• Guillermo Capece
GuillermoO
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  • País: Argentina
 
pero yo quiero una palabra que me preservede la disolución de los párpados,que me golpee,como una flecha el sexo,que me llame y no sea apacibley me arroje como una fiestahacia el ser que amo. GuillermoO Direc. Gral. de derechos de autor  
La palabra
Autor: Guillermo Capece  670 Lecturas
 Reapareces como una paloma confusa,y me traes los años pasados para que estén conmigo.Nos vemos.No nos vemos. Nos miramos en todos los frentes;dicho en otras palabras: ¿reencuentro?Sólo en el  mapa de la memoria. Cómo ahora se queja  se aleja mi corazón,se queja bajo una baranda de frío.  Alguna vez, si nos encontrásemos en mitad de una habitaciónfina como un hilo,te diré cómo sucedieron las cosas. Guillermo C apece Direc.NAc. del derecho de autor        
Las cosas
Autor: Guillermo Capece  669 Lecturas
Como si la muerte hubiera herido tus ojos,como si el mar te helara con espinasy te dejara soledad en franca arena,así,rotundamente te quiero.   Ahora sé que eres feliz, mientras yo me enmaraño en hojas de la nochealguien protege tus días. Pero nadie conoce mi forma de amar:amo con desespero,amo con la inmediata angustia de perder,cuando una flor llovizna,me cubre con un lazo,y lo que encuentro,es un adiós inacabable,como si un pájaro de luto cantara sólo en las auroras amargas,como si la muerte hubiera herido de súbito a mi corazón pleno de reminiscenciasy no tuviera nada más en qué envolverme. Dime que caen los días. Que no tengo que esperar a que cambies de nombre.Que golpeas  ya a mi puerta,y tampoco soy yo el que te abre. Guillermo CApeceDirec.Nac. del Derecho de autor    
Confesiones
Autor: Guillermo Capece  668 Lecturas
     llueve,el día atardece, marchito.mi soledad, junto a la luz que muere,se cubre de memorias.quiero ser nube,pero me hermano con la roca. soy algo de fuego y lluvia.piso la tierra y mi culpa al mismo tiempo.las nubes se unenformando el deseo, el olvido perdurable una gran furor cubriéndome el alma,estoy cansado;debo huír ya del aullido en reposo. hoy soy el río que muere ahogado,y ya es demasiado tarde:no escucho a los que cantan,pero a la vez pido que no me dejen.  GuillermOD.N.del derecho de autor       
Digo
Autor: Guillermo Capece  668 Lecturas
   describir el albamojados tus ojos en harina moradasentir el brevísimo rayo de luzsin que lastime la sonrisa prohibidatu sonrisa que tiene la edad de tus piernasconcretasde donde salen frascos de tierno venenoque se beben a sí mismos. en las mañanas de veranome gusta mirar el mismo sueño:el alba en tus ojos natalesbrindando esas lejanas cicatricessobre mi cuerpoabrigo rojo aprendidoentre dos ilusionesentre dos frentesdesnudasal amanecer. GuillermoD.N. del derecho de autor 
Describir el alba
Autor: Guillermo Capece  661 Lecturas
en el muro una despedida: "sed de amparo cada noche" pero no hay respuesta nadie escribe al lado debajo encima ni borra lo escrito en mis sueños amparo para mis huesos amparo  el arlequín ríe no comprende lo antiguo de la queja.  GuillermoO D.N.del derecho de autor     
En el muro
Autor: Guillermo Capece  660 Lecturas
  despuéscuando tus brazos se hayan dormidoven a mí(no ceso de escribirlo)con flores rojas a turbarme el alma trescientos habitantes comotrescientos caballos derrumbados será cierto que así es el invierno lo que antes fue canción y bodashoy es doblez   una enorme ciudadmojada  te pedí tan poco(no ceso de escribirlo)recibí delirio   muroslaberintosviolentamente laberintosun color de hiena persiguiéndomeecos de la sombra de una hienala sombra de la risa de una hienapersiguiéndome queda el recurso de llorar ahorapero qué lágrimas poner en mis ojossino las que tú perdisteal entrar al mundo        Guillermo Capece                                                  
Después
Autor: Guillermo Capece  657 Lecturas
