• facundo aguirre
ateo
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  • País: Argentina
 
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Gotas de semen
Autor: facundo aguirre  1528 Lecturas
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Cuento de hadas
Autor: facundo aguirre  703 Lecturas
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Lo voy a amasijar
Autor: facundo aguirre  1699 Lecturas
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Una chica Bukowski
Autor: facundo aguirre  2113 Lecturas
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El culo de Dios
Autor: facundo aguirre  1643 Lecturas
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tiempos modernos
Autor: facundo aguirre  1147 Lecturas
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Lupe palpo las venas y con los dientes apretados ajusto el cinturón al brazo. La fría punta de la aguja se metió bajo la dermis y encontró la vena. Un poquitin de sangre ingreso en la jeringa.  Lupe comenzó a inyectarse de a poco, esa bendita ampolla de morfina. Su cuerpo se desvaneció de repente. Su mente era un galope apocalíptico. Su estado certera mezcla de lucidez y alegría. Karina lo miraba con bronca. Ella también quería probar y Lupe se lo negaba. –Dale se buenito, si me das te dejo probar mis tetas, le decía Karina a Lupe mientras éste la rechazaba con el brazo. Un viejo barco atascado. El 4 y el 6 en la partida de dados. Una margarita roja haciendo de sol y luna. La oreja de Van Gogh hablando a los girasoles. Almejas a la provenzal. La concha abierta de Karina devorando pequeños e interminables penes. Un borracho enamorado. La disolución del tiempo y del espacio. La proscripción de las formas. Pura esencia. El big ban. De repente sintió un baño de baba en su pija. Karina trabajando sobre ella, su enorme culo al techo. Lupe ni deseaba, ni se resistía, contemplaba aquel intento carnal de atesorar un espíritu, un haz de luz, un instante de nada. Lupe la separo con cariño y le dijo. –Esta bien hermosa. Te voy a dar un poco. Saco la jeringa de insulina de su envoltorio. Coloco la aguja y la cargo directamente desde la ampolla abierta. Golpeteo la jeringa para sacar las burbujitas de aire, un chorrín al cielo. Tanteo los brazos de Karina y luego de ajustarle el cinto al brazo le hizo el pico. Los ojos de Karina se desorbitaron y el cuerpo se tenso de golpe endureciendo sus negros pezones. Lupe y Karina se besaron dulcemente. Como en una despedida a las puertas del infierno. Aquel lugar encantador.
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Bola de fuego
Autor: facundo aguirre  611 Lecturas
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La sonrisa de mamá
Autor: facundo aguirre  1277 Lecturas
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Hablemos griego
Autor: facundo aguirre  589 Lecturas
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Flores rotas
Autor: facundo aguirre  1417 Lecturas
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Leyendo a Wiiliam Faulkner pierdo mi tiempo y los estribos. siento una mazorca desgarrando mi carne, olisqueo queso rancio en los rincones del cuarto. el sol incoloro brillo de las violaciones y las guerras. unto mi mano en sangre mierda  flujo saliva esperma mientras el otoño derrama sus hojas sobre las calles ruidosas al costado de la ruta. a lo Bukowski bebería hasta la derrota. pero la derrota es esta siesta apacible mientras las fabricas humean. aunque beber sea siempre una buena forma de amar la vida. garabateo letras palabras construcciones lúdicas de la mentira. antes que el verbo fue el acto. cierto. pero el acto no habla no se dice a si mismo no se revela como verdad. podría cortarme esta lengua para desterrar por siempre los discursos y martillar mis dedos para impedir la escritura. seria puro acto, odio amor locura paz en estado puro. o seria un fantasma dejado de lado en algún rincón olvidado. eso si silenciaría el dolor devoraría trocitos de angustia de la conciencia. feliz, lo que se dice feliz, es un lujo de la imbecilidad.
Estribos
Autor: facundo aguirre  723 Lecturas
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Me pongo en cuatroy mordiendo la almohadapido másy másy másy más.las uñas se clavan a la paredque lanza gemidoscómplicesa la puta sombra.el gusanito de la manzanadesprecia mi amor.
