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Tú estás nombrándome con mi nombre de niño, ese nombre regalado alguna vez, cuando yo ignoraba el aplazamiento de las aguas para sobrevivir.Alguien canta antiguos himnos. Alguien está cantando en secretas sesiones.¿Quién llama a mi puerta para decir que no hay nadie?Hay una voz obligándome. ¿Qué pretende de mi hambre, de mi náusea, de la ficción de mí mismo?Busco una imprudencia y me obstino a vivir estos retazos,esta renuncia, este ultraje que sueña lo que es. Ahora,he venido a este lugar para sentirme inocente. Qué muerte inmerecida,Pier Paolo;qué forma de fundirteentre las cosas,vos que volabas, y era tu compañerola luna.Cuando la luztemblaba en tu conciencia,cada muchacho hambrientote calmaba el hambre,cada cuerpo calientete daba la mano,y marchabas hacia arriba o hacia abajo,no sé,mirando la pupila de los niños.Te elevaban como ángely proyectabas tu vidaa cada comienzo de la aventura.Descansascon una palabraen la cabeza,con una flor en la mano,con una paloma enmudecidaen cada oreja.Más allá los que amastete dicen adiós,(los que tuviste entre tus brazos)y sollozas, tal vez desconsoladopor ver tanta tristezaal borde de los amigos fieles. Estabas escribiendo un viejo manualde palabras, de actos, de recuerdos,que quedo inconcluso.Allí se adivinaban los ecosde murciélagos, de arañas,de redondas y estallantes flores.Cada página era la historiadel hombre sobre su tierra. Cuando te llamaron para trazarel gran poema de la muerte,caminabas descalzo entre los pétalos,entre las ortigas;y no tuviste tiempo para despedirte:no dijiste adiós;tu voz salió sangrante y espumosapor una herida negra,y tambaleante quedó fijaen la conciencia de los hombres vivos. Ahora todo quedó mudo;bajas al fondo de tu tumbay llevasuna porción de magia,de sábanas inquietas, de manzanas azules ante la quietud del sol. El viento te saluda, las colinas de Roma borran tus tormentos, y tu sonrisa mira los espejos de la vida.Y se refleja. La nieve lleva un cargamento de flores entre mis ojos.Lo supe cuando la miseria en su terremoto último quemó sus naves.Estas rayas en mi piel dan pruebas de lo que hablo y digo :el cautiverio de mi cuerpo y sus silencios.¿A quién decirle que la realidad nos acusa de estar ciegospor no haber descubierto la rebeldía?(Un tiempo sin ruidos ha descendido sobre el mundo.)Alguna vez, mientras corría la esperanza,pasé ligero entre decepciones -substancias de la noche-y logré sobrevivir.Entonces se acuñaban fragmentos de colores en tu cuerpo:buscabas el trópico, dulce Úrsula; desde tus pupilas buscabas el fuego en su pozo,tu recuerdo torturante como ensoñaciones de Delvaux;buscabas el trópico... Ahora estoy solo, gritando socorro, culpable o sospechoso;mis límites abiertos a la ciudad que envolverá el insomnio,mareándome en la altura colosal de aquella cuerdapuesta allí para la locura y la desaparición.Lo más obscuro es el mármol con que está construída la caricia:daría mi sal inmediata por una limosna,yo,que recorrí las calles de la lejanía,con mis manos en el hospedaje de las vociferaciones,como si esperara algo -a tí, Úrsula-,quizá al amplio caballo que criaste,y esa pasión por el recuerdo.Yo,venerador de sitios vagabundos,he logrado vivir pasando sobre cautiverios. Narrar la historia de un silencio.Mira: mi corazón reverdece.Brillan aún los alimentos frios, las cáscaras naranjas,pero mi corazón reverdece como exigiéndome un milagro.Creer es aceptar que debajo de las máscaras existen lluvias desprendidas,pedacitos victoriosos de palomas de nácar,cortejos de coronaciónen los que te envolvías para no despertar,pumas verdes bajando hacia el desabrigo de nuestros cuerpos,y esa pasión por el recuerdo,un enigma compartido bebiendo la copa de agua sobresaltada de luz.Un lugar de arena para el deseo de narrar la historia,ese silencio que vuelve. Emiliano,ovillado bajo mi brazo,como si fuera un gato,duerme.De pronto, una cucaracha surca su espalda.Pero no es una cucaracha:son mis dedos que lo acarician.Emiliano sueña.Ese sueño opresor: va a dejarme, me lo ha dicho.Nunca más tendré un gato al cual acariciar. En la dura noche espero un maullido que nunca llega. Marzo es el mes más oscuro,pienso. que quede la palabra desnudala que sirvesólo ésaésa sólola palabra que tiemble el corazóny que no sea escudoque surja de la nocheque no sea fugazla palabra que salte de la boca yDIGA la única que no pronuncie soysino somosla gozosa que salga de la soledad yse proyecteque no se aferrea los casosy que sea fiel a las cosasdecir alma decir pupilaspárpados miradauna palabraque haga bienque te nombrey que me nombreque en el curso de su vidase bañe en el río tres veceso ningunay que salga impecablepura cierta. Otra vez el viejo juego.