• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
 Habremos estado llenos de buenas intencionespero seremos juzgados por los hechos consumados.Habremos repudiado a esos mercenariospero nunca sabremos cómo perdonarlos,porque habremos caído de pronto en la cuentade que nada sabemos de los elefantes blancosni tampoco nada de los elefantes negros,absolutamente nada dentro del actual caos,absolutamente nada de lo que fuimos y seremos.Y cuando las imágenes se vuelvan inconcretas,tal huidizas, tan discontinuas y tan distantesque nos dará  pena y pavor al invocarlas,habremos perdido un tiempo preciosorecuperando el paraíso matinal de los pájaros de larosa, de los narcisos, de la blanca cala procaz y de la disyuntiva amorosa como el juego de ajedrez.Pero habremos recuperado el tiempo perdidodesandando resueltos por el sendero arbolado,por la extensión pujante de los sembrados,y a través de las cumbres heladas de vientos feéricos,porque  de nuevo habremos caído en la cuentaque a la hora de visitar a nuestros muertos,que a la hora de consumir rondas insomnes,que  a la hora en que el mundo entra en su cénit( con un faso apagado en mortecinos labios),con un rosario prendido a dedos insensibles,con un rostro espejado irreconocible en el baño,después del sueño marchito del que fuimos robados,y aún con el afán del amor insatisfecho,que seremos cien veces perdonadospor aquel que inclina la balanza del azar,por aquel que pierde con nuestras pobres mediaciones,por aquel guardián de nuestros 35.000 días vividos,vividos y soportados sin razones.Por los 35.000 días referidos a esta historia,- que pudo ser tuya, que pudo ser otra o pudo ser mía-.Y luego de vivir despechos extremados,injertados por esos dudosos héroes de barro,que dieron la espalda a la guerra fratricida,Y luego de ser ignorados y caer derrumbados,en el aciago despertar habremos exclamado:" ¡ Dónde están madres!¡ Dónde están hijos!"Y habremos salido del frío episodio con un:" No importa el milagro es existir."El milagro es respirar el universoconcedido a la aventura.El milagro es volvernos cabezas infantiles,rumores en las calles y en vocingleras plazas.El milagro es mirar a las novias invírgenes,tumbadas en plúmbeos lechos nupciales.Y habremos salido de aquel frío episodiohacia los tenues vagidos de la luz.Hacia la miríada de vagidos atemporales.Y habremos consumido de esos corazones duros,obstinados negadores de la propia sustancia,caricias, desplantes, absurdas instancias;de la tristeza triunfal al más triste fracasode cuando fuimos cruelmente vejados...Porque nunca sabré finalizar este poemaporque el final de este poema ya no existepero sí existe el palpable sentido de la vida,unida a la tortura de las épocas sombrías,porque sí existe la veladura de la verdad,y también existimos inciertamente vos y yo.Existimos quienes nombramos lo innombrable,Existimos quienes gritamos regularmentelos murmullos esenciales de la cegadora violencia,Y existe aunque más no sea nuestra Fe en Dios.En el milenario canon de poner la otra mejilla.En el milenario canon de aprender misericordia.En el milenario canon de aprender del Crucificado:" Amaos los unos a los otros, amaos...."Aunque el mundo anide de trampas amaosAunque el mundo sea torpemente desvastadoamaos lo unos a los otros, amaos, amaos...
Ofreces a mis brazos centelleantestus firmes contornos,Ofreces a mi intensidadla gran blancura de tu alma rica.Déjame entonces realizar el milagro:¡Que los cielos se detengan e ilumine la pasión!¡Qué los cielos se detengan y transformen en un haz de amor!
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¿Okey? ¡ Okey!
Autor: alberto carranza  1524 Lecturas
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                               Cebar Mate                                                autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato  que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos  idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso,  quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento.  Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos  aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor.    
Cebar Mate
Autor: alberto carranza  1212 Lecturas
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 Padeces de malos humores puescomo ojitos sueltos te embozas,subyaces en la noche sublunar,como máscaras superpuestas,vas buscando en ese camino inciertola venganza de la barbarie.Nunca te muestras en tu lealtadpues proyectas de tu euforia loclandestino de tu pobre condición.Y haces usos del lenguaje para regulartu inopia y aunque te descubras anteel pequeño altar, encarnas voces delas furias, pobres brujas anémicas,de singulares odios, de singulares brindis,que llagan la paz con cristales rotos,ante la redoma del homúnculo,ante lo efímero del Fausto eternizado,ante el pudor Werteriano, singular,único, muerto de amor y eternizado
 Los  Piolas.                         Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda?  y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones  y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos  blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro  ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su  "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó  el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir),  su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado  mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta.  El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre...   
Los Piolas
Autor: alberto carranza  1160 Lecturas
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 No soy mensajero de la tristeza ni de la luz,ni del Sicomoro que asoló a Venecia,no soy descubridor del misterio quecala en el espanto o en la sonrisa ni transijocon la realidad que desborda el mundoni olvido los cabellos blanqueados,ni las miradas dulcificadas después del dolor.No soy un amante desprejuiciado,ni amo por amar a las estrellas,ni caigo derrotado por tu engañocon el alma que se soltó de la lunauna noche predestinada a beber sin sed.Por eso siempre amaré la libertad y el vino que destila de tu mansa piel,pero no seré un loco porque acepte la derrota,o quiera ampararme en el fracasoo porque recorra desiertos de soledado emprenda peregrinajes absurdosy quiera de repente lanzarme a tus brazosdonde alguna vez besé el lunar que sucumbió.No quiero ser rapsoda de historias del pasado,ni espero comprendas cuánto admiro el cielo hoy o mañana cuando despierte ensayando una sonrisapara que el azar me revele el destino de los díaso el castigo de los días,o la nueva textura de los días,o de los miedos de los días y de la sangre que nunca,nunca se enfría. 
 Cuento de antes y después.                                       Autor: Alberto Carranza Fontanini.                               " Todas las horas hieren, la última mata"                                                    ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron  respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era.
 Fábula de la ilusión                               autor Alberto Carranza Fontanini.Kentsú leyó ( y su índice guió delicadamente la lectura), la frase del libro que detallaba la manera precisa de momificar mariposas que es un modo de eternizar. Después de esa interpretación supuso otra.Subyugada por el diseño extraño de las letras que contenían un significado inexplicable y recóndito, supuso que si develaba tal significado podría detentar para sí misma un magnífico poder, el todopoder con el cual sería capaz de transformar todo, incluso el pasaje hacia la muerte.En esa consciencia del topoder desaparecerían las dualidades, las incertidumbres y el misterio acerca de la verdad y le belleza se verificarían transparentes igual que el agua que corre sobre las  rocas montañosas y hasta los pequeños y grandes asuntos que preocupan a la humanidad serían fácilmente resueltos y desaparecerían como arrastrados por la levedad del soplo de una brisa.Kentsú releyó con morosidad las líneas azuladas del libro arcano. Y pudo visualizar una dimensión irreconocible de la existencia donde la liberación no es una Utopía. Percibió además las vibraciones del vacío, las tonalidades cegadoras de la luz en su esencia y,finalizada la reconcentrada lectura se dibujó en sus rostro la contrariedad, pues más allá de la interpretación casual, cada palabra contenía un signo cuyo sentido último se le escapaba como si hubiese sido concebido por mentes divinas unidas entre sí como el anverso y reverso de una misma moneda.Kentsú, igual que el políglota Champolión al descifrar los intrincados jeroglíficos egipcios, dominó su impaciencia y con admirable tenacidad examinó gradualmente los signos enigmáticos. Dos días consecutivos aplicó a la tarea. Durante ese tiempo no probó bocado ni concilió el sueño. Se desentumecía recorriendo nerviosamente los pasillos que desembocaban en el Jardín mustio por causa de las repetidas heladas y entonces decidió convertirlo en invernadero. Acariciaba la idea de que las flores y las plantas conservasen el esplendor de la juventud y de la belleza constante. Al retornar a las silenciosas habitaciones proyectó que debía llenarlas de sonidos melodiosos y sublimes y además revestir los anaqueles vacíos con setenta mil libros. Los pisos podían ser recubiertos con alfombrados agradables al paso; podía decorar los techos con frescos naturistas en contraste con las mesas de mármol que adornaría con jarrones blancos y renovaría cada día con flores. Todo eso podía hacer Kentsú con sus propias maravillosas manos pues creía poseer el secreto de recuperar la apariencia de la vida en cada objeto otorgándoles el don de la belleza peremne.Kentsú volvió a la lectura, de la cual había sido distraída por esos pensamientos, y recitó en escala las líneas misteriosas del libro arcano: poco a poco las hizo poesía, las hizo plegarias, las hizo culpa y perdón, las hizo lágrimas y las hizo risa hasta que cansada fue sumergiéndose en sueños recurrentes.Kentsú desdeñaba alhajas y amantes. No obstante, durante esos sueños, la seducía la inopinada presencia del Arco Iris cuya magnificencia podía atisbar desde el ventanal cuando las tormentas cesaban.Sólo al Arco Iris entregó Kentsú su amor, permitiendo que inquietase su alma pues el amante, tenebroso y voraz, solía manifestar compasión y dulzura hacia ella cada amanecer. El Arco Iris fue mancillando el honor de Kentsú: inevitablemente humillaba su espíritu cada vez que caía rendida de cansancio y se dormía; pero ella no podía revelarse y entregaba su amor en forma de danza, destinándole  cada noche sus labios y su cuerpo espigado y cimbreante. El último amanecer, Kentsú aguardó que el Arco Iris se desvaneciera en las altas montañas pues debía ya volver a la lectura del libro de lineas azules. Poco después, en el silencio de su estudio, la fría nieve que entró en ráfagas por el ventanal repentinamente abierto se derramó sobre su corazón y su virginidad, concebida durante esas agitadas noches.Entonces Kentsú comprendió que su aventura y anhelo de desentrañar el misterioso contenido del libro arcano había finalizado para siempre.  
Quienes defiendan la absolución,o defiendan el prejuicio y el temor,o defiendan la precaución y la tozudez,defenderán la esquiva realidad que no perdona.Celebrarán el desconfiar de sus amigos,y de los consecuentes escándalospor el amante próximo a su mujercelebrarán conceptos celosamente guardados.Y ya que no es fácil pertenecer al plus cuan perfecto,¿ No sería preciso cubrirse y pensar por este lado?Protegerse ante todo o, como proyección mejor,¿ No cabría cerrar la vieja herida con suturasdel propio hilo mundano?¿Para qué transitar baldosas flojas que salpiquen nuestros huesos desconfiados?¿O caso esa sibilina rosa( en su belleza pristina)( en su amor prestado)no es también medulosa flor asesinaque esconde en su frágil tallo frágilde puercospín un filón de espinas?¡ Ni qué decir de algún fijador de ideasque actúa como gomina!¡ Ni qué hablar de esas Catedralesde mil metros cuadradosarduamente escalados!Si nada cambia de lugar, ni de condición ni estado,¿No cabe desconfiar mirando hacia todos lados?
Porque padecí derrotas y me amparé en el fracaso.Porque atravesé el desierto sin sentirme solo.Porque emprendí el peregrinaje y di con el mar.Porque rendido en tus brazos pude besar un lunar.Porque me puse de pie con un poema de amor.Porque admiré el cielo, el de ahora y otro después.Porque desperté contigo y me llenó tu sonrisa.Porque nada ocurrió vanamente ni porque sí.Porque aprendí a sofocar el llanto gracias a ti.Porque aprendí a beber sin caer borracho. Porque de mañana nada se sabe ni de hoy tampoco.Porque mi sangre no se enfría si en tu corazón palpita.Porque contigo encontré un alma afín, un sosías.   
Urgencia del amor
Autor: alberto carranza  989 Lecturas
Porque la vida es tuya es mía,alcemos el vuelo.Porque el deseo de amarmetambién es tuyoy porque tu lo quieres,alcemos el vuelo.Y dado que tu me quieresporque tu me amas,y dado que yo te quiero porque yo te amo,y dado que existe el vinoy este amor es cierto,nunca habrá heridas que no cure el tiempo. 
