• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
Al árbol muerto se le han posado pájaros de plumaje vivo, haciéndole un jardín de flores al aire.
El marido llega de viaje, llama a su esposa quien por estar con su amante no sale a recibirlo. El joven esposo se sienta en la silla mecedora a esperar la bienvenida. Permanece en el mismo lugar durante quince, veinte, cincuenta y seis años hasta cuando la muerte lo sorprende. Un grito luctuoso acompaña el trágico suceso. Los amantes salen y ven el cadáver. Ella aclara: Era un hombre inteligente y trabajador, digno de admirar. Sollozando abraza el cadáver diciendo a la vez, fue la única persona a la cual de verdad llegué a querer. El amante, quien conserva su cuerpo juvenil, se deprime, se siente traicionado. Sin decir adiós abandona este amor, con el que pasó los más hermosos años de su vida.            
El celador de la noche abrió una puerta, después otra, luego otra, más tarde otra, por tanto otra, pronto otra, ergo otra, ulteriormente otra, seguidamente otra, posteriormente otra, subsiguientemente otra, consecutivamente otra, en el camino otra, detrás otra, de lance en lance otra, a continuación otra, de grado en grado otra, a la postre otra, al otro lado otra, lejos otra, inmediatamente otra, velozmente otra, raudamente otra, prontamente otra, apresuradamente otra, ágil otra, rápido otra, pues otra, por tanto otra, efectivamente otra, por ahí otra, porque sí otra, indudablemente otra, naturalmente otra, lógicamente otra, sospechosamente otra, amorosamente otra, ya otra, por ahora otra, otra, otra, otra… No quedó sobre la tierra oscuridad alguna, durante cuarenta y cinco años, la vida se tornó una fiesta. El celador de la noche jamás se volvió a ver, gritos de auxilio se escuchan detrás de la única puerta aún sin abrir.     
Luego de suicidarse se convirtió en fantasma. Mira cómo otros hombres se suicidan sin convertirse en fantasmas. Se siente privilegiado y acusa de incompetentes a quienes no llegaron a su naturaleza etérea. Tratando de exhibir su talento, se lanza desde una altura de kilómetros infinitos y cae como el común de los suicidas. En el cenáculo de fantasmas se rinde un minuto de silencio por el fantasma muerto.        
Los sueños son puertas abriéndose al infinito por donde aparecen personajes reales e imaginarios, la mayoría producidos por lapsus de la conciencia, “vía regia al inconsciente”. Esta fue parte de una conferencia dictada por el neurólogo Sigmund Freud en un sueño de Anna, su inspiradora de la teoría de la personalidad. “El sueño (la ilación de sus contenidos manifiestos) es una formación producida por el trabajo del sueño que transforma el material latente mediante la condensación, el desplazamiento, el trastorno en su contrario y diversos tratamientos que las representaciones inconscientes reciben, en virtud de su estructura, y que designo como desfiguración onírica”, terminó explicando el célebre neurólogo. Anna sigue soñando. Observa a Freud despertar. Lo ve abrir las ventanas del consultorio. Una luz infrarroja baña su cara, es la misma utilizada por el psiquiatra en horas de consulta. Un olor a alcohol la alerta y la regresa al estado de vigilia. Freud abre ventanas y a la vez sostiene una lámpara de luz infrarroja poniéndola junto a la cara de la paciente. El científico tropieza con una botella, al caer se produce un olor a alcohol. Todo este instante le hace recordar a Anna el sueño anterior con exactitud. Freud atraviesa el consultorio traspasando el cuerpo de Anna, se encuentra ansioso y melancólico porque hace tiempos no se ha podido comunicar con Anna, su paciente preferida.               
Este día es luz enredada: no alcanza a reflejar su sombra.  
Toco la puerta de entrada a mi hogar, abro. Me pregunto si estoy, me contesto: salí. Hacia dónde, respondo: al parque. Me invito a entrar, me espero. Dialogo conmigo mismo, hablamos trivialidades, me  ruborizo, me acuso de imbécil; después de la inútil espera me marcho. Media cuadra más adelante miro hacia atrás, un hombre toca en mi vivienda, abro, el hombre de afuera pregunta por mí, señalándome manifiesto: allí voy en busca de mí, en el parque. 
