• Eduardo Fabio Asis
Eduardo Fabio Asis
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  • País: Argentina
 
El ángel del Señor anunció en la víspera...  El corazón de El Salvador marcaba24 de marzo y de agonía.Tú ofrecías el Pan,el Cuerpo Vivo-el triturado cuerpo de tu Pueblo;Su derramada Sangre victoriosa-¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacreque ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada! El ángel del Señor anunció en la víspera,y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte;como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo. ¡Y se hizo vida nuevaen nuestra vieja Iglesia! Estamos otra vez en pie de testimonio,¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.Romero de la Pascua latinoamericana.Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa. Como Jesús, por orden del Imperio.¡Pobre pastor glorioso,abandonadopor tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!(Las curias no podían entenderte:ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo). Tu pobrería sí te acompañaba,en desespero fiel,pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.El Pueblo te hizo santo.La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio. Como un hermano herido por tanta muerte hermana,tú sabías llorar, solo, en el Huerto.Sabías tener miedo, como un hombre en combate.¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana! Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,con una sola mano consagrada al servicio.América Latina ya te ha puesto en su gloria de Berninien la espuma-aureola de sus mares,en el retablo antiguo de los Andes alertos,en el dosel airado de todas sus florestas,en la canción de todos sus caminos,en el calvario nuevo de todas sus prisiones,de todas sus trincheras,de todos sus altares...¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos! San Romero de América, pastor y mártir nuestro:¡nadie hará callar tu última homilía! Pedro Casaldáliga
    Primero:   está en contra de la naturaleza.   ¿acaso los homosexuales son seres artificiales? ¿acaso los homosexuales no comen y duermen, no respiran y cantan, no sueñan y se bañan, no mueren como morirán algún día los homofóbicos?   Segundo: está prohibido por la biblia.   ¿se tomaron el trabajo de leer el interesante aporte en contrario del padre John Mc Neil, amparado por el superior jesuita en olor de santidad, padre Arrupe, y expulsado por el lamentable cardenal Ratzinger (vivo, en olor de error permanente)?   ¿saben lo que dijo el mismísimo Rey David ante la muerte de su amigo Jonatan?   ¿saben que Jesús nunca se refirió a la homosexualidad?   ¿saben que San Pablo es el único que condena, pero no a los “afeminados”, como se tradujo erróneamente,  sino a los que practicaban culto a divinidades extrañas?   ¿leyeron al ex sacerdote John Mc Neill sobre las traducciones alteradas del texto paulino?   Tercero:   afectará a los niños.   ¿no es mejor que los niños, desde muy pequeños, conozcan la verdad, y sepan que hay personas diferentes, antes que mentirles?   ¿por qué estafar a la infancia, y hacerles creer que todos somos iguales?   La lista continúa, pero muchos prefieren el placer de condenar a los demás, y la satisfacción de mantenerse en sus prejuicios.  La homofobia, es un pecado, la homosexualidad, no.
En la antesala de la alegríaalguien incendió el miedo.Vimos una puerta que se abríacaracol cuadrado, río inmóvil.Y atravesamos la puerta fríacomo quien mata la muerte.Del otro lado estaban mis heridas que al cicatrizar se volvían espejos.Y en esos espejos claros se veíael rostro imposible de Dios.
No tenía cara de costilla de machosino el rostro de una hembra verdadera. Jamás en la vida conversó con serpientesporque gustaba su silencio reflejado en la luna. Miró a su amado cuando lo expulsaban del jardíny se quedó en el jardín a esperarlo varios siglos. Nunca conoció la muerte y ahora duerme al lado míomientras le escribo estos intentos.
Quiero llamar a la muertea dialogar conmigo.Juntos bajo la sombradel árbol infinito.Contaremos naderíasy Dios será testigo.En un descuido suyole robaré a mi amigo.Hugo que de su entrañasigue hablando conmigo.
Peregrino del sueño jamás soñadohacedor de patrias donde nunca hubo padreterrón minúsculo de la tierra giganteamigo de conspiraciones para salvar un alma.Quiero homenajearte, poeta, yo que no se de palabrasy sin embargo te amo como a la luna a las tres de la tardesin saber si existes o alumbrarás la noche porque ya se hace tarde. Y la noche sin poetas,es pura oscuridad exagerando. Pura oscuridad sin madre.         
Ni reír ni llorar, comprender. Spinoza     El Bicentenario es un termómetro de precisión útil para medir la energía cultural y política de la izquierda en la Argentina. Y lo que ese termómetro nos muestra es poco halagador. No quiero sembrar desesperanza. Sólo me anima la voluntad de despejar los velos que abrigan nuestra incomunicación con lo real. Es innecesario oponer un “pesimismo de la inteligencia”, que nos mostraría lo que hay, a un “optimismo de la voluntad” por el cuál seguiríamos luchando a pesar de todo. Notas anticipatorias de estas líneas, leídas por aquí o allá, me revelaron el rechazo de la izquierda por unas pocas ideas que parecen aguafiestas. Se me reprochó que cuestionaban “temas importantes”. Pero hay cosas que deben ser dichas aunque disgusten al conformismo. Reconocer la desnudez de nuestros pies en el desierto quizá ayude a calzar las suelas que nos permitan dar los primeros pasos en el reverdecer de la esperanza.  La izquierda descolocada  ¿Qué se ha hecho desde la izquierda con el Bicentenario? Si consideramos sobriamente el panorama, la pregunta parece ser esta: ¿qué ha hecho el Bicentenario con la izquierda? ¿Pudo ésta construir una opción convincente a las celebraciones oficiales? ¿Qué revela lo que ha producido sobre la estatura actual de la cultura política de la propia izquierda? Ciertamente, no hay una sola y única manera en que la izquierda, ella misma dividida en numerosas variantes, haya trazado una alternativa al Bicentenario “oficial”. Pero su perfil es reconocible y sobre ella quiero discutir. Voy a pasar de largo frente a lo que propuso la derecha social y cultural, pues en esa esquina todo ha sido muy débil, más endeble que lo pensado por la izquierda; el gobierno macrista de la ciudad de Buenos Aires no tuvo mejor idea que pertrecharse en el Teatro Colón como trinchera de la “alta cultura”. Con eso se condenó a la auto-representación de las clases medias-altas y altas como alejadas de la ignorancia de las masas, y por lo tanto renunció de antemano a la disputa por el sentido del Bicentenario. Y se entiende por qué: la derecha no tiene un proyecto de país con el cual captar la historia nacional. Por lo tanto, pensemos de una vez qué hizo la izquierda para este 25 de mayo. Quizá sea prematuro extraer conclusiones a partir de lo que se conoce hasta el momento. Sin embargo, no sólo están disponibles hacia el 25 de mayo de 