• Juan Alcaraz
Alcaraz
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Todo el mundo puede escribir, ¿por qué no? Solo hace falta un papel, un bolígrafo e imaginación. Solo hace falta tener ganas de sentirse realmente libre por un instante para plasmar en un papel lo que se te pasa por la cabeza. El cerebro no para de transmitirnos pensamientos, aunque no queramos. La mayoría no tienen relevancia y tienen que ver con el día a día. Con los sentimientos que nos provoca el entorno en el que vivimos. Pero existen otros, que normalmente ignoramos, que son los que merece la pena escribir. No hace falta tener ojos para ver. Para percibir imágenes que no sabemos de dónde han salido pero están ahí. Y las ha creado algo que hay dentro de nosotros. Para mí, la escritura es sinónimo de libertad. El papel en blanco es un mundo que tú puedes crear. Y lo puedes crear como quieras. Es la libertad absoluta. Los personajes que tienes la posibilidad de crear en el fondo tienen vida propia, ya que mientras que escribes estás pensando en ellos y por lo tanto están existiendo. Y seguirán existiendo mientras que otra persona lea lo que tú has escrito. Es posible que ahora mismo alguien que nos ha creado nos esté escribiendo, u otra persona leyendo, y por eso creemos que estamos vivos. Además, cuando escribes puedes decir lo que quieras sin que nadie te interrumpa. Sin que nadie esté esperando a que termines para expresar él su punto de vista. El que lo lea no te puede interrumpir, aunque opine de otra forma. Como mucho, criticar lo que has escrito, pero ya lo has escrito y si alguien te critica es que lo ha leído así que, todos contentos. Hay mucha gente que escribe que no cobra dinero por hacerlo, pero mientras escribe es libre y no hay nadie que pueda valorar la felicidad que eso provoca, solo el escritor en cuestión. Y probablemente, si te pagan, te exigen y si te exigen, ya no hay libertad. Así que cualquiera puede escribir, pero no todo el mundo vale para ser libre y enfrentarse a lo que su yo interno realmente quiere decir.
Fijaos si son idiotas los norteamericanos que los que mutan siguen siendo extremadamenteestúpidos.A un tío le pica una araña mutante y en vez morir por envenenamiento, al día siguiente puedetrepar por las paredes sin arnés y hecha tela de araña por el culo. Pues su único modo desustento es repartir pizzas. Macho, spiderman, joder, piensa un poco. Utiliza el cerebro paraalgo más que para hacerte pajas pensando en la niña de entrevista con el vampiro.Superman prácticamente puede hacerlo todo. Muy práctico cuando tu única misión en la vidaes levantar el tractor cuando se le cae a tu padre. Y su archi enemigo no es mutante, pero levale con tener dinero y ser algo menos tonto que él.Como puede Azazel (x-men primera generación) seguir las órdenes de un idiota como KevinBacon (con queso). Azazel, tronco, eres un demonio de la era bíblica y puedes teletransportarte haciendo viajes interdimensionales. ¿De verdad no se te ocurre una forma mejorde ganarte la vida? Pfff, no sé, dominar el mundo, por ejemplo.Y Lobezno es inmortal, pero no importa. Así tiene todo el tiempo del mundo para echarcurrículum en las fábricas de madera y trabajar de sol a sol levantando troncos y cortandoárboles. Es muy entretenido.Y por supuesto, todos ellos deben mantener su doble identidad en secreto, menos con susiguales, que son tantos que ya no se sabe si hay más humanos o mutantes. Cuidado que sepuede correr el rumor de que tenéis poderes, ssssssssEs tan estúpido como ser un vampiro e ir al instituto…
Mutantes mu tontos
Autor: Juan Alcaraz  407 Lecturas
Desde que tuve de pequeño uso de razón, paseando por el largo pasillo de mi casa donde nadie podía hacerme daño, supe que el trabajo era la forma más sutil de esclavitud que ha existido. Desde pequeño te preparaban para ello y te metían miedo. “Si no haces esto te pasará lo otro”, te decían. Ahora, en el mundo en el que vivimos, donde nada cuadra. En el que tu padre te dice, con un cigarrillo en la mano, que no fumes. Un mundo en el que los curas se sodomizan a los niños que deberían cuidar. El papa reza por los hambrientos con un traje de doce mil euros y el rey intenta cazar la manera de que no se hunda la monarquía intentando aprovechar el poco tiempo que le queda en esta tierra maldita. Parece que lo que te gusta te perjudica y lo que odias te hace bien. Pero en eso consiste. Sin sufrimiento no somos nada. Para descansar primero hay que estar cansado y para disfrutar realmente de un bocado tienes que estar tiempo sin comer. Bebemos sin tener sed y el segundo cigarrillo nunca te saluda ni te trata bien. A nadie le gusta ser el segundo. Mi sueño es ser un mendigo. De esta forma, pase lo que pase, siempre habré conseguido mi sueño y en mi lecho de muerte sabré que conseguí extraerme del pecho el espíritu maligno que se hace llamar dinero. Porque dentro de cien años, toda la ambición que ahora nos corrompe no habrá servido de nada y caerá en un pozo sin fondo en el que únicamente vive el eco que desaparece lentamente…
Miento, luego existo
Autor: Juan Alcaraz  419 Lecturas
CRÓNICAS ALCOHÓLICAS (Emilio)   Es viernes por la tarde y queda poco tiempo para acabar el jodido turno de por la tarde. En la tienda hay mucha clientela y desde la hora de la comida no he bebido nada. Estoy de los nervios. Mi encargado es un hijo puta que sabe lo de mi problema y disfruta viéndome sufrir. En la tienda de Tetuán somos más y a veces tengo una botella de plástico con vodka y el imbécil del encargado se piensa que es agua. Pero ahora estoy en la tienda de sanse y éste cabronazo es más listo que el otro y sabe que necesito beber. Así que resisto y me evado mientras me  muevo por el mar de monotonía que me invado por ambos lados. Mientras despacho a viejas, mariquitas y demás fauna pienso en salir por la jodida puerta e irme a algún sitio guapo para beberme unas copas y a ver qué chiquitas hay por ahí. Menos mal que Emilio me apoya con su presencia en la pollería y de vez en cuando nos miramos de reojo y resoplamos, esperando a que llegue la hora del cierre. Yo estoy en la charcutería con el encargado. Estamos solo los dos. Ésta tienda es más pequeña que la de Tetuán, en la que solemos estar cinco. Emilio está en la pollería que ésta pegada a la charcutería así que, técnicamente se podría decir que trabajamos juntos. Mientras trabajamos mantenemos alguna conversación, hasta que el gilipollas del encargado suelta un “chssss” y supuestamente nos tenemos que callar. Éste cabrón algunas veces es estricto pero tengo que reconocer que no me cae mal del todo. Otras veces (que son la mayoría) pone verde a la clientela, casi siempre atacando a sus defectos físicos. Además tiene gracia el cabrón. Cuando les suelta bromas a los clientes, lo hace de forma que ellos no le oigan del todo bien, pero yo y Emilio le oímos perfectamente. A una vieja le ofreció un ataúd barato para comprar. A otro tipo le llamó membrillo y cuando el tipo, mosqueado, le dijo que qué había dicho, éste le contesto que si quería membrillo. -        No, gracias – contestó el otro idiota   Por fin llega la hora de cerrar. Nos cambiamos en el cuarto y todo el mundo se va. Cuando estamos fuera Emilio me dice que si tengo algo que hacer. Que si me voy con él a tomar unas copas a un garito del cual conoce al dueño y siempre le reservan a él y a su amigo Raúl una mesa al fondo del garito. Que el garito está lleno de nenas y que él y su amigo están siempre en su mesa “reservada” rodeados de zorritas. Pienso que es un poco fantasma pero accedo a ir con él. Yo no he quedado con nadie en particular y me iba a meter en el primer bar que pillara así que no tendrá nada de malo tener compañía para variar, aunque se la de este imbécil. La verdad es que Emilio me cae bien y es un tipo enrollado. Me lo paso bien con él y me echo unas risas. Se huele los sobacos y suspira fuerte, a modo de mofa hacia él mismo. Bajamos la calle en dirección a la zona de bares de copas que es donde Emilio ha quedado con su colega, pero aún falta un rato y nos metemos en un bar cercano para hacer tiempo y beber un poco. Yo estoy loco por hacerlo. Nos sentamos en la barra y pedimos de beber unos cubatas, cacharros o como quieras llamarlo. He venido algunas veces a este bar. Se llama Mikonnos y es un bar de viejos que apesta, pero el alcohol es barato y pones las copas bien llenas, que es lo que importa. El camarero, que no sé si es el dueño, es un borracho de mierda. Como yo, pero peor, porque él es viejo y arrugado. Nos pone las copas y nos mira con mala cara. No parecemos gustarle pero eso a nosotros nos la suda. Solo queremos beber. Emilio se va hacia la máquina a sacar tabaco. Yo me enciendo un cigarrillo. También en la barra, a unos metros de nosotros, hay unos tipos de unos cincuenta años con un pedo considerable. Son tres y uno de ellos parece estar más borracho que el resto y es el que hace de bufón y hace reír a los otros dos gilipollas. La verdad es que me gusta cuando estoy en un bar bebiendo y hay algún borrachuzo montando el espectáculo, ya que se me hace el tiempo más ameno y me distraigo, ya que la tele es una mierda y este camarero no da conversación. Parece estar inmiscuido con sus pensamientos en la bayeta con la que frota el mismo trozo de encimera una y otra vez, mirando de vez en cuando de reojo a los tres idiotas borrachos. El más borracho de los tres está contando una historia de lo más interesante, dentro de la tontería, y Emilio ha vuelto de la máquina de tabaco. Él se enciende también un cigarro y dándole un buen sorbo a la copa prestamos atención al bufón borracho:   -        ¡ Brrrrrrr! Pues sí. Le puedes preguntar a mi madre si quieres. Ayer estaba en casa, en el sofá aburrido viendo la tele y se me ocurrió sacarme la polla y hacerme una paja allí mismo. Pregúntale a mi madre que es la que lo ha tenido que limpiar y ha visto la mancha en el sofá. Bla bla bla, bla bla bla, el otro día me fui de putas, no se qué y no se cuantos –   La verdad es que el tío es todo un showman y con el pedo que lleva no me extrañaría que acabara hoy apaleado por unos pandilleros o tirado en un descampado, pero el tío tiene chispa. Nos terminamos las copas y le pagamos al sieso de la barra. Interpretamos su gruñido como un hasta luego y nos damos el piro de allí. Después del cansado trayecto por fin llegamos a la puerta del bar de copas en la que nos está esperando Raúl, el amigo de Emilio. -        ¿Qué pasa Raúl? ¿Qué tal? Éste es Juan, un compañero de trabajo – dice Emilio. -        Buenas, ¿qué tal? – dice Raúl -        Muy bien. Aquí, a ver si nos tomamos unas copas – digo yo estrechándole la mano.   En la puerta hay un gorila enorme con cara de pocos amigos al que Emilo y Raúl saludan. Yo le ignoro. Entramos en el garito. Está muy oscuro pero parece ser un sitio grande. Hay mucha gente y Raúl, que va el primero, se va abriendo hueco por entre la multitud hasta que llegamos a la barra. Habla con una de las camareras y le hace unas señas señalando en dirección al fondo del garito, a donde nos dirigimos ahora. Yo he aprovechado el intervalo de tiempo para pedirme tres chupitos de tequila y una cerveza. Me bebo los chupitos de golpe y cojo la cerveza para llevármela a donde nos dirigimos. Llegamos a una mesa rodeada de silloncitos pequeños que parecen ser muy cómodos. En esa mesa hay un tipo con gafas y dos zorritas que abren la boca en forma de sonrisa cuando nos ven aparecer. Yo noto el calor del tequila en el estómago en ese momento y le doy un sorbo a la cerveza. Me siento realmente bien. Las dos zorritas se levantan y me dan dos besos. Me dicen sus nombres pero, ni las entiendo ni me importan una puta mierda. El tío de gafas no se levanta. Me mira desafiante y me estrecha la mano. El tío parece pensar que esa situación es algo trascendente o algo así y a mí me la suda por los cuatro costados. Nos sentamos a la mesa. Los silloncitos rodean la mesa en semicírculo. Nos sentamos de izquierda a derecha Emilio, Raúl, zorrita 1, el tío de gafas que creo que se llama Rafa, zorrita 2 y por último yo. Me ha tocado al lado de una de las zorritas que apesta a perfume de putón. -        “No se lo monta mal este Emilio. No es un fantasma después de todo” – pienso   Como me había dicho, le reservan la mesa y conoce al personal del garito. La mesa se la reserva el de gafas pero bueno, algo es algo. Las zorritas no se qué relación pueden tener con estos tres. Se ponen a hablar de gilipolleces gritando debido a la alta música y yo no me esfuerzo por entender. Me apuro la cerveza y solo pienso si para beber más tendré que travesar la marea de gentuza que hay entre nosotros y la barra. Pero una sensación de alivio me inunda cuando una camarera putita se aproxima a nuestra mesa con una bandeja. -        ¿Qué va a ser chicos? – pregunta -        Yo una cerveza – dice el gafas -        Yo un malibú con piña – dice zorrita 1 -        Yo un jonnhy Walker con cola – dice Emilio -        Yo lo mismo – dice Raúl -        Yo tres chupitos de tequila y dos cervezas – digo yo. Y la música parece detenerse y me miran fijamente los cinco idiotas que hay a mi lado. Después de unos segundos que parecieron horas, de los cuales desconecte abstraído en mis pensamientos de borrachín, pidió la zorrita número dos. -        Yo lo mismo que él – dijo señalándome   Hombre, esto ya es otra cosa. Uno de estos zombis me quiere seguir el rollo. Algo es algo. Después de un rato de conversaciones gritando sin enterarme de nada llega la bebida. Con el tequila han traído un platito con limón cortado a rodajas y un salero. -        “¿Y qué cojones se supone que tengo que hacer con esto? ¿Aliñar el tequila?” – pensé   Pero veo a la zorrita 2 hacer algo asqueroso. Se chupa el dorso de la mano desde la base del pulgar hasta la base del índice y luego se echa sal por encima de la baba. Levantan todos su bebida y brindamos como idiotas. Yo me bebo los otros dos chupitos seguidos. Después de beberse su chupito, la zorrita 2 se mete una rodaja de limón en la boca. Yo estoy acostumbrado a beber y no ha hacer el pollino de esa forma. En un garito al que suelo ir con mis colegas he visto a gente hacer lo mismo pero nosotros nunca lo hemos hecho. Nunca nos sirven los chupitos con toda esa parafernalia. No sé si nunca nos lo han puesto o es que la primera vez que fuimos, hace mil o dos mil años le dijimos que no y ya no nos lo han vuelto a poner. Sea lo que sea no me acuerdo. El alcohol ha hecho mella en mi cerebro. Siguen las conversaciones pero yo estoy demasiado borracho ya para odiarles por no enterarme de nada. Ya estoy echado en el silloncito y el garito me parece cada vez más agobiante. Cada vez es más tarde y hay más gente. Parece que me falta el oxígeno. Traen otra ronda. -        ¡A ésta invito yo, Juan! – me dice gritando Emilio y me da una ostia en el brazo izquierdo con la suficiente fuerza como para que yo me balancee hacia el lado derecho que es donde está zorrita 2. -        Emilio, vaya pedo que lleva tu amigo – oigo vagamente decir al gafas. Mi cara se ha incrustado en las tetas de la zorrita dos y me cuesta ponerme derecho, pero a ella no parece importarle. Para conseguir por fin ponerme erguido pongo las manos en las manos en sus tetas y empujo. La tía se ríe. Yo no puedo más y me desplomo hacia atrás. Como puedo, cojo otro vaso de chupito y me lo bebo. Estoy hecho polvo pero, como es habitual, no puedo dejar de beber. Trago ese chupito y me echo hacia atrás soñoliento. Entonces me despierta una mano que baja la bragueta de mi pantalón y me empieza a menear la polla.  Desconozco si alguien está viendo el panorama pero yo me relajo y la dejo hacer. Nada me importa. No sé cómo volveré a casa y no lo que pasará. Eyaculo en su mano y primero que hago es beberme otro chupito y encenderme un cigarro. He bebido mucho para saber que a partir de este chupito y no soy dueño de mí. A partir de ahora es la suerte la que debe tomar el control. Espero despertarme de una pieza y a ser posible, en un sitio conocido. Joder, Emilio, como te lo montas…  
CRÓNICAS ALCOHÓLICAS (Soy un idiota)   Soy un idiota entre un montón de idiotas. Vivimos todos en un sueño compartido de idiotas. Detestamos levantarnos para ir a trabajar y aún así todos lo seguimos haciendo. Y voy a ir al bar a tomarme un coñac antes de ir a trabajar por eso, por que todo el mundo es idiota. La verdad es que no necesito excusas. Lo que si necesito es alcohol por que si no la cabeza me va a explotar. No me acuerdo de cuantas horas he dormido ni de cuando me acosté ayer. Estoy asqueado y la boca me sabe mierda. Es hora de pegar un buen trago. Antes de bajar de casa saco un tercio de cerveza bien frío de la nevera y salgo a la terraza a bebérmelo y que me de un poco el aire. Oigo una estrépita y ronca voz que indunda la calle desierta. Parece ser que soy uno de los pocos gilipollas que madruga para ir a trabajar en sábado. Miro hacia abajo y veo a Antonio, un vecino que pesa mas de cien kilos y bebe más de cien litros diarios. Me ve y me ladra algo que no logro entender muy bien. -        ¿que dices? – le digo -        Que si me tiras un cigarro que se me acaba de terminar el paquete – ladra él con su voz ronca. -        Toma, ahí va – le tiro un pitillo que cae lentamente mecido por la brisa mañanera. -        ¿Dónde vas ahora? – le pregunto. -        Me iba ya para casa pero si quieres nos tomamos la última – dice. -        La última para ti. Para mi es la primera – le digo. Técnicamente es la primera del día aunque es posible que la última me la haya tomado hace menos de dos horas, aunque no me acuerdo. Bajo y doy un abrazo al gordo. Nos dirigimos al bar que hay en la esquina en el que los sábados por la mañana se mezclan los borrachos inmundos con los trabajadores decentes. Yo parezco ser una mezcla de los dos, excepto por lo de decente. Entramos y hay poca gente. Un tipo pequeñajo en la esquina que siempre está, un par de tipos bebiendo café y leyendo el periodico y el camarero limpiando un vaso. Nos sentamos y Antonio apura el pitillo que le he tirado por la terraza y pide un sol y sombra. Interesante elección pero yo necesito coñac solo. Esa mariconada de coñac con anis tarda mucho en quitarme la resaca. Ponen los dos vasos. El gordo le da un pequeño sorbo. Yo me lo bebo de un trago. Tengo prisa ya que tengo que entrar a trabajar. Pongo un billete encima de la barra y le grito al camarero: -        ¡Cóbrate! – El gordo me pide otro pitillo cuando me levanto de la silla para marcharme. Este puto gordo es insaciable. -        Nos vemos – dice él. -        Hasta luego Juan– dice el camarero. (que os follen) pienso yo. El coñac me ha animado un poco pero, joder, me espera un día de mierda. Marujas dando el coñazo y padrazos maricones con sus pequeños demonios revoloteando por todas partes. Lo odio. Meto las manos en el bolsillo y para mi sorpresa, tengo una bolsita con restos de algo blanco que me acaba de dar la vida. Antes de llegar a la calle donde está la tienda en la que trabajo me desvío hacia unos soportales en los que solía parar cuando eras más joven para fumarme un cigarro antes de entrar a trabajar. Ahora, a parte del cigarro, me pongo un tirito y me hago un nevadito de los que tanto me gustan. Me lo fumo mientras me dirigo a la tienda y ese placer amargo se desliza por mi garganta. Lo tiro antes de entrar. Los que trabajamos en esa tienda entramos por una puerta trasera de metal que da directamente a nuestra zona de trabajo. Los clietnes entran por la delantera que es mucho más grande, se parte en el medio y es corrediza de cristal. Más de uno se ha sobado los morros por fallar el mecanismo de apertura. Solo de pensar que tengo que estar todo el puto día aquí dentro me quita las ganas de vivir, aunque la raya de farlopa me ha dado animos. Sin contar la copa de coñac, que es mi vida. Sin ella mañanera no podría seguir el día a día. Llamo a la puerta para que me abran. Está el pollero que es un tío enrollado con gafas y muy nervioso. Me da buen royo verle y que esté trabajando conmigo por que hay confianza y nuestras juergas nos hemos corrido juntos. Casi seguro que el también viene con resaca. -        Buenos días Emilio – le saludo y me dirijo al cuarto en el que nos cambiamos la ropa. Me ponto el disfraz de esclavo, que es como llamo yo al uniforme, y otra raya. Ya no me quedan más pero sí muchas horas hasta que me pueda ir a casa a sobar. Trabajo en la charcutería que está al lado de la pollería donde está mi amigo Emilio. Soy el ayudante de un hijo de puta con el que a veces te ríes y otras lloras. Aún no ha llegado. Suele llegar más tarde. Empiezo a colocar el género pero algo en mis tripas no marcha bien y tengo que ir corriendo al baño. Pero nunca hago ningún viaje al tigre en valde. Cojo un trozo de jamón de york que tenemos para vender y me lo llevo conmigo. Estoy cagando con el jamón en las manos. No se por qué pero se me está poniendo dura así que decido masturbarme y correrme encima del jamón. Le restriego bien el semen por encima para que esté bien jugosito. Luego me limpio el culo y el papel manchado también se lo restriego bien hasta que se quita el color marrón pero el olor y la sustancia siguen estando ahí. Salgo del baño y llego hasta el sitio donde va colocado el jamón. Justo lo coloco y entra mi encargado por la puerta. A punto a estado de pillarme saliendo del baño con el jamón de york en las manos y apestando a mierda, pero me he librado por los pelos. Emilio me mira de reojo y se ríe. Yo soy un don nadie comparado con lo que hace él con los pollos, lo que pasa es que luego los pollos se cocinan, cosa que el jamón de york se como crudo, así recién sazonado del baño.
