• Guillermo Capece
GuillermoO
-
-
  • País: Argentina
 
El viejo pescador que hay en mírecoge lunas en las terrazas más iluminadas por la cruel pobreza. El abrazo llega demasiado tarde,cuando dicen que vendrán a salvarme,como si los espacios fueran voces de colmenas, desvaríos de una plegaria. Yo buscaba un punto de apoyo recostado en la celebración,un curioso golpear sobre los fuegos hasta saber que allí estaban. Pero nadie volverá de la distancia:todo será otra vez la súbita emboscada del comienzo.    
 NO TENGO nunca más, no tengo siempre. En la arenala victoria dejó sus pies perdidos.Soy un pobre hombre dispuesto a amar a sus semejantes.No sé quién eres. Te amo. No doy, no vendo espinas. Alguien sabrá tal vez que no tejí coronassangrientas, que combatí la burla,y que en verdad llené la pleamar de mi alma.Yo pagué la vileza con palomas. Yo no tengo jamás porque distintofui, soy, seré. Y en nombrede mi cambiante amor proclamo la pureza. La muerte es sólo piedra del olvido.Te amo, beso en tu boca la alegría.Traigamos leña. Haremos fuego en la montaña. 
                           Así es la edad de hierro en la garganta. Ya                          todo es incomprensible. Sin embargo,                          amas aún cuando has perdido.                                              Antonio Gamoneda (español, contemp.)   en un puro vaivén nuestras aguas se estrechan(agua de enamorado la míay la tuya pequeña luz que el amanecer apaga) si en mi pena te embarcasrecuérdamelosi mi dolor es muchodime que duerma pero no te vayassin antes de haber olvidado el camino. 
El camino
Autor: Guillermo Capece  317 Lecturas
  (continuación)Luego las visitas de Sergio se fueron espaciando, a la vez que los pedidos de dinero eran mas frecuentes.Mientras tanto Julia se fue enamorando. Le propuso un viaje a Brasil que él aceptó, y cuando regresaron se separaron por varias semanas , porque él, cortesmente, dejó las valijas en la puerta del edificio, y ante la pregunta de ella, dijo que no, que no iba a entrar, y que la llamaría por la noche. Julia sabía de memoria el significado de esas palabras.Con su despecho a cuestas subió al ascensor, ventiló el departamento, y se sentó a escuchar el disco de Gato Barbieri. Luego echó una mirada a sus telas. Se levantó, abrió el piano, rozó con la yema de sus dedos las teclas.  No sucedió nada especial en Brasil. No hubo peleas, pero tampoco él se mostró demasiado interesado. "El tiempo y el amor son pájaros que siempre emigran juntos", pensó; y jugó con esta frase durante toda la tarde, a partir del momento en que la descubrió.Gato Barbieri no la sacaba de ese sabor amargo; dejó que el disco se fuera apagando, y buscó en su cartera el celular para hablar con Sergio, pero desistió porque el gusto amargo recrudecía. Meses después de ese acontecimiento Julia escucharía los verdaderos sentimientos de su corazón respecto del bebé. Desde luego que había pensado en un cochecito, en una mantita, en un sonajero. También en cuál sería su carita al nacer. Pero se llenaba de miedo cuando pensaba que lo más importante en su vida era Sergio.Se convenció cuando tiempo después en ese bar, esa tarde de lluvia habló con Sergio. Se diócuenta que no servía contarle esperanzas y miedos. No servía decírselo en ese momento, y calló.Sergio sabía lo que hacía, y le procuraba una especie de satisfacción saber que se estaban ocupando de ella, y que volvía a ser alguien para ese hombre que en una tarde lluviosala amara, aún después que ella hubiera fugado. 
Parte 6
Autor: Guillermo Capece  316 Lecturas
+++++
 adiós   pequeño Davidtu visión hace de mi capael color macilento de los muertosadiós hasta ahorano veré tu caminopues debo arrojar mis ojos a las calandriasque viajan lejosentre montes y montañasentre montones de nubessurcandojardines de párpadospara tu voz irrealizada te miro y mi cuerpo recorreel juego de las nochesla sabiduría del ladróny la sed para pintar alturasdonde renacenlas raíces del cedroy la hierba pegadacon soles de sangre amarillaa mis pupilas adiós hasta ahora tus manos de colores fijosno verán mi negro plato de comida,y nada de pedir socorro:bailarán los impíos o fingirán que están bailandopara no verte en desmesurapara no vermepara no reconocerteen el contorno ávido   Davidde tu nombre ahora baila soloyo contemplo en mi espejo de piedraesta mano que zambullereuniendo escarabajos agriospara nuestra cenadesnudos los dos como jóvenes hambrientos busca ya tu platoy tu rumbo  nunca más tomaré mi vino junto a un sueño                                   Guillermo Capece
Baila solo
Autor: Guillermo Capece  316 Lecturas
  mamádónde está tu hijocomo cuando era chicome buscaban y estabasentado al lomo de una mula   lejosahora   perdido entre mis propias ascuassoy un hombre cargado de simplezasmamáempieza a llovery mi mula de niño se empapalevanta su cabezapareciera que sonríepero también ella llora una vez conocí el mar   mamáya no me acuerdome dijeron que era como un ríopero más profundorío austero como fue tu cariño sedentario y débilevanescentehuidizo como esa lluvia que caemamádónde está tu hijouna música de oboe me recorre el cuerpofugado yome atrevo a morir   ahora es el silencio el que acude.  Guillermo Capece     
Carta
Autor: Guillermo Capece  315 Lecturas
Quién provee el misterio que el invierno traeen aquella gastada pareddonde un nombre se borra con el tiempo.Así como quien compra flores en puestos provincianos,de la mano de alguien que ha partido,se busca un sol,identidad,algún rincón para arrojar la muerte. 
Identidad
Autor: Guillermo Capece  315 Lecturas