Alcemos el vuelo
Autor: alberto carranza  905 Lecturas
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Fue un rayo de esperanza,quien nos cobija en su cieloy con presteza inauditainduce nuestra marchahacia algunas de esas calles donde las luces no se apagan.Fue un rayo espontáneoun refuciló breve sin sañaquien con infinita pacienciatanto como el agua clara de un sólo y simple soplido despabiló esta mañana, y con igual mansedumbreconque las palomas zurean en nuestras ansiosas almas,o con la misma ansiedad conque los gorriones construyennidos de barro, de saliva y de paja,o con la placidez de esta tardeo con la placidez de esta noche,que hoy nos acompaña,y que nos permite un beso,que deja un pasmo en nuestros labiosun pasmo del dulce gusto a nada,que arrebolan nuestras mejillas,de rubores indómitos,de inesperada pasión ingenua,de inocencia jamás programada.Y es por eso, tal vez sólo por eso,que con sinsabor de soledad hastiadacaemos demolidos y trituradospor tales amores que matan, e inducidos a un solitario silencio en esta noche que de tan oscura ya mismo nos parece tan clara. 
Ya no se           si antes existió                              un rio manso o tortuoso                                                                                                            de aguas tumultuosasYa no se             si una mano abrió otra mano                                                   y si un desliz se aunó con otroen el pecado.Ya no se               si de tanto amor derramado                                                  se fueron gestando rencoresabriendo surcos a temores extraños.Ya no se                                    si es tiempo de cerrargrietas                                                 y  de enjugar lágrimas temporales.Ya no se                  si de repente el dolor te ciega                                               y comienza el acorde infinitoYa no se                  si aún habrá cosascomo vender la suerte                                                   y el recuerdo de esa noche traslúcida. 
Te llamo y nunca estásentonces ¿ qué haré cuando me sienta solo?Reclamo en vano una respuestay de pronto apareces y desapareces,¿acaso te escondes detrás de alguna puerta?No hagas, amor mío, un dolor de tu ausenciaNo hagas , amor mío, que me duela tu amorcuando ya no estés en mi presencia.  
 En el sombrío interior del castillo de piedras, en su andar eterno, late un único recordatorio: ¿Quién me dio el permiso a la vida? Se llama Quien Sabe y desde entonces vagabundea, recorre en estado de alerta y en completa desnudez todos los recintos y las remotas escaleras. Muchas veces mira con aprensión hacia todas partes husmeando una amenaza pero todas las partes del castillo estan desiertas, salvo su gran habitación donde hay muebles vetustos que nunca usa porque cada vez que lo intentó le resultaron insoportablemente incómodos lo mismo que la ropa que nunca pudo ponerse. Y ya que todo le es enorme y dificultoso, salvo el peremne andar, va de un lado a otro y esto lo redime un poco, pero nada más. Cabría decir que no tiene más remedio que caminar o que sólo quiere caminar ya que nunca pudo acostarse y por lo tanto desconoce las restantes acciones. Las comunes, las habituales, son constantes enigmas que jamás podrá resolver. Su peso no lo explica todo porque no es un mastodente ni un gigante, podría decirse que no es casi nada; cualquier brisa que se filtre por las rendijas o imperceptibles aberturas lo eleva como una pluma y eso cambia su modalidad a un vuelo incierto, sin derrotero. En realidad es como un animalito gastado por los siglos pero sigue sin poder recordar que sucedió tan siquiera un rato antes. Como carece de la facultad de pensar reflexivamente, una vez en el suelo continúa su camino sin ton ni son. Cierta vez, en forma casual, estuvo colgado de un ventanuco que le permitió enterarse de un foso que rodeaba al gran castillo de piedra aislándolo del fértil valle no muy lejano donde vivían toda especie de animales, muchos de ellos depredadores, salvajes, agresivos y perentorios. También se enteró de un río, más bien- por su pacificidad- de un lago que se ensanchaba constantemente y de árboles que inclinaban su ramas para beber de él. Pero, a Quien Sabe todo eso le está vedado. Ha buscado, es cierto, ser diferente de como es y raspó las gruesa paredes con un metal que no les hizo mella. También descubrió en forma inesperada diversos juegos escondidos Quien sabe por quien, arrumbados en un desván gatero.  Se detuvo y miró las piezas incógnitas del juego y al fin lo dejó con estupor; hizo igual con los dardos que no asoció con el blanco destinado donde se dibujaban simétricas circunferencias de color, y que estaba adosado a una manpara reluciente y de gran espesor. Como no supo qué hacer todo aquello lo importunó. Es evidente que Quien Sabe, no sabe nada, salvo que tiene permiso para vivir. 
Ese murmullo manifiestoen el fuego consumido,que distrae la soledadde mis noches y es ligeroaleteo de alondra es de tuvoz que siempre de mi escapa.Ese murmullo etéreo de floresy brisa trasvasada entrepedestales y antiguas casas,es de tu voz que apaciguala mañana.Ese murmullo que amanececon el sol y acaricia con susavia es de tu voz quenunca se cansa.Ese sedoso murmulloque a mis labios rescatay diligente se agiganta,que trepa montañas,que desciende hondonadas,es el eco de tu voz, amada.
Murmullo
Autor: alberto carranza  833 Lecturas
M.O. se hallaba en un trance porque Ludiana se había ya filtrado en sus huesos y en sus venas que ardían con ese latido acelerado por todo su cuerpo hasta recorrer el periplo y llegar al corazón donde se hallaba el centro del potente sol. Sentía secársele la garganta con esas emociones y deseó salir de aquellas extrañas vibraciones donde se asentaban esos campos de fuerza inusitada. _ Lucy me contó que llegastes a fines de Enero. Creo que para trabajar un tiempo acá.-dijo inesperadamente y primero tuvo como asentimiento un tenue fruncimiento de sus armoniosos labios y seguidamente preguntó si le gustaba Buenos Aires._ Si, aunque la aprecié como en un video-clip; desambalé en un abrir y cerrar de ojos, ya instalada esa misma tarde me presenté en la Cia. Aseguradora Central. Mi idea había sido alquilar un departamento más amplio y cercano al trabajo. Este es pequeño por lo que todo se pone en orden en minutos- repuso con voz bien modulada secundada por el cantito cordobés._ Estuviste antes..._ El año anterior a instancia de Lucy Prat paré cinco días en su piso de Barrio Norte. Ella estaba interesada en que Buenos Aires me cautivase ( sonrió), en esos días la recorrimos de cabo a rabo.El plazo para indagar precio de alquileres de departamentos que yo pudiese ocupar cuando se produjese mi recambio laboral no alcanzó ni ahí. Yo debía volver a mi ciudad, entonces ella ofreció hacerse cargo y mantenerme informada.M.O. mantenía en reserva su opinión de aquella amistad. Lucy Prat hacía amistades con rapidez pero era veleidosa y  de un carácter muchas veces exasperante; su intransigencia podía manifestarse inoportunamente. No obstante con Ludiana era muy considerada, mostraba hacia ella una gran admiración. ¿Pero que entusiasmaba a la altanera Lucy Prat de aquella juiciosa y ponderada cordobesita para que estableciese tal lazo de admiración?Le preguntó adonde se habían conocido._ En una de las repetidas reuniones en la casona que tiene en el Valle de Punilla. Ella tiene muchos conocidos que la frecuentan, principalmente un racimo de amigos míos, discipulos de la Universidad. En ese grupo compartimos casi todo. Recibí una invitación a una de esas reuniones; allí  la conocí y enseguida hicimos buenas migas.- dijo con su voz que ahora era baja y tornasolada.M.O. quedó mirándola con curiosidad, tratando al mismo tiempo de no sentirse incómodo con el encadilamiento que le producían sus ojos. Además aquel fuego seguía quemándole las entrañas._ Bueno, ella parece apreciarte de una manera poco común. - dijo rapidamente y en súbita calma.Ludiana se quedó en silencio, mirándolo con fijeza. Tenía una mirada honda y franca que podía llegar a causar aprensión.M.O. seguía con su idea de sospechar diferencias irreconciliables; ambas poseían temperamentos dispares y no podía ver ninguna afinidad entre ellas.De pronto la cordobesa dijo: Quería decir que cuando estuve el año pasado me llevé una sorpresa con Lucy pues me llevó por toda la ciudad mediante un itinerario meteórico. Ella decía que había mucho que ver y me mostraba todo- edificios, barrios residenciales, estaciones de trenes, avenidas atestadas etcétera-, narrándome lo que veíamos con toda clase de pormenores. Sin duda conoce Bs. As. muy bien y domina la mente de una con su apasionada verborragia. Quiero decir...M.O. estaba atento y callado, como si lo que ella le decía fuese lo más importante del mundo._ Quiero decir que con su manera de ser aceleró todas mis impresiones- repitió Ludiana reflexivamente- Mirá: te digo que en primer lugar quedé muy sorprendida por la vitalidad de los porteños. Los cordobeses son muy vitales puedo asegurarlo, pero no tan acelerados. En eso nos superan aunque se sabe que la contraindicación es que de esa forma se dispara el stress a las nubes.
Esos sabores de lluvia sobre el marde pétalos vacíos,que se agitan como vajillas llenas,son clamores de tu nombreque me incitan a buscarte,en el fragante torrente de espaciosinviolables.Sin embargo por más que anduve no te encontré,y bajé de un árbol hasta la ciudad de los tormentos,donde todos lloran, gimen y tropiezan,hasta que terminan enredados en las algas del lago donde las moiras se enrevesancon iridiscentes peces de colores.Pero ya no me miro en esos espejosnarcisitas del agua sino que deambulo;y en ese deambular y cobijarme en el frondosoramaje de la sinuosa orilla, recorro los senderos cenagososy al no encontrarte ya no sé quéhacer. 
Descendí hasta tus palmas y te extendiste plena,descendí hasta tu ternura y la acorraló el desencanto,descendí hasta tu ruina e imperiosamente la sedujoel vértigo y el desgajado miedo de los campanarios.Esa aciaga noche arreció una llovizna incierta¿acaso lo recuerdas?¿ o permanecías cruel y prisionera?Descendí de nuevo y signado inicié mi viajey amado por tu dolor aspiré tu raro aroma,asi que ya no supe si en el rescoldo de una esferaalguien ( que no soy yo)presintió días de calmade una feliz primavera.
Llevó como absurda posesiónel antiguo murmullo de uncorazónque habitó en silencio el templo.Pero hoy ese silencio es una señal olvidada pues los mundos que lo habitan se han vuelto pálidosreflejos.Cosas ignoradas como luces quecierta vez estuvieron encendidasfueron desdibujadas por el hastío.Llevó en el corazón ese murmullooriginal de escenas inconsistentes,y ese otro lenguaje,el alud irresistiblede arenas movedizas y de lluvia perenne,desvanecidas en el misterioso sonidodel centro de un laberinto. Asi, todo se va ejecutando como en unjuego de dados en el cual nadie gana la partida.
En esos supremos momentoscuando la tierra se sacude y estalla,cuando los miedos te atrapan,cuando las fragancias lastimadasinvaden tus bellos ojos oscurosy a golpes rotundos de puertas- inmensas puertas cerradas -trituran emociones, caen nostalgias.En esos supremos momentoscuando se funde  la trama urdidapor manos locas afiebradas, observa si queda algo y si quedala ternura es la única esperanza.
Debajo del olvido
Autor: alberto carranza  796 Lecturas
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 Algo de la infinita trama del amor reluce en losvaivenes esporádicos de la barca de aquel pescadordeshabitado por la herida que derrotó su alma.Fue por eso que atrincherado en la costa de marfil,lo sedujo una sirena inviolable que subrepticiase deslizó hasta el espigón leonado y lo atrapóhasta llevarlo a la ignorada profundidad en la quede nada valía boquear, ni combatir los repentinoslabios embriagadores, labios desconcertantesdurante el caos seductor, labios inaprensiblescomo carcajadas de Dios quien al final es quien decide el  intrincado juego del todo y la nadaquien decide el principio o el finaldel pescador que tantea el bello fruto prohibido,y que sin darse cuenta se postula hacia el furordel ser y el no ser más que otro mortal de pieltajada, de rostro incoloro, de revueltos cabellos,devorados por inusuales caricias, consumido duranteel raro acople a sabiendas que las cenizas ya no podrán ser sopladas en la superficie  que atañe a los mortales,ya que queda dicho que lo irracional es aguja de plata,y que ese corazón irreverente ganó algo nuevo y punzantealgo sutil y escurridizo.Ya que ese rostro herido de lágrimas y desecho, de temores vagos y circustanciales al volverse canto de pájaro es ensueño,y al volverse indiferente extiende sus alaspues olvida las penas de un alma ya deshabitada... 