2010 diferentes actitudes sobre el tema en la izquierda, sino que ellas son consistentes con tendencias culturales de más larga duración que la coyuntura bicentenaria. Intentaré mostrar el valor intelectual y las razones que regulan la postura de la izquierda ante el Bicentenario. La discusión carecería de relevancia más que polémica si se restringiera a centrarse en el tema específico de una inepcia político-cultural. Pero es más interesante si tenemos en cuenta que revela trazos significativos de la izquierda en la Argentina, de su escasa capacidad para pensar radicalmente su propia situación y la historia nacional. Es decepcionante que desde la izquierda se pretenda construir “otro” Bicentenario utilizando gestos de un revisionismo histórico indigente. Porque ese bicentenario presuntamente alternativo, popular y resistente, se sostiene en sujetos puros, bravos, monolíticos, idénticos a sí mismos, es decir, antihistóricos. En la izquierda apelamos a una simbología en la que figuran agentes tales como los pueblos originarios, los obreros del Centenario o de la Semana Trágica perseguidos por la policía y los grupos paramilitares, o cuando queremos exceder el espacio argentino, utilizamos la memoria de la revolución de los negros esclavizados en Haití, o la de las insurrecciones de Túpac Amaru, Tomás Katari y Túpac Katari en Perú y Alto Perú a fines del siglo dieciocho. No es que me parezca que esos sujetos sean irrelevantes. ¡Qué va! Sólo que esos retazos de las representaciones culturales son insuficientes para conectarse con la realidad argentina y las tensiones hacia un porvenir diferente. Pasa además que esa manera de representar la historia es compatible con actitudes acopladas al discurso estatal de la festividad, que celebra el presente también con una mirada revisionista hacia el pasado; se equivoca quien crea que el Estado defiende una “historia oficial” elitista o simplemente “blanca” (nota filokirchnerista: y menos mal que así sucede). Es cierto que hay también una fracción de la izquierda interviniente en esta coyuntura con el discurso “de clase”; tal izquierda enfatiza “otra historia” donde la clase trabajadora es la agente de la historia. Es habitual que recurra entonces al momento del Centenario en que se reprimió a socialistas, anarquistas, por entonces de significativa presencia en el mundo del trabajo, y se impuso el estado de sitio. O bien se recuerda el Cordobazo de 1969. Se va de tema aquella izquierda que nos presenta un Bicentenario como un tiempo de “crisis y revoluciones” (¿en la Argentina, en México, en Chile, en Perú?). También podemos hallar propuestas no clasistas, sino de corte “popular, acunadas en los cantos de las multitudes o los “sectores subalternos”. Estas variantes carecen de importancia en nuestro contexto: o bien producen monografías académicas con inflexiones “militantes” sobre las peripecias de la lucha de clases, o bien reposan en un populismo posmoderno que no interroga más que a las minorías universitarias. Establecido este panorama preliminar sobre las respuestas de la izquierda hacia el Bicentenario, lo fundamental es evitar la explicación de este extravío intelectual a las debilidades personales, pues se trata de una impotencia colectiva. Superar una derrota secular de la izquierda exige una transformación de la propia izquierda. Y no se crea que existe una nueva nueva nueva nueva nueva izquierda que permanezca al margen de este papelón cultural del Bicentenario. Tampoco es algo de lo que puede enorgullecerse la izquierda que se quiere la más ortodoxa y defensora de las “viejas banderas”. Es imposible que el pensamiento maltrecho de la izquierda proponga una visión alternativa del Bicentenario mientras se ampare en un revisionismo histórico de mala calidad, sin teoría crítica ni examen histórico-materialista. Y así seguirá mientras las fórmulas y ensalmos (¡Artigas! ¡Toussaint L’Ouverture! ¡los obreros de la patagonia!), o las apelaciones obsequiosas a “los vencidos”, pretendan reemplazar un trabajo de reconstrucción de los paradigmas de la izquierda, orientadores de una perspectiva histórica consistente y, sobre todo, iluminadora de una estrategia de transformación verosímil. Quiero mostrar la urgencia de pensar teórica y políticamente el desafío del Bicentenario desde la izquierda. Pienso que esto no ha sido realizado, ni ensayado sistemáticamente. Lo significativo es que la carencia de una propuesta consistente da cuenta de una impotencia profunda que merece ser discutida. La crisis de todas las estrategias de la izquierda radical –la socialista, la populista, la autonomista– revela en esa ausencia el calado de su deriva sin brújula. Espero indicar sucintamente los rasgos principales de las debilidades de la izquierda para enfrentar la problemática del Bicentenario y esbozar algunas líneas de una perspectiva alternativa que demanda una reconsideración de la crítica marxista, aunque no sólo de ella. La primera cuestión a tener en mente es que el Bicentenario no fue un tema para el que la izquierda estuviera preparada. El 2010 llegó por el transcurso del calendario y el impulso estatal a las celebraciones del “nacimiento de la patria”. Se le presenta, entonces, como una faena a la que debe dar respuesta, pero ante la cual delata sus incertidumbres. Las imágenes y textos elaborados por la izquierda para el Bicentenario son deficientes, vacilantes y temblorosos. Sus alusiones son formales, externas y cosméticas. Los sujetos de la emancipación que esos textos mencionan son imaginarios, adecuados para el consumo interno de los ya convencidos. Por supuesto que hay aspectos fundamentales, como la visibilización y presencia de los pueblos originarios, o la reivindicación de una dimensión continental de los procesos independentistas. Mas el modo de inscribir esas novedades es deficiente y táctico. Los clichés dominan el panorama. En fin, parece que las respuestas hacia el evento llamado Bicentenario son, en los mejores casos, tentativos. En los peores son irrelevantes, porque en el fondo no se distinguen, en la Argentina al menos, de enfoques que han sido adoptados, y captados, en gran parte, por las celebraciones oficiales. Mi argumentación indicará, en primer término, los temas principales que contextualizan la insolvencia de la izquierda para producir una perspectiva del Bicentenario. Esto se relaciona básicamente con su derrota secular. La segunda sección abordará la cuestión de una concepción histórica capaz de afrontar el intríngulis teórico y político evidenciado por el Bicentenario. La tercera sección intentará mostrar por qué, en lugar de un “otro” Bicentenario, la actitud posible en nuestra situación es de resistencia cultural.   