• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
El marido llega de viaje, llama a su esposa quien por estar con su amante no sale a recibirlo. El joven esposo se sienta en la silla mecedora a esperar la bienvenida. Permanece en el mismo lugar durante quince, veinte, cincuenta y seis años hasta cuando la muerte lo sorprende. Un grito luctuoso acompaña el trágico suceso. Los amantes salen y ven el cadáver. Ella aclara: Era un hombre inteligente y trabajador, digno de admirar. Sollozando abraza el cadáver diciendo a la vez, fue la única persona a la cual de verdad llegué a querer. El amante, quien conserva su cuerpo juvenil, se deprime, se siente traicionado. Sin decir adiós abandona este amor, con el que pasó los más hermosos años de su vida.            
108   Herraduras perdidas hasta encontrar huellas de alcohólicos.            109   Hígados, úlceras, artrosis, depresiones, infecciones urinarias para la zarzaparrilla, merecedora de todo.           110   Sicologías de lombrices culonas abrevian penas a nalgas femeninas.             111   Cambia filosofías de Dios por garajes en alquiler.           112   No interfieras con anzuelos el diluvio universal en contra del pez.           113   Amputa pies a la medida de zapatos estrechos antes de pluralizar escorpiones y crímenes perfectos.        
102   Resonancia de carambolas hechas de acuerdo con el sonido de la escala en do menor de Bach.           103   En el saltar del gato se plasma una regla de tres compuesta.           104   La estampida onírica haciéndome llegar al remanso de tu sueño.           105   Extingue viento con viento, hazte Quijote del respirar.           106   Legiones de duendes tiemblan cuando pasa la mariposa.           107   Levanta fuego en la lámpara de gasolina, desde el filósofo que hay en ti.      
96   Gaviotas salen triunfantes del temblor de la gota.         97   A la velocidad de la luz pasa un grano de arroz, entre la garganta del limosnero.           98   El Papa resignado a estar de pies hasta cuando el oro se remodele en silla.         99   Dios borracho doblando esquinas de la mano del gato.     100   Dentro de la bolsa negra transcurre un existencialismo sin reproches.         101   Escorias, sonámbulos y arcángeles en el perímetro del azafrán.  
90   Que la respuesta se dé, sin formularse la pregunta.           91   Prosigue con cuidado, sin alterar el rumbo del rayo.           92   Como de costumbre ha caído otro aerolito en mi vaso de leche.         93   Se abre la vagina a la incandescente esperanza.             94   Se alquila alcoba sólo para ahorcarse.           95   En la mesa el puñal con el cual se decapitó el espectro.  
84          La bala perdida solicita la dirección del cráneo.         85   Con dudas pienso en el signo de interrogación, como si fuese un pleonasmo de cielo y tierra, rondando mi sangre converjo en latitudes de la zozobra.           86   En la casa por construir seré una aparición viviendo a mis anchas.                 87   Vete a las cinco, vete a las seis, vete a la hora de las flores, vete en el tiempo del murciélago, vete en el momento del sonido del agua sobre el zinc, vete en el transcurso de la sombrilla cerrada, vete porque sí, vete porque no, a las tres en punto cuando ha de ocurrir la granizada.           88   Del punto y coma, del monólogo interior del Ulises de Joyce, para allá.           89   “La pata sola”, danzando para un público indeciso.          
77  El analfabeta rumiando el destino del dos por dos.         78  Nadie más en el umbral de la granadilla, los labios se fueron a reposar sus roces.         79  Las palmas en el parque madurando por años la madrugada.         80  Poemas ladrándole al hueso por escribirse.         81  De las gafas al bastón el milagro del triciclo.      82  El fondo de la gota de leche, plagado de ladridos.         83  Proyecta la disciplina de tu existencia, según la oscilación del pañuelo extendido en el alambre.      
71   El gusano de seda y la araña tejiendo cuentos, hasta el amanecer del minotauro.           72   El trino del hermoso pájaro, posado en la mierda.           73   La loca al abrir su sombrilla entra en razón con la lluvia.           74   Me voy conmigo mismo, me llevo hasta la otra pisada de mi vida a brisa desperdigada.             75   El cero a la izquierda refracta, a manera de lágrima, la vida del mezquino.             76   Nueve bombillos negros posan sus alas abiertas sobre el guayacán florecido.          