Te enjugas lágrimaspero ¿miras hacia atrás?Con plumas en nuestras manos sonreíamos.Pero ves también, en ciertas humillaciones,desconsoladores gestos de venganza.Luego llegó el tiempo donde se presentóla muerte, esa macabra,con el sudario que se extendió a tus piesla dejaste ir y ella pasó de largo, irritada.Luego pasaron años,¿te acuerdas del paseo de tarde firme?Con los últimos rayos del solentramos al aeroparquey fuimos felices corriendo por la pista.Después vi el pánico en tu mirada y escapamos.Aquella visita selló nuestro último encuentro.
Tarde firme
Autor: alberto carranza  788 Lecturas
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continuación páginas 2 y 3.Ni bien oyó el forcejeo en la cerradura de la puerta principal Laura supo que eran rateros o tal vez algo peor, porque nadie sabe nunca lo que le depara el destino. Aterrada saltó de la cama y esforzándose por dominar el pánico corrió hacia el cuarto donde descansaban sus pequeños mientras aquellos ruidos de la violencia se intensificaban; entonces maldijo haberse metido a vivir de prestado en aquella casa perdida en un barrio recien colonizado, maldijo que ese bueno para nada de su marido estuviese a 500 Km. trabajando supuestamente para mejorar la situación económica  y maldijo a su madre y a Pedro (el actual marido) por alentarla a tentar suerte en otra casa aparentemente mejor.Llegó al cuarto de los pequeños con la lengua afuera, el corazón se le desorbitaba con esos ruidos cada vez más escandalosos con tal de echar la puerta abajo. Se dio cuenta al despertar a los pequeños que afrontaba lo imprevisible, pero naturalmente debía protegerlos aunque ninguna decisión tomada en esa instancia le pareciese la más apropiada.Primeramente debía vencer la aprensión hacia el revólver de su cuñado, extraído de la mesita de luz al lado de la cama grande, que llevaba en su carrera de la culata como si quemase. Involuntariamente se había persignado cuando le echaba una ojeada, aunque confiaba con eso asustar a los ladrones en el caso de que lograsen entrar. Luego cambió de idea y una vez encerrados los pequeños bajo llave en la bohardilla, empezó a entender que al ponerse a tono con las circunstancias cabía obrar con determinación lo cual significaba impedir a los fascinerosos acceder al interior de la casa y dado que quien golpea primero golpea dos veces se propuso usar el arma que no sabía usar y luego llamar a su medio-hermano Julián quien seguramente a esa hora debía estar roncando como un burro serrano.Debió seguidamente buscar un par de gruesos listones del cuarto de trastos y  acercarse al escenario donde los fascinerosos continuaban su trabajosa tarea. La puerta se sacudia como coctelera pero Laura no iba a reparar ya en otra cosa que en martillar aquellos listones cruzándolos imperfectamente sobre los gruesos marcos de la puerta de entrada; sin embargo sí iba a reparar en que a medida que realizaba ese duro trabajo la puerta se afirmaba y dejaba de sacudirse. Era evidente que la estrategia defensiva aportó buenos resultados a lo que debía añadir las vociferaciones histéricas  y la descarga de balas, que de repente se le ocurrió hacer, atronaron el parque trasero sin luna lo cual lógicamente hizo temblar el pulso de los fascineros provistos sólo de navajas pues la supuesta víctima era una flor de turra defendiendo su bastión con garras de leona y no valía la pena jugarse la vida por unos pesos y algún artefacto en posible deterioro. Por lo tanto ( y aunque solamente fuese una mujer la que andaba a la balacera desbordando la medianoche que concluiría en un silencio casi enfático),  comenzaron a desbandarse en todas direcciones como si de repente tomasen consciencia de que en lugar de una madre asustada los acosaba mil mujeres temiblemente endiabladas. 
Y en este derrotero camino fútilmentehacia tus ojos y veo el tren ligeramente detenido en estaciones invernales y note veo y digo: ¿por qué nunca regresas?Lleno de piadosa resignación vuelvo a entregarme a sueños sin despreciosa hilos invisibles de tu rostro felizen un derrotero hacia la ternurahacia la libertad reflejada en espejosde acero y en desnudas lámparasque lucen como tu luces desnuday al acecho sobre la alfombra dondenuestros cuerpos fulguraron azotadospor  las embravecidas venas del oleajede un mar ignoto y de todos los mares que me abandonaron enmudeciendoenmudeciendo en ese final silenciosoque es un olvido aparente y previsibleen el que fui cobijado por la ternura.
Venas saladas
Autor: alberto carranza  777 Lecturas
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 Se parece tanto el odio al amor  quecomo idénticos espejos bajo palabra.no asiste el perdón para quienes aman.No habrá prolijo salir de una cama llenade seda y prendas frustradas que consumensuspiros o preciados sollozos o la envidiamalsana de quienes ven pecado en almassanas.En esa ambiguedad por el dolor vejada,se enquistan nuestros amores y antecedenalabanzas a la incomprensión de los frígidosque suelen guardan rencor sin medir el alma.
Mientras Ruben Nuñez estuvo en prisión, rumió empecinadamente esos chismes escuchados desde siempre en los precarios fondines de la villa miseria Itaí. En las tristes noches carcelarias llegó a obsesionarlo la idea de que él también merecía hacer suya a la legendaria Negra Timbó aunque ni siquiera la hubiese visto una vez; tampoco los murmuradores que aseveraban sin el menor empacho que la codiciada y sedosa mujer morena tan sólo entregaba sus encantos a quienes se hacían de fama y de poder, sin abandonar jamás la villa miseria Itaí.En el verano, cuando el laberinto de asentamientos y casillas heterogéneas se desbarataban de mugre, los malvivientes eran fácilmente reconocibles porque no saludaban a nadie. Quienes los habían visto nacer, crecer y medrar como atorrantes, vituperaban aquella desconsideración pero se tragaban cualquier reproche porque era preferíble admirarlos y elogiar sus ostentaciones ( ya fuesen los poderosos motores de sus automóviles malhabidos ya las dudosas adquisiciones de la tecnología moderna, mayormente inservibles en esas viviendas precarias, en su mayor parte carentes de luz y de agua corriente.) Lo singular de estos malandras consistía en pasar casi todas sus vidas entregados a gloriosos desenfrenos: apostar ilegalmente era religioso. En sus discretos tugurios no hacían otra cosa que timbear e improvisar reuniones dedicadas a organizar kermeses o pialadas destinadas a entretener a los habitantes en un descampado criollo, a las cuales le seguían bailantas en el estropeado y bullangero club. Y por último, al anochecer, se dedicaban beber como esponjas para finalizar sus parrandas de dioses del pequeño olimpo, en los prostíbulos que proliferaban en varios puntos de la villa.Al evadirse de la cárcel, Ruben Nuñez tenía diseñado su plan para conquistar a la Negra Timbó. Pero durante el periodo furtivo le fue imposible concretarlo. Al asediarlo la policía usó documentación trucha y, en la etapa más virulenta de la persecusión, lo encubrieron gente de la villa a fin de eludir eficazmente las razzias.Las semanas en un aguantadero fueron similares a las del encierro carcelario. Debió privarse de todo por lo que retornó a la masturbación y a las súplicas a la virgencita de Itaí. Ni bien cedió el acoso policial le donó a la capillita un pedestal de laja y una cobertura de vidrio que mejoró la apariencia de la madre protectora. A los encubridores los abasteció de mercaderías que apenas lograron atenuar los males sempiternos de la pobreza. Nuñez no era realmente solidarios con ellos sino que cumplía pagando por sus servicios. Con las joyas y el dinero robado a buen resguardo y disponible antojo, solamente le urgía llevar a cabo su plan de conquista de la mujer morena.Siendo la villa Itaí desproporcionada y laberíntica, las averiguaciones sobre el paradero de la Negra Timbó resultaron contradictorias; incluso las que realizó en los prostíbulos - donde requirió magro placer-, fueron insuficientes. Descartó por lo tanto que la mujer legendaria en el amor precisase de aquella profesión para vivir y se sintió confundido por la incertidumbre.Antes de recabar datos precisos en los de Lucas Ramirez (ex-compinche de correrías y ex- marido de la Negra Timbó), cuando lograba dormir, lo hacía con un ojo abierto y sin dejar de musitar el nombre de la anhelada mujer morena.Para llegar a la vivienda, Nuñez atravesó pasadizos legamosos y el pantano de los sapos. Detrás, había un terreno resbaladizo donde los mocosos de Ramirez jugaban a la pelota y en forma oblicua se incrustaba la pocilga de sendos ambientes. Se dispuso a entrar  dándose cuenta que Lucas Ramirez sobrevivía a su peor época._ Parici mentira tanto año, ché..._ dijo Lucas, y aunque apenas se reconocían se dieron un abrazo entrañable.A diferencia de Nuñez, Lucas Ramirez era corto, patizambo y rechoncho: tenía la cara pulposa-   "mi geta" - decía él - y arrebatada por el exceso de vino. La mirada entrecerrada, oscura, se había vuelto apagada y la boca, repleta de saliva y con dientes podridos, había perdido la costumbre de la sonrisa. Parecía un rostro esculpído a puñetazos.La mujer de esos días, apodada " La crenchuda" ( por su pelo de puercoespín) era peor que el marido, mejor dicho, se veía más desolada, aunque la visita de Nuñez la puso contenta. Este, al verse saludado y festejado por el enjambre de mocosos, se sintió una mosca blanca entre moscas negras, pero no por el matiz de su piel sino porque  imaginaba el cercano porvenir de dicha que se auguraba para sí mismo junto a la mujer morena.Pero antes de indagar por ella, desparramó en las manitas percudidas caramelos y chocolates._ Te veo bien Lucas_ dijo sin sentirlo._ No como en aquillos año...¿eh?En la piecesita, donde Lucas encendió una vela y extrajo de un sucucho roñoso su botín, le explicó que de la venta de ese equipo de C.D de un vehículo trabajosamente desmantelado dependía la susbistencia de su familia. Movió compugido su cabezota al decir:- " Ya no me dan la pierna pa, fanar...ya no tengo reducidor ni posibilidá de pelecheo" y lagrimeó flojamente. Nuñez eludió el mal momento preguntando si acaso " El Lulo" estaba preso. _ Pior. Lo sacramentaron en una batida de antiyer. Sin él los di esti setor estamo jodido..._A Nuñez le fastidiaba las llorosas explicaciones del compañero seguramente destinadas al mangazo; además no quería dilatar el motivo de su venida y ya no soportaba los vapores hediondos que fluían del apisonamiento de tierra. Se tapó la nariz con un pañuelo impecable, como si sonase una mucosidad e intrigado preguntó si acaso habían enterrado a alguien. Lucas, certero y perspicaz por un instante, indicó el pantano adyacente como emanador de los efluvios insoportables. En el mismo sentido, Nuñez preguntó si todos cabían en el miserable reducto en el que estaban y el otro repuso:" Cabimos todos, ché y si hacer frío nos calentamos culo contra culo".Entretanto, en la cocina " La crenchuda" revolvía afanosamente un guisado. Nuñez aceptó a disgusto la silla insegura ante la mesa casi servida y puso el resto de su esperanza en que se iría pronto._ ¿ Y vo, tiné reducidore, Ruben?_ Hay dos disponibles en el norte, te doy las direcciones_ le entregó el papel con un croquis desparejo  y supuso que se daban las condiciones para ir a lo suyo.Lucas guardó el papel con los preciados datos de sus salvadores y sorbió feliz su vino chasqueando la lengua. A pesar de sus reiteradas negativas a la amable invitación, Nuñez no pudo eludir el temible guisado. La familia ante la mesa vacilante conformaba un bloque parloteador que deglutía  sin posibilidad de indigestiones. Al rato decorcharon la tercera botella de vino y la crenchuda sirvió la segunda vuelta del masacote que ni bien aterrizó en los platos fue consumido. Las entrañas de Nuñez se rebelaron; tuvo que beber en abundancia para lograr digerirlo._ ¿ Así que vo también andá desbochao con la Negra?