Los fracasos y las derrotas dejan consecuencias duraderas   Lo sucedido a lo largo del siglo XX en el mundo no podía dejar incólumes los alcances y límites del pensamiento de la izquierda. No se sufre una derrota histórica sin pagar durísimas consecuencias. La convalecencia será inevitablemente prolongada, sin que nadie sepa si las heridas alguna vez cicatrizarán. Claro que suceden eventos entusiasmantes en la Argentina y en toda América Latina. Pero la cuestión es si ellos nos proveen de los conceptos para dar cuenta de una historia, un presente y un porvenir. Mi opinión es que esos conceptos exigen una elaboración singular; no surgen de la tierra como los retoños de un tubérculo. En la historia sucede con frecuencia que se carece de respuestas para interrogaciones inesperadas, demandas para las cuales no se disponen de categorías que permitan responderlas. No es posible decir cualquier cosa en cualquier momento: un enunciado emerge de horizontes de cultura y alcanza refracciones determinadas debido a su peso específico. La política y la teoría simbolizan más que expresiones de deseo. Por eso cuando son superficiales o inocuas muy pronto revelan su carácter. La teoría y la política están sobredeterminadas históricamente. Y la historia juega hoy en contra de la izquierda. Es insuficiente señalar que también el capitalismo ha mostrado su incapacidad de conciliar el desarrollo de las fuerzas productivas con la democracia y la igualdad (Honduras y Grecia son los ejemplos más recientes, aunque no es necesario ir tan lejos para mostrarlo). Verdad es que a medida que se despliegan nuevas capacidades de producción de bienes y comunicación, la irracionalidad de una sujeción a la lógica alienada del capitalismo es mayor. Pero de allí no se avanza un paso en la refundación de una estrategia de cambio sistémico. Es claro que el capitalismo impone sufrimientos terribles a amplias franjas de la población mundial, a la par que multiplica el stock de mercancías. El problema es que incluso las clases y sectores más explotados y despreciados carecen de una alternativa creíble que posibilite imaginar una realidad distinta. Y la izquierda todavía deberá transitar largos años de un peregrinaje por el desierto para constituir un nuevo programa revolucionario de proyecciones reales. Yo no sostengo que carezcamos de aperturas a lo nuevo. Pero me resisto a creer que las sumamente importantes experiencias de Bolivia, Ecuador y Venezuela provean un suelo válido para pensar todas las dimensiones de nuestra época. Sin duda, la emergencia de esas realidades populares y sociales conmueve la clausura de la historia que se predicó durante la década de 1990, cuando el capitalismo neoliberal se presentó como la consumación final de la filosofía de la historia moderna. He indicado en otro lugar que las interesantes lógicas de acumulación de poder popular en América Latina fracturan la mera repetición de lo existente y ponen en cuestión nuestra condición “poshistórica”, es decir, instauran una nueva oportunidad de imaginar lo radicalmente nuevo. Sin embargo esa posibilidad, que para nuestra generación es la sal de la tierra, en modo alguno resuelve todos los desafíos epocales. Por ejemplo, y conste que no es un reto verdaderamente terrible, no nos provee en la Argentina de alternativas para pensar el Bicentenario. No suplanta el examen de la realidad y una discusión sobre el ciclo kirchnerista. El fracaso de los programas transformadores de la izquierda impide postular con alguna credibilidad un futuro deseable que ilumine de un modo específico la situación del Bicentenario. Los ideales del socialismo permanecen vivos: la socialización de la riqueza (la igualdad económica) y la socialización del poder (la democracia popular) constituyen sus dos pilares internamente enlazados, inasimilables para el capitalismo. Pero nadie crea que esos ideales poseen una fuerza argumentativa importante fuera de los círculos relativamente estrechos de la izquierda, ni que la misma izquierda disponga de una estrategia socialista que resuelva adecuadamente las dificultades del saldo negativo del siglo pasado y las condiciones de la política emancipatoria en el mundo actual. La importante decisión de construir un “socialismo del siglo XXI” es aún demasiado tentativa, incluso en el contexto venezolano, para devenir una vía revolucionaria nítida, ni comparable con aquella que un siglo atrás postulaba la nacionalización de los medios de producción en lo económico y la dictadura del proletariado en lo político (y todo hace pensar que a esas consignas no podemos regresar). En la Argentina las limitaciones de la izquierda para pensar políticamente el Bicentenario son evidentes. Y hay buenas razones para explicarlas. A la derrota política de los años setenta se deben sumar sus fracasos durante las últimas ocho décadas de la historia nacional –salvo en momentos muy específicos– para construir una estrategia, no digamos de masas, sino siquiera de presión desde una franja significativa de la población. Es imposible eludir este problema indicando que la peronización de la clase obrera instaló un abismo que fue imposible de salvar. Porque en este punto la incapacidad de la izquierda sigue viva, cuando la fuerza identitaria del peronismo se ha transformado y reducido pero aún persiste como imaginario político predominante. La izquierda jamás dejó de ser más que un fragmento menor del panorama político. Creo que una de las consecuencias de la derrota y el fracaso de la izquierda, selladas en clave sanguinaria por la dictadura militar de 1976-1983, fue la caída de una base historiográfica sólida, capaz de dar cuenta del pasado y de las condiciones contemporáneas de una acción transformadora sostenida en tendencias profundas. Las concepciones de la historia por la izquierda se disolvieron cuando fue aniquilado cualquier proyecto progresivo de cambio radical. Esta consecuencia no fue inmediata ni ocurrió sin resistencias. Pero consideradas en el mediano plazo, las capacidades culturales de la izquierda pasaron a la defensiva. Con todo, no habría que subestimarlas; antes de bajar los brazos, la izquierda asumió un discurso sobre el pasado nacional próximo a un sentido común histórico pacientemente construido por el revisionismo histórico triunfante en las versiones populistas o filopopulistas emergidas después de 1945. Durante la década de 1980 se produjo un viraje conceptual y narrativo hacia un difuso revisionismo histórico, cuyas líneas principales habían sido planteadas por la izquierda nacional de Jorge Abelardo Ramos, o en algún caso en el peronismo de izquierda de Juan José Hernández Arregui y el tándem Rodolfo Ortega Peña/Eduardo Luis Duhalde. La herencia dejada por Milcíades Peña tuvo alguna importancia en sectores no sólo trotskistas, pero su fracaso en captar las contradicciones del peronismo mancilló demasiado duramente su obra para sostener una proyección que pudiera hegemonizar la imaginación histórica de la izquierda. La cuestión es que ninguna de aquellas variantes de la historiografía de la izquierda podría ser plenamente compartible hoy, sin que sea por eso útil olvidar sus contribuciones. Esta situación ideológica en el plano historiográfico merecería una discusión detallada