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Vienen a mí  deshechos de mi sombra. un viejo puñal y su voz la voz de un puñal me persigue. desmantelado   qué hacer. frente a los visillos espío: ellos se están amando se aman   
Soledad
Autor: Guillermo Capece  657 Lecturas
 Me amas,y sientes el cielo como una gran luz que tiembla.Todo rencor se desvanece, y tu rostro solitario se refleja.Me amas, dices.Desiertas tus manos cubren hogueras de múltiples espantos,vastos mundos cayéndose al vacío,ojos donde se perdieron ilusiones,lentitudes e infranqueables deseos.Me amas, y vives en el instantáneo soplo, en el imprevisto momento de perder. Guillermo Capece Direc.Nac. del Derecho de Autor     
      El lobo me escribe en letras amarillas,     y es grato sentir el miedo provocado por sus fauces,     por sus párpados en vuelo de su mirada de lobo.     Es el amor esperándome irrenunciable.     Pero yo no pido mucho:     sólo el retumbo de su aullido y su piel de nieve:     todo es gélido menos la boca del lobo.                                        Guilermo Capece    
Lobos IV
Autor: Guillermo Capece  652 Lecturas
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 Dejo transcurrir mis noches entre locos que buscan su pasado como quien sostiene un molino de piedra azotado por el viento.El miedo grita mientras se agota entre los labios, y envejece. No somos dioses. No somos dioses.Apenas hombres que dudan al amar, y las preguntas caen como palabras que pasan cumpliendo plazos, escondidas en el desencanto de pertenecer a un idioma extraño. Sé que el deseo contribuye a la muerte:como abrir un juego de espejos y encontrar la terrible imágen del Maléfico, seduciendo, invitando a escuchar los ruidos de las porcelanas que al bajar a su reino despiden la extraña luz que dejan las manzanas cuando son partidas. La lluvia amanece y es el aniversario de la última gota que cae. GuillermoO.  Direc.Nac.del Derecho de autor 
  1De todos estos inefables actos,y también de esta huella perseguida,no ha quedado más que un repartirme entre noches.Tocando bocas errabundas entraré a profesar la miseria.Acaso un colosal pedido de auxiliosea como un rayo que termine candente en medio de mi pecho. 2Se busca un lugar donde el humo sea recuerdo verde.El sabor, muchas horas en la vida. Se buscaun principio para la libertad y la risa.Se buscanpequeñosbálsamostardíos.  GuillermoD.N.de autores 
Miedo de mí
Autor: Guillermo Capece  651 Lecturas
  la brisa me convierteen pájaro la hora de la tardeayuda a pensarque estoy soñandoy cerca de mi tumbaen duermevela   los cazadorescolocados alrededor del vinocantan  cazadores y pájarolo mismoel dibujo gris de mi ventanahabla a mi memoriacomo si yo fueraun pájaro que sueña   
 Vivo embarcándome entre fieras.Mi rostro copiado me acecha.Yo fui el que corrió sin remedio traficando despojos.Dos minutos de cielo solamente.Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.                                Guillermo Capece.        
 Me asomo al puerto y me abarca como una sonrisa.Quiero dejar silencios en lo pródigo de las naves fondeadas,mientras el río titila.Te asombras de que nadie venga a salvartey los gatos cercanos señalan el largo camino a Éfeso.Sin embargo los amantes cavilan bajo la luna.Tal vez un gran perdón, y ninguna, ninguna pregunta.                                           Guillermo Capece                                          
Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto yo armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo;y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viaja entre los muros de mi cuarto.Y no hay más soledad. Solo el equilibrio de tus ojos celestes.  
                                    A Alejandra PizarnikPara mis animales de la nocheescribo una canción profundaésta que ahora grito destempladamente;ahora,nunca lo he dicho antes,quiero alejarme llevado por el agua,por el sabor suave de las manzanas gigantes,por gigantes que me protejan de los sabores suavespartir de mí mismo,del ruido de mis sueños. No es un deseo esquivo:pertenece a mi sangre.    
