• Guillermo Capece
GuillermoO
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  • País: Argentina
 
la soledad de quienestá vacío y no pide reparo la piel de tu boca cuando se agranda mi lengua sobre tus párpadosojos oscurosnegros incesantesdos voces   mil vecesmi deseo sobre tu cuerpotu cuerpo como deseo pero no hay luzapenas un pequeño faroliluminael nudo de la sogala soga en la garganta   
 mientras llegas tengo queinundar el miedofabricar un hechiceromentir que existo tu manotocará el fondo de mi pieldonde las aguas se precipitanen cascadas invisiblessobre pájaros ajenos las grietas de mi pielme fascinanson insolentes   respiran sofocadamenteintervienen en un juego de naipesdonde alguien pierdedonde alguien ganadonde caballos al galopeme arrastrancon suaves golpessin perdón ni dudashablan como silbandotedios y adversidadesy yo me sientorápidamenteangustiado   corrompido y alegre mi caricia agotada habla de tí: (aquella vez cuando pudimos crearhoguerasen la alcoba del hábito y del amor (1)y quedamos más huérfanosque nuestros encuentrosmás desengañados de nuestros cuerposcallándose en crujidosmás humildes que nuestroposible amor intacto) cuando lleguesrecuerda tocarmi pielmirar hacia un rincónnunca acabadomi cabeza dolerá en el centro mismo del mundoyo estaré comiendoun pobre pan de arrozbordeándote el deseocontruyéndome a mí mismotu regreso.               Guillermo Capece(1) en cursiva: del poema Tú, de Jorge Luis Borges (El oro de los tigres)
La espera
Autor: Guillermo Capece  271 Lecturas
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No veo más que a un niño callando su nombre,mientras la ciudad grita en lo inesperado de la noche. Cuando todos queman hojas a sus piesel niño florece dentro de la lluvia.  La locura de ser otro se agiganta cuando estoy solo. 
Islas
Autor: Guillermo Capece  358 Lecturas
Camina corazón antiguo,la belleza del sol ya es opaca.Candados a mi corazón,y en mi sexo pulseras vanidosas,pues sólo el contacto con su bocalo amontona como si fuera un ave brava.También sus ojos  -porque con solo escuchar sus ojos lo sé-,y sus anheladas manos donde han habido dudas y naufragios,harán, que esta noche,mi cumpleaños canteal amigo que ha venido a desearme.    
El lobo me convoca con voces amarillas,  y es grato sentir el miedo provocado por sus párpados en vuelo. Sus fauces son la pasión que aguardan mis abrazos. Es el amor esperándome, irrenunciable; pero yo no pido mucho: sólo el retumbo de su aullido secreto y su piel pintada de nieve. Todo es gélido menos la boca del lobo.   
Me asomo al puerto y me abarca como una sonrisa. Quiero dejar silencios en lo pródigo de las naves fondeadas, mientras el río titila. Te asombras de que nadie venga a salvarte; y los gatos cercanos señalan el largo camino hacia Éfeso. Sin embargo los amantes cavilan bajo la luna: tal vez un gran perdón, y ninguna, ninguna pregunta.   
La tardecita cubre de marrón intenso los muebles de la casa.Mi alma en paz regresa en puntillas.La muy tonta se había ido a pasear sus penas al zoo.Y allí, entre jirafas y rinocerontes,vió de pronto un pájaro suavey se enamoró de él.Qué tonta , qué tonta eres, le digo.Acaso no sabes que los pájaros, sobre todo los de dulce plumaje son aviesos ladrones de amor,y que no lo devuelven?  
Cuento
Autor: Guillermo Capece  325 Lecturas
Deja que el viento te cubra con mi sonrisa,o de otro, es igual;pero que a la pasión se sume siempre tu cuello complaciente,y que unas manos lúbricasacaricien el cuerpo elegidoen un juego fuerte y armoniosohasta que llegues a mis brazos...y que no necesite untar con celos tu figuraen el preludio de una noche tibia en que tres cuerposse juntan y se aman,hasta llegar a ese cruce mágico entre la noche y el alba. 
pero de tanto mirar tus ojosperdí los míos en tus manosde tanto acariciartesupe que mi tacto dominaba el universo de tanto amarte te perdírecuperandola aventura triste de estar soloapenas se si tu boca se abre cuando besas(prolijamenteun tigre hurga el fondo de tu gargantay te mueres muriendo  como yo,vencido.) 