que, naturalmente, aquí no puedo hacer. Tampoco el pasaje con armas y bagajes al revisionismo histórico implica que la izquierda produzca sólo ese tipo de construcciones narrativas (veremos luego el lugar de relatos de corte académico). Me interesa subrayar que el cambio de terreno en la concepción historiográfica se produjo sin un examen adecuado, sin un balance de las realizaciones en el plano del conocimiento. Por el contrario, se verificó como resaca del fracaso ideológico en la reforma intelectual de las clases populares, y sobre todo en la clase obrera, que permaneció en la cambiante, disminuida pero no exhausta, querencia peronista. De allí la izquierda extrajo la solución más sencilla: “entonces Hernández Arregui o Puiggrós tenían razón” (ojalá eso hubiera sucedido y no nos halláramos en la niebla gracias a libros escritos hace más de medio siglo, en un mundo bipolar, con una estructura socioeconómica de sustitución de importaciones, con una televisión en pañales, etcétera, etcétera). Y comenzó a prevalecer un gusto por los héroes y las masas explicadas al margen de un conocimiento de sus condiciones sociales y culturales. Mencionar el pro-britanismo de Rivadavia, la defensa rosista ante el bloqueo anglo-francés o la masacre roquista en la “conquista” del “desierto” pasaron a ser explicaciones suficientes. La división entre oligarquía y pueblo, o entre imperialismo y nación, gobernaron el entendimiento de la historia. Se entró en el terreno de la cómoda ascesis de la investigación, en beneficio de binarismos reiterados una y mil veces. No obstante, el problema central no es la ausencia de investigación: se podría fundar en mil documentos de archivo y hemeroteca un relato “revisionista” de un pueblo virtuoso contra opresores malévolos, del heroísmo de indios y negros contra la mala fe de la oligarquía terrateniente. De allí que en la década de 1980 la izquierda abandonara la búsqueda de una comprensión general del proceso histórico argentino inscripto en la historia latinoamericana. Existen textos sobre la historia pero, es necesario insistir, están escindidos de una renovación políticamente conceptual. No es por azar que la izquierda no haya producido en las últimas décadas ninguna historia nacional completa. Nada se ha publicado que pueda reemplazar a los antiguos libros Revolución y contrarrevolución en la Argentina, de Jorge Abelardo Ramos, o a los “tomitos” de la Historia del pueblo argentino, de Milcíades Peña. Aparecieron artículos y libros que tratan de períodos relativamente breves del pasado, con calidad dispar, pero no hubo una “historia argentina” elaborada desde la izquierda. Y tampoco eso fue aleatorio. Obedeció a la pérdida de una concepción de la historia, derivada en rigor del extravío de una estrategia política. Algunas líneas de la izquierda se resistieron a la deriva hacia el revisionismo histórico y atinaron a desarrollar lógicas más bien académicas circunscriptas a temas específicos. Porque la flaqueza no hostiga sólo a las huestes del perezoso revisionismo. Como adelantamos, hay otra gran vereda por la que transita la historiografía de la izquierda que es convocada para el Bicentenario. Es un complejo y variado archipiélago de proyectos académicos sostenidos en la escritura universitaria. Dentro del estilo de las monografías universitarias, se produce una enorme y creciente cantidad de estudios limitados a temas específicos, cuidadosos de extender sus “hipótesis” de las posibilidades de una justificación documental, de acuerdo a una noción particular de la “fundamentación”. Es en este campo donde surge la mayoría de textos “clasistas” o “populares”, pues tanto la intelectualidad marxista como la más reciente franja “autonomista” prosperan dentro de la fauna académica. El gran problema para transitar de la monografía al relato nacional consiste en que opera forzamientos muy evidentes. En general, la táctica viable consiste en destacar momentos significativos o temas delicados para contar “otra historia”. La capacidad de elaborar una historia nacional es superficial, pues a lo sumo se logra una narración especializada, clasificable sin problemas en los anaqueles del saber universitario. Tal manera de representar el pasado se traslada a los valorables esfuerzos por difundir una escritura más masiva y de “divulgación”. Se comprende, entonces, por qué también desde la izquierda académica distante de las convicciones revisionistas también la propuesta de “otro” Bicentenario es más formal que real. Fue así que la elaboración de una historiografía dio paso a la utilización de tópicos de la izquierda nacional relativa a los gauchos, a los pueblos originarios (esta es una novedad relativamente reciente que fue introducida en moldes antiguos), a los héroes contrarios a una presunta “historia oficial”, a los “olvidados”, a los que desde sede académica se suele denominar “los grupos subalternos”; en sus vertientes más clasistas, la izquierda se satisfizo con escribir monografías, por lo tanto temáticamente limitadas, sobre el movimiento obrero, o las organizaciones armadas, sin una articulación profunda con los procesos históricos nacionales que conciernen y entrelazan con nuestra actualidad. Por todo esto, es perfectamente razonable que el tema del Bicentenario hallara malparada a la izquierda. ¿Cómo iba a elaborar una narración histórica o políticamente apropiada cuando se había refugiado en la comodidad de las dicotomías superficiales de la izquierda nacional o en los papers más o menos precisos de la escritura universitaria? Temo que hasta que no disponga de una construcción general de la historia nacional, ninguna perspectiva de la izquierda frente a eventos de la memoria tales como el Bicentenario presentará una alternativa convincente.   ¿“Otro” Bicentenario?    Las evidencias de la franciscana pobreza de las respuestas de la izquierda al Bicentenario no faltan. ¿Acaso no vemos que se cree destacar “otro” Bicentenario con base en el recuerdo de las resistencias de los gauchos, de los pueblos originarios, de los negros combatientes en los ejércitos independentistas, en el movimiento obrero reprimido durante el centenario o después de 1955? En mi opinión se trata de miradas muy bien intencionadas que carecen de una concepción de la realidad contemporánea y, lo que es peor, del pasado aludido por el Bicentenario. Por ende, se ven amenguadas por dos circunstancias. En primer lugar, constituyen sólo gestos de alternativismos impedidos de devenir una “historia nacional” diferente. Ya he adelantado las variantes de los guiños. Quiero reiterarlos porque son así de repetidos en tantos textos actualmente en circulación. Son briznas de representaciones esencialistas de sujetos buenos y combativos opuestos a la opresión y la explotación (esa manera de pensar la historia es la deuda más grande y profunda con el revisionismo histórico). Parecen traducciones ingenuas de los cuadros de Ricardo Carpani, con originarios indomables, con ex