• ana ruiz
abepe
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  • País: Argentina
 
El humor ácido del periodista acicateaba su ingenio , no podía evitar imaginar una operación que hiciera caer en el más hilarante ridículo  a la presidenta. Es que ella misma había creado una situación absurda , no queria entregar los atributos del poder republicano: la banda y el bastón al nuevo presidente en la casa de gobierno, sino en el momento de la jura de su sucesor frente al Congreso, simplemente un capricho para generar rispideces y poner sombras en la asunción, además de asegurarse la hinchada oficialista que desde los balcones del recinto parlamentario no iban a permitir un acto pacífico y organizado.. Esta ocurrencia que contrariaba la costumbre y los reglamentos estaba creando múltiples dificultades, por ejemplo las delegaciones extranjeras no sabían donde enviar sus representantes, las custodias de los mandatarios que iban a concurrir a la ceremonia no podían organizar su despliegue porque desconocían dónde se celebraría, el bastón hecho expresamente para el acto de asunción era requerido por los jefes de ceremonial de ambos presidentes, todo esto tenía en vilo a la opinión pública y generaba inútiles enfrentamientos. No había razones fundadas para esta ocurrencia, el tema se hablaba en lugares de reunión, grupos de café, comidas familiares, hasta los chicos estaban enterados del estrafalario conflicto. Justamente la hija del periodista una despierta nena amante de la televisión intervino en el comentario familiar recordando que el personaje animado, estrella del canal infantil creado por la presidenta, había explicado que la banda y el bastón son entregados por el presidente saliente  al nuevo  en el salón blanco de la casa de gobierno y que mostraba el lugar mientras lo recorría. El periodista no perdió tiempo y pidió en el canal donde trabajaba que verificaran si el dibujito animado oficialista efectivamente había dado una clase explicativa del acto de traspaso de los atributos del poder y una vez convencido de que era así urdió una broma cuyas consecuencias ni siquiera evaluó. Sabía que la presidenta concurriría a una de las tantas inauguraciones que ella utilizaba como tribuna proselitista y ya casi al fin de su mandato iba a ser sin duda una oportunidad para ensalzar su vida y obra. El periodista pidió colaboración a unos jóvenes productores de su programa de televisión que se prestaron entusiastas a urdir la trampa en la que caería la inefable señora. Como era de esperar, a la hora del discurso, rodeada del séquito de siempre y de los pobladores de la zona llevados para la ocasión, la señora empezó a vanagloriarse de sus logros o los del relato (su realidad inventada) ,la enumeración era tan conocida como mentirosa pero esta vez agregó estar orgullosa por el dibujito oficialista que había reemplazado al pato capitalista en el fervor de los más chicos. La mención, comentó la oradora, se debió al recuerdo de una nenita que se le acercó a agradecer la existencia del muñequito que la entretenía y enseñaba por  el canal estatal, su habitual verborragia llegó al paroxismo elogiando la creación animada y la importancia que tenía para formar a los chicos en la “verdadera historia” (maquillada por el relato). Lo que no sabía la señora presidenta es que la inocente niñita era la hermana de uno de los productores del odiado periodista que había destapado varias ollas podridas de su gobierno y que el recuerdo y agradecimiento durante el discurso fue pensado para que el personaje televisivo ocupara la escena ese día previo al cambio de gobierno. Esa noche en todos los noticieros (no oficialistas, por supuesto), apareció la presidenta con la encendida defensa de su gobierno impulsor de a la cultura, de la educación y la creatividad generadora del famoso e inspirador dibujito, pero a continuación apareció el mismísimo personaje recordando a todos, y todas cómo debía entregarse el poder , que el lugar para celebrar la ceremonia era la casa de gobierno y no el congreso como decía la presidenta. Esta secuencia bien compaginada resultaba hilarante y dejaba muy mal parada y en ridículo a la temible oradora. La furia de la señora no tuvo límites, no sirvió asegurarle que la explicación del dibujito era vieja, que se había pasado en televisión meses atrás, se dice que esa misma noche muchos perdieron su trabajo en el canal oficial  y lo que todos lamentaron, especialmente los niños, fue el suicidio de su amado dibujito que abrumado por haber cometido tan terrible error y contradecir a la presidenta, decidió quitarse la vida...El periodista al escuchar la noticia pensó en la coincidencia con el final de un fiscal de la nación, y que después de todo el periodismo es nefasto, no deja títere con cabeza.    
