¿Quién eres, y porque es tan fácil visualizarte con canciones
que les hablan a los ángeles?
  
Quisiera
poder saber qué es lo que dice tu mirada, hacia donde se dirige cuando piensas
en los cerezos, en aquellos raros azahares de la vida, y lo duro de su hueso
retorcido casi a propósito.
Quisiera amarte con la certeza de que sabes que te amo, con esa
misma certeza con la que recoges tu pelo y así le evitas divagar víctima del
viento. Quisiera sostener aquella mano tuya, ahogada en ese blanco mestizo que
es uno de tus favoritos.
Nadie ama como tú a los naranjos, ni aquellas remembranzas con
olor a tierra, sólo junto a ti quisiera ser testigo de la luna, y que a su vez
ella sea testigo nuestra, de la pasión desbordada entre dos completos extraños,
porque en realidad no sé quién eres, si una mujer de esas que hacen falta, con
coraje y voz de seda,  o un lobo
solitario que ha logrado encariñarse de la vida. Yo por otro lado soy la mitad
perdida del viento, ese suplicio que regresa y no hace ruido, la pluma del ave
que abandona lo que siempre quiso.