 Es inútil: no me despertará la mañana ni el goce de la noche me traerá su calma:estoy hecho de trincheras, de incendios tan distantes que parecenpequeñas jugadas al borde del universo.Soy opaco a los guiños de la vida; no conmueven mi pesada substancialos relámpagos que mueven la tormenta. Así he pasado los años.La ciudad que tanto amé ha quedado cercada como una barca a punto de caer:alguien se apodera de ese pájaro que rompe el sol y seduce. Yo vi el amplio corredor de estrellas estampado en la distancia,me interné en la selva entreabierta a esperar el sermón a los muertosy las brasas apagadas de las despedidas. Obtuve, sí, la sorpresa de mi fuga en tránsito, y el calendario de agua visitado por el tiempo.  Sospecho que algún ángel brotó su sangre en un sedoso camino,y me baña de color hasta sangrarme.                                          Guillermo Capece 
Digo
Autor: Guillermo Capece  314 Lecturas
+++++
                             IEn el jardín mis sombras quemanEntran a mi alcoba para decirme lo que piensanHay columnas en mi cuerpoHay prácticas esotéricas sobre mi sexoArde mi boca y la mente gira en falso para mostrarmeEl sexo de otros hombres anudados a sus fantasmasDanzarán desnudos para mí aquellos hombresDándome informesNoticias de la soledady del miedo a la muerte                           IIPero, ¿ a dónde ir para romper los graves campanarios de la duda?La noche está allí    mirándomeLas calles no son aquellos labiosQue besaban mi traje gris en las aurorasAhora espero pan y graciaYa notus ojosrepitiéndoseen cualquier par de ojos ajenosEl tiempo es cortoCuando golpee a mi puertaTrataré de huír                           Guillermo Capece
Jardín privado
Autor: Guillermo Capece  314 Lecturas
+++++
 (continuación)Estaba inquieta pero no se sentía sola por haber reñido otra vez con Sergio. Pensaba que el mundo era así. La relación se transformó con el tiempo en lo que llamaba un "relación crepuscular", es decir, sin la posibilidad de recuperar aquella época en que una vez, en una esquela, escribió simplemente: "Soy feliz". Sin embargo, a pesar de que la separación había sido empujada por no aceptar los trabajos nocturnos, aún creía amarlo, y quizás por eso.De Sergio le habían quedado muchos recuerdos, y por cierto, la lluvia que golpeaba su frente el día que lo decidieron. Ella deseaba tener ese bebé. Lo quería desde mucho antes de saber que estaba embarazada. Él se opuso; otras cosas tenía en su cabeza. Nada de inconvenientes que lo retuvieran en un círculo. No quería el bebé.Julia se asustó como una paloma cuando él le habló de su propósito. Luego pensó varios días echada en la cama, y por fin un día comprendió. El asunto era muy sencillo: eso no se hace.De pronto llevaba un trozo de verdad a su boca. Clin, clin, clan, hacía el xilófono; clararín, clin, clin. Salía una música liviana de xilófonos, lo bastante liviana como para no distraerse de la lectura.-Modern Jazz Quartet- dijo Sergio llevándose un dedo a la frente mientras leía por tercera vez, el mail que en su correo le dejara Julia: ..."te ruego que trates de convencerte que es lo mejor para los dos. Te ruego que no me busques." Pero la buscó de inmediato: no podía estar separado de ella tantos días. El teléfono no respondía; tampoco contestaba los mails. Y una noche de lluvia la encontró caminando por la Avenida de Mayo; y mojándose los dos,él insistió, y así como quien tiene todo resuelto, lo decidieron. Él habló de un cirujano en Congreso. Julia lo miró, pero no estaba angustiada. "No luchar contra lo inevitable", pensó; porque no quería perderlo, y al fin de cuentas lo amaba.Salieron después de bar y la lluvia volvió a alojarlos.-¿En qué pensás?- murmuró él.-En que me estoy mojando.-Gracias, sos muy amable- dijo él irónicamente- tenés que respetar el orden del que te hablé.-¿El orden...?-Me refiero al orden sucesivo del que hablamos: primero a la casa de Carol,despues la visita al cirujano, los análisis..., qué se yo... pero lo más imperioso es que hables con Carol.Estaba claro que él no la acompañaría.-Sí- susurró Julia- respetaré el orden. Ayer hablé con Carol, pero no le dije que...-Sin modificar nada- dijo él- sin modificar. ¿Te parece que todo se arregará en la fecha fijada?Y recordó que todo se arreglaba siempre, tal como lo preveía él, y esa vez también, a pesar de que ella se tornara temerosa y callada.La abrazó, la besó, justo cuando la lluvia amainaba. Sonrieron los dos.Cómo desatar el nudo, cómo volver atrás. Cómo ocultarse de sí misma cuando estaba tan presente en medio de esa realidad. Cómo regresar de esa historia.      
 Se termina la nocheabanica a tus muertos   a tus fracasostienes sueño pero estás despiertodispuesto a entregar tus doneshasta volverte macabro en un momento no digas muerte.Esta vida trepante   tal como estácomo la conocisteperdidapero que aún custodia su propio solar ¿quién abre la puerta?silencio   silenciotrampas para tí que pusiste cielosy no deseos de mirar lo que había en medio de tu pecho:la rosa negra de la noche.
Poema XII
Autor: Guillermo Capece  314 Lecturas
Baco  últimos días del amor   (el llanto de Baco)  me sumo a tu implacable quererdame a beber el enigma  -sonidos de aquellos encuentros-para que sostenga los díascomo en un culto secreto no me he ocupado de mísino cuado tiemblocuando sospecho que ultiman mis deseosentonces  Baco  me beboa grandes sorbos  a grandes miedosa grandes huracanes o pensamientosdebújame tu cuerpoo haz de mí brebajespara aliviar verdades o supersticionesdonde los cristales se abrigany crecen  racimospara tus plenas cosechas siempre las noches recuerdan que fuimos olvidosy recrean para nosotrosmomentos dulces o álgidos
