Mi Niñez _
Publicado en Feb 25, 2014
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En mi infancia debí de haber sido un niño solo y triste. Solo porque a mi corta edad podía darme cuenta de que también me afectaban aquellos problemas que sólo tienden a preocupar a algunos adultos. Sin duda fui triste, y tal vez a consecuencia de mi soledad. O del efecto que eso traería a mi gastado ciclo de crecimiento. Debí de haber  jugado cerca de los charcos y las pesadas macetas de mi casa, porque aun de grande me entra un arrebato casi imprevisible de llenarme de suciedad los bolsillos, y de ver escurrir mis huellas por detrás mío. Tuve que haber sido muy escandaloso, hacer gala de esos juegos que son sólo de niños, y  aventar por todas partes los carritos y las rocas que eran para mí todo el universo que me bastaba conocer.
De  seguro,  <y  no  es por presumir>  fui  un niño más que despierto, estaba lleno de curiosidad. De ganas  de querer saber  cómo  es que funcionaban los autos, el vuelo de los aviones, de las aves; de los misterios. Fui siempre y ahora lo recalco; un hombre viejo. Un niño con mirada de adulto y palabras ininteligibles. Un niño feo. Uno regordete y con sonrisa de maniaco, uno que nació atado a una pluma y a un lente. Con un terrible miedo a los truenos y a las lluvias por las noches, ¿y como no? Si no hay peor castigo que  brincar de miedo cuando ya no hay nadie que te vea. Fui como todos, coleccionista de basura, de los trapos remojados y un ambientalista adelantado, siempre preocupado por el bienestar de las lagartijas menos afortunadas del jardín, que según eso, era de niños. Yo era mago, un as en eso improvisar cuando realmente No Hay Nada Que Contar. Un genio a mis espaldas, el  ignorante de las manecillas y el tiempo que ahora después de todo re/valoró, calcando entre grietas el pasado misterioso que casi no recuerdo. Era mucho más parecido creo yo, a un ave que a un niño, gustaba de volar con cualquier motivo, desprenderme de la fortuita realidad que me brindaban aquellos mosaicos  verdi-sucios, y aquel ojo que siempre miraba desde la corteza del un árbol que daba a diario a la ventana, y ahora que lo pienso, ha sido el único espectador fiel que he tenido, siempre pendiente de mis más últimos trabajos,  de la trama a petición de otros que continuaba casi al otro día. Desvelándose incluso pensando en qué seguiría después, y eso lo sé porque al volver, siempre notaba a capas sus ojeras.
Nunca fui admirador de los balones, y eso me lo he respetado. A veces me veo sentado solo en ese cuarto blanco y piso rojo, sosteniendo lápiz en mano, y pensando con que “B” va la palabra “Vuelo”. Remarcando en esas hojas rayadas que ahora son mi delirio, los pasajes y situaciones que sé, algún día me darán a conocer. Realmente no he cambiado mucho, aun no esquivo ese temor de los mundos que existen bajo los muebles, de hecho a veces creo, que es de este mundo del que realmente quiero saltar, pasarlo por encima y solamente tocar piso cuando me sienta a salvo, sigo con esa utopía que me nació hace mucho menos tiempo del que creía, sigo inscrito en la realidad como un montón de “palitos y bolitas” que no se diferencian de los demás.  Hablo igual y razono un poco más de lo que hacia antes. Nunca tuve todo el tiempo ni la forma correcta de ser niño, fui grande por detrás e infante por las suelas, siempre pendiente del paso de mi vida, y la vida en ese corredor largo y oscuro que solo daba a otro túnel y muchas más puertas.


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Foto del autor Carlos Alfredo Díaz
Textos Publicados: 16
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Descripción

Mi niñez

Palabras Clave: niño edad año

Categoría: Poesía

Subcategoría: Filosófica



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