Canción profunda
Autor: Guillermo Capece  646 Lecturas
  Soy inocente.Los altos cementerios de la duda, el aire viejo, el humo, el desolado puerto, han visto nacer y crecer mi inocencia como un callado grito que todavía aturde. Soy inocente y lo sé. ¿Lo sabrán otros? ¿Querrán que yo me marche desoladamente? ¿Que coloque mi pie en blanca sementera como una estaca bien profunda y allí me detenga? Mañana, es decir hoy, ya, pájaros negros volarán sobre mi libre cabeza. Para devorar la carne impredescible pelearán entre sí. Yo sabré abordar tanto misterio y bajaré a repetir en silencio lo que demasiado sé: soy inocente. De culpa y cargo. Inocente.  Guillermo CapeceDirec. de derecho de autor                  
Inocente
Autor: Guillermo Capece  645 Lecturas
 La nieve lleva un cargamento de flores entre mis ojos.Lo supe cuando la miseria en su obstinación últimaquemó sus naves.Estas rayas en mi piel dan certezas de lo que hablo y digo.Después, están el cautiverio de mi cuerpo y sus silencios.Porque, ¿a quién hablar?¿A quién decirle que la realidad nos acusa de estar ciegos por no haber descubierto la rebeldía?(Un tiempo sin ruidos ha descendido hacia el mundo.)Alguna vez, mientras corría la esperanza,he pasado ligero entre decepciones  -substancias de la noche-y logré sobrevivir.Entonces se acuñaban fragmentos de colores en mi cuerpo:buscaba el trópico,desde mis pupilas buscaba el fuego en su pozo,mi recuerdo torturante como ensoñaciones de Delvaux;buscaba el trópico... Ahora estoy solo, gritando socorro, culpable o sospechoso;mis límites abiertos a la ciudad que envolverá el insomnio,maréandome en la altura colosal de aquella cuerdacolocada allí para la locura o la desaparición.Lo más obscuro es el mármol con que está construída la caricia:daría mi sal inmediata por una limosna,yo,que recorrí las calles de la lejanía,con las manos en el hospedaje de las vociferaciones,como si esperara algo, quizá a ese caballo indómito que es la pasión por el recuerdo.Yo,verenador de sitios vagabundos, logré sobrevivir pasando sobre cautiverios. Narrar la historia de un silencio.Creo: mi corazón reverdece.Brillan aún los alimentos fríos, las cáscaras naranjas,pero mi corazón reverdece como exigiéndome un milagro.Creer es aceptar que debajo de las máscaras existenlluvias desprendidas, pedacitos victoriosos de palomas de nácar,cortejos de coronación en los que me envolvía para no esperar;pumas verdes bajando hacia el desabrigo de mi cuerpo, y ese hurgar en la memoria,locuras de un "guardián de los vientos", que bebe su copa casi negada de luz.Un lugar de arena para el deseo de narrar la historia,ese silencio que vuelve.                   Guillermo Capece                                                                           
     desata la boca de los pecesadolescente mueve tus iluminados rosespara que las cuerdascon los que anudaste los ocasosadolescentesiembren el relato de tus caricias dí que amaste a una espadaa una ventana abierta castigada por la arenaa una soga anudada a un tremendo grito antiquísimopor las vías rueda un tren ocioso que no lleva a ninguna parte de las que quieras pues el paisaje siempre es el mismo:esa cara soledad impiadosay los bellos rostros desaparecidos y aparecidosen tus sueños adolescente dí que en el planeta aguahas de mirarlos amados y útimos ojosy que si han de volver los cubrirás con  la manta bermejaaquella que te deparó caloren tu infancia.háblales    dales la pequeña luz de tu niñezdiles tu vozaunque la tristeza de la mañana debilmente iluminadate confunday te cueste aceptar que los ojos  que te miranhan abierto la puertay te traen la paz que tú tanto deseas. GuillermoOD.N.del Derecho de autor    