- comentó Lucas cuando entendió la causa de la imprevista visita y exclamó: " Tá, gueno, ché - aflojó el cordón que sujetaba sus pantalones galvanizados de mugre y dijo socarrón-,¿ Quién iba a decir que vo te preocuparía por esa hembra?_ ¿Por?_ Por que saben que juí el marido y vario pelotudo vienen todo lo año averiguar por ella...Considerándose otro " pelotudo", Nuñez se sintió humillado. Los ojitos de ratones satisfechos auscultaban sus reacciones y silenció una imprecación: " ¿ Por qué me miran así hijos de puta?"Para colmo la crenchuda, celosa de la mención que se hacía en sus narices a la Negra Timbó, lo miraba bizca y con enquina. Nuñez abandonó la cuchara sobre la porción del duro y frío masacote, que esta vez le sirvió con bronca y de prepo, y se esforzó por mostrarse de nuevo amistoso._ ¿ Y vos por qué la dejaste?_ Le errás, ché, con ella es jorzoso irse. Eso sí, aunque la cosa ande pa, la mierda, le cumplo con la pendeja..._ Ah, tiene una ratona tuya...- concluyó Nuñez decepcionado. No captaba del todo el significado de la explicación._ Ahí son varia...Una es mía.- Aclaró Lucas y chupó agradecido el cigarrillo invitado por Nuñez._ Parece complicado- dijo éste y fumó con desperación, queriendo ahuyentar su repentino decaimiento._ Para nada, ché. Lo elogio que se hacen de la Negra son menore que la realidá...Atracado de guiso, martirizado por retortijones y la sangre rebotándole en las sienes, Nuñez volvió a su casilla infernalmente descompuesto. No obstante, ningún malestar podía disminuir la felicidad que sintió al saber donde vivía la mujer morena.Pasaron unos días hasta que, con el cabello pulcro e impecablemente vestido, trepó los espaciados peldaños  que desembocaban en el mirador de la amplia vivienda de la Negra Timbó. Esta era atípica. Aislada y de gran solidez, estaba demasiado bien construida como para pertenecer a la villa miseria que, desde el mirador que la circundaba, se diferenciaba a la distancia atiborrada de chapas y cartones.La casa de dos plantas, había sido ensamblada sobre un vigoroso y secular entramado de quebrachos previendo las crecidas del río vecino; como testimonio se podían ver las marcas seglares de las inundaciones que nunca mellaban la dura madera.Desde la amplia y alta galería enrejada, se le reveló a Nuñez aquel panorama de viviendas precarias de Itaí. A partir de la extensión enlomada y verde se formaba la gigantesca cuenca que las contenía. Lo más sorprendente para él fue descubrir que el deplorable e inextricable amasijo de casillas conformaban una colmena inmensa  estrictamente centralizado en ese sitio donde ahora estaba, entonces murmuró: " La Negra Timbó es la Abeja Reina de este gigantesco panal" y por un rato quedó deslumbrado cavilando en esta formulación inédita.Pero de repente tuvo ganas de irse de allí; no podía evitar la conternación, la perplejidad y  el miedo. Pero tomando aire y coraje siguió esperando que alguién atendiese sus reiterados llamados pues desde que había llegado no hacía otra cosa que golpear con los nudillos sobre la gruesa puerta infructuosamente. Por suerte, oyó que desde la ribera serpenteante, detrás del recodo arbolado, provenían voces suaves y rientes. Con impaciencia se dirigió hacia el umbroso recreo y al irrumpir en el grupo de jovenes morenas en cuclillas quedó azorado. Rodeaban una mesita plegable y jugaban a los naipes. El saludó a todas y cada una tendiéndoles su mano con exagerada cortesía, balbuceaba su propio nombre al presentarse y  no cesaba de disculparse por ser inoportuno al estar ellas semidesnudas. Y de pronto se sintió como un ganso que quiere evaporarse en una carrera al disloque o, más bien, como un gaucho ebrio al apearse del caballo. Ebrio de ver tantas caritas de mentones proporcionados, de ojos redondos, grandes y brillantes que lo miraban con curiosidad; ebrio cuando algunas de esas ninfas morenas corrieron hacia la  adyacente orilla para llamar a la madre a quien Nuñez entrevio, al asomar el espléndido torso de la superficie leonada del río; ebrio al advertir que la mujer morena era más sensual de lo aventuradamente soñado y ebrio al notar que la faz atezada lo contemplaba con ojos entornados y de esas pupilas de fuego provenía una brisa impiadosa y también una frialdad metálica al decirle sin la menor emoción: " Sé quien sos. Conocí a tu padre muy bien. Es una lástima que haya muerto ya que todavía no saldó su deuda conmigo."Si bien tal comentario lo aturdió, enseguida su mirada empelotada se enganchó a la ingravidez del cuerpo moreno que emergió de las aguas por completo y se dirigió hacia él. Nuñez fue irremediablemente atrapado por la belleza de los senos que se balanceaban como oscuras palomas salidas sorpresivamente del pajonal e irremediablemente atrapado por esos ojos ambar y por esos labios de miel. Pero antes de emerger del todo, los brazos habían gravitado sobre la cabeza redonda y los dedos finos escurrieron la cabellera que chorreó y se fue deslizando como un pesado plumaje sobre el espléndido arco de su espalda. Nuñez, atónito,cohibido, inútilmente luchó por salir de una especie de cortocicuito. Sin cesar se preguntó que habría tenido que ver su padre con "semejante preciosidad de mujer." La mujer morena, ya junto a él, le tendió la mano que entró en la suya como una  tibia joya palpitante, plena de juventud. Pero "La  Abeja Reina"- (así la llamaría siempre en su interior)-, continuó con la pormenorizada evaluación - vivaz y despiadada-, como si el desasosiego del visitante no requiriese conmiseración. Nuñez percibió de inmediato la peculiar fragancia que emanaba de la mujer morena. Sus olores eran sutiles: a sol que entibia, a agua de manantial que escurriéndose en gotitas adornaban con huidizo brillo su piel de caoba, y además olía a los ábolados que los rodeaban como si siempre hubiese aflorado de sus frondosidades. Y al quitar de su mano torpe, la pequeña mano palpitante y decirle que era un gusto que se hubiese acordado de visitarla, Nuñez se fijo a la sensación del huérfano abandonado a un trance durante más tiempo del que cabría soportar._ Bueno- dijo la Negra Timbó- ahora se vuelve posible de que el hijo se haga cargo alguna vez de la deuda impaga del padre...- Y dándole la espalda, se alejó para secarse con un toallón que pendía, con otras prendas, de la rama baja de un sauce. Mientras eso hacía empezó a mirarlo con otra expresión, una expresión conciliadora suave y dulce. Al caer en cascada el cabello abundante ya seco, ocultó de su rostro oval las pequeñas orejas. Se puso la bata blanca y le sonrió. Por encima de sus labios espesos, la pequeña nariz  anhelante le prestaba mayor expresividad y encanto. De pronto su fisonomía se volvía sociable y al volver hacia él, el cuerpo flexible onduló con la rítmica animación de sus caderas maravillosas. Ajenas a estos pormenores, las hijas ya habían dejado el juego de naipes y se alejaban hacia la cercana vivienda. La madre las siguió. Se marchaba sonriendo una vez que le dijo a Nuñez que la esperase. Sensibilizado por las siluetas eróticas que se iban en fila india, Nuñez esperó pero inquisitivamente.  En primer término le pareció raro una mujer joven pródiga en hijas mayormente núbiles. Le pareció singular que tuviese un cuerpo tan firme y elástico y que sus formas fuesen estrechas y sin señales de los murmurados combates lúbricos con un sin fin de hombres, a través de varias décadas. Por otra parte, lo aguijoneaba la relación que había tenido con su padre y apremiado por deducciones inconclusas aumentó su abatimiento aquella deuda heredada que, de ser mínima, no le hubiese ella reclamado y de tratarse de una cifra cuantiosa afectaría su propia seguridad, indudablemente. Memoró el recibimiento, su propio estado de pánico y su percepción del misterio en la mirada de una mujer bellísima y que a la vez y por instantes relampagueaba con rayos de malignidad. Entonces retornó su apremió por escapar y no volver ya nunca. Pero al ella reaparecer sonriendo como se había ido volvió a motivarse su pasión que suponía oculta. La Negra Timbó trajo un termo y los implementos para matear. De modo que sentados a la margen del río, debajo de los sauces llorones, el tiempo empezó a detenerse y Nuñez rogó a la virgencita de Itaí que la mujer a su lado tuviese el alma simple de cualquier mujer.Empezaba a resfrescar y debajo de los árboles, se respiraba el clima apropiado a la confidencia desapasionada. Así lo supuso él.Y también supuso su propio control a pesar del ansia loca de revolcarse en la cama que fantaseaba por el sólo echo de verla a su lado. El elixir afrodisíaco que emanaba la Negra Timbo ( La Abeja Reina), lo entristecía, era demasiado poderoso para no caer en el deseo frenético e incontrolable. Embargado por la emoción atropelladamente la interrogó sobre su pasado. Y cometió una burrada._ Deberías desprender las larvas de la debilidad- dijo ella reprensivamente.Nuñez tragó saliva. ¿ De qué hablaba? Ella pausadamente le explicó que los cuerpos humanos tienen un imán para absorver las ondas negativas creadas por la mente. ( ¿ Ah, sí?- dijo él.) Y la envidia, las mentiras y todas las debilidades y defectos originan esas larvas que se adhieren a la irradiación natural de nuestras pieles.(!.............!- él quedó mudo.) Y ella luego se puso hablar de los problemas y dificultades por los que atravesaban los habitantes de mi " villa" y codificó las enfermedades endémicas y la indigencia que la asolaba e insistió en aquella vieja idea de encabezar un fondo asistencial para empezar a revertir esos males.Visiblemente conturbado, Nuñez tuvo la sensación de la felicidad y la desdicha al mismo tiempo. Por primera vez, experimentaba el amor y se sentía inepto, sobrepasado. El era un tipo forjado a los ponchazos, con un carácter hecho de colgajos morales, disponible a la pobreza espiritual ¿cómo entonces, operar alguna audacia, algún refinamiento para que ella lo admirara? Nuevamente lleno de pánico la escuchó agotar aquel tema de la pobreza de los villeros y sólo al hacerse la charla más íntima le volvió el alma al cuerpo.  Sin embargo, la pícara idea e intención de lograr una caricia, un roce prometedor, se diluyó a medida que ella repasaba las vicisitudes de su pasado. Oscilando entre la inquietud y el desaliento, él pujó para que el tiempo que allí parecía inconsistente, pasase con rapidez. Al centelleo de los ojos infinitos de la noche la mujer morena calló y se dispuso a partir._ Ya es hora- dijo- pero vení cuando quieras, me gustó charlar con vos.Se alejó cadenciosamente, como si sus formas onduladas modificasen la penumbra.Y Nuñez desanduvo la turbiedad de las callejas de la villa miseria todavía asustado. Asustado por el frío repentino y la noche cerrada y por el vaho que se enroscaba en sus piernas ya invisibles: su interior era puro susto. Llevaba consigo, impreso en sus asustadas retinas, el cuerpo desnudo de la mujer morena. En el corazón se le habían grabado los ojos nocturnos y la susurrante voz del final de la charla y como el poeta que jamás soño ser, iba musitando: " Abeja Reina de mi alma." Y encadenado aquel susto que duraba y aquel amor que sólo se siente una vez en la vida, arribó a su vivienda. Por la noche, sin sueño, recordó la narración que la Negra Timbó hizo de su pasado. Durante la pubertad tuvo maridos y amantes que terminaron por serlo. Ellos originaron la leyenda de sus atributos amorosos sobrehumanos, si bien ninguno fue capaz de mantener con ella una relación fructífera.Según su versión " una vez saciados desaparecían inexplicablemente." Podía conjeturarse crueldad y desaprensión en los innumerables rostros anónimos que la mujer morena denominó " mis hombres...lo hombres de mi vida", e imaginando toda clase de injusticias y abyecciones Nuñez los deploró, aunque probablemente él hubiese cometido los mismos agravios.En realidad había entendido casi nada de la real hondura de los padecimientos de la Negra Timbó. Y al desandar repleto de aquel susto por los intersticios malolientes y brumosos de la villa miseria donde había nacido, tenía el presentimiento