Recorrí unos treinta kilómetros con el niño en el asiento de atrás. Nisiquiera lo metí en el maletero. Me daba todo igual.Me lo llevé a un sitio alejado que conocía donde había un pantano. Saqué alniño en brazos del coche y lo tiré al suelo. Seguía inconsciente. Se movíaun poco, pero no podía saber lo que estaba pasando.Cogí un cúter que siempre llevo en el coche por si me tengo que defenderde algún desalmado en caso de agresión. No parecía haber nadie en lasinmediaciones del pantano. Aquello parecía el escenario de una película deterror. Suelo con ramas crujientes cuando se apoya el pié. El pantanosolitario, acompañado solamente por el canto de los grillos.Faltaba la niebla y la luna llena. La luna se veía bastante grande, pero lefaltaba un poco para estar llena.Dejé las luces del coche encendidas enfocando en dirección al pantano.Cogí al niño del suelo y lo llevé junto al pantano colocándole justo a dondeapuntaba la luz.Noté que estaba despertando.Le propiné otro puñetazo en los morros para que siguiera dormidito. Lequité un jersey que llevaba. Creo que era de color verde.Le subí la camiseta hasta por encima del pecho. Saqué el cúter del bolsilloy saqué la cuchilla un par de centímetros. Si la sacaba más corría el riesgode que se partiera y eso sería fatal para mis propósitos.La punta estaba un poco oxidada. Total, qué más daba. Al niño no le iba adar tiempo a que le entrara una infección.Le incrusté la cuchilla a la altura del pecho y empecé a bajarla hasta queabrí todo el torso en canal.El niño despertó gritando, como cuando despiertas de una pesadilla enmitad de la noche, que no sabes si lo que pasa es verdad o no. Gritaba ylloraba sin parar.Sobre todo cuando levantó un poco la cabeza y se miró el cuerpo. Comonotaba que iba a empezar a ponerse nervioso le propiné otro golpe en lacara.Ese sería definitivo. Todavía no estaba muerto pero ya nunca jamásdespertaría.A la altura del estomago abrí la raja con las dos manos. Empecé a hurgardentro y a remover tripas y sangre. Mi intención era hacer hueco para meterpiedras y tierra y luego tirarlo al río.Saqué unas cuantas tripas del estómago pero desistí pronto ya que la masase derramaba por entre mis manos. No quería sacar más vísceras pero teníaque abrirlo más. Tenía que encontrar algo con lo que hacer palanca paraseparar las costillas.Di una vuelta por el entorno. Nada.Miré en unos matorrales que había por allí cerca. Nada contundente.En la orilla del pantano vi algo gordo pero no parecía ser lo bastante largo.Entonces vi que era un tronco y que parte de él estaba metido en el agua.Lo saqué. De él colgaban plantas mojadas y sucias. No lo limpié. Meacerqué al crío. Intenté separar un poco el esternón con las manos. Estabamuy duro pero conseguí separarlo un poco. Incrusté el tronco en la parteizquierda de las costillas. Con el pié derecho me apoyé en la punta de suscostillas derechas y empujé el tronco con las manos haciendo fuerza contodo el cuerpo.¡CRAK!Un par de costillas rotas.¡CRAK! ¡CRAK!Otras tantas.El niño pareció mover un poco la cabeza y entonces murió. Yo ya podíadistinguir la muerte de entre todo lo demás.Fue una gran visión. El pecho amoratado con una gran grieta roja y negra.Se podía ver latir su corazón que se fue apagando lentamente.Acumulé al lado del cuerpo todas las piedras que fui capaz de encontrar.Luego amontoné un montón de tierra.Empecé a coger las piedras y a meterlas dentro del cuerpo con todas misfuerzas. Por el estómago. Por el pecho. Le salía sangre por la boca y lanariz.Una vez que tuve todas las piedras metidas comencé a meter la tierra secaque había amontonado.Se empezó a formar una masa rojiza extraña y yo movía las manos y losbrazos de un lado a otro como si estuviese amasando una mezcla para hacerpan. Un pan muy especial.Una vez tuve al niño relleno hice el proceso de las costillas pero a lainversa.Quería cerrarlo. Para esto no podía usar el tronco, puesto que carecía depunto de apoyo.Lo intenté a pulso con las manos pero fue inútil. Vi que había un árbolcerca. Cogí al niño de la mano izquierda y lo arrastré hasta allí.Una vez en el árbol pegué el lado izquierdo de su torso al tronco y empecéa darle pisotones en el lado derecho. Se cerró un poco pero lo más queconseguí fue romper unas cuantas costillas más.Le cogí ahora de la mano derecha y lo arrastré hacia la orilla del lago.Lo agarré con las dos manos y lo alcé por encima de mi cabeza hasta queconseguí poner los brazos totalmente rectos. Grité con todas mis fuerzas yluego lo lancé al agua.Algunas piedras se salieron de su vientre pero finalmente se hundió. O esocreo. Daba igual. Estaba toda la zona plagada de pruebas. Había manchasde sangre por todo el suelo y algún trocito de hueso. Me metí en el coche.Me sentía realmente agotado pero a la vez me sentía muy bien.Encendí la pequeña bombilla que hay en el techo, en la parte delantera y vique estaba todo lleno de sangre. Toda mi ropa. Mis manos. El coche.Me miré en el retrovisor de dentro y vi que mi cara también estaba llena desangre. Parecía que me hubiese puesto una máscara roja.Arranqué el coche y me largué de allí a toda prisa.
Hace mucho que no luchas por vivir La basura se acumula en tus recuerdos Vas con prisa sin saber a dónde ir Hace tiempo que vives para luchar La venganza solo te hace perder tiempo Anhelas cosas que jamás conseguirás Aunque llegues lejos siempre quedará Mucho tiempo para cometer errores La nobleza se apodera de tu ser Aunque intentes no hacerle ningún caso A veces crees que tienes el poder Y se rompe igual de fácil que un vaso Te retiras siempre triste y desolado En el fondo crees que todo se ha acabado Te tranquilizas y te sientes relajado Ahora el odio si se pone de tu lado   Quiero vagar por la tierra Quiero dar vueltas al mundo Quiero hablar con Dios en una esquina y preguntarle si aún nos sigue queriendo Quiero ser importante Tanto como una hormiga Que si desapareciéramos ellas no se inmutarían Quiero mirar al cielo con ojos de visionario Para poder ver las estrellas hasta que choquen entre ellas Quiero sentir el desprecio del tiempo Haciéndome inmortal en el abismo Quiero naufragar en el desierto junto a oasis perdidos en el tiempo Quiero viajar de plano en plano y hacer amigos que nunca he conocido Visitar el cielo y el infierno descansando en el purgatorio Meditando en lo que estoy haciendo Para más tarde morir en el limbo y poder soñar eternamente Que es ahora cuando estoy naciendo   Conozco tu poder Reniego de tu ser Allí  yo nunca iré Donde quiera que estés De forma singular Con mi estado mental Reniego de vivir Deseando morir Tú no quieres verme nunca Tú vives mejor sin mí Yo enloqueciendo siempre Al fin podré ponerme a cazar Buscando por las calles Algo para comer Un par de prostitutas Sin nada que hacer Al golpe seco sigue El derrumbamiento La cena está servida La caza llegó al fin  
Marchaba yo con mi pareja agarrados de la mano entre el aire cálido de una noche deverano.Suena mi teléfono móvil y contesto. Es mi madre con voz nerviosa que me dice quevuelva corriendo a casa, que algo le pasa a mi hermana.Algo.Se dice “algo” cuando no se tiene ni puta idea de lo que está pasando.Por el tono de mi madre, la cosa parece grave. Dejamos en un paréntesis nuestro paseonocturno y cambiamos de rumbo en dirección a casa de mis padres. En la que aún vivemi hermana solterona.Siempre ha sido un poco rara. Tiene aficiones extrañas (esotéricas) y amigos muy raros.Llegamos al portal y abro con mi llave. Aún la conservo y siempre lo haré. Al fin y alcabo sigue siendo mi casa. Y más aún desde que mi padre se fue a comprar tabaco aPekín y no volviéramos a verle el pelo.Subimos a la casa.Es un edificio de cinco plantas y la casa de mis padres está en el último piso. Y no hayascensor. Ya solo llegar hasta arriba requiere un gran esfuerzo.Algunos vecinos sacan sus hocicos por el espacio que deja la puerta cuando la abres sinsoltar la cadenilla que la engancha a la pared.Parece ser que en mi casa hay jaleo. No me dicen nada pero me saludan con unmovimiento de cabeza y expresión de miedo.- ¿Pero qué coño está pasando? – le pregunto a la nada dirigiéndome a mi novia.A medida que avanzamos, ella se pone detrás de mí agarrándose a mis brazos cada vezcon más fuerza.Detrás de mí. Si acaso hay ostias que yo me lleve la primera.Llegamos al quinto piso. Entramos en la casa y todas las luces están encendidas. Mimadre está en la entrada.- No sé qué pasa hijo. Tu hermana parece que tiene la rabia o algo así. Ten muchocuidado – dice.Joder, me ha metido el miedo en el cuerpo.Mi hermana está en su habitación, al final del pasillo. Mi novia, mi madre y yoentramos al salón que está al principio, al lado de la entrada.- ¡Hermana! Soy yo. ¿Estás bien? – grito.- Si. Estoy bien – contesta ella.- Mamá, ¿seguro que le pasa algo? Parece que está bien – le digo a mi madre.- Sí, eso es lo que parece, pero no es así – contesta.- Espera, que voy a saludaros – dice mi hermana desde el fondo con su dulce vozde siempre. Incluso más dulce de lo normal.Se empiezan a oír pasos desde el final del pasillo de algo que viene hacia nosotros.Parecen pasos de alguien grande. Musculoso. No parecen los pasos de mi hermana.Los pasos llegan a la altura del salón, pero aún no han llegado a la puerta.No podemos ver a eso que sea que viene hacia nosotros.- Hermanito, ya estoy aquí – dice mi supuesta hermana casi en la puerta del salón.Y hay un rato de silencio. Largo. Caluroso. Eterno.Una gota de sudor emana de mi sien como una enorme roca volcánica cayendo por unamontaña. Y me quema. La gota de sudor hirviendo al contacto de mi cara helada, meabrasa.Y sigue el silencio.- ¿Oye? ¿Niña? – dice mi madre.Me imagino cien mil orejas de cien mil vecinos pegadas a la pared para ver si puedenoír algo. Y entonces, solo entonces, llamar a la policía.Solo cuando haya pasado algo. A ver si hay suerte y sacan a alguien con los pies pordelante envuelto en una sábana.Y sigue el silencio.Me dispongo a salir de la piña que hemos hecho los tres y acercarme despacito hacia lapuerta pero algo salta hacia nosotros rugiendo. Se parece a mi hermana, pero no lo es.Su cara está arrugada y su espalda encorvada. Parece que hubiera envejecido cuarentaaños de golpe. Unos colmillos afilados que no son humanos le salen de la boca.De un salto se planta a dos pasos de nosotros y nos ruge como un animal cuando sesiente amenazado. Su pelo está grasiento y parece que se desprende de su cuerocabelludo por momentos.Nos quedamos los tres petrificados y nos echamos para atrás.Sus uñas son más largas de lo normal y parece que cierra las manos haciendo fuerzapero sin cerrarlas del todo. Realmente es como si estuviera rabiosa pero es evidente queestá poseída.Joder, jamás hubiera pensado que este tipo de cosas pasan en la realidad.Retrocedemos todo lo que podemos, aún en la formación de la piña y acabamos en unaesquina del salón, rezando para que esa cosa no nos mate.Parece que se relaja un poco y se va echando un poco para atrás.Empiezo a pensar que esto es una puta broma de mi hermana. Pero entonces pasa algoque me saca de dudas.Paso a paso anda hacia atrás hasta que sale por la puerta del salón. Entonces se pone deperfil a nosotros y se pone erguida. Nos mira fijamente y se eleva en el suelo. Así, comosuena. Se eleva sobre el suelo y suspendida en el aire desaparece por detrás del marcode la puerta en dirección a la cocina, que está junto a la entrada, antes del salón.Esto hace que se crucen los cables de mi cabeza. Está claro que no es una broma.Me enfurezco. Detrás de nosotros hay una ventana que da a la terraza que comunica elsalón con la cocina, donde está ese demonio.Cojo un puñal que tenemos de adorno colgado en la pared, con su funda y todo. Lo sacode la misma y salto por la ventana.Me asomo a la cocina y ahí está ese bicho, retorciéndose sobre sí mismo como unalagartija y casi antes de que me asome se percata de mi presencia en la terraza.Corro hacia eso esgrimiendo el puñal e intento dar un golpe certero en la cabeza de esemonstruo.Ya no siento miedo. Ya no siento temor. Ni cansancio. Ni ansiedad. No tengo ningúnsentimiento negativo. Todo es felicidad. Todo es paz y tranquilidad.Estoy en una especie de túnel gigante, oscuro y esponjoso. Tiene una especie de colorazul marino pero brillante, como si detrás de las paredes hubiese bombillas tenues quealumbraran vagamente todo el túnel.Ya no soy un hombre. Soy una bola de luz pegada a una de esas paredes del túnel.Como un gusano de seda en su crisálida.Seguramente ahora mi cuerpo, rabioso, esté atado a una camilla de la U.V.I. móvil concorreas de seguridad y camisa de fuerza y lo lleven al hospital para hacerle pruebas yadministrarle un gran número de calmantes.Es posible que ahora ese demonio se haya apoderado de mi cuerpo y haya raptado mialma para chupar mi energía. Es posible que me tire mucho tiempo en este túnel repletode paz y felicidad.Es posible que no quiera regresar, flotando, solitario, en el mundo de los seresinorgánicos.