La pena
Autor: Guillermo Capece  320 Lecturas
                                                             Mamá, alcánzame la pasión.                                                                       Miguel Ángel Groppo (de "Belladonna")Río de hierba y de sigilo. En esa tumba descansa mi madre, muerta por su propia mano, o por la mano de su madre.Ahora compraré flores con ropas ciudadanas pero estaré desnudo como ángel de la ensoñación.¿A qué dejarme recuerdos? ¿Para qué hacerme preguntas? El día de su muerte algo la despertóen la madrugada. Había sido un grito, o algo parecido, tal vez un alarido.Luego murió. Tengo miedo de las pesadillas: un sótano contiene a otro sótano, y éste a su vez a otro. Y en el fondo brillantes barandas conducen al fuego que no mata, que no es fuego, sino algo que deseca a los infelices que allí caen en busca de amor.Lo más terrible es lo temible del sueño:la pesadilla feroz de nuestro inconciente, impiadosa,que nos detiene en la sombra de las sombras, en lo oscuro del ser.Y es que no despertamos ni siquiera cuando una mano despaciosa nos ahorca,o el cadáver de los muertos nos hace ver lo que seremos.La muerte será igual, y para siempre.Pero no tiembles: no hay peligro de muerte por ahora, me digo. Los niños se asustan. Tú eres adulto y tienes la cabeza sobre los hombros. Nadie te la sacará, me digo.A menos que el niño que sufre en tu interior sea el Maléfico, más antiguo que tú mismo.Madre: nunca seré tus ojos ni tus manos. Soy el loco jardinero que hace licores con las plantasrojas de los cactus.Cincuenta mil niños mueren de hambre cada día, y yo subsistí, pero me harán polvo, voy a morir y desapareceré. Voy a morir el día en que la marea atraiga la penumbra y tus manos.Agua transparente sobre el musgo. Eso soy. ¿Quiién deseó mis abrazos? ¿Quién bajó desdeel camino y graciosamente dijo: "eres el elegido de los campos amados?" Nadie. Ahora el apuro del equlibrista. Yo sostengo el filo, con acuerdo o sin ellos. Ya el sabor infinito. Pero distintas aguas nos separan, aunque duela adentro la que habita. Llueve dentro de mi cuerpo y el tuyo está tan seco.Pronto será el amanecer, cuando desovan los peces en los mares del Caribe, cuando renace el tiempo y las angustias se espantan; la hora en que los cormoranes -extrañamente-  vuelan al nivel de las nubes.Tengo ropa nueva y afuera nadie me espera.No sé cómo despedirme, madre. Pero sé que me despido, que salgo por el camino entre lasramas de los años, solo. No me persigas.¿puedo estar tan sola?, me preguntas. No lo sé. Ése es un rato muy largo. No se sale de ahí fácilmente. Sin mengua de la piel, de los brazos, del rostro. El espectáculo es continuo.                               Guillermo Capece                  
Carta II
Autor: Guillermo Capece  354 Lecturas
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La suave brisa me convierte en pájaro.La hora de la tarde ayuda a pensar que estoy soñando,y que cerca de mi tumba,los cazadores en duermevelacolocados alrededor del vino, cantan.Cazadores y pájaro, lo mismo.El dibujo gris de mi ventanahabla a mi memoriacomo si yo fuera un pájaro que sueña. G.C. 