El vino nunca alcanza y la noche es demasiado corta para perderla pensando en el amor. los cuerpos se desvanecen entre las sombras bajo las sabanas azules tomando pequeños pases de cocaína en los baños meando al pie de los faroles zigzagueando en las alcantarillas. la noche es un baño de estrellas humo dolores murmurados en silencio el día pura resaca.
Pura resaca
Autor: facundo aguirre  755 Lecturas
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Te vi esta mañanatoda largay desnuda en mi cama.no lo podía creer.mi mano en la piel,retorciéndote los pezones,acariciando una colaque enloqueceríaal más cuerdo de todos.por la noche no cojimos,quiero decir,no hubo penetraciónni sexo genital.estaba demasiado borracho para intentarlo.no valía la pena.la pielimportaba más.tanto que,en la mañana,deseaba entrar en ellapara abrigarme del vientoy escondermede las miradas de la gente.en la camaolíamos a sueñomirándonos uno al otro a los ojos.ni estrellasni cometasni fuegos artificialesni el mar de un tsunamipuede atraparme tanto.por favorno lo hagas más,cuando veotanto fuego solo pienso en cenizas.
Pienso en cenizas
Autor: facundo aguirre  826 Lecturas
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Conchas con dientes filosos y veneno como flujo me persiguen. en los sueños en las calles en las camas por e-mail por mensajes de texto por telegrama enviando palomas mensajeras haciendo señales de humo. un montón de conchas hambrientas de amor de semen de dedos duros sobre el clítoris de vergas rendidas a la soledad de lenguas que limpien la leche vieja. conchas que hacen sus meadas sobre el rostro obsceno de los amantes de la muerte. conchas peludas peladas conchas de coiffeur o de cavado profundo selváticas o tímidamente cubierta por una mata de pelitos. conchas pariendo orgasmos y mentiras con la misma facilidad con que los pájaros remontan vuelo y las arañas tejen su fina tela, trampa mortal de los insectos. conchas desesperadas desahuciadas desinhibidas desnutridas deshidratadas deconstruidas cavernas de la oscuridad posmoderna. conchas de labios carnosos conchas de labios colgando conchas tatuadas rubias morenas pelirrojas albinas conchas madres y conchas hijas. incluso la mismísima concha de la lora. pero son las conchas mantis religiosa las que me asustan, ellas se realizan cuando te comen la cabeza.  
conchas
Autor: facundo aguirre  3790 Lecturas
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Los jíbaros reducen cabezas al tamaño una pelota de golf. Las escuelas reducen cabezas hasta anular todo pensamiento. La academia reduce cabezas hasta hacer del  saber lengua del poder. La TV reduce cabezas hasta hacer de ella chicharrones. El matrimonio reduce cabezas hasta hacer de ellas un plan en cuotas.   Admiremos de los jíbaros el virtuosismo del toque humano.
jíbaros
Autor: facundo aguirre  1705 Lecturas
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El cielo es puto. Le gusta que le toquetee el orto un viento lujurioso que barre las hojas de los robles y provoca maremotos. Es un puto extremo, que viste tachas y cueros y somete a la luna a sus azotes. El sol en cambio es una vieja marica de barbas amarillas y rojizas, que seduce a los rascacielos con dulces lamidas de fuego. Cuando las Torres Gemelas no fue Bin Laden, era un sol hedonista que estaba caliente. El sueño, es el más zarpado de todos. Provoca eyaculaciones con tan solo una mirada. Marte, es una lesbiana que se masturba hasta quedar roja. (la muerte en cambio, es una vieja frígida) Y Saturno un gordo fiestero. De orgia con sus anillos y con Orión, que chorrea estrellas cuando acaba. (sobre una ruta del suburbano se sienten sus gemidos) Cuando Rimbaud escribió que la eternidad era mar mezclado con sol, la tenia re-clara.
