le daban agua, que se negaba a tomar prefería vino tinto y no le querían dar. Las diversas opiniones, comenzaron a aflorar, que le den, que se lo nieguen, que los deben castigar por descuidar a su niño que se ha caído en el mar. Que vengan cuarenta buzos y lo busquen sin cesar, hasta encontrar el cuerpito que, seguro debe estar, atrapado entre las algas, mientras su almita se irá volando hacia las alturas y en ángel trastocará. Mujeres llegan con velas y empiezan a desfilar pidiendo para que al niño lo puedan canonizar. Se fue como un angelito. ¡Vamos todos, a rezar! Llegaron con los carritos de venta de choripan, enseguida se acabaron, fueron en busca de más. El muelle se ha convertido en un soco, de verdad. Se compra, también se vende, queda muy poco lugar, cuando aparecen los buzos, se apretujan mucho más. Vuelve la draga a su puesto, al niño quieren dejar Se columpia de una soga mientras ríe sin parar viendo todo ese barullo que ha logrado provocar. Esto que hace muy poco viví, no lo deseo a mi peor enemigo. Todos estamos expuestos a pasar por una situación semejante, más vale estar alertas y tomar recaudos para evitarla. El día que comenzó mi desventura: En una galería comercial, terminaba de hacer compras y revisé la lista para asegurarme que nada me faltaba. Salí, algo distraída y apurada. Un fuerte empellón, me proyectó unos metros del lugar en que estaba. Perdí el equilibrio y caí, pesadamente, desparramando bolsas a mi alrededor. Varias personas, acudieron a ayudarme, mi pierna izquierda, no respondía a mi voluntad. Pedí que llamaran al servicio de emergencia al que estoy abonada, ellos expertos en accidentes, resolvieron la situación. Medicada y ubicada en la camilla, partí, rodeada de mis compras, en la ambulancia que partió rauda, precedida por el espantoso ulular de su sirena. En la clínica, me hicieron placas que confirmaron mis sospechas, fractura de cadera. Le pedí al médico, que acelerara la cirugía. Convenimos en el próximo turno, apenas estuviera la prótesis que necesitaba y los análisis de rigor. Hace pocos meses me radiqué en Córdoba, mi lugar es San Rafael, Mendoza. Pedí traslado, en la docencia de segundo nivel, donde me desempeño, para hacer una especialización, importante para mi carrera y el lugar indicado, es aquí, en esta hermosa y culta ciudad. Alquilé un departamento en Nueva Córdoba, zona de estudiantes del país y del extranjero, en un .décimo piso. A los cinco días de internación, que se me hacían eternos, volví a casa. No conocía a nadie y necesitaba alguien que se ocupara de mi. Llamé al encargado, que se acercó a verme en la clínica, apenas le comuniqué mi problema. Le pedí que consiguiera una persona, de mediana edad, si era posible sin compromisos, había otro dormitorio para ella y de ese modo me aseguraba su dedicación exclusiva. Mis exigencias, limpia y ordenada, algo de cocina, encargada de las compras y auxiliar en la convalecencia Esa misma tarde, de la mano de Pedro, el portero, conocí a Antonia. Una mujer maciza, de rostro inescrutable, silenciosa y efectiva. Se presentó ella misma, su ex patrona, no estaba en Córdoba, pero enviaría las referencias apenas regresara. El encargado, que consiguió esta joya, vino dos veces a preguntar si todo estaba bien. El departamento, se veía perfecto. Se cumplía el lema de Antonia, “UN LUGAR PARA CADA COSA Y CADA COSA, EN SU LUGAR” El tercer día me extrañó no recibir llamadas, mis nuevos compañeros, estaban avisados del accidente y me visitaron varias veces en la clínica, además todos, tenían mis datos. Empecé a llamar, no tenía tono. -Antonia, sabe qué pasa con el teléfono? Pregunté. Se acercó solícita y dijo- voy a preguntar al portero. -Es un problema de la Central, Señora, contestó y le creí. Los días siguientes, el problema no se resolvía. Mi única visita era la de la fisioterapeuta, Olga, una joven que sólo hablaba para darme instrucciones de los ejercicios y posiciones para mi recuperación. Rehuía cualquier intento de conversación y cumplía estrictamente el horario