• Edgar Tarazona Angel
UBASTET
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  • País: Colombia
 
  El asesino se despertó un domingo con deseos de realizar una buena obra; pensó que era la manera correcta de redimir algunos de sus mayores pecados mortales. Caminó por los sectores miserables de la ciudad hasta encontrar un mendigo en el peor estado al que puede llegar un ser humano: semidesnudo, enfermo, desnutrido y el cuerpo lleno de llagas sangrantes y purulentas, llegó hasta él y le dijo: -       Hermano, Dios me iluminó esta mañana para ayudarte a dejar de sufrir. -       ¡Gracias Dios mío! – dijo el pordiosero alzando la vista al cielo– por fin escuchaste mis plegarias. El matón lo levantó del piso, lo abrazó con ternura y le pegó un balazo en el corazón.   
SOÑÓ QUE NO PODÍA DESPERTAR Y ERA CIERTO... ESTABA MUERTO
SUEÑO ETERNO
Autor: Edgar Tarazona Angel  313 Lecturas
    Me aseguraron que esa mujer era millonaria y yo me enamoré perdidamente. Cuando le pregunté y me contestó que no era cierto dejé de quererla.
LA MILLONARIA
Autor: Edgar Tarazona Angel  313 Lecturas
II Sin palabras, me expresaste todo Lo que deseaba saber de ti.  Me diste un beso.
MINIPOEMA DOS
Autor: Edgar Tarazona Angel  311 Lecturas
  Papá ciempiés  era feliz, cada día madrugaba al trabajo y se ponía un par de zapatos, otro par de zapatos, otro par de zapatos, otro par de zapatos… hasta completar cincuenta pares. Por la noche llegaba cansado y su mujer le ayudaba a quitarse un par de zapatos, otro par de zapatos, otro par de zapatos… así hasta quedar descalzo y metía los pies en cincuenta platones con agua caliente para refrescarse y descansar. Pero, como no hay felicidad completa con el paso de los años comenzó a dolerle un pie y después otro pie y la preocupación entró en la cabeza de papá miriápodo; y luego otro pie y otro pie hasta que sus cien pies le impidieron caminar y, por supuesto trabajar. Al principio, cuando sólo un par fallaba, levantaba esas dos patas y punto… hasta con veinte pares menos se atrevió a caminar. Era muy triste verlo acostado con sus extremidades sobre cojines para aliviar el dolor y la señora ciempiés angustiada tratando de hacerle remedios caseros para curarlo. Sin querer se enteró que su enfermedad era artritis reumatoide degenerativa incurable y como sus hijos ya estaban criados y podían mantenerse y mantener a su madre decidió quitarse la existencia… y se suicidó; y no me pregunten como lo hizo porque se me olvidó. Edgar Tarazona Angel http://edgarosiris310.blogspot.com
      La última vez que nos encontramos estaba temblando y todavía no puedo sacar en claro si era ella, era yo o era un temblor de tierra.
TEMBLOR
Autor: Edgar Tarazona Angel  309 Lecturas
    IX Ya no sé qué vendrá. Pasaron los años De forjar quimeras Y el otoño de la vida Deshoja los minutos finales Para el adiós postrero.
   Ella sentía que lo amaba con gran pasión y amor sincero a pesar de los veinte años de edad que su hombre le llevaba. Por esas circunstancias impredecibles los negocios quebraron y los bancos embargaron todas las cuentas y propiedades. Fue cuando ella descubrió que todo su amor era un espejismo y que no valía la pena seguir.
Dejé de bebercuando el mejor licorme sabía tan amargocomo la Viday tan tristeComo la Muerte 
DEJE DE BEBER
Autor: Edgar Tarazona Angel  306 Lecturas
    V El alcohol fue mi amigo Y la alegría de largas noches Cuando la botella estaba sola Y ella se marchaba Con la luz del sol.
  Nadie sabe cuánto tiempo va a vivir, pero dicen los entendidos que hay diversas causas para esperar una larga y saludable vida. Destaco las razones más utilizadas para que el tiempo de existencia se prolongue por muchos años (según la tabla para seres humanos): herencia genética, condiciones ambientales, alimentación, costumbres alimenticias, hábitos saludables o perjudiciales y otros menos importantes. Debo decir que estos parámetros son muy relativos y puedo asegurarlo por mi familia y mi propia experiencia. En mi extensa familia hay varios ejemplos de longevidad y no siempre se deben a cuidados extremos en su diario vivir y doy dos ejemplos: Mi tía abuela Ricarcinda Angel y mi abuelo Rodolfo Tarazona. La tía vivió desde 1898 hasta 1999, o sea 101 años y nos dejó con las ganas de vanagloriarnos de un familiar nacido en el siglo XIX, vivido en el XX y fallecido en el XXI, le faltaron seis meses. El abuelo Rodolfo nació en 1882 y falleció en 1987, eso es 105 años. Y, ¿por qué los doy como ejemplo? Porque estoy demostrando que no hay reglas inalterables para la longevidad. Es difícil que en una familia existan dos centenarios con características tan, pero tan distintas. La tía fue un alma de Dios, como se dice popularmente, y el abuelo un demonio desbocado. A continuación, cómo fue cada uno, y si alguien de la familia tiene algo que corregirme por favor en privado, gracias. Ricarcinda Angel Hurtado: 101 años; la ternura, el amor, la dulzura, la caridad de un ser muy lindo. Jamás de casó y decía mi madre (que vivió 92 años) que lo hice por cuidar a sus padres. Era parca en la comida, jamás fumó ni bebió licor y era una católica ferviente y consagrada a Dios, sufrió de Alzheimer sus últimos años. Rodolfo Tarazona: 105 años; no era el demonio, lo dije por exagerar, pero era la cara opuesta de la moneda: mujeriego, parrandero, dicharachero, fumó tabaco toda la vida y tomaba aguardiente (no tomaba con frecuencia, pero si le gustaba), carnívoro, como se dice buena muela, excelente salud casi toda la vida, se quebrantó un poco los últimos dos años y conservó la lucidez hasta la muerte. Hay otros personajes familiares que alcanzaron larga vida y dos o tres centenarios más. Mi tío Eduarda Tarazona Espinosa cumplió el pasado 26 de marzo 96 años con perfecta salud y lucidez mental, para no alargar el asunto les cuento que este “viejito” sale a trotar todos los días durante una hora o algo más. Yo no he tenido una existencia muy ordenada; fumé durante 19 años dos y hasta tres cajetillas diarias; bebí trago con exageración y comía de todo. En tres meses cumplo 73 años y en completa salud. Como todo el mundo puedo morirme en cualquier momento, pero ya son bastantes amigos y conocidos menores que yo que ya se fueron de este planeta por diferentes motivos… Y SE CUIDABAN. ¿Entonces, cual es el secreto para vivir largos años? Edgar Tarazona Angel