Operación ridículo
Autor: ana ruiz  378 Lecturas
Y si te mentía?Primero debía sentir la necesidad de hacerloy yo ni siquiera fui prevenida al encuentro.En la cena compartida contaste tus frustrados amoresy te revelaste (sin quererlo) dependiente de tu ex,ella estuvo presente en la mitad de la veladapersonaje de esa noche,  temido, admirado, omnipresente.Separado ahora te sentías libre, dispuesto a refugiartecorriendo debajo de cualquier falda hambrienta...Vaya libertad de ternero mamón!!Cuando llegó el turno de contar mi historia,  lineal, de largas convivencias y terminantes  finales, sacaste la cuenta de mis años de soledady me rotulaste descartable, pobre infeliz .Que suerte no dedicarte tórridos romances inventadosy librarme de tus exigencias de macho declinante,vampiro de pulposas yugulares, libador insaciable,patético zángano despreciado en la colmena,yo tampoco quiro ser tu reina!Ana Ruiz
El rugido del ternero
Autor: ana ruiz  634 Lecturas
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 Al Negro le faltaba tiempo, no un tiempo útil , sólo quería atesorar momentos de existencia futura porque presentía que le escaseaban. No era una necesidad práctica: no pensaba en cumplir mandatos desoídos u olvidados como tener hijos, conseguir títulos y honores  ni poner al mundo etiquetado en su equipaje. Tampoco sentía miedo de llegar al fin de su existencia porque se imaginaba que era algo así como pasar de la vigilia al sueño, algo placentero. No, él quería hacer uso del libre albedrío y se le antojaba prolongar su vida, al contrario de los que decidían libremente ponerle fin. Entonces, como eso era posible en los años que corrían del nuevo siglo XXII, fue al lugar indicado, una de las empresas de compra y venta de tiempo. Claro, cuidó de no ir a la más cara, su presupuesto no se lo permitía, pero no lo preocupaba que la diferencia estuviera en la letra chica de los contratos, había quejas de usuarios porque  la cobertura de la garantía del producto no era buena, que la empresa no respondía ante reclamos, etc., pero en fin, tiempo era tiempo y eso se lo aseguraban. Entró al edificio sin gente e inmediatamente se desplegaron los catálogos de la empresa con la totalidad de sus productos  en las paredes-pantallas, un sonido envolvente muy agradable se hacía palabras cuando enfocaba su atención a alguna de las imágenes. Le sugerían y mostraban las ventajas de adquirir meses, años y hasta vidas completas  con planes de pago accesibles a cada necesidad y posibilidad. Una vez que se decidió por un plan, permaneció escuchando atentamente las condiciones: podía adquirir cinco años a contar del primer minuto de muerto, cuando todavía sus signos vitales podían recuperarse sin detrimento alguno. La operación era muy sencilla, le colocarían un chip conectado satelitalmente con la base que al enviar la noticia de la muerte disparaba el impulso vital con la nueva carga de tiempo, así de fácil. Por otra parte, ahora sólo pagaba el dispositivo, el servicio se le facturaba mientras era utilizado, claro, no había devolución. Esa advertencia le pareció tonta porque quien querría librarse del tiempo que tanto necesitaba?. Firmó sin dudarlo , claro que tuvo que privarse de algunas vacaciones reales y se conformó con unos viajes virtuales  mucho más baratos porque no saldría de su casa, pero más aburridos porque todo lo que iba a ocurrir estaba programado anticipadamente y debía  contar con  su consentimiento paso a paso porque la ley del consumidor lo imponía. Cuando al fin concluyeron las cuotas, casi se olvidó del chip y del contrato firmado años atrás y programó una visita a Disneyhell, el parque de diversiones del centro de la tierra que promocionaba las vacaciones más asombrosas : incursiones a cavernas insondables, sumergirse en los depósitos acuíferos más profundos  e internarse en el corazón ígneo del planeta donde la roca incandescente se cristaliza al paso de la gélida cabina llena de turistas. Fue en una de esas excursiones que se descompensó, creyeron que era baja presión, pero no consiguieron recuperarlo ni metiéndolo en la cápsula salvavidas, él sentía una vaga sensación de lejanía y quietud que era ajena al revuelo que lo circundaba, si, estaba bien, esperaba que todos se callaran para permitirle dormir , estaba en paz. De pronto sintió un impacto doloroso en pleno pecho y una corriente eléctrica lo atravesó de pies a cabeza, estaba de nuevo entre la gente, la cara de la azafata y los paramédicos revelaban sorpresa y alivio. De inmediato lo llevaron a una sala de recuperación y le hicieron miles de preguntas, allí recordó el chip y el contrato, que según le informaron los representantes de la firma, había empezado a operar, tendría cinco