el cielo es puto
Autor: facundo aguirre  1645 Lecturas
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Devenires
Autor: facundo aguirre  961 Lecturas
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Dados
Autor: facundo aguirre  707 Lecturas
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LA CONDICION HUMANA Y SU MAS ALLA Misterios de Auschwitz El miércoles próximo se cumplen 65 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz. Las reflexiones imborrables de Primo Levi plantean por qué los hombres pueden “querer no saber”, por qué los que iban a la muerte no se rebelaban, por qué los que se sublevan son los que menos sufren y por qué, “aunque comprender es imposible, conocer es necesario”.Por Primo Levi * Esconder del pueblo alemán el enorme aparato de los campos de concentración no era posible, y además (desde el punto de vista de los nazis), no era deseable. Crear y mantener en el país una atmósfera de indefinido terror formaba parte de los fines del nazismo: era bueno que el pueblo supiese que oponerse a Hitler era extremadamente peligroso. Efectivamente, cientos de miles de alemanes fueron encerrados en los Lager desde los comienzos del nazismo: comunistas, socialdemócratas, liberales, judíos, protestantes, católicos, el país entero lo sabía, y sabía que en los Lager se sufría y se moría. No obstante, es cierto que la gran masa de alemanes ignoró siempre los detalles más atroces de lo que más tarde ocurrió en los Lager: el exterminio metódico e industrializado en escala de millones, las cámaras de gas tóxico, los hornos crematorios, el abyecto uso de los cadáveres, todo esto no debía saberse y, de hecho, pocos lo supieron antes de terminada la guerra. Para mantener el secreto, entre otras medidas de precaución, en el lenguaje oficial sólo se usaban eufemismos cautos y cínicos: no se escribía “exterminación” sino “solución final”, no “deportación” sino “traslado”, no “matanza con gas” sino “tratamiento especial”, etcétera. No sin razón, Hitler temía que estas horrorosas noticias, una vez divulgadas, comprometieran la fe ciega que le tributaba el país, como así la moral de las tropas de combate; además, los aliados se habrían enterado y las habrían utilizado como instrumento de propaganda: cosa que, por otra parte, ocurrió, si bien a causa de la enormidad de los horrores de los Lager, descriptos repetidamente por la radio de los aliados, no ganaron el crédito de la gente. El resumen más convincente de la situación de entonces en Alemania la he hallado en el libro Der SS Staat (El Estado de la SS), de Eugen Kogon, ex prisionero en Buchenwald y luego profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Munich: “¿Qué sabían los alemanes acerca de los campos de concentración? A más del hecho concreto de su existencia, casi nada. Sin embargo, no había un alemán que no supiese de la existencia de los campos. Pocos eran los alemanes que no tenían un pariente o un conocido en un campo, o que al menos no supiesen que tal o cual persona allí había sido enviada. Todos los alemanes eran testigos de la multiforme barbarie antisemita: millones de ellos habían presenciado, con indiferencia o con curiosidad, con desdén o quizá con maligna alegría, el incendio de las sinagogas o la humillación de los judíos y judías obligados a arrodillarse en el fango de la calle. Muchos hombres de negocios tenían relaciones de proveedores con la SS de los Lager, muchos industriales solicitaban mano de obra de trabajadores-esclavos a la SS, y muchos empleados estaban al corriente. No eran pocos los trabajadores que desarrollaban su actividad cerca de los campos de concentración o incluso dentro de los mismos. Profesores universitarios colaboraban con los centros de investigación médica”. Pese a las varias posibilidades de informarse, la mayor parte de los alemanes no sabía porque no quería saber, o más: porque quería no saber. Es cierto que el terrorismo de Estado es un arma muy fuerte a la que es muy difícil resistir, pero también es cierto que el pueblo alemán, globalmente, ni siquiera intentó resistir. En la Alemania de Hitler se había difundido una singular forma de urbanidad: quien sabía no hablaba, quien no sabía no preguntaba, quien