a Baco
Autor: Guillermo Capece  314 Lecturas
                                    I A ratos la miseria inunda la habitación en que duermo.Cuando siento el peligro cerca de mi sangre, mi relinchose despliega como el de un caballo.La soga va partiendo mi cuello de a poco.El verdugo en su sitial como un monje irrespetuoso me llama.Tardo cinco mil años en morirme,y al final no muero.Camino lentamente con mi sueño para que no me atrapen.                                   II Muy lejos de aquel día en que la garganta empuñaba su llanto viejo,yoque soñaba con usanzas feroces,busqué caminos sobre mis últimos vestigios.La tristeza no sólo es palabra,también un enojo abandonado por el mundo.                              III Amor que fue socorro, pertenencias secretas,obscuridades decididas a permanecer intactas.Ninguno va a mirar tus ojos como si fuera demasiado mirar.Están hechos de apegos, de certezas que cortan puertaspara que pase tu rostro al olvido.             Guillermo Capece                                
Endechas
Autor: Guillermo Capece  313 Lecturas
+++++
Mujerque estas en otro mundo cualquieracon tus carpetas tus peces de coloresa cada instantetus ovejas pastanárboles de gran alturadesnuda como una nubemiras correr mi ausenciamujerpan de maízcaña dulceviolínviolínmano fresca y entregamujercolor perdidosiempremujeralba sobre el albahumo de las azoteasflores del domingoy nieve.   
Mujer
Autor: Guillermo Capece  312 Lecturas
 he cultivado la flor más difícil golpeaban sus pétalos y no quise oírlos entonces me adueñaba de todos los silencios ahora soy el que en vano busca algún deseo: acercarme a su boca y beberla como un vino sexual pero soy el amante pobre que recibe caricias prestadas quien corre con su angosto perro hacia un sueño plateado  no me arrepiento de no callar en cada poemade enterrar mis pies en humedalespero todo el que tenga amor en su mano izquierday en la derecha fuerza para darlo deje resplandores   soles finos   algunas abejas libadoras sobre la vegetación que lentamente me cubreasí estaré feliz de tener poco: lo delicado de tus aguas que me ciñentu belleza que no se atenúa con las sombras  yo las amé con ventura celeste.          Guillermo Capece                                                                                           
Aquellos momentos
Autor: Guillermo Capece  311 Lecturas
+++++
(continuación)No era lo mismo con Robertito Botante. Sergio lo conocía de charlar  naderías en la barra de un bar, y por ser Robertito un joven  entretenido, y porque lo proveía de marihuana y algunas veces de dinero, él pasaba algo de su tiempo a su lado.Era hijo de un cirujano de prestigio, y fue destinado a seguir los pasos de su padre. Pero fracasó ni bien transpuso el umbral de la universidad. Ahora tenía 27 años y se dedicaba a vagar en boliches y en los bares. Vivía en una casa en Belgrano, donde, en la sala central, al lado de una vitrina con marfiles y piedras duras y de un enorme reloj de carrillón, colgaba un sospechoso Corot.Así le dijo a Sergio una vez:-Mi viejo cree que es un Corot legítimo, pero tengo mis dudas.-si lo fuera alguien de la familia ya lo hubiera vendido -y rió.Una biosserie tapizaba las paredes, y las alfombras adornaban el piso que en los rincones se veía muy brillante. Allí fue donde Sergio cedió a los primeros convites de Robertito, y había inspirado sin temor uno o dos pases de blanca, como llamaba a la merca.La casa estaba rodeada por un parque, y debajo un sótano rezumaba una humedad antigua.-Mi familia -dijo Robertito- era muy especial. Mis bisabuelos, por ejemplo, fueron mucho tiempo amantes antes de casarse. Mi bisabuela era rubia, y parece que muy hermosa. Vivía en los fondos de la casa, aunque los encuentros se realizaban aqui, no precisamente aquí sino en el sótano, debajo de aquí. Algún día te lo mostraré.-Por qué no ahora- interrunpió Sergio entusiasmado.Salieron de la sala y caminando por el parque dieron con una puertecita debajo de una escalera. Robertito la abrió con cuidado. Se sumergieron en la oscuridad. El lugar era lóbrego. Allí Robertitole ofreció a Sergio una tremenda historia de amor, desolación y violencia.-Eran muy jóvenes los dos -comenzó- y mi bisabuelo Marcos Botante Antar, le pedía a uno de sus mucamos que fuera a llamar a Margara, que con el tiempo sería mi bisabuela. Todo era oculto. Salvo uno o dos mucamos nadie conocía la relación de los novios.Ella bajaba por la misma escalerita que bajamos nosotros, y allí estaba Marcos, con sus polainas y su camisa blanca, esperándola.Según dicen, Marcos era un hombre altivo, arrogante, pero gran amador. Habían pasado varias mujeres por la casa, hasta que dió con Márgara -aquí Robertito se detuvo- pobre Márgara- continuó.E hizo silencio nuevamente esperando algún comentario de Sergio. Le iluminó los ojos con la linterna que llavaba. -¿Por qué pobre?-A veces se ama de una manera extraña -murmuró Robertito- Ella bajaba,  se metía en lo oscuro, buscaba el contorno de ese hombre... y lo demás ocurría.Iluminó nuevamente a Sergio y se dió cuenta de que lo urgía.-Marcos era violento. Ella se ofrecía, y él aprovechando la sugerencia de estar bajo el césped, se transformaba.-Supongo que estarían los dos desnudos.