años más de vida (renovables) si abonaba puntualmente las cuotas , porque dentro de la caverna había sido dado oficialmente por muerto. Volvió a su casa y buscó lo que había firmado, las  mensualidades eran elevadas pero podría pagarlas con algún sacrificio, y si todo resultaba bien, renovaría el servicio, no había nada por que preocuparse. Sin embargo no se sentía bien, había empezado un cierto desasosiego , un malestar que al poco tiempo se transformó en dolor, tenía dificultad para respirar y las piernas no le respondían, entonces llamó a la emergencia médica . Cuando estaba en el hospital lleno de tubos y martirizado por agujas incrustadas en brazos y piernas le contaron de su enfermedad incurable, los médico se asombraban de su ignorancia porque el grado de evolución del cáncer suponía años  de sufrimiento, y si bien, le diagnosticaban poco más de cinco años de vida, el cruento tratamiento y las secuelas de la enfermedad lo irían minando poco a poco irremediablemente. Había comprado cinco años de horror! No era posible, no iba a aceptarlo, exigió un cambio, hasta volver al momento  de su plácida muerte. Le recordaron lo que había firmado, no había devolución , por otro lado debía pagar el servicio,  pero dijeron  que no se preocupara porque respondería su seguro de salud. Consultó a un abogado quien revisó las cláusulas del contrato, le explicó que la empresa trabajaba con un banco de tiempo, los donantes en realidad vendían su expectativa de vida antes de suicidarse. El tiempo se almacenaba sin identificación de procedencia (para abaratar costos) y el que compraba asumía el riesgo del porvenir, era una lotería y la mayoría de los suicidas eran enfermos terminales, además en la letra chica aclaraban que no garantizaban la calidad del tiempo de vida sino se ajustaban estrictamente al plazo pactado en beneficio de ambas partes, el comprador para vivirlo y el vendedor para recibir su paga. Sólo encontró una cláusula que permitía alguna salida: no estaba prohibido transferir el contrato! Ilusionado el Negro empezó a publicar su aviso : vendo tiempo de vida, precio a convenir. Gastó sus mínimos ahorros en mejorar su imagen cada vez más desgastada por la enfermedad, para no ahuyentar a posibles interesados. Cuando por fin un desesperado desahuciado  aceptó las módicas condiciones de la transferencia, le extirparon el chip y entonces pudo volver al placentero viaje eterno iniciado en el centro de la tierra.        
El tiempo comprado
Autor: ana ruiz  574 Lecturas
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 Te presentaste inesperadamente,espina punzante y odiada,todavía no te habías idoy yo no sabia que estabas. Y dolía a cada pasosocavando mi marcha claudicante,y yo tapaba, cubría, no extirpabaa la muerte invasora, mi habitante. Y si hiere la cruenta despedidamás aún la ausencia inesperada,la que es huérfana de manos que se estrujan,de palabras, de gritos y de caras. Yo tuve de esos duelos familiaresy enterré donde pude los recuerdos,y aunque la espina profunda está infectada,tú me curas con tus manos y tus besos. ANA 30/11/10 
UN DUELO OLVIDADO
Autor: ana ruiz  570 Lecturas
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Yo, Inés, desde mi corazón digo a todos que he pagado mis deudas, las heredadas y las propias de mi corta vida.Paso revista para que ninguna se escape del recuento, quede flotando en el limbo de las culpas y se pegue a cualquier alma desprevenida.Nací en cuna de oro: era así de fria y brillante.En mi casa abundaba todo y el aroma de los eucaliptus del parque llegaba hasta el garage con su piso de marmol blanco y negro, tan lujoso como un mausoleo. Sobre el mueble oscuro del comedor de las visitas había siempre una caja nueva de alfajores Havana y en la heladera muchas botellitas de coca cola, lujo imperdonable en una casa pueblerina de los años 60.Tenía sólo para mi el columpio con cuatro hamacas que no usaba porque las piedritas blancas del patio de juegos hacían un ruido áspero y desagradable al engullir mis pequeños pies.La adolescencia me trajo amigos.Nos reuníamos a cantar mientras Juan Manuel tocaba la guitarra, hablábamos de la injusticia, de cambiar el mundo. Bien tarde elllos volvían a sus casas bulliciosas de familias obreras, yo a la soledad de un coqueto cuarto decorado a la moda.De Juan Manuel no se sabía mucho, nadie conocía su historia ni sus planes pero con su misterio conseguía estar metido en mi vida como la gorra del Che en su cabeza. Con él conocí las culpas de la opulencia y la forma de expiarlas, por eso lo acompañé en su cruzada de bandera roja hasta los confines de la selva tucumana.La bandera de hizo jirones, Juan quedó en la emboscada, y yo, sin culpas, sigo desaparecida.