La posesión
Autor: Juan Alcaraz  528 Lecturas
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Hace tiempo que estoy en el paro y mis dos amigos también.Salimos a la calle y damos vueltas por ahí, para ver si encontramos un sitio del cualsacar un puto céntimo. La crisis azota a todo el país y gente que había triunfado ahora seestá comiendo cuatro mierdas.El tío que te encontrabas y te decía que le pagaban mucho, que trabajaba poco y que yale habían ascendido, ahora te le encuentras en la oficina del paro o en el bar, muriéndosede asco.Recorremos las calles en busca de una señal. De una luz que nos enseñe cual es elcamino de la purificación.Kilómetros y kilómetros recorremos al cabo del día.No encontramos trabajo pero al menos acabamos cansados y saboreamos algo parecidoa la felicidad cuando nos tumbamos en la cama.Javi, Franciso y yo. Los tres mosqueteros.Trabajábamos juntos en una imprenta y de vez en cuando salíamos a tomar algo ennuestros ratos libres. Ahora pasamos más tiempo juntos. Para combatir la soledad. Parano estar solos. Tenemos familia pero no nos comprenden. Nosotros tres estamos en elmismo barco.Damos vueltas por las calles.El otro día nos pasó algo curioso. Pasamos por una tienda de calle la cual se había ido ala quiebra y el dueño estaba sacando las cosas fuera y empaquetándolas, esperando alcamión de mudanza, supongo.Javi se acercó al tío y le preguntó si le importaba que nos lleváramos algunas cosas. Ledijo que estábamos parados y nos vendrían muy bien algunas de sus cosas para luegovenderlas. La verdad. Javi tenía contactos y podía vender cualquier mierda.El tío accedió de buena gana. Parecía que no sabía qué hacer con las cosas y tampocoparecía que tuviese un sitio para meterlas.Cogimos algunas chorradas y nos las llevamos.Al día siguiente vino Javi con el dinero y nos tomamos algo en un bar cercano. Mesorprendió lo fácil que se le dio vender esas tonterías.Estábamos medio borrachos y entramos en una especie de histeria colectiva pensandoen buscar tiendas que se hubiesen ido a la quiebra e ir con una maleta cada uno yllenarlas de objetos estúpidos que luego podíamos vender. Dedicarnos a eso.Nos ves a los tres al día siguiente como gilipollas tirando de una maleta cada unorecorriendo calles.Parece ser que no es tan fácil encontrar tiendas que se acaben de ir a la bancarrota de lascuales esté el dueño fuera con un montón de objetos sin saber qué hacer con ellos.Ya pasaba el mediodía y estábamos un poco hasta los huevos.Entonces Franciso parece ser que se volvió algo loco y se acercó a un tío que estaba apunto de entrar en su coche para ir a algún sitio. Se acercó a él y le dio un puñetazo enla cabeza y calló redondo al suelo. Una vez allí, le pateó el cráneo. El tío se quedóatontado.- ¡Venga, rápido, entrad en el coche! – dijo Francisco algo nervioso.- Tengo un plan – aseguró. Nada más lejos de la realidad.Como parecía que lo tenía todo controlado Javi y yo entramos en el coche con lasmaletas a trompicones.Salimos de ruedas de allí. Enseguida nos percatamos de que nos seguía una moto muyde cerca.- ¡Hijos de puta! ¡Cabrones! – gritaban los moteros.Uno de ellos era el tío al que Francisco le había dado de hostias y que era el supuestodueño del coche. El tío se había repuesto rápido.Después de un rato de persecución tipo 007 conseguimos darle esquinazo y Francondujo durante una media hora.Llegamos a un descampado y dejamos el coche allí. La policía seguramente ya nosestaría buscando.Salimos del descampado y llamamos a un taxi. Cada uno con nuestras maletas vacías.Como si tuviésemos que coger un vuelo o algo así.Legó el taxi y nos montamos en él. Fran se sentó en el asiento del copiloto y Javi y yodetrás. Una de las maletas iba detrás con nosotros y las otras dos en el maletero.Le dimos al taxista las señas de nuestro barrio y nos relajamos, esperando que la locurade Fran no llegara a mayores.Por el transmisor del taxista una voz con tono de urgencia comunicó un mensaje a todoel gremio de taxistas de la ciudad.- Atención, esto es un mensaje para todos los taxis de la zona de Madrid centro.Tres gilipollas con maletas han agredido al hijo de Luis y le han quitado elcoche. Es posible que aún no hayan salido de la ciudad. Por favor, si alguien leslocaliza que lo comunique a la central. –Javi y yo nos miramos el uno al otro de reojo. Fran miró de reojo al conductor y luego anosotros dos. No sé quién coño sería ese Luis pero parecía que le conocían todos lostaxistas de Madrid.El taxista, con el cigarro en la boca ni se inmutó el tío. Parecía que no se hubiera dadocuenta de la noticia. Supongo que dirían muchas cosas a lo largo del día por esa radio yno creo que prestara atención a todas.Pero la cosa se puso fea cuando doblamos una esquina y desembocamos en una callecortada en la que había como veinte taxis, veintidós tíos con palos en las manos y unamoto.
Buscándonos la vida
Autor: Juan Alcaraz  456 Lecturas
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Me despierto en una cama que no es la mía. Estoy desorientado y tardo un rato en saberdonde estoy.Tengo catorce años y ayer me emborraché por primera vez en mi vida.Cuando decía la gente que no te acuerdas de nada al día siguiente no lo podía creer. Mi menteno lo podía concebir. ¿Cómo no te vas a acordar de lo que has hecho la noche anterior?Pues así es. No me acuerdo de nada.Me he dado cuenta que la cama en la que me he despertado es la de mi supuesto mejoramigo, pero él no está. No sé donde está y me da corte salir al resto de la casa a buscarle.Oigo ruidos de aspiradora y movimiento de limpieza. Seguramente sea su madre que está conlas labores cotidianas.Menos mal que tiene un baño al lado de la habitación y se puede entrar sin tener que salir deella.Me doy una ducha para espabilarme. No sé qué pasó ayer pero tengo la sensación de que mehaya atropellado un camión.Después de ducharme me pongo la ropa apestosa de ayer. El olor a humo de tabaco casi mehace vomitar.Hago la cama y me siento un rato encima de la colcha a esperar a mi amigo pero tarda ypronto me canso de esperar.Como buen adolescente, todavía me dura la erección del despertar. No puedo salir así perotampoco me voy a quedar a esperar a ese imbécil.Finalmente, me decido a salir. Justo después de la habitación de mi amigo está la de suspadres.Entro para cotillear un poco. Está la cama deshecha y encima hay unos calzoncillos negros y unsostén y un tanga rojos de lencería sexy.Parece ser que ayer no fuimos los únicos que nos corrimos una juerga.Corrimos. Nunca mejor dicho.Y sigo empalmado.Cojo el sostén para verlo de cerca. Nunca he visto uno ni tampoco unas bragas.Bueno, sí, pero en el supermercado en sus estanterías para que la gente las compre.Nunca he visto ni tocado la ropa interior femenina usada. El sostén no huele a nada raro. Soloa suavizante mezclado con algo de sudor.Lo dejo en la cama y cojo el tanga. Es de esos de rejilla, muy sexy.En la parte que corresponde al coño hay una mancha sospechosa. Me la acercó a la nariz perorápidamente la tiro en la cama. Nunca he olido algo tan repugnante.He percibido vagamente un olor fortísimo a sudor y amoniaco.Casi vomito por segunda vez.Salgo de la habitación de matrimonio y me dirijo a la cocina, que es donde se oye ruido.-¡Por favor, que no esté su padre!- pienso.No le soporto. Su sola presencia me impone. Espero que solo esté su madre. La pobre mujer.Siempre limpiando de aquí para allá, preocupada porque todo esté de nuestro gusto.Me asomo a la cocina y veo que solo está ella. Parece que no hay nadie más en la casa.Doy un par de golpes con los nudillos en el marco de la puerta y le digo:- Perdón, ¿se puede? –Ella dice:- ¡Ha!. Ya te has levantado. Pasa, pasa –Intenta parecer feliz pero no lo está. Creo que antes de que yo entrara en la cocina estaballorando y ahora intenta que no se note e intenta que parezca que sus ojos rojos lo estándebido al vapor de las cacerolas y las cebollas que está cortando.Está muy liada cocinando. Cualquiera diría que viene un regimiento a comer.- ¿Sabe dónde está José? – le digo.- Se ha ido con Clara – dice ella.Ese hijo de puta. Lo sabía. Clara es la chica con la que me quería enrollar yo y al final, gracias alpedo que me cogí ayer, ha quedado él con ella. ¡Será cabrón!- Disculpe, ¿se encuentra usted bien? – le pregunto.Y sigo empalmado.- Sí, sí. No te preocupes – contesta.Y acto seguido apoya las dos palmas de las manos en la encimera de la cocina y se echa allorar. Las lágrimas gotean y caen por todas partes, incluido el estofado que está justo debajo.Finalmente, necesita contarle a alguien lo que le pasa y solo estoy yo.- Ayer encontré a mi marido con otra mujer en nuestra propia cama. No me lo puedocreer. Le he dedicado toda mi vida y así me lo paga. Yo nunca le haría eso – todo estome lo dice llorando.Así que la ropa interior apestosa que había en la cama no es de ella. Ni siquiera ha tocado lahabitación. La ha dejado como se ha quedado cuando su marido ha salido por la puerta con laotra furcia.Y sigo empalmado.Me acerco a ella por detrás. Me parece sensible metida en su dolor. Me gusta. Tiene unos ojosazules preciosos y cuarenta años más que yo, pero me gusta.Quiero consolarla.Y sigo empalmado.Me acerco, la abrazo rodeándola con mis brazos y mis manos acaban en sus pechos. Aprieto mimiembro contra su culo gordo y le digo:- No se preocupe señora, todo irá bien –Nada más lejos de la realidad. Su marido se acababa de fugar con la mujer que se ha follado ensu cama de matrimonio.Pero yo tengo mi premio.Mi amigo me ha quitado la novia pero yo me he follado a su madre.
El aroma a carburante y hierro quemado se incrusta en mis fosas nasales. Las chispasque despiden las ruedas del tren subterráneo son para mí como para la gente normal unhermoso atardecer de verano.¿Y quién es normal? ¿A quién se le puede considerar normal?Términos abstractos para definir a los hipócritas.Con mis botas militares que dictan el peso de la disciplina y mi cabeza a medio afeitarpara llamar una atención que nunca me gustó.Simplemente he tenido que elegir una tribu fácil de manejar. Ignorantes. Idiotas.Pero esta ropa simplemente es uno de los disfraces que utilizo para moverme por eljuego del mundo.Cambié el suicidio por la violencia gratuita y la libertad de acción.¿Para qué acabar conmigo si puedo hacer lo que me dé la gana y que otros hagan eltrabajo?A las siete de la mañana, la gente “normal” va a trabajar y nosotros venimos de darvueltas por ahí, destrozando todo lo que se nos pone por delante, incluidos nosotrosmismos.Miro a la derecha y allí sentado hay un tío feo con cara simiesca. Cuando me ve se leabren los ojos como platos y rápidamente mira para otro lado.Mi cara está desfigurada por los golpes. Me faltan un montón de dientes. Casi no puedoabrir el ojo derecho de lo hinchado que está.Me acerco a él lentamente, para que vea el desastre inminente. Como cuando ves uncoche acercarse y un segundo antes hubieras podido esquivarlo y un segundo despuésya no. Y has tardado en reaccionar un segundo. Un jodido segundo que separa tu vidade tu muerte.Me acerco y le pego un rodillazo en la barbilla con todas mis fuerzas y la punta de sulengua sale disparada hacia arriba, como si tuviese vida propia y quisiera huir delcuerpo que le ha sometido a la esclavitud durante tanto tiempo.Con la otra rodilla le pego en la sien.El pobre se queda inconsciente. Me siento a su lado y cierro los ojos en busca de latranquilidad. Como si la oscuridad pudiese brindarme el paraíso que sé que no existe.Espero que vengan las fuerzas de seguridad y me golpeen con sus porras.Que me golpeen fuerte y no paren. Así podrán darme el merecido descanso que yo nohe sido capaz de proporcionarme.
La búsqueda del fin
Autor: Juan Alcaraz  524 Lecturas
Imaginad una persona que cada vez que hablas con otro se mete en la conversación.Imaginad una persona que sabe de cualquier tema, o al menos eso cree él.Imaginad una persona que cada cinco minutos llama a su novia por el móvil.Imaginad una persona que si hay algo en el mundo que por casualidad él no sabe, llamaa su novia para que le informe porque, por supuesto, ella sí que lo sabe todo.Imaginad a una persona que, bajo cualquier concepto, quiere ser el centro de atención.Imaginad una persona que tiene un móvil de última generación solo para buscar enInternet información sobre los pocos temas de los que él no sabe.Imaginad una persona que pasa su tiempo libre y sus vacaciones haciendo tartas dechocolate para llevar a los compañeros de trabajo y poniendo cabeceros para la cama.Si no comes de la tarta él se enfada, pero su novia se enfada más aún, aunque no teconozca.Imaginad una persona a la que, cuanto más la pisoteas, más te hace la pelota porque sino, siente que no está relacionado.Imaginad una mujer metida en el cuerpo de un maricón, a pesar de que él asegure que esheterosexual.Imaginad una persona que se sabe toda la vida de los mariquitas y las putas que salen entelecinco.La típica persona que cuando habla de otra persona se refiere a él por su nombre de pilaa pesar de que la persona con la que está hablando no le conozca.La típica persona que se piensa que su puta vida le tiene que interesar obligatoriamentea todo el mundo.La típica persona que lleva los cascos para escuchar música en las orejas pero enrealidad no escucha música. Solo quiere que lo parezca para poder cotillear mássutilmente.La típica persona que idolatra a su pareja y piensa que su criterio es el único que vale.Para él, ella es Dios.La típica persona a la que querrías matar.Pues esa persona no está en tu imaginación. Existe de verdad. Y hay muchos como él.Dicen pertenecer a la raza humana, pero es mentira.Pertenecen a una raza extraterrestre cuyo fin es empachar a la raza humana haciéndolaaguantar a estos idiotas cursis y que ella misma se autodestruya lo antes posible para notener que aguantarlos más.