  Hace diez años se fue de este mundo la mujer de un pobre hombre que la soportó un cuarto de siglo. Ella estaba convencida de ser la esposa perfecta, se lo repetía día y noche y no se abstenía de divulgarlo a quienes la escuchaban; lo atormentaba con una cantaleta que aburría a los vecinos y el hombre soportaba con la paciencia del santo Job. Tampoco era buena ama de casa y la vivienda permanecía en perpetuo desorden. Las defensoras de las mujeres dirán que el tipo también debía colaborar; el asunto es que el sujeto trabajaba de domingo a domingo hasta 16 horas diarias para satisfacer los caprichos de la señora que le juraba cada día que nunca lo dejaría. Y lo cumplió. Aun después de estirar la pata o morirse. Nada más conciliar el sueño, de día o de noche la tal esposa, se le aparecía en sueños y, el señor despertaba sobresaltado y esperaba hasta una hora para dormir de nuevo, cerraba los ojos y otra vez llegaba a joderlo; esto no es invento mío, me lo contó mi amigo Oscar, la víctima de Rosaura, y no supe que decirle para librarse de esa pesadilla. Edgar Tarazona Angel
  Los acólitos. Antes de contarles lo que recuerdo de Semana Santa de mi pueblo, Chipaque, en los años 1958, 1959 y 1960 quiero decirles que es mi opinión que tengo como recuerdo de mis años como acólito con el padre Peña y el padre Montaño. Para las misas rezadas y rosarios éramos cuatro; para las misas cantadas y ceremonias especiales acolitábamos seis niños entre los ocho y los diez años. Recuerdo algunos nombres y me disculpan los paisanos si olvido alguno de sus familiares: Nelson Díaz, Fabio Bonilla, Oscar Rodríguez, Miguel García, Jorge Perea, Mariano Cubillos, Leo Baquero y yo, entre otros. Esta era una semana plena de fervor religioso, tan diferente a las de ahora. Todos en el pueblo participábamos activamente de todas las actividades religiosas, en especial nosotros los acólitos, y debo decir que esta época me marcó de por vida. Debajo de la sacristía existía un sótano donde se guardaban las estatuas de los santos cubiertas por unas telas moradas; este sitio me causaba pavor y un día por error quedé encerrado entre tantos santos que me sentía en el cielo, pero un cielo tenebroso, no podía gritar porque el miedo no me lo permitía y no sé cuántas horas pasaron, tal vez el cura peña me sacó, porque a la vuelta estaban los ´panales de sus queridas abejas que visitaba con frecuencia y, pienso que si grité y me oyó, y así pasé el susto, desde entonces no me gusta ver las imágenes de los santos cubiertas por esas telas moradas. Los días santos Bueno, el Domingo de ramos se realizaba una procesión por todo el pueblo, con la mayoría de las imágenes engalanadas sobre unas plataformas de madera, en hombros de los señores más rezanderos, o eso era lo que yo pensaba, porque muchos se emborrachaban con frecuencia y daban mal ejemplo, y en mi mentalidad de niño no creía que merecieran el honor de cargar las imágenes sagradas. Las imágenes dolorosas, esas que me daban más miedo, se acomodaban sobre otras andas para las procesiones más espectaculares del jueves y viernes santos y las señoras devotas (que eran todas las beatas del pueblo, entre las que se encontraban mis tías y las maestras de las escuelas) “vestían” a los santos de la mejor manera que podían y rivalizaban entre ellas por engalanar el mejor paso. Más que fervor religioso parecía una competencia, y esto lo digo sin ánimo de ofender, era mi mentalidad de niño. El viernes santo se moría Nuestro Señor y por derecha también fallecía la voz de las campanas, entonces resucitaba un aparato que odiaba y aun me fastidia, LA MATRACA, un aparato infame que parecía una maquina de tortura de la inquisición y que necesitaba de la fuerza de un hombre hecho y derecho (el sacristán y a veces otro compadre), la maldita matraca sonaba a todas horas y era un revuelto del ruido de varios trenes, truenos de tormenta y un derrumbe de piedras. A los niños con una caña, una rueda dentada fabricada con el carretel del hilo de las señoras modistas, nos  hacían una matraca en miniatura que hacíamos sonar en las procesiones sin parar. Por fortuna resucitaba Cristo y se moría de nuevo el maldito aparato. El jueves y el viernes santos no abrían ningún negocio y sin necesidad de decretos de ninguna clase había ley seca, de manera que los borrachitos del pueblo (que no quiero nombrar) sufrían como si los azotes y la crucifixión fuera para ellos, además las esposas estaban pendientes de que no bebieran por dos días… pero los benditos iban a las veredas y se emborrachaban con chicha y guarapo. El jueves con el lavatorio de los pies y otras ceremonias era soportable para nosotros, los acólitos, y hasta nos parecía curioso que el sacerdote les lavara los pies a unos viejos cochinos y se los besara. El viernes era una tortura con el sermón de las siete palabras. De esa época data mi retiro de la iglesia durante los viernes santos. Este día un orador sagrado se encargaba del Sermón de las Siete Palabras y quién dijo miedo, el bendito soltaba un chorro de palabras incontenible que podía durar hasta seis horas. Esta tortura la soporté tres años, los que duró mi actividad como acólito de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima de Chipaque. El párroco invitaba a un “orador sagrado” que subía al púlpito y a veces bajaba la voz y miraba al cielo, de pronto empezaba a gritar y amenazar con los profundos infiernos a todos los pecadores, era cuando despertábamos asustados y las señoras miraban con disimulo a sus esposos ubicados en la nave izquierda de la iglesia (otro día les conté que los hombres a la izquierda y mujeres a la derecha para evitar malos pensamientos). Todo volvía a la normalidad el sábado a la media noche cuando en misa solemne resucitaba Nuestro Señor y empezaba la Pascua. Que diferencia tan grande con esta época que no se respeta nada. Mis lectores jóvenes pueden preguntarles a sus padres y abuelos.   Edgar Tarazona Angel
6.  El niñito avanzó con pasos inseguros y tambaleantes hasta el señor que era su padre, según decía su mamá y, al llegar junto a él, se agarró de sus rodillas rodeándole las piernas con sus bracitos regordetes de infante que tenía un año y medio y no comprendió el porqué de su famoso padre que le impedía corresponder a su infantil caricia tan espontánea y tan tierna... La Gloria se había llevado los afectos del progenitor famoso dejando tan sólo una estatua familiar.