esclavizados invencibles, con mujeres guerrilleras inclaudicables, con obreros bravíos, todos marchando con los puños en alto hacia la destrucción del imperialismo, del colonialismo y de la oligarquía. También suele ser un recurso cómodo la utilización de referencias a Túpac Amaru, o a la rebelión y revolución haitianas, o a Bolívar y San Martín como libertadores continentales, o a Francisco de Miranda y Mariano Moreno o Bernardo de Monteagudo. ¡Qué sencillo es apoyarse en el recuerdo de Toussaint L’Ouverture y los negros insurrectos de Haití para presentarse como realmente críticos de la efemérides blanca y justificadora del presente! (Yo mismo he apelado a ese expediente en un artículo reciente, sin añadir, para mi vergüenza, una aclaración sobre singularidad del proceso haitiano en una América Latina bien distinta del caso de Saint Domingue). Para hacerla corta me abstengo de hacer referencia a la imaginación conspirativa de la historia que gusta tanto al “público en general” consumidor de la historia del bueno de Felipe Pigna, pero también a la izquierda. Hay que sincerarse sobre esta imaginación y decir que se compone de bloques de literatura imaginaria, alimentos blandos para organizar cuadros plenos de una complacencia bastante indigente. Cuando se atina a esbozar una explicación sistémica, las cosas no marchan mucho mejor: se utiliza una idea del colonialismo y el imperialismo, otra vez, de corte revisionista donde hay una divisoria abismal entre buenos protectores de lo propio, por un lado, y los malos opresores y genocidas de indígenas y obreros, por otro. Y no se diga que con esto se quiere borrar la diferencia entre las víctimas y los victimarios, o absolver las tramoyas el imperialismo. Acá lo que no se entiende es la historia como tal. Quizá no se pueda captar el significado del que, todavía hoy, el libro del compañero Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, cuya primera edición data de 1971, sea un libro de referencia para la cultura política e intelectual de la izquierda. Ese significado no es bueno. Porque su actual es romántica, esencializadora de “vencidos” virtuosos. Pareciera que no nos atreviéramos a pensar que la historia es complicada, como si necesitáramos pastillas para tranquilizarnos. El Bicentenario alternativo de la izquierda no mejora si se sostiene en la fórmula, no menos forzada, del prolongado proceso de constitución de una clase obrera que finalmente reconocerá su deber socialista, pues liberada de las barreras que la contienen marchará hacia el destino definido por sus “intereses objetivos”. Ni tampoco si se elabora una historia “minoritaria” de resistencias simbólicas o comunitarias a través de las “armas de los débiles”, enhebradas en una sucesión de “insurgencias” micropolíticas, punteadas por eventualidades multitudinarias. Son distintas las razones que socavan la importancia de estas propuestas para el Bicentenario. La opción “clasista”, por su incapacidad para dar cuenta de una historia, no es subsumible en un relato de clases, como acontece con el período colonial y aun con las primeras décadas del poscolonial. La opción “subalternista” porque no logra captar las determinaciones estructurales, en lo económico pero también en lo ideológico, de la acción colectiva. En uno y otro caso alcanzan a formular relatos parciales, ciertamente críticos, pero representacionalmente ineficaces para expresar los dilemas de hoy. En segundo lugar, el endeble Bicentenario hasta ahora ensayado por la izquierda carece de originalidad. La izquierda quiere definir una posición distante de una conmemoración “oficial” que estaría orientada a la celebración del pasado y del presente, y no a su crítica. El Estado festejaría una prosapia nacionalista y elitista, mientras que la izquierda recuperaría a los vencidos, a los “otros”, a los sujetos despreciados y explotados. Es verdad que el Estado nacional en la Argentina tiene una veta legitimadora de lo existente. No podría ser de otra manera. Pero en modo alguno esa función agota su concepción histórica. Es preciso tener en cuenta que la idea del Bicentenario orientado por el Estado kirchnerista está en sintonía, y en alguna medida estructurado conceptualmente, por escritores como Norberto Galasso y Felipe Pigna (y como dije, es bueno que así sea; sería un escándalo que tuvieran influencia historiadores del gusto del diario La Nación). Pues bien, sucede que con sus matices, Pigna y Galasso son representantes del difuso revisionismo que conquistó el pensamiento histórico de la izquierda. No es sorprendente, en este contexto, que el Estado también utilice una versión dicotómica y progresista de los sujetos valorados por los dispositivos culturales del Bicentenario. Esta es una configuración ideológica que la Secretaría de Cultura de la Nación sostiene de manera explícita. Por eso inauguró la Casa del Bicentenario con una interesante muestra sobre las mujeres. Del mismo modo, en las imágenes y prosas promovidas estatalmente, al lado del sujeto “nacionalidad argentina”, según se dice, ya presente en mayo de 1810, se encuentran los pueblos originarios, los negros, los obreros y Rodolfo Walsh, las Madres de Plaza de Mayo y el Moreno jacobino. Frente a esta lógica, que en lo esencial es similar a la estructurada con mayor o menor felicidad por la izquierda, las ofertas propuestas por ésta tienen como destino la insignificancia, cuando se obstinan en reiterar los tópicos revisionistas, o la irrelevancia cuando se refugian en un obrerismo o un populismo basista que sólo comparten algunas minorías. Así las cosas, es imposible aspirar, no digamos a la hegemonía sobre el territorio virtualmente disputado del Bicentenario. ¿Cómo salir de esta alternativa entre la insignificancia y la irrelevancia? En principio hay que reconocer que ella proviene de la crisis política e ideológica de la izquierda. En verdad, la utilización de temas del revisionismo histórico que explica la historia sencillamente, a través de dicotomías entre pureza y traición, entre naturaleza y perfidia, es la expresión más neta de cuánto ha sido afectado el marxismo por su propia debacle. El revisionismo aspira a mostrar la historia según un orden esencialmente basado en ideas e intereses espurios. Así las cosas, Julio Argentino Roca habría llevado adelante la llamada “campaña del desierto” para defender las rapaces prebendas de la oligarquía latifundista. Fue su brazo ejecutor. En cambio, los grupos indígenas de las pampas y la Patagonia defendían sus tierras, sus hábitos, incontaminados por la presunta civilización. A pesar de los sentidos primarios que suscita esta divisoria al plantear una divergencia entre el ellos opresor y el nosotros emancipador, este es un relato despolitizador de la historia. Crea un imaginario gracias al cual el progresismo bienpensante puede solidarizarse con los exterminados y denostar a los militares al servicio de la clase dominante. Pero no dice nada sobre las tendencias más generales de