¿El caimán atrapa al sapo, o el sapo salta?Más alcohol en el fondo,donde me busco.Hace años que espero. El caimán siempre gana. Viví una vida alrededor de tus ojos,cuando los más hermosos pájarosque transitaron los fiordos de Noruega,los extraños gorriones que violabanlos altos castillos de New York,cayerondevorándose las alas al igual que nosotrospobresque nos comimos nuestro amor.Quedada la tierra removida en los campos, esperando,los amarillos pétalos de la luna enterrados,las muescas hechas en la sangre de dioses corrompidos,las estuatas de sal en las que nos habíamos reflejado,los olores fuertes y dulces de nuestros cuerposcomo holocausto a la causa eterna de un amoren el que afirmábamos nuestra vida.Pero tus ojostus ojosno fueron inhumados por ninguna mano vengativa.Tus ojos están conmigo y yo lo sé:toda una vida cercándolos fue poco. reapareces como una paloma confusa,y me traes los años pasados para que estén conmigo. nos vemos, no nos vemos nos miramos en todos los frentes;dicho en otras palabras: ¿reencuentro?sólo en el mapa de la memoria. cómo ahora se queja se aleja mi corazón,se queja bajo una baranda de nieves. Alguna vez, si nos encontrásemos en una habitación fina como un hilo,te diré cómo sucedieron las cosas. Lo que me gusta de tu cuerpoes el sexo.Lo que me gusta de tu sexoes la boca.Lo que me gusta de tu bocaes la lengua.Lo que me gusta de tu lenguaes la palabra. Julio Cortázar es la madrugadaalrededor mixtura de aires tus ojos recuerdan viejos textos de sabiduría (no recuerdo haber amado así) me acerco y sopla el vientoun arcano suave.tu voz queda rezagada frente a tu cuerpoque se ofrecey esquiva.afuera los poseedores del dolormurmuran letanías.vagos milagros en toneles de vidrio esperanla palidez que adquieren los enfermos antes de su muerte (no recuerdo haber amado así) desnudo palabras atadas a tu cuello(aquellas que no dijiste),cavo trincheras en mi cuerpo ybrota una alianza entre el vértigo y tu nombre,repetido entre sílabas amadas,cuando solitario te siento partir. pacientes las montañasse moverán hacia la nube que ahora habitas. Yo no recuerdo haber amado así. Vienen a mí deshechos de mi sombra. un viejo puñal y su voz la voz de un puñal me persigue. desmantelado qué hacer. frente a los visillos espío: ellos se están amando se aman Es inútil;no me despertará la mañana ni el goce de la noche me traerá su calma:estoy hecho de trincheras, de incendios que forman distantes jugadas al borde del universo.Soy opaco a los guiños de la vida;no conmueven mi pesada sustancia los relámpagos que braman la tormenta. Así he pasado los años.La ciudad que tanto amé quedó cercada como una barca a punto de caer:alguien se apodera de ese pájaro que vuela hacia el sol,y seduce. Yo vi el amplio corredor de estrellas estampado en la distancia;me interné en la selva entreabierta a esperar el sermón de los muertos,las brasas apagadas de la despedida. Obtuve,sí, la sorpresa de mi fuga en tránsito, y el calendario de agua visitado por el tiempo. Sospecho que algún ángel brotó su sangre y me baña de color hasta sangrarme. En mi boca nocturna el amargo deseo porque caen los abrazos, y tu amor se hace pobre cubierto de mundos.Tu amor:¿sabrá que la ciudad vendrá por mí con sus temibles huestes?¿que desapareceré entre las constelaciones sin tu amor? de quién eres, desolado?de quién? acaso de la furia?de la fuga? del silente frío de todos los inviernos?del retumbo del aullido y la piel de nieve de todas las bocas de los lobos? Siento el amor esperándome, irrenunciable.Me es grato sentir su miedo. Pero no serás;no serás tú, y yo no pido mucho:apenas unos párpados en vuelo, una flor que huela al tiempo que nos queda,una fiesta transparente,un lenguaje encontrado en la mañana aquella en que tomaste mi abrazo y dormimos ciegamente hasta salvarnos. ralátame la noche te pedíestoy afiebrado para conceder alientoperdónamevoy muriendo en voz bajaeres tú que me acosas con palabras y caosamándome dicesdices yel vino deshojado de tu cuerpo abriendo memorias en mi pechote pide:cómo es la nochecuéntame qué parte de la vida es ésapor qué somos actorestú, desnudo.tal vez tenga que soñarte nuevamentepero sin pensar en mi pielcerremos el infierno.hay quejas en las ramas de los árboleshay quejas en los árboles la fiebre no deja de ofrecerme remordimientos ya no creo en dioses en las preguntas de los tigresni en tu imagen de aguabañándose en el cielo violeta de algun templo.el fallido nudo del amor me desgasta como el miedo a un hechizo de sombra.adivina ahora que duele mi contorno tan terrestre como tu cuerpocómo son tus manos humanas.yo las conozco. adivina también quiénes somos. Era previsible que José tomara para sí las prendas que había dejado Manuel al partir. Pero José fue al tercer dia y sacó trajes, camisas, la remera rayada que tan bien lucía Manuel, las camperas casi sin estrenar, y los jean que colgaban de la percha que decía Hotel Río.José acomodó todo en una gran caja con mucha pena y remordimiento. Manuel ausente,pensaba. Manuel lejos, lejos. A mucha distancia.Había sido la gran desición