Ines, la desaparecida
Autor: ana ruiz  681 Lecturas
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Peluquero delirantemi cabeza alterada,tijeras voraces,vengativas,y despues....una noche entera de fatiga.
Me agota estar en escenay ser el público a la vez,soy actor y crítico impiadosoy el escenario vacío después.
Hay frutas perfumadasque anticipan el dulzor a la distancia, que sugieren su presencia, aún ocultas.Pero hay una misteriosa, avara, inescrutable que no descubre su interior a los sentidos(tan sólo el tacto la intuye vagamente)y se enconde entre el follaje, sin aromay no sugiere, no invita, no anticipa, solo espera, la palta, que la coman.
La palta
Autor: ana ruiz  515 Lecturas
Será la ley de la atracción?, será casualidad? O existe un plan cuidadosamente diseñado para que nos demos cuenta?Y si es esto último, darse cuenta de que´?Muchas veces me he vivido situaciones que misterosamente están enlazadas por algo en común y ese algo, generalmente es una persona, una imagen o una idea que aparece caprichosamente una y otra vez en el mismo día o en días sucesivos, como para que no me olvide...Así me pasó hoy que guardo reposo por una gripe traida de Salta, la muy linda y fria.Prendí la tele y me atrajeron las imágenes de una película ya empezada. Vi una escena en un rancho, una pobre luz permitía ver la cara curtida de la abuela que comía junto a su nieto, un coyita de ojos mansos.De pronto reparé asombrada que aparecía en el televisor la misma escena que días atrás había seguido con mi cámara ,cuando idénticos personajes, (entonces de carne y hueso) guiaban su manada de ovejas a pastar en lo alto.Entonces la mujer mientras subía cansinamente y mirando mi cámara preguntó : donde se irán mis ovejitas? Y yo contesté una tontería amable mientras los animales y sus dos arrieros se perdían bien alto en el cerro que bordea el rio Reyes de Jujuy.No se porque me quedó grabada esa imagen y mucho menos el motivo por el que una semana después se reiteró casi sin diferencias en mi televisor.Pero allí no se acabaron las coincidencias.Vi completa la película filmada en 1987 en un pueblito perdido de Jujuy, actuaba Juan José Camero dirigido por Pereira , casi no tenía diálogo, pero con excelente fotografía y una fuerza narrativa desgarradora que describía con pinceladas austeras como se sintió la represión militar aún en el más bucólico rincon del pais.Luego, cambié de canal, en Encuentro un representante del pueblo Diaguita exigia respeto para su etnia y su tierra mientras mostraba parte de las ruinas del Pucará de Tilcara. Yo estuve allí hace una semana cuando otros jóvenes encargados de su custodia , explicaron que su cima sagrada había sido profanada por las palas mecánicas de los gobernantes increiblemente estúpidos que la barrieron para erigir un monumento a los dos etnógrafos descubridores .Entonces sonó el timbre de la puerta, era Javi, mi hijo que me traia el auto, dispuesto a volverse a su casa en subte, levantó unas monedas de un vuelto que habían quedado abandonadas sobre mi mesa, me dio un beso y se fue.Pero no tardó en volver con un peso en la mano, es un recuerdo tuyo, me dijo, es de Tilcara y vos acabás de volver de allí.Y era cierto.  