Ver pasar
Autor: Guillermo Capece  370 Lecturas
       Porque no hay que hacerle asco a la vida, le decía yo los otros días a los muchachos. Carajo: a mí sí que me pateó fuerte. Pero con todo, siempre avanti. Y sí, Pirulo: fijate que si no hubiera sido por la poca suerte que tuve al debutar en el Palermo Palace, ya estaría cantando en la radio.Allí me llevó el caradura del Nene. Me presentó al palurdo ése que se puso a reír, pero después cuando me escuchó le dijo algo al oído, y a la semana siguiente yo debutaba como El gorila cantor, vestido con una piel de mono. Atorrante el palurdo ése.Estaba en la cosa y sabía como enyenarse de guita. Vos conocés la voz que tengo, Pirulo. Me sale de adentro, como si fuera un rezo: por eso elegí ponerme Carlos Dergal, pero el palurdo quiso un nombre que fuera golpe.-Dejate el Dergal, si querés- me dijo- pero para la promoción yo te pongo El gorila cantor, y me salís con piel de mono.El Nene me convenció, y como él era siempre el encargado de llevarme a todos lados, me empujó al Once a comprar un género marrón para que doña Julia me hiciera la piel de mono.El domingo que vino a buscarme para ensayar, yo hacía rato que me había despertado, y me encontró en la cama cantando Shusheta, tanto como para hacer entrar en calor a la garganta.-Servime una caña, Nene -le dije- y servite otra vos.Me preguntó si tenía miedo. A mí preguntarme si tenía miedo... Después me alcanzó la silla y me sentó.¿Sabés Pirulo que lo primero en que pensé fue en el traje? Aunque no me gustara salir disfrazado,porque era asqueroso ponerme la piel de mono... ¡necesitaba ver el traje!-Dámelo- le dije.Me acuerdo que el Nene abrió el paquete y allí estaba: marroncito y suave. Un verdadero traje de mono.¿Sabés que me emocionó y quise probármelo enseguida? El Nene me preguntó si me ayudaba. -No- le dije- yo puedo solo. Porque a veces también me sale el orgullo delante del Nene.  Y arrimó la silla al espejo para que me viera; y la puta, Pirulo, ¡tan mal no me quedaba! Pero había algo que no pegaba: Carlos Dergal no podía salir vestido con una piel de mono, ¡ni soñando! "Claro", me dijo el palurdo después. "Eso lo sabe cualquiera, pibe. Tu futuro está en promocionarte como El gorila cantor."  Pero yo no soy sietemesino; yo soy normal, hermano. Sólo que me faltan las manos y nací con las piernas cortas, pero no soy sietemesino, por eso las cosas me tenían que ir bien, ¿me entendés?Cuando debuté estaba más contento que un novio. El locutor gritaba:-Y ahora con todos ustedes... ¡El gorila cantorrr! ¡El gorila cantorrr...!Y ahi aparecí yo, con mi traje de mono luciente, en mi sillita empujada por el Nene, y te aseguro que estaba más contento que yo.Después vino lo que ya sabés. Empecé con Shusheta..., hice La última curda. El público estaba pegado al escenario para verme. Cuando empecé con el valsecito ese que nunca más voy a cantar, sentí que por debajo del traje de mono me corría algo caliente.Miré al guitarrista por si se daba cuenta. Pero él seguía en lo suyo. Y yo déle con la letra, pero un poco nervioso por la gente que la tenía tan cerca. Y después fue como un chorrito, Pirulo, unchorrito nomas que me llenó de miedo. Pero mientras cantaba el valsecito pensaba: nadie se va a dar cuenta, total es del mismo color del traje de mono. Pero oí la primera carcajada y fue terrible. El olor empezaba a salir de la tarima y llegaba al público, y yo sentía que me mojaba cada vez más.Y el guitarrista meta con el valsecito. Y yo meta con la letra, pero olvidándola por momentos, mirando la reacción de la gente. Las cosas que me decían, hermano. Cagón de mierda, me gritaban, Gorila cagón! A mí, Pirulo, a Carlos Dergal, al gran Carlos Dergal.Y veía que la gente se levantaba y se iba, que una botella errando su camino caia en la cabeza del guitarrista que me puteaba y también se iba. Quedaba yo solo frente a mi destino, Pirulo, yo solo.  Enseguida entró el palurdo, y en vez de componer las cosas, me empujo con fuerza la sillita hasta la salida donde estaba el Nene, y le gritó:-¡Vos y tu amigo se van a la puta madre que los reparió!Y ni siquiera me tiró un papel para limpiarme. Con el traje de mono puesto el Nene me llevó hasta la pensión. ¿Y sabés qué hice cuando me quedé solo mirándome en el espejo y limpiándome la mierda como podía? Me puse a llorar como un pendejo pensando en todos esos hijos de puta que andan sueltos, y se ríen de la desgracia de uno, como vos te reís ahora, y yo siento que no hay nada que hacerle, Pirulo, se rién, y no hay nada que hacerle.                                 Guillermo Capece (año 1979)
  ciempre kallé pero estoy dispuesto a hablarme: ¿quién es ese relámpago hijo de un relámpago que me acosa? ¿es, su locura sucia, algo que yo amo? debe bajar él para incendiarlo. ahora agotado de ultrajes descanso sobre algunas piedras móviles. espero.   el orden establecido hace hagua. G.C. 