de Manuel, y él no se había opuesto. Lo había mirado profundamente, eso sí, para saber si Manuel decía la verdad. Pero, recuerda ahora José mientras mira las capelladas tristes de los mocasines, mientras aparta los cinturones más bonitos y arregla cuidadosamente las rayas de los pantalones en el fondo de la caja, él había permanecido callado todo el tiempo, en tanto Manuel lo azotaba con aquella vieja historia de las momias fenicias que Manuel quería estudiar; con esas civilizaciones que le atronaban la sangre, para lo cual había que cruzar el océano, sumergirse en viejas bibliotecas y conseguir determinada cantidad de dólares. Y había que separarse de todos.Porque había que irse. Cosa de dos o tres años, decía Manuel.La Universidad de Egipto publicaría su trabajo, y entonces todo sería más fácil, soñaba Manuel. Ahora José retiene entre sus manos la camisa azul, la más gastada, la que había usado Manuel aquella noche. Era fácil pensarlo, y también fácil repasar el inglés con Miss Wesson, aquella vieja rubia de los años del secundario, sosteniendo absurdas conversaciones que divertían tanto a Manuel. Y el hecho apasionante de trasladarse luego a Luxor o a Karnak, y viajar después a Turín llamado por las inmensas colecciones del Museo Egipcio, o a Berlín para admirar el perfil casi transparente de Nefertiti, lo deslumbraba.Pero- y José se lo había dicho en infinidad de conversaciones- lo que no era fácil era trepar sobre las olas, tomar tanta distancia, temblar en mitad del mar, sonreír con una sonrisa incierta.Ahora José mete la mano en bolsillo de un jean de Manuel, y saca unos papeles.Y a la salida del cine aquella noche habían discutido: -viejo, por lo de las momias, parece mentira -había dicho después Manuel; claro por Amenofis o por Ramsés, o sus descendientes.Pero el mar estaba de por medio, estaba el miedo de por medio, y también el insoslayable deseo de José, de que Manuel interrumpiera para siempre el proyectado viaje a la sollitaria Abu Simbel. José lee la carta, la lee, mientras se olvida de apilar la ropa, mientras que una percha quedice Hotel Río se descuelga y cae al fondo del guardarropas. Pero Manuel, obstinado, sabía repetir a tiempo lo que creía que quería para sí: eso de la civilización del Nuevo Imperio, del Valle de los Reyes, de los tesoros robados a los faraones.Entonces José callaba.Y lee que la desición está tomada. Lee que se irá por mar. Lee también que el mar lo atrae,que la obscuridad de la noche lo atrae, y que la conjunción de ambas cosas es como una insolente verdad que acaba allí, donde el horizonte se quiebra obscuramente. José callaba, porque no tenía grandes sueños en la vida; se contentaba con poco, y era feliz.Entonces lee que la desición estaba tomada desde hace mucho, que en cualquier momento la obscuridad del mar lo cubriría... y, piensa José, los jean se irían empapando de agua salada, como las lágrimas que ahora derrama; y la camisa gastada, la de aquella noche, quedaría como tremenda evidencia. Abro la puerta de mi casa pero no hay puerta ni siquiera casa. Hay un camino de tierra hacia el despojo. Vengo a besar a mis animalesdel delirio.A mis peces durmientes.Golpeo la puerta. Grito para que me abran. Pero no hay nadie. Ni siquiera el viento moviendo las ramas de un árbol invisible. Se oye una canción.Pero es el alma hueca de los desposeídos que llora. A dónde ir? Soy un niño extraviado que se hace amigo de su exilio. Él conoce todos los secretos del extraño parque donde yo jugaba en ceremonias desaparecidas. - Los muertos. Mi canto es para ellos. -Buenos días, papá- y era la tercera vez que lo repetía-; buenos días, papá-volvía a decir.Entonces saltaba de su cama, recorría el flaco pasillo, y se internaba en el baño.La ducha, el agua fría, no le daba la grata euforia que necesitaba. Entonces trataba de secarse con la amplia tohalla, y se envolvia en ella imaginando que era el maharajá de Kapurtala, y mientras orinaba en el bidet, pensaba en cómo pasar ese día,vigésimo de diciembre.Ese diciembre que le calcinaba los huesos, porque se presentaba caluroso y húmedo como ninguno, y ya podía ver que lo había jodido bastante al pelarle la espalda el sábado anterior,en la pileta de Ricardo.Volvió a tener ganas de orinar, pero eran ganas nada más, porque al enfrentarse con el bidet,un chorrito indeciso se asomó por su pijita. Se la metió dentro del calzoncillo, se miró al espejo, se hizo alguna íntima pregunta que no contestó, y salió para atravesar otra vez el pasillo.