• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
Un perro solitario pía en la esquina de la noche, repite su canto hasta arrullarme en el sueño. El eco del piar de otro perro, llega desde las colinas, despierta el ladrido del gallo, el relinchar del gato. Por sí sola se abre la llave, el agua sale desnuda y croa mientras mi humanidad en el sueño, ruge. El brujo de la selva donde habito llama a los nativos para anunciar que a la garganta del Rey, se le decrepitó la voz de mando. Se toma la determinación de hacerme una poción encantada con risa de cocodrilo. Trino con todas mis fuerzas. Se estremece el horizonte, hay euforia, porque soy el Rey a quien todos aman, a través de mi canto. Sólo el perro que ladra,  el pollo que pía, el caballo que relincha, el gato que maúlla, la voz incolora del agua, la rana que croa, el león que ruge, el pájaro que trina, se espantan.   
 ¿Por qué la felicidad no conduce al suicidio ?     ¿La desesperación es ley de gravedad de cuanto hay en lo feliz ?      ¿Hay una flor de aire rodeando el capullo cerrado ?      Al abrirse el capullo ¿explota en pétalos el aire ?      ¿Por qué el rostro del viento en el espejo no es fantasmal ?  
1   Después del fondo del mar ¿tendremos la esperanza de palpar un cielo abajo ?     2   Desde el fondo del mar    el mar es un cielo de agua.     3 Lo imaginario desde cualquier distancia pesa kilómetros de cuanto deseamos que sea.     4   La muerte de cada quien Apocalipsis cumpliéndose contra sí mismo.
La sombra del pájaro  sobre la sombra del árbol,trino de sombras.  
El fantasma está ahí, cruzó el muro de mis carnes, no me asusto, sólo doy gritos debido a las mordeduras del extraño. Mi cuerpo es una casa y aquél espectro se ha asentado en uno de sus cuartos, mi omoplato no resiste, voy donde un especialista, me receta ungüentos, inyecciones, medicamentos, de nada sirven. Rezo, suplico, invoco a Dios, la tortura persiste. Dejo de rezar, dejo de creer en Dios, el sufrimiento me anula. Quiero suicidarme. Reflexiono, me suplico, de pronto veo lo hermoso de cada día, me perdono la vida, tomo la determinación de llevar mi fantasma al cine.    
Mortecina en la vereda. Árboles de guayacán. El contraste es perfecto: equilibrio entre la vida y la muerte, entre lo siniestro y la hermosura. Universo vertiéndose en mi vida. Nado entre dos mundos: el punto de partida y la llegada misma. Los dedos de la tarde palpan la desnudez frondosa de la noche. Las cenizas del día se esparcen en la raíz de mis sueños.    
* Cadáver putrefacto de tiempo, el ayer.         *   Gota y existencia sedienta, el presente.       *     Espermatozoide sin hallar su perfil de luz, el mañana.         *     Espectro de vida, la vida sin amor.    
Todos los días, al despertar, el hombre reencarna en hombre.Del sueño viene, sabe de su deceso efímero. ¿Hasta cuándo los dados de la vida, le darán la suerte de disfrutar su dormir pródigo?
Te propongo sólo por hoy, bueno, mañana y siempre, abrazarte sin decirte: te amo. Tú por ningún motivo manifiestes que me amas. Quiero del abrazo el abrazo, del amor el amor, tú y yo, tú y yo, las horas, la vida misma; si así sucede, nunca habrá reclamo alguno y pronto aprenderemos a verter un poco de café, sobre el azúcar del mundo.    
Los animales del mundo guardan silencio. El viento canta la melodía de la piedra, del río, del milagro de cada instante. Qué más da si dentro del acontecer mi vida es música peregrina.                                                                          
Me amaste, moneda a moneda. Te ame, beso a beso. Me entregaste tu cuerpo con todas las delicias exigidas. Mujer bella como la manzana, dulce como la manzana, jugosa como la manzana, de piel tentadora como la manzana, manzana como la manzana. Me gustan tu sangre palpitante, la hondura de tus entrañas exigiendo el orgasmo. Por ti voy a testificarme que mi alma se llama Adán, así el mundo me grite Carlos.  
Duerme el zancudo. ¿ Duerme o descansa su sangre de mi sangre ?  
Espero, son las dos. A las dos quedé de encontrarme con ella; más tarde, observo el reloj y vuelven a ser las dos. Miro hacia el viento, inconcluso sin ella. El reloj camina con certeza, de nuevo son las dos del instante anhelado. El tendero, luego de servirme las cervezas producida por la cebada,   desde los siglos de los siglos, me dice: son las diez de un tiempo lejano. Argumento: no, porque las dos es tiempo de ella, a quien espero a las dos.    
Cola de caballo Diente de león Anamú Caléndula Zarza parrilla Albahaca Tomillo Malva Romero Manzanilla Boldo Hierba buena Llantén Valeriana Salvia Ruda Marrubio Apio poleo … picar cada una de estas plantas medicinales no sin antes mirar de arriba abajo la textura de sus hojas de su raíz del tallo advertir sus partes con un microscopio detallar gusanos y bacterias e inventarles un camino aparte para verlos soslayarse como se lo merecen de inmediato en tres gotas de baba de tigre cocinar a fuego rápido los arbustos curativos noventa y nueve años más tarde cinco segundos antes de terminar el siglo recostarse mirando el horizonte a través de un portillo diminuto reflexionar la alegría de haber nacido apreciar el entorno vacío sin rencor alguno En un cedazo colar el negro hasta ver derramar un agujero universal en el pocillo donde los poetas consumen cicuta Por último no dejarse llevar por entropías ni mal sanos humores Sin demora alguna ingerir de un solo sorbo el extracto antes de escribir un poema.  
¿Qué pesa más? ¿El canto de la sombra de un pájaro muerto? ¿La sombra del llanto derramada por mi alma? ¿O mi propia alma?
Hombres -  perros, sin casa ni pan, sólo la noche con el sol al hombro, llagándose en la oquedad de la carne. No son hombres, no son perros, son el desamparo caminando, durmiendo igual a hombres a perros, sin casa ni pan. Hombres – perros, sin casa ni pan, Hombres – perros, sin casa ni pan, sólo tienen el hueso del día rumiado  por otro hombre, otro perro, con casa, con pan. Hombres – perros, sin casa ni pan.        
Cuando estas muerta eres bella. Unida a la tierra floreciente, das tus frutos. Retoña otro mundo, nuevas esperanzas fluyen. Germinan palabras sonoras jamás salidas de tus labios. Tu voz es aleteo del lenguaje: trina, corre el cortinaje de sombras, llega hasta la piedra abriendo su ventanal de luz.  De pronto ese aire sereno, da un giro de huracán en tus entrañas, despiertas, el fragor inunda el viento. Lanzas gritos, abofetean las mejillas de mi asombro, dan contra las campanas del pueblo, de las ciudades vecinas. El sonido espanta, se quiebra el vidrio del día, las flores se marchitan, los gatos ladran, las hormigas renuncian a la miel; mis pasos se calcinan ante el crepitar de tu sangre. Todo es un estrago. ¡ Vives !       
El hombre sale de la casa a las 7.30 de la mañana, va a la oficina, cumple con sus deberes, regresa a su hogar, almuerza, reposa un poco, vuelve a la oficina, a las seis de la tarde llega a su hogar, dialoga con su familia, ve informes en la pantalla chica, lee, se acuesta con su esposa, tiene relaciones sexuales con ella, duerme, al otro día se levanta, se baña, se viste, desayuna, se va para la oficina, al mediodía está en su residencia almorzando, cumple con la rutina, se va a la oficina, en la tarde está en la casa de nuevo haciendo lo de siempre. Los diarios y noticieros televisivos, como noticia de última hora, informan al respecto.   
Si una gotera lo abruma no hay problema. Primero quítese de donde cae la filtración, párese cerca el tiempo necesario y esté vigilante. Si la intranquilidad permanece, líbrese de sábanas, almohadas, colchón, tablas, cama, desbarate el piso, abra un hueco interminable, mire hacia el abismo, deduzca, piense, saque a relucir todos sus recursos intelectuales, no se deje afligir, recurra a los santos como intermediarios hasta llegar a Dios,  no se deje atemorizar por la moral,  acuda a cualquier recurso para solucionar su desventura, acuda a los entes políticos, gubernamentales, a la presidencia de la república, gaste sus ahorros para lograr una cita, con la intervención del Espíritu Santo, con el mismísimo Papa,  analice con cuidado la catástrofe. Si la gotera persiste, no queda otra solución: arreglar el techo.  
Alzó su primer pie, lo asentó con confianza en el mosaico recién lavado por Margarita, su amada esposa. Levantó su segundo pie e hizo con éxito la misma maniobra, elevó su tercer pie y se tuvo confianza para volar.  
La aterroriza no fijarse en tormentas distantes, no escuchar rumores respecto a truenos aislados, no estar al tanto de terremotos lejanos, no cerciorarse de avalanchas al otro lado del continente, no darse cuenta de masacres ajenas a su vida personal, no percatarse de derrumbes allende de su entorno, no notar sequías apartadas de su hábitat, no avistar incendios en casas donde otros viven, no advertir epidemias en comunidades extranjeras, no enterarse de inundaciones en retiradas zonas de su comarca, no tener conocimiento de hambrunas en parajes fuera de su hábitat. La aterroriza no conocer la hora exacta cuando sucede cada una de estas calamidades, para tener la satisfacción de ser la primera en aguzar el oído a las noticias de televisión.      
Cuando Edith tuvo oportunidad de mirar hacia atrás, sin peligro de convertirse en monumento, vio a Lot transformado en estatua de sal. Merecido lo tiene, se dijo, bastante le repetí respecto al peligro de eternizar en su memoria las meretrices de Sodoma y Gomorra.    