ciempre kallé
Autor: Guillermo Capece  536 Lecturas
Subyugan como el cansancio de los puertosestas despedidas, estos reencuentros,estas formas violáceas de la muerte. Si no fuera asíen el jardín de tu frentehabría palomas bebiendo. GuillermoO Direc.NAc. del Derecho de autor 
Palomas bebiendo
Autor: Guillermo Capece  364 Lecturas
    1De todos estos inefables actos,// y también de esta huella perseguida/, no ha quedado más que un repartirme entre noches./Tocando bocas errabundas entraré a profesar la miseria./ Acaso un colosal pedido de auxilio/ sea como un rayo que termine candente queriendo habitar mi pecho.  2Se busca un lugar donde el humo sea recuerdo verde./ El sabor, muchas horas en la vida. Se busca/ un principio para la libertad y la risa. Se buscan ///pequeños/ bálsamos/ tardíos/.    GuillermoO/ D.N. de derecho de autor    
Miedo de mí
Autor: Guillermo Capece  622 Lecturas
                     Esclavo.              Encadenado al cobre,              abstemio y ciego para el vino,              ni con un lazo de miel te herí,              ni mis soldados te hirieron.              Sólo fue una batalla desgarrada,              el coral de los sueños en la pequeña mano mágica del olvido.                                                  Guillermo Capece
 adiós   pequeño Davidtu visión hace de mi capael color macilento de los muertosadiós hasta ahorano veré tu caminopues debo arrojar mis ojos a las calandriasque viajan lejosentre montes y montañasentre montones de nubessurcandojardines de párpadospara tu voz irrealizada te miro y mi cuerpo recorreel juego de las nochesla sabiduría del ladróny la sed para pintar alturasdonde renacenlas raíces del cedroy la hierba pegadacon soles de sangre amarillaa mis pupilas adiós hasta ahora tus manos de colores fijosno verán mi negro plato de comida,y nada de pedir socorro:bailarán los impíos o fingirán que están bailandopara no verte en desmesurapara no vermepara no reconocerteen el contorno ávido   Davidde tu nombre ahora baila soloyo contemplo en mi espejo de piedraesta mano que zambullereuniendo escarabajos agriospara nuestra cenadesnudos los dos como jóvenes hambrientos busca ya tu platoy tu rumbo  nunca más tomaré mi vino junto a un sueño                                   Guillermo Capece
Baila solo
Autor: Guillermo Capece  313 Lecturas
                          I no sólo lo que amamos es lo que perdemosel pájaro cóncavo de nuestros sueñosvuelay dibuja un estampa desconocida en el cielo                        IIahora atiende mi súplica:mezcla tu razón con mis demandastiré la máscara a un costadoy ví lo cierto:amar es la aventura de los lobos(a cuanta sinrazón le llegael sorprendido trance)deja que cierre mis ojos en el aguay juega tu mano amorosa con mi sexo    hasta que yo despierte
Poema
Autor: Guillermo Capece  377 Lecturas
                                                                   A Maximiliano                                      Imanosque nombraron a mis ojos en la ligera noche de abril cariciasque hicieron huír a los hacedores de la muerte labios que besaron otros labios que besaron otros labios mano que guió mi mano en llamas y la llevó al encuentro apacible de los sexos                                                                                                                                II ni la belleza de Antinoo te hace sombra ni la fuerza de Adrianote es extrañapues belleza y fuerza te enoblecen un poco más y has caminado el mundoel jardín que todas las noches pongo bajo tu almohada yo te distingo cada vez que te nombroentoncestu nombre emerge entre las cosas y las hace únicas tengo abierta la puerta para la música que fatigan los altos navíoscuando pasean al borde de colores y reliquias te regalo mi perro de cobrey mi corazónque hace tiempo gira alrededor de la tierratambién el ave que canta en la siesta diciendo sus amores vencon tus largos dedos mojados en la lluviay ahora échate al río   deseo la desnudez de tu cuerpover cómo tu cuerpo habla en cada rincón del míomientrasanimales de ojos titilantes te observan y recitanaquellos versos que inventamos en dos noches seguidascuando el frío se retirabapobre y vencido
Alabanza
Autor: Guillermo Capece  320 Lecturas