-Buenos días, papá- dijo esta vez con voz más firme. Y siguió hasta la cocina:el mate,el café,el té, el vino. EL VINO. El vino era lo que conformaba su paladar aquella mañana de diciembre. Y mientras saboreaba su aspereza, se le ocurrió pensar en el viejo, en la navidad que ya llegaba,en lo llagado de su espalda, en Leticia, (en la costosa Leticia) que todavía se negaba a todo, y por último en él. Aquí se sirvió otro vaso de vino. ¿Quién era él?Sí.Le gustaba vestir bien.Andar por el centro mostrando exactamente lo que se debe, y lo que no se debe dejarlo para Leticia (cuando se decidiera), o para Ricardo, siempre que mediara un golpe de teléfono. Y mientras tanto, ¿qué?. Ir al bowling, caminar hasta el puerto, o tomar sol en Saint Tropez,y soñar con ese viaje a Río en Carnavales que le había prometido Ricardo.Después... su vida estaba ocupada con tantos sueños...; quería navegar, irse, tal vez a Europa. Pero no por el hecho de conocer Europa. París, Roma,Milán, eran sin duda lindos lugares. Pero no era eso loque realmente importaba. El hecho substancial era viajar en barco; sí, en barco..., a semejanza de esos barcos que mamá le hacía a los ocho años, doblando con ternura la hoja de diario y dejándolo reposar en la bañera. Creía que el fondo del mar era blanco, y que las fuerzas de las olas tenían, exactamente, el ritmo que le fijaban sus pequeñas manos.Pero ahora había pasado tanto tiempo... -Buenos días, papá- dijo esta vez con bronca, mientras servía hasta el borde otro vaso de vino. -Buenos días, papá- gritó mientras pensaba decir cálidamente -queriendo deshacerse de ese raro remolino de angustia- buenos días, mamá... cómo estás hoy?, buena y linda como siempre, mamá; mi mamá. Aquí traje el papel para los barcos. Pero la memoria de las tardes encerradas en el baño, viendo viajar ilustres barcos a los que mamá bautizaba con extraños nombres, no conseguía atenuar la tristeza grande que sentía,ni su gastada melancolía actual. Él era un hombre simple, gozador delas cosas sencillas, amante de la naturaleza, leal para los amigos...; pero había cosas en lo íntimo de su vida que no entendía.No estaba claro para él por qué al pasar por la habitación del viejo debía saludarlo, siendo que siempre dormía, o, en el mejor de los casos, leía el diario, y no le contestaba. Jamás le contestaba, y había llegado a pensar que el viejo estaba sordo. Pero no. Algo golpeaba en su cabeza, y en el sentido literal de la palabra. Algo se doblaba y rompía cuando saludaba al viejo. No era importante que no lo oyera, o que lo oyera y no le contestara. Entonces,¿qué era lo que en rigor lo perturbaba? Aquella mañana lo había descubierto. Lo había descubierto en la cocina, mientras llenaba otra vez el vaso de vino. El lugar vacío al lado de la cama que ocupaba el viejo era la clave: el lugar que ocupaba mamá en vida. -Buenos días, papá- dijo esta vez entre sollozos.-Buenos días, hijo- dijo el padre apareciendo en el marco de la puerta.Y él se entregó a sus brazos y lo abrazaba, lo abrazaba, mientras pensaba en viajes lejanos y múltiples, en viajes claros y magníficos.-Buenos días,papá- y lo miró a los ojos llorando plenamente. -Buenos días, hijo- dijo el viejo casi con miedo, sin entender, -buenos días, hijo. Dulcísimo extremo de tu piel tus dedos son lasgos caminos hacia las cosas. Así, habituadas a maravillarse cuando las tocas, poco a poco se adornan de día, y cuando los llamo, las noches se vuelven espacios límpidos, llanuras imprevistas. Ellos están o se ocultan, albergan secretos de amantes, ignoradas ponencias en la vida, y fuertes nudillos con los que golpeaste aquella puerta que no se abrió, ¿recuerdas? Te regalo azahares para que los toques, viejas estrellas que quisieron reencarnarse, tierra blanca para tu tacto blanco; además, ciertas preguntas que no están en mis labios, y sobre todo la efímera noche de mayo en que tus manos me tocaron. En el pudor de mi pobreza y tu cita, la caricia que hoy evoco es sólo la inutil cacería de un horizonte en vuelo . Estas en mí como un color pintado para el campo No estás en mí como una moneda fugada Huyes de mí como la canción que se quiere evocar y el tiempo detiene No me amaste y te amé sin que nos diéramos cuenta Todas las manos ausentes se aunaban para acariarme sé en que adversidaden qué tiempodentro de cuál misteriose encadena tu alma vano es pensar que te debes a otroso que tus plantas no pisaronlo que el amor frecuenta miro las estrellasla esperanzada nube tras lo rojoy recuerdo un encuentro entre tus ojos y los mioslos labios pudorosos temblandoahora que te entregas a lo ignoradoque te vasen lo impalpable de la noche.por lo menosdeja que la noche se deshojeque gire es espiral hasta que el alba grite y venacuéstate conmigo. una vez tomé ese tren cantan borrachos en la madrugada los gatos salen de la noche y espían el paisaje trac-trac trac-trac ah si se quema el amor si se viene la muerte con su nube tan oscura antiquísimopor las vías rueda un tren ociosoque lleva a niguna parte del Deseo el paisaje siempre el mismo: esa cara soledad impiadosay los bellos rostros desaparecidos y aparecidosen los sueños tienen los trenes la insinuación de las penasrápìdo ahora por ese tren corre una lagartija blue (azul o tristeza?) y por las ventanillas el valle trac-trac trac-trac para que el amor no se hunda