convenido. Postrada, dolorida y aislada de todo, una gran tristeza, se apoderó de mi. No tenía apetito y la bandeja con alimentos, era retirada por Antonia , tal como llegaba. Perdí el interés en todas las cosas y lo único que hacía era dormir. No tenía fuerzas para realizar los ejercicios y le dije a Antonia que despidiera a Olga, cosa que se apresuró en cumplir. Una mañana el insistente sonido del timbre, logró despertarme. Escuché la potente voz de Antonia, tratando de disuadir a mi vecina de piso, Eugenia, que se resistía a aceptar los variados argumentos esgrimidos para evitarle el acceso y de un empellón apartó a mi servidora, precipitándose en mi habitación. Saqué fuerzas para gritarle, eso creí, que la dejara pasar. Lejos de obedecerme, corrió hasta la cocina en busca de algo para amedrentar a Eugenia. De mi mesa de luz, alcancé a levantar un tubo que vacié en la cara de Antonia, desconocida, en un descontrolado ataque de rabia. Dejó caer la cuchilla que traía, para cubrirse los ojos, que le empezaron a picar furiosamente, entre aullidos de dolor que alertaron a mis .vecinos. El departamento se llenó de gente. Eugenia, como yo, afectadas en menor grado por el gas, cubría sus fosas nasales y lagrimeábamos sin parar. El oficial que me tomó declaración, apeló a toda su paciencia, cada diez palabras, caía en un sopor debido a mi avanzada debilidad. Con la ayuda de Eugenia, pude armar la trama del plan urdido por mi “fiel” servidora, con los propósitos más nefastos. Ella se contactó con mis amigos y compañeros a quienes Antonia, en mi nombre, había prohibido llamadas y visitas. Aclarados los puntos, todos me fueron a visitar, otra vez en la clínica a donde fui llevada en un estado de extremo debilitamiento. Me enteré que Antonia, no es ése su verdadero nombre, tiene un frondoso prontuario delectivo y sus víctimas, fueron siempre personas discapacitadas a las que primero aislaba de parientes y amigos y aprovechando su indefensión física y mental lograba manipular para apoderarse de sus pertenencias. Una verdadera lacra. Prometo, que al menos, ella, no volverá a recurrir a esos manejos. Apenas me reponga, pienso que será dentro de unas semanas, haré mi declaración, acompañada por Eugenia y el abogado que elegí. Todo empezó el día que Alberto, el marido de Ana, mi hermana menor, olvidó su celular en la mesa de desayuno. Próximos a cumplir sus primeros cinco años de matrimonio, no he visto a otras parejas, llevarse tan bien como ellos. Me consta porque soy soltera y al año de casados, él, ingeniero en petróleo, fue trasladado a Comodoro Rivadavia, y Ana me pidió que los acompañara. Acepté, ella se sentía muy sola, desarraigada, en este lugar donde el viento sopla constantemente y su esposo ocupado en un trabajo de dedicación exclusiva y grandes responsabilidades tiene muy poco tiempo para compartir. Arreglé mis asuntos en Bs. As. donde vivía arrinconada en un departamento ínfimo y partí con una valija y un bolso. La habitación que me asignaron es más grande que todo el depto. de la capital, además nueva, con hermosas molduras, un vestidor y baño, en suite, idéntico al de ellos y separados por un ancho pasillo. No tengo obligaciones, sólo las que yo misma me impongo, hay una mujer que se encarga de las tareas, con Ana salimos de compras, preparamos el menú, hacemos alguna labor de ganchillo y ropa para los niños carenciados que llevamos a la iglesia y ellos se encargan de repartir. El viento permanente nos impide tener el jardín que deseamos, Alberto ideó uno interior, como una gran pecera de plantas y helechos de un verde lujurioso que apreciamos desde todos los ambientes. Cuando íbamos a comprar las plantas, Ana tuvo unas molestias y me pidió que acompañara a mi cuñado para elegirlas. El no dispone de mucho tiempo y hay que aprovechar la ocasión. Salimos temprano en su camioneta, el vivero está a dos horas de nuestra vivienda. Era la primera vez que estábamos solos. Soy soltera y nunca “estuve” con un hombre. Alberto, es muy interesante y viril, excelente