  El padre Tiempo o perdona Y en muchos rostros Del pasado mío Se marcaron las grietas De los años inexorables
  Lunes 4 de octubre de 2021. No sé la hora, pero de pronto empezaron a llegarme llamadas de personas que tengo en contactos y, desde que tengo esta tecnología, no se les había ocurrido marcar ni una sola vez. Todos tenían la misma pregunta o similar: “Edgar, usted sabe que pasa con WhatsApp, Facebook, Twitter…” y yo ni idea. Utilizo estas aplicaciones, pero no me prendo a toda hora. Pues de inmediato a mirar que pasaba y, por supuesto, abrí cada aplicación en mi celular y nada, no respondían; entonces busqué en Google la respuesta y Eureka, todo esto estaba colapsado en el mundo. Bueno, cualquier día podía pasar y las respuestas no se hicieron esperar, como ocurrió a principios de la Pandemia; se barajaron hipótesis que incluían saboteo de los chinos, intervención de extraterrestres y bulling de los dueños de estas aplicaciones. Para mi fueron unas horas, no muy largas, pero para otras personas que se pueden considerar adictos este espacio de tiempo debió parecerles una eternidad. Y hablo de adicciones porque por todas partes se ven seres humanos embobados o embrutecidos mirando la pantalla del celular y contestando mensajes o sosteniendo conversaciones escritas o video llamada. Les puedo asegurar que salí a caminar y encontré muchachas llorando porque pensaban que el novio las había bloqueado, hombres madreando por algo parecido, convencidos que la pareja no quería contestarles. Pasada la crisis que para muchos fue tragedia (se calcula que más de tres mil millones de seres en el planeta tierra), como que escuché un suspiro de alivio y pensé mirando los memes y las noticias: “si estas manifestaciones histéricas, terroríficas, de dolor, y otras emociones negativas se dieron por la suspensión de unas horas, qué pasará si esto se extiende a días, meses o años” A mi me permitió sentarme a revisar correo, que no colapsó, escribir unas cuartillas, leer unas revistas y periódicos que tenía amontonados y observar las reacciones de personas por la calle y lugares públicos. Que tal esto en Navidad y/o Año nuevo. Edgar Tarazona Angel  
Los minutos caen Como gotas de rocío En mi soledad sin ella Y el caracol de tiempo Es lento  Cuando ella no está
MINUTOS
Autor: Edgar Tarazona Angel  289 Lecturas
  “Ya mis amigos se fueron casi todos Y los otros partirán después que yo Lo siento porque amaba Su agradable compañía Mas es mi vida, tengo que marchar…”   Así dice la canción de José Feliciano y su letra me llega en un momento de vida donde parece escrita para mí. Muchos de mis amigos se fueron del país, otros viven en diferentes ciudades a la mía y no aparecen en las redes y nadie da razón de su paradero, pero otro grupo, también grande, se marchó para siempre porque ya no están en este mundo. En algunos casos he publicado un escrito sentido por el fallecimiento del amigo de turno que dejó esta vida; no siempre escribo y no siempre me entero a tiempo de su deceso y, a pesar de no ser muy sentimental y blando del corazón, pienso que con su partida algo muy dentro se quebró, sobre todo con algunos como Orlando Malo y su hermano Nicolás Colacho, que se fue la semana pasada. A la altura de mi séptima década la lista es extensa y, como dice la canción, otros partirán después que yo; nadie sabe cuándo, cómo ni dónde le toca su hora. Pienso que así es mejor, ¿Que tal vivir a sabiendas las respuestas a estos tres interrogantes? Prefiero seguir mi transcurrir en el mundo sin afanarme por el momento en que me toque salir. Todos los seres vivos tienen que morir, es ineludible. Edgar Tarazona Angel
 La voz vuela En las palabras escritas Y se posa En cada mente despierta Como una mariposa Sobre su flor preferida   
VOZ ALADA
Autor: Edgar Tarazona Angel  286 Lecturas
  En nuestros años de adolescencia y juventud la mayoría tenemos actitudes de rechazo a los mayores y esto depende del entorno social y cultural donde nos encontremos en esta etapa y es diferente para cada muchacho. Siempre o casi siempre hablo de mí y en este artículo no será diferente. Terminé mi secundaria en una normal para varones noviembre de 1966 (en esos años no existían los colegios mixtos) y empecé a trabajar como profesor en Fontibón tres meses después. Mi afición a la lectura me llevó a buscar grupos de escritores, poetas y artistas de diferentes actividades, y entre ellos era costumbre utilizar el cabello largo, barbas, ropa poco convencional, más bien pobretona y tabaco, o pipa en los labios, como para aparentar intelectualismo y bohemia. A pesar de mi edad yo llevaba varios años fumando y dos bebiendo, de manera que con facilidad me acoplé al ambiente y como no me crecía el pelo de la cara, adopté una cachucha tipo escoces y pipa al estilo de Sherlock Holmes y algunos personajes importantes de la realidad como Pablo Neruda y Julio Cortázar. Eso me hacía sentir artista bohemio e intelectual. El asunto era que la mayoría de ese ambiente eran vagos y yo de los pocos que trabajaban, de manera que, por lo general el trago, los cigarrillos y otras yerbas corrían por mi cuenta. Eso me obligó a comprar tabaco de mala calidad para mi hermosa pipa. En los grupos que frecuentaba nadie decía nada por el humo de chimenea maloliente de mi cachimba, pero en mi casa y otros ambientes familiares me gritaban que apagara esa porquería que olía a diablos, desde entonces he escuchado esa expresión muchas veces y por más que busco nadie me da razón a que huelen los diablos. Con el paso de los meses me alejé de algunos gorrones y mejoró la situación de mi bolsillo, así pude comprar tabaco de mejor calidad y caminaba por las calles orgulloso y echando humo cual locomotora de vapor. Pero en mi casa no me aguantaban a causa del humo que exhalaba, así que me fui del hogar paterno porque me pusieron a escoger entre ellos y mi amada pipa, por supuesto ganó mi pipa. Para no alargar el asunto, en marzo de 1982 suspendí el consumo de tabaco en forma de cigarrillo, habano o pipa. Y hace unos días un amigo me hizo retroceder en el tiempo al preguntarme si alguna vez yo había fumado en pipa, porque el ensayó y no le encontró ninguna gracia. Yo me devolví en el tiempo y tuve que convenir que él tenía razón; además de hacerme sentir importante y artista, lo único que me aportó el humo fue distanciarme unos años de mi familia y amigos y una maldita tos que me duró varios años. Sé que mi opinión sobre el uso de la pipa va a encontrar defensores de este artefacto productor de humo qué, a pesar de estar cargado con tabaco de excelente calidad, no tiene mayor encanto. Por eso jamás habrá un grupo de Pipólogos Anónimos (digo pipólogos para distinguirlos de los piperos, que en algunas regiones del país son borrachos que beben pipo, una bebida compuesta de alcohol, gaseosa, limón u otras sustancias); esta pendejada no crea adicción como si lo causa el cigarrillo. Edgar Tarazona Angel
  Una familia china se apareció un día cualquiera en el pueblo y se instaló en una casa de las afueras; casi nadie se dio cuenta porque entre semana la población es solitaria y el trasteo, si así se puede llamar, era muy pequeño. El apellido de estos extranjeros es PU y, como puede suponerse, les inventaros toda clase de chistes. Pero en la realidad, los muchachos PU, eran bastante problemáticos y nadie se trataba con ellos. A las primeras de cambio, como se dice, se enfrentaron a un grupo de jóvenes burlones y les dieron una tremenda muenda; los PU son expertos en artes marciales chinas y, a raíz de varias peleas, nadie se trata con ellos. El señor y la señora PU son dos personas respetables que elaboran hermosas artesanías para vender en la capital y, todo lo contrario de sus retoños, mantienen buenas relaciones con todos en el municipio. Los chicos PU no pueden estudiar porque no saben muy bien el idioma español y aprenden con sus padres a leer y escribir en chino. Como hay muchas cosas para contar de esta familia, por ahora solo les presento a la familia PU. Como todo lo malo que pasa hay que adjudicárselo a alguien, en el pueblo cuando aparece algo dañado o se pierde un animal todos piensan que los responsables son los hijos de PU. Pasaron los años y los hijos de PU se fueron del pueblo para la capital. Allí podían hacer sus fechorías en gran escala; a veces caían en manos de las autoridades, pero siempre salían en libertad. Entonces se dedicaron a la política y se hicieron famosos, por eso todos los delitos que cometen los grandes políticos, por extensión se los adjudican a los hijos de PU. Edgar Tarazona Angel
Cada flecha de Cupido Se clava en un corazón Pero, no siempre, Lleva amor al elegido. A veces el angelito Se equivoca E impregna de acíbar Sus saetas.  