 IEntonces me contaste esa sorprendente historia según la cual las gentes del lugar tenían la costubre de vestir a los moribundos, estuvieran concientes o no, con la blanca y sutil mortaja de quienes dejan este mundo.La historia ya la conocía, pero tú creíste que para mí era nueva.Tú estabas siempre muy presente en las ceremonias fúnebres; y repentinamente, en la oscuridad, ibas hacia un ángulo de la habitación y te masturbabas. Tomabas de un frasco algunas gotas de Cola de Quirquincho, y seguías en esa práctica hasta el anochecer.Cuando cerraban el ataúd, el líquido viscoso saltaba de tu pene, y te distendías.Las cajas quedaban en las puertas de las casas tantos dias como años tuviera el muerto, luego lo enterraban al este de la carretera recién construída.La madera del ataúd estaba hecha de madera que los árboles cercanos daban, es decir que no resistían mucho los olores y líquidos que el difunto disparaba.Me contaste también (y yo lo sabía) que a veces, al elevar el cajón, algún agua pútrida se escurría y resbalaba sobre los hombres piadosos que lo transportaban, y eso te erizaba la piel: ibas hacia un árbol cualquiera, sacabas al aire tu miembro enriquecido, y, siempre vestido de negro, te entregabas al placer solitario. La belleza del cielo en su azul celeste acompañaba tu estremecimiento final. A la Universidad ibas tres veces por semana, y eras un alumno de excelencia. Nadie, sólo yo, ni siquiera tu amigo Nico, conocían tu secreto. Era tuyo, casi incompartible. A veces te daba miedo poseerlo, pero el placer era sin duda, superior al miedo.Mirabas esas caras demacradas, fueran de mujer o de hombre, mirabas las huellas que dejan los muertos en sus rostros, los mirabas fijamente como si fueran los de algún santo torturado en el S.XII.Te persignabas, tocabas la mortaja, y con esa misma mano te masturbabas en un baño cercano, y llegabas al éxtasis, y complacido pero culpable te retirabas del oficio con rapidez.Ignorabas el por qué de esa complacencia.II Creías que la amabas. Pero para eso debía de estar muerta, y muertos también sus hijos, para amarlos.Alguna vez pensaste en matarla, pero el crimen te horrorizaba. Sólo pensabas que la querías muerta, no viva. Viva te aterraba. No podías observar el color de sus ojos, la belleza de sus manos, el suave caminar en las tardes de marzo.Y cuando en verdad murió ("¡es mi cuerpo, es mi cuerpo!"), te estremeció el confluír de dos emociones que se clavaban en tu pecho: la tristeza y el deseo a la muerte, unívocamente tuyos.
Baco  últimos días del amor   (el llanto de Baco)  me sumo a tu implacable quererdame a beber el enigma  -sonidos de aquellos encuentros-para que sostenga los díascomo en un culto secreto no me he ocupado de mísino cuado tiemblocuando sospecho que ultiman mis deseosentonces  Baco  me beboa grandes sorbos  a grandes miedosa grandes huracanes o pensamientosdebújame tu cuerpoo haz de mí brebajespara aliviar verdades o supersticionesdonde los cristales se abrigany crecen  racimospara tus plenas cosechas siempre las noches recuerdan que fuimos olvidosy recrean para nosotrosmomentos dulces o álgidos
a Baco
Autor: Guillermo Capece  312 Lecturas
 Vivo sin saber que la noche se ausenta cada vez que me invade como un mar obligado,buscando su orilla. De los nardos, de lo más pesado de la memoria,de las australes sombras,hasta la parte más indefensa de mi corazón,el viento,con sus cruzas de aves silvestres levantó al verano,y la noche fue polvo, fascinación de un rito inacabado y antiguo. Pienso en su encierro agonizante hasta que el alba llama,en su impiedad con los hombres que mueren cuando refleja su reino entre múltiples estrellas,en sus ojos desbaratando mis ojos como dos grandes líneas de fuga. Ahora,ella baja nocturnamente,y me condena a jugadas tercamente hechas,a un final impredecible.                                  Guillermo Capece                             
 Ata tu red al gotear de la lluvia;mira que el viento sabe de venganzas y es tarde;Todos los trenes se retiran y pronto lanzarán su bruma. Antes de marzo debes atar la red para el refugio a la distancia.Debes citarte con tu alma.Beber la emoción de la selva que parece sollitaria,y el mapa de pequeñas hormigas hurgando las heridaste dirá que las lápidas son entregas fugaces.Queda la vida.Yo sé que un solo gesto tuyo recorre la mañana,y que mañana tu boca estará libre de silencios,atravesada de luz, humedecida por inevitables azules,besada por la boca que tu quieras.                        