que ese estado amoroso que sentía no desaparecería jamás. A medida que avanzaba esa noche insomne, le escoció reconocer su ineptitud ante la sobrada experiencia de ella. Con destreza sorprendente escapaba a cualquier control y esa cualidad elusiva aumentaba su necesidad de certeza menoscabándolo. No era de macho aceptar un papel inferior, hubiese sido no tener las bolas bien puestas y todavía padecer por eso.. Y quiso creer que ella había ignorado que lo descolocaba con facilidad, prefirió creerlo porque en su mundo hostil no cabían las sutilezas. Pero, recordó, mientras retornaba a su vivienda medio muerto de susto,  que se confesaba que esa Abeja Reina era peligrosa y que ya no debía  volver a verla. Pero en su cuarto, esa larga noche sin cerrar los párpados más que para rememorar la espléndida desnudez de la mujer morena, se sumergió en la almohada, artificio inventado para calmar un tanto su pasión y la  fantástica excitación que lo abrumaba haciéndole pronunciar palabras de amor.Por varios días anduvo irresuelto, incapaz de decidir qué hacer. La desventura de la oclusión se arraigó en tal forma que comenzó a desquiciarse. Clausuró sus salidas. Imaginó que estaba preso de amor y eludió a lo guapo los gritos de sus pares que lo invitaban a la parranda porque consideró inútil pretender descargarse en los prostíbulos, a los que antes era concurrente asiduo.Finalmente los aplazamientos de sus salidas y cavilaciones cedieron. Un ramalazo de aliento vigoroso le llenó repentinamente el ánimo y se preparó para visitarla de nuevo. Había comprado muchos regalos, muchas finezas que atiborró el baúl de su poderoso Mercedez Benz y el día de la primavera golpeó con ímpetu la puerta del mirador. La Negra Timbó lo recibió fríamente. Observaba a su pretendiente que ardía como una brasa, rodeado paladinamente de tributos y le cerró la puerta en la cara.El incidente debió olvidarse; por lo menos Nuñez perdió concciencia de esa metida de pata y ella, no creyó meritorio mencionarlo la vez siguiente. Pero las faltas de ubicuidad de Nuñez no cesaron. Exageraba su modocidad, rebuscaba las palabras para agradecer las invitaciones a cenar y, en las charlas de sobremesa, derramaba el anís e invariablemente hacía añicos alguna rara porcelana oriental. Contrito por sus torpezas, solía huir bajo algún pretexto, llevando consigo el sentimiento de lo malogrado. Muchas veces, es cierto, intentó revertirlo proyectando su propia desvalorización en aquella extraña familia de la que era, después de todo, el hazmerreir. Pero el propio menosprecio había ya tocado fondo y en las noches se manifestaba a través del ensueño patológico:un amasijo de alucinaciones eróticas que llegaron aterrorizarlo. La mujer morena actuaba en esos sueños partiendo de una feroz y frenética lucha sexual para al final metamorfosearse en araña tejedora de la pegajosa red donde él quedaba definitivamente atrapado. Despertaba de esos sueños temiendo enfermedades como un hipocondríaco. Las incursiones on´piricas, durante el día lo ponían  de mal genio y furiosamente se desquitaba rompiendo objetos valiosos contra las umbrosas paredes de su cuarto. A puertas cerradas  ensayó fabular algún modo de persuación que conquistara  a la mujer morena y la hiciera suya para siempre. De ello resulktó la disposición a entregarle la vida, su dinero malhabido y a ser su esclavo. La única condición era que se le entregara  sin restricciones de horario sexualmente una vez. Sölo una. Y al soñar la noche siguiente que eso ocurriría se sintió completo, sublime, elevado. Sin embargo todas aquellas ensoñaciones a duras apenas atenuaban los delirios de su pasión y resignadamente volvía al mirador , y se conformaba con ver y escuchar a la Negra Timbó quien por enésima vez y con idéntico tono, susurrante y conmovedor, le narraba la ingrata versión que el nunca conseguía entender porque estaba pendiente de los roces de su mano en la mano de ella y de sus olores enervantes.Las desalantadoras alternativas terminaron abruptamente la noche que la mujer morena le dijo: " Ruben quiero que seas mi marido. De acá a dos meses nos casará Ivanof que entiende de esta cosas.Nuñez sintió un alivio inconmensurable ...y curiosidad. Pero dejó de lado la pregunta( de por qué debía casarlos el jefe gitano en una carpa y no el cura en la Iglesia como Dios manda), porque estaba enloquecido con aquella revelación de su amada: " La Abeja Reina por fin me demuestra su amor" murmuró para sí, y atrevidamente le pidió un beso para sellar el compromiso. Recibió un abrazo y un beso apasionado que lo electrocutó animicamente, y luego medio flojo y estúpido, tal cual él lo esperaba pero mucho más. Sin embargo su futura consorte enseguida pasó a otra cosa. Consideró primaramente los preparativos para la boda que debía ser fastuosa. Por su lado, el novio, generosamente dispuesto, le cedió toda iniciativa al decir: " Mi amor, hacé lo que se te antoje". Por supuesto no se percató de su imprudencia; las apatencias de innovar de su futura esposa contenía ribetes maníacos y, como nunca antes, la vivienda se sacudió hasta los quebrachos.  A la parte superior no se la podía convertir en una residencia pero si prestarle esa apariencia  y, de tal de modo, se construyeron buhardillas y ventanales y se cambiaron los techos de chapa por tejas azules que llegaban hasta los aleros de la galería y el mirador donde se adecuaron manuelines ( pequeños observatorios elegantes), y en las inmediaciones verdosas se cambió el cesped por un parquizado tipo oriental con un lago central donde se vieron maravillosos peces de colores, de todo tamaño. El amplio recibidor de la casa  recibió los honores del cine y, en igual forma la cocina que se copió integramente de una película norteamericana pero mucho mejor. La sala de estar, espejada en el fondo, lució con nuevos tapices, Chifonier, juegos de muebles laqueados, vitrinas y repisas con minaturas orientales, porcelanas Meissen y Satsuma Imperial. En las paredes se colgaron cuadros europeso de J. Navarro, Zuluoga y Boudin entre otros.Al volver de la ceremonia, efectuada en la carpa del jefe gitano, que recibió por la consumación espiritual de la pareja una suma grandiosa, tuvieron una recepción magnífica y atípica. Los trescientos invitados en su mayoría vestidos con extravagancia, suspusieron que el festejo duraría dos días o más; pero se llevaron un chasco. Al cantar los gallos de medianoche, se paralizó la orquesta de cuerdas gitanas y se retiraron de las mesas de mármol los manjares y las bebidas. La Negra Timbó en reserva, escoltada por todas sus bellas hijas, mostró una ves más su  carácter decidido y violento. En primer lugar exigió a su marido que dejase de disparatar y beber; enfrentó fulgurante a sus ex-maridos safados y borrachos y los echó a puntapiés. Cuando volvió a su aspecto calmo, pidió al resto que se fueran.Al cabo de una hora, en el silencio de la habitación de la mujer morena, la línea flexible y ondulante de su cuerpo de caoba fue reconocido por las ansiosas manos de Ruben Nuñez. Como aseguraban los murmuradores la Negra Timbó era una luchadora incansable en las lides amorosas. Nuñez probó la plenitud de sus aromas y alimentado por su aliento fue envuelto en  el deleite supremo del crispado y sistemático ir y venir de las caderas lunares. En amortiguado resplandor de la lámpara la contempló antojo y absorvió muchas veces el sofisticado filtro erótico sin notar el paso de las horas y de los días y creyéndose el rpimer hombre que recibía los dones de esa mujer superdotada en lo sensual.Pero inesperadamente, la inconmensurable plenitud fializó. Fue al promediar el verano. Amanec´pia y su mujer, luego de los espasmos y tensiones del amor, se dirigió al ventanal a sistir al nacimiento de la sangrienta aurora. Desde allí, poco después, despertó a Ruben Nuñez para decirle, con voz imperativa aquella letanía escuchada y jamás olvidada por cada uno de los ex-maridos." Querido, amor de mi vida, todo se cumplió en mi corazón. No nos veremos en este lecho nunca más - y agregó señalando su vientre levemente hinchado_ Cuando ella nazca llevará tu apellido. La verás cuando quieras siempre que aportes para su sustento y el mío...                                 
 ( continuación pág 1.)De repente el ritmo aturdidor de la música amainó. Era como una tormenta cacofónica que se detiene para dejar paso a la voz sensual del trovador romántico que motiva a las parejas a un baile más íntimo en un ámbito súbitamente umbrío.  En esa instancia M.O. no perdió el tiempo y sacó a bailar a la cordobesa que parecía ansiosa ante la invitación. Bastó el entrecruce de miradas intensas para que se sellase un pacto en ciernes. M. O. se sentía feliz y Ludiana se sentía dichosa mientras era llevada con suavidad por la penumbrosa sala y en él espontáneamente surgió un juramento impensado: " Amaré a esta mujer hasta la disolución final".En realidad se examinaban, se reconocían con curiosidad. Los grandes y penetrantes ojos de Ludiana se despojaban de precauciones y observaba a su pareja que parecía tener una imperiosa confianza en sí mismo y que, sin embargo, se sentía totalmente inseguro. Llegó él a sentir una especie de desfallecimiento con sólo estrechar la cintura del fibroso cuerpo, entretanto ella giraba repleta de una profunda embriaguez y ambos se volvieron indefensos ante los embates del amor. Experimentaron lasitudes y sudores mientras se insinuaba el juego amoroso trasvasado en vértigos y desconciertos. Y en esas circunstancias sus ritmos cardíacos- unidos a la cadencia arrulladora de la poesía musical -,redoblaban alocadamente.Por otro lado Ludiana parecía adaptarse a los pasos de baile algo vastos y torpes de M.O. quien seguía creyendo sostener entre sus brazos a una criatura frágil y se desconcertaba al percibir una energía exuberante. Aspiraba sus fragancias mientras contemplaba el rostro enmarcado por la cabellera imperiosa que gravitaba sobre su espalda y le rozaba su tensa mano. La respiración de la cordobesa, centrada en su cuello, era anhelante. En ciertos momentos, al separarse un tanto, él lamentaba que la música decayera en los necesarios paréntesis.En todas esas instancias el escrúpulo pareció caminar hacia el destierro dando paso a la misteriosa percepción del amor.
 Son dos polos de una situación dada:lleno de incertidumbre el cazador esperahaber apropiado el lazo para cazar su presa, pero esta es lider en escapes , no sólo su instinto, su olfato, su vista,que brilla asombrosamente en la oscuridad  es infinitamente desarrollada...¿quién será entonces el cazador?El enigma es parte de la vida, la astuciapertenece a la inteligencia y un sesgo demayor o menor hace la diferencia Sin embargo lo que parece una lucha sin cuartel,termina siendo una sorpresa inédita...
Y por esta vezmis penuriasfueron trémulas hojasfurtivas que videpositadas en mis suelos;de repente la suavebrisa otoñal las movióhasta que por fin se hicieronun colchón en el sendero mansoy quieto...Esmeriladas hojas quemiran solamente el cielomajestuoso y a la nocheesperando un beso tuyoque las vuelva perdurables. 
No creas que hoy es simplemente hoyhoy es ayer vestido con otro ropaje.Lo singular es que para nada importeel mañana ni que hayas renunciado a ti misma,porque tu recuerdo se impone en este vaivénde infinitos movimientos callados.Así las cosas, sólo es la ruina mencionadala que paciente hila tu cuerpo desde siempre.
Vaivén
Autor: alberto carranza  750 Lecturas
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Miserable angel demoníaco:Eres brasero esculpido a palospues hallas en un caldero hirvienteel mono cultivo para la venganza.Pero además de brasero esculpido...eres un corazón manchadomerecedor de azotes con látigos de fuegopues las cien parcas furiosasanidan en tu espíritu fraguado.Banal bestia furiosa ,que bebesdel cáliz más amargo, merecesla hostia esclava del solitario.¿o acaso eres invocante irremediablede una vida sin sentido?¿O simplemente un renegado de laversión Divina...?