Me encontraba yo en el sofá de mi casa con un porro en la boca, una cerveza en la manoizquierda y la polla en la derecha cuando entraron mis padres por la puerta con unosamigos. Ya ni me acordaba de cuando me dijeron que tenían que volver. He perdido lanoción del tiempo fumando, bebiendo y haciéndome pajas.También había como veinte porros preparados encima de la mesa de cristal del salón,donde me encontraba.Es lo que tiene que con treinta y dos años tu novia te abandone porque eres un fumao ysolo te gusta estar con la guitarra todo el día.Nunca se me olvidará la escena de mis padres y sus amigos allí de pié, delante del sofá,conmigo dentro. Casi me había tragado por completo.Después del shock mi padre empezó a darme la típica brasa que ya me sabía dememoria. Yo estaba hasta los huevos y empecé a decirles cosas. No me acuerdo quéexactamente. Ese recuerdo está un poco nublado, pero más o menos cosas como:- Iros a tomar por culo hijos de puta –- Comerme la polla –Y cosas así. Y mi polla allí, de cuerpo presente.La amiga de mis padres se tapaba la cara con la mano pero con los dedos separados,para poder ver en directo una polla que no tenga más de cincuenta años.Mi padre levantó la mano y con los dedos índice y pulgar rodeo su barbilla, mirándomecon los ojos entrecerrados. Acto seguido sacó el móvil y llamó a mi hermano mayor.Él es el hermano modelo y yo el hermano mierda.Mientras me observaban sin saber muy bien qué hacer, yo me levanté (aún con la pollafuera) agarré a la amiga de mis padres y le restregué la lengua por toda la cara.Si no fue agradable para ella, mucho menos para mí. Su cara sabía a maquillajemezclado con sudor de vieja. ¡Qué asco!Cuando llegó mi hermano yo parecía la niña del exorcista atada a la cama, solo que sinataduras y en el sofá.El me miró durante un rato y dijo:- Éste chico no está bien –Joder, seis años estudiando una puta carrera para llegar a esa conclusión, a la que podíahaber llegado un simio si luego le das un pedazo de chocolate.En menos que canta un gallo mi padre había solicitado mi internamiento en un centropsiquiátrico privado, por supuesto.Todo es poco para su pequeñín.Después de seguir unos días insultando a la gente e intentar sodomizar a la señora de lalimpieza, finalmente me ingresaron.Por lo visto, la cosa era simple. Cada persona tenía una película individual de la que erael protagonista y solo podía interactuar en su película. Pero yo, al ser el iluminado, lamano de Dios me tocó y era capa de interactuar en las películas de los demás y por lotanto, hacer lo que me diera la gana.También en el psiquiátrico.El sistema del psiquiátrico es básicamente una monotonía que te aplasta el alma.Pero a mí no me importaba ya que me saltaba las normas a la ligera. Insultaba a losmédicos, pegaba a los celadores y les tocaba el culo a las enfermeras.Esparcía la ropa sucia de los carritos en los que la recogían por todo el pasillo y tiraba labandeja de la comida contra la pared. Cualquier cosa antes que la monotonía.Yo soy fisioterapeuta y me gusta toquetear huesos. Cuellos, brazos, piernas, etc. Megusta toquetearlos pero aún me gusta más romperlos. La violencia me pone cachondo.Un día, a pesar de ser el iluminado, llegué yo solito a una conclusión.- Si me sigo comportando así estaré aquí dentro toda mi puta vida – pensé.Después de eso, me convertí en un interno modelo. Seguía las normas con cautela y mehacía caso de todo lo que me decían.Tenía que engañarles. Tenía que hacerles pensar que era una persona normal. Que erauna persona capaz de convivir con los demás. Capaz de tener amigos. Capaz de amar.La cosa resultó y los idiotas me han soltado. El diagnóstico. Brote sicótico transitorio.Ahora estoy en la calle y llevo una vida normal. Tengo una novia estupenda y un buentrabajo.En el fondo creo que sigo estando loco, aunque no creo que más que cualquiera de laspersonas de las que se ven por la calle. Esos extras de mi película…
Siempre que llego al trabajo le veo fumando un cigarrillo y tomándose un café.A pesar de estar rodeado de tres o cuatro personas, está solo.Le han puesto en una oficina minúscula, aislado de cualquier cosa que parezca unapersona.Curiosamente, a pesar de tener un puesto de responsabilidad, no le han dado teléfonomóvil.Su oficina me recuerda a una jaula donde metes a un animal para torturarle.Él sueña con relacionarse.Sube a nuestra oficina con cualquier excusa del trabajo para poder hablar durante unosminutos con alguien.La gente no quiere estar con él. A las dos de la tarde, le ves comiendo solo, a pesar deser una hora en la que podría comer mucha gente. Unos comen antes y otros después,pero nadie con él.No tiene maldad. No hace daño a nadie. El daño es su presencia. Es una de esaspersonas con una energía tan negativa que se huele a distancia. No hace falta que haganada para que la gente hulla de él. Simplemente pasa.Solo un personaje al que su ego le obliga a hablar con todo el mundo (del que tambiénse podría sacar mucha miga) charla con él de vez en cuando y le hace creer que aúntiene esperanzas de encontrar algo parecido a un amigo, hasta que la pesadilla llamadasoledad deje de pisarle los talones y le deje descansar tranquilo alguna vez, aunque solosea durante un segundo.
“Te voy a dar el secreto para el primer paso hacia el poder. Tienes que encontrar tusmanos y mirártelas en tus sueños”Esto es lo que le dice don Juan a Carlos Castaneda en su libro “Viaje a Itxlán”.Ésta es una de las maneras para tener consciencia de que estás soñando. Aunque suverdadera obra maestra es “El arte de ensoñar”. Ésta es la Biblia de los soñadoreslúcidos, aunque mucha gente no lo conozca.Según don Juan, cuando cobras consciencia en un sueño ya no estás soñando si no quelo que percibes es realmente otro mundo donde puedes divertirte, luchar e incluso morir.La verdadera libertad no se encuentra en este mundo ya que tenemos que comer, dormirbajo techo y abrigarnos del frío. Debido a esto, jamás seremos libres.Pero cuando cobras consciencia de ti mismo cuando estás soñando, la sensación delibertad que experimentas es totalmente plena y el abanico de posibilidades que se abreante tí es ilimitado. Entonces es cuando sientes el verdadero poder y la verdaderalibertad.Volar, traspasar paredes y mover objetos con la mente es solo la punta del iceberg. Y nose trata de imaginar nada. Cuando estás allí dentro es completamente real. Lo que haceque no parezca real es la memoria cuando despiertas, que lo nubla todo.Pero cuando estás allí dentro y tomas consciencia de tu otro cuerpo, eres dios.El sueño es la hoja en blanco y tus pensamientos son el pincel para crear el mundosegún tus criterios.Todo es más vívido. Los colores son más puros. Los sabores, mejores que cualquiersabor que hayas experimentado en este mundo.No se lo que habrá después de la muerte pero, en esta vida hay más mundos de los quepodemos llegar a imaginar.
Suena el despertador. Te levantas de la cama por que te tienes que levantar. Es así. Televantas, aunque te apetece lo contrario. Pero te tienes que levantar. La melodía deldespertador forma parte de ti. Ya no hace falta ni que lo programes. Tu cerebro tedespertará. Tú estás programado. Tienes que desayunar. El hambre te obliga. Eres suesclavo. Pero, si lo piensas bien, no sabes realmente lo que es el hambre. No lo sabes ylo sabes a la vez. Lo sabías incluso antes de que nadie te lo dijera. Incluso antes de queaprendieras a hablar y andar. Tienes que coger fuerzas para ir a trabajar. No te apetecepero tienes que hacerlo. De hecho, te apetece lo contrario, pero tienes que ir. Es así. Aúnsabiendo que nadie te obliga. Si no vas, no pasaría nada. Te despedirían. No te daríanindemnización. Pero, que tiene que ver eso con estar vivo. Seguirías vivo. Vivito ycoleando. Pero tienes que ir. Y tienes que saludar a la gente. Gente que te molesta.Gente que te da asco. Gente que si se muriese tu no notarias la diferencia, excepto por latranquilidad que te inundaría. Pero tienes que saludarles y sonreírles.Hoy es un día normal, como todos los demás. Pero, ¿porque es este y no otro?Hace un rato estabas soñando, pero no lo has sabido hasta que has despertado.¿Por que no puede ser esto un sueño y antes estar despierto?Puede ser hoy el día que cambie tu vida para siempre o uno como todos los demás. Perocada día cambia tu vida para siempre en cierto sentido. Es un proceso lento. Te gustaríaque ocurriese rápidamente. Como al que le toca la lotería. Pero a ti no. Nunca te pasaráeso y lo sabes. Tienes que concentrarte a diario para no volverte loco. Hace tiempodescubriste que quejarse no sirve de nada. La gente no te entiende. Pero tú tampoco aellos. La razón es que ellos no ven el mundo que tú ves. Cada uno ve su mundo y surealidad. Por eso no te entienden. Por eso prefieres callarte y pasar el rato. Pasar el ratodentro de tu imaginación.Hoy es un día como otro cualquiera. Pero hoy has echado en las botellas de agua y dezumo de limón de tus compañeros de trabajo orín mezclado con amoniaco. Para animarun poco la fiesta. Has echado en los recipientes de plástico donde guardan la comidagotas de laxante y acto seguido has tirado a la basura todos los rollos de papel higiénico.Le dices a uno que otro habla mal de él. Le dices al otro que un tercero le pone verde yasí sucesivamente. Para caldear el ambiente y no aburrirte.En los trascursos de tiempo que andas por la calle rayas coches y pinchas ruedas. Parapasar el tiempo. Pero que no te vean, que no te quieres llevar un par de ostias. O a lomejor sí. No lo sabes.En el agua de la cafetera común del trabajo echas heces y lo remueves con el agua, queno se ve. Para que el capuchino tenga más sabor. Cortas la llave de paso general, paraque la gente no pueda tirar de la cadena. Te diviertes con esos idiotas. Robas una carterade una mochila para meterla en otra que, evidentemente, no es la tuya. Por diversión.Metes una revista porno gay, que acabas de comprar en el quiosco de la esquina, en unamochila de uno de los que mejor te caen, en el bolsillo que nunca abre. Para que laencuentre su mujer cuando vaya a hacer la colada.Metes un plátano en el tubo de escape de otro cualquiera.Eyaculas en tu mano y restriegas tu semen por todos los pomos de todas las puertas detodo tu trabajo.Juegas con la gente para pasar el rato.Para que sean un poco menos felices y no se aburran.
HIZ- La verdad es que el desierto Siste abarca tanto el norte como el sur del este. Esgrande.Este desierto hace frontera con el Condado de Habitat. Este condado era posiblementeel más poblado y con mayor actividad del mundo.Antes de la guerra era la primera potencia. El único defecto que tenían era que noestaban muy preparados para la lucha y ese error les llevó casi al borde de la extinción.Los dos grupos nativos que allí había eran los Lib y los Pqs.Los Lib eran los más antiguos y apoyaban a los Pqs, aunque éstos superasen ennúmero a cualquier grupo del mundo.Los Lib eran grandotes y toscos. Mucho más que los Mandos que has conocido. Lo quepasa es que eran muy torpes. Tenían mucha fuerza pero poca agilidad. Los Pqs eranmuy pequeños, de ahí que su nombre sea ese. Eran pequeños pero eran muchos yestaban muy bien organizados.Su principal jefe era Snork. Era un ser pequeño, naranja y muy inteligente. Era un buenjefe con muy buenas intenciones. Tú te aliaste con él en las primeras fases de laguerra. Las guerras entre condados.Los hombres de confianza de Snork eran Bat y Spider. Éstos sabían luchar mejor queSnork, pero éste era mucho más inteligente. Bat era su mano derecha.En el Condado de Habitat eran más populares los torneos de balompié que los delucha. Por eso no estuvieron preparados para la guerra.Snork siempre quiso arreglar las cosas pacíficamente pero se lo pusieron muy difícil.Snork era el mejor jugador de balompié, posiblemente del mundo. Aunque eso eratema de discusión cuando se le comparaba contigo.Sin embargo, no era buen luchador y eso le llevó a la muerte.Torneos de balompié se hacían en todo el mundo.Bueno, mejor dicho, competían individuos de todo el mundo pero se hacían en elCondado de Habitat, ya que tenían instalaciones muy bien preparadas para ello.Bien, un poco más para el centro del mundo se encuentra el Condado de HabitatSegundo. En la actualidad, Nuevo Habitat.Antes de la guerra era un terreno sin explotar pero con muchos recursos. No vivíanadie allí pero Snork tenía pensado la colonización en un futuro, para agrandar lapoblación de Habitat.Nunca pudo llegar a hacerlo.En las inmediaciones del Condado de Habitat Segundo vivía un animal único en suespecie.Era un felino de unas veinte toneladas. Uno de los motivos de que el Condado deHabitat Segundo no estuviera poblado era ese animal. La gente le tenía miedo. Mástarde se descubrió que, no solo era pacifico y se alimentaba únicamente de plantas yvegetales, si no que podía ser muy útil para la guerra.Lo malo es que era sumiso y no distinguía entre el bien y el mal, con lo que podíarecibir órdenes tanto de un lado como del otro.Era enorme y de color blanco. Algunos lo llamaban El gran tigre blanco.Todavía en el centro pero ya más hacia el oeste se encontraba el Condado de Serv.Éste era la segunda potencia antes de la guerra, pero se convirtieron en primerapotencia tras vencer en la guerra de los condados. En este condado residía elpersonaje más importante de la gran guerra mundial.
1Dere acompañó a esos seres llamados Mandos a una zona del condado de Com en la queparecían residir. Eran como cuevas en una montaña. Desde fuera parecían ser colmenas.Iban Mamprim, Mansec, Dere y por último Ted, que era el menos importante de lostres. Seguían un camino que bordeaba las cuevas. Las puertas de cada cueva eran unaespecie de cortinas. No hacía falta más. Los habitantes del condado no se atacaban entreellos ni se robaban. Se protegían. A través de las cortinas se podía ver movimiento degente y luces de pequeñas hogueras que alumbraban las viviendas.Finalmente llegaron a lo alto de la montaña donde parecía estar la residencia de los tresMandos que acompañaban a Dere. La cueva que allí había parecía ser más grande quelas demás que Dere había visto. Antes de que entraran en la cueva salió de ella el quesupuestamente era el hermano de Dere.HIZ- ¿Qué tal hermano? –Hiz dio a Dere un fuerte abrazoHIZ- Pensaba que nunca te volvería a ver. Has estado mucho tiempo fuera -DERE- Lo siento mucho pero no te recuerdo. Aunque vosotros no lo creáis, esto esnuevo para mí -HIZ- Pues ven. Pasa. Tómate un caldo caliente y hablamos. Hay mucho que contar -Mamprim, Mansec y Ted se fueron a sus respectivos aposentos y Dere y su hermano sesentaron a la luz de la hoguera a tomar un sorbo de caldo mientras charlaban.HIZ- ¿Qué tal has pasado estos días? ¿Estarás hambriento y cansado? –DERE- Pues la verdad es que no. He estado marchando dos soles con sus nochescorrespondientes y no he tenido la necesidad de comer ni de dormir –HIZ- Siempre has sido muy fuerte –DERE- Os agradezco mucho que me ayudéis y me acojáis pero necesito que me cuentestodo lo que sepas sobre mí para intentar hacerme una idea de quién soy –HIZ- Entiendo tu desconcierto. Iré al grano.Vivimos en un mundo totalmente hostil llamado Hoga. Cada cierto tiempo aparecemosuno o dos de nosotros en una zona determinada del mundo. No sabemos de dondeprocedemos ni cual es la razón de ser de este proceso, pero es así. Lo llamamos nacer.Ahora mismo nos encontramos en el ala noroeste del mundo, a la que llamamosCondado de Com.En este condado existen dos grupos de nativos que viven en paz entre ellos. Los Fot,que son mas antiguos y viven en el lado oeste del condado y nosotros los Mandos, quevivimos en el lado este. No solemos tener relación con ellos excepto en tiempos deguerra, que nos apoyamos mutuamente –DERE- Pero tu no eres igual que los tres seres que he conocido –HIZ- No todos somos iguales. De todas formas, tú y yo somos distintos al resto. En unrato llegaré a eso. Ten paciencia -DERE- Entendido -HIZ- Al suroeste de Hoga se encuentra el Desierto helado de Koc, también llamadoDesierto azul. Es el sitio más hostil del mundo y nadie sobrevive allí, excepto susnativos. Hace años iban exploradores de mucho en mucho, pero ninguno volvió. Hace2tiempo tuvo lugar una gran guerra mundial y ese lugar fue uno de los motivos, pero deeso hablaré más tarde.Los nativos del Desierto azul viven en cuerpo, pero no en alma. Se encuentran ensuspensión total. Es un estado meditativo muy profundo que puede llegar a ser parecidoa un coma. Los llamamos los Cuch. Solo salen de ese estado cuando se sientenamenazados y en ese caso, son letales. Por eso nadie ha vuelto. Para ellos, que alguienentre en su territorio es amenazador y no saben lo que es la diplomacia. No nos conocenni quieren conocernos. Pertenecen a otro peldaño de la escala evolutiva. Lo que nosabemos es si están por encima o por debajo de nosotros. Su apariencia es aterradora.Son altos y delgados y parecen de metal. Y puede que lo sean. Son sumamente duros.En la otra punta del mundo, al nordeste está el desierto Siste. Supuesta allí no vive nadiepero dice la leyenda que es mágico y está habitado por entes de otras dimensiones.Arece un desierto normal. Tierra por todas partes, pero cuando llevas allí un tiempoempiezas a percibirlo como de colores. Y los colores toman formas que se mueven. Estopodría llamarse vida -DERE- ¿Tú has estado allí? –HIZ- No, nuca he estado. Te digo lo que cuenta la leyenda -DERE- ¿Y quién se inventa esas leyendas? –HIZ- No creo que nadie se las invente. Creo que salieron del libro sagrado. Un libro delcual perdimos la pista hace mucho tiempo y en el que hay escritos muchos secretos deeste mundo. Algún sabio lo escribió en una época más remota. Luego se perdió peromuchas de sus enseñanzas y secretos se han ido pasando de boca en boca -DERE- ¿Y no se sabe dónde está? –HIZ- No. Se perdió -DERE- ¿Cómo ha podido perderse un libro tan importante? –HIZ- No lo sé. Tal vez alguien lo destruyó. –DERE- O alguien lo tiene y no lo quiere decir. –HIZ- Tal vez. De todas formas, de todo eso hace mucho tiempo. Ni siquiera sabemoscuánto y si fue verdad. Lo que nos ocupa ahora es la historia que explica como llegastehasta aquí -DERE- Tienes razón. Continúa, por favor -HIZ- Del desierto Siste hasta aquí, sobre todo en la zona del centro, el mundo cambiómucho desde que tú te fuiste. Desde la gran guerra.Te voy a explicar cómo era el mundo antes de la guerra porque como es en la actualidadpodrás comprobarlo por ti mismo -
Dere se despertó en un cerro, en lo alto de las montañas. No podía recordar nada. Nosabía que hacía allí ni de donde había venido. No tenía nada con él. Ningún objeto nibolsa con objetos personales.Tenía que buscar alguien o algo que le ayudara a comprender lo que pasaba.No sabía por qué pero su instinto le decía que fuera hacia el nordeste.Tras un par de días de marcha llegó a una colina desde la que podía ver un cambio enel paisaje. Las montañas se habrían para dar paso a algo que parecía ser un resquiciode civilización.Una plataforma negra, enorme, en la que se podían distinguir tres figuras robustas.Dere sabía que no eran como él pero, por el momento eran su única esperanza.Emprendió la marcha hacia ellos bajando por la montaña. No sentía cansancio. Sesentía muy fuerte y ágil y sentía una claridad mental del cien por cien.Claro que no sabía si había sido siempre así. No podía comparar ya que no recordabaquién era, pero algo en su interior le decía que no siempre había sido así.Dere se fue acercando a la plataforma y las tres figuras captaron su presencia.Enseguida miraron en su dirección.Por fin llegó a donde esos seres se encontraban.DERE – Perdonar, ¿Me podéis decir dónde estamos? He despertado en lo alto de lasmontañas y no recuerdo nada de lo anterior –Dere señaló con el dedo en dirección a las montañas. Uno de los tres seres leinterrumpió.TED – Pero tío, que te pasa. Parece que hayas visto un fantasma. –DERE - ¿Perdón? –Eran seres toscos. Grandes. Mucho más que Dere. Aunque no parecían ser desafiantes.No pertenecían a la misma especie que él.Los otros dos se metieron en la conversación.MAMPRIM - ¡No me lo puedo creer! –MANSEC – Ted, no es quien tú crees.TED – Pero como que no. Lo que pasa es que nos está tomando el pelo.MANSEC – Que no, Ted. Obsérvalo bien.Dere no podía entender lo que pasaba y estaba un poco anonadado, aunque no teníamiedo a nadie. Ni a esos seres ni a nadie.MAMPRIM – Señor, de verdad que no recuerda nada. De verdad que no se acuerdausted de mí ni de Mansec –DERE – Lo siento pero no le recuerdo. Me siento como si acabara de nacer pero diezveces más fuerte de lo normal.MANSEC – Señor, usted es como un rey para nosotros. Somos los Mandos y está usteden el Condado de Com. Éste es nuestro territorio. Y el suyo también.TED - ¡Se parece tanto a Hiz! –MAMPRIM – Por supuesto que se parece. Como que es su hermano.DERE - ¿Cómo? ¿Hermano? –MAMPRIM – Si señor. Su hermano. Él sigue aquí, con nosotros. Forma parte de losMandos igual que lo formó usted. Acompáñenos y podrá hablar con él. Él le contarátodo. Él le sacará de dudas.