      I  manos que nombraron a mis ojos en la ligera noche de abrilcariciasque hicieron huír a los hacedores de la muertelabiosque besaron a otros labios que besaron a otros labiosmanoque guió mi mano en llamas y la llevó al encuentro apacible de los sexos  II   ni la belleza de Antinoo te hace sombrani la fuerza de Adriano te es extrañapues belleza y fuerza te ennoblecenun poco más y has caminado el mundo(el jardín que cada noche pongo bajo tu almohada) Yo te distingo cada vez que te nombroentonces tu nombre aquieta las cosas y las vuelven únicastengo abierta la puerta para compartir la música que fatigan los navíos carcanoscuando pasean al borde de tus colores y te dan vida te regalo mi perro de cobrey mi corazónque hace tiempo gira alrededor de la tierratambién el ave que canta en la siesta diciendo sus amores vencon tus largos dedos mojados en la lluviay échate al ríodeseo la desnudez de tu cuerposentir cómo tu cuerpo habla en cada rincón del míomientrasanimales de ojos titilantes te observan y recitan aquellos versos que inventamos en dos noches seguidascuando el frío se retirabapobre y vencido. Guillermo0D:N: del derecho de autor             
Alabanza ( .a M.)
Autor: Guillermo Capece  639 Lecturas
llegan los raros mandamientossoy el exiliado de algún sueño imposible los abrazos que acudieron como oficio de los dioseshoy son parcelas divididasotiendas de pájaros para la venta o resurrección quítame este raro traje de lutoampáramehasta borrar el mendigo que hay en mí  ahora  sueña mi nombre    dilo.                       Guillermo Capece              
El abismo
Autor: Guillermo Capece  638 Lecturas
+++++
                                                                 A Beba I Ella tenía un plato de sal como una bolsa de trigo donde se buscaba. Tres veces había golpeado en la tormenta como una forma de predecir la muerte. Ella no creía en la libertad ni en los profundos designios del instinto. Cayeron entonces las caricias alquiladas en viejas kermeses de coloresdonde las visitas teñían su pelo de aire y agua consumida.  Una tarde,con remordimientos vestidos de locura, cuyo definitivo corredor estaba hecho de la evasión insomne de la muerta. II A la hora en que callósiete pares de nutrias lamieron su cadáver,y una rosa mantuvo con ella una pasión:el corazón del agua doliente barría para siempre las últimas preguntas. G.C. 
La suicida
Autor: Guillermo Capece  634 Lecturas
                     Esclavo.              Encadenado al cobre,              abstemio y ciego para el vino,              ni con un lazo de miel te herí,              ni mis soldados te hirieron.              Sólo fue una batalla desgarrada,              el coral de los sueños en la pequeña mano mágica del olvido.                                                  Guillermo Capece
Las torres trasmiten entre sí el misterio.Adornado por la historia, un niño que se llama Guglielmo,sale de la iglesia, y corre.Sobre una colina, viejos castillos medievales.En la plaza de la Cisternael niño viene hacia mí, y me pregunta algo.Yo a mi vez le pregunto.Sobre las torres, un silencio inacabable. GuillermoODirec. nac. del derecho de autor  