El deseo
Autor: Guillermo Capece  324 Lecturas
 Pero los lobos se adueñaron de míy me arrojaron al fondo de la fiebre.Como en un acto falso de amor tomaron mi olvidada cabezay la tiraron en las calles, puertas, paredes vacías.Yo sabía de sus bellezas y sus culpas,pero nada pudo impedir mi perpetuo abrazo endemoniado. Sin embargo:hoy soy mi corazón sustraído de la bolsa más austral;soy el olor, la mano que no pide. Soy el sobresalto de la luna y el alimento primariode un consuelo que no llega.Hoy ellos son gotas de hiedras pegadas a mi saqueado cuerpo.Dientes blancos que fueron mis verdugos. Aquí mi desolación, mi urgente llamadoa esas preguntas maniatadas que nacen cuando el cuerpo se ha acalladoy sólo queda el fruto desordenado de lo que no fue.                                  Guillermo Capece 
Poema XV
Autor: Guillermo Capece  253 Lecturas
 La piel de tus ojos resbala sobre mi pecho cuando es invierno.Y en verano tus besos a mi boca acuden;pero en otoño me ragalas el paisaje nostalgioso de la tarde,y en invierno no conocemos el frío sino las caricias nocturnas, y tu cara ríe.Y la lluvia es una espléndida cortina que nos hace correr hasta encontrar la primavera.Entonces esperamos la madrugada para ver los jardines florecidos en el alba.Es cuando me conmueve la sed de beberte los brazos peregrinos.Y te das a mí con tu corazón secreto y tu alma donde las sombras fueron.No hay confusión. Eres el lugar donde siempre quise estar.Nosotros no moriremos porque la tierra es nuestra, mora muy adentro.Entonces cantas una canción antes extraña, pero que ahora es clara:habla del amor de los seres que llevan una estrella en la mano,y en la otra la ofrenda que te brindocálidamente.                                             Guillermo Capece
Las estaciones
Autor: Guillermo Capece  352 Lecturas
  Los suicidas tienen las nocheshendidas en las carnesasíantes de ser suicidasfueron heridossabios locosniños santosy queriendo fugarfugaron hacia el todoo la nada.a qué decirel último beso lloradoa qué decirmano extendida   secretoflecha voladorahacia circunstancias imposiblesa qué decirvolverán los suicidassi no vuelvensi reposan o nodetrás del peregrino mantoo de las amistosas coronas empapadaspor la luz del fríoa qué decir si ya no regresala costumbre que tienen los suicidasde anunciar a cada hora su locuraaturde el pecho   lo deshace,y a no decir nuncacuándo es el momento de la muerte:ventana abiertao unas piedrecillassobre la mesa de luzy ya estáya paso todo o comienza
Suicidas
Autor: Guillermo Capece  354 Lecturas
             I La luz de la lámpara aúlla su haz sobre mi duelo. Cada hoja de mi libro no es más que un soplo, y no las letras del poeta. Vuelvo enseguida a mi espanto. Vana faena, porque él, nunca abandonó mi carne.               II Iré en busca de razones de mi yo deshabitado, sin anuncios. ¿Quién es el ladrón? ¿Quién el canalla?Pero ¿quién es el que ama,el que manifiesta y no encuentra?(Si pudiera entenderque el amor es sólo una construcción de la soledad.)Doblo mi corazón sobre mi mano,manejo nubes, las lluvias y los llantos.Cae en los adoquines un viento noble y triste.Unos perros ladran. Yo camino hacia el apenas.      
Un viento noble
Autor: Guillermo Capece  410 Lecturas
Nocheen que maullaron los célebres gatos de la victoria,noche enjaulada por el único poder de mi mano,noche en que el espacio se estiray se acomoda a la noche misma,noche en la que la quietud de los árboles perecía al borde del abismoy el abismo todo era la noche;noche en que las cavernas más oscuras,temerosas, se volvieron blancas,noche en que saludé tu cabeza por vez postreray tu cabeza no se volvió para rescatar los sentirescaídos al fondo ciego de la noche;noche en que los pobres violaban sus cuerpos con cerrojospara no morir de hambre;sucia noche estrellada.Desde mi noche provoco los ecos, te convoco:y entonces, parado en mitad de un estupor,soy un gran gato filosofante,de esos agudos, elementales, pero sabios gatos silvestres,que al pie de siniestros basuralesbuscan amores, noches y comida.Soy el maullido de un magnífico gato insolente,su espasmo de supremo goce,su celeste ojo nocturno,su vientre inmolado a la oscura Noche Bestial,entre noches eternas de basura. 