la estructuración de un capitalismo argentino centrado en la agro-exportación, de las extensas relaciones de negociación y conflicto de los grupos originarios con los “cristianos”, de las contradicciones internas a aquellos grupos. Lo mismo puede decirse de los relatos sobre un Mariano Moreno jacobino y radicalizado, o de un Che Guevara heroico y carente de toda mácula. No importa que el relato se pronuncie en plural: las masas gauchas del Interior que defienden el federalismo, o las del Cordobazo como mito originario de una era revolucionaria. Tampoco si, con buenas intenciones, se cuestiona la blanquitud del mito de una Argentina que se proclama europea: con los “pardos” de las invasiones inglesas, los negros de las batallas independentistas, los originarios de las pampas con sus malones o los “cabecitas negras” del “subsuelo de la patria sublevado”. Es verdad que tanto las tradiciones de lucha o los heroísmos fueron parte de la historia nacional, y lo mismo se puede decir si extendemos la narración más allá de los confines de la Argentina. Pero es igualmente claro que el país contiene desde hace varias décadas una diversidad de hibridaciones y fracturas que es preciso considerar en toda su significación para captar el tipo de sociedad capitalista en que vivimos. Una tarea inmediata es integrar una trayectoria nacional con la trama latinoamericana y diseñar las posibilidades para una proyección de cambio socio-económico y político-cultural fundamental.   Entre dos celebraciones centenarias   En 1910 el líder del Partido Socialista, Juan B. Justo, concibió un texto titulado El socialismo argentino, especialmente preparado para ofrecer el punto de vista de su corriente ideológica en el clima del Centenario. En realidad, el texto era poco original. Retomaba cuestiones planteadas en un texto de 1898 sobre La teoría científica de la historia y la política argentina y otros escritos posteriores. La cualidad del trabajo de Justo residía en que lograba condensar una imagen coherente del pasado argentino (es verdad que carecía de una fuerte base de investigación documental) y la articulaba internamente con la estrategia política socialista. Así las cosas, podía competir con otras representaciones del Centenario, como las de Joaquín V. González, Leopoldo Lugones o José Ingenieros, para mencionar a unos pocos. Hoy carecemos de la capacidad de realizar lo que hizo Justo, sin que interese qué evaluación hagamos, con todo derecho, sobre sus propuestas estratégicas. ¿Quién podría ofrecer desde la izquierda un título parecido: La historia argentina y la política socialista (o si se encuentra el “socialista” demasiado sectario, me conformaría con uno que refiriera a la “política de cambio profundo”)? Dos son las condiciones principales para presentar la situación cultural y política planteada por los dos siglos de la vida independiente del país. En primer lugar, hacer una composición de lugar del capitalismo argentino y latinoamericano, en el que se aborden sus dimensiones históricas y contemporáneas, los múltiples planos de la realidad y sus lógicas de conflicto. De ese modo será posible articular convincentemente pasado, presente y porvenir, sin escindir la historia de la política. En segundo lugar, replantear las convicciones historiográficas y teóricas para la producción de conocimiento y sentidos capaces de estar a la altura de los tiempos, o más exactamente, para la crítica de nuestra época. Claro que es fundamental visibilizar las luchas de las mujeres, los pueblos originarios y la clase obrera. Pero eso hoy lo podemos hacer en un discurso de resistencia y no como un planteo de “otra” historia nacional y “otro” Bicentenario. No damos la medida. Saber que la posición de resistencia cultural corresponde a la posición de resistencia en lo político nos ayudará a comprender qué tenemos para ofrecer y qué no. Facilitará captar aquellos aspectos positivos de las celebraciones oficiales y aquellos límites que no pueden superar. Quizá el Bicentenario de la Independencia nos encuentre en el 2016 en una posición más ventajosa que la magra realidad de este 2010.
Atravesó el aroma de los jazminesy arañó el vidrio de mi ventana.Yo estaba del otro ladovarios siglos hacía que le esperaba.No quiso decir una sola palabraconozco esa timidez que las tumbas heridas callan.Me importa muy poco ser un mal poetaMe importa menos que me manden al neuropsiquiátrico.Esa alma bendita, desde algún rincón remoto,todavía hoy, como yo a ella, me sigue amando.
Catorce millones pasan hambreen la tierra del oro argentinolos demás somos todos cretinossi enfundamos en silencio el sable. Catorce millones pasan hambrey nosotros somos los testigos¡no bajemos la guardia mi amigo!que si callamos somos culpables. ¿Quién aún no leyó a Facundoy su vaca que dice verdades?estas cosas...¡pasan en el mundo! Al Aguirre de genialidadesquiero darle un saludo rotundoporque no calla las realidades.
   Desde donde se sabe, primero fue la poesía, milenios después la palabra, y en nuestros días, quizás la posibilidad del amor. El infante no sabía de vocablos, cuando tensó su índice señalando el sol. Mamá no estaba. El niño se quemó. El poema nació. (Tengo pruebas irrefutables de la veracidad de cuanto afirmo, si a alguien le interesa, las comparto)
Una flor sin corola descarnada y sola extraña la vida   Un vuelo sin alas abstracta llama emula pájaros   Instante sin tiempo pleno y fecundo sueña el poema
Buscaba la contradicción escasa el malestar provisorio la confrontación vacía     Buscaba una excusa para no pensar el mundo.     Buscaba no pensarse tan solitario como estoy yo,  en esta noche     donde también me falta un hijo.
Búsqueda.
Autor: Eduardo Fabio Asis  257 Lecturas
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En los campos los gallos encienden el sol   y en las ciudades los relojes destruyen sueños   ¿quién me desterró de tanta tierra virgen? ¿quién hizo de mi ciudad una puta?
Somos los que estamos calladosmientras Haití está sangrando.Tenemos dinero en el bancoy los intereses bien claros.Vemos al negro mutilado¡esa es tu suerte, mi hermano!Tenemos a Jesús clavado¡y nos negamos a ayudarlo!Somos los que nunca donamosningún mango al desamparado.Somos islas crueles temblandosomos a los negros ¡matando!
Hay noches que tienen los ojosde una prostituta enamorada del ladrón de un cuento.En cambio otras nochesse parecen  exclusivamente a la nocheaquella donde fui el ladróny vos la prostituta enamoraday juntoslabramos un cuento. Nocturno y manso.
Que yo prefieroaunque me duela bastanteel dedo en el culoque el revólver en el cráneo.Así prefieroestas democracias de hipocresías y espantoantes que las dictadurasque quieren instalar los cobardes, desde Hondurasese laboratorio frágil, a todo el subcontienente cansado.Ya el adversario de siemprenuevamente se levanta.En su amor misericordioso, Dios bendiganuestros sucios gobiernos latinoamericanospara que se salven al menos, nuestros mínimos derechos humanos. 