conversador, hablaba de distintos temas pero mi mente se había ausentado, no escuchaba lo que decía, miraba sus brazos, sus manos fuertes y seguras aferradas al volante y las sentía recorriendo mi cuerpo. Ya se, ya se que es el marido de mi hermana y está prohibido para mi, pero no podía evitarlo, sentía un sudor helado y una sensación asfixiante me impedía respirar. Se detuvo en la banquina y escuché su voz sin comprender lo que decía, Pasó su brazo por mis hombros y fue la última visión, la de su rostro muy cerca del mío. Desperté en una sala de emergencias, una robusta enfermera envolvía mi brazo para medirme la presión, a un costado Alberto, reflejaba preocupación por mi estado. Después de ese día de inquietantes revelaciones, no volví a encontrarlo a solas. Ayer vino Patricio, su hermano menor, un joven de veinte años que pasará el aniversario con nosotros, Desde que llegó su celular no paró de sonar, las chicas que lo reclaman, ¡es muy lindo!. Levanto, al pasar, el celular de Alberto y me encierro en mi habitación. ¡ no puedo creer lo que estoy leyendo! En " Elementos enviados" hay tres mensajes apasionados, dirigidos a una mujer que no es mi hermana. Promesas y recordatorios de revolcones. ¡Dejó de amarla! A unos días de su aniversario, con todos los preparativos hechos. No debo permitir que pase esto, nosotras que lo amamos sobre todas las cosas, ¡Tiene que enterarse! No dijo una sola palabra. Noté que su semblante, después de leer los mensajes, se puso del color de la cera. Traté de disuadirla pero ya había tomado una decisión. Puso algo de ropa y dinero en su bolso, las llaves de su auto y me dio un beso frío como el hielo, en la mejilla. -¡Quién sacó el auto de Ana? Me pregunta Patricio que baja apurado de la habitación de huéspedes. ¡Se va a estrellar conduciendo así! -Ah, Silvia, ¿Por casualidad, viste el celular de Alberto? Me lo prestó ayer, me quedé sin batería y no traje el cargador. Se lo alcanzo. -Espero que no hayas leído mis mensajes….agrega, con una sonrisa perversa. - Cabalga la oscura bruja, sobre su escoba de hierro, en la artística veleta, de la casa de mi abuelo. Su aviesa mirada, escruta, mis secretos pensamientos, como cuando era una niña y sentía tanto miedo, que no jujaba en el parque ni miraba hacia los techos. La impresión aún me queda. La sensación de misterio, me envuelve como una bruma, en los días del invierno. A veces, entre dormida, escucho un leve siseo, su manera de anunciarse, cuando desciende en su vuelo y comienza a desplazarse por la casa del abuelo, como vigilante dueña, con armadura de hierro. Llegaba una noche oscura, por el angosto sendero. Un sonido familiar, llevó mi vista hacia el cielo. La luna, quieta y redonda, en su círculo perfecto, atravesada por nubes, tenía aspecto siniestro, De repente la vi allí, sobre su escoba de hierro, Con fondo de luna llena y sobre el hombro derecho, se posaba una lechuza, en mutuo consentimiento. La imagen más acabada de los infantiles cuentos. Y a pesar de mis temores, volví otra vez a leerlos. Muy pronto llegan los Reyes y debemos preparar, heno para los camellos, que hambrientos lo comerán, también un balde con agua que sedientos, beberán. A los Reyes, que son tres Gaspar, Melchor, Baltasar, con una cerveza helada, los podemos esperar. Podríamos darles vino, tequila, ron ó cognac Mejor, no. Si se marean, seguro se perderán y los niñitos que esperan, esperando quedarán, mientras los Magos, dormidos no se podrán levantar. Las alforjas con regalos cerradas, nadie abrirá. Y los pequeños del mundo otro año van a esperar. Mejor no les demos vino, ni cerveza ni cognac, ni tequila. Sólo un vaso de agua fresca. Ellos lo agradecerán. También los niños que esperan, un regalito encontrar al lado de sus zapatos, en un grato despertar Para mi suerte, no sufro el calor agobiante, en estos días del verano. En mi negocio, ubicado en la peatonal de la ciudad, cuento con una climatización ideal, que hace posible el trabajo aún con las altas temperaturas registradas. Vendo productos