para que la muerte huya musitando trac-trac trac-trac I la vida es una canallada. II ése era un tigre que, cuando llegaba el verano, solía apantallarse con un abanico. III con el abuelo Tito siempre jugábamos a ver quién se comía antes el plato de tallarines que había servido mamá. IV un hombre caminó hasta la cima de la montaña. Y allí se detuvo. buscó en su bolsillo, y luego desistió de arrojarse al vacío. borrar el signo borrar la pena. puedo tocar el deseo de tus ojos. que alguien se apiade de lo que no fuide lo que no hice. con vino suave la caricia. debajo de mi cuerpo las garras. la presencia de lo pasado aún abunda en mi pecho. .....................................................................................................borrar el signo borrar la pena. pude tocar el deseo de tus ojos. que alguien se apiade de lo que no fui,de lo que no hice. con vino suave la caricia.debajo de mi cuerpo las garras. la presencia de lo pasado aún abunda en mi pecho. Me oprime esta vasta espera. Habla de mi condenación y de un dominio. Del hastío por el que cursan las plantas, los licores, las gratas miradas. Y de un terror: el destello de sentirme dividido, mezclado entre cenizas; un momento pequeño en que avisoro la muerte. ....................................................... Me oprime esta vasta espera.Habla de mi condenación y de un dominio.Del hastío por el que cursan las plantas, los licores,las gratas miradas. Y de un terror:el destello de sentirme dividido, mezclado entre cenizas;un momento pequeño en que avisoro la muerte. ojos enamorados pero llorantessobre mis hombros -próximos suicidas- el ataúd prorrumpe y llamala sed que despierta tu cuerpo requerido romper las reglas hasta siemprehasta que el mundo se haga chiquitoy por fin podamos tragarlo dulcemente tragarlo Ojos enamorados pero llorantessobre mis hombros -próximos suicidas- el ataúd prorrumpey llamala sed que despierta tu cuerpo requerido romper la reglas hasta siemprehasta que el mundo se haga chiquitoy por fin podamos tragarlo dulcemente tragarlo Deja que el viento te cubra con mi sonrisa, o la de otro, es igual. Pero que a la pasión se sume tu boca complaciente, y tus manos lúbricas acaricien el cuerpo que has elegido esta vez, en un juego siempre armoniosohasta que llegues a mis brazos,y yo no necesite untar con celos tu figura,en el preludio de una tarde tibia en que tres cuerposse buscan,se juntany desean. ella está loca como las cosas más extrañas,abajo el herido de polvo entreteje las palabras.el poema se hacepero también reclama.en algún universo posible estará el alma de ella.el herido ha dejado de rodarpero ya no tiene a nadie.no es el silencio lo que aturdesino la voz de las cosas más extrañas.ella está ebria:ella ama al veneno cada vez más cercano.casi como en una salvaciónel herido de polvo muerde su destierro.ella abre una caja sin fondoy como último delirio sumerge su máscara aún latiendo. Mi corazón abreva lejos.Me doy por muerto.Yo golpeo mis tripas.Miro la lluvia que me sigue.Inútilmente recompongo mi traje blanquecino.De a pòco mis escasas monedas se obscurecen.Muy quieto observola enramada luz;me enmaraño en hojas de la noche,y salgo a pedir limosna entre los pobres.Soy Juan, el sucio,que me ofrece fumar.Su mano llagada estrecha la mía,y me enaltece.(Su mano más limpia que la mano de un banquero.)Y soy también la cantante loca que en la plaza se aplaude,y muere, tras telón, de frío. Yo, alejado,puedo tocar el deseo de tus ojos,creyendo que el amores un caminante que siempre regresa. (Si volvierascomo una gota de lluvia,como un palacioo una tardecita apenas.) Juan Dichoso, changador de feria, vivía en el morro Babilonia en una casilla sin número Una noche entró al bar Veinte de Noviembre Bebió Cantó Bailó Después se tiró al lago Rodrigo de Freitas y murió ahogado. Manuel BandeiraPorque no te dieron más que dos monedas,dos látigos en tu frente,tú creíste que estabas muerto,que tu destino era la seda lujosa de la muerte,y bebiste,cantaste,bailaste con ella en escandalosa cita.Tal vez se amaron antes de la definitiva llamada.Tal vez hicieron juntos el solitario proyectodel camino hacia el lago,pero consideraste lo otro:la pavorosa atracción de su voz de sirenaque te llevaba al agua,apretadas las dos monedas en tu puño.En la marea angosta sumergiste tus pies.Tus ojos huecos como sombrapor un momento se extrañaron.Pero ella te empujaba suavemente,y tu coraje de siempre rodócomo el cobre que apretabas."¿Nunca más veré la mañana?""¿Nuca más tendré la mirada de mis hijos?""¿Dónde está el sonido de la voz lejana de mi madre?""