 El milenio me aprisionó;dejó librado al azar el pasaje de ida y vuelta,una mariposa revolotea ajena a las flores,raudosdesfilan los soldados debajo de los bombarderos.Nada terminó, nada terminó pero rondan los Kamikazes.La multitud se agolpa, presta a ver los suicidios en masaLa multitud cae sumida, pero puedo amarte a pesar de todo. 
Los días sombríos -no como el de hoy domingo en el que las nubes grises de plomo se tiñieron de cierto matiz de blancura revistiendo el cielo de un raro y deslumbrante aspecto- tienen que ver con evocaciones. En ellas veo parcializadas, instancias de mi propia niñez. Recuerdo que comenzaba el solsticio de Junio con lluvia y granizo y que el vecino sentando a la puerta, en la vereda de enfrente, miraba con idénticos ojos soñadores la inundación de la calle de nuestro barrio. Esa inundación periodica procuraba distracciones muy placenteras; cuando amainaba el vendabal podía jugar con barquitos de papel e imaginar que viajaba en ellos hacia ignoradas latitudes. Los días de fuertes vientos ocurría más o menos igual: con hojas de diarios o de cuadernos ideaba aviocintos cuyos derroteros seguían rumbos empecinadamente inciertos. La matáfora consistía en apropiarme de la fugaz libertad.Cuando mi calle se inundaba tenía siete años y disfrutaba como todos los niños con esas pequeñas distracciones que procuraban algunas respuestas a las incipientes curiosidades y emociones. Hoy escribo mi literatura con la misma sensación de apropiación fugaz. Hoy, llevo vividos muchos días desde aquellos hermosos momentos en los que sobraban las horas para ser yo mismo y las pasaba resolviendo los primeros dilemas significativos para mí. Hoy lo significativo es carecer de tiempo, incluso es significativo que esa carencia de tiempo para el ocio, por ejemplo, incida para no hacer algo mejor de mí mismo. No importa, aún vale la intención y la posibilidad. Lo trágico sería haber vivido pocos días o pocos años, como Miguelito que murió exactamente al cumplir los cinco. Un camión sobrecargado con cajones de tomates se desniveló y esos pesados cajones cayeron sobre su cuerpo ínfimo. Lo trágico es lo infructuoso para siempre.Cuando uno ha pasado los cincuenta se asombra de ciertos episodios de la propia existencia. Por ejemplo, si uno dedicó muchos años a conseguir tenazmente el sustento para su familia, y sin poder disfrutar de tiempos libres, salvo excepciones, es poco probable que haya conseguido desarrollarse con la plenitud necesaria, y lo dejo ahí.Al visualizar la calle de mi barrio inundada, retorno también a mi orfandad, a ese primer contacto con la realidad espuria y lo más parecido a mi primera incursión en el verbo. Esa asombrada visualización de las hormigas sendereando en el umbrío Jardín del Orfanato, me permitió cincelar un argumento: las diminutas hormigas, cargando enormes pesos, cumplían las exigencias de sus vidas sin la menor queja, simplemente armonizadas con el destino común. Las rejas altas que cercaban el ala interna del parque, separaban mi pequeñez del exterior.Recuerdo esa calle y las siluetas de paso que probablemente ya son fantasmas.La curiosidad es innata, gracias a ella evolucionamos hacia la creatividad y hacia formas complejas del pensamiento. De ese tiempo también puedo evocar la domumental naturalista: bandadas de pájaron gritones y en formación plasmados sobre un cielo espléndido, luego pelícanos- criaturas mutadas-dominando con sus pesados cuerpos el aire donde navegaban majestuosos. El niño que miraba esa y películas similares, dominaba la angustia y la timidez impregnado su retina de cielos bellos emanados de la enorme pantalla. Recuerdo el triste sentimiento del final, cuando la portentosa formación abandonaba el jubiloso cielo y dejaba el telón en blanco hasta el domingo siguiente.Cuando se es mayor, sucede como con la historia del viejo pintor que se acaricia las manos. Pone un lienzo en lugar de otro, que ya es obra de arte, y ese lienzo es pintado con la mirada del recuerdo, que es la mejor mirada poética de que es capaz un hombre que se acaricia las viejas manos mientras mira por el ventanal la arboleda dorada -verdoso-dorada del comienzo del bosque que cada vez que lo recorre tanto ama y que sabe dejará de apreciar inesperadamente en algún momento.Los recuerdos, revividos por la elusiva memoria aunque sean tristes son magníficos en su verosimilitud. Lo extraño es que no haga falta ningún atributo material para que puedan ser reinventados y contemplados despojadamente. Sin embargo, a medida que se acerca el fin, el lienzo pintado con el recuerdo si bien anticipa también rescata de la muerte.
vientos y niebla y el frío inmortalse adueñan del cielo y abajo de latierra que cae sepultada por la nievey más abajo, en la ciudad,la muralla de lluvia que la tapa. Diluvio irremediable,parto de vagidos insoportables,con ojos esperanzados detrás,y en ese dudoso calor de los sinuosos caminos,siempre hay ojos esperanzados, y detrás de las edificaciones depiedra,en los techos donde los gatos se aterran,ecos extraños negadores de Dios sufren agonías,mientras en lo alto la nevisca se lanzaa redoble,retumba al desbarranque y debajo del aludvoces penosas encerradas suspiran.
                " De los actos más atroces emana la fascinación que nos mueve a reiterarlos"El atardecer de aquel viernes tenía los pensamientos en blanco y la violenta acción fue posible.Después, sólo cabía esperar agazapado la reacción del gentío que observaba el escenario dantesco desde el muelle. Bayron se movió con ellos cuando fueron obligados por los de prefectura a replegarse detrás de las vallas. Resultaba peligroso quedarse cerca de donde flotaban, trizándose en breves explosiones, algunos restos del buque petrolero.Más o menos a las siete, la arrumazón avanzó formando un techo relampagueante y amenazador. La humareda del buque medio desvastado ascendía lentamente en espiral hasta que una imprevista correntada venteó las huestes oscuras hacia el sur de la dársena impregnando la atmósfera con el acre olor del petroleo quemado. Lo siguiente fue anecdótico. El estallido final se expandió como reguero y arrasó las embarcaciones amarradas en las cercanías. Las víctimas ( demasiadas si se las comparaba con los escasos muertos incinerados en vida), fueron marinos sorprendidos en sus camarotes o en las salas de máquinas y muchos de ellos fueron rescatados de las fogueadas aguas por lanchones cuyas maniobras y ulular de sirenas encrespaban el aire. Los apostados en  el muelle clamaron indignados: querían justicia.Esa noche, al trepar las escaleras hacia su cuarto, Bayron se detuvo por un momento a escuchar los comentarios exaltados que otros pensionados le hacían a la Sra. Menghet y pensó con frío desprecio que era inútil especular sobre el móvil de la masacre y los incriminados; no ganaban nada porque la noticia en pocas semanas dejaría de incidir en la opinión pública sobrepasada por otros hechos terroristas que de modo incesante asolan el mundo. En su cuarto Bayron buscó evadirse de la espantosa soledad bebiendo copiosamente. De vez en cuando fisgaba por la ventana el estacionamiento de enfrente y por fin vio a dos tipos filtrados por la lluvia cruzándola para guarecerse en la entrada del centro comercial. Se inquietó pero los tipos quedaban en la mira, prácticamente no eran invisibles. Luego se desnudó y se metió en la cama. El exceso de alcohol hacía su efecto y la pesadez del sueño aumentó su angustia: merodeaba en el muelle bordeando las embarcaciones.Las quillas condensaban jirones boira que ascendieron por su cuerpo y ciñeron sus garganta como boas constrictoras. Despertó de golpe, sudado y con los músculos como piedras. Hurgó entre las sábanas pero halló el revólver en las ropas dispersas por el piso. Volvió a fisgar por la ventana; los tipos seguían allí al parecer atentos a quienes entraban y salían de la Pensión de la Sra. Menghet. Bayron se quedó inmóvil, prestando atención a los demás ruidos, al quejido de los escalones y a las voces que, de vez en cuando, subían. Pero nada sucedió. Una hora y pico después comprobó que los tipos ya no estaban. Se sentó a la mesa y mientras calentaba el gargero, repasó su llegada de tucumán una semana antes. Había bajado del tren y recorrió el andén con sigilo y en alerta al control policial que a esa hora era mínimo. En tucumán también debió ser precavido. Posadas había dicho " no se deje ver" y sonrió. Todo el tiempo se mantuvo al márgen: ni siquiera tuvo contacto con una mujer. Después de hacer estallar la guarnición no se arriesgaría, esperaría para volver subrepticiamente. Ahora, una vez cumplido el otro " encargo" y pensando en la fortuna que debía cobrar, volvió a sonreir. A Rosa la había llamado ni bien se instaló en la Pensión.Cuando intentó fijar la silueta de Rosa en la cama del hotel su memoria lo traicionó. Tres meses eran demasiado. La silueta se hacía imprecisa: tenía presente su expresión cohibida y anhelante, tenía presente sus muslos largos y tersos, pero la memoria de los momentos de pasión reaparecían borrosos. Puso el arma sobre la única mesa del cuarto. Había percibido- mientras aceitaba y frotaba parsimoniosamente el 38-, que los ojos se le desorbitaban y ardían como brasas. Los enjuagó un buen rato con el agua helada de la ducha, lo mismo hizo con su cuerpo que también ardía extrañamente. Después, en la cama, entró en un sopor del que saldría tensamente el mediodía siguiente.Rosa lució como en la primera cita dos años antes. Llevó al Lezama el mismo vestido de zarga azul Francia. Al acercarse a Bayron la sombra de Rosa, resaltó sobre el fondo de la pared del museo histórico. Rosa no tenía aspecto deportivo, no se destacaba por ningún ademán desafiante, pero sus pasos eran elásticos y a la vez reposados, su andar le prestaba una sugestiva elegancia. A Bayron le encantaba que aquellos movimientos en contraste insinuasen la sedosa pasividad femenina. Lo miró conturbada. Luego de un gesto amoroso,algunas palabras flotaron en el oído de Bayron procurándole alivio. Se mostró muy preocupada por él, y él pensó que el amor de Rosa no se desgastaba. Un leve reproche por su ausencia surgió en la cama del hotel alojamiento. Pero dijo arrepentida: " Soy una tonta" y unas lágrimas mojaron las manos de Bayron._ ¿ Qué hiciste todo este tiempo?_ Te esperé cada noche- dijo ella enjugándose las lágrimascon cierta tristeza. Rosa, en el Parque Lezama, había abandonado su mirada en los niños que alborotaban en los juegos distantes. Al llegar él le había preguntado por qué no se alimentaba mejor; al abrazarla con ternura apreció la excesiva delgadez y la besó apasionadamente. Sin decirle cuanto la amaba le había dicho piropos que ella interpretó como actos irrefutables de amor.Bajaron por el terraplén hacia la zona densa de vegetación. La llevaba de la cintura, aspiraba su olor y tanteaba con placer su armonioso andar. Abajo, la fuente enorme y cuadrangular se había sedimentado de mugre. Allí, el frío era inclemente y el sol alumbraba apenas. Se sentaron en un banco de cemento y mientras charlaron contemplaban los minaretes de la Iglesia Ortodoxa. Bayron sintió necsidad de volver a besarla con intensidad, con fuerza de posesiva; pero aflojó su abrazo y sus besos se hicieron mucho más suaves. Se daba cuenta de su propia brutalidad y esa no era la forma de estimular unos labios tembloros e inseguros. Rosa que ya empezaba a sosegarse, le contó su rutina en el Samovar; habló de prisa y entrecortado, diciendo que muy pocos turistas compraban antigüedades en esa época del año. El ruso- un hombre parco y siniestro, según su opinión-, lucía una condecoración de guerra y ostentaba un brazo ortopédico. Todo, en el vetusto Samovar, olía mohoso y el semblante de anteojos redondos, atisbaba con su único ojo a los visitantes que compraban y se iban rápidamente, quizá intimidados por su presencia...lo domingos, al salir de su trabajo en el Samovar, solía recorrer la zona del caminito...Bayron escuchaba a medias porque - al aludir Rosa a lo siniestro del dueño del Bazar- le remordió ser como era: no sabía explicarse que veía ella en un hombre de fondo cruel. Tal vez ese fondo despiadado y patético, inspirasen su compasión y su amor. En tal caso era una amorosa piedad mucho más fidedigna que algo real pero interesado.En el taxi, ella descansó la cabeza en el hombro de su amado. Se sentía dichosa y dijo con picardía: - Sería lindo ir otra vez a Escobar.El taxi recorrió Montes de Oca hacia el centro y Bayron veía con ojeriza el paisaje edificado de una ciudad que avivaba sus instintos más deplorables.Aun derruida, era preferible la casa de Escobar donde su hermano y él fueron criados. Habían ido a esa vieja casa con Rosa el verano anterior y en el invernadero hicieron el amor. Esos momentos lo compensaban cuando debía permanecer en las sombras. Recordó que al finalizar el acto amoroso, empecinados en apretar en sus almas esos instantes fugaces y esquivos, habían reído a carcajadas. Bayron se sujetaba ahora a ese nítido recuerdo pero un ramalazo de otro recuerdo lo suplió: sus padres muertos prematuramente llenaron ese espacio de su conciencia. Salieron del hotel alojamiento después de dos turnos y llegaron a plaza Constitución a la hora que la enjambre humano se desgaja en las enormes bocas de la estación de trenes y hacia todas partes con bestial desesperación.Casí todo el martes estuvo en el cuarto de la Pensión mirando desde la ventana el movimiento incesante de la avenida y del estacionamiento. Ese día el delirio informativo que daba cuenta del atentado en el Puerto, acreció. Por otros comentarios supo que todavía no se focalizaba a los responsables. A la hora de cenar, con las solapas de su gabán ocultando el perfil de su cara pétrea, frotando sus manos frías, entró al Fondín del Puerto. En ese sitio debía encontrarse con  Posadas. Una treintena de parroquianos (estibadores y marinos) empezaban a cenar en el ruidoso lugar. Los que más aturdían eran los que no había parado de beber cerveza y estaban a punto de embarcarse.Un fornido guardia, revoloteó donde estaba Bayron, tenía una expresión amigable y lo invitó con un trago. El tema salió muy pronto a relucir. El guardia comentaba pormenores del atentado del viernes y dijo: " Mancomunados con los de prefectura ya agarramos a dos sospechosos."