Siempre compraba la lotería los días miércoles y sábado, sin falta, por costumbre de muchos años. Y nunca ganaba, pero se decía que tarde o temprano debía acertar las cuatro cifras del premio mayor. Tanto insistió que antenoche cayó el número que había comprado y se enteró al ver en uno de los expendios de lotería y apuestas el resultado. No podía creerlo y miró varias veces el pedazo de papel para comprobar que era cierto y lo guardó en el bolsillo de la camisa. Muy contento, pero sin contarle a nadie emprendió camino a su casa y empezó a llover. Llegó mojado, se cambió de ropa y colgó la camisa y el pantalón mojados de una cuerda en el balcón para que se secaran, cuando saliera el sol. La lluvia aumentó hasta convertirse en una tormenta con rayos y truenos y se formó un torrente que arrastró de todo, entre otras cosas la ropa que estaba en los balcones y la camisa con la lotería. Edgar Tarazona Angel  
  Esto se me ocurrió cuando vi a una señora llevando un pequeño recipiente con leche para darle a un gato; esa era la alimentación tradicional para los felinos domésticos y no sé desde cuando esto cambió, igual para los demás animales que llamamos mascotas, ya les digo como era la comida de perros y gatos (y otros animales) y como es en la actualidad. A los jóvenes que aman tanto a sus mascotas y las alimentan con pepas, llamadas concentrados o cuido, como le dicen en Antioquia,  les cuento que esa costumbre dietética y nutricional es muy moderna; los gatos tomaban leche en la casa y por su cuenta cazaban ratones, pajaritos y otros pequeños animales para completar su dieta, claro que no despreciaban los pedazos de carne de res y pollo que se les daban y, cuando podían, algo de queso se robaban en la cocina. Los perritos de familia eran alimentados con sopa y todas las sobras de la comida casera, por decirlo de alguna manera, eran lo recicladores de lo que sobraba después de cada comida y vivían relucientes, sanos y nada malo les pasaba, hasta los sobrados de chocolate comían y seguían con vida. Lo digo porque ahora me dicen que el chocolate es como un veneno para perros y gatos… y parece que los restos de comida también. Yo veo en todo esto un gran negocio para las compañías que producen estos alimentos concentrados porque si todos los perros domésticos son alimentados con sopa y lo que dejan los humanos después de cada comida, pues bajan las ventas y pueden quebrar. Miremos los perros callejeros y esos que acompañan a los indigentes; la mayoría se ven gordos y saludables (me refiero a los animales no a los humanos), igual los gatos sin dueño, salvo contadas excepciones. Entonces, ¿cuál es el problema para no aprovechar los desechos alimenticios de la mesa para darlos al perrito familiar? Alguna vez a los gatos de mi hija les iba a dar alguna carne de esas procesadas, no recuerdo si salchichas o mortadela o algo similar y qué problema tan grande. No me alargo en esta explicación porque en muchos hogares se vive algo parecido; los adultos mayores conservamos viejas costumbres saludables, pero ahora, hasta los humanos deben dejar de comer algunos alimentos porque son cancerígenos o afectan alguno de los órganos del cuerpo o porque algún gurú de la nutrición decidió que eso hace daño. Ya no estoy en edad de tener mascotas. No me veo sacando un perro a caminar y cagar y yo recogiendo sus desechos en una bolsa, pero si tuviera un espacio grande en el campo si tendría un amigo canino, grande y fuerte como Pastor Alemán, Pitbull o alguna de esas razas y le daría sopa y seco y que fuera a defecar por ahí donde pudiera, sin tener que recoger. Los gatos son otro tema, no hay que sacarlos a pasear, hacen sus necesidades en una caja con arena y punto. Me gustaría que algún amigo o lector, que posea un perro, ensaye alimentarlo a la manera antigua a ver que pasa. De pronto le funciona y no desperdicia comida casera y se ahorra lo de los kilos de alimento concentrado. Es mi opinión. Edgar Tarazona Angel
  Decía mi madre que ninguna pérdida se puede comparar con el fallecimiento de un hijo y en este momento estamos viviendo con mi señora y toda la familia esta realidad tan dolorosa e indescriptible, es una tortura lenta que se repite día tras día en un vacío mental y emocional que impide razonar con claridad por esa ausencia definitiva. Es difícil aceptar que un ser tan lleno de vida, de energía, tan sano y lleno de cualidades se haya ido de este mundo tan de repente, sin enfermedades previas cuando, de pronto, empezó a sentir ahogos y cansancio repentino, pero nada de dolores o heridas sangrantes; solo fiebre en las noches y cansancio, mucho cansancio, hasta que un día nos pidió que lo lleváramos a urgencias de la clínica de su universidad, cómo podríamos saber que allí dejaría ese soplo vital que llamamos vida. Duele como no se puede pensar que duela una pérdida irreparable y sólo nos queda el consuelo de pensar que en sus 43 años de existencia logró todo lo que se propuso: tres títulos universitarios, una carrera profesional en dos de las universidades más prestigiosas del país, conferencias en universidades de Colombia, América y Europa. Buen hijo, hermano, tío, sobrino, amigo, profesor (eso lo manifiestan en todos los mensajes y fotografías que nos hacen llegar a diario). No se ha marchado, nos aseguran, solo dejó su cuerpo físico que ya está convertido en cenizas, pero su cuerpo espiritual nos acompaña y el legado de su mente privilegiada permanece en los escritos científicos que dejó en los archivos universitarios y revistas científicas. Su nombre terrenal Ariel Marcel Tarazona Morales. Los curiosos pueden buscarlo en Google como Ariel Tarazona o su nombre completo para tener acceso a algunos trabajo y videos de entrevistas y conferencias. Algunas no están publicadas porque se compartieron a círculos cerrados. No se sabe que hay más allá de esta existencia, pero deseo que mi muchacho, donde quiera que esté, no tenga sufrimiento y disfrute de los merecimientos que logró en este mundo. Que descanse en Paz QEPD Edgar Tarazona Angel