¿No hay entre mis fantasmas alguno que me salve?"Despojado,dijiste:"me llamo Juan Dichoso,pero la dicha fue para mí un mantel cerradopor el antojo de los otros,y ahora, yo, Juan, empiezo a entregar la simpleza de mi nombre breve." Los suicidas tienen las nocheshendidas en las carnesasíantes de ser suicidasfueron heridossabios locosniños santosy queriendo fugarfugaron hacia el todoo la nada.a qué decirel último beso lloradoa qué decirmano extendida secretoflecha voladorahacia circunstancias imposiblesa qué decirvolverán los suicidassi no vuelvensi reposan o nodetrás del peregrino mantoo de las amistosas coronas empapadaspor la luz del fríoa qué decir si ya no regresala costumbre que tienen los suicidasde anunciar a cada hora su locuraaturde el pecho lo deshace,y a no decir nuncacuándo es el momento de la muerte:ventana abiertao unas piedrecillassobre la mesa de luzy ya estáya paso todo o comienza qué hay detrás de lo que hayni un muebleni una lunani una causa sí un túnel telefónico:voz a vozsólo tu boca cierta borrar el signoborrar la pena.que alguien se apiadade lo que no fui, de lo que no hice. con vino suave la cariciadebajo de mi cuerpo las garras. la presencia de lo pasadoaún abunda en mi pecho. Qué bien estaba ese guachito de gambas recias, culo hermoso,guachito silbador. Veía su cuerpo retacón y fuerte, yo, desde la ventana del Bar Humboldt.El Guachito caminaba con movimientos seguros, atrapados en un pantalón corto y una remera negra. Silbaba. La espalda grande retozaba dentro de su remera. Me acorde del Tano Fiorelli cuando me dijo que García Lorca explicaba que un hombre de espalda ancha debería ser feliz cuando se acostara porque se daba cuenta de lo poderosa que eran; esto me lo dijo el Tano Fiorelli, porque yo, de libro niaí.Iba al lado de una mujer de pelo rubio anclada en los 50. Entraron al bar. Me acerqué a él y le dije algo. Paró de silbar y me miró: 2 ojos grandes y negros, totalmente pelado. Miré hacia abajo. Tenía unos pies hermosos metidos en ojotas blancas. Dedo gordo pedigüeño, pensé. Más tarde, y ya en otro lugar, con sus bracitos cónicos intentó abrazarme. Y yo lo dejé. Al guachito silbador. Fue como un olor a campo, a florecitas húmedas. El hizo todo para que yo fuera feliz, pero yo pensaba que lo que mas me atraía era su silbo.-Guachito- le dije- ¿cómo era...? Tu, tururú, tu... ¿y qué más? Me tapó la boca con la mano mientras me tenía apretado, y empezó a silbar.Me pareció tocar el cielo con las manos. Había encontrado el colorido sonajero de mi infancia. Se busca un lugar donde el humo sea recuerdo verde.El sabor, muchas horas en la vida. Se buscaun principio para la libertad y la risa. Se buscanpequeñosbálsamostardíos. El miedo a la locura me arrastra a cometer otro delito cuando me asomo al paisaje y arde como si yo fuera el culpable. Yo sentí el amor que ama y el que destruye, y creí que del espejo no regresaría. La lluvia me despoja en mitad de un camino que no entiendo,pero el hueso queda exhumando la necesidad del amor. Todo mi tren es un largo viaje como un juguete secreto:esa otra zona, ese otro ritmo que impone lo surcado en la espesuramarca la distancia que yo habito. (Las letanías de la muerte no son la muerte misma, pero traen montañas desrtruyéndose,faros ajenos a pique, la iniciación glacial de un calendario.) La imposibilidad crece cuando el tumulto nos reclama y el minotauro de la locuracomienza a arder en la cabeza del ser más inocente. En la belleza de quien ya no está se forja el poema primero,mientras hablo de suertes pasadas,de paisajes altivos -Praga-,y de alguna caricia que el placer conserva. Tengo la fortuna de querer la oscuridad,como esos castillos volantes quieren la suya. Entonces recupero lo que dijeron desde adentro las palabras,y las suelto como a un violín que repite melodías en tardes ausentes y lluviosas.Esas tardes de Malá Strana. Siento mis deseos cuando sueño cierto barco deshecho en el Moldavaque no termina de naufragar. Encontrémonos Encontrémonos Dónde nació este lazo cuyo cordón de amor es la zona más hermosa de mi saqueda playa. Toma esta voz apremianteque te ofrezco;este asesino que bebe su embate de hielo,sólo para comprender,la mezquina sombrade estar vivo. Las torres transmiten entre sí el misterio.Adornado por la historia, un niño, que se llama Guglielmo,sale de la iglesia, y corre.Sobre una colina, viejos castillos medievales.En la plaza de la Cisternael niño vuelve hacia mí, y me pregunta algo.Yo a mi vez le pregunto.Sobre las torres, un silencio inacabable. Guillermo Capece Territorio de pájarosmi memoria,se acerca a tu vigilia. Caballos de colores amplios,los recuerdos,cancelan otros ojos. Quizás haya sido un magoquien me habló de típor vez primera,pues no fue el loboque llegué a alimentarcon el polvo azulrecogido de tu cuerpo. Viajo al paísdonde las miradasson pedazos de huellas. Me detengoen el puente de mis manos,y escribo astillas,puños, sinsabores,para que el olvido diga su sangre de bronce. Yo sólo máscaras.Cuando saco una salta otra,y otra, y otra.Hasta que por finsólo huesos. Yo,el que duerme por tus ojos,el que recita sólo las estrofas aquellasaprendidas en remotos momentos:ese romance que tuvimos con el preciado vino azul; yo,porque ahora