_ Me imaginó- repuso Bayron clavándole la mirada- que los mandarán al paredón.Al guardia le extrañó el exabrupto. Observaba el rostro sulfurado de Bayron con cierta indecisión, pero luego dijo muy seguro:- Pierda cuidado compañero, sean quienes sean pagarán como Dios manda."Bayron hubiese querido decir que no era cuestión Divina sino exclusivamente suya pero se rió de sí mismo. Por la húmeda opacidad de la vidriera vio alejarse al guardia en dirección a las oficinas del astillero férreamente vigiladas. Esperó a Posadas en vano. Esa noche frecuentó el insomnio. El miercoles lo llamó a cabotaje. " Salió muy temprano y no sé si vuelva- respondieron de la oficina. A la hora del almuerzo del día siguiente, se comunicó con Rosa a la casa. Ella insistió en que disponía de esa tarde para que pudieran verse. Insistió conmovedoramente. Bayron, suponiendo un muro que tenía que derribar para salir del suspenso en que lo había puesto Posadas dijo: " Ahora no Rosa, estoy en un asunto que espero cobrar..." Y anduvo toda la tarde vagando por la ciudad echando puteadas al mentiroso de Posadas. Esa noche retornó a la Pensión tarde e indescriptiblemente cansado.Recordó que el lunes, durante el trayecto hacia el hotel, Rosa lo abrazó sin prejuicios.Parecía empeñada en contagiarle su excitación y en vencer su estado imperturbable y ajeno. Impulsada por la pasión necesitaba compartir su amor y, en la habitación, al hundir él sus manos fibrosas en la masa de cabello sedoso, que al caer de lado volvía más sugestivo el rostro que lo asediaba, advirtió que Rosa lo amaría para siempre, aunque él dejara de quererla, aunque desapareciese de su vida.Después se durmió contra su cuerpo y él la contempló con admiración porque tenía presente su sorpresa cuando le prometió que se irían al Uruguay para empezar una nueva vida, " una buena vida" así le había dicho. La propuesta no era ilusoria.¿Por qué no llevar una vida común como los demás? Tendría dinero de sobra para eso..._ ¿ Me vas hacer tu mujer, flaquito?- dijo Rosa y frunció la cara cómicamente, pero enseguida quedó pensativa; prestaba atención al ronquido constante del pecho de Bayron que mientras dormía era convulsionado por la tos._ Rosa, mirá- dijo al salir- ya no quiero estar más en esta ciudad reventada.Rosa enmudeció, conocía la aversión de Bayron por Buenos Aires.Esa mañana, aguardando a Posadas en un café de Corrientes, Bayron pensó que  una vez finalizado " el encargo" debía irse de la ciudad o terminaría "boleta". Fue esa la primer entrevista con su contacto y Posadas había acentuado reiteradamente lo de "un trabajo limpio, sin señales"_ Fui cuidadoso siempre así que no me imponga condiciones- repuso agriamente Bayron. Y luego trató de suavizar su dureza invitando a Posadas con otro trago, que  este aceptó de buena gana. Los labios de Posadas eran imperceptibles y su faz cínica, aunque esa tarde se mostrase afable igual rezumaba desabrida._ Lo sé bien- dijo- los amigos comunes siempre hablan de sus "hazañas". No crea que tengo nada personal, le aclaro...pero sí exigencias de los que pagan. Ellos saben perfectamente a que se juega (extendió un sobre). Tampoco transigen en esto. Ahi va la mitad de lo acordado (vaciló un instante y lo miró con fijeza),¿ le parece que nos veamos cuando todo acabe y en el fondín del Puerto arreglemos el resto?Aclaró el día y la hora y se levantó. Estudiaban mutuamente sus reacciones. Bayron percibía la contracción de furia que los asemejaba. Más tarde se arrepentiría de haber aceptado aquellas condiciones. Las palabras finales de Posadas fueron: " Si surge alguna complicación acá tiene mi número de la oficina de cabotaje...ah, buena idea que haya pensado irse del País...Lo llamó otra vez el jueves. Posadas después de excusarse por no presentarse en el Fondín, describió en forma parca cómo estaban las cosas: " Nos bloquearon los fondos, clausuraron el astillero y la aduana-dijo- ¿ se dará cuenta que quieren sindicarnos?_ Será como dice, pero no por falla mía- replicó Bayron._ Es aconsejable esperar- agregó Posadas con voz extraña.Posadas se daba cuenta que todo se iba al diablo, una vez empezada la cacería caerían de a uno por vez. Esa noche la lluvia firuleteó en el adusto rostro de Bayron a medida que se acercaba al Fondín. Posadas había dicho además: " No hay que apurarse ni arruinar las cosas" Bayron abstraído contestó: " está bien esperaré."Antes llegar a las inmediaciones del Fondín, había divisado a "los perros de prefectura" diseminados en el rigor de la vigilancia. La figura alta de Bayron se desperfiló al entrar al recinto de marinos sedientos. Por la vidriera aventada con el guante, acechó la zona de embarque. Del lado opuesto, la niebla envolvía las edificaciones de la Aduana y sus oficinas. Como a las once de la noche, sin depertar interés en los parroquiano salió; se internó en la neblina, caminó costeando los galpones y respondiendo tardíamente a Posadas..." no arruinaré nada, resolveré el asunto a mi modo." Avanzaba hacia las oficinas de contornos borroneados oyendo la sirena del buque que partía. Al emboscarse divisó la custodia, charlando y fumando. Le fue sencillo urdir la manera de entrar sin ser notado. La falleba de la ventana balancín trasera de la oficina de pagos cedió con facilidad.Mientras compaginaba los códigos con el sensor para lograr abrir la caja fuerte empotrada en la pared, debajo del emblema caduceo, pensaba en Rosa, en su cara dormida y plácida del martes en el hotel por hora, cuando todavía no oscurecía y el cielo se apagaba con un celeste pálido. La tenía a su lado, con una pierna cruzada sobre las suyas y la mano, en forma alternada, descansaba en su regazo y en su pecho; el cuerpo aún ardiente de Rosa parecía desafiarlo con su ternura. Al salir del hotel, temiendo nuevamente que aquellos instantes se les escapara, estuvieron un rato abrazados, emocionados y felices.Verificó con el sensor hasta que los números coligaron y la abrió. Evitó valores y fajos encitados de pesos; guardó en el bolsillo interior de su gabán seis fajos de diez mil dolares cada uno.Al perderse en la dársena rumbo a la salida del puerto, tenía la certeza de haber muerto al guardía que lo había interceptado. Lo había visto boquear y al huir lo había visto oscilar sobre sus rodillas y caer como si la vida se le derrumbara. Desde ese momento comenzó la incertidumbre que ya no lo abandonaría. Se imaginó destinado a cruzar (en una huida interminable) un puente gigantesco, una fuga infinita sobresaltada por el recuerdo de Rosa.Hizo un largo trayecto en colectivo para llegar a la concesionaria de su hermano Julián López. Se parecían físicamente aunque el otro era menos flaco y desgarbado. Idéntica era la aspereza de la voz, el recelo al mirar y la serenidad al contabilizar los fajos de dólares que le entregó.Estaban a solas en un ala administrativa de la concesionaria._ Te hice en Tucumán hasta ahora...- dijo Julián cuando escuchó la voz de Bayron por teléfono un día antes. Ahora Julián guardó el dinero en un maletín y anotó la cifra en su agenda. " Es demasiado, sumándole lo que tengo guardado" dijo._ Bueno, ya sabés..., no debo tener sobresaltos en el futuro.Bebieron un  par de copas de grapa, silenciosos y fumando pensativos. De pronto Julián descruzó su larga pierna. Había acercado su rostro al de Bayron y lo escudriñaba._ Espero que de acá en más tengas cuidado- dijo- ¿ vas a ir con ella?_ Sí, dijo Bayron y un leve temblor vibró en sus labios- De acá a mañana necesito pesos. Saldaré la deuda impositiva de la casa de Escobar y te dejo a cargo para la venta. Julián preparó un cheque con una cantidad estimativa y otro para viajar e instalarse en el Uruguay. La suma era abultada e hicieron los cálculos. Bayron podría transferir del Banco Nación a  una cuenta que poseía en Montevideo.Estuvo recorriendo Escobar de un lado a otro porque no hallaba la escribanía de Esquivel reinstalada en otro punto de la ciudad. Se sentía mal. Los recuerdos de su niñez allí lo asfixiaban, presentía algo extraño, la imagen del puente por donde escapaba hacia la infinitud se bifurcaba, por un lado desmbocaba en una ciudad deslumbrante y por el otro en un valle desierto. Por lo que veo se hartó de mandarnos avisos- le dijo a Esquivel hijo. Estaba irritado, Matías Esquivel reemplazaba al viejo de espalda encorvada que había muerto un par de meses atrás._ Señor López, vea, me gustaría que entienda que mis avisos fueron amistosos. La vinculación de tantos años entre mi padre y su familia..._ Déjese de joder con todo eso y diga cuánto se debe..._ Esquivel hijo puso cara de desdicha: hizo lo que se le pedía como autómata. Sumó además los gastos de las reparaciones que se harían en la vieja casa a partir de ahí en venta. Fueron a inspeccionarla. Estaba ubicada a un par de Kilómetros de la Panamericana y Esquivel evaluó los daños: el interior enmohecido, descascarado, los ventanales sin vidrios, las tejas dispersas, el patio agrietado por la excesiva vegetación que invadía el frente bolseado... _¡ Estragos del tiempo!- dijo Esquivel- pero va a quedar flamante para la venta.Retornó a la Capital con el ánimo aplastado. El pretérito se volvía absurdo, carente de consistencia ningún hecho significaba algo. Los pasajeros que en cada estación trepaban al vagón pertenecían a una realidad que Bayron desconocía. La concepción de dos realidades se le impusieronde nuevo; en una se comunicaba de nuevo con sus padres; en la otra escapaba seguido por un rumor de voces incoherentes hacia la felicidad. La ultima visión que tuvo antes de caer en la inconciencia fue que sus padres lo observaban y se burlaban de él.En retiro se comunicó con Rosa. Ella notó su extremada agitación_ Nos vamos esta misma noche, Rosa- dijo_ Pero, no puedo estar lista en dos horas, Bayron, mejor dicho, puedo estar vestida, mi amor pero ¿ y las valijas? Dos horas más tarde se verían en Constitución. Irían en un taxi y abordarían el Ferry con tiempo de sobra. Quería comprar algún obsequio para Rosa y aquel sentimiento puro de felicidad se bosquejó de nuevo como una conquista impensada, como una emoción positiva, apenas presentida, apenas atrapada.No advirtió el impulso que lo hizo encaminarse al Puerto. El escenario se asimilaba a la noche del asalto a la oficina de pagos. Oía claramente las voces de los marinos que entonaban canciones y gritaban en el Fondín y los plasch de la superficie del río contra las quillas de las embarcaciones. Estuvo detenido en el muelle observando aquella superficie acuosa maloliente. Cuando avanzó hacia el embarcadero, presintió a sus espaldas las dos sombras amenazadoras y procuró responder a los disparos agachándose, sacando su reluciente 38. Enseguida se escuchó un plasch neto en el agua y, poco después, ante la aviesa mirada de los guardias, el cuerpo de Bayron asomó con el pecho destrozado.