  Las madres de todas las épocas dan consejos a diario a sus queridos retoños sobre todo lo divino y humano y la verdad, cuando uno es joven y rebelde, le entra por un oído y le sale por el otro, como se decía en otros tiempos. La época más difícil para los seres humanos son los años de la pubertad y la adolescencia y es en este lapso de tiempo cuando las madres más insisten en dar órdenes y sugerencias sobre qué es lo que deben hacer sus hijos, muchas veces en contra de la opinión de sus maridos. Por supuesto, es cuando más desobedecemos y llevamos la contraria, la edad de la rebeldía, cuando los mayores son los enemigos, en especial los padres y familiares. Con la llegada de los noviazgos el asunto se agrava, es tradicional que la pareja no le guste a la madre, casi nunca, y allí nace la mala fama de las suegras. A veces ocurría lo contrario y era el papá de la novia el que se oponía y hasta amenazaba al pretendiente. Y ni se diga de las amistades, eso era una lucha despiadada para alejar a los hijos de los grupos de amigos. Según los padres las malas costumbres, los vicios y muchas enfermedades eran consecuencia de esas bellezas de amistades con las que andaban los jóvenes. Pasa el tiempo y la cantaleta familiar no termina, en especial por parte de las queridas madres y, de pronto, el hijo o la hija se casan en contra de la voluntad paterna y materna… pues resulta que a sus queridísimos retoños no les funcionó la pareja y aquí viene la justificación del título de este monólogo: ¡Claro -dice la madre con sonsonete- como el niño (o la niña, según sea el caso- hacen lo que les da la gana, pues ahí está el resultado, un matrimonio desecho, y no por culpa suya, es que nada más mire con quien se vino a casar, se le dijo, se le advirtió y claro, como la mamá es una vieja cantaletera que no sabe lo que dice, ahora mire a ver que hace con esos dos peladitos, porque esa sinvergüenza no se va a hacer cargo de ellos… y yo tampoco, más faltaba… ¡ Y así continúa la querida señora hasta por días para rematar justificando su diatriba con la frase del título: NO DIGA QUE NO LE DIJE. Edgar Tarazona Angel
    Esta historia es real y ocurrió hace bastantes años en una pequeña ciudad donde pasé mi juventud y parte de mi vida adulta. No voy a cambiar los nombres y si algunos de los familiares sobreviven sabrán disculparme, esta es una anécdota divertida. En el pasado a los curanderos los apodaban teguas, sobre todo a los de centros urbanos que ejercían la profesión de la medicina sin títulos universitarios que los acreditaran. Uno de estos fabricaba pomadas, ungüentos, aceites y medicamentos para curar la mayoría de enfermedades; le iba tan bien en el negocio que abrió laboratorio con el pomposo nombre de LABORATORIOS DOCTOR CALIFA. Allí mismo tenía consultorio y leía en el iris de las personas todas sus afecciones y, como puede suponerse, recetaba medicamentos de su producción. Y claro, en una pequeña ciudad no faltan los envidiosos, que se disfrazan de defensores de la ley, unos vecinos acudieron a demandarlo por suplantación de título profesional en el aviso de su consultorio. Juan Carlos Santos, que era el nombre de nuestro personaje, amparado por la ley, acudió a una notaría y se hizo cambiar los nombres por Doctor Califa, de manera que legalmente se llamó en adelante Doctor Califa Santos. Por cuestiones de la vida me fui de ese municipio, pero a mi regreso, años más tarde, encontré funcionando el laboratorio, registrado legalmente en cámara de comercio con el nombre de siempre, el Doctor ya se había marchado de este mundo, pero sus herederos usufructuaban las ganancias. Hace dos años regresé y ya no existe ni la casa ni el laboratorio. Solo el recuerdo de un doctor que en realidad no era pero si se llamaba. Edgar Tarazona Angel
  Desde que tenía recuerdos las imágenes en su mente y las voces le repetían que el trago era su enemigo, el alcohol es un diablo maligno, mire como tiene a su papá, a sus tíos y a todos esos amigotes que jartan con ellos, nunca lo olvide niño, aléjese de las botellas y de las malas mujeres… y se lo decimos con mucho cariño. Lo de las botellas si lo entendió porque con mucha frecuencia veía los estragos que causaban lo borrachos en el pueblo y cada uno en sus casas, pero a su tierna edad de cinco años no entendía porque debía poner distancia de las mujeres si todas las de su familia lo mimaban Ya el tiempo había transcurrido y esos consejos no encajaban en su vida bohemia. Salió de su pueblo natal a estudiar en una pequeña ciudad fría y llena de historia; se graduó con honores como maestro bachiller y empezó a laborar como maestro de primaria. En su primera escuela encontró la mujer que lo inició en todo, licor incluido y ahí fue que entendió la advertencia sobre las mujeres, pero en vez de asustarlo quedó encantado. Su facilidad para rimar versos de amor le abrió puertas y piernas, porque el alcohol ayudaba a encontrar las llaves precisas. Leyó El Retrato de Dorian Grey y, de alguna manera se vio reflejado e identificado; eso hizo que aumentara su consumo de alcohol y de mujeres. La última vez que nos encontramos me habló de su infancia y de los miedos que le inyectaron contra la bebida y el amor carnal. Entre risotadas me dijo que lo mejor que le pudo pasar en su vida fue encontrar ese demonio amigo, refiriéndose al trago, que le ayudaba a encontrar esos otros hermosos demonios… meses después supe que se había pegado un tiro en el corazón, completamente borracho, por una decepción de una hermosa diabla, como llamaba a las mujeres. Lo mataron sus demonios amigos. Edgar Tarazona Angel
 Cuando era niña su madre le leía cuentos de hadas donde siempre había un príncipe azul que por algún motivo había sido hechizado y convertido en sapo. Esas historias aparentemente ya estaban en el olvido. En su adolescencia sufrió decepciones amorosas, como le ocurre a todos los jóvenes del mundo, hasta que en su vida apareció el que debía convertirse en el amor de sus amores. Se casaron y el romance no duró por    que él la abandonó por una contorsionista de un circo que pasó por el pueblo. Purita, que así se llama nuestra dama (por no decirle Purificación que es el nombre que figura en la partida de bautismo), entró en una profunda depresión que la llevó casi al suicidio y fue internada en una clínica psiquiátrica. De allí salió obsesionada por los relatos maravillosos de su niñez y se convenció de la existencia de los príncipes azules. Poco a poco perdió la lucidez que le quedaba y deambulaba por los campos buscando sapos a los que besaba con amor esperando que se transformaran en un príncipe que la amara. Edgar Tarazona Angel