La presencia de un viaje
Autor: ana ruiz  507 Lecturas
Juan vino de Formosa a Buenos Aires, así sin escala ni dinero. Cuando cumplió 20 años y ya no cabía en el camastro corto y retacón de la pieza que compartía con cuatro hermanos ,  juntó sus poquitas cosas en una mochila y se largó.Apenas se despidió de su madre, no porque le faltara afecto sino porque la pena de verla siempre agachada sobre el viejo palangón de chapa que oficiaba de tina de lavar, hubiese sido un freno casi irresistible.Llegó a la ciudad que tuvo que cruzar de punta a punta. Desde Retiro y mirando siempre para abajo para que no lo paralizaran las moles que parecían caerse sobre su cabeza, fue acercándose a San Telmo. Allí  lo estaba  esperando un amigo de la familia que vivía en un galpón de chapa contiguo a un estacionamiento , él  lo alojaría a cambio  de trabajo, era todo lo que necesitaba y sabía.Pensaba que su vida iba a ser fácil, siempre se había adaptado a cualquier situación y hasta había sacado provecho de los malos momentos, como la vez que Alfredito, el hijo del dueño de la finca grande lo hizo caer del petiso loco que montaba, para reirse nomás. El golpe lo había dejado sin aliento , pero la hermana de Alfredito se acercó a ayudarlo a levantarse y le dejó prendida una mirada  profunda y prometedora que Juan entendió a la perfección .Bastó una siesta en el cañadón para saber que sus cuerpos se recordarían para siempre, sólo eso, sin palabras.Quería entender a esta ciudad que se le ofrecía y lo mejor era observar, imitar a su gente  y estar alerta porque había muchos peligros de los que cuidarse, a lo mejor, también oportunidades que aprovechar... Cruzar la Avenida 9 de Julio fue uno de sus primeros desafíos que le llevó mucho tiempo esa mañana , no alcanzaba a entender  por que, si el muñequito blanco le permitía cruzar,  una punta de autos que giraban sobre la avenida se lanzaban amenazantes sobre él  y  pretendían esquivarlo . Eso lo hizo retroceder varias veces hasta que se  acercó un cieguito que le pidió ayuda, entonces sí, con el bastón blanco como escudo llegó  sin miedo  a la vereda  y encima ligó un agradecido golpecito en el hombro.Como ese día había llovido, las alcantarillas estaban llenas de basura. Mientras caminaba hacia su destino reparó en un hombre bien vestido que se veía muy preocupado mirando una botella de plástico vacía que estaba atrapada por la reja del desagüe.  El porteño  lo detuvo con un gesto y  muy enojado le comentó a los gritos su indignación: Como es la gente, vio?, tiran cualquier cosa a la calle y después nos inundamos! Hay que ir juntando toda la porquería que dejan los otros, que barbaridad!Juan que entendió la queja como una invitación, casi una orden, estaba a punto de agacharse y levantar la botella cuando reparó que el hombre no hacía ningún movimiento para coincidir con sus palabras, entonces se detuvo y dijo fuerte  con el mismo tono de enojo: Si, que barbaridad!.El hombre dejó de mirar al suelo, le dirigió una sonrisa de aprobación y se alejó. Juan también retomó su camino y pudo levantar la vista, no sabía por que, pero los edificios ya no parecían tan altos ni amenazantes. Ni se asombró cuando al tiempo de  llegar, mientras guardaba unos  dólares de propina ganados   a  fuerza de  atrevidas miradas  a las  blancuzcas y opulentas carnes de la  clienta yanqui  , el dueño del garaje  le dijo :  Sos despabilado che!, no parecés payuca!
Otro Juan en Buenos Aires
Autor: ana ruiz  610 Lecturas
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 Cómo se juega el juego de la angustia?:El que queda con la pelota pierde,Se tira la pelota moviendo la lenguaY cuando cae en otra boca abiertaSe instala en el estómago.A veces, cuando los jugadores se miran el alma,La pelota se disuelve.
El juego de la angustia
Autor: ana ruiz  563 Lecturas
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Me citó,Yo no esperaba que vinieraCuando, inesperadamente,no vino.
La cita de la Gata Flora
Autor: ana ruiz  559 Lecturas

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