naturales, dietéticos y regionales. Muchísimos turistas pasan por aquí. Aunque tengo una empleada, hay momentos en que la demanda nos supera. En uno de esos días, un fuerte impacto sobre una de las vidrieras, interrumpió la tarea. Alguien se desplomó frente al negocio y dio violentamente con su cabeza sobre el vidrio templado. Era una señora mayor. Llamé inmediatamente a un servicio de emergencia, habilitado para estas circunstancias. Un médico y un enfermero trataron de reanimarla y finalmente la portaron en una camilla hasta la ambulancia. Los clientes hacían toda clase de comentarios, mientras hacían sus pedidos. Dos semanas más tarde, una mujer se presentó al negocio, indagando si aquí se había producido el accidente que le costó la vida a su madre. Dio más detalles y no cabía dudas de que se refería al impacto con la vidriera. Le di mis condolencias, relatando lo poco que sabía. Me miró a los ojos y preguntó si habíamos encontrado su monedero ó alguna de las otras pertenencias que llevaba consigo la víctima. - Mi madre, dijo, volvía de cobrar su jubilación y una retroactividad que le adeudaban. Era una suma importante. El calor y el cansancio le provocaron un malestar que derivó en un paro cardíaco y en su deceso posterior. Lamentablemente no le pudimos dar ninguna satisfacción. Después de su partida, todos comentaron dando su opinión sobre el destino del dinero. ¿Quién podía ser tan desalmado de aprovecharse de la indefensión de una persona para despojarla de sus bienes? Un viejo cliente de la casa, habló – “Hay de todo en la viña del Señor, he visto despojar a los agonizantes, sus ropas y su calzado no sólo en tiempo de guerra. En un accidente en ruta, esos seres despreciables, se acercaron a las víctimas que clamaban por auxilio, y les quitaron relojes, billeteras y celulares. Después huyeron sin prestarles ninguna atención Así murieron mi esposa, mi hijo y mi nuera. Me arrastré cincuenta metros en busca de ayuda, con una pierna rota, no pude llegar a tiempo para conseguir que nos ayudaran.” Conmovida, le entregué su pedido y su cambio. El silencio, que se prolongó después de su partida, hizo que el eco de sus palabras quedara flotando en el aire. ¡Ese hombre no te merece! ¡Deja de pensar en él! ¡Tan sólo te dio pesares, acéptalo, por tu bien! Seguro te acostumbraste, ¡Peor no podría ser! Uno se acostumbra a todo, eso se puede entender, aunque nunca lo comparta, aceptarlo, si lo haré. ¿Será que no te valoras y así crees merecer, todos los males del mundo que te puedan suceder? ¡Que te niegue, que te olvide, que nunca te sea fiel y lo peor, que a la otra, lo que es tuyo, se lo de! Eso es pasarse de raya, ¡Ni ebria lo aceptaré! A su imagen reflejada, le reprocha, una mujer. Devuélveme, por favor, el amor que te presté. No lo has sabido cuidar, lo tienes que devolver. Si no pudiste cuidarlo es que nunca te importó, o que no lo mereciste. Por eso, devuélvelo. No faltará quien lo aprecie en su real dimensión y lo cuide y lo defienda como pienso hacerlo yo. Y no tienes que traerlo, Sólo desprenderte de él y nunca más recordarme ni intentar volverme a ver. De una de mis caminatas, la mañana de un domingo, decidí cambiar el rumbo y evitar, siempre lo mismo. Desvié por un bosquecillo de gigantes eucaliptos, me recibió una bandada de loros, que en el bullicio de protesta a mi intrusión, considerada, peligro, con su ruidoso clamor hacían un estropicio. Procuraban alejar al osado y atrevido. De las ramas elevadas, colgaban sus grandes nidos con espinas que entretejen y que sacan de los pinos para intimidar, con ellas, a probables enemigos. En los días tormentosos, los he visto bambolear, dejando caer pichones, cuando sus padres se van en busca de un gusanito que el hambre les calmará. Vi una pareja de loros, muy juntitos, se abrazaban. Sus pichones, habían caído, desde lo alto de una rama. Lamenté su mala suerte. Su dolor, paralizaba. Algo dije, si entendieron, no me respondieron nada. Seguí por otro sendero para llegar a mi casa, El muro de calicantos, una gran