  No recuerdo cuantos tragos había tomado en esa interminable noche de diciembre con amigos de ocasión, si es que se pueden llamar así a cuatro o cinco borrachos que me encontré en una cantina de mala muerte en una noche que no deseo recordar. Yo era el único que tenía dinero y ellos me festejaban todas las pendejadas que se me ocurría decir. Trago mas trago hasta perder la razón, en medio de risotadas, abrazos y hasta lágrimas por las añoranzas; de un momento a otro resultamos siendo los mejores amigos del planeta y se me acabó la plata, tal vez eran las tres o cuatro de la mañana, se me viene ese retazo de recuerdo en medio de la bruma alcohólica, cuando nos sacaron a empellones de la tienducha después de empeñar mi reloj por la última botella de licor. También como entre una espesa neblina veo a cuatro tipos con cuchillos en mano atravesados por donde íbamos a pasar y exigiendo todo lo de valor que lleváramos con nosotros. Yo me quité el saco y lo entregué y de pronto sentí un fuerte golpe en la cabeza y es lo último que recuerdo. Desperté adolorido y asustado sobre una superficie metálica y fría, en una completa oscuridad. Traté de sentarme y me di un golpe en la frente, estaba acostado y encerrado en una urna metálica, saqué esta conclusión al palpar con mis manos hasta donde podía las dimensiones del lugar donde reposaba desnudo, ¡desnudo! De pronto me di cuenta de que no llevaba nada encima; además el silencio era total, en ese momento me entró el pánico y traté de patear, golpear con lo puños, gritar y nada, mi voz sonaba como retumbando con el eco de ese encierro. No sé cuanto tiempo transcurrió, se me hizo eterno, cuando entró un chorro de luz y la bandeja (decidí llamarla así) se deslizó hacia afuera y allí tres personas vestidas con bata de médico, gorro y tapabocas me miraron llenos de asombro. -         ¡Está vivo!, dijo uno. -         Muy extraño, le respondieron en coro -         Hace tres días llegó sin signos vitales y como no tenía documentos lo declaramos NN y para el cuarto frío, escuché a uno de ellos. Hasta ese momento no me había dado cuenta que estaba orinado y cagado, uno de ellos me explicó que algunos cadáveres continúan evacuando y sus uñas y pelo crecen después de muertos. Del susto tan hijuemadre no sabía o no podía hablar, así que escuché la conversación que sostuvieron y por la que me enteré de haber entrado en Medicina Legal como NN, sin signos vitales y declarado muerto por el funcionario de turno que ordenó mi encierro mientras en 72 horas pudieran aparecer algunos familiares. Por esta razón seguía en la Morgue y con vida. Para terminar debo agradecer a un poder superior, como se llame, que dicho funcionario estaba demasiado borracho y no pudo o no supo determinar mi supuesta muerte comprobando la ausencia de signos vitales, que fue lo que escribió en el acta de constancia de mi entrada a un sitio donde no pienso volver. Edgar Tarazona Angel
  Siento un gran amor por esos objetos con hojas y llenos de palabras que llamamos libros. Un amor que nació desde mi infancia alimentado por mi madre y dos damas de la familia que me enseñaron las primeras letras y me iniciaron en las primeras lecturas. Crecí en un pueblo pequeño y aferrado a las tradiciones sociales y religiosas, de manera que las primeras lecturas que escuché fueron pasajes bíblicos contenidos en un pequeño libro, que ahora es artículo de coleccionistas, titulado CIEN LECCIONES DE HISTORIA SAGRADA.  Pero hago claridad en que no aprendí a leer en este libro, para eso estaban la CARTILLA CHARRY y LA ALEGRÍA DE LEER. Abuelas de las que años después las remplazaron como Paquito, Coquito y Nacho lee. Estas fueron las puertas de entrada a mi mundo de los libros. Mi gran sorpresa fue encontrarme con LAS MIL Y UNA NOCHES en versión para niños (lo digo porque gran cantidad de personas dicen haberlas leído y no lo creo, la versión completa son dos inmensos tomos de unas mil páginas cada uno, en letra pequeña); en letra grande y con dibujos conocí a Simbad el Marino, Aladino y la lámpara maravillosa, Ali Babá, las alfombras voladoras, los magos de oriente, los genios de lámparas y anillos que cumplen tres deseos, etc. También y, por respeto a las buenas costumbres, las tías me leían primero y después me daban libros de fábulas, de la mano de Esopo, Samaniego, Lamartine y, otros aprendí lo bueno y lo malo con las moralejas de dichos relatos. Mi gran compañía durante mi infancia de niño enfermo fue una enciclopedia en veinte tomos que compró mi madre cuando descubrió mi adicción a los libros: EL TESORO DE LA JUVENTUD, los que lo conocen saben que cada tomo está dividido en secciones como Los dos grandes reinos de la naturaleza, El libro de la poesía, Narraciones interesantes, Historia de los libros célebres, etc. Esta fue la llave para el resto de mi vida. Cada tomo me llenaba de imágenes y episodios que nunca dejaron de acompañarme por el resto de vida hasta hoy, que conservo tres de esos tomos y los abro para recordar esas horas solitarias con las letras. Con los libros célebres me hice amigo de Cervantes, Shakespeare, Calderón de la Barca, Quevedo, Víctor Hugo, Julio Verne y muchos más.   A medida que pasaban los años, y aun niño, mi deseo de lectura aumentaba y mi padre me colaboraba con historietas o cómics que aparecían en cuadernillos (algunos de estos personajes sobreviven en esta época y otros desaparecieron. Los superhéroes permanecen, pero lo vaqueros pasaron a la historia). Todos los domingos los periódicos traían un suplemento que llamaban aventuras y eran series como Mandrake, El Fantasma, Tarzán y otros; también personajes cómicos como Lorenzo y Pepita, Pancho y Ramona, Copetín, un gamín bogotano y más. A los doce años empecé mi secundaria interno en una Escuela Normal y allí cambiaron totalmente mis costumbres literarias, los compañeros mayores llevaban material prohibido, aun por la iglesia católica y a mis manos, ojos y mente llegó José María Vargas Vila, un renegado que estaba excomulgado y eso lo hacía atractivo para las mentes febriles juveniles, también leí los poetas malditos franceses (Rimbaud, Apollinaire, Mallarmé…), el norteamericano Oscar Wilde, uno de los preferidos por su lenguaje sexual y, casi lo olvido, el Marqués de Sade. Pero, no todo era literatura prohibida y clandestina, el colegio contaba con una biblioteca que a mi me parecía inmensa y, con el paso de los años fui el poseedor de una casi igual de voluminosa. Los lectores éramos contados; los indisciplinados éramos privados de la