preguntaba no obtenía respuesta. De esta manera, el ciudadano alemán típico conquistaba y defendía su ignorancia, que le parecía suficiente justificación de su adhesión al nazismo: cerrando la boca, los ojos y las orejas se construía la ilusión de no estar al corriente de nada, y por consiguiente de no ser cómplice de todo lo que ocurría ante su puerta. Saber, y hacer saber, era un modo (quizá tampoco tan peligroso) de tomar distancia con respecto al nazismo; pienso que el pueblo alemán, globalmente, no ha usado de ello, y de esta deliberada omisión lo considero plenamente culpable. Perros adiestrados En algunos Lager hubo efectivamente insurrecciones: en Treblinka, en Sobibor y también en Birkenau, uno de los campos dependientes de Auschwitz. No tuvieron gran peso numérico: como la parecida insurrección del ghetto de Varsovia, fueron más bien ejemplos de extraordinaria fuerza moral. En todos los casos fueron planeadas y dirigidas por prisioneros de alguna manera privilegiados, por lo tanto en condiciones físicas y espirituales mejores que las de los prisioneros comunes. Esto no debe sorprender: sólo a primera vista puede parecer paradójico que se subleve quien menos sufre. También fuera de los Lager, las luchas raramente son lideradas por el subproletariado. Los “harapientos” no se rebelan. En los campos para prisioneros políticos, o en donde éstos prevalecían, la experiencia conspiradora de éstos demostró ser preciosa, y a menudo se llegó, más que a rebeliones abiertas, a actividades de defensa bastante eficientes. Según el Lager y según las épocas, se logró por ejemplo chantajear o corromper a la SS, frenando así sus poderes indiscriminados; se logró sabotear el trabajo para las industrias de guerra alemanas; se logró organizar evasiones; se logró comunicar por radio con los aliados, dándoles noticias acerca de las horribles condiciones de los campos; se logró mejorar el tratamiento de los enfermos, sustituyendo a los médicos de las SS con médicos prisioneros; se logró “condicionar” las selecciones, mandando a la muerte a espías o traidores y salvando a prisioneros cuya supervivencia tenía, por algún motivo, particular importancia; se logró preparar, incluso militarmente, una resistencia en caso de que, al acercarse el frente, los nazis decidieran (como de hecho a menudo lo hicieron) liquidar totalmente los Lager. En los campos en los que los judíos eran mayoría, como los de la zona de Auschwitz, una defensa activa o pasiva era particularmente difícil. Aquí los prisioneros, en general, carecían de casi toda experiencia organizativa o militar; provenían de todos los países de Europa, hablaban lenguas diferentes, y por ello no se entendían entre sí: sobre todo, tenían más hambre, estaban más débiles y cansados que los demás, porque sus condiciones de vida eran más duras y porque tenían frecuentemente tras de sí un largo historial de hambre, persecuciones y humillaciones en los ghe-ttos. Por ende, la duración de su estancia en el Lager era trágicamente breve, constituían en definitiva una población fluctuante, continuamente disminuida por la muerte y renovada por las incesantes llegadas de nuevos cargamentos. Es comprensible que en un tejido humano tan deteriorado e inestable no prendiese fácilmente el germen de la rebelión. Podríamos preguntarnos por qué no se rebelaban los prisioneros no bien bajaban del tren, que esperaban horas (¡a veces días!) antes de entrar a las cámaras de gas. Además de todo lo que he dicho, debo agregar que los alemanes habían perfeccionado, en esta empresa de muerte colectiva, una estrategia diabólicamente astuta y versátil. En la mayor parte de los casos, los recién llegados no sabían qué se les tenía preparado: se los recibía con fría eficiencia pero sin brutalidad, se los invitaba a desnudarse “para la ducha”, a veces se les entregaba una toalla y jabón, y se les prometía un café para después del baño. Las cámaras de gas, en efecto, estaban camufladas como salas de duchas, con tuberías, grifos, vestuarios, perchas, bancos, etcétera. Cuando, por el contrario, un prisionero daba la menor muestra de saber o sospechar su destino inminente, las SS y sus colaboradores actuaban por sorpresa, intervenían