La aterroriza no fijarse en tormentas distantes, no escuchar rumores respecto a truenos aislados, no estar al tanto de terremotos lejanos, no cerciorarse de avalanchas al otro lado del continente, no darse cuenta de masacres ajenas a su vida personal, no percatarse de derrumbes allende de su entorno, no notar sequías apartadas de su hábitat, no avistar incendios en casas donde otros viven, no advertir epidemias en comunidades extranjeras, no enterarse de inundaciones en retiradas zonas de su comarca, no tener conocimiento de hambrunas en parajes fuera de su hábitat. La aterroriza no conocer la hora exacta cuando sucede cada una de estas calamidades, para tener la satisfacción de ser la primera en aguzar el oído a las noticias de televisión.      
Si una gotera lo abruma no hay problema. Primero quítese de donde cae la filtración, párese cerca el tiempo necesario y esté vigilante. Si la intranquilidad permanece, líbrese de sábanas, almohadas, colchón, tablas, cama, desbarate el piso, abra un hueco interminable, mire hacia el abismo, deduzca, piense, saque a relucir todos sus recursos intelectuales, no se deje afligir, recurra a los santos como intermediarios hasta llegar a Dios,  no se deje atemorizar por la moral,  acuda a cualquier recurso para solucionar su desventura, acuda a los entes políticos, gubernamentales, a la presidencia de la república, gaste sus ahorros para lograr una cita, con la intervención del Espíritu Santo, con el mismísimo Papa,  analice con cuidado la catástrofe. Si la gotera persiste, no queda otra solución: arreglar el techo.  
Cielo verde, lo palpo, cielo comida de vaca, cielo, lo mastico, mientras el cielo se torna azul bebo, bailo sobre este cielo verde, luz de savia concibiéndome en sombra embriagada. 
Caparazón, piedra respirando en tortuga. 
La lluvia ha callado su melodía clásica, sólo se escucha el agua goteando   del tejado. Casi silencio en mi silencio.  
Luna, luna animal de la casa, que en las noches de luna dos veces queda alumbrada: de luna, y de luna luna.
El hombre sale de la casa a las 7.30 de la mañana, va a la oficina, cumple con sus deberes, regresa a su hogar, almuerza, reposa un poco, vuelve a la oficina, a las seis de la tarde llega a su hogar, dialoga con su familia, ve informes en la pantalla chica, lee, se acuesta con su esposa, tiene relaciones sexuales con ella, duerme, al otro día se levanta, se baña, se viste, desayuna, se va para la oficina, al mediodía está en su residencia almorzando, cumple con la rutina, se va a la oficina, en la tarde está en la casa de nuevo haciendo lo de siempre. Los diarios y noticieros televisivos, como noticia de última hora, informan al respecto.   
Escribo amor con H, hasta amar el espanto presente en su locura. Amo el mundo con uvas, dan contra las plantas de mis pies. Bebo, amo, soy un caminante, Ignorante de la ortografía del amor sin H, la que en este mundo encarna lo normal del odio.
Aire abierto a la piedra desangrándose de sol, a la pierna mientras supura su andar amputado, al trino de la lluvia, a la lluvia del pájaro, al pan imposible masticado por el hambre de cada día, al pasto reverdeciendo la sombra de la vaca. Aire abierto a la magia del existir. Por si sola suena la flauta, a una serpiente por nacer.
No eres hermosa, mujer, es sólo el espacio que ocupas entre el viento, el que encarna la hermosura.
Transitar del cascabel silencioso en la noche de la luciérnaga muerta El silencio es estropeado por el cántico   agonizante de la cigarra.
Cuando estas muerta eres bella. Unida a la tierra floreciente, das tus frutos. Retoña otro mundo, nuevas esperanzas fluyen. Germinan palabras sonoras jamás salidas de tus labios. Tu voz es aleteo del lenguaje: trina, corre el cortinaje de sombras, llega hasta la piedra abriendo su ventanal de luz.  De pronto ese aire sereno, da un giro de huracán en tus entrañas, despiertas, el fragor inunda el viento. Lanzas gritos, abofetean las mejillas de mi asombro, dan contra las campanas del pueblo, de las ciudades vecinas. El sonido espanta, se quiebra el vidrio del día, las flores se marchitan, los gatos ladran, las hormigas renuncian a la miel; mis pasos se calcinan ante el crepitar de tu sangre. Todo es un estrago. ¡ Vives !       