- dejame que te lea una parte del diario- continuó Robertito abriendo el cartapacio. "Ella se volvía suplicante. Yo la arrinconaba -continuó leyendo- y la golpeaba levemente con una rama del jardín.""Después la ceremonia se volvía más intensa, y Márgara gritaba, y de su piel salía una luz cada vez más diáfana." -Yo no lo creo para nada- comentó el muchacho,pero asi lo cuenta el viejo en su diario. Para él no había clemencia- dijo el muchacho- y ella se entregaba con dolor y con placer. Pero eso no era todo. Escuchá esta parte: "Siempre caía en un colchón de plumas, y presumía que las plumas me cubrían como si fuera un pavo real o una abeja gigante de pesados colores que se adherían a mi cuerpo blanco, casi transparente, tan transparente que podía ver mi corazón latiendo como si estuviera frente a un espejo mágico."- es lo que creía el viejo, comentó el muchacho.Volvió a iluminar el rostro de Sergio, pero lo encontró en un rincón oyéndolo, con los brazos a los costados.Robertito dudó en seguir contando esa historia pero notaba en el silencio de su amigo, el deseo de conocer el final. Por fin, dijo:-Supongo que el viejo estaría drogado con hachís o alguna de esas drogas antiguas que consumían antes. ¿opio?-Sin duda- exclamó Sergio- pero también temió que el muchacho se hubiera clavado vaya a saber qué otra "vitamina". Era demasiada imaginación la de su amigo. Sin embargo Robertito afirmó:-Mi bisabuelo era un hombre más que extraño. LLevaba este diario con escrupulosas anotaciones.Todo lo dejó claramente escrito. Y abriendo el cartapacio nuevamente, leyó iluminado levemente por la luz de la linterna: "Me deleitaba en uno de los momentos más felices:pero no era un momento dulce; era torturante, porque las plumas no se degajaban suavemente: caían tironeadas por Márgara, pero quizas no fuera Márgara sino algo que se parecía a ella, a su odio, a su dolor o a su amor." -Te imaginás cuánto oprobio y mansedumbre había en esa complacencia.-comentó el muchacho.Se produjo un ruido extraño que obligó a Robertito a iluminar el lugar, y vieron dos ratas disparando.-Vámomonos de aquí -exclamó Sergio.Robertito lo retuvo tomándolo del brazo. Sergio pudo ver que su amigo llevaba el cartapacio y el diario debajo del brazo.-No terminó la historia. -No quiero oír más.-Al fin -siguió el muchacho- Marcos encontraba su felicidad. Porque mirá lo que dice en el diario:  "Después la operación era más fuerte. Márgara desgarraba, partía, clavaba sus uñas. Márgara-demonio utilizaba sus manos, hincaba sus dientes. Y las plumas caían, pero también los girones de mi piel escupidos por los hermosos dientes de mi dulce Márgara."Robertito tomó aire, quiso ver la cara de Sergio pero, aprovechando que estaba en silencio, continuó con la lectura:"Recuerdo que en este punto gritaba como enloquecido, pues veía libre mis músculos, mis tendones, y con la palma quería acariciar a Márgara que se negaba, que permanecía impávida,de pie, oficiando y oficiando interminablemente, rodeada por ese charco rojo que me taladraba los ojos.""Después venía la ceremonia más codiciada por mí. Márgara-demonio se acercaba despacio, y comenzaba la devoración."-¿Tu bisabuela se devoraba a Marcos??-, casi gritó Sergio.-No, tonto. Ellos lo llamaban así. Era un juego, pero un juego bastante fiero, porque siempre había sangre.
 A la mañana aparece el rostro de la vejez y de la muerte, y labrado por el miedo, huyo hacia los puntos cardinales que mi memoria me ofrece, y siento que la vida ya no es larga con su luz y sus estrellas, y mucho menos una pa´gina en la que todavía hay que escribir.Así veo hermosos adolescentes cercanos a toda forma que da el placer, prisioneros de la paz y amantes del movimiento inútil.La vejez, que puede ser también la prisión, es la culpa de llevar en el cuerpo músculos que no responden; se deberá "vigilar y castigar" (1) a quien pretenda sonreír al que sea más joven, porque el viejo "se parece a su crimen aun antes de que lo haya cometido." (2)               (1) y (2) versión del autor de conceptos de Michel Foucault
Explicación
Autor: Guillermo Capece  310 Lecturas
 Conozco un puerto en las tinieblas de mayo atravesado por la absurda tarea de vengarse del mar, cuando mayo era el amante vulnerado por el aire.(Ah, yo no existí en los álamos de ningún verano, ni en las arenas que el sol mata en su verberante mediodía.)Animales exhaustos decretaban mi extinción como una sábana que se iba perdiendo palmo a palmo en lo verde de la noche.Los barcos desbordaban en la playa y hablabas del mar como de una fatalidad. Pero el puerto persistía en las paredes de mi sellado corazón,para no despertar el lugar que ahora imagina mi conciencia en una oración que comparto con el miedo.Todos mis días acosados por lo vasto y desconocido de unos ojos ante la instantánea impiedad de los recuerdos;y mis salvajes manos provocadoras de la ira que no se resuelve con el beso que al morir nos entregan.Hay una ráfaga de nombres, fechas, mandamientos, y ya no se existir sin el cielo subterráneo que me habita.Resonantes, mis pasos, acaban por perderme.                                            Guillermo Capece
El alma entera
Autor: Guillermo Capece  308 Lecturas
+++++
 la brisa me convierte en pájarola hora de la tarde ayuda a pensar que estoy soñandoy cerca de mi tumbaen duermevela   los cazadores colocados alrededor del vinocantan cazadores y pájaros lo mismoel dibujo gris de mi ventana habla a mi memoriacomo si yo fueraun pájaro que sueña                          Guillermo Capece 
Sin titulo II
Autor: Guillermo Capece  307 Lecturas