64 De vez en cuando es bueno aplaudir por nada, ponderar la existencia del zancudo.         65 Mi sombra estornuda importunando la junta de sombras al pie del árbol genealógico.         66 El sonido de la lluvia eterna deja mudo al niño quien desde tiempos remotos cuida la entrada del caserío.         67 No tartamudees de amor, recurre donde las putas, ellas son lingüistas del amor.           68 El roto del tiempo deja ver las tres de la tarde del tercer canto del gallo.         69 Espera un poco más para ver el nacimiento de la piedra.         70 Gracias a Dios la sarna tiene perro.      
58 La cruz de orina bendice el aleteo sin fin.         59 El cero y su sombra de unos, predestinándole al universo la nada.         60 De vaso en vaso escapa la gota, de la amenaza del sol rojo hundiendo su daga ensangrentada de luz, sobre la bebida de llantén.         61 Ven, corramos por las calles de este barrio, arrastremos tras de nosotros el infinito.           62 Sumido en su ideología, el loro de cristal.         63 Agua dulce como sobremesa en el fondo del mar.    
Bajo el sol intenso, amparado en su apellido fuma marihuana. Las sombras de los árboles le son indiferentes. Sus ojos rojos son dos candiles de carne y hueso, por donde hierve todo su dolor de pertenecer a una de las familias más sanguinarias del pueblo.
¿Que soy poeta? Dudo ¿Que soy escritor? Dudo ¿Que soy alguien? Dudo ¿Que soy nada? Dudo   
DUDA
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  257 Lecturas
Un hombre me pregunta si estoy aliviado, si estoy enfermo, contesto: sí estoy aliviado, sí estoy enfermo. Despierto, y no sé si estoy aliviado o si estoy enfermo. Algo sí es verdad, llueve sobre las sombras bosquejando las tres en punto de la tarde.
Imagen
ALGO
Autor: Carlos Alberto Agudelo Arcila  276 Lecturas
El homicida, harto de sus atrocidades, optó por convertirse en jardinero. Ahora cuida las flores que embellecen los predios donde enterró a sus víctimas. Sin rubor, cree que todo pétalo equivale a cada uno de sus asesinatos. Piensa que la vida, sin compasión le enrostra su perversidad porque su plantación es la más exuberante de todo el territorio.    
“Conozco tus sueños tontos”, manifestó el emperador al esclavo. El siervo respondió: “Lo sé, majestad. Yo también sé de sus sueños dorados. Sin embargo, ¿qué diferencia hay entre lo suyo y lo mío, si todo es un sueño?” Emperador y esclavo tuvieron el mismo destino cuando el hombre que los soñaba entró en estado de vigilia. 
Fétido olor. El dinosaurio estaba y no estaba allí. Era sólo cuestión de gusto, imaginación y olfato del lector.  
Cuando le dije que ya no la quería, que después de tantos años me cansé de la rutina y mi decisión era dejarla, gritó: “¡eres un monstruo!”. Sólo atiné a lanzar un rugido, último adiós, y me arrastré hacia la alcantarilla. 
Después del Sumo Pontífice inferir que llevaba sangre de su sangre, resolvió hacerle pomposo funeral al zancudo.
El lobo y Caperucita Roja, son los únicos en saber que la abuela nunca existió.  
Soñé que cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. En realidad, cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí. 
Al decomisarle una realidad, le sentenciaron a la guillotina en la dictadura de la fantasía.
Fantasmas dando discursos de inauguración en las ruinas del coliseo.
