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Tú_
Autor: Carlos Alfredo Díaz  365 Lecturas
Ayer dormí en silencio_ En el silencio de esta obscuridad Que me acobijaba por la espalda, Pude ser capaz de redimir mis falsos ecos Y por una sola noche, jugar a que no temo. Aparte de mis orejas mis manos Y con aires nuevos me sentí un receptor, Pendiente del primer suplicio que atacara Con esa voz lúgubre y simulando viento. Sin embargo lo que en realidad esperaba Era esa tersa invitación tuya a robarnos Las caricias y desgarrar esas sábanas Con olor a mares. Suavizas sin molestia mi frente enmarañada Restauras el orden perdido entre mis ojos, Y sólo esas suaves manos tuyas me regresan A mi espacio entre tu pecho y tu cuello.
Me fue costumbre verte lejos Cuando apenas he de llegar, Se me hizo una parte más De la fortuna que me persigue, Y solo di por callar.   Es tu vicio y lo acepto Ahora he ahogado en tazas de café Todos mis miedos Y no sé que decir cuando hace frio.   Sabina acompaña las tardes Cuando las grietas de su voz se conjugan Para ser parte del mismo inmueble Que entre ausencias y perezas se destruyen.   Me fue costumbre verte entre los Pedazos de canciones que no sé cómo escuchar, En los libros que no he de leer Y en estas manos en donde ya jamás has de posar.
La politica es cosa de niños, tal vez sea por su simplicidado que esta sujeta a losjuicios primarios e ineptos del razonamiento humano, porsus juegos de palabras con adjetivosnuevos y desconocidos, o el color brillante de las playeras que citan a volteary reconocer figuras. Tal vezsea solamente porque no se sabe quehacer despues de entenderla.
 La primera poesía del día Te corresponde a ti, Aquella aun atrapada En esa brisa vespertina, Que juega entre el roció Y el viento frío. Que llega como una intrusa Entre las sabanas a Irrumpir en lo tibio de tu piel.  Esa sensación me recuerda a ti Esa incomodidad perfecta De tener con quien compartir Mis pesadillas, y de indagar en lo Más profundo de mis sueños Hasta instalarte en ellos. Porque tú mismo nombre Me es sinónimo de gozo Y el principio de todo lo que conozco.  Tan sólo quisiera que la misma Sensación de verte Fuera la misma de está hoja. Que cumpliera con cabal certeza Las intenciones que ahora Yacen en mis labios.  Todo eso te corresponde a ti, Desde esa primera silaba Que resbala lentamente Sobre tus hombros, Hasta mi voz quebrada Que sólo sabe Pronunciar tú nombre.
Inspiración
Autor: Carlos Alfredo Díaz  310 Lecturas
Como todo un ególatra ignoro lo que dicen de mí, como todo un iluso ignoro lo que hago a diario, como todo un experto cumplo con la rutina que como todo hombre de costumbres se impuso. Y como todo un novato en cuestiones de filosofar nuevas teorías; Experimento En Ideales Ajenos. Mi frase favorita ha comenzado a ser "No vale la pena; pero hazlo..." examino mis errores los corrijo y veo si he sido constante en una recuperación. Entonces hago todo lo posible para caer de nuevo, solamente para ver si es que me atrevo.
Te desvives crudacomo la mañanaComo esa luz queaun sirve de alarma,Despiertas solopor los ratos queTe convienen, ysometes a juicio el tiempo restante.Eres viento, velay olor a mar.Casi quisiera quela misma sensación De tocarte, fuerala misma de esta hoja,Elegante y lentacomo lo has probado ser.Ahora suenas atiempo muerto, a nadaEn el espejo. Peroes esa mismaAusencia la que merevive, meOrilla a noalejarme tanto y Cerrar los ojos.Sentirte cerca,Rendidos yaletargados, piel con pielY sin ganas devolver a cerrarLos ojos de nuevo.
Dialectica_
Autor: Carlos Alfredo Díaz  307 Lecturas
Mi mujer está hecha de frio y de hiel Está sumergida entre deseos castos Y manos pudorosas.   Se viste de gala los lunes Y se desviste con gracia Los demás días de La semana.   Mi mujer habita en rincones Sin sombra.   Es ilusión y olor a sal. Es todo aquello que Sopla el viento.   Mi mujer es todo Menos silencio, Es la encarnación misma De la palabra; duda.   Es la que mueve mi pelo De madrugada, la que Me hace desvelarme en vida Por velarla a ella.   Mi mujer habita pieles extrañas Es dócil al tacto Y de buena carne.   Es todo lo que aun no digo, Porque no sé cómo decirlo.