mansión, rodeaba. Sobresalían del muro, desparramando fragancias, jazmines y madreselvas, paraguayitas rosadas y la hermosa buganvilla de oscuro tono escarlata. Una corpulenta higuera, cuyas ramas traspasaban y caían sobre el muro, logró que mi andar frenara Al ver los higos maduros la boca, se me hacía agua. Entre morir en mi boca ó estrellados en el suelo, Si le preguntan al higo, dirá siempre, -¡ lo primero! Una voz, muy cerca mío, dijo:-¡Se arrepentirá! Llevándome otro a la boca, contesté – ¡Vamos por más! ¡Si tengo que arrepentirme, procuraré superar el pecado cometido, caratulado ROBAR! -Sabe usted lo que la gente, comenta de este lugar? Era un pequeño hombrecillo el que hablaba sin parar, con cara de duendecillo y voz de quien va a llorar Respondí: - Si me lo cuentas, voy a poderme enterar. - Lagrimeaba cuando dijo – Esta es la casa de un ogro y andar, suele, vigilante, recorriendo este lugar. Si descubre, que ha comido, sus higos, se enojará y con oscuros hechizos su destino, hará cambiar. Es un Ogro tan malvado que procurará su mal. -La historia me ha interesado y aquí me voy a quedar. Comeré sus ricos higos y me sentaré a esperar……Por si acaso, si aparece, algún higo quedará, con la más dulce sonrisa, yo se lo voy a entregar. (¡EL DUENDECILLO ES EL OGRO, NO LO QUIERO DEFRAUDAR!) Y ya no quise escucharle, sus palabras, me dolían, refriéndose a la otra, aquélla a quien él quería, por la que estaba dispuesto hasta a quitarse la vida, en caso de no lograr, lo que su amor perseguía. -Si no te quiere, acoté, ni es su culpa, ni es la mía. ¡No se quiere por mandato ni por mera cortesía, se quiere, porque se quiere y se deja de querer cuando el amor se termina, y no hay nada más que hacer!. No tengo porqué escuchar, la pérdida de tu amor, Deja que siga su vida, que será mucho mejor. Dentro de muy poco tiempo, seguro, la cruzarás, Ella, del brazo de otro y tu, con otra, andarás Sin rencores ni amarguras, plenos de felicidad. - ¡No me estás hablando, en serio, Ya no te quiero escuchar,! contestó y se fue dolido, sin siquiera saludar. Lo encontré, al cabo de un tiempo, muy cambiado, lo encontré, con el brazo, envolvía, el talle de otra mujer. Le sonreí y se acercó junto con su enamorada Nos tomamos un café, no dejó de acariciarla y decir las mismas cosas a que estoy acostumbrada y repite de memoria cuando transcurre esa etapa de desear y conquistar a la mujer esperada. Y no quise recordarle lo que le vaticinara, cuando enojado, se fue, por decirle unas palabras...
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Oscar Franco
http://www.textale.com/component/option,com_textupload/Itemid,128/id,43735/task,view_text/
Por favor difundelo si pudieses. gracias.
Pascual Vizcaino Ruiz
Alejandro
Es usted muy déspota en su comentario del texto indiferencia divina?, sobre todo si tenemos en cuenta que la autora deja claro que los desastres naturales son muy comunes y crea toda su reflexión acerca de cómo el ser humano pasa de su pregunta hacia un Dios al que considera responsable a la dolorosa conclusión que es su irresponsabilidad la que acelera los procesos llevándolos a desastres.
Bastante arbitraria resulta usted al decir… le “concedo responsabilidad al hombre” por favor señora si usted lee, ve televisión o se molesta en averiguar, se podrá encontrar con un cumulo de estudios e informes que demuestran como las acciones de la humanidad ha afectado el equilibrio natural que provocan desastres.
Parece ser que usted no se entero del objetivo de la reunión de presidentes de países en Copenhague... por favor señora antes de atacar o trata de ridiculizar a alguien primero analícelo, porque podría ser usted quien terminara haciendo el ridículo.
Alexandro
Oscar Franco
Te invito a leer y comentar alguno de mis poemas espero te gusten.
Un saludo y feiz años nuevo 2010.
www.somosgoogle.blogspot.com
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Francisco Prez
Veneno
haydee
Seguro que van a sobrar las anécdotas y encontrarás un buen argumento para tus relatos.
Gracias!
Serena