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Arthur Rimbaud escandalizaba en la París roja de la Comuna a los poetas de la rima y de la métrica. Llamaba a cambiar la vida. John Reed correteaba a Pancho Villa por el México insurgente y se conmovía en diez días ante la revolución de los soviets. Maikovski erizaba la piel de la revolución, reclamando el derecho al pan y a la poesía. Andre Breton proclamaba la unidad entre arte y revolución, definiedo al surrealismo como el comunismo del genio. Miguel Hernandez se pudría en Carabanchel. Roque Daltón huía de los paredones de fusilamiento de los militares para ser fusilado por sus camaradas. Paco Urondo caía en manos de los grupos de tareas, bajo el sol brillante de Mendoza. Hasta el stalinista Neruda marchaba cada tanto de exilio en exilio. Bertold Brecht se quejaba de poder con los elefantes y sucumbir ante los piojos. Cuerpo y palabra en una misma dirección. Tristes son los poetas y escritores adoradores del amor y respetuosos de las leyes. Inconmovibles frente a la vida. Rendidos frente a lo existente. Temerosos de incendiar el mundo y sentirlo crujir bajo sus pies. Soy un ángel exterminador a punto de contar mi historia. Pero tengo un inconveniente. Me cierran el ciber y la morocha es tan bonita que me reservo mi espada de fuego para hacer el trabajo sucio de Dios.Ya sabrán de mí. No saben lo solo que puede sentirse un ángel exterminador, a veces cuando deseo a alguien y lo tomo entre mis brazos hago de su cuerpo un montón de cenizas. Algunas mujeres frías y calculadoras de la alta sociedad coquetean conmigo. Las seduce la irresistible brutalidad del poder, la pompa elegante de un blanco uniforme de ángel y la espada de fuego. Ahora me tengo que ir. Hasta pronto. Un poema de amor estupido e innecesario, como todos los poemas de amor,un desperdicio de palabras,un tributo al cristianismo ahí donde el alma reina sobre los cuerpos Él era un morocho de sonrisa blanca y verga monumental. Muy maleducado, borracho y pendenciero.Ella una rubia fina de Belgrano de tetas paradas, gustos caros y titulo universitario.Uno de esos encuentros fortuitos los junto.Ella pedía a los gritos que se la clavara por el culo. Él le decía puta al oído y eso la calentaba. Ella negro de mierda haceme acabar.Él volvía al arrabal, ganador el negro, a contarles a los muchachos de la rubia trola que le entregaba el orto.Ella al spa donde las chicas estaban curiosas por la verga del morocho. Él comía choripan con vino tinto.Ella sushi con agua mineral.Ella soñaba con príncipes azules que la llevaran a Europa.Él con rubias finas que le entregaran el orto.Armonía de clases lo llamarían los sociólogos.Calentura de un rato las malas lenguas.Venganza plebeya, un anarquista.Un amor imposible las amigas.Una buena cojida los muchachos.Ante un hecho, distintas interpretaciones. Un hombre enterrado en una montaña de perros muertos.Su voz apagada ante la multitud Que clama con furiaLa verdad disecadaDifundida por aristócratas del nombrar las cosasDe exquisito paladar negro (Los perros muertos que hablanPara callar al hombre enterrado). Pequeña era ella. Sus pechos duros como rocas. Su boca gruesa como churrascos rojos y sangrantes. Sus ojos verde esmeralda. Rizos. Un cigarrillo en los labios le daban aire de arrabalera, pero no, a pesar del barrio en sus espaldas, ella era una señorita de oficina. Amaba con locura y devoción. No conocía el límite en ello. Pero el amor se comporta cruelmente con quien ama locamente. Y ese día él muchacho su amor le dijo -Amo a otra. Y todo su mundo se derrumbo. Un enorme odio tan parecido amor se apodero de ella. Mujer despechada y decidida a hacer del infierno su hogar. Con el tiempo se fue calmando. Se hizo más bella tan solo por despecho. Ascendió socialmente, se reconstruyo como persona. Ella nunca perdono lo sucedido. Había encontrado en el infierno un lugar acogedor. Las balas dirigidas el pecho del poeta.EstallaSangre hacia los fusiladores y la pared.Los buenos ciudadanos respiran tranquilos.La horda poética atea y bolchevique ha caído.Es hora de la restauración conservadoraDe la rima, del amor y de la palabra de Dios. Amen. La Negra Carla le dijo en el odio a Martín. -Estos me tiene podrida. La verdad tengo ganas de meterme unas rayas de coca y chuparte todo. Martín se rió y sin que nadie lo viera acaricio la pelvis de la Negra. La reunión seguía. Todos discutían encima de todos sin que nada quedara claro. Alguien abrió la ventana para ventilar el ambiente viciado por el humo espeso de los cigarrillos. El gordo argumentaba en contra de la idea de Martín de ponerle a una revista política de La Matanza de nombre La Barbarie. Argumentaba que no era entendible, que se confundía con la opción federal frente al antagonismo sarmientito de civilización o barbarie y que no decía nada. Martín por su parte sostenía que La Matanza era la expresión de La Barbarie en todos los aspectos que señalaba el gordo, era el lugar que la política liberal y los punteros peronistas que se aprovechaban de ella habían condenado a los trabajadores de La Matanza. La Barbarie era una ironía, decía Martín, para confundir a los muchachos del CdO y que no nos jodan en la actividad, para acercar a los peronistas de izquierda, para abrirnos a un público más critico, para dar cuenta que La Matanza era un cementerio de fabricas y desocupados deambulando por la Ruta 3. Clara y Andrés argumentaban