Y un día los seres humanosse cansaron de andar aullando.Forma de ruido, sustancia de almafue surgiendo la palabra.Debió ser el nombre de una mujerel primer vocablo que nombró un hombre.Y como no tenían otro remediohombre y mujer, mujer y hombrepronunciaron la muerte por su nombre.Milenios después vendría el psicoanálisisy le llamaríamos inconcienteexactamente a lo innombrable.Mucho tiempo antes los dioses se hicieron uno,y a ese uno, quiere mi fe vestirlo de carne y sangre,y llamarlo como a un hermano, el Verbo, Jesús.Y un día los seres humanosse cansarán de andar deshermanadosy será Jesús...  vestido de Facundo o de Margaritavestido de cualquier nombre, será Jesúsal mismo tiempo mi Dios y mi Hermanoy entonces tendrán razón de serno solamente las palabrassino también, las cuerdas vocales.
Conozco un jazmín negrode aroma inconfundibleque devuelve la vista a los ciegosy algo más increíbleocurrió bajo el cielo¡se marchitó el jazmín!sin que nadie lo oliera.
Que nadie sepa mi misiónes una alegría implacable aquí en la tierray un consuelo asombroso en los cielos.                                         Tengo urgencias de sin saberes hondosque me elevan.  Tengo precisión de un destino exactoque me llama.  Me gusta entrecruzar palabrasen busca del más pleno sin sentido.  Llegué a imaginar una serpientefornicando con una estrella. Y no les quiero contar que hijos maravillososde esa unión nacieron.  Me endiosa el ánimo, consentirme tanto,saberme distinto a todos, también,  a mi mismo.  Me importa muy poco que en el barriodigan de mi, que soy lo que soy, un fracasado.
Diccionario de un loco, la palabra costumbre.   Como buen loco empiezo por costumbre, no por la A.  Estoy a-costumbrado a empezar por donde quiero yo, no los otros.  Costumbre: dícese del costo de la podredumbre, como su nombre lo indica, pero lo disimula bien.  Palabra puta si las hay.  Es costumbre creer que es bueno lo bueno y viceversa ¿por qué?   Aquí les hago jaque a los campeones de todas las teologías, que lo que menos tienen, es la sabiduría de Dios. Costumbre es una costumbre, hasta allí la lógica resulta impecable, aunque insulsa, ya lo se.  Es costumbre del macho que sienta una erección ante una hembra como Ornella Mutti.   Es costumbre de Ornella Muti no enterarse jamás de aquello que consiguió. ¿se dan cuenta que la costumbre es un desencuentro?  Es costumbre de los malos poetas nombrar alba, amanecer, cuando no tienen la menor idea del sol.  Los buenos poetas en cambio no acostumbran nada.  Dejan que amanezca en sus poemas, sin nombrar el consabido vocablo. Es costumbre de los políticos,  decir lo bueno, hacer lo malo…   yo que no quiero costumbre alguna,  reitero:  ¿es bueno lo bueno?   rompamos la costumbre, vivamos simplemente…     se dan cuenta que no?   Si alguien me propone otra palabra, prometo escribir en mi diccionario sobre ella…    pero ya sé que ustedes, lectores, tienen la mala costumbre de no leerme, de modo que … me despido nomás.    
También poesía es colmar de sinsentido al mundo consentido de la basura basura vacía, que no se atreve a no ser que insiste en su pesadez liviana que persiste en la estupidez del reloj que consiste en la ideología de la brújula mundo de mierda, que lo hay lo hay, aroma camuflado por el incienso absurdo donde se hace innecesario tener nariz.   También poesía es terminar con la infame idea de que la mujer es mujer esa superstición horrenda de llamar montaña a la montaña ¿qué queda del hambre que sentimos por la hembra? ¿qué queda del hombre cuando desconoce el hambre?   También poesía si no es cambiar el mundo, es odiarlo con amor incondicional con tiranía democrática,  presentir en la masa al ser humano, todavía ciego y mirar por él.  Un mundomenosmundo más como vos y yo.
Quisiera una noche antigua con mi espíritu bien dispuesto destrozar de un garrotazo a la misma luna llena ...pero es imposible porque una loba en celos destrozó mi garrote la última luna aquella.
Como todo el ancho mar se resume en una gotasi me enseñas a rezarsuperaré mi derrotaAyúdame a caminarsobre cresta de las olasy poder así mirarbajo mis pies, caracolas¿Quién pudiese así andarmarinero de fe hondarozando la piel del marsin que se hundan sus botas?Ayúdame a caminar¡Ángel de las almas solas!sobre la piel de la mar¡y a no hundirme en congojas!
No son los almendroslos árboles de tu paraíso.Ni habrá refucilos sangrientosantes del rocío que te acaricie.Allí donde el silencio se hace vozun susurro bendito te colmará de vida.Y jugaremos de nuevoel juego de la eternidad.
El niño de vuelo infinitoaterrizó en mi ciudad, hace algún tiempo.El niño venía contentopor algo que él conocía.El niño odiaba las rejasy en su país no las había.Me dijo suelto de cuerpo¿por qué no cumplen con las reglas?El niño era un ángel buenoy yo,  ¡Dios mío!, no lo sabía.  
Suplico a las gentes de buena voluntadque nunca en la vida visiten mi ciudad.Aquí los ricos son nobles vampirosque chupan la sangre de los campesinos.Las putas de los ricos bien enjoyadasderrochan dinero que a tantos falta.Los hijos de los pobres mal alimentadosse esconden en casas de chapa y barro.Suplico a las gentes de buena voluntadque nunca en la vida visiten mi ciudad.Por acequias de justicia correría la sangrede los canallas que inventaron el hambre.Pero eso no ocurre, y ya es demasiado tardelos buenos hace tiempo, se convirtieron en cobardes.Por eso y por muchísimo másque mi vergüenza callaSuplico a las gentes de buena voluntadque nunca en la vida...  visiten mi ciudad.                                             
Mil veces en miles de noches ignoré la luna. Su hondo misterio claro su delicado silencio parlante. De ella se un secreto que nunca podré revelarlo. Simplemente porque el secreto es anterior a la palabra. ¿qué importa que nadie me crea si yo lo he vivido y no puedo siquiera, siquiera nombrarlo?