Mi Mujer_
Autor: Carlos Alfredo Díaz  305 Lecturas
En mi infancia debí de haber sido un niño solo y triste. Solo porque a mi corta edad podía darme cuenta de que también me afectaban aquellos problemas que sólo tienden a preocupar a algunos adultos. Sin duda fui triste, y tal vez a consecuencia de mi soledad. O del efecto que eso traería a mi gastado ciclo de crecimiento. Debí de haber  jugado cerca de los charcos y las pesadas macetas de mi casa, porque aun de grande me entra un arrebato casi imprevisible de llenarme de suciedad los bolsillos, y de ver escurrir mis huellas por detrás mío. Tuve que haber sido muy escandaloso, hacer gala de esos juegos que son sólo de niños, y  aventar por todas partes los carritos y las rocas que eran para mí todo el universo que me bastaba conocer. De  seguro,  <y  no  es por presumir>  fui  un niño más que despierto, estaba lleno de curiosidad. De ganas  de querer saber  cómo  es que funcionaban los autos, el vuelo de los aviones, de las aves; de los misterios. Fui siempre y ahora lo recalco; un hombre viejo. Un niño con mirada de adulto y palabras ininteligibles. Un niño feo. Uno regordete y con sonrisa de maniaco, uno que nació atado a una pluma y a un lente. Con un terrible miedo a los truenos y a las lluvias por las noches, ¿y como no? Si no hay peor castigo que  brincar de miedo cuando ya no hay nadie que te vea. Fui como todos, coleccionista de basura, de los trapos remojados y un ambientalista adelantado, siempre preocupado por el bienestar de las lagartijas menos afortunadas del jardín, que según eso, era de niños. Yo era mago, un as en eso improvisar cuando realmente No Hay Nada Que Contar. Un genio a mis espaldas, el  ignorante de las manecillas y el tiempo que ahora después de todo re/valoró, calcando entre grietas el pasado misterioso que casi no recuerdo. Era mucho más parecido creo yo, a un ave que a un niño, gustaba de volar con cualquier motivo, desprenderme de la fortuita realidad que me brindaban aquellos mosaicos  verdi-sucios, y aquel ojo que siempre miraba desde la corteza del un árbol que daba a diario a la ventana, y ahora que lo pienso, ha sido el único espectador fiel que he tenido, siempre pendiente de mis más últimos trabajos,  de la trama a petición de otros que continuaba casi al otro día. Desvelándose incluso pensando en qué seguiría después, y eso lo sé porque al volver, siempre notaba a capas sus ojeras. Nunca fui admirador de los balones, y eso me lo he respetado. A veces me veo sentado solo en ese cuarto blanco y piso rojo, sosteniendo lápiz en mano, y pensando con que “B” va la palabra “Vuelo”. Remarcando en esas hojas rayadas que ahora son mi delirio, los pasajes y situaciones que sé, algún día me darán a conocer. Realmente no he cambiado mucho, aun no esquivo ese temor de los mundos que existen bajo los muebles, de hecho a veces creo, que es de este mundo del que realmente quiero saltar, pasarlo por encima y solamente tocar piso cuando me sienta a salvo, sigo con esa utopía que me nació hace mucho menos tiempo del que creía, sigo inscrito en la realidad como un montón de “palitos y bolitas” que no se diferencian de los demás.  Hablo igual y razono un poco más de lo que hacia antes. Nunca tuve todo el tiempo ni la forma correcta de ser niño, fui grande por detrás e infante por las suelas, siempre pendiente del paso de mi vida, y la vida en ese corredor largo y oscuro que solo daba a otro túnel y muchas más puertas.
Mi Niñez _
Autor: Carlos Alfredo Díaz  292 Lecturas
Ayer te soñé y eras distinta Eras una melodía tardía Sin el color de tus ojos Cuando miran.   Se podía notar algo triste Que desanimaba Tu camino. Algún pendiente.     Simulabas ser el viento Vespertino que alimenta A las quimeras Y amantes nocturnos.   Te estremecías sin razón Al escuchar un nombre. Cualquier nombre. Y cualquiera, es decir, Todos.   Todos menos el mío.   Eso me estremeció Bastante. Me hizo Ignorar el viento, a los Amantes y a la luna.   Quede quieto como Camisa en almidón,  Como periódico Guardado.   Intuías que algo Incomodaba a mis Labios y volviste a Pronunciar un nombre. Mi nombre.   ¡Esta vez era mi nombre!   El color de tu mirada Ilumino mis ojos, Y desperté del sueño Que provocas en mí. Desperté y soñaste tú Dormida con un nombre en Tus labios.  
Caminar solo es divisar al mundo Es respetar esa grandilocuencia Ejecutada por mártires y mudos.  Lo es todo, menos un sueño; Tal vez un fragmento del reloj Dicte lo mismo que ahora olvido.  Tal vez muera antes de ti. Tal vez mueras antes que el reloj, Tal vez nada de esto pase Y no vuelva a girar manecilla Alguna del reloj.
Caminar
Autor: Carlos Alfredo Díaz  271 Lecturas
Noche de miedo.  Noche de todo. De frio, de agujeros pardos De sonidos tantos y rumores falsos Noche de espanto y tanto lodo. Noche de dormir fuera de cama De huir lejos y volver siempre a la casa. De pecar bajo las sombras De olvidar la cara de la alfombra. Noche llorona, Noche triste. De esas noches que anochecen en el barrio. Noche sorda, de ambulantes calzos.  De esas noches que hacen historia.
Noche de...
Autor: Carlos Alfredo Díaz  268 Lecturas
No porqué éste solo o Porqué intente desestimar alguna Especie de trauma social. No te amo a consecuencia De lo mala consejera que Ha resultado ser la luna, O por los efectos Retardados de tanta musa Revoloteando en la cocina. Imposible culpar la Falta de toque femenino En mis costumbres y Forma de tomar la pluma. Te amo porque me Resuelves en una Palabra, dócil Y fortuita como mí Intención de describirte. Te amo porque me Lo facilitas, y porque sí; También me da la gana.
He de decir que cela mucho, Pero no le entiendo. Que gusta de probar los sones Más variados de mi tierra Y por ahí se rumora; Le encanta el aroma del aire Mexicano. Con sus cerros pintados de Nieve y las praderas que Tiene Tula. Se parece casi a todas las Mujeres que conozco, Salvo que ellas no vuelan de Árbol en árbol, ni me hielan La piel cuando me Hacen amanecer Tirado en la cantera.

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