42   El día aparece con su sombrero de agua sobre su cabeza de firmamento, ensimismándose de predicciones adónde llegar.         43   ¿Y si la silueta se hunde en su sombra antes del sol asistir a su propio funeral, será posible revertir la palabra y la flecha para fraguarles el infernal designio?           44   En el fondo del océano muertos azules, igual a la lejanía del mar.       45   Casas construidas con humedad a la orilla del dolor ajeno.         46   Borrar, con linterna en mano, la historia de Aristipo, dejar las lentejas para merienda del rey, luego de ser ignorado.           47   Pasos tardíos encaminándose hacia el encuentro consigo mismos, el tenis roto no permite aligerar el recorrido.         48   Lucifer, agotado, descansa sobre plumas de nubes de león, Dios inmisericordioso produce un rugido a modo de desalojo, la fauna del firmamento se enfurece, ahora el omnipotente peregrina con su orgullo herido entre la maleza de cirros, mientras a Satán se le observa regocijante, con sus almas bienamadas.           49   No hay meta, solo la esperanza de gasolina en este automóvil sin motor, sin carrocería, sin llantas, sin la realidad de ser carro.               50   Busca en el trino el viento, en el viento el pájaro, en el pájaro la hermosura del día, en el día el día exacto del trino, embalsamándose de viento, de pájaro, de la noche eyaculando la sombra del mosco, cuando canta desde la lejana leche el naufragio del mundo.   51   Poemas extraviados en la página sin escribirse andan como fantasmas arrastrando sus cadenas, entre puntos y acentuaciones saturadas de fosas en la palabra.        
21   Ladran algodones. Se desenrollan maullidos hasta atrapar el albor del perro.           22   Centenas de ventanas se abren para dejar salir la mariposa. Seis manchas vuelan a cubrir el roto del cristal, en otro andurrial del hemisferio.           23   Olas en el vaso se observan a través de la lejanía del azul.           24   Lejano añil disipando el índigo en sangre incolora, al vertebrarse el confín.             25   El sol da en la vagina. Su sombra se observa deliciosa. Un gallo lame el paraíso terrenal.           26   Apagar el bombillo igual a confrontar un misterio.           27   Palabras arrojadas a la saliva nadan contra la corriente del pensamiento.             28   La silueta del humo tras la pipa por encenderse.             29   La sombra del verano divisa la sombra del invierno sobrellevado por cinco sombras del pueblo, a una de ellas le caen sombras de gotas a través de la sombra del roto de su sombra de sombrilla. Las sombras atraviesan sombras de calles, van hacia las sombras de sus casas, sombras de agua, se quita la sombra de su vestimenta, su desnudez es luz, se avergüenza porque es una de las sombras más puritanas de la sombra del pueblo.           30   La ciudad sentada en el andén espera la llegada del día final, antes de ver terminado el más alto edificio del mundo, en el centro de sus propias entrañas, agitadas de maleantes, oficinistas y de tres ancianas ingresando a la iglesia de edificación estrambótica, donde a Dios mismo le es imposible entrar.           31   Dieciséis peces saltan del mar, ahora duermen entre el pico de dieciséis aves muertas, cerca al rocío iluminando la sangría de un libro, el cual jamás he de escribir.            
Dejo suceder todo: La luciérnaga resolviéndose en el silencio oscuro de la noche; los siglos cuando la conocí y el minuto de su olvido. El tufo sufrido por la proeza de mi palpitar. El castillo de naipes donde irrumpen mis zapatos rotos. Dejo suceder todo: Los zancudos en su festival de sangre. El vocerío nocturno de luces de neón ahuyentando de día al ladronzuelo; el mundo de los murciélagos entre zanjas de tinieblas. El estertor de una nonagenaria que ufanándose anteayer de sus quince años. Dejo suceder todo: El delirio espontáneo de una tempestad en troncos germinando el grito del agua sobre el tejado. O la melodía clásica de gotas de lluvia sobre mi cuerpo calcinado de sudor. Dejo suceder todo: El dolor hecho sanguijuela mientras un teniente del odio ensayó con el gato veneno recetado a un ejército de ratas. Dejo suceder todo: Luna la perra de mi casa escribiendo, con las entrañas de sus ladridos, un poema en la mirada ignorante de mi corazón; hasta el alba erótica con su sigilo eterno al llegar para hacerme el amor sobre mis ojos desnudos de sueño.  
La noche triste es un perro sarnoso, una manzana podrida. La noche triste es cuando nuestra sangre se contamina de soledad, desaguándose por el mundo de los ojos, el alma. La noche triste es cuando el hombre se derrumba yéndose por tremedales de desesperanzas, empantanando de dolor páginas en blanco.   La noche triste es la indiferencia del hermano, haciéndonos creer en la verdad de algún fantasma cruel.   Para no suceder nada así se requiere de un hombre en el cual la noche galope sus estrellas, el perro sarnoso se desinfecte hasta resplandecer sus alegrías, la manzana gesticule su dulzura. Entonces, el alma tiene razón de ser.          2

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