Cazador de las nieves en domingofuiste un perpetuo salto en el inmenso viaje.Fuiste sonrisa que tañe en lo íntimo de tu cabellera secreta,el despertar de una noche en que tu piel oscura venía a mí a erizarse.Yo conocí el mar por haberme asomado a tus brazos,y la arena humedecida no era sino tu cuerpo.Tu garganta nombraba cada cosa.Pero el amor estaba hecho de relámpagos sinuosos,condenado a sembrar una copia de la noche,ahogándose por las piedras que lo circundaban.Algunas veces inunda mi cuerpo la nostalgia-cuando una pena labra el almay no se oyen más que recuerdos:pasos que fueron en una alcoba,murmullos de una risa infinita,y entonces - solo - vivo el pasado  como una borrasca de la que no puedo despedirme.Con el tiempo envolviéndome la caraveo ahora tu rostro.Y lo lleno de transparencia: lo rojo de mi vino lo cubrepara que prolongue el territorio instantáneo de tu mirada.                                         Guillermo Capece  
                                  Juan Dichoso, changador de feria, vivía en el                                      morro Babilonia en una casilla sin número                                  Una noche entró al bar Veinte de Noviembre                                  Bebió                                  Cantó                                   Bailó                                  Después se tiró al lago Rodrigo de Freitas y                                         murió ahogado.                                                             Manuel  BandeiraPorque no te dieron más que dos monedas,dos látigos en tu frente,tú creíste que estabas muerto,que tu destino era la seda lujosa de la muerte,y bebiste,cantaste,bailaste con ella en escandalosa cita.Tal vez se amaron antes de la definitiva llamada.Tal vez hicieron juntos el solitario proyectodel camino hacia el lago,pero consideraste lo otro:la pavorosa atracción de su voz de sirenaque te llevaba al agua,apretadas las dos monedas en tu puño.En la marea angosta sumergiste tus pies.Tus ojos huecos como sombrapor un momento se extrañaron.Pero ella te empujaba suavemente,y tu coraje de siempre rodócomo el cobre que apretabas."¿Nunca más veré la mañana?""¿Nuca más tendré la mirada de mis hijos?""¿Dónde está el sonido de la voz lejana de mi madre?""¿No hay entre mis fantasmas alguno que me salve?"Despojado,dijiste:"me llamo Juan Dichoso,pero la dicha fue para mí un mantel cerradopor el antojo de los otros,y ahora, yo, Juan, empiezo a entregar la simpleza de mi nombre breve."                                      
Destino de Juan
Autor: Guillermo Capece  307 Lecturas
 LAS TORRES TRANSMITEN ENTRE SI EL MISTERIO.ADORNADO POR LA HISTORIA UN NIÑO SALE DE LA IGLESIA, Y CORRE.SOBRE UNA COLINA, VIEJOS CASTILLOS MEDIEVALES.EN LA PLAZA DE LA CISTERNAEL NIÑO VUELVE HACIA MÍ, Y ME PREGUNTA ALGO.YO A MI VEZ LE PREGUNTO.SOBRE LAS TORRES, UN SILENCIO INACABABLE.                                 Guillermo Capece   
Amanece. Miro mi reloj pulsera y bostezo. La noche ha sido larga y temible; trato de imaginar cómo será una noche simple, sin la desesperación de siempre. Pero es difícil, porque la angustia  se va disipando,y mezclada con un vago deseo de tu cuerpo, me indican que la mañana se acerca mucho más prolijamente que lo que señala mi reloj pulsera.Éste es uno de los instantes más difíciles: empezás a cobrar otra dimensión para mí, como si recién descubriera tu presencia, (pero tu presencia total), tu sonrisa, tus senos pequeños, tus ojos grises.A las cinco de aquella noche vos me habías ofrecido café, y entonces bebimos haciéndonos bromas que sirvieron para relajarse.Media hora después de las cinco fue la gran angustia, porque pensamos que no nos quedaba más tiempo. Vos te arrepentiste de haber gastado casi diez minutos tomando café, pero mi mirada decidida te hizo volver a confiar, y de inmediato creíste que no era yo quien te miraba, sino, más bien, un hombre recién descubierto, con sus ojos también demasiado grises.Nos apresuramos. El aliento de los dos se mezclaba, casi. Y sabías que si antes de las seis estaba todo terminado, a las seis y cuarto podías estar en la calle, y caminar despacio hasta la placita para oler el verde que siempre te recomponía en noches como ésas.Y precisamente en ciertas noches, si todo iba bien, te parecia, Julia, que el tiempo era como la angosta calle que conducía a la placita, adoquinada, cubierta de musgos. O que al revés: si las cosas iban mal,cada minuto era un cuchillo que se pegaba al latido de tu corazón.Es cierto: lo imprevisible nos excitaba; pero a vos te hacía buscar dentro de tu cuerpo con mayor cuidado preguntas, deseos, tal como si estuvieras sentada al piano próxima a interpretar esa sonata de Beethoven que siempre te parecía nueva. Con el mismo nerviosismo, con la misma agitación.Me habías contado una vez, caminando entre los árboles, a eso de las seis,(yo deseándote, cubriéndote con mis brazos), que sentías que tus cuarenta años se derrumbaban junto a la esperanza de poder estar tranquila, pues pensabas que tenías una vida por delante, como suele decirse; una vida que salvar que era la tuya: Julia dejar de correr entre pasillos de oficina y ocuparse decididamente de ella para que triunfara, para que la humilde Julia fuera alguien que pesara sobre la idiotez de los otros, sobre la poca substancia de los demás.Ese oculto orgullo, y el deseo de conquista te fatigaban, pero no te quitaban fuerzas, sino que te añadían coraje a cada acto de tu vida.Recuerdo que fuimos a tu casa, que te desnudé y comencé a besarte. Tu piel había dejado de estar tensa, y entre murmullos me dijiste "voy a dejarte", y yo pensé que no podías hacerlo, que nunca llegaría ese tiempo porque te había construído para mí, no para otros, y no podías decírmelo en ese momento, pero me hiciste comprender que lo de "dejarte" estaba relacionado con el proyecto.Al punto me senté en la cama, y pasado ese asombro, que no era el primero, sin preguntarte nada te reproché, te odié, Julia cómo podés,me acerqué a tu cuello con toda la indignación que había olvidado el amor de hacía un momento, me acerqué a tu cuello pero no para acariciarlo, te asustaste, yo también, Julia, Julia cómo podés.Y lloraste, tapándote la cara, por qué, si yo quería ver esas lágrimas de arrepentimiento; Julia estás jugando, Julia qué te pasa.¿continuara?       Guillermo Capece 