Son las nueve menos cuarto de la mañana y estoy a punto de abrir la supuesta clínicaque tengo para dar supuestos masajes.Un antro que tengo alquilado a un precio muy bajo en el que he metido una camilla,un foco de luz y un mueble parecido a una recepción para cobrar a los clientes.No me hace falta más.La gente viene, se tumba en la camilla quince minutos aproximadamente y se vasatisfecha.Ellos creen que les doy masajes pero no es eso lo que hago.Hago algo mucho más importante pero no se lo digo a los clientes porque se escapalejos de su comprensión y nadie vendría a la clínica. Al menos, de momento. Hasta queme haga famoso por mis masajes y quiera venir todo el mundo.Lo que hago es mover el punto de encaje de las personas a la posición que ellosnecesitan en este momento de sus vidas.El punto de encaje es un punto energético que tiene todo ser viviente dentro de sucampo de energía, el cual conecta al mismo ser con el resto del universo energético.Cuando se mira con los ojos de un brujo se logra ver. Y cuando alguien ve percibe lascosas como energía pura. La esencia de las cosas.Los seres humanos, cuando se nos ve somos parecidos a huevos luminosos enormes. Elhuevo digamos que es como un metro a la redonda más grande que el cuerpo físico ydentro de este huevo hay un punto que es del tamaño de una pelota de tenis que seilumina más que el resto del huevo y destaca en su interior.Este punto es lo que llamamos percepción, y nosotros percibimos los campos deenergía que pasan por ese punto, sean de quién sean y vengan de donde vengan.Yo he aprendido, por casualidad, a ver ese punto. Se requiere práctica pero al final, loves.Para verlo únicamente hay que, como yo llamo, apagar el cerebro. Hay que dejar depensar. Literalmente. Esto parece fácil pero no lo es en absoluto.Todo el tiempo estamos pensando sin parar. Intentarlo cuando queráis. En seguida osdaréis cuenta de que volvéis a pensar.Hay que dejar de tener pensamientos. Para eso hace falta concentración. Los budistaslo llaman meditación.Hay que concentrarse en un punto, en un objeto o en un pensamiento estático. A míme va bien concentrarme en mi propia respiración ya que eso estará siempre ahí hastael día de mi muerte.Al principio cuesta pero a medida que se practica cada vez cuesta menos concentrarsey cada vez consigues estar sin pensar más tiempo.Este proceso es acumulativo y si lo haces durante mucho tiempo empiezas aexperimentar cambios.Un día estas tranquilamente en tu vida rutinaria y empiezas a ver luces. De pronto vesa tu derecha una luz, pero cuando miras ya no está. Cada vez empieza a ser más amenudo y luces más grandes.Luego, un día pasas por una calle que es muy familiar para ti pero la ves diferente.Como si estuvieras en otro barrio. Incluso en otra ciudad. Como si la vieses por primeravez. Es el proceso contrario al dejá vu.Hay que tener cuidado con esto porque puedes perder el sentido de la orientación,aunque esto, seguramente sea solo por unos instantes.Y entonces llega el día que miras a una persona y ya no es una persona sino un enormehuevo compuesto de fibras luminosas en el cual resalta el punto de encaje.El punto de encaje, cuando está quieto percibe las fibras luminosas que pasan por él,que sería el mundo que percibimos ahora. En realidad son datos sensoriales que,mezclados con nuestros pensamientos y premisas básicas que nos han inculcadocuando éramos pequeños dan paso al mundo que percibimos como “mundo real”.Pues bien, la clave está en el movimiento de este punto de encaje. Cuando este puntose mueve, abarca fibras de luz diferentes de dentro o fuera del huevo luminoso dandolugar a una percepción diferente.Los sueños son muy buenos para mover el punto y los alucinógenos también.Por ejemplo, si mueves el punto de encaje de un ser humano a la posición en que lotiene un león, este ser humano vería el mundo como un león. Incluso podríacomportarse como tal.También es cierto que los puntos de encaje de las personas varían según su modo devida y forma de pensamiento.Cuantos más vicios tiene una persona, más arraigado está a las fibras actuales y másdifícil es que se mueva.Yo he aprendido a mover el mío y el de mis semejantes.Los clientes piensan que lo que les doy es un masaje pero, para llegar a mi objetivosolo necesito un toque en la posición adecuada del cuerpo. El resto del tiempo es unparipé para que no piensen que les cobro por solo cinco segundos de trabajo.Realmente, el toque no es únicamente físico. Yo toco el punto de encaje energético,aunque a la vez toco un punto del cuerpo físico que está más o menos por debajo delos omóplatos.Puedo poner a una persona en el mejor de los éxtasis o en la peor de las depresiones.Cobro cien euros por sesión y cada sesión dura unos quince minutos. La primera vezque vienen los clientes se la doy gratis y esa es mi publicidad.Masaje gratis sin compromiso.Ellos vienen para que les dé el masaje gratis y piensan que después no volverán. Perose equivocan.En el primer masaje que les doy pongo su punto de encaje en una luminosidad que estan grande y placentera que se quedan como si estuvieran en la mismísima gloria. Unavez que les he movido el punto, éste tarda un tiempo en volver a su posición habitual,con lo que el placer se les va hiendo gradualmente. Cuando se les quita les ha gustadotanto que siempre vuelven.Les suele durar el placer una semana más o menos. Cuando han pasado por mis manosson mejores en lo que hacen. Tienen la autoestima tan alta que creen que puedenhacer lo que sea. Mejoran sus vidas. Bueno, las mejoro yo. Y todos quieren volver.A los impotentes les hago que tengan aquí mismo una erección, poniendo su punto deencaje en la posición adecuada.Y durante una semana tienen erecciones cada vez que las necesitan. No solo les ayudoa ellos sino a sus mujeres también. Incluso más a ellas diría yo.Aún no se cómo lo hago. Supongo que es instinto, como cuando los bebes hacen elgesto de comer sin que nadie les haya dicho antes como se hace.Debe de ser genético.Ayudo a la gente que tiene depresión. A los que quieren dejar de fumar o de beber.Anoréxicas, bulímicas, adictos a la grasa.Algunos simplemente vienen para sentirse mejor con ellos mismos. Todo el cliente queviene ya es cliente para siempre. Y cada vez vienen más.Muchos vienen para combatir el aburrimiento de sus patéticas vidas. Yo les doy una víade escape. Y sin necesidad de drogas ni medicinas.Aún no lo he probado pero supongo que, si puedo hacer lo que hago también podríahacer lo contrario. Hundir a la gente en depresiones. Convertirlos en sociópatas,psicópatas o psicóticos.Incluso podría hacer que me obedecieran todo el que pasara por aquí, ingresándomeen mi cuenta sus riquezas o donándome sus propiedades.Podría hacer que fueran mis esclavos y crear un ejército de zombis bajo el mandato demi voluntad para hacerme con el poder del mundo.Realmente tengo miedo de estas ideas. Para conseguir la energía suficiente como paraver los puntos de encaje se requiere mucha energía personal acumulada. Y lossentimientos y pensamientos son un obstáculo. Te hacen perder energía. Sobre todolos sentimientos fuertes como pueden ser la envidad, la ira o el miedo.La clave está en no pensar en nada. Dejar que todo eso se vaya por el desagüe.Tampoco se debe desperdiciar el líquido seminal. Así se desperdicia energía aborbotones.Si se quiere tener una recarga de energía bestial en el acto hay que intentar hacer losiguiente:Cuando se está practicando el sexo, justo antes de llegar al orgasmo hay que pararse yaguantar. Aguantar todo lo posible por no derramar el semen. Entonces éste habrásalido ya de los testículos pero no habrá salido fuera del cuerpo. Entonces se convierteen energía que sube en forma de serpiente alrededor de la columna vertebral. Aunquesi el semen se derrama dentro de una vagina, como es lo habitual, es como sidepositaras receptáculos de energía dentro de la hembra y esos receptáculos te haránllegar pequeñas dosis de energía de la hembra durante algún tiempo.Lo que no hay que hacer bajo ningún concepto es derramar el semen a la interperie.Supongo que la iglesia siempre ha querido decir cosas similares pero se explica muymal. Toda la parafernalia de ángeles y demonios no es más que energía y no hay nadamás.Pero lo tiene que escenificar todo con dibujos por todas partes.Bueno, tengo que empezar con la primera sesión del día.Creo que es una señora que ha perdido la lívido.Me encanta mi trabajo.
El masajista
Autor: Juan Alcaraz  521 Lecturas
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Estoy aburrido tumbado en el sofá, viajando sin destino por el ciberespacio de la telebasura. Arto de putas y gilipollas, me pongo los pantalones y me dispongo a salir a la calle. He decidido salir a tirarme pedos en las caras de los niños. Tengo que escoger un sitio muy concurrido. La puerta del sol o la plaza mayor. Creo que la plaza mayor está bien. Además, ahora que estamos en navidad, estará llena de puestos para idiotas y de gente tonta. En esos estúpidos puestos, todos los años hay las mismas tonterías y todos los años las venden. La gente quiere ser feliz y lo fuerzan gastando dinero. Busco en la nevera algo con mucho gas. Me quedan dos botes de cocacola que me bebo de golpe. Me entran ganas de tirarme un pedo, pero me lo aguanto. Cuantos  más me deje dentro, más fuerte será el que salga. Me voy de mi casa en dirección al metro. Por el camino me compro un par de botes más. Sigo aguantándome los pedos y el estómago me va a reventar. En el metro estoy a punto de soltarlo. Miro a alrededor para ver si hay algún niño. En la esquina opuesta hay uno con su madre. Está de pie porque en ese momento no hay asiento libre en el vagón. Pienso en ponerme a su lado para cagarme en su cara, pero rápido abandono la idea ya que en el vagón de metro, si el pedo huele demasiado mal, la gente se puede enzarzar contra mí. Pienso que mejor espero a llegar a la plaza mayor, que allí habrá muchas más caras de niños. Llego allí y el sitio está abarrotado. Gente con carritos de bebé y niños cogidos de la mano por todas partes. Los mismos niños que gritan en el cine jodiéndote la película. Los mismos niños que lloran en los restaurantes jodiéndote la cena. Los mismos niños que salen en la tele haciendo el gilipollas y que se creen esa mierda de los reyes magos y el ratoncito Pérez. Me dispongo a visualizar objetivos. ¿Y en que me baso para ello? Me baso en las pintas de idiotas que tienen los padres. Cuanto más pinta de idiota, más gordo es el pedo para la cara de su hijo. Suelo elegir a niños de unos diez años, que son los que normalmente están más a la altura de mi culo. Los carritos también son una posibilidad, pero me tengo que agachar un poco y a veces se puede dar cuenta alguien de la rara maniobra. Busco durante un rato. Hay muchísima gente. Tanta como gas en mi cuerpo. Me llama la atención una familia de una madre gorda, un padre enano tripón y el hijo también gordo. Ese niño es un saco de mierda con dos barbillas y michelines en el cogote. Lleva en la cabeza unos cuernos de diablo y en la boca una de esas cosas que, cuando soplas, pita a la vez que se estira. Me acerco a ellos poco a poco, simulando que voy viendo cosas en los puestos. Veo que ellos se paran en un puesto. La madre toquetea todo, descolocándolo. El padre habla con el hijo mientras éste señala cosas sin parar. El niño ya ha hecho su elección inquebrantable en ese puesto y el padre ahora interactúa con el dependiente. Es mi oportunidad, ahora que los padres están distraídos. Me acerco y me pongo en el mismo puesto que ellos, dándole la espalda al chaval. O, más bien, dándole el culo. Me acerco todo lo que puedo a él. Cuando mi culo ya está casi pegado a su cara, descargo todo el cargamento de gas que tanto rato he aguantado. Un olor nauseabundo a podredumbre sale disparado en dirección a la boca del niño. Su expresión facial cambia de golpe y mira aturdido en mi dirección. Como si no supiera lo que está pasando. El olor se empieza a propagar en mi derredor y en el del niño y sube para arriba. Salgo de allí pitando y me pierdo entre la multitud. Primer objetivo finalizado. Pero ahora tengo que recargar munición, así que salgo de la plaza para buscar alguna tienda. Compro en una de ellas un litro de cerveza de estos que te sirven en un vaso de plástico gigante. Bebo la mitad de un trago. Ya estoy recargado y vuelvo a la plaza. Según entro, a la derecha, veo un montón de niños y niñas que gritan y juguetean como imbéciles. Hay un bar justo al lado. Seguramente sus padres estarán dentro gastándose su ridículo sueldo en cerveza y tapas “típical spanish”. Me bebo la otra mitad del litro, tiro el vaso y me voy hacia la jauría de niños. Esa camada de monstruos. El gas de la cerveza ya hace su efecto. Me pongo en medio de todos los niños como haciéndome el despistado y, mientras ando entre ellos, me voy tirando pedos sin parar. Me viene el olor pero ahora no me voy ya que no veo padres cerca. Sigo peyéndome y los niños poco a poco van dejando de jugar y gritar y parados me miran con cara de asco. Ando unos metros, me doy la vuelta hacia ellos y levanto la mano. Les digo: -          Adiós, que os aproveche – Una de las niñas veo que se pone a llorar y va corriendo en dirección al bar, donde supongo que estará su papaíto. Yo me largo de allí. Total, ya he pasado la tarde y he combatido al aburrimiento durante un rato. Salgo de la plaza y me compro otro litro de cerveza en vaso gigante de plástico. Bebo la mitad. Ahora me han entrado unas ganas de mear del demonio. Me pongo detrás de unos contenedores y orino dentro del vaso de cerveza en el que queda aún la mitad de cerveza. Ya no me apetece beber más. Ando hacia el metro con el vaso de cerveza orinada en la mano. Poco antes de llegar a la estación de metro, en un portal hay un individuo con pelo largo despeinado y con barba. Está como encogido. Tiene una botella de cerveza casi vacía y un cigarro en la mano. Parece estar muy borracho. Balbucea. Me acerco a él y le digo: -          ¡He, Amigo! ¿Te apetece un poco de cerveza? – Sin decir nada. Levanta la mano y coge el vaso. Sin pensarlo dos veces le da un buen trago. Yo  me voy hacia la estación. Creo que hoy me he ganado el derecho a dormir bien.