   Cómo decirte que te amo/que en tu mundo yo he prendido una flor nueva/robada en los torreones donde el viento juega con las nubes/cómo decirte que tu corazón late junto al mío/ bajo los días oscuros/yo sé de tu inquietud y de tu miedo/pero debes hacer silencio/aprovechar la dicha nueva/y si puedes,/amarme aunque sea un cargamento de espinas/donde las aguas se precipitan/en cascadas invisibles/sobre pájaros ajenos que cantan sólo en las auroras amargas/las nubes se traicionan unas a otrasy forman otro cielo// Un dulce y temeroso perfume/llega entonces a envolverme/y veo tu rostro desnudo,mientras            sobre nosotros                                caen                                     los días.  GuillermoDC.N. del derecho de autor 
gg              Mi madre comía tierra.Metía en su boca terrones oscuros, y los deglutía.Lo he dicho. Luego de masticar nos daba en la boca, disuelta en su saliva,a mi hermanita y a mi,una pasta imposible que tan pronto comíamos como vomitábamos. Nos dejaba en una cama sin sábanas,y se iba. Nos levantábamos;íbamos donde estaban nuestros vómitosy jugábamos con ellos.Hacíamos círculos con una pajita en el charquito. (Nuestro juguete,nuestro pobre juguete.) Vendía su cuerpo en la calle,ella, nuestra madre.Pero estaba enferma y sucia. No volvía a casa esa noche.Aunque en su paseo no encontrara a nadie. Mi hermanita y yotampoco encontramos a nadie. GuillermoODirec.Na.del Derecho de autor                 
Cuento-poema
Autor: Guillermo Capece  625 Lecturas
    1De todos estos inefables actos,// y también de esta huella perseguida/, no ha quedado más que un repartirme entre noches./Tocando bocas errabundas entraré a profesar la miseria./ Acaso un colosal pedido de auxilio/ sea como un rayo que termine candente queriendo habitar mi pecho.  2Se busca un lugar donde el humo sea recuerdo verde./ El sabor, muchas horas en la vida. Se busca/ un principio para la libertad y la risa. Se buscan ///pequeños/ bálsamos/ tardíos/.    GuillermoO/ D.N. de derecho de autor    
Miedo de mí
Autor: Guillermo Capece  621 Lecturas
la brisa me convierte en pájarola hora de la tardeayuda a pensarque estoy soñandoy cerca de mi tumbaen duermevela   los cazadorescolocados alrededor del vinocantan cazadores y pájaros lo mismoel dibujo gris de mi ventanahabla a mi memoriacomo si yo fueraun pájaro que sueña   
 Sólo amándote me lleno de instinto.Con tu canto, yo armo paisajes,catedrales suaves, gente sin miedo,y entonces,todos los silencios mueren.Mueren cuando tu canto viajaentre los muros de mi cuarto .Y ya no hay más soledad. Sólo el equilibrio de tus ojos celestes. Guillermo  D.N. del derecho de autor   
Sólo amándote
Autor: Guillermo Capece  619 Lecturas
 .Emiliano,ovillado bajo mi abrazo,como si fuera un gato,duerme.De pronto una cucaracha surca su espalda.Pero no es una cucaracha;son mis dedos que lo acarician.Emiliano sueña.Ese sueño opresor: va a dejarme, me lo ha dicho.Nunca más tendré un gato al cual acariciar.En la dura noche espero un maullido que nunca llega. Marzo es el mes más oscuro,pienso. GuillermoOD:N:del Derecho de autor            
Gato
Autor: Guillermo Capece  616 Lecturas
(continuación) -Marcos escribió que primero podía ser un músculo del antebrazo o una vena del cuello- contaba Robertito- pero te sigo leyendo- y apuntó la linterna hacia el diario."Márgara, Márgara, me muero, me marchito; dejame, por favor."