La tardecita cubre de marrón intenso los muebles de la casa.Mi alma en paz regresa en puntillas.La muy tonta se había ido a pasear sus penas al zoo;y allí, entre jirafas y rinocerontes,vio de pronto un pájaro suavey se enamoró de él.Qué tonta, qué tonta eres, le digo.  El rostro sereno de una mujer me mira.Sus ojos tienen la piedad que necesito,y sus labios quizá el amor que yo deshecho.No me siento invitado a ese amorextraño para mí.Pero es demasiado bella como para no comprenderque sus pequeños senos me atraen.Suenan hermosas sus palabras:una historia de cuando era niña y jugabaen el patio con una perritaque un día fugó y se hizo invierno de prontoen su alma.La tardecita cubría de marrón intenso los muebles,y ella lloró durante años.Allí,en ese idilio lejano,nos encontramos los dos.
Cuando una mujer se peinahace el movimiento de las estrellas.Impalpables navíos surcan la luz de sus ojeras.Tierra de ayer y de hoyen su tez.  Como en un puerto:marcharmeo no marcharme.              Guillermo Capece
Como en un puerto
Autor: Guillermo Capece  304 Lecturas
   a cada minuto surgen dudasqué haré entonces?cada palabra es una puertase abre o no según caprichospero en el mediopero en el miedoqueda tu boca cesante
Tu boca
Autor: Guillermo Capece  303 Lecturas
+++++
Asediando al mar, buscando su oscuro rincón donde yacen los peces durmientes de la vida,saltando sobre brechas, sobre mentiras inmóviles,voy hacia tu encuentro como quien dispone de una moneda dorada.No seré yo quien te halle.Para otros quedará guardada tal tibieza. Apenas un pedazo de cal entre mis dedos.                             Guillermo Capece
Los cuerpos
Autor: Guillermo Capece  303 Lecturas
 Detrás de mi garganta un destello juega a morirse.Lo busco y es curvatura de páramo, lo mantengo entre mis dedos.A veces me sorprende porque mi llamado es su llamado,y entre los dos imaginamos un bálsamo en la siesta.Pero lo definitivo rueda la pie de los recuerdos que todavía protegen.Entonces sobrevivo cuando imagino bañado por rocío aquello que una vez fue:la luz que perdura en melancolía al enfrentarme con manifiestos, dudas, sobresaltos, que amenguan mis labios en el azar de un beso. Si yo fuera otra vez el que recorrió las espinas y sus lucesenmancipando los colores de la lluvia,el que viendo morirse al fuego entregó su violenta mano para su devoración;el que existió sobre relámpagos y los apagó para locura del amor. Pero se acerca mi remoto mar transformado en vegetaciones inventadas por la suerte.Solamente mi asombro me conduce al inefable juego del olvido:el tiempo o la resignación, me llaman.                                          Guillermo Capece            
 borrar el signoborrar la pena.que alguien se apiadade lo que no fui, de lo que no hice. con vino suave la cariciadebajo de mi cuerpo las garras. la presencia de lo pasadoaún abunda en mi pecho.
Desierto
Autor: Guillermo Capece  301 Lecturas
Desapareció,como la noche frente al alba,mientras yo esperaba todavía su frente librehacia la conquista de lo nuevo,y sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar, en el esfumado huracán de los días,y ahora, en el agudo espectro de la espera.Vendrá o no vendrá.Se fue con silenciosa voz valiente;hermoso,como una piedra caliente entre los dedos,oliendo aún a los últimos besos de mis labios, diciendo un adiós anónimo;se fue quien me alzaba en los penosos días de lluviahacia la fuente mágica del deseo.La noche entre las noches en que estoy viviendoestá llena de preguntas, pendientes de conquistar enigmas.  Estaré donde él está.Iré hacia algún puerto con mi contraído rostro,conducido por la mano obsesiva del miedo.Quedan entre sus manos los pájaros sagrados del primer encuentro.                                    editado (reescritura del 14-09.12)
           DE ANOTACIONES DISPERSAS Apenas somos unos condenados a plazo fijo¿y qué podemos hacer?Por eso escribimos lo profundo que se gusta despuésque las palabras dejan la imagen de su propio pensamiento.Crear es no poder soportar un dolor sin pronunciarloo poseer la verdad en uno mismo.
Largamente,como si hubiera sobre la tierra una mujer obscura,que permaneciera vestida de dulce sentido,guardando su cuerpo para sus ensoñaciones,dotada como un animal de algún rumor distante,largamentehe pensado en ella.Sombría, recorre mi memoria,en un gran bosque donde se pierde deletrando flores.Maderas nutrientes son sus largos brazos;yo la he visto llorar en su red.Tan silenciosamente,tan largamenteme he mirado en ella.  
Una vez, un día
Autor: Guillermo Capece  291 Lecturas
 nadie sabrá nunca cómo es el mundo de los vivos entre todos los infiernos el viaje a mi interior es el primero vivo con la obsesión de los árboles que buscan su luz el que mira a través de tus ojosno es un ladrónsino el que robó tus ojos habito roces   aviones que parten o nolucesrelámpagos en mitad de una cuevaantes de convertirse en rito "la mitad de mi corazón es tuyo", dijiste o de los diablos aparece  dime de una vezcerraré los ojos para dejar de soñarun hombre colgado de los hilos rotospor sus renunciaminetos si corres por la senda no mires hacia atrásla estatua de sal   el muro de salla casa de salte esperan                                     Guillermo Capece      