El gaseador
Autor: Juan Alcaraz  614 Lecturas
Ha llegado la última hora de un día de mierda, como todos los demás. Es viernes, y como viernes, ha habido mucho más trabajo que de lunes a jueves. El cierre está a medio echar. De esa forma, adviertes a los posibles clientes despistados que se puedan colar y joderte más minutos de tu vida. El cierre está a medio echar, porque aún quedan clientes dentro. Cuando vayan a salir volvemos a subirlo, para que no se den en la cabeza, y luego lo bajamos del todo. Algún cliente alguna vez se ha dado una buena hostia y ha sonado como si hubiera estallado la guerra mundial. Esas hostias retumban en toda la tienda. Quedan dos clientes. Dos de los que más odio. Siempre vienen tarde y el capullo del encargado les deja pasar. Por su culpa podemos, fácilmente, salir media hora tarde. Uno de los clientes que quedan es una vieja gorda que va vestida como de circo, con amplios vestidos de fiesta y se pinta la cara como una puta. Muy exagerado. Parece como si se la pintara con un espray. El otro cliente es un come mierda cincuentón con el pelo canoso. El muy hijo de puta se pone a bailar cuando está esperando a que preparemos lo que ha pedido. Cien gramos de chóped, doscientos de salchichón, otros doscientos de chorizo. Esas mierdas. De los cinco que somos en la tienda solo quiere que le atiendan dos. El encargado y el segundo. Si supiera lo que hacen esos marranos con las manos cuando nadie les ve se lo pensaría dos veces. A los dos clientes los están atendiendo el primer y segundo encargados y los tres dependientes auxiliares, mientras, tenemos que barrer, limpiar, etc. Lo viernes por la noche a última hora la tienda está que da asco. Parece un verdadero estercolero. Mi trabajo era básicamente recoger la zona de los quesos y meterlos en la cámara frigorífica y luego limpiar una de las máquinas cortadoras de embutido. En esas dichosas máquinas se acumular una cantidad de full difícil de describir. Hay que quitar un trozo de metal protector que tiene para limpiar la cuchilla de dentro, y aquí es cuando empieza lo divertido. Ahí hay restos de chorizo, salchichón, lomo, jamón, queso en lonchas, etc. Todos los restos de tipos de embutidos y quesos que te puedas imaginar se concentraban en aquel pequeño rinconcito del mundo. Y mi trabajo es limpiarlo. Algo peligroso cuando llevas un pedo que no te tienes, como es mi caso. Los  viernes, cuando tengo que salir de la tienda para ir al almacén que está en la acera de enfrente, me paso por el bar y me fumo un cigarro y me bebo unas cuantas cervezas y un copazo de whisky o coñac. Tengo que ir calentando motores para cuando me junte más tarde con mis colegas estar ya calentito. Después de limpiar la máquina, si sobrevivo, tengo que barrer la parte del suelo que me toca y fregarlo, y luego ya soy libre durante unas horas. El resto de tareas se distribuyen entre un homosexual larguirucho que también trabaja en la tienda y un chaval algo más mayor, con problemas con la cocaína. El mariquita tiene manchas en la cara y en la piel de todo el cuerpo. Intento tocarle lo menos posible. La cajera, que una vez que ha hecho caja se sale a fuera a fumarse un cigarro, me espera a que salga  para que la acompañe hasta el metro y luego dentro las paradas que coincidamos. Depende donde vayamos cada viernes. Es una cuarentona cachonda que se ha separado hace poco y nos enseña las bragas en cuanto tiene oportunidad. Sospecho que se quiere follar al segundo encargado, aunque esté casado. Creo que eso le da igual. Salgo por la puerta trasera, que es la puerta que usamos los que trabajamos ahí. Salimos los tres dependientes a la vez. Los encargados se quedan un rato más. No sé si sigue habiendo tarea o es que se follan allí dentro el uno al otro. El mariquita larguirucho se va en el coche del cocainómano y la cajera y yo nos marchamos andando calle abajo en dirección a la estación de metro. Hoy hace algo de frío y va vestida con un vestido de noche ajustado con falda muy corta. Cuando se sienta casi se la ve el alma. Aunque en la calle no se la ve el vestido ya que lleva un abrigo largo, oscuro. Normalmente la acompaño hasta el centro de la ciudad pero hoy yo no voy para allá. Hoy vuelvo al barrio. A casa. Me están esperando allí mis amigos. Espero que sea una velada de tranqui. Copas, porros, quizás algo de farlopa, pero sin venir a la ciudad. Cerca de casa que estoy cansado y me quiero acostar pronto. Me despido de la cajera en la estación, ya que ella tiene que coger un sentido y yo otro. Puedo verla desde el vagón de enfrente. A saber dónde va. A saber quién la está esperando. A saber que polla se comerá esta noche. Estoy loco por beberme una cerveza, pero si me voy a un bar se me va a hacer demasiado tarde. Tras una hora de camino coñazo, llego al barrio y veo a un par de colegas en el portal de otro, esperando a que baje. Les digo que qué vamos a hacer, y me dicen los cachondos que han pensado en ir a Madrid, a reírse de las putas. -          Joder, de nuevo hacia la ciudad. Por lo menos ahora tengo chofer – pienso.   Nos montamos en el coche de Manu, que me cae como el culo pero tiene coche y nos lleva para arriba y para abajo. Vamos Manu al volante, Jorge en el asiento del copiloto y detrás, a la derecha Marcos, en el centro “trujas” y a la izquierda, detrás del conductor, yo, Juan Este  “trujas” es bastante raro y creo seriamente que tiene un retraso mental. Nos pasamos por una tienda de estas de chinos que abren veinticuatro horas y que siempre atiende el mismo chino. Compramos seis botellas de litro de cerveza, una botella de tequila y papel de fumar. Tiramos dirección Madrid y aún no hemos salido del pueblo y Jorge y Marcos no paran de hacerse canutos. Yo de momento prefiero beber. Ellos ya están pedo, al igual que yo. Veo que no tienen farlopa así que veo que este sueño y cansancio no me lo quita ni dios. Hablamos de gilipolleces durante todo el camino y yo no paro de beber. Me he bebido ya un litro y medio de cerveza y diez chupitos de tequila. Estoy muy pedo y mis párpados pesan cada vez más. No suelo fumar porros. No me gusta el colocón que dan. Y menos cuando bebo, pero alguien me ha pasado uno y sin darme cuenta me fumo la mitad. Ahora sí que la he cagado. Ya no sé ni donde estoy. Vamos a toda hostia por la carretera y Manu abre la ventanilla. Lo agradezco mogollón. Oigo las voces y risas distorsionadas y mi cabeza cae de vez en cuando. El coche de repente ya no es un coche. Es una caja oscura y silenciosa. Yo estoy dentro. Ya no estoy borracho. Tengo un momento de claridad. Salgo de la caja y me encuentro en un verde prado en un día soleado. Miro a mi alrededor y veo, lo que parece una fábrica abandonada. Corro hacia ella y me meto dentro. No hay nadie. No hay nada. Solo tuberías por todas partes. Tuberías viejas con telarañas. Recorro la fábrica. No hay nada interesante excepto algo que me llama la atención. Una puerta cerrada. Está limpia y parece nueva. Es la puerta a otro mundo. No sé porque lo sé, pero lo sé. Abro la puerta y me veo a mi mismo. Ahora soy el de dentro de la puerta y fuera no hay nadie. Salgo a la fábrica pero ya lo he visto todo. Vuelvo a la puerta. La cruzo y todo se desvanece. Caigo lentamente por una especie de espiral de colores. Estoy a gusto. Siento bienestar. Luego cojo velocidad y la espiral ya no es de colores. Ahora es oscura casi negra. Ya no tengo claridad, sino mareo. De la espiral paso a estar en el coche de Manu de nuevo y todos ellos están gritando. Creo que estamos cayendo por un precipicio. El coche gira sobre sí mismo y todos gritamos. Parece que ha llegado nuestro final. Vamos a morir. Pero no, el coche va parando de girar poco a poco, el exterior toma forma y de pronto estamos pasando por una calle de tantas de la ciudad. Una calle de putas. Una calle de travestidos degenerados. He despertado y he visto cuatro bocazas gritándome en la puta cara. Ni me inmuto. Miro por la ventanilla y solo veo tíos con tetas y rabo, y mis amigos no paran de reírse. Sigo estando muy borracho. Me tengo que levantar dentro de un par de horas para volver al trabajo y ni si quiera me he acostado aún.    
Estoy hasta los cojones de que mi jefe me tenga siempre para arriba y para abajo. El cabrón tiene tres o cuatro tiendas por Madrid y se piensa que me puede enviar a la que le salga de los cojones. Se cree que soy su puta. Ahora mismo estoy en los vestuarios de la tienda que tiene en Carabanchel alto. Estoy cambiándome de ropa por que el mariconazo que tiene como encargado me acaba de dar la noticia de que me tengo que ir a otra de las tiendas en la otra punta del centro. Estos vestuarios parecen las ruinas de un pueblo junto al río en la segunda guerra mundial. Solo pisas líquido. Y quiero creer que es agua, aunque puede que no lo sea del todo. Termino de cambiarme. Meto la ropa de currar en la bolsa para llevármela a la otra tienda y salgo hacia afuera. Para salir desde los vestuarios tienes que pasar por en medio de toda la tiene. Esto es la pescadería, carnicería, pollería y la charcutería, que es la zona que pertenece a mi jefe y donde estaba de dependiente yo hace unos minutos. Voy en dirección a la puerta y los idiotas de los puestos que no son el de mi jefe les ignoro y levanto la mano hacia mi compañero y le digo: -          Venga tío. Que te vaya bien –   El me contesta con un levantamiento de cabeza y cejas. Este tío, que es el que está a cargo de la tienda de Carabanchel, da la casualidad de que es un mariconazo o, al  menos, lo parece. Tiene el pelo como el príncipe de beckelar, el homosexual de las galletas. Y habla como Boris Izaguirre. Ni que decir tiene. Salgo hacia la calle y espero al tío que va a venir a buscarme. Ese pedazo de mierda es el hermano del jefe, pero es un inútil, y le tiene de repartidor con una furgoneta para aquí y para allá. A veces también le pone de dependiente, pero más vale que no. Es un personaje al que mirar cuando trabaja no tiene precio. Sus mocos y su grasa del pelo se esparce por sus manos y a su vez, por la comida que despacha a los clientes. Y le huele el aliento. No tiene el más mínimo pudor ni sentido de la vergüenza. Es un gafotas gordo, que camina con los pies para afuera. Un saco de mierda. Como le conozco y sé cómo funciona,  supongo que va a tardar en venir así que me meto en el bar de al lado de la tienda para beberme lo más fuerte que encuentre. Esta mañana me ha dado por el coñac a palo seco. Así, para desayunar. Bueno, son las once de la mañana. A primera hora me he tomado un carajillo. El bar está muy concurrido, pero el camarero me conoce y sabe que no doy guerra. Me sirve mi medicina y yo me quedo calladito tan contento. -          ¡Un Carlos III! – le grito. Es mi marca favorita de coñac. El tío viene corriendo, con el coñac en la mano y las manchas de sudor en los sobacos y lo deposita en la barra a la altura donde estoy yo y va y se derrama un poco. Cosa que me jode, pero bueno, vamos a dejarlo estar. Me lo bebo de un trago y le digo que me ponga otro. Bueno, pienso que mejor otros dos, por si acaso. Cuando termino ya estoy bastante más relajado pero me estoy encabronando solo de pensar en que me tengo que meter en la peor tienda de mi jefe nada menos que hasta las diez de la noche. Le pago al tío feo del bar y salgo para afuera. El gandul hermano de mi jefe ya está en la tienda preguntando por mí, con la furgoneta en doble fila. Tiene prisa el cabrón. Tiene prisa para no hacer nada. Le digo que estaba comprando tabaco y nos vamos. Espero que esté congestionado porque si no le voy a apestar con mi aliento de coñac triple. Aunque, mucho peor es el suyo, que huele a putrefacción. Por el camino se pone a hablar de estupideces sobre la empresa que me importan una mierda, como si el entendiera de algo. Yo voy disfrutando de mi puntillo, pero jodido por meterme en esa tienda con el encargado que es un calvo hijo de la gran puta, y su perro faldero, que es el que le ríe las gracias y le chupa el culo. A parte de estos hay otro chaval, pero ese no pinta nada. Poco a poco me están entrando ganas de inflarles a hostias. Llegamos allí. Esta tienda es diferente a la otra. Todo el local pertenece a mi jefe. Solo es charcutería y pollería y no tiene vestuarios. Hay que cambiarse de ropa entre la cámara frigorífica y un pequeño zulo que se supone que es el váter. Luego hay otra pequeña habitación con un lavabo y un espejo. Todo esto en dos metros cuadrados y oliendo a chorizo. Un infierno. Los dependientes no entramos por la misma puerta que los clientes. Entramos por lo que yo llamo el backstage, que es un portal que hay al lado en el que está la puerta de atrás de la tienda. El gordo gafotas me deja en el arcén de la carretera y tira millas. Allí es imposible aparcar. A saber donde irá el cabrón. Entro por la puerta. Digo hola y voy en dirección a cuartucho para cambiarme pero el calvorota me frena en seco poniéndome una mano entre el pecho y el hombro y me dice: -          Cambio de planes – dice. – Me ha dicho el jefe que te tienes que ir a la tienda de Alcobendas. Alcobendas es un pueblo que hay a unos treinta kilómetros de donde estoy. Y me dice: -          Álvaro no puede venir a por ti así que te tienes que ir en el autobús – Álvaro es el gafotas de la furgoneta. Encima me tengo que ir en autobús. Esto es el colmo. Se me han hinchado los huevos del todo. Le cojo de la mano que tiene en mi pecho y le retuerzo los dedos a ese cerdo, mientras le digo que a Alcobendas se va a ir su puta madre, que él y yo vamos a salir a la calle y le voy a decir a donde vamos a ir. Mientras le empujo hacia afuera por la puerta de atrás, el segundo encargado, que es el chupaculos, deja de despachar a una cliente que, por cierto, está contemplando el panorama con la boca abierta, y viene hacia nosotros para ayudar a su amo, el calvo. Me intenta retener poniéndome la mano en la cara y le muerdo los dedos con todas mis fuerzas. Chilla como una niña. Creo que también este energúmeno es maricón. Les empujo a los dos para fuera. Ahora que saben que la cosa va en serie se les ha puesto la cara de susto y están pálidos. Bueno, el encargado siempre ha sido pálido, y también huele mal. Ya en la calle la gente se aparta alarmada al vernos salir a empujones. Una vez fuera, le propino un puñetazo en la nariz al encargado. Se lleva las manos al rostro y se echa hacia atrás. Encaro al segundo y le doy una patada en el muslo mientras él intenta darme una hostia en la cara. No lo consigue pero el encargado sí, que se ha repuesto un poco del puñetazo y a pesar de estar sangrando como un cerdo por la nariz, ha cogido una madera del suelo, de al lado de unos contenedores y me ha dado una hostia en el hombro. Joder, eso ha dolido. Parece que finalmente tiene huevos el pequeño mierdecilla. El segundo, sin embargo, está muy asustado. Creo que si es maricón. Aunque hay algunos maricones que tienen huevos. Este no los tiene. Estoy forcejeando con el encargado intentando que no me dé otra vez con el trozo de madera. Con el rabillo del ojo veo que el segundo se ha metido para adentro. Supongo que a llamar a la policía. Según sujeto al encargado el muy ruin me da una patada en los huevos y me hace polvo. Cuando me encorvo me da con la madera en la espalda y caigo al suelo. Me doy la vuelta y veo que me va a dar otra vez, estando en el suelo, pero lo esquivo, y con la inercia, resbala y acaba también en el suelo. Consigo levantarme con una tortilla por huevos y le quito la madera. Le voy a reventar la cabeza, pienso. Cuando le voy a rematar aparece el otro mariconazo con un cuchillo jamonero. Esto se ha puesto muy feo. Está toda la calle mirando la pelea. Viene corriendo hacia mi lanza una estocada. Lo esquivo pero me acierta en el brazo. Pssssssssss, sangre a borbotones por todas partes. Se me ha quedado el brazo un poco inmovilizado pero con el otro, no sé cómo lo hago pero me giro sobre mí mismo, en plan Jackie Chan y le doy una hostia en el cogote al maricón y cae al suelo de bruces y sale un diente disparado cuando hace contacto con el suelo. El encargado se ha levantado hace rato pero está como en estado de shock mirando la sangre que me sale del brazo, el diente de su amigo y el cuchillo que se ha quedado solo en el suelo. Cojo el cuchillo como arma que lleva el diablo y a ras de suelo le rajo al tío cerdo los tobillos justo por encima de los pies y cae al suelo con cara de dolor. Los tengo a los dos en el suelo. Si les remato pasaré mucho tiempo a la sombra. Matarles no, pero algún que otro corte mas… -          ¡Deje el cuchillo! - ¡Manos arriba! – Es lo que oigo detrás de mí. Me giro y hay como tres coches patrulla que se han estampado contra la barandilla y dos tíos armados saliendo de cada coche, cubriéndose con las puertas, apuntándome con pistolas. Tiro el cuchillo y levanto las manos. Ha llegado la hora de rendirme. Al menos ya no voy a dar hoy más viajecitos para ir a otra estúpida tienda. Me he salido con la mía. Además, les voy a poner a estos estúpidos el coche perdido de sangre. Espero que en la comisaría tengan coñac.