-El diario está en poder de papá -comentó- pero yo lo pude leer por primera vez a los doce años. Sé el lugar donde lo guarda, y a veces lo busco para releerlo, como ahora; y me conmuevecuando leo que Márgara era implacable. Y a él le gustaba que fuera así."Mis gritos eran insostenibles" -siguió leyendo- y yo sabía que Márgara me besaría interminablemente, hasta comerme la lengua, hasta arrastrarme el paladar.""Después venía, con todo el terror, esa música que se oía desde afuera. Y era maravilloso, casi insolente, que mi amada Márgara se acercara sólo para ver mi cara.Robertito paró el relato de golpe. Pero Sergio insistió para que siguiera."Yo esperaba complacido, quejoso, tan niño que a Márgara le daban ganas de sostenerme en sus brazos y cantarme la misma melodía que se oía desde afuera.""En ese momento, Márgara-demonio vestida de azul, subía a las esferas más azules, y me poseía desmedidamente, toda Márgara, amada Márgara, pelo y piel, ella sí con su piel intacta."-En ese momento Márgara lo poseía -repìtió Robertito entusiasmado -o a lo mejor era el demonio, o los dos.- y miró los ojos de su amigo, iluminándolos."Nunca recordaré bien ese instante, ese soplo de agobio y de amor. Pero lo esperaba al final de la ceremonia. Sabía que era único, que podía irrumpir o tardar, como por ejemplo en los momentos en que todavía podía besar la lengua caliente de mi amada o del demonio, o aún después, cuando frente al espejo me veía sólo como transparencia."-¡No terminó la lectura! -gritó Robertito al ver que Sergio hacía un ademán para irse."Entonces me levantaba como podía, y la coronaba recogiendo tierra y cubriéndole la cabeza con polvo fino que se mezclaba con sus lágrimas. Era una distinguida dama del horror, un verdadero demonio. Luego la envolvía en una manta, la subía en brazos, y ya en el parque bañaba suavemente cada parte de su piel y de mis heridas. Mandaba al mucamo a preparar compresas frías y Márgara las colocaba en mi frente."-En la familia se conocen estos hechos con el nombre de "juegos satánicos"; la historia del viejo es pan comido -sonrió Robertito.-todo como en ese cuadro adjudicado a Corot. Hay un río  que recorre un campo oscuro, y que contrasta con los árboles dibujados suavemente; casi un pintor para el río, y otro, apacible, para los árboles. Atrás se ven dos cuerpos desnudos, abrazados. El de la mujer fuerte y el del hombre, desvaneciéndose. Seguramente la historia que te acabo de leer. Sergio dudó si esa historia había sucedido o era invención de su amigo.Quiso salir. El pàrque estaba sereno y la noche suave. Hinchó sus pulmones y miró a su amigo.-No terminó la historia- dijo él.Sergio tuvo intención de huír; "este hombre está loco o se picó demasiado"-pensó. Pero se contuvo con la idea de cambiar la conversación.-Te dije que Marcos tuvo muchas amantes. A él le gustaba jugar a la muerte. Yo ahora sé que se va a morir. Se va a morir dentro de mí o seguirá existiendo, no lo sé.Sergio lo miró y quiso reírse, pero el tono de su amigo era compasivo.-Quiero decir- dijo el joven amigo- y enseguida Sergio comenzó a tener un conocimiento anticipado de los hechos -que yo soy igual a Marcos, y a veces quisiera no serlo. La ilusión de ser Marcos debe morir aquí mismo, en esta confesión que te hago, amigo. Amo a las mujeres con una suave tortura, al principio. No te asustes, Sergio, te ruego que me escuches...-dijo al ver asombro en los ojos del otro.-Luego pido perdón, soy vasallo de ellas. Pero después las someto, sin eso yo no puedo. Y ellas se rinden en esa lucha. Descubren que no saben separarse de mí, que me quieren, que me odian. Y cuando descienden al sótano, la violencia de ese lugar -había fascinación en su mirada-es agua que tomo con ansia; hasta que les limpio las llagas y quedo liberado.Hubo un silencio. Robertito estaba desolado. 