salida los fines de semana y yo me distinguí los seis años por mal comportamiento, de manera que la biblioteca era mi celda de castigo; allí me encontré con los clásicos de todos los tiempos (hasta 1960) y mis preferidos fueron los rusos Tolstoi, Gorki, Gógol, Dostoyevski. No es que haya leído todas sus obras, algunas en resúmenes. También estaban los clásicos griegos y latinos y desde entonces me armé un sancocho literario en la cabeza que nunca pude ordenar, no sé si para bien o para mal. Terminado el bachillerato pedagógico entré a trabajar como profesor de primaria y dueño de mi dinero me volví comprador compulsivo de libros; en Bogotá DC, la capital de Colombia, abundaban los puestos de venta de libros usados, a precios casi regalados, entonces cada mes, con buena parte del sueldo, compraba libros de todos los temas, por no decir géneros, y es que no solo llevaba literatura, también historia, sociología, astrología, esoterismo, bricolaje y cuanto podía encontrar escrito. Fue así como llegue a tener una de las bibliotecas más grandes de la pequeña ciudad donde vivía y presumía de ella. Pues si leía o más bien devoraba libros, uno o dos diarios, según el tamaño y el contenido. Eso unido a una buena memoria, me hacía ver como un erudito, pero yo era una enciclopedia a nivel bachillerato, a lo sumo. Bueno, con los años y ya pensionado, decidí cambiar de ciudady como los libros pesan y hacen bulto empecé a regalar. Tenía la colección de MAGAZINES del Espectador y LECTURAS DOMINICALES de El Tiempo que obsequié con dolor a un amigo a quien suponía interesado en conservarlas; después supe por la esposa que los vendió por peso. Los siguientes regalos libros y textos escolares a los vecinos con hijos en edad escolar. Siguieron los menos importantes como novelas de vaqueros y de ciencia ficción que venían en edición de bolsillo; los ciento y pico de librillos que sacó COLCULTURA, revistas de diferentes temas y folletos… Después de diez años vino otro traslado de ciudad con el consiguiente trasteo y regalo de libros. Esta vez a las bibliotecas de colegios y escuelas ya que en esta población no tuve casi amigos lectores. y en los últimos años, como decidí que la mayoría de libros ya no volvería a leerlos los doné a cárceles, universidades y bibliotecas. A las prisiones de Medellín, obsequié 250 textos por intermedio de una abogada. Hago esta publicación por ser hoy 23 de abril el día del libro y confieso que cada entrega era un dolor grande porque para los que amamos los libros y la lectura estos son como hijos y duele la separación. Me queda la satisfacción de haber compartido literatura, ciencia, distracción, pasatiempos, manualidades y que los receptores de estas hojas impresas hayan disfrutado de la lectura y se enamoren de los libros como muchas otras personas y yo, que estoy compartiendo mi experiencia. Felices horas de lectura les deseo. Edgar Tarazona Angel
En ese pueblo de mis historias, que es real más callo el nombre para evitar que alguno de los personajes (que aparecen con nombres supuestos, pero fácilmente identificables) me busque problemas y hasta me demande por calumnia y difamación, a pesar de que todo es cierto, por lo menos en un alto porcentaje. En otras historias ubico la acción en los días de mercado, que son miércoles y domingo y, a pesar del paso del tiempo, se conservan hasta hoy. Este caso también de desarrolla un miércoles y pasó a la historia del pueblo porque involucró al hombre más guapo y apetecido por las mujeres casadas y solteras con una forastera que llegó sin avisar y alborotó las hormonas de nuestro galán de pueblo. Se bajó del bus al frente de la tienda de mis tías, donde desocupaban botellas de cerveza algunos de los señores notables de la población quienes, de inmediato, suspendieron las conversaciones y dedicaron la atención a la recién llegada, no por su hermosura sino todo lo contrario, para resumir, mi papá estaba en ese grupo y se le escapó uno de sus típicos comentarios: “esa cara, a cualquier precio es cara…” Todos rieron y la recién llegada los miró con desprecio, alzó su maleta y se dirigió a un campesino que la esperaba con un caballo, lo identificaron como un peón de don Lucio. El domingo ya se sabía que la recién llegada era la viuda de un primo lejano del señor, dueño de una finca de las mejores, pero debido a su precario estado de salud casi nunca iba a la zona urbana y enviaba a su señora, acompañada por dos peones a llevar todo lo necesario. Como era domingo, la señora de don Lucio llegó acompañada por la recién llegada y asistieron a misa entre murmuraciones y comentarios. La señora del patrón, a pesar de los años, conservaba rasgos de belleza que contrastaban con la fealdad de la extraña, pariente de su marido. Una de las distracciones de los varones era ir a la iglesia a mirar las mujeres y saludarlas con mucha cortesía para después criticar los vestidos, peinados, caminados y chismes.  Debo recordarles que en este pueblo las diversiones eran mínimas y, en la iglesia los hombres en una nave del templo y las mujeres en otro, esto incluía los dos colegios, uno femenino y otro masculino. Los jóvenes asistían obligados y los hombres treintañeros y los solteros se quedaban en el atrio fumando y se echaban voladitas a las tiendas cercanas a tomarse un traguito. Pues lo que tiene que pasar pasa, y no se sabe si es Dios o el diablo el que reúne dos seres tan diferentes. Ya les presenté a la fea, y los lambones del templo la bautizaron Horripila, por no decirle horripilante. Con ellos estaba Narciso, un muchacho que hacía honor al personaje de la mitología griega, era el muchacho más hermoso del poblado, pero también el más tímido. Nunca había tenido contacto con mujeres (en el pueblo, llegando a los quince años, el papá llevaba a sus hijos varones a un pueblo, donde había un prostíbulo, a volverlos hombres, ustedes imaginen el resto), como Narciso era huérfano de padre no tuvo quien lo llevara a iniciarse como varón). Nunca se supo como pasó, lo cierto es que su madre era amiga de la esposa de don Lucio y un día fueron a hacerla una visita, parece que allí Horripila lo invitó a dar una vuelta por la hacienda mientras las señoras conversaban y por allí, entre los matorrales lo cogió por su cuenta y lo volvió hombre. Este pobre muchacho, sin ninguna experiencia ni quien lo aconsejara, les tomó gusto a las relaciones sexuales con esa fea que, por