con extremada brutalidad, gritando, amenazando, pateando, disparando y azuzando –contra esa gente perpleja y de-sesperada, marinada por cinco o diez días de viajes en vagones sellados– a sus perros adiestrados para despedazar hombres. Siendo así las cosas, parece absurda y ofensiva la afirmación a veces formulada según la cual los judíos no se rebelaron por cobardía. Nadie se rebelaba. Baste recordar que las cámaras de gas de Ausch-witz fueron puestas a prueba con un grupo de trescientos prisioneros de guerra rusos, jóvenes, con entrenamiento militar, preparados políticamente y sin el freno que representan mujeres y niños; tampoco ellos se rebelaron. Frente al olvido Cada uno de nosotros, los sobrevivientes, se comporta de manera distinta, pero se distinguen dos grandes categorías. Pertenecen a la primera categoría los que rehúsan regresar, o incluso hablar del tema; los que querrían olvidar pero no pueden, y viven atormentados por pesadillas; los que, al contrario, han olvidado, han extirpado todo y han vuelto a vivir a partir de cero. He notado que, en general, todos estos individuos fueron a parar al Lager “por desgracia”, es decir sin un compromiso político preciso; para ellos el sufrimiento ha sido una experiencia traumática pero privada de significado y de enseñanza, como una calamidad o una enfermedad: el recuerdo es para ellos algo extraño, un cuerpo doloroso que se inmiscuyó en sus vidas y han tratado (o aún tratan) de eliminarlo. La segunda categoría, en cambio, está constituida por los ex prisioneros “políticos”, o en todo caso con preparación política, o con una convicción religiosa, o con una fuerte conciencia moral. Para estos sobrevivientes, recordar es un deber: éstos no quieren olvidar, y sobre todo no quieren que el mundo olvide, porque han comprendido que su experiencia tenía sentido y que los Lager no fueron un accidente, un hecho imprevisto de la Historia. Los Lager nazis han sido la cima, la culminación del fascismo en Europa, su manifestación más monstruosa; pero el fascismo existía antes que Hitler y Mussolini, y ha sobrevivido, abierto o encubierto, a su derrota en la Segunda Guerra Mundial. En todo el mundo, en donde se empieza negando las libertades fundamentales del Hombre y la igualdad entre los hombres, se va hacia el sistema concentracionario, y es éste un camino en el que es difícil detenerse. Conozco muchos ex prisioneros que han comprendido bien la terrible lección implícita en su experiencia, y que cada año vuelven a “su” campo llevando de la mano peregrinajes de jóvenes: yo mismo lo haría de buen grado si el tiempo me lo permitiese y si no supiera que logro el mismo fin escribiendo libros y aceptando comentarlos ante los estudiantes. Comprender es imposible Como se sabe, la obra de exterminación fue muy lejos. Los nazis, que a la vez estaban empeñados en una guerra durísima, manifestaron en ello una prisa inexplicable: los cargamentos de víctimas destinadas al gas o a ser trasladadas de los Lager cercanos al frente tenían precedencia sobre los transportes militares. No llegó a su culminación sólo porque Alemania fue derrotada, pero el testamento político de Hitler, dictado pocas horas antes de su suicidio y con los rusos a pocos metros de distancia, concluía así: “Sobre todo, ordeno al gobierno y al pueblo alemán que mantengan plenamente vigentes las leyes raciales y que combatan inexorablemente contra el envenenador de todas las naciones, el judaísmo internacional”. Se puede afirmar que el antisemitismo es un caso particular de intolerancia; que durante siglos ha tenido un carácter principalmente religioso; que en el tercer Reich fue exacerbado por la explosión nacionalista y militarista del pueblo alemán, y por la peculiar “diferencia” del pueblo judío; que se diseminó fácilmente por toda Alemania y buena parte de Europa, gracias a la eficacia de la propaganda de los fascistas y de los nazis que tenían necesidad de un chivo emisario sobre quien descargar todas las culpas y todos los resentimientos; y que el fenómeno fue llevado a su paroxismo por Hitler, dictador maníaco. Debo conceder, sin embargo, que estas explicaciones comúnmente aceptadas no me satisfacen: son diminutas, no tienen común