Críptico lunar
Autor: Eduardo Fabio Asis  244 Lecturas
No te canses de gastar tus manoscon  las piedras que nunca arrojarás.No te canses del perdón, que la vida es cortay es larga la eternidad y quizás exista.No te canses de entregar rosas y jazminespor cada vez que te hayan odiado mucho.Es tan hermoso perdonar, y es imposibletotalmente imposible vivir enojado.De tu jardín interior, extrae las mejores floresy bríndalas a tus peores adversarios.También ellos, son humanos.
Ornella Muti es horrible.   En las películas tendría que salir como musulmana con la cara tapada, para no asustar al espectador. Y que no nos mire con esos ojos, asquerosa mirada.   Stephen Hawkins, un ignorante. Mejor se hubiera dedicado al deporte, que para la ciencia anda flojito.   No hay escritor tan estúpido como Borges. Uno de los tantos malvados de la historia, que ahora tiene fama, es ese tal Mahatma Gandhi.   Dios no existe.  Y yo estoy aburrido…¿y qué?
El enojado.
Autor: Eduardo Fabio Asis  242 Lecturas
En tu cuerpo como un pretexto antiguo luce una oscuridad unánime que ningún ser humano se atreva     a sepultar su propia luz en tanta belleza     he de hundirme en el altar de tu cuerpo mar abandonado, cielo desierto     con vocación de pez con alegría de vuelo     y tu cuerpo será mi cuerpo texto nuevo que nadie comprenda.
Eres un ser humano. Un puente absurdo entre el silencio del pez y el canto del ave. Eres caída alta, entre el infierno que construyes y el paraíso que nunca alcanzas. Eres dos guerras mundiales para disimular tu constante vivir la guerra, en la que ahora mismo, te recreas y callas. Eres un ser humano. Ni la inocencia espiritual de los ángeles, ni la inocencia animal de los animales. Pudiste fingir un viaje a la luna, como una mujer finge un orgasmo, o pudiste haber llegado. Pero inexorable por tu egoísmo, morían como mueren ahora, de hambre en la tierra tus hermanos. Eres un ser humano. Todo cumple sus reglas, serpientes y palomas, mares y estrellas, y hasta el último volcán del planeta, que tus labios denominan Erebus. Todo cumple sus reglas, menos tú. Antes uno se salvaba, según épocas y lugares, de ser considerado humano, por sus otros iguales. Así... esclavo, mujer, judío, cristiano, musulmán, gitano, puto... o alguna otra condición, nos desafiliaba de otra verdaderamente humillante... ser humano. No hay más estereotipos discriminantes, estamos todos condenados a ser lo que somos, humanos, y humanos todos. ¿Qué será entonces de nosotros, cuando el Hijo de Dios, nos pregunte por sí mismo, encarnado en los pobres? Acaso yo le diga, como un Adán reincidente con toda su Eva adentro, la culpa es de ella... pero ella, seré también yo. ¿Qué será de mí? ... y nunca podré descifrar, Dios mío, sin tu ayuda, el aroma inderogable de las rosas. No sea así, no sea yo tan humano, no para siempre
Alguien, cuyo famosísimo nombre he olvidado, se hizo famosísimo, entre otras, diciendo que vivimos...  el fin de la historia. Fuku... no se cuanto... yama... no se bien, Fukuyama, y seguro lo escribo mal y lo pronuncio peor. -Pero por muy bien documentado que esté en su exposición y por mucho que tenga quizás, bien ganada o no, su lugar de popularidad, lo cierto es que...   se equivocó rotundamente.¿Cómo decirle a un recién nacido, bienvenido al mundo que ya está hecho, bienvenido a la historia que ya ha concluido?   El recién nacido trae más neuronas que nosotros,  dicen que aproximadamente treinta mil más. ¿Se va a conformar con una historia ya hecha y para colmo, hecha para la mierda? De ninguna manera.Señor Fukuyama o como se lo llame.  Nuestros niños dominarán el mundo, y lo harán mejor ... espero o quizás lo empeoren... prefiero que no...    pero "me endiosa el pecho un júbilo inexplicable"   es maravillosamente difícil y poco probable... que esta historia puta , siga siendo la misma puta. Será otra o será mujer de bien, pero escuche a este ignorante...   la historia todavía, para bien o para mal,  está en pañales.
árbol desnudomi mirada no alcanzapara enhojarte
La gata oscurapasea por el techosu soledad. Fiel al encantomenea en cuatro patas¡no ser mujer! Libre de miedosalta sobre mi sueñoesfumándose.
Tiene la lluvia,secretos de agua,que mis ojos no alcanzan.Todavía me entreno lágrima,llueve y yotan lejos del misterio, tan lejos de mi,sin saber por qué, no lloro, lluevoagua solitaria que apenas cae.   
Llueve y yo
Autor: Eduardo Fabio Asis  234 Lecturas
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Me sorprende que los "amaneceres" gocen de tanta y tan buena repercusión literaria. El amanecer sepulta a nuestros ojos, a la delicada luna, que también, en materia literaria, tiene lo suyo. Entonces, en qué quedamos...   ¿amanecer o luna?       A nadie se le escape que después de amanecer, viene el encendido de la ciudad, con sus fauces infernales. Los niños son arrancados de sus camas y entregados a la pérfida escuela. Los adultos salen a buscar al dinero, es decir, al diablo.  Poetas despistados, en el mundo entero, siguen sin embargo...    ¡ay poesía!  cantando al amanecer. Por mi parte, prefiero cantarle a la oscuridad y que amanezca cuando deba, es decir, cuando yo tenga que morir. No antes.-   
Desoía en el calor de la taza de café tus últimas palabras, tus excusas   que lo mismo me has querido mucho pero llega el tiempo de nunca más   me decías mientras revuelvo el azúcar en el fondo de la taza   y sigo revolviendo todavía     y ya te has ido o nunca llegaste. Como este café que sigue amargo. Y yo solitario   tan solo y dulce.
En noches mudas pronuncié el vocablo Diosy nunca supe por quépero amaneció. Otras veces calléy la noche dijo Diosy nunca supe por quémi garganta se hizo sol.
El rumor de la nada, la voz del vacíomúsica inmerecidaanida en mi oído.El último toro doradoembiste sobre la luna oscura.Y aquí estoy yosiempredel otro lado.  Lado otrodel yo.
críptico
Autor: Eduardo Fabio Asis  232 Lecturas
Mi gata de ojos infinitosconcentra su mirada en un ratónella lo comprende, lo intuye, lo adivinalo presiente, lo desea, lo palpita,lo sigue impostergable con su mirada fijapara ellaese ratón es lo único que puebla el universoese ratón es decididamente eternomi gata desprecia mi comida en latasmi gatadesprecia mis cuidados y mi amormi gata sabe que el paraísoes comerse al ratón.

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