Inscripciones
Autor: Guillermo Capece  291 Lecturas
          Esa puerta está cerrada para mí.          Tal vez un golpe de viento,          o quizás tu no deseo.           Mi libertad hace que me cuele          por el ojo de la cerradura. Trato de abrirla por dentro.          Pero me acostumbro a mi encierro.                            Guillermo Capece    
 Si me acerco a esta tierraveo la mirada sombría de los huecosy los filos del vacío que me atraen.Veo lejanías, la infancia entre racimos,un color triste, casi ceniciento,tal vez un ala desgajada en reposo,quizás jrones de una piel querida.Todo muy quieto:la mano, el pecho, la silueta blanca. Espiamos el regreso en cualquier esquina,y nos sentamos a esperarque la nostalgia nos devuelva una cara.                               Guillermo Capece 
  he perdido mi rostroen esta mesacuando el crepúsculonacía de su centroyo le pedí perdón pero la noche era audazsi el pan abarcabasu congelado límite alguien lloró una vezalguien escribió una carta ahora copio el poemapuedo empezar por mis manos (como una música la desolaciónme atrae)                      Guillermo Capece   
VESTIDO DE NOVIA                                Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whitman,                                contra el niño que escribe                                nombre de niña en su almohada,                                ni contra el muchacho que se viste de novia                                en la oscuridad del ropero.                                                                             LorcaCon qué espejoscon qué ojosva a mirarse este muchacho de manos azules.Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar el aguaceroy la senda del barco hacia la luna.                                             Cómo va a podercómo va a poder  así  vestido de noviasi vacío de senos está su corazón si no tiene las uñas pintadassi tiene sólo un abanico de libélulas.Cómo va a poder abrir las puertas sin afectaciónpara saludar a la amiga que le esperó bajo el almendrosin saber que el almendro raptó a su amiga  le dejó solo.Ay  dónde podrá ir así  tan rubio y azul  tan pálidoa contar los pájaros   a pedir citas en teléfonos descompuestossi tiene sólo una mitad de sí   la otra mitad pertenecea la madre.De quién habrá robado ese gestoesa veleidadesos pápados amarillos   esa voz que alguna vez fue de las sirenas.Quién le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará los senos con que sueñaquién le pintará las alas a este mal ángel   hecho para   las burlassi sus alas las condenó el viento   y gimenquién   quién le va a desvestir   sobre la hierba o pañuelopara abofetearle el vientre   para escupirle las piernasa este muchacho de cabello crecido así   vestido de novia. Con qué espejoscon qué ojosva a retocarse las pupilas este muchacho que alguna vez quiso llamarse Aliciaque se justifica y echa la culpa a las estrellas.Con qué estrellas   con qué astros podrá mañana adornarse los musloscon qué alfileres se los va a sostenercon qué pluma va a escribir su confesión   ay   este muchachovestido de novia que en la oscuridad es amargo y no quiere salirno se atreveno sabe a cuál de sus musgos escapó la confianzano sabe quién le acariciará desde algún otro parquequién le va a dar un nombrecon el que pueda venir y acallar a las palomasmatarlas así que paguen sus insultos.Con qué espejos con qué ojosva a poder asustarse de sí mismo este muchachoque no ha querido aprender ni un solo silbido para las estudianteslas estudiantes que ríen y él no puede matarlasasí vestido de novia amordazado por los grillossiempre del otro lado del puente siempre del otro lado del aguacerosiempre en un teléfono equivocadono sabe el número tampoco él sabe.Está perdido en un encaje y no tiene tijerasasí vestido de novia como en un pacto hacia el amanecer. Con qué espejoscon qué ojos.Tomado de "Poemas de amor", autores cubanos,S.XX (Seleccion Luis Rafael) Editorial Letras Cubanas,2005 
 en el muro una despedida:"sed de amparo cada noche"pero no hay respuestanadie escribeal ladodebajoencimani borra lo escritoen mis sueños    amparopara mis huesos   amparo el arlequín ríeno comprende lo antiguo de la queja
En el muro
Autor: Guillermo Capece  279 Lecturas
 del mástil donde las bestiascuelgan sus nidos,saturada de pájaros amados,construí mi casa  con plumaje hondamente interior,estaba allíel espacio entre la vida y la muerte de un color casi olvidadomientras yo agonizaba-así como una luz busca a su presa-busqué un habitante para mi casa;y fue el rudo cristal echado a pique oun lobo azul que espera: él mi zarpazo, yo su herida (los cantores nocturnos veníana narrarme su infortunioen mi estanque ataviadocon rincones de hojas amarillas) la mano mínima que escondosabrá que los lobos se lanzantambién de noche,cuando los aullidos se acercan,y que no habrá salvaciónni siquiera en el momento frágilde la duda                Guillermo Capece 
 una vez tomé ese trenlos gatos caminan en la nochecantan borrachos en la mañanatrac-trac   trac-trac ah   si se quema el amor   si se viene la muerte tienen los trenes la insinuación de las penasrápido ahorapor ese tren corre una lagartija blue(azul o tristeza ?)y por la ventanillas   el valletrac-trac   trac-tracpara que el amor no se hundapara que la muerte huya musitandotrac-trac   trac-trac 