estás hecho de memorias,vengo a tu sombra y digo:no lloraré;la fiesta ha terminado.Nada vale la penasi estas tan lejos y perdido,tiritando, bajo los capiteles de la nocheo en los arcos claros de la mañana.Dame la libertad.La necesito.Para construírte cercano a míbusqué la tierra más desierta.Todos los misterios del mundo son inciertoscuando tu recuerdo llama. Como miel, maná recién caído del cielo, frutas con formas ridículaspara llegar al límite de tu corazón lujoso,pero no puedo. Quiero estar cerca de tíy a la vez lejano. Ahora una definitiva forma nos envuelve;nos sostiene el náufrago que estos versos me dicta. Guillermo Capece I Un hombre que consuma ratasno es digno de cualquier miradapero ese hombre que consume ratasno ha sido besado nunca en la noche II Dos palomas en vuelo dispuestas a dejarun pequeño cangrejo entre los labios de un ser que amó y sigue amando.Pero los labios están tiznados casi ausentesy miran, cómo el evanescente volar de las palomashuye hacia otro fuego IIIAh, la Ausencia me mata me mata este cuerpo: una pequeña avellana que riza tu pelo lloroso; cientos de águilas con sus alas maltrechas persiguen tu aliento entre las espesas tierras del mar.Yo amé tu sexo envidiado por los labios de dementes desgarradosque se juntaban en la calle para aumentar el placer de verlo como a un vaso de licor bebido a la hora de la sed infame.Sólo las águilas comprendían mi acto de desesperada lujuria,mi deseo endemoniado partido en mis carnes en penumbras.Ellas compartían conmigo como en un acto de fiebreel calor de libar el aire de tus brazos peregrinosque sólo sirvieron para trizar las penas de unos cuantos díasy poder amarnos.Ahora es vacío.Desnudo, cierro los ojos de mis ojosmuerdo otra sangre antes de que los maleficios crien escorpiones en tus hombros; canciones insolentes se expanden en mi boca;un hombre en un bar corre sobre el teclado de un piano como si huyera de sí mismo.Yo me dedico a mirar ardorosamenteel tiempo que pasa. Guillermo Capece Reapareces como una paloma confusa,y me traes los años pasados para que estén conmigo. Nos vemos. No nos vemos. Nos miramos en todos los frentes;dicho en otras palabras: ¿reencuentro?Sólo en el mapa de la memoria. Cómo ahora se queja se aleja mi cuerpo,se queja bajo una baranda de frío. Alguna vez, si nos encontrásemos en mitad de una habitaciónfina como un hilo,te diré cómo sucedieron las cosas. Guillermo Capece , ¿Qué derrota antigua, impidió nuestro encuentro? Nuestras vidas se parecen a la noche de Cartago, que Roma nunca entendió. Te amé como no se debe que es el único modo de amar. Ya no importa que la lluvia cae incesante sobre mi suelo sin ninguna flor. Guardo en mi memoria el árbol en cuya sombra nos recostamos para hacer la paz. Juro por los dioses que no existen que te amaré de Norte a Sur. Aunque habites el Oeste sangrante y yo te susurre amor desde Este, mi ser. Ven.Atrévete a cruzar el río que sacude,y trae contigo las cuentas de agua de colorescon las que jugábamos al alba.Ponte el hábito de humo que lucías echado en el follaje de bosques en la lluvia. Yo elijo octubre para que vengas,porque en octubre las mariposas maduraspara obsequiarte estarán listashasta que el aire las atrape,y las transforme en un sola palabra,hasta que en mis ojossiga cayendo la avidez del instinto,y se hayan limpiado o node sus maravillosas visiones. Ven, bajo el castigo que nadie percibe,pero tú sí, porque el castigo te conocecomo alguien que ha pactado en secreto. Cumple entonces con el cometido.Saca ese cuchillo de las doce,y con dulzura pero con impiedad,clávalo allí,donde mis audacias fueron múltiples,donde tengo más dolor que corazón,y despliega mi cuerpo prontamenteen el momento más anónimo del amor. Guillermo Capece En realidad los suicidas tienen razón, pero están equivocados. Tienen razón porque los problemas terminan con la muerte. Están equivocados porque los problemas no se solucionan con ella, es más, perviven… como una voz ultramarina que buscara una sirena… no dejaría de ser una voz, acaso poética, pero sin oídos que la escuchen.- El suicidio es suprimir mi yo en el mundo, porque no se pudo suprimir el mundo que me oprime. Tiene la dignidad del coraje absoluto, o de la cobardía absoluta, pero eso sí, no caben dudas, es el único absoluto absolutísimo que un ser humano puede brindar.- El velorio de los suicidas, es una ceremonia auténticamente horrible. Parece una cita de culpables, un hazme-llorar donde las lágrimas no son de dolor, sino también de culpa, de impotencia, de rabia. El velorio es algo que quizás acompañó al suicida, en su imaginación, como una de esas satisfacciones humanas que muy pocos, sólo los suicidas, pueden darse.