El viejo pescador que hay en mírecoge lunas en las terrazas más iluminadas por la cruel pobreza. El abrazo llega demasiado tarde,cuando dicen que vendrán a salvarme,como si los espacios fueran voces de colmenas, desvaríos de una plegaria. Yo buscaba un punto de apoyo recostado en la celebración,un curioso golpear sobre los fuegos hasta saber que allí estaban. Pero nadie volverá de la distancia:todo será otra vez la súbita emboscada del comienzo.    
Ven. Atrévete a cruzar el río que sacude, y trae contigo las cuentas de agua de colores de cercaníacon las que jugábamos al alba.Ponte el hábito de humo que lucías echadoen el follaje del bosque en la lluvia. Yo elijo octubre para que vengas, porque en octubre estarán las mariposas maduras para obsequiarte,y el aire las atrapará,y hará con ellas una sola palabra,hasta que en mis ojos siga cayendo la avidez del instinto,y se hayan limpiado o no de sus maravillosas visiones. Ven, bajo la lluvia que nadie percibe,pero tú sí, porque la lluvia te conoce como alguien que ha sabido todos sus secretos. Cumple entonces con el cometido.Saca ese cuchillo de las doce,y con dulzura pero con impiedad,clávalo allí,donde mis audacias fueron múltiples,donde tengo más dolor que corazón,y despliega mi cuerpo en el momento más anónimo del amor.   
Modos prohibidos
Autor: Guillermo Capece  356 Lecturas
Sé en que adversidad,en qué tiempo,dentro de cuál misteriose encadena tu alma. Vano es pensar que te debes a otros,o que tus plantas no pisaronlo que el amor frecuenta. Miro las estrellas,la esperanzada nube tras lo rojo,y recuerdo mi encuentro entre tus ojos y los míos:los labios pudorosos temblando;tu entrega a lo ignorado. Ahora que te vas en lo impalpable de la noche,deja que la noche se deshoje,que gire en espiral hasta que el alba grite,y ven,hagamos un pacto:ni tu me conocesni yo te conozco. Por un momento tengamos silencio,y viajemos a algún país donde las plantas canten,y abreven licores junto a las garzas blancas. Y entonces..., no escuches esa música que suena con engaño;no te vayas aún,acuéstate conmigo.     
Revisa mis ojos:algo se mueve dentro de ellos en enmarañada trama.Me siento separado de la tierra,con fuego en las pupilas.Acabo de matar a un hombre.No sé que designio me guió,pero hubo una luz trágica en mi puño,una pasión insatisfecha,una pluma de ave tocando el fondo de mi garganta;como oír voces desatadas hechas para uno-atributos de poseído-bailando sobre palabras dolientes.Oye,revisa mis ojos.Qué idioma debo hablar sino el de mis entrañas.Maté a un hombre. A Sebastián.No me arrepiento.Aquí está la sangre ineludible, el duro pozo.Fue una tropilla de angustias acosándome el pecho(tan investido de tiempo,de terror de hombre solo),y un momento pequeño en que apreté el gatillohasta la fiereza inflexible de la bala.Maté a un hombre.Mira ahora mi cuerpo lánguido, sangrante,lejos de algún paraíso.Mira ahora caer la nieve sobre mis ojos. Me llamo Sebastián y mis ojos llorarán para siempre.   
 por una hoja cubierto, no más,tu cuerpo de varón no fue buscado por mujer ni por el ángel caído.Porque esa tarde,  hermoso,-como la hermosura de lo primero visto-incienso para tus pies, flores suavespara tu sexo de barro,te fueron otorgados,después que dejaste una pequeña parte de tu cuerpo,para una mujer que descubrió antes que tú,que eras magnífico.                                          G.C. 