Seguir al autor

Sigue los pasos de este autor siendo notificado de todas sus publicaciones.
Lecturas Totales260757
Textos Publicados464
Total de Comentarios recibidos2219
Visitas al perfil123693
Amigos142

Seguidores

5 Seguidores
Ana Lucia G.
victor salmeron
Marius Di Varia
Soledadg
Niain
   

Amigos

142 amigo(s)
Almudena
Abel S.
Jefferson
Johan Eduardo
solimar
maria del ...
**Leticia Salazar Alba**
Kevin Luis Zamora Araya
Eli
raymundo
Gesc
Marìa Vallejo D.-
Elvia    Gonzalez
Enrique González Matas
JALRAIN
Raquel Garita
Daih
German Karel Hanisch
Josefa f Lara  (JoPa)
Battaglia
C.S Marfull
Marcelo A
Josep Mumbrú (perfil póstumo)
ISIS Mariaangel.
roberto mendoza
aidee montserrat aguirre varela
Ana Belen Codd
Adrian Arriagada
LAHILA ARANDA
Eleonora Beecroft Bustos
jorge pechi
un sentimiento
Mariana de Jesús
Marza
Veronica Molina Diaz
Papel Mojado
Txiqui
Alizia Froyd
estefani
Guiller
Diego Iván Antiza
Elian
Samont H.
Roberto Rodríguez Falcón
MARINO SANTANA ROSARIO
ALFREDO MENDIOLA
Cristian Medel
Christian Pablo Huamani Loayza (ARDEL)
Laura María
Agustina Storni
marlyn ruiz
Senior
Dawrin Saumet
lourdes aquino
La chica del dragón tatuado
luis liriano
lorena rioseco palacios
Deborah Gomez Archetti
Michelle
José de la Cruz García Mora
Margarita da Silveira
Giovanni Hernando Rodiguez Laverde
Maximiliano Rodriguez Vecino
IIrma Esther Pavon
Siagrio Elijah
Lucy Nix
..
Robusto Sencillo
Ana Juárez Savic
Singer
Cristofer G
Nuria Pozas
Dániel Josef
Araceli Valverde
Liaazhny
Silvia Inés Mazziotti
Enrique Dintrans A:
....--....
corvux
ANA MARÍA MANCEDA
Gustavo Adolfo Baracaldo Valero
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Turmalina
Edgar Tarazona Angel
Ana Ventura
Richard Albacete
Fairy
Johel Delacroix
Micaela
Crupier
mar
Pablo Andrés Palma
Carlos Puche
Anna Feuerberg
Durazno sangrando
josé Cirano de la Cruz Salazar
Antonio Umbral
MARIANO DOROLA
alberto carranza
mario alberto
 
GuillermoO

Información de Contacto

Argentina
-
-

Amigos

Las conexiones de GuillermoO

  ALMAR
  Abell
 
  johank20
  solimar
 
  Puente de Triana
  Kevin Luis Zamora Araya
  Elithrono
  raymundo reynoso cama
 
<< Inicio < Ant. [1] 2 3 4 5 6 ... 15 Próx. > Fin >>