• Ricardo García
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3 El humo de las esferas se habrá disuelto en la atmosfera para entonces. De las grandes naves no quedará rastro alguno, ni de su estruendo, ni de su viaje. Tan sólo las lágrimas de Uma cayendo sobre la yerba.Un grupo de niños aparecerá desde la selva y rodearán a la chica. Con sus risas y juegos le harán levantarse._¿Las viste volar? -preguntarán emocionados-._¿Las viste irse?-._¿Crees que regrasarán algún día?-.Entre lágrimas:_Honestamente, creo que no las veremos de nuevo-.Aquello sólo hará que los niños se pongan más felices, les dará ideas acerca de una vida lejos del planeta, llena de aventuras y fantasías increibles. Niños, los protegerá su inocencia. No, no seas bárbaro, ¿Por qué habrán de decirle a los niños lo que sucederá?. Será mejor que no lo sepan, será mejor que se reúnan en las plazas junto a toda la gente de todos los pueblos, felices, sin preguntar, sin preocuparse, sin temor alguno de lo que podrá suceder. De lo que sucederá. No, no le dirán a los niños, sólo los mayores sabrán el motivo por el que la gente en los pueblos se reunirá en las plazas y parques principales. Los niños irán jugando y riendo como a ver un desfile. Uma los dejará adelantarse y los verá perderse en la multitud de rostros familiares donde no faltará ninguno. Se perderán entre la gente y luego Uma tomará su lugar junto a sus amigos. Entonces se encenderán los holotransmisores en todo el mundo. Al mismo tiempo y con la misma cara. Sólo los niños estarán felices. Variopintas emociones inundarán los corazones del resto de humanos._Pueblo de la Tierra... No hay que temer, no dolerá en absoluto-.En algún lugar del mundo se encenderá una máquina plateada. Y en toda la Tierra las personas cerrarán los ojos al mismo tiempo. Sin gritar, sin moverse, sin sentirlo. Caerán al suelo en un instante. Silencio. Ya ni lo niños reirán.La máquina plateada se abrirá por la mitad y una niebla gris se esparcirá hacia el mundo.Ni el berrido de los elefantes, ni el contoneo de las eredaderas al crecer se escucharán ya. Ya no.Ya no. Las copas de los árboles lucirán marchitas, caídas, al igual que las raices ondenado en la tierra se quebrarán resecas. Resecas y marchitos. Cientos de hocicos estarán dentro del lago y ninguno beberá agua. Ya no. Ni su berrido ni su rugido. Ni su canto ni sus risas.La niebla inundará selvas, desiertos y agitará delicadamente las suaves ropas de los caídos. Se meterá entre las hojas de las copas de los árboles y luego de unos minutos desaparecerá, llevándose todo. Todo. La Tierra lucirá vacía.
Último adiós
Autor: Ricardo García  586 Lecturas
2 La Tierra brillará con aquél peculiar resplandor que la aurora boreal le proveerá por la mañana. Sin duda, Azael nunca lo verá de nuevo. Verá auroras amarillas, azules y rojas. Pero no tendrán el brillo especial de las auroras de casa. Lo dejará ir, lo entenderá. Se alejará de la ventana y volverá a los controles de su consola, como capitán, sólo él podrá manejarlos, ya que estarán dotados con un sistema de reconocimiento dermomolecular. En las pantallas alrededor de su estación, diseminadas en las estaciones por todo el puente, distinguirá los sistemas más importantes de su nave, diseccionados con la precisión de las computadoras cuánticas, quienes serán las únicas capaces de manejar aquellos complejos sistemas de soporte de vida e impulso espacial. Será como un golpe. Aquellos pasillos de metal y galeras retumbantes serán entonces su hogar. Sí, lo serán. Azael lo sabrá bien, pues cada uno de los siete capitanes de las esferas conocerán el propósito de su expedición; y sabrán que cumplirlo les llevará toda la vida, morirán sin ver el fruto de sus esfuerzos. La esfera será su último hogar._Motores a toda potencia -ordenará sin inmutarse-. Timonel, inicie secuencia-gusano cuando nos encontremos a dos minutos de distancia. Verifique el aumento de energía gradual en los nodos de soporte-.El timonel contestará con un firme y retronante "Entendido, capitán", pero Azael lo escuchará apenas como un murmullo en la noche, tendrá todavía perdidos los pensamientos entre las pantallas alrededor. Claro que sí, sentirá nostalgia. Y rabia al mismo tiempo, pensar que pasará toda su vida en la esfera, ¿para qué?, para morir justo al llegar al destino. De pronto le parecerá que su encomienda será injusta, tanto para nada. Pero refrenará sus ideas al recordar a quienes habrán de quedarse en Tierra, y verla morir. Eso será más doloroso e injusto para todos. No, detendrá aquellos pensamientos, si llorar o gritar, lo hará en el camarote al finalizar su turno.Las esferas se moverán a toda velocidad alejándose del sistema._Capitán Azael -será el capitán Dórica-. Acceda a la sincronización de rumbos, por favor, el punto apertura-gusano está cerca-._Entiendo -no reflejará sus pensamientos ni con el mínimo gesto de su rostro-. Abriendo controles internos de la computadora principal para sincronización de rumbos-.Tendrá que decirlo así, cuestión de protocolo. Ingresará su contraseña y las siete computadoras se enlazarán, concatenarán información y harán cálculos difíciles de explicar y complicados de entender para el resto de la tripulación, pero con ellos se asegurarán que las rutas de cada nave a través de los agujeros-gusano no se interceptarán, evitando choques potencialmente mortales. También unirán sus cerebros para determinar el mejor punto de salida para el agujero-gusano, según lo preparado por el itinerario.Todo aquello sucederá en menos de un segundo. Y en aún menos tiempo que eso, delante de las siete esferas aparecerán los agujeros-gusanos, uno para cada esfera, y los siete estarán envueltos por un agujero más grande. Serán aberturas coloridas que desgarrarán la trama del espacio mismo. Con un estruendo silencioso, luminoso, los motores se activarán suavemente. Las esferas cromadas desaparecerán hacia los agujeros. Los agujeros se cerrarán para siempre.
Adiós devuelto
Autor: Ricardo García  366 Lecturas
1El viento parecerá acariciar sus cabellos, lento, tan lento que la tristeza le brotará de los ojos. Lento. Muy lento, como las olas del mar estrellándose contra el acantilado. La chica mirará al horizonte. Once columnas de humo azul grisáceo se alzarán contra el cielo azul, desde el fondo del mar. Las once chispearán centellas rojizas, diminutas en la distancia. Y sobre las columnas se escuchará el rugido de los motores con dirección al último cielo. Encima del estruendo se verán las once esferas cromadas, brillantes, que habrán de dejar el planeta para no regresar jamás. La chica llorará. Jamás lo verá de nuevo. Caerá al suelo sobre los pliegues de su vestido blanco, por donde resbalarán sus lágrimas hasta ser absorvidas por las fibras intelgientes de la tela. El viento soplará con más fuerza, frío, casi gélido. Las fibras engrosarán para conservar el calor de la chica. Las esferas se perderán en la oscuridad del espacio, y su gélido aliento.
Adiós
Autor: Ricardo García  313 Lecturas

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