Yo trabajaba en una tiene de alimentación en Madrid capital. Mi trabajo consistía básicamente en poner sonrisa de gilipollas mientras les decía un montón de mentiras a los clientes. Vendíamos embutidos de todo tipo, quesos, jamones, pollos, etc. Solíamos ser cinco empleados en aquel antro y casi siempre estaba lleno de clientes. Me tenían hasta la polla. Que si dame esto. Que si dame aquello. Dios santo, algunos parecía que iban allí a pasar el rato. Tenía ganas de matarlos, pero, como eso no era posible, bebía. El dueño casi nunca iba por allí, pero daba igual, ya que el encargado era su hermano. Muchos clientes habían entablado cierta amistad con él y pasaban allí las horas muertas. Era un mindundi paliducho y medio calvo que no paraba de fumar. Su garganta siempre hacía ruiditos que te informaban de que sus pulmones no marchaban bien. El hijo puta siempre olía mal. A sudor rancio. De varios días. Daba igual que fuese lunes o viernes. Las ocho de la mañana o las ocho de la tarde. Siempre olía a establo. El segundo encargado, que era más inteligente que el primero, pero no le quedaba más remedio que chuparle el culo, era un pelota de mierda e imitaba el comportamiento del calvo. De hecho, empezaba a perder pelo a pasos agigantados. La única diferencia era que éste no olía mal. Luego había un chaval de unos veinte años con claros problemas con la cocaína y un maricón, el cual empezaba a tener manchas extrañas y sospechosas por todo el cuerpo. Y tocaba la comida directamente con las manos, por el amor de dios. Aunque el cocainómano y yo, cuando el encargado no estaba y el pelota no nos podía controlar, hacíamos todo tipo de salvajadas a la comida que íbamos a despachar posteriormente. Álvaro, que era el nombre del farlopero, una vez, incluso se folló un pollo muerto, de los que teníamos en la cámara frigorífica y se lo vendió a una clienta con todo el pastel dentro. Supongo que al asarlo se formó un jugo que no estaría nada mal al paladar de esa golfa. También solíamos masturbarnos encima de las piezas de jamón york y restregábamos el semen por encima. Vertíamos gotas de orina en el líquido conservante del queso fresco e incluso, con un palito alargado cogíamos muestras del inodoro y la esparcíamos en la sobrasada. Así, el tiempo se nos hacía más ameno. Pero aún así, estábamos allí como diez horas al día y la mayoría necesitábamos un estimulante. El mío era el alcohol. El dulce líquido del amor. El del encargado era el tabaco. El del segundo encargado era el culo del primero.  El estimulante de Álvaro era la cocaína y el del maricón, que se llamaba Pablo, eran las pollas de otros maricones. Creo que el encargado también era maricón. Al  menos, que yo recuerde, nunca le vi con una tía. Por la mañana, cuando iba a trabajar en autobús me bebía unas dos o tres cervezas. Cuando me traía algún compañero no lo podía hacer, cosa que me irritaba bastante. No me gustaba que la gente lo supiera. No por nada en especial. Es más divertido estar colocado y que la gente piense que estás normal. Aunque, ¿qué es estar normal? El pelota vivía cerca de mi casa y me llevaba al trabajo con bastante frecuencia. Beber delante de él no solo suponía que supiera que tenía un problemilla con la bebida, si no que se lo podía contar al encargado y así yo perder mi puesto de trabajo. Nos turnábamos para almorzar e íbamos al bar. Íbamos en orden de jerarquía. Primero, el encargado. Luego, el segundo. Luego, el farlopas. Luego, el mariquita, que tenía unos dieciocho años y, por último me tocaba a mí. Eso me venía bien ya que era cuando más gente había en la tienda, y no me gustaba trabajar. Casi siempre me sentía muy cansado, aún recién levantado. Recuerdo en el bar, que estaba enfrente de la tienda en la que yo trabajaba, a un tío que, fuese a la hora que fuese, siempre estaba allí con una gran copa de algo naranja. No sabía lo que era pero no sé porqué, llamó mi atención sobre manera. Yo siempre almorzaba un bocadillo y tres o cuatro tercios de cerveza. Y de postre, una copa de coñac. Intentaba tener siempre chicles en el bolsillo por el tema del olor. Podía beber vodka, que carece de olor, relativamente, pero no me gustaba. Prefería el coñac. Si tenía el estómago delicado me pedía un sol y sombra. Esto es coñac con anís. El anís lo suaviza dándole un toque dulce. Esa extraña bebida naranja no me llamó la atención por el color, ya que podía ser fácilmente vodka con naranja. Me llamó la atención la forma que tenían de servírsela, como si fuera un coctel caro y exclusivo. En una gran copa de cristal encima de un plato. Y allí estaba este tío raro, con la copa naranja, el pitillo en la mano y la mirada perdida en el vacío. Pero me llevé una decepción cuando, un día cualquiera, señalando al tío raro con el dedo índice, le dije al camarero: -          Póngame uno de esos –   El tío de la copa me miró levemente y luego volvió a su estado letárgico. El camarero me trajo la copa. Le di un pequeño trago para saborearlo y, sabiéndome a nada, le di un trago más largo. No sé lo que era. Tenía algo de alcohol, pero también tenía alguna bebida que lo amariconaba bastante. Definitivamente supe que llevaba vodka, eso seguro, y que tenía naranja. Pero no era refresco de naranja, si no zumo. Esto, para una persona no acostumbrada al alcohol, le habría dado un toque más fuerte, debido a la carencia de gas, pero, para mí fue malgastar una copa que bien podía haber sido de coñac. Le pedía al camarero un par de chupitos de tequila y pagué la cuenta. Cuando tenía prisa era lo que bebía, tequila en chupitos. Pero sin sal ni hostias. El tequila me proporcionaba energía. Ya era hora de volver al trabajo.
Del más agradable de los estados que he conocido, la gloria, se podría llamar, surgió un estruendo que trajo consigo el más terrible de los dolores. El dolor de cabeza de una gran resaca, después de haber estado prácticamente toda la noche bebiendo y haber dormido solo una hora antes de que sonase el despertador para ir a trabajar. Mientras que te despiertas, es como si la cabeza te diera vueltas por toda la habitación hasta que se reajusta y entonces llega el dolor. Me habría acostado, calculo, sobre las cinco y media de la mañana. Ahora eran las seis y media ya que mi despertador sonaba a esa hora. Se inundaba mi cuerpo de rabia cuando, únicamente, lo que quería era dormir y no podía hacerlo. Pero era joven. Tenía unos dieciséis años y con esa edad lo puedes prácticamente todo. Incluso no dormir en varios días y alternar el trabajo con la bebida. Me incorporé y me senté en la cama. Allí estuve otro rato. Joder, no podía ni con mi alma. Estuve durante un rato sujetando mi cabeza con las manos para que no se callera al suelo. Pero me tenía que dar prisa ya que un compañero venía en coche a recogerme a casa. Pensé que yo era importante. Hasta tenía un chofer que me llevaba al trabajo, como si fuese una estrella del rock o un político importante. La verdad es que no sé por qué ese tonto del culo había accedido a llevarme, pero eso carecía de importancia. Lo que importaba es que me llevaba. Me fui a la cocina y me encendí un cigarrillo. La primera calada me dio entre asco y satisfacción y acto seguido tuve que ir corriendo a cagar. Regresé ya más tranquilo al salón. Le di un sorbo al café hasta la mitad del vaso para ver si me espabilaba un poco. Luego cogí una botella de whisky del mueble bar de mi padre y rellené el vaso hasta arriba. Me bebí todo el contenido de una vez, sin respirar por la nariz para no saborear. Yo no era un tipo duro. No me gustaba la bebida. Lo que me gustaba era la sensación artificial de bienestar que ella me provocaba. Le di una fuerte calada al cigarro y aguanté la respiración durante un rato para no vomitar. Aun así fue tarea inútil. Aquello empezó a subir por mi esófago como un tren sin frenos. Tuve que ir corriendo al servicio y echarlo. También eché algo de la noche anterior. El vómito me dejó un sabor agradable en la boca. Regresé al salón, cogí la botella y le di un buen sorbo. Ahora que había hecho un poco de hueco esperaba que eso no tuviera también que echarlo. El final se quedó dentro y reactivó la fiesta acabada del día anterior. Esperé unos minutos. Relajado. Encendí otro pitillo. Ahora si me sentía bien. Me veía capaz de todo. Hasta de ir a trabajar. Me puse la chaqueta y me largué. Ni había comido ni me había duchado. Sólo cagado y vomitado. Pero tenía un nuevo colocón y eso era todo lo que me importaba. Sólo esperaba que la resaca venidera fuera más gradual.
Era principios de verano, y el curso había llegado a su fin.Los niños corrían de un lado a otro, felices, ante el inminente principio de vacaciones.Tenían solo unos días para jugar y divertirse, hasta que cada uno partiera al lugar queiba a pasar los siguientes meses.Samuel era un niño muy sociable e hiperactivo. Camino a casa, ese último día decolegio, iba con un amigo jugando a un juego que ellos llamaban, “saltar los coches”.Trataba de ponerse en el lado de la calzada en el que los coches quedaran entre ellos y elsol.Entonces, a medida que los coches se acercaran a ellos, deberían intentar saltar lasombra del coche por completo. Eso era difícil para ellos, dada su corta estatura. Era undesafío, y apostaban alegremente algo que nunca existió.Sumergidos en el viento, saltaban y disfrutaban todo lo que podían de su corta juventud.Entre juegos y risas, llegaron primero a casa de Oscar, que era el mejor amigo deSamuel, pero en el colegio. Después de charlar un poco de cómo lo iban a pasar, decuanto quedaba para que se volvieran a ver y un poco de chicas, se despidieron dándoseun gran abrazo amistoso. Raro en los chicos de su edad.Mientras Samuel se alejaba por la avenida que separaba la casa de Oscar de la suya,miró algunas veces vagamente para atrás, con una lágrima en la cara, para ver el sitio enel que se había despedido de su amigo, ya que Oscar ya no estaba allí.A la edad de doce años, unos meses pueden parecer décadas. Era difícil decir adiós auna persona con la que compartía gran parte de su tiempo.Pero luego miró hacia el frente y la lágrima fue arrastrada por el viento por su cara, parano volver jamás. El sabía que sus amigos del pueblo le esperaban y, en casa, su madre ysu abuela haciendo las maletas para partir al día siguiente en la madrugada.A Samuel le encantaba ayudar a hacer las maletas, aunque, en realidad no hiciera nadade provecho, ya que todo lo que hacía, lo tenía que deshacer y volver a hacer su madre.Pero él era feliz. Le gustaba creer que contribuía en la preparación de las vacaciones dela familia.Al día siguiente, su madre, su padre, su abuela y él, partirían hacía su pueblo, que estabaa unas tres horas de la ciudad, donde vivían el resto del año.El viaje le encantaba, ya que se distraía viendo el paisaje y leyendo algún libro o cuentoque le hubieran mandado en la escuela como deberes para el verano, pero también leagotaba bastante, con lo que decidió irse pronto a la cama.Con el pijama ya puesto, esperó a que su padre regresara de trabajar para poder darle unbeso, junto con su madre y su abuela, y acostarse para soñar con algo bueno, olvidandola nostalgia y pensando en el largo verano que en el pueblo iba a pasar.La abuela y el padre de Samuel fueron los primeros en despertarse, y este, a su vez,despertó a su esposa con un dulce beso, para que se diese prisa y partir lo antes posible.Estando ya todo preparado, despertaron a Samuel, quién no se lo tomó muy bien.Terminó de vestirse y meter las últimas cosas en la maleta, como podían ser el cepillode dientes y demás, y marchó para la entrada, a esperar a que su padre dirigiera lamarcha hacia el coche en el que, pensó, quizá podría echar una buena cabezadita, ya queaún no se había despertado del todo.2Una vez en el coche, cuando estuvo todo ya cargado y preparado, su padre arrancó elmotor. Samuel intentó acoplarse, apoyando la cabeza a uno de los lados, pero no pudohacerlo. Al menos, para estar totalmente a gusto. Consiguió dar una pequeña cabezada,pero enseguida despertó, y vio en el horizonte como salía el sol lentamente.Ya no quería dormir, ahora estaba espabilado.Junto a él, en el asiento de atrás iba su abuela, la que no dejaba de dar cabezadas.Samuel la observaba con cara de enojo, debido a lo poco que le costaba a su abueladormirse en las situaciones más peliagudas.Pero ahora el problema era otro. Se aburría mucho, ya que su madre, en el asiento delcopiloto, también iba durmiendo y, a su padre, mientras conducía no le gustaba que lemolestaran.No le quedó otra opción que dar rienda suelta a su imaginación. Pensó en Oscar. En queestaría haciendo en ese momento. También pensó en los demás que normalmente sejuntaban con ellos. También pensó en Cristina, y mucho. Realmente, no había unsegundo en todo el día que una parte de su mente no dejara de pensar en ella. Era unaniña morena que le había tocado como compañera de pupitre todo el año.Al principio no le caía muy bien, pero, de tanto tratarla y hablar con ella, primero laconsideró su amiga, pero ahora había algo más, y le hubiera gustado no irse al pueblopara poder verla por la zona en la que vivían. Eso si ella no se había ido a ningún sitio,cosa que no sabía, a pesar de que estuviera sentada a su lado en clase.Pasaron las horas y todos los pasajeros del coche ya estaban despiertos. Samuel seaburría y quería jugar con su abuela o su madre a algún juego. Al principio no le hacíancaso, pero se puso tan pesado que tuvieron que acceder.Pasaron el rato jugando a que, uno de ellos decía la primera letra del nombre de algúnobjeto que vieran por la ventanilla, y el resto de participantes lo tenían que adivinar.Al cabo de un rato, casi sin darse cuenta, Samuel y su familia estaban entrando en elpueblo en el que iban a pasar prácticamente todo el verano.El padre de Samuel solo disponía de dos semanas libres para pasar con ellos y luegotendría que regresar a la ciudad, para continuar con su trabajo. Luego iríanperiódicamente los fines de semana que pudiera. Después de todo, el pueblo no estabatan lejos.Recorrieron con el coche esas calles de tierra que formaban parte del pueblo, dejando unrío de polvo y piedras tras de sí. La gente de los alrededores levantaban la vista unmomento para ver el coche que recorría las calles de su pueblo, y en seguida reconocíana los ocupantes de su interior. En ese tipo de pueblos se conoce prácticamente todo elmundo, y casi no hace falta que cierren las puertas, ya que los niños atraviesan las casaspara ir de un lado a otro con toda confianza, como si toda la gente perteneciera a lamisma familia.Finalmente llegaron a la casa, que compró su tatarabuela haría casi cien años. Era uncaserón antiguo, como casi todos los de allí. Estaba en una colina que era una de las queponían fin al pueblo y desembocaba en el cementerio. Esto siempre le había causado aSamuel un poco de temor, y no sabía por qué. El nunca subía hasta allí. Solo cuando lohacía con su abuela o su madre, que iban a dejar flores a familiares que estuvieran allíenterrados y dar un paseo.3En cuanto llegaron a la casa, aparcaron en la puerta y Samuel estaba loco por salircorriendo a buscar a sus amigos. Su madre le dijo que tuviera paciencia, que cuandometieran todo el equipaje a la casa, le prepararía el almuerzo y podría ir a dar unavuelta.En la casa de la ciudad, cuando hacían el equipaje, le había prometido a su madre que,ya en el pueblo, les ayudaría a deshacerlo. Pero, tenía tanta prisa por salir, que se leolvidó la promesa que había hecho, y en cuanto su madre le preparó un bocadillo, locogió, y pegándole un gran mordisco, salió corriendo por la puerta, diciendo adiós conun grito a su abuela y su padre, que estaban en el coche cogiendo lo que quedaba deequipaje para meterlo dentro.Se dirigió a la plaza del pueblo, que estaba a unos minutos de su casa, para ver si habíaalgún amigo allí. No sabía si habían llegado ya o no.Cuando llegó a la plaza no parecía haber nadie. Estaba desierta y comenzó a mover lacabeza de un lado a otro, rastreando la zona para ver si veía a alguien de su interés.En uno de los bancos, en la puerta de la taberna, había gente mayor, con sus cigarros enla boca y sus carraspeos continuos. Señoras iban y venían con bolsas de la compra, quesalían de la tienda de ultramarinos, que también estaba en la plaza. Después de unascuantas señoras, salió su amigo Jaime, cogido de la mano de su madre. Cuando vio aSamuel soltó rápidamente a su madre y corrió hacia él. Tal vez le daba vergüenza quesus amigos le vieran cogido de la mano de su madre, como si fuese un niño pequeño,aunque, seguramente, todos hacían lo mismo.Cuando llegó a Samuel le dio un gran abrazo, ya que no se veían desde el veranopasado.Jaime, gritando, le