a favor, Raúl y la China tenían dudas, Juan no hablaba, él tenía la posición oficial que era rechazar el proyecto por inviable. La orden del partido era abrir locales, no sacar revistitas sin sentido. Hacia calor y Clara se saco el buzo, y al hacerlo se levanto involuntariamente la remera, sus tetas quedaron al aire por un segundo. Los suficientes para que todos se quedaran viéndola. Clara se sonrojo y bajo la remera. Andrés dijo burlonamente -No tan rápido. Todos rieron. Clara contesto rápida- Bueno es algo que todos conocen. Nueva risa. La Negra le dice al odio a Martín -¿Y si hacemos una fiestita con Clara? Y por debajo de la mesa le toquetea la pija. Martín la frena. -Para Negra, terminemos la discusión. Pero la discusión se hizo interminable. A eso de las tres de la madrugada la Negra Carla, Martín, Gladys y el Gordo quedaron tirados en los colchones que poblaban casi siempre aquel departamento de militantes en San Justo. Tomaron un vino tinto y peinaron unas rayas de coca que la Negra tenia escondidas dentro de una de las patas de la cama. El Gordo puteo en voz alta -Tanto esfuerzo y discusión para nada. Al final todo es una orden de arriba. -Cálmate, le dijo Martín, lo hacemos igual como agrupación universitaria. La Negra corto la discusión desnudándose frente a todos. Gladys la imito. Tenía la pelvis poblada de una enorme mata de pelos rubios Gladys. El gordo y Martín no se resistieron. Era sábado y la noche había sido larga. El Chueco y yo éramos la custodia del Pelado en esa reunión con el poronga de la Federal. El pelado Carlos lo miraba fijo a los ojos y los ojos de aquel tipo eran fríos como un témpano de hielo. Su rostro cadavérico y su dedo sobre el gatillo de la Browning 45 hacia que tanto el Chueco como yo tuviéramos un escozor frío por la espalda. La verdad es que si querían en ese mismo instante a mi, al pelado Carlos y al Chueco nos reventaran en un abrir y cerrar de ojos, entre esas dársenas abandonadas del puerto de Buenos Aires. Era diciembre y hacia calor. Al pelado Carlos le caían gotas de la frente de su calva brillante. -¿Dónde tiene al negro Quieto? Si algo le pasa varios de ustedes van a pagar. Y los gestos de la mano donde llevaba la pistola no dejaban lugar a dudas de que se podía pudrir todo en un segundo si alguien se equivocaba un milímetro. Pero Harguindegy le contestaba imperturbable.-Mira Pelado, recién vengo de hablar con Viola, que todavía se esta sacando los escombros del uniforme por la bomba a Videla. Hay bronca. A Quieto no lo entregamos. Ahora es nuestro trofeo. Ustedes están confundidos. Para nosotros lo peor ya paso, ahora la balanza esta de nuestro lado. Han perdido, es una cuestión de tiempo. -Ustedes son la oligarquía en retirada, no nos asustan, tarde o temprano recuperaremos la ofensiva. - Y los empresarios son los que nos piden que les demos leña. ¿Cómo los llaman ustedes, los burgueses nacionales? Pero para ellos la Nación son estancias, fábricas y propiedades que defender. Nos piden orden para producir y, muchachos seamos serios, nosotros somos el orden. ¿Qué les hace pensar que vamos a dejarnos ganar por la bravata marxista en un país católico y militar como el nuestro?Yo lo miraba al Chueco y el Chueco lo miraba al Pelado que se le hinchaba de bronca la vena de la frente y parecía que iba a explotar de furia. -Nosotros representamos la fuerza del pueblo, pronto vamos a ser todo el peronismo. Nos bancamos a los gorilas, a ustedes los vamos a volver locos. -Jajajaja. Rió insultante Harguindegy -¿Que peronismo? Si ni Perón los quería ya, e Isabel nos nombro a nosotros para hacerlos mierda a ustedes y los loquitos de Santucho. Si ustedes son la fuerza del pueblo, cosa que dudo, ya hemos aprendido, no hay problema, destruiremos al pueblo y se acabo. -Ustedes son unos bocones, no saben de lo que es capaz el pueblo.-No señor. Ustedes son los que no tienen idea de nada. Ongania era una dictablanda al lado de lo que se viene con nosotros. Los vamos a hacer mierda y borrar del mapa. Van a extrañar al personaje grotesco ese de López Rega, Pelado, te lo aseguro. La charla termino de golpe. A Quieto no lo entregarían jamás. El Pelado quedo en silencio en todo el viaje de regreso. El Chueco y yo, no cruzamos ni palabra. A los días empezaron a caer lugares que solo el Negro conocía. La conducción dijo que se quebró. Era diciembre del '75, faltaba poco para que empezara una larga noche. Mi novia me dejaba y su amiga me consolaba Practicándome sexo oral.Al rato volvió mi noviaY se acostó con su amigaQue le daba besos en la bocaCon el gusto de mi semen.Yo estaba borracho y drogado.Corrí desnudo en la noche por la Ruta 3 A la altura de Casanova. Termine en un hospital con mi novia y su amigaChorreando sangreY vomitando en un lavabo.Fue una noche extrañaDonde el amor me enfermaba. El poeta se lanza al sueño en la noche narcotizada.Tarea imposible.La vida lo despierta. Con los sonidos aterradores de la madrugada.Ascensor.Colectivos.La marcha al trabajo.La prosa de la obediencia.Las musas desnudas se toquetean aburridas.No hay salidaEl poeta decide lanzarse al abismoDe las palabras insignificantes. Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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Oscar Franco
Te invito a leer y comentar alguno de mis poemas espero te gusten.
Un saludo y felicidades.
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Latoya Canibal