Adán
Autor: Guillermo Capece  380 Lecturas
Amigo:oficiemos nuestro último encuentro: aquí te dejo una sandalia,una sóla, la que usé hasta ahora;tres botones de mi camisa rota;un hipocampo que nada en el mar de nuestros cuerpos,y que cacé -y no por capricho- para tí; y las aceitunas bañadas en azúcar que a tí te gustaban.... Aquí te dejo recortes de mi alma....Y un poquito, sólo un poquito de mi atribulada sangrepara que vean que los desclasados, los vulnerables, los que siempre tuvimos frío,también amamos.Mi saliva plateada hará riego en tu parque verde.Creeme: la vida no es así como la vivimos; es mejor.Hay música en las calles, la gente camina y a veces encuentra una estrella,fresca, recién caída, con la que puede levantar un castillo.Pero es cierto: nosotros no pudimos.Quién se llevó todo? Los poderosos nos maldijeron?Qué angustia nos poseyó y obligó al ocaso? A las turbias decepciones?Pero ahora digo:hagamos una revolución;la Revolución de los Débiles, de los ignorados, de los desencantados, de los desposeídos.Allí estaremos entre tantos, tú y yo, en avalancha,y así sabremos que no hará falta nada, ni el fulgor conmovido del verano.                                     G.C. 
Carta
Autor: Guillermo Capece  388 Lecturas
Soy el exiliado de algún sueño imposible.Los abrazosque acudieron como oficio de los dioses hoy son parcelas divididas en mi pechootiendas de pájaros para la venta o resurrección. Quítame este extraño traje de luto,ampárame,hasta borrar el mendigo que hay en mí.Ayúdame a vertir mi pequeña cosecha en una tierraque no sea minúscula,que no duela el alma.Hasta que la luz, ahora velada,me impulse a salir del pozo de silencios, me cubra para obtener nuevas razones,y pueda sostener, otra vez, tu cabeza entre mis manos.   Ahora sueña mi nombre.Dilo. G.C.  
Nuevo poema
Autor: Guillermo Capece  358 Lecturas
Bacoúltimos días del amorsatisfecho sólo por el llantoBacome sumo a tu implacable quererdame de beber el enigma   piedra o pasto-sonidos de aquellos encuentros-para que sostenga mi díacomo en un culto secreto no me he ocupado de mísino cuando tiemblocuando sospecho que ultimanmis deseos(cansado de desear)entonces   Baco   me beboa grandes sorbos   a grandes miedosa grandes huracanes o pensamientos dibújame tu cuerpoo has de mí brebajespara aliviar verdades o supersticionesdonde el amor se abriguey crezcan racimospara tus plenas cosechas.  G-C.      
   Yo,el que duerme por tus ojos,el que corre por las eternas piernas que le prestas,el que recita sólo las estrofas aquellas aprendidas en remotos momentos:ese romance que tuvimos con el preciso vino azul;yo,porque tus manos están hechas de leyenda,vengo a tu sombra y digo:no lloraré;la fiesta ha terminado.Nada vale la pena  si estás tan lejos y perdido,tiritando,bajo los capiteles de la nocheo en los arcos claros de la mañana. Dame la libertad.La necesito.Para construírte cerca de mí he de buscar la tierra más desierta.El mar más temeroso es un niño sobre sus olas altas,y todos los misterios del mundo son más ciertoscuando tu presencia llama. Quiero estar cerca de tíy a la vez lejano. (Te amo, tadavía.) Un definitivo recuerdo nos sostiene. G.C.Direc. Nac.del Derecho de autor 
 Ata tu red al gotear de la lluvia;mira que el viento sabe de venganzas y es tarde, todos los trenes se retiran y pronto lanzarán su bruma. Antes de marzo deberás atar tu red para el refugio en la distancia,y citarte con tu alma,a beber la emoción de la selva solitaria.El mapa de pequeñas hormigas hurgando las heridas te dirá que las tristezas son entregas fugaces.Queda la vida. Yo sé que un solo gesto tuyo recorre la mañana,y que mañana tu boca estará libre de silencios,atravesada de luz,humedecida por inevitables azules,besada por la boca que tu quieras.  G.C. 
El deseo
Autor: Guillermo Capece  525 Lecturas
Soy el camino de mí mismo y la desolación que se abraza a su senda,y tiembla, y borra las huellas para que no lo persigan. Estoy vacío de esos animales etruscos que me regaló la partida de unos ojos girando hacia las nubes. No puedo confiar en los sueños porque alguien les pone un asesino dentro. Me acuno cuando no me veo pues la vergüenza tiene el ropaje largo de los locos.  Hoy es domingo, y he estado todo el día ausente. Guillermo C.Direc. Nac. del Derecho de autor       
 Vivo embarcándome entre fieras.Mi rostro copiado me acecha.Yo fui el que corrió sin remedio traficando despojos.Dos minutos de cielo solamente.Lo demás fue un pan zurcido para que alcanzara.                                Guillermo Capece.        

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