dijo a su madre que se quedaba con Samuel. Ella le respondió quevale, pero que regresara a la casa a la hora de comer, para la que faltarían unas treshoras.Los dos se fueron hacía la casa de Carlos, contándose anécdotas del colegio y de susamigos de la ciudad. Si les gustaba alguna chica y si habían besado a alguna.Llegaron a casa de Carlos y llamaron a la puerta. Salió el abuelo de este, que vivía allítodo el año, y les dijo que Carlos aún no había llegado. Que, seguramente, llegaría porla tarde. Entonces se marcharon en dirección a la casa de Erika, que era la amiga quefaltaba para cerrar el grupo. Había muchos más niños en el pueblo, pero ellos cuatrohabían congeniado muy bien, y siempre iban juntos de un lado a otro, aunque, a veces,se juntaban con los demás en la plaza o en el campo de fútbol, que estaba a las afuerasdel pueblo.Erika si había llegado y antes de que les diese tiempo para tocar su puerta, ésta saliócorriendo para reunirse con ellos, con las dos trenzas rubias que la caracterizaban.Se dieron un abrazo conjunto y Erika le dio un beso a cada uno en la mejilla y se fueronagarrados, dando saltos de alegría.Lo primero que hicieron fue ir a la tienda de golosinas que había en una de las callescolindantes a la plaza, ya que Erika tenía unas monedas y quería invitar a sus dosamigos. Todos sabían que no deberían, ya que faltaba poco para la hora de comer, ySamuel se había terminado hacía poco el almuerzo, en la plaza, poco antes de ver aJaime.4Finalmente, no se pudieron resistir, y todos metieron mano a la bolsa de plástico quecontenía todas aquellas golosinas, que sujetaba con una mano la chica.Se sentaron en un banco de la plaza y estuvieron allí hasta la hora de irse a comer cadauno a su casa, contándose unos a otros todos los juegos nuevos que habían aprendidodurante la época escolar, y si habían aprobado o suspendido los exámenes.Después, cada uno se despidió, ya que sus casas estaban todas en dirección diferente, yquedaron en volver a reunirse a las cinco de la tarde en ese mismo banco.Después de comer, la familia de Samuel se quedaron dormidos echando la siesta, peroSamuel no podía dormir. Estaba nervioso y deseoso de ver a todos sus amigos y planearjuegos y vivir aventuras. Se aburría en su casa y decidió pasar por alto la hora dequedada y salió media hora antes de la casa, para ir a buscar a los demás a sus casas.Pensó que podría ir primero a ver si Carlos había llegado ya, e ir con él al banco yesperar a los otros.Llegó a la casa y toco en la puerta despacio, sin hacer mucho ruido, ya que era lasobremesa y a esa hora el pueblo estaba en completo silencio. Tuvo que llamar un parde veces más porque no salía nadie. Pensó que si estaban dormidos, no oirían el ruidode la puerta, pero que si estaba Carlos, quizás no estaría durmiendo y saldría a recibirle.Oyó que se levantó la persiana de la ventana de al lado de la puerta, y por ella salió lacabeza de Carlos, que le susurró que saldría enseguida. Samuel le miró con una sonrisaen la boca y sin decir nada, esperando a que saliera para saludarle y darle un abrazo.Cuando Carlos salió por la puerta no salió solo. Iba acompañado de una motocicleta quesus padres le habían regalado por sacar buenas notas y aprobar el curso con muy buenacalificación.Se acercó a Samuel y le dio un abrazo para saludarle, pero Samuel no podía quitar lavista de aquel alucinante vehículo. Normalmente, ellos montaban, como mucho, enbicicleta. Todos tenían alguna vieja y polvorienta en algún lado de esos antiguoscaserones. Pero nunca habían tenido una moto. Para ellos era algo nuevo, sobre todopara Samuel, que creía que nunca podría tener una como aquella. Se enamoró de ella deinmediato.Se dirigieron los dos a la plaza del pueblo, con la moto apagada, para no meter ruido aesas horas, y que los vecinos empezaran a quejarse.Llegaron al banco en el que habían quedado con Jaime y Erika, pero aún no habíanllegado. No eran las cinco todavía, así que se quedaron hablando mientras losesperaban. Carlos le contó muchas anécdotas de su colegio y sus amigos, al igual queSamuel a él.Pero Samuel solo pensaba en cuando le dejaría conducir aquella maravilla. Finalmente,rodeando un poco el tema, decidió preguntárselo.Carlos le dijo que cuando llegarán los demás, podrían ir al campo de fútbol paramostrarles como conducía su nuevo regalo y, tal vez les podría dejar una vuelta a cadauno de ellos.El campo de fútbol estaba lo suficientemente alejado para que no se ollera el ruido demotor dentro del pueblo, mientras se hacía algo más tarde y comenzara a habermovimiento en las calles. Entonces podrían conducirla por el pueblo.5Jaime y Erika llegaron al banco, uno seguido del otro, y estuvieron un rato hablando conCarlos después de saludarlo, pero el tema principal ya sabían todos cual era.Finalmente decidieron ir al campo de fútbol y, con la moto aún apagada, marcharonpara allá.Una vez allí, Carlos comentó que aún no la había estrenado, ya que sus padres le habíandado la sorpresa del regalo un día antes de ir para el pueblo, con lo que la tendría queestrenar allí. Pero él sabía muy bien cómo manejarla, ya que, por lo visto, un primosuyo tenía una igual, y se la había dejado muchas veces, así que estaba bastanteacostumbrado.Con un movimiento rápido presionó con el pie la palanca que activa el motor. Tuvo quehacerlo un par de veces, ya que parecía que el vehículo se resistía a cobrar vida, pero alfinal arrancó. En cuanto Carlos supo con certeza que la moto estaba arrancada, de unbrinco se montó encima y salió escopetado a toda la velocidad de la que la moto eracapaz, dejando tras de sí un surco de polvo que envolvió a sus tres amigos que mirabanestupefactos, y se vieron obligados a toser.Cuando Carlos estuvo cansado de dar vueltas por el campo, decidió dejarle la moto asus amigos un rato a cada uno, para cumplir con ellos, y luego ya sería suya parasiempre jamás.Jaime siempre había tenido más empuje que Samuel y también había cogido una vezuna moto que le prestaron, así que sabía más o menos como conducirla. Cuando Carlosse acercó a ellos, antes de preguntarles a quién le gustaría cogerla, Jaime se adjudicó elturno por propia iniciativa, y se montó en la moto quitando a Carlos prácticamente deun empujón.A Carlos eso no le pareció bien, pero accedió a quitarse de en medio, dado que Jaime nole había dejado mucha opción.Jaime no tenía tanta experiencia como Carlos, así que empezó despacito, pero en cuantocogió confianza, conducía incluso más rápido que el propio Carlos.Erika no lo veía nada claro, ya que ella no sabía conducir. Le costaba incluso laconducción de la bici que tenía en el garaje de su casa. Así que decidió no montar,comentándoselo a Samuel, que era el que tenía al lado. Los dos estaban sentados en latierra, cerca de la verja circundante que rodeaba el campo. Carlos estaba de pie, un pocomás alejado de ellos, mirando como conducía Jaime.Samuel sabía que era el siguiente. Él tampoco había conducido nunca una moto, perotenía ganas de hacerlo. Tenía miedo, pero no quería que sus amigos supieran que era unmiedica. Además, no quería dejar pasar la oportunidad de conducir aquella moto quetanto le gustaba.Jaime estuvo bastante tiempo montando. Tal vez no quería dejarlo, pero comprendióque sus amigos también tenían derecho a hacerlo, así que se dirigió al extremo delcampo en el que se encontraban.Samuel se había fijado en como la conducían, y no quiso decir a Carlos que él nuncahabía montado en moto, porque quizás, si se enteraba de eso cambiaría de opinión y nose la dejaría, por miedo a que se callera y la moto se rompiera en mil pedazos y nopudiera usarla más en todo el verano. Al menos eso era lo que él pensaba. Así que,cuando Jaime volvió, le dijo que le pasara el manillar, y cogió con fuerza aquel6imponente vehículo. Se montó encima, primero sin despegar los pies del suelo. Empezóa acelerar un poco girando uno de los extremos del manillar como había visto hacer alos otros, y vio que aquello iba como la seda. Cuando la moto cogió más impulso, quitólos pies del suelo y los puso en dos barras que la moto tenía a los costados, que él pensó,servirían para eso.Aceleró y aceleró, dando vueltas al campo, hasta que ya no pudo acelerar más.El viento acariciaba firmemente su cara. Un fuego que creció en su estómago, subió porsu pecho hasta que estalló en su cabeza formando mil destellos de colores.Era la adrenalina, que fluía por su cuerpo como la sangre que corría por sus venas.Se sentía libre, por primera vez en mucho tiempo. Pensó que quería aprovechar más esaoportunidad, haciendo algo más que estar dando vueltas alrededor del campo de fútbol.Se sentía tan bien que pensaba que ese iba a ser el mejor verano de su vida. Pensaba enCristina, la chica de clase que le gustaba, y le gustaría que estuviera allí para verleconducir aquella moto, que la llevaba, pensaba él, como si la hubiera estado llevandotoda la vida.Miró en dirección a sus amigos, y vio que estaban charlando entre ellos. Llevabantiempo sin verse y tendrían muchas cosas que contarse, aunque Carlos miraba de vez encuando, para comprobar que la moto estaba bien.Miró en la otra dirección, y vio la valla abierta, por la que se sale del campo, que estabaen dirección a las colinas que separaban su pueblo de uno cercano.Decidió darle toda la velocidad que pudiera a la moto, y salir sin que nadie se diesecuenta. Corrió todo lo que pudo y, cuando se quiso dar cuenta, estaba fuera del campo, eiba derecho a la primera ladera.Carlos miró y vio que Samuel ya no estaba allí, así que se levanto rápidamente y sepuso a correr, siguiendo con la vista el reguero de polvo que iba dejando la motocicleta.Erika y Jaime le siguieron también.Samuel creía volar con la moto. Por un momento pensó que era suya, y que todos losdías podía sentir lo que sentía en aquel momento.Subió hasta lo más alto de la pequeña montaña. Giró la moto y cambió de sentido,poniéndose de frente a sus amigos, que vio que venían corriendo hacia él.También se fijó en una roca que estaba a la mitad de la montaña, y pensó que podríabajar a toda velocidad, saltar sobre la roca y caer junto a sus amigos, para que ellos loadmirasen por la proeza que acababa de hacer.Puso los pies encima de las barras y aceleró todo lo que pudo. Bajó muy deprisa, sinfrenar ni una sola vez hasta que alcanzó la piedra.La recorrió y quedó suspendido en el aire, pero la moto no respondió como él pensabaque lo haría, que era como lo había visto en las películas de la tele.La parte de delante le costó controlarla, y sus finos brazos no pudieron hacer la fuerzanecesaria para sostener la moto, y terminó soltándola.La moto, al pesar más que el, cayó antes, aterrizando con la parte delantera, y seincrustó en la arena. Samuel calló un par de metros más hacia delante, y tuvo tan malasuerte que su cabeza chocó contra una roca sobresaliente en la montaña, y su pequeñocuello se partió, como una rama seca.Se quedó inmóvil, muriendo en el acto.7Ya nunca disfrutaría de ese verano. Ya nunca besaría a Cristina, ni a ninguna otra chica.Ya no jugaría con su abuela y su madre más en el coche. Ya no aprobaría más exámenesni tendría más amigos.Su vida se esfumó, y su alma se difuminó en el aire, balanceándose entre las nubes.Cuando llegaron hasta él, sus amigos se quedaron petrificados. Erika se echó las manosa la cara, tapando su boca, para que sus sollozos fueran lo más silenciosos posibles.No lo podían creer. Uno de sus mejores amigos, al que no veían desde hacía medio año,yacía muerto en el suelo.Acababa de morir, y ellos no podían hacer nada. Todos sus mundos se desmoronaron.Carlos se acercó para intentar despertarle y vio a su amigo, con los ojos abiertos,mirando al infinito y una sutil sonrisa en los labios.Jaime salió corriendo en busca de algún mayor.Erika se quedó allí, plantada, mirando a su amigo muerto, sin decir una palabra.--------------------------La abuela de Samuel murió a los pocos meses, debido al tremendo golpe que supuso lamuerte de su nieto.Su madre y su padre se separaron.Su madre vive sus últimos días en un hospital psiquiátrico, hundida en una enormedepresión.Su padre busca el consuelo y el amor que perdió dentro de una botella.Jaime, Carlos y Erika se siguen reuniendo, cada año en el pueblo, para hacer unhomenaje al amigo que cerraba su círculo. Uno de los mejores amigos que nunca hantenido, y que murió en el pueblo, una calurosa tarde de verano.
Estoy en la cama. Miro el reloj que hay en mi mesilla de noche. Son alrededor de las tres de lamañana. Algo repentino me ha despertado pero no se qué ha podido ser. Estoy sudoroso ynervioso. Puede que haya sido una pesadilla. Intentaré volver a dormir. Cierro los ojos y lointento, pero no puedo dormir. Oigo pasos. Puede que sean los vecinos. Estoy solo en casa. Nohay nadie más que yo. Los pasos cada vez se acercan más y más. Cada vez los oigo más cerca.Intento pensar en un modo racional. Será el puto vecino que a saber qué coño estará haciendoa las tres de la mañana. Los pasos se oyen cada vez más claros y más cerca. Empiezo a pensarque puede ser que haya entrado alguien en casa. Me acojono. Mi habitación hace esquina. Allado izquierdo el baño. Al lado derecho la habitación de mis abuelos. No hay nadie en casaexcepto yo. Agarro con fuerza la sábana y manta incluida e intento olvidarme, pero piensoque, si es un ladrón o algo parecido, mi vida puede correr peligro. Me tapo la cara. Me lavuelvo a destapar. Miro al pasillo y hay luz. Me cago en la puta. Ahora es seguro que, lo quesea, es en mi casa. Ahora sé que no estoy solo. Muy a mi pesar, le echo cojones y me levanto.Parece que ya no oigo los pasos pero la luz sigue encendida. Recorro la casa. No hay nadie. Laluz proviene de la habitación de mis abuelos. Entro en la habitación. Es la lamparita de noche.¿Puede que se haya encendido por error?Es poco probable. El interruptor es de rueda y está a tope. Apago la luz. Vuelvo a mi habitaciónpero, como es evidente, ya no duermo en toda la noche.Mi abuelo murió hace un año. Esa noche, mi abuela estaba en nuestra casa de campo, a unostreinta kilómetros de casa y más tarde me enteré de que ella también noto y oyó cosasextrañas esa noche, más o menos sobre la misma hora, es posible que algo mas tarde.
Ruidos en la noche
Autor: Juan Alcaraz  460 Lecturas
Hay cosas que se te quedan grabadas como una huella y por mucho tiempo que pase y cosasque te ocurran, siempre lo recuerdas y tienes en la memoria. Esas cosas que siempre le hanocurrido al amigo de un amigo, nunca a ti, y que cuando las cuentas, la gente se ríe con esa risanerviosa que te provoca la carne de gallina.Yo tendría unos cinco años. Vivía con mis padres en la típica casa de campo de los pueblos, consu huerto, su sótano, su desván…Mi padre se dedicaba al huerto y a la compra venta de objetos con más gente del pueblo. Así,entre unas cosas y otras, teníamos para ir tirando. Recuerdo que un día me llevó con él a laplaza del pueblo para dar un paseo y, de paso, cerrar un trato con un señor del pueblo. Mipadre le iba a comprar un coche a aquel señor.Recuerdo que estuvimos en un bar. Yo miraba hacia arriba y veía a mi padre y a aquel hombrebebiendo y charlando. Cuando ya parecía que habían llegado a un acuerdo, salimos del bar. UnA la vuelta de la esquina había un coche aparcado y nos dirigimos hacia él. Parecía ser de aquelseñor. Tras un rato de cháchara de la que me enteré bien poco, el señor terminó por darle lasllaves del coche a mi padre, pero mi padre no le dio nada a cambio. Quedó en que se lo daríaunos días después.Al día siguiente nos enteramos de que aquel hombre había muerto. No me acuerdo del motivode la muerte. El caso es que recuerdo a mi padre sonreír y decir que ya no tendría que pagar elcoche. Ya habían hecho el papeleo y legalmente el coche era suyo así que, los familiares nopodrían exigirle nada.Al cabo de unos días mi padre estaba trabajando en el porche arreglando no se qué y me dijoque le acompañara al desván, pues tenía que coger herramientas que le hacían falta y me dijoque subiera con él a ayudarle. Cuál fue mi sorpresa cuando vi en el desván a aquel hombre. Elmismo hombre al que mi padre no había pagado. Estaba allí y a su lado había lo que parecíaser un ataúd. Me quedé asombrado. Pensaba que la gente que moría ya no podría estar aquípero cuando vi aquello todo mi mundo se desmorono. El señor tenía la mano extendida comohaciendo el gesto de pedir. Lo único que recuerdo es a mi padre hablando con aquel señor y yocogiendo de la mano a mi padre tan fuerte como podía.
El señor del desván
Autor: Juan Alcaraz  511 Lecturas
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Carta al corazón
Autor: Juan Alcaraz  454 Lecturas

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