añadidura, le doblaba la edad y presionaba a su mamá para visitar la finca de don Lucio. Al principio la buena señora no sospechó nada, pero en este mundo todo se sabe y más temprano que tarde se descubren los secretos mejor guardados, con mayor razón en un pueblo tan pequeño. Pues uno de esos días en que la pareja buscaba su escondite entre los matorrales, pasó uno de los caballeros chismosos y notó algo extraño en el comportamiento de la pareja, desmontó y los siguió de lejos hasta descubrir lo que muchos sospechaban. No los interrumpió en su entrega amorosa y se alejó en su caballo rumbo al poblado para reunirse con sus compinches a contarles con todo detalle lo que vio y hasta lo que no vio. En estos pueblos se dice que pueblo pequeño es infierno grande y no les falta razón. Los comentarios llegaron a oídos de las dos señoras de la historia, o sea la madre de Narciso y la esposa de Lucio. Esta despidió a Horripila y, hasta ese momento ninguno había notado que desconocían el verdadero nombre, esta desapareció y jamás se supo de su paradero. El muchacho rogó y suplicó a su progenitora que le permitiera ir a buscarla porque era el amor de su vida y su petición no logró ablandar el corazón de la madre. Bueno, todo lo que empieza tiene que terminar y esta historia no puede ser la excepción, una tarde el muchacho escapó de la vigilancia de su santa madrecita y corrió al lugar de sus encuentros íntimos con la fea. Pasaron las horas y como no regresaba a casa la dama pidió a sus vecinos que salieran a buscarlo, entre ellos los chismosos del atrio de la iglesia. El que descubrió el enredo sospechó donde podía estar y los llevó a donde los vio en su entrega sexual; allí colgaba el cuerpo del hermoso del pueblo despechado por el final de su romance. Edgar Tarazona Angel
PENSANDO EN EL MAR Y TÚ Recuerdo el mar Sentado en la playa a oscuras Con el fondo musical Del rumor de las olas Y te siento junto a mi Como en esas noches estrelladas Cuando juntos mirábamos el cielo Y soñábamos el mismo sueño. Todo acabó con tu partida, No sé si hay otra vida Pero deseo que tengas lo mejor Más allá de la muerte Donde estés. Espero que seas feliz Y tengas una playa blanca Para soñar conmigo Y lo que no pudo ser. Sin embargo, estás conmigo en cada noche Cuando te recuerdo Arrullados por las olas Y cobijados por ese cielo estrellado De tantas noches de amor.   Edgar Tarazona Angel
  Esto decía el bonito del pueblo y repetía una canción que estaba de moda y decía: “Que se mueran los feos/ que se mueran los feos/ que se mueran toditos, toditos los feos/ Yo no soy tan feo/ y como nadie me quiere a mi modo/ seguro me voy a morir…” Hasta las muchachas, que antes lo tenían como candidato a posible novio, se aburrieron de oírlo y una que, si lo quería de verdad, un día, resentida por sus desprecios y humillaciones, le arrojó ácido en la cara. Edgar Tarazona Angel
  Cuando fui acólito, en mi lejana infancia, en la parte inferior del templo había un sótano y allí se guardaban todas las imágenes de los santos y, en general, jarrones, cortinas, candeleros y candelabros, sotanas, etc. Todos los artículos sagrados, que no se estuvieran utilizando. Las estatuas de los santos y los cuadros eran tapados y cubiertos con unas telas moradas que, sin razón aparente, me causaban temor. Además, en clase de religión nos metían miedo al demonio y el sacristán agregaba que solo el podía levantar las telas y mirar de frente las sagradas imágenes. En mi mente infantil imaginé una película completa de terror y me convencí que podía volverse realidad. Un día el sacristán me pidió que lo acompañara al sótano por unos elementos para decorar el altar. Bajé con él y al retirarnos me dijo, como quien olvida algo: -         Me parece que dejé las llaves junto a la Milagrosa, vaya las trae. Nunca pedía por favor Entré temeroso en ese cuarto semioscuro, era de día, pero allí no tenía luz eléctrica y la linterna la tenía el señor, que riendo a carcajadas cerró la puerta y me dejó encerrado, “para que aprenda”, me dijo, y se fue. Cuando mis ojos se acostumbraron a la penumbra me acurruqué en un rincón a llorar y recordé todo lo que imaginé la noche anterior mientras las telas caían al suelo y los santos comenzaron a moverse. Solo recuerdo que grité con todo el volumen que daba mi garganta. Desperté en brazos de mi abuela y rodeado de mis hermanos que me miraban con deseos de preguntarme todo. Edgar Tarazona Angel
  A las ciudades pequeñas y poblados de mi país, todos los años y por diferentes épocas llegaban circos que yo llamaba pobres, con artistas ya envejecidos, payasos que pretendían ser graciosos y animales desnutridos, pero, a falta de otras distracciones los habitantes íbamos a las funciones, en especial niños con sus abuelos y adolescentes en plan de sabotear algunos actos. En mi ciudad de provincia abundaban los perros callejeros y algunos gatos que rondaban en las noches y peleaban sobre los techos de las casas en sus ritos de apareamiento. Misteriosamente, estos animalitos empezaron a desaparecer, justo cuando llegó un circo más importante que todos los anteriores, con una inmensa carpa, maromeros, contorsionistas, magos, payasos y animales entrenados que alegraron nuestras vidas. Entre los animales iban, además de un elefante, tres caballos y cinco perros, dos tigres de bengala y tres leones melenudos. Bueno, el asunto es que estos cinco últimos son carnívoros y esa es su única dieta. Pues desde el día siguiente a la llegada del dicho circo empezaron a desaparecen perros, gatos, palomas de la iglesia y algunos animales domésticos. Los tigres y leones se veían bien alimentados. Cuando comenzaron los comentarios sobre estas desapariciones, entre los habitantes mayores, en especial las viejas chismosas que no faltan en los pueblos; los muchachos púberes, que tenían una pandilla, se miraban y sonreían maliciosamente. Edgar Tarazona Angel
  No es muy grande Ni lujosa Hay otras inmensas Más lindas En barrios elegantes Con piscina y yacusi Y muchas otras cosas Que no tiene la mía, pero es propia con una familia adentro y mucho amor. No la cambio por nada Sus paredes me acogen Y me abrigan. Me siento satisfecho Y cada día Tan pronto me desocupo Regreso a este nido Que es mi casa  y solo puedo decir AMO MI CASA Edgar Tarazona Angel
AMO MI CASA
Autor: Edgar Tarazona Angel  184 Lecturas

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