- Pero no quiero hacer una apología. El suicidio termina en un fracaso, después del triunfo aparente, ¿por qué?, porque el tiempo, nos hace olvidarnos del suicida… de él y de la forma en que murió. En eso, los suicidas se parecen a todos los que moriremos de muerte natural. Ya ven, no hay trampas que valgan frente a ese destino que tenemos todos: el olvido. Ah… me voy a suicidar un poco (voy a dormir unas horas) y cuando resucite… leeré sus numerosos comentarios.- Chau! P.D: publicar para que nadie comente nada, acaso sea, suicidarse de veras. Salud! Esa noche era distinta. Howard, estaba solo… completamente. Quería acción, sentirse otro. Más bien, quería ser otra, o … sinceramente, quería ser la que era, puta, puta, muy puta, siquiera por una noche.- Ya no tenía la mirada atenta de mamá, que le encontraba ropa interior femenina en los lugares más insólitos, y le amonestaba… “Howard, eres un hombre” “Howard, basta de jugar a la nena, sino le digo todo a papá”. Quizás esa noche, después de todo, Howard no estaba solo, al contrario, Howard estaba consigo mismo, con “Helen”. Ese era el personaje que a Howard en realidad lo acompañaba. Su otra parte. Mejor dicho, su parte verdadera, él era ella, él era Helen.- Vistió sus diminutas ropitas interiores, en su cuerpito que ya disfrutaba plenamente. Ceñida de sedas y topacio, de chanel nº 5 y tacos altos. Venía el mejor momento. Atravesar el umbral de la puerta, y … por primera vez, salir al mundo, siendo la que es, siendo la que soy, se dijo, con aire de triunfo.- Las primeras miradas, lejos de ser censurantes, fueron agradablemente curiosas. La peluca rubia iluminaba la noche oscura. Un niño de la calle le lanzó un silbido sensual, ella siguió sin hacerle caso, no le gustaban los niños. Quería hombres, hombres recios y tiernos, hombres maduros y deseosos… de su cuerpo depilado, de su alma desnuda.- En la esquina, detenida frente a un semáforo, la abordó un transeúnte… “ven conmigo nena esta noche… tengo mi auto a media cuadra… acompáñame”…Con ese hombre, solamente con ese hombre, ella… toda tabú, no hubiera aceptado jamás. Era el papá de Howard, que acaso deseó a Helen, secretamente… siempre.- Esa noche no era distinta. Era la misma noche de siempre, con la luna vestida de luna.- Cada mañana tengo la vida reconstruida. desde que compartimos la ternura y la alcoba.Nuestro espejo, me devuelve tu imagen, de senos turgentes.y el reflejo de tu sonrisa diafana, como la vida misma.Me contemplo en tu mirar, y la calma me habita.Estas en las delicias de mis horas, dias,..y me convocan a inventar un futuro a tu lado.Nuestras soledades encontraron su destino.el olvido emigro.nuevamente sale a la caza de otro ser perdido. No vuelvas a caminarpor la senda en que perdistetus mejores ilusiones.Aquello ya pasó. No vuelvas a la misma puertaque te adentró engañadoen los besos traicioneros.Aquello ya pasó. No vuelvas a creer sofismas huerosde teorías cerradas en el aire.Aquello ya pasó. Los errores del pasadoallá quedaron,no volvamos a pisar el mismo polvode los caminos perdidos. (de "La caza del viento") Enrique González Matas En la vida debemos darnos el valor y el respeto con eso no me refiero a las personas gay si no aquellas personas que no toleran dicha personalidad, porque ofender a un ser igual a ti? Porque humillar a una persona que tiene tus mismos derechos? La cuestión no es apoyar lo que ellos hagan si no , brindar nuestra solidaridad y obtener los beneficios positivos que nos pueda ofrecer ese tipo de personas y agregarlos a mi vida y los malos , solo debemos botarlo y olvidarnos de que esa persona comparte otras creencias que yo . Porque debemos ofender a una persona que llego a este mundo sin preferencia sexual , así como tu sientes algo por tu sexo opuesto otros lo sienten con su mismo sexo .si cada ser humano hace esta dinámica puedo prometer que en el mundo haya paz pero cada cabeza es un mundo y hay personas que no se pueden manejar .
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martin yuri callisaya miranda
saludos
Hoz Leudnadez
Silvia Ins Mazziotti
Seelvy
Niain
A veces me faltan pulmones para respirarlos...
Gracias por el último detalle, muchas gracias
Annita
Muy alegre de verte por mis lares.
Afectuoso abrazo
Guillermo Capece
Guillermo Capece
eres tan bella como en la fotografia?
Miel
Miel
Estoy paseando por tus textos y noto, con alegría y gratitud, tu loable entusiasmo por publicar la poesía de nuestros valores latinoamericanos. Va un gran saludo y mi promesa de pasar a leerlos con calma con la dedicacion que se merecen. A raíz de tu mención a la gran poeta, estoy dedicada al estudio de Alejandra Pizarnik con mayor profundidad
Muchas gracias por compartir tus conocimientos con nosotros. Me complace mucho saber quecontamos con un amigo cuya vasta cultura literaria nos motiva y orienta hacia algo nuevo cada días.
Y sí, hay que tener mucho cuidado con los adjetivos. Pueden enriquecer inmensamente, pero mal utilizados puden matar, como expresa Huidobro. Hay un pequeño fragmento de Carpentier sobre los adjetivos, veré si lo puedo encontrar.
Un abrazo muy cordial,
Miel
Francisco Perez