Hombres -  perros, sin casa ni pan, sólo la noche con el sol al hombro, llagándose en la oquedad de la carne. No son hombres, no son perros, son el desamparo caminando, durmiendo igual a hombres a perros, sin casa ni pan. Hombres – perros, sin casa ni pan, Hombres – perros, sin casa ni pan, sólo tienen el hueso del día rumiado  por otro hombre, otro perro, con casa, con pan. Hombres – perros, sin casa ni pan.        
Sobre el maíz blanco el reflejo del maíz amarillo perdurando en la oscuridad.  
De pronto llegan a la memoria del hombre amnésico dioses plantaciones arrasadas en el transcurso de su existencia .
Poco importa si la tonada no se escucha en el instante de germinar el trigo.  
Te amo entre el crepúsculo iluminado por la flor Te amo desde la blancura vibrando en el cafetal Te amo como si mañana no me fueras a olvidar Te amo mujer por conocerte ¿te amaría luego?
Cola de caballo Diente de león Anamú Caléndula Zarza parrilla Albahaca Tomillo Malva Romero Manzanilla Boldo Hierba buena Llantén Valeriana Salvia Ruda Marrubio Apio poleo … picar cada una de estas plantas medicinales no sin antes mirar de arriba abajo la textura de sus hojas de su raíz del tallo advertir sus partes con un microscopio detallar gusanos y bacterias e inventarles un camino aparte para verlos soslayarse como se lo merecen de inmediato en tres gotas de baba de tigre cocinar a fuego rápido los arbustos curativos noventa y nueve años más tarde cinco segundos antes de terminar el siglo recostarse mirando el horizonte a través de un portillo diminuto reflexionar la alegría de haber nacido apreciar el entorno vacío sin rencor alguno En un cedazo colar el negro hasta ver derramar un agujero universal en el pocillo donde los poetas consumen cicuta Por último no dejarse llevar por entropías ni mal sanos humores Sin demora alguna ingerir de un solo sorbo el extracto antes de escribir un poema.  
Me amaste, moneda a moneda. Te ame, beso a beso. Me entregaste tu cuerpo con todas las delicias exigidas. Mujer bella como la manzana, dulce como la manzana, jugosa como la manzana, de piel tentadora como la manzana, manzana como la manzana. Me gustan tu sangre palpitante, la hondura de tus entrañas exigiendo el orgasmo. Por ti voy a testificarme que mi alma se llama Adán, así el mundo me grite Carlos.  
Los animales del mundo guardan silencio. El viento canta la melodía de la piedra, del río, del milagro de cada instante. Qué más da si dentro del acontecer mi vida es música peregrina.                                                                          
Eres tierna, pura, eterna, eres, eres, eres un pollito recién fallecido, todavía tibio, como cuando se muere, se muere, hasta respirar, respirar, tan bella, tan bella.
Te adjetivo y siento el verbo en mi paladar. Te amo bilingüe, en tu pelvis, en tu corazón. Te amo hasta la esperanza de quien no ha nacido. Te amo como cuando el maíz canta la aurora del gallo. Desde el ladrido la tarde te quiere, me quiere. ¿Me vas a querer después de maullar el mundo?
El roto en la cortina no es un agujero, es huella dejada por la mariposa, al escapar de la jaula tejida en aire de cortina.
La desnudez de la noche acampa en la desnudez de nuestros cuerpos. Extensión de piel de la noche, tú y yo. y noche articulándonos. Noche donde con el brazo de tu cuerpo entero, con la extremidad de todo mi ser, nos abrazamos. Tú y yo somos la noche, la noche, nosotros mismos.
Te propongo sólo por hoy, bueno, mañana y siempre, abrazarte sin decirte: te amo. Tú por ningún motivo manifiestes que me amas. Quiero del abrazo el abrazo, del amor el amor, tú y yo, tú y yo, las horas, la vida misma; si así sucede, nunca habrá reclamo alguno y pronto aprenderemos a verter un poco de café, sobre el azúcar del mundo.    
* Cadáver putrefacto de tiempo, el ayer.         *   Gota y existencia sedienta, el presente.       *     Espermatozoide sin hallar su perfil de luz, el mañana.         *     Espectro de vida, la vida sin amor.    
Mortecina en la vereda. Árboles de guayacán. El contraste es perfecto: equilibrio entre la vida y la muerte, entre lo siniestro y la hermosura. Universo vertiéndose en mi vida. Nado entre dos mundos: el punto de partida y la llegada misma. Los dedos de la tarde palpan la desnudez frondosa de la noche. Las cenizas del día se esparcen en la raíz de mis sueños.    

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