  Dulcísimo extremo de tu pieltus dedos son largos caminos hacia las cosas.Así,habituados a maravillarlas cuando las tocas,poco a poco se adornan de día;y cuando los llamo, las noches los vuelven espacios límpidos,llanuras imprevistas.Ellos están o se ocultan,albergan secretos de amantes,ignoradas ponencias en la vida,y fuertes nudillos con los que golpeasteaquella puerta que no se abrió, ¿recuerdas? Te regalo azahares para que los toques,viejas estrellas que quisieron reencarnarse,tierra blanca para tu tacto blanco;además, ciertas preguntas que no están en mis labios,y sobre todo la efímera noche de mayo en que tus manos                                                                me tocaron. En el pudor de mi pobreza y tu cita,la caricia que hoy evocoes sólo la inútil  cacería de un horizonte en vuelo.                                                     Guillermo Capece   
                 Vivo embarcádome entre lobos.              Mi rostro copiado me acecha.              Yo fui el que corrió sin remedio traficando despojos.              Dos minutos de cielo solamente.              Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.                           Guillermo Capece                                  (de "Tabla de salvación")
Sin titulo
Autor: Guillermo Capece  611 Lecturas
  Mi sombra se pasea mirando la noche que tiembla bajo la mirada de los ojos de miel de los muertos. Son bravuras extremas de ella que, como la evolución de un  trompo, definitivamente fenece. Leo en las palmas de mis manos el sabor de las nubes cuando lloran en invierno. Es un llanto nostálgico que se abre cuando muero, porque mis plegarias extranjeras no alcanzan al cielo, y mi corazón se enfría. Entoncesquiero destruírme pues los lagos de mis ojos desbordan en la soledad que yo me doy,y que mi sombra aprueba.  Ella podría defenderme, pero se queda quieta, mi sombra. Una aviesa paloma construye su nido en mi boca. Yo no lo apruebo, pero no hago nada por salvarme. Entonces, pronto, acude la muerte,tenaz, cenagosa. Impávido, casi soñando,yo la recibo como un niño.  G.C.Direc.Nac.del Derecho de autor 
                                       a mi amiga Clarisa F. Largamente,como si hubiera sobre la tierra una mujer oscura,que permaneciera vestida de dulce certidumbre,guardando pájaros en el mar herido,dotada como una lluvia  predestinada y triste, largamentehe pensado en ella.Sombría, recorre mi memoria,en un gran bosque donde se pierde deletreando flores.Maderas nutrientes son sus largos brazos;yo la he visto lllorar en su red.Tan silenciosamente,Tan largamente,me he mirado en ella.  GuillermoD.N. del derecho de autor                  
 En la intensidad del sueño algo se pierde.Es el último recuerdo que tuvimos del día,el entusiasmo de un magnífico instante,los grandes ojos tibios donde reflejamos nuestras dudas;quizás el ruego de piedad  para que la ciudad no caiga sobre nosotros.El sueño mueve su hilo pendular,y  el recuerdo final escapa:esa vaga historia de nosotrosy de los otros,la repetida historia de la infamiay del amor; quizá la historia que hablaba de infinitos,y sólo fue un puñado de salbajo la lluvia.Tantos inacabables nombres,y detrás de nuestras espaldastantas hojas caídassin otra explicación que el otoño.Tantas estrofas que quedaron sin decir.El sueño duerme.Algo que jamás podremos recoger,queda, en algún rincón del jardín, detenido.  G.C.Direc.Nac.del derecho de autor   
Un puñado de sal
Autor: Guillermo Capece  600 Lecturas
  El armonioso paso de la noche une silencios.Un cuerpo espera quieto,mientras que en las paredesuna multitud de sombras dibujael canto de los solos.Alguien está por morir en ese cuarto.Alquien que no quiere abrigo ni socorro.Nadie vio nunca tanta oscuridad,ni estuvo antes tan ciegopara descifrar los penosos documentos de la muerte.El transitado cuerpo pide con su mirada;pero a su alrededorun temblor callado la recogey pasa. G.C. 
 Desapareció,como la noche frente al alba,mientras yo esperaba todavía su frente librehacia la conquista de lo nuevo;sus brazos de alucinado buzo de mar en el mar,en el esfumado huracán de los días y ahora, en el agudo espectro de la espera.Se fue con silenciosa voz valiente;hermoso, como una mariposa caliente entre los dedos,oliendo aun a mis últimos abrazos,se fue, diciendo un adiós anónimo;se fue quien yo alzaba en los penosos días de lluviahacia la fuente mágica del deseo. Estaré donde él está.Iré hacia algún puerto con mi contraído rostro,conducido por la idea obsesiva del miedo. Quedan entre sus manos los pájaros ocultos de nuestro primer encuentro. G.C.    .
Desapareció
Autor: Guillermo Capece  594 Lecturas
Vivo embarcándome entre lobos./ Mi rostro   copiado me acecha./ Yo fui el que corrió sin remedio traficando despojos./ Dos minutos de cielo solamente./ Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.  Guillermo0  Direc. Nac. del Derecho de autor
Días
Autor: Guillermo Capece  588 Lecturas

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