 Ayer, con las hadas y ninfas sustraidas del bosque tapaste tus ojos y fuecomo si los espejos de agua te cegaran. Fue como tratar imagenes rezagadas,que inauguran fiestas absurdas porqueno te apropiaste de un corazón lacerado,porque no pudiste modelar conjuros,o reconciliar la diversidad del amorcon herejes mortajas ebrias,que no ansían perfumes enervados,ni caminos sin dioses,que no se visten de seda ni de terciopelopara deslizarse con la lentitud del caracol,o para derramarse en el placer más idiota.Ayer, los ruidos falsos del desamor,repercutieron en el aire viciado sinlograr arruinar las hermosas amapolasNi volar bajo ni alto fue el vuelosobre esas rocas dispersas en el río.Ayer, tus ojos no vieron nacerlas montañas nocturas que lloran,ni en la entrega fueron sobados tus senos, ubres de lunas clandestinas,que nunca se reconcilian contigo.   
 El amuleto:                      autor Alberto Carranza Fontanini.¿ Qué haría su querida esposa, aprovechando que estaba sola esos días en el chalet? Con ese malévolo interrogante El Dr. Olivares despertó en su cuarto de residente del hospital zonal, antes de lo habitual. Durante el trajinado día anterior los rasgos amados de Diana sitiaron su cabeza; no dio un sólo paso sin ser acaparado por su imagen indignada y finalizó con sus pensamientos en descalabro. En la cama su mecanismo de relajación no funcionó enseguida; pensaba en ella con los ojos puestos en cualquier punto del techo y a veces, al entrar en soñolencias,reaparecía aquella incomprensible pesadilla.En el baño fue presa de una loca exaltación; con la esponja rezumando jabón frotó mil veces su cuerpo hasta dejarlo abarrotado de espuma. Observando ese resultado singular en una gran espejo que había en la contratapa del placard, le pareció risible exhibir su cuerpo parecido al de un gallo emplumado que encima aletea los brazos y cacarea como esas aves. Era gracioso y rió como reirían sus colegas de cirugía si lo viesen en una postura tan extravagante. Pero el moverse en ese registro de alteraciones absurdas, no repercutió para atenuar su malestar. ¿ Qué no haría con tal de quitar de su atribulada cabeza la obseción por Diana? ¿ Pero era posible arrancar del alma su amor por ella? Hubiese querido olvidarla aunque fuese por unas horas pero esa idea lo acobardaba.Hubiese significado entrar el juego inflexible del desapego emocional pero la maldita idea aniquilaba tal deseo. Aun con el presentimiento de que la relación se iba a pique, lo empecinaba una morbosa aficción aquel amor ya de por sí desdichado. La mañana anterior, mientras preparaba su maletín, se evidenció que la relación se hacía trizas. Aquella discusión de antes de salir afectó a los dos profundamente. Ella aprovecharía ese día para salir a pasear y él armó un drama por eso. No era raro que no pudiese reprimir sus sarcasmos y que ella, harta de ser humillada, se hundiese en el mutismo como si no le importase dar ninguna explicación. Solía dejarlo ir sin decir palabra, sin embargo esta vez fue diferente. Diana explotó, lanzó una andanada de recriminaciones que al fin ( al partir él hacia el hospital), se canalizaron cuando algo contundente se estrelló contra la puerta. Las ofensas  habían rebasado cualquier límite durante este episodio que saturó la tolerancia. De allí en más Diana no requería pretexto para no repudiar su matrimonio.Naturalmente, al desapercer su ofuscación, el solía arrepentirse:   "Volví hacerla sufir- decía- merezco su desprecio"¿ Podría vivir en adelante sin ella? Esa pregunta abría un futuro aciago que lo atormentó sin intermitencias; reprobó sus agravios, sus arranques injustos y maliciosos; después se dulcificó y volvió a pensar en ella con la ternura de siempre.Al finalizar su higiene y limpiar el vaho, el espejo reflejaba un rostro de facciones febriles en recurrente. Había insulsez en la penosa soledad que vivía en esos instantes y al afeitarse pareció acompañarlo otro juego, el traidor juego de avizorar minucias de la edad: insoslayables vestigios como las entradas en las sienes, las patas de gallo, las bolsas amoratadas debajos de los ojos, las arrugas en las comisuras y la incipiente papada; conteo insensible, la misma insensiblidad que empleaba en las intervenciones quirúrgicas cuando predominaba en sus ojos azules imprevistamente huecos de causas, la visión de lo transitorio. Visión que avasallaba al ponerlo al tanto de la impiedad del tiempo. Nada permanecía, la vida menos que todo, menos que un libro,menos que un mueble o que un papel. Obtenía de esto, irrefutables pruebas en el quirófano.A cierta edad se aguanta lo fácil que es morir. Vista desde cierto ángulo la vida dura un soplo. Y de repente desfilaron por su mente los cuerpos que respiran entroncándose a la confimación de algo también inexorable: la diferencia de edad entre Diana y él. Era sencillo entender que ese fue el principal disparador que convirtió el matrimonio en un desastre. Lo que diez años antes lo sedujo ahora transformándose en motivo de sus celos, lo corroía.Cierto día, paseaban por el centro, observó el indisimulable interés que la esbelta figura de su mujer provocaba en otros hombres (machos más jóvenes codiciaban a su hembra), y al volver desencadenó la terrible escena de celos. Desde entonces todo se agravó. Solía recriminarle por usar un vestido más ajustado o más corto o si el prolijo maquillaje la hacía más atrayente; y cuando ella salía y demoraba en volver, con mala fe la acribillaba a preguntas. Si ella decía con franqueza que había ido de compras con su mejor amiga y luego tomaron el té en una confitería céntrica, él como un posesos deducía: " miente, se vieron con el amante en un sitio discreto".El asunto de la asincronización de edades (y otras asincronías que consumieron el funcionamiento armonioso de la pareja), lo tenía trastocado. Incoherencias y periodos de encono agudizaron el malestar de Diana que un día no pudo más y dijo: " te detesto" y lo puso emocionalmente contra la pared.No obstante sus arrepentimientos El Dr. Olivares no sabía disculparse y la convivencia se volvió hostil en extremo. En esa tirantez el matrimonio perdió fuego. Al preguntarse cómo habían cambiado tanto el uno con el otro lo sorprendió que no se conocieran: ni Diana a él ni él a Diana. Fue una iluminación repentina, dolorosa y amarga, comprender que la pasión , el decurso de las emociones y las afinidades, se habían volatilizado. El Dr. Olivares sintió nostalgia por aquellos años en los que compartían  sobre todo las pequeñas cosas forjadoras de felicidad. La voz de Diana se modificó, se fue agriando y resonó continuamente despectiva. Sin embargo, la tensión embellecía sus rasgos que ahoran miraban con encono y  él comprendió que con cada enfrentamiento se abría paso el mecanismo de la destrucción. El Dr. Olivares lamentaba estas reflexiones, pues aunque todo hubiese empeorado la llama de amor revivía cada noche en su cuarto de residente y no obstante - siempre lo inexplicable- revocaba cualquier intención de confesárselo a Diana.Vio en el espejo su rostro recompuesto. Le quedaban minutos para terminar de vestirse y bajar. Luego empezaba el strees. La cirugía exige prodigios: eficacia suprema o ser eficiente y meterse a fondo en el tema. Una vez abajo se cercioró que llevaba aquel amuleto regalo de su madre al recibirse, lo tanteó en el bolsillo de su chaqueta y se sintió mejor. Recorrió de prisa los pasillos hasta el quirófano. Allí, se destacaba la cabeza chata del cirujano ayudante inclinado y meneándose ante el gigante de 150 Kg yaciente sobre la camilla. El anestecista, sobreexcitado, sacudía la cabeza y miraba preocupadamente su equipo. Ambos suspiraron aliviados._ ¿ Qué hacemos con este elefante ,Doc.?El Dr.Olivares fijó sus azules en ambos. Abrirían el enorme abdomen y extirparían la vesícula con la mayor rapidez posible. Apretó su amuleto y se dispuso para la incisión. ( La vesícula tapada eclosionó y un paro cardíaco respiratorio alejó para siempre el aliento de la vida).El Dr. Olivares se dijo: " me abandonó" como si el amuleto se hubiese ido para siempre. Pero eso decía el Dr.Olivares cuando un paciente se le iba de las manos. El grupo, consternado, observó el enorme cuerpo inmóvil. Cuando sucedían estas desgracias eran reemplazados por otro equipo de cirujanos. El Dr.Olivares, quitándose el barbijo con un gesto de fiereza terrible, salió batiendo puertas. Esa noche contaría a su confidente nocturna su frustración. La enfermera, ya a punto de jubilarse, viéndolo abrumado y exhausto respondería con  inusitada lucidez: " Está bien Doc, cálmese, no fue su culpa. En vez de comer un lechón al que no dejó carozo, hubiese sido más saludable que el pobre hombrote hubiese cenado churrasco con ensalada...pero igual, tarde o temprano, hubiese tenido un ataque y nadie, grábeselo, nadie hubiese podido salvarle la vida..."El experimentado Dr.Olivares se sobrepondría. En realidad la aprensión que tuvo con el amuleto solía distraerlo de otra realidad. Pero al volver a su cuarto de residentes volvió a su mente el asedio. La noche anterior se reiteraba. Le costaría dormir pero cuando cerró los ojos obtuvo aquella pesadilla que no podía nunca sintonizar.La mujer que caminaba a su lado por la playa era sin duda Diana. Caminaba a su lado sin voltearse hacia él que con ansiedad y casi a la fuerza le tomó una mano intentando vencer su indiferencia. Pero ella continuó inaccesible en dirección al mar. De pronto ya no caminaron por la arena sino por calles crepusculares y ella se soltó de la mano y paulatinamente se fue alejando hacia otra parte. En ese lugar había estacionado un auto negro que sugería una carroza fúnebre. Queriendo prevenirla él gritó, pero la voz del sueño  tiene horribles efectos o no suele ser clara y,otras, es imposible de emitir o carece de sonido. La vio alejarse y a su paso sus hermosos cabellos ondularon con el súbito viento; entonces la calle ya no fue calle sino playa blanca como  la luna y el mar negro como la noche que los rodeaba. 
El amuleto
Autor: alberto carranza  721 Lecturas
 Hablaré desde mi alma hacia tu alma,hablaré bien despacio de aquellos mestizos,de los criollos y patizambos y de los negros que jamás fueron exonerados.Hablaré de los aborígenes que son hermanos y fueron impadiosamente masacrados.Hablaré de la poesía y de los instrumentosque lloran de pena por tanto estrago.Hablaré de quienes duermen en las estacionescubiertos de harapos, tapados con diarios,de los que piden limosnas en las esquinasy son atropellados sin verdes semáforos,y de ese viejo que noche a noche esperauna mezquina moneda ante las opulentas puertas del Supermercado. Hablaré del corazón humano que ya no amaporque se hizo añicos con tanto daño.Y hablaré a los hombres que se sienten hermanosy de los otros, los mercenarios, que todo destruyenen la inclemente furia de lo malsano.Hablaré de los ricos que son humanos,y de los pobres ricos que son nefastos,y hablaré de América y de mis hermanosy cuando ya no pueda hablar, ni hacer estrofas,soñaré que un día fui y atrás quedó el llanto amargo.
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