medida ni proporción con los hechos que pretenden explicar. Releyendo las crónicas del nazismo, desde sus turbios inicios hasta su fin convulsionado, no logro quitarme de encima la impresión de una atmósfera general de locura descontrolada que me parece ser única en la historia. Esta locura colectiva, este descarrío, suele explicarse postulando la combinación de muchos factores distintos, insuficientes uno a uno. El más importante sería la misma personalidad de Hitler y su profunda interacción con el pueblo alemán. Es verdad que sus obsesiones personales, su capacidad de odiar, su prédica de la violencia, hallaban una resonancia desenfrenada en la frustración del pueblo alemán, y de él le volvían multiplicadas, confirmándole su convicción delirante de ser él mismo quien encarnaba al Héroe de Nietzsche, el Superhombre redentor de Alemania. Mucho se ha escrito acerca de su odio hacia el pueblo judío. Se ha dicho que Hitler volcaba sobre los judíos su odio hacia todo el género humano; que reconocía en los judíos algunos de sus propios defectos, y que al odiar a los judíos se odiaba a sí mismo; que la violencia de su aversión provenía del temor de tener “sangre judía” en las venas. Insisto: no me parecen explicaciones adecuadas. No me parece lícito explicar un fenómeno histórico cargando todas las culpas sobre un individuo (¡los ejecutores de órdenes horrendas no son inocentes!), y además siempre es arduo interpretar las motivaciones profundas de un individuo. Las hipótesis propuestas justifican los hechos sólo parcialmente, explican la calidad pero no la cantidad. Debo admitir que prefiero la humildad con que algunos historiadores entre los más serios (Bullock, Schramm, Bracher) confiesan no comprender el antisemitismo furibundo de Hitler y, detrás de él, de Alemania. Quizá no se pueda comprender todo lo que sucedió, o no se deba comprender, porque comprender casi es justificar. Me explico: “comprender” una proposición o un comportamiento humano significa (incluso etimológicamente) contenerlo, contener al autor, ponerse en su lugar, identificarse con él. Pero ningún hombre normal podrá jamás identificarse con Hitler, Himmler, Goebbels, Eichmann e infinitos otros. Esto nos desorienta y a la vez nos consuela: porque quizá sea deseable que sus palabras (y también, por desgracia, sus obras) no lleguen nunca a resultarnos comprensibles. Son palabras y actos no humanos, o peor: contrahumanos, sin precedentes históricos, difícilmente comparables con los hechos más crueles de la lucha biológica por la existencia. A esta lucha podemos asimilar la guerra: pero Auschwitz nada tiene que ver con la guerra, no es un episodio, no es una forma extremada. La guerra es un hecho terrible desde siempre: podemos execrarlo pero está en nosotros, tiene su racionalidad, lo “comprendemos”. Pero en el odio nazi no hay racionalidad: es un odio que no está en nosotros, está fuera del hombre, es un fruto venenoso nacido del tronco funesto del fascismo, pero está fuera y más allá del propio fascismo. No podemos comprenderlo; pero podemos y debemos comprender dónde nace y estar en guardia. Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también. * Fragmentos del postfacio, escrito en 1976, en Si esto es un hombre (ed. Muchnik; totalmente agotado en Buenos Aires). //
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Un pájaro azul
Autor: facundo aguirre  351 Lecturas
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son los cadaveres de una insurgencia antiguamente derrotada, los que alimentan nuestra furia. es en este mar da banderas rojas donde navega el barco de la resistencia y la memoria. ayer dijimos presentes. "“La historia es siempre contemporánea, es decir política” Antonio Gramsci
Una gota de lluvia dorada y veo un sol sonriente la punta de tus pezones las puertas lubricadas del infierno. si te digo méame, méame, todo lo demás es incierto.
Lluvia dorada
Autor: facundo aguirre  315 Lecturas
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Dialectica poetica
Autor: facundo aguirre  460 Lecturas
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Desierta
Autor: facundo aguirre  359 Lecturas
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