• alberto carranza
albertocarranza
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  • País: Argentina
 
 No soy mensajero de la tristeza ni de la luz,ni del Sicomoro que asoló a Venecia,no soy descubridor del misterio quecala en el espanto o en la sonrisa ni transijocon la realidad que desborda el mundoni olvido los cabellos blanqueados,ni las miradas dulcificadas después del dolor.No soy un amante desprejuiciado,ni amo por amar a las estrellas,ni caigo derrotado por tu engañocon el alma que se soltó de la lunauna noche predestinada a beber sin sed.Por eso siempre amaré la libertad y el vino que destila de tu mansa piel,pero no seré un loco porque acepte la derrota,o quiera ampararme en el fracasoo porque recorra desiertos de soledado emprenda peregrinajes absurdosy quiera de repente lanzarme a tus brazosdonde alguna vez besé el lunar que sucumbió.No quiero ser rapsoda de historias del pasado,ni espero comprendas cuánto admiro el cielo hoy o mañana cuando despierte ensayando una sonrisapara que el azar me revele el destino de los díaso el castigo de los días,o la nueva textura de los días,o de los miedos de los días y de la sangre que nunca,nunca se enfría. 
 Cuando me despoje de mi soberbia oculta,cuando me despoje de mis cariños falsos, y de mis vanos afanes,y caiga redimido a los pies del cielo.Cuando me despoje de mis opiniones,de mis trivialidades y piense en vos como mi igual.Cuando observe un perro sin dueñoy me incline ante su perfeccióny admire la nada y ame esa plantay aquel rosal sea amado sin restriccionesseré un poetaporque renaceré convertido de la barbarie,porque Dios será mudo testigo de mis accionesY yo estaré vaciado de mí mismoestaré hastiado de la realidad vanaadmiraré la sangre corriendo por las venas,admiraré tu corazón repercutiendo con el mío,una y uno en la noche con la lunaque siempre reflejará el explosivo sol.En esas serenas nochesnos invadirá la pasión más cándida,con corazones de fuegonos cobijaremos para lograr el milagrodel nacimiento gestado en tus entrañas.Nos iremos detrás de los pasos del cirujaque ronda los tachos de basura,entraremos a una Iglesia cuando esté vacía, o saltaremos a través de la montaña,y en su planicie buscaremos el esconditeirregular del puma o, en la planicie o en lo camposadyacentes llegaremos por fin al árbol,que abrió el bosque esa noche que acabó sangrandocomo corazoncitos de ruiseñores enamorados.
Imprequé contra el loco juego de luces, y dimos vueltas,un silencio tenaz cayó sobre tí y sobre mí.y dimos vueltas,el océano ajeno a nosotros rugía sin píedad. y dimos vueltas.Un hombre ciclópeo me dio la mano,lanzé desde el navío una  soga al farragoso oleajedonde nadabas. Imprequé y mis imprecaciones y reclamos fueron oídos por todos,menos por vos misma y nada detuvo tu modo de dar vueltas.    
 Yo estaba en medio de una roca...¿ Perdido en el mar?Yo estaba en medio de una roca y preguntabaa Dios donde estaba.¿ Adónde estaba El?Yo estaba en medio de una rocay me preguntaba si Dios estaba ahí.¿ En la roca?Yo estaba parado en esa roca inmensa como el Universo pero de prontosólo quedó tan solo el crepúsculo de fuego.¿ Anochecía?Sí; y las nubes fogueadas volaban en derredordel mar. Un Delfín nuboso siguió a otro Delfíny a otro y a otro que ya eran grises internándoseen las sombras: todos los Delfines fueron perseguidospor un pato deformado...¿ Y Dios? Dios estaba ahí.
 El milenio me aprisionó;dejó librado al azar el pasaje de ida y vuelta,una mariposa revolotea ajena a las flores,raudosdesfilan los soldados debajo de los bombarderos.Nada terminó, nada terminó pero rondan los Kamikazes.La multitud se agolpa, presta a ver los suicidios en masaLa multitud cae sumida, pero puedo amarte a pesar de todo. 