El cuentista escribe sobre un portón misterioso: Jamás se ha abierto y desde luego nada se sabe de cuanto existe detrás de él. La puerta obstaculiza la entrada a un cuarto ante el cual vecinos y transeúntes sienten frío. La palabra escrita se deja llevar de la mano de la imaginación con gran soltura; de repente el escritor deja de narrar, con terror escucha gritos de su propia madre. Salen de la alcoba descrita en el cuento.  
Toco la puerta de entrada a mi hogar, abro. Me pregunto si estoy, me contesto: salí. Hacia dónde, respondo: al parque. Me invito a entrar, me espero. Dialogo conmigo mismo, hablamos trivialidades, me  ruborizo, me acuso de imbécil; después de la inútil espera me marcho. Media cuadra más adelante miro hacia atrás, un hombre toca en mi vivienda, abro, el hombre de afuera pregunta por mí, señalándome manifiesto: allí voy en busca de mí, en el parque. 
Los seres humanos sólo van a existir en las fábulas, últimas palabras de Kafka, antes de concluir su metamorfosis en escarabajo. 
El poeta se enamoró del verde, del amarillo, del rojo. Todo lo veía de estos tres colores. Unas veces vacas verdes, otras sombras amarillas, mujeres rojas. Le parecía perfecto ver el mundo de esta manera. Cuando le argumentaron sobre la existencia de vacas blancas, sombras oscuras y mujeres negras, refutó: “no percibo el mundo surrealista”.    
Los sueños son puertas abriéndose al infinito por donde aparecen personajes reales e imaginarios, la mayoría producidos por lapsus de la conciencia, “vía regia al inconsciente”. Esta fue parte de una conferencia dictada por el neurólogo Sigmund Freud en un sueño de Anna, su inspiradora de la teoría de la personalidad. “El sueño (la ilación de sus contenidos manifiestos) es una formación producida por el trabajo del sueño que transforma el material latente mediante la condensación, el desplazamiento, el trastorno en su contrario y diversos tratamientos que las representaciones inconscientes reciben, en virtud de su estructura, y que designo como desfiguración onírica”, terminó explicando el célebre neurólogo. Anna sigue soñando. Observa a Freud despertar. Lo ve abrir las ventanas del consultorio. Una luz infrarroja baña su cara, es la misma utilizada por el psiquiatra en horas de consulta. Un olor a alcohol la alerta y la regresa al estado de vigilia. Freud abre ventanas y a la vez sostiene una lámpara de luz infrarroja poniéndola junto a la cara de la paciente. El científico tropieza con una botella, al caer se produce un olor a alcohol. Todo este instante le hace recordar a Anna el sueño anterior con exactitud. Freud atraviesa el consultorio traspasando el cuerpo de Anna, se encuentra ansioso y melancólico porque hace tiempos no se ha podido comunicar con Anna, su paciente preferida.               
Luego de suicidarse se convirtió en fantasma. Mira cómo otros hombres se suicidan sin convertirse en fantasmas. Se siente privilegiado y acusa de incompetentes a quienes no llegaron a su naturaleza etérea. Tratando de exhibir su talento, se lanza desde una altura de kilómetros infinitos y cae como el común de los suicidas. En el cenáculo de fantasmas se rinde un minuto de silencio por el fantasma muerto.        
El celador de la noche abrió una puerta, después otra, luego otra, más tarde otra, por tanto otra, pronto otra, ergo otra, ulteriormente otra, seguidamente otra, posteriormente otra, subsiguientemente otra, consecutivamente otra, en el camino otra, detrás otra, de lance en lance otra, a continuación otra, de grado en grado otra, a la postre otra, al otro lado otra, lejos otra, inmediatamente otra, velozmente otra, raudamente otra, prontamente otra, apresuradamente otra, ágil otra, rápido otra, pues otra, por tanto otra, efectivamente otra, por ahí otra, porque sí otra, indudablemente otra, naturalmente otra, lógicamente otra, sospechosamente otra, amorosamente otra, ya otra, por ahora otra, otra, otra, otra… No quedó sobre la tierra oscuridad alguna, durante cuarenta y cinco años, la vida se tornó una fiesta. El celador de la noche jamás se volvió a ver, gritos de auxilio se escuchan detrás de la única puerta aún sin abrir.     
Escribió un libro acerca de palabras con errores ortográficos, entre ellas: Vaca, queso, mamá, casa, ventana, bombillo, ladrillo, tumba, cadáver, gusano, lágrimas, circunferencia, hora, hez, diluvio, bastarda. La crítica literaria de la comarca consideró al escritor como uno de los grandes cazadores de gazapos de todos los tiempos, con el siguiente comentario: “devemos centirnos orguyozos dhe nueztro casador dhe gasapoz, qhue hen mecez nho lejanoz zacara nueztra aldhea dhel hanonimato parrhoquial. Ze recomhienda hesta esthupenda hobra a prefezorez dhe aritmhetica phara qhe loz niñoz haprendan hir zumando orrorez literharioz”.             

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