 En el sombrío interior del castillo de piedras, en su andar eterno, late un único recordatorio: ¿Quién me dio el permiso a la vida? Se llama Quien Sabe y desde entonces vagabundea, recorre en estado de alerta y en completa desnudez todos los recintos y las remotas escaleras. Muchas veces mira con aprensión hacia todas partes husmeando una amenaza pero todas las partes del castillo estan desiertas, salvo su gran habitación donde hay muebles vetustos que nunca usa porque cada vez que lo intentó le resultaron insoportablemente incómodos lo mismo que la ropa que nunca pudo ponerse. Y ya que todo le es enorme y dificultoso, salvo el peremne andar, va de un lado a otro y esto lo redime un poco, pero nada más. Cabría decir que no tiene más remedio que caminar o que sólo quiere caminar ya que nunca pudo acostarse y por lo tanto desconoce las restantes acciones. Las comunes, las habituales, son constantes enigmas que jamás podrá resolver. Su peso no lo explica todo porque no es un mastodente ni un gigante, podría decirse que no es casi nada; cualquier brisa que se filtre por las rendijas o imperceptibles aberturas lo eleva como una pluma y eso cambia su modalidad a un vuelo incierto, sin derrotero. En realidad es como un animalito gastado por los siglos pero sigue sin poder recordar que sucedió tan siquiera un rato antes. Como carece de la facultad de pensar reflexivamente, una vez en el suelo continúa su camino sin ton ni son. Cierta vez, en forma casual, estuvo colgado de un ventanuco que le permitió enterarse de un foso que rodeaba al gran castillo de piedra aislándolo del fértil valle no muy lejano donde vivían toda especie de animales, muchos de ellos depredadores, salvajes, agresivos y perentorios. También se enteró de un río, más bien- por su pacificidad- de un lago que se ensanchaba constantemente y de árboles que inclinaban su ramas para beber de él. Pero, a Quien Sabe todo eso le está vedado. Ha buscado, es cierto, ser diferente de como es y raspó las gruesa paredes con un metal que no les hizo mella. También descubrió en forma inesperada diversos juegos escondidos Quien sabe por quien, arrumbados en un desván gatero.  Se detuvo y miró las piezas incógnitas del juego y al fin lo dejó con estupor; hizo igual con los dardos que no asoció con el blanco destinado donde se dibujaban simétricas circunferencias de color, y que estaba adosado a una manpara reluciente y de gran espesor. Como no supo qué hacer todo aquello lo importunó. Es evidente que Quien Sabe, no sabe nada, salvo que tiene permiso para vivir. 
 Supe que durante la rebelión musulmana (1932-34), a través de los tumultuosos acontecimientos ocurridos en el Turquestán chino, un hecho reveló la corrupción que prevalecía entre los funcionarios de la antigua ciudad de Si-an, cuando por orden del gobernador y para complacer a un oficial manchuriano de visita, detuvieron sin preámbulos a una joven cuentista y famosa cantante de las casas de té.Esa noche, la joven actriz narró a los comensales de la casa-jardín de altos muros una fábula, acompañada - como era costumbre- por un tamborcillo que apenas repercutía en bajo, con lo cual lograría a cambio la promesa explícita de su libertad. Sin embargo, igualmente fue deshonrada por el impaciente  y grosero oficial manchuriano y días después se la halló ahogada en el hermoso lago del Oeste. La fábula que ella narró fue la siguiente: " Siglos antes de la formación del Imperio Chiu, la codicia y el odio demencial conducía a las tribus pobladoras de los valles y de las montñas de Wu, a matarse despiadamente entre sí. Como cada tribu ansiaba construir su propio Imperio, las luchas fraticidas no cesaban. Por lo tanto, luego de vencer en muchos combates, la tribu Chiu consiguió predominar en aquella vasta región. Quizá la crueldad demostrada por los guerreros en la matanza de sus enemigos, se debió a la actitud intemperante del espíritu de la montaña del Oeste, que influía en aquel cielo, en aquella tierra y en todas las cosas que allí existían. Lo cierto es que de pronto el cielo y la tierra se cubrieron de fuego, las aguas se disiparon de los ríos y lagos profundos, los fértiles valles se volvieron agrestes y quienes se aventuraron desaparecieron en las grandes extensiones resecas, arenosas. En ningún cauce se represaban las aguas porque no se formaban en el cielo incandescente cúmulos que atrajeran la lluvia. Sólo podían divisarse cumbres azulinas en las alejadas montañas del Este y a quienes se dirigieran hacia allá, los aguardaba el antiguo desierto donde medraban escorpiones, serpientes venenosas y monstruos de ojos salientes y horribles colmillos.De a poco se sofocaba la vida y en las aún frías cavernas, los sobrevivientes escuchaban el rugido de los vientos huracanados de arena hirviente que con estruendos pavorosos se arremolinaba en las cañadas y en los insondables precipicios.Como los arrogantes hombres de la tribu Chiu no sabía hacer otra cosa que combatir, miraban azorados sus armas y armaduras ahora inútiles. De nada habían servido los ritos y sacrificios vestales, los clamores en las sombías auroras no eran atendidos por el espíritu de la montaña y el oráculo al fin fue consultado. El dictamen fue escueto al encomendarles perseverar en ambas adhesiones al fuego. Entonces uno de los Jefes advirtió que sólo existía un hombre capaz de interpretarlo: se llamaba Kung Tsui, pertenecía al estado de Liu y era el consejero más estimado del Imperio. Solicitaron su presencia y Kung Tsui descendió de su retiro en las montañas Mao-Yi.Al llegar, observó con mucha atención el penoso espectáculo de aquella región desvastada. En las umbrías cavernas, atendió a esos hombres bárbaros que le hacían incontables peticiones y les respondió en estos términos: "¿ Cómo puedo yo saber la clave de este dilema entre lo alto (Li) y lo bajo (li)?"_ Al menos quítanos la perplejidad y dinos si te bastará un reino a tu disposición y así te ocupes de este grave asunto- dijo uno de los exasperados Jefes._ No suelo cobrar por mis servicios. No sé argumentar ante espíritus airados u hombres orgullosos. Mi vida es vagar sin rumbo y ocasionalmente beber con amigos a la orilla del río en las noches de fulgurante Luna. No obstante si obtengo algún éxito alumbrando sus mentes o si suspirando ruidosamente consigo que el espíritu de la montaña me tome en serio, estaré satisfecho con volver a contemplar de nuevo el torrentoso río donde saltan los peces blancos.Dicho esto Kung Tsui  se inclinó ceremoniosamente ante los representantes de la tribu y atendió en silencio las restantes preguntas._ Por favor, ¿dinos en qué forma te enfrentarás al espíritu de la montaña?_  Se dice que has estado ayudando a muchos en calamidades semejantes...Finalmente cuando se agotaron todas las inquietudes respondió a estas últimas diciendo:-¿Acaso puedo yo saber todo? ¿ Cómo saben si eso que dicen no es lo otro?Kung Tsui fue desdeñado por la tribu Chiu que creyó preferible rogar falazmente al espíritu de la montaña, prometiéndole difusas ofrendas. Pero aquellas interesadas peticiones irritaron aún más al disconforme espíritu que esta vez castigó a la región con un diluvió que duró cien días.Cuando la tribu estuvo a punto de extinguirse, Kung Tsui se dirigió a la cima de la montaña del Oeste. Al subir entrevió la espesa figura de rostro alunado, de grandes ojos ceñudos y caústicos, y se arrodilló expresando contricción por su deleznable condición de mortal. Luego exclamó: " ¡ Oh, magnífico espíritu! ¿ acaso te debemos mayores ofrendas por esa tormenta que originó un océano? _ Ninguno de mis poderes podrá ser imaginado o comprendido por tontos mortales.¿ Acaso podría yo hablarles de mi razonable cordura?Entonces estalló su carcajada que derribó una avalancha de rocas hacia el precipicio.Kung Tsui dijo: " Es cierto. Somos infinitamente pequeños ante tí que eres infinitamente grande. En consecuencia ignoramos si el cielo ardiente como la sangre de un joven inmortal y ahora sombrío, presagiante como la morada del Dragón, volverá a ser un día luminoso y claro, armonioso y benigno."_¿ Cómo te atreves, odioso consejero, a enseñarme rectitud y excedes así mi paciencia?Tronó en todos los ámbitos su voz, se sacudieron los cimientos de los volcanes y muchos hombres y animales de las cuevas y cavernas fueron devorados por la roca líquida. Kung Tsui tuvo que permanecer a sus pies y al calmarse aquel holocausto, dijo con mayor humildad:- "¡ Gran dueño y Señor...laten mis sienes y tiembla mi voz pues desafiando tu poder cometimos ofensas contra tí! La soberbia de la victoria contra los hermanos fue la causa de la ruina de los Chiu. Ahora te ruego me escuches: Pronto retornaré al vacío, pero quiero decirte que mis temores no sólo alcanzan a los miserables súbditos indignos de tu aprecio, aún sobrevivientes, sino a la contradicción que creo advertir en tu designio."El espíritu de la montaña contempló al consejero con expresión curiosa y este agregó: " Sería vano para mí querer hallar la causa de tu ira, tan superfluo soy. Por lo tanto me ofrendaré y rendiré culto al ordenador de la vida, aunque sostenga que mi ofrenda será precaria. La tribu Chiu ha llegado al punto muerto de su camino. Han rezado y sus ruegos no convencieron a tus evasivos oídos. No contienen la virtud. No hay pureza de corazón en sus voces falsas y ahora viven en la extrema aflicción y el dolor. ¿ Cómo podrían complacerte?"_ ¿ Y qué pretenciones tienen mis estúpidos sirvientes de la tribu Chiu más que esa vida desgraciada que les he regalado por mi propia voluntad? ¿ Y cuál es la contradicción que atribuyes a mi pensamiento?_ La naturaleza dispuso una vida larga a la tribu Chiu, pero tu dispones una vida corta a la tribu Chiu. Anoche recibí este notable conocimiento que originó mi confusión: ¿ Quién posee el poder de la vida la naturaleza o tú, o eres tú la naturaleza  y yo un estúpido ignorante que no sé interpretar mi sueño? Agradecería me aclares el significado y entonces mi ofrenda de una canción compuesta especialmente para tí halagará tus oídos._¡ Me agrada eso, me agrada eso!- dijo el espíritu de la montaña frotándose las hinchadas mejillas con los dedos de afiladas uñas. Y después de acomodarse a gusto en la roca que asomaba al abismo, se expresó en esta forma: Al fin lo opuesto se une. Entona esa canción con este laud de seda y te complaceré a mi vez.En un tono regular y desapasionado Kung Tsui recitó:" Dime espíritu de mis tristes sueños,¿ dónde está el rocío otoñal,dónde el bosque, dónde el río y los jardines?¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujadorecibir el aliento de las floresy ver amantes en el sendero!¡ Oh, cuanto ansía mi corazón estrujadoque valles y cañadas, montes y hondonadas,se ciñan y refulgan con cada primavera!El complacido espíritu de la montaña del Oeste se movió en nubes de nieve, sobrepasó el estruendo de los rayos, atrajo el Arco Iris, abrió con soplos de brisa los cielos y revistió con vivos colores el valle de los Chiu. 
 Hablaré desde mi alma hacia tu alma,hablaré bien despacio de aquellos mestizos,de los criollos y patizambos y de los negros que jamás fueron exonerados.Hablaré de los aborígenes que son hermanos y fueron impadiosamente masacrados.Hablaré de la poesía y de los instrumentosque lloran de pena por tanto estrago.Hablaré de quienes duermen en las estacionescubiertos de harapos, tapados con diarios,de los que piden limosnas en las esquinasy son atropellados sin verdes semáforos,y de ese viejo que noche a noche esperauna mezquina moneda ante las opulentas puertas del Supermercado. Hablaré del corazón humano que ya no amaporque se hizo añicos con tanto daño.Y hablaré a los hombres que se sienten hermanosy de los otros, los mercenarios, que todo destruyenen la inclemente furia de lo malsano.Hablaré de los ricos que son humanos,y de los pobres ricos que son nefastos,y hablaré de América y de mis hermanosy cuando ya no pueda hablar, ni hacer estrofas,soñaré que un día fui y atrás quedó el llanto amargo.
 ___Sinfonía Fantástica. Opus.14___ 1er.Acto: Ensueños y Pasiones. _ ...Ese extraño pesar de mi alma, ese silencio de mis horas solitarias que solamente son recuerdos.¡ Oh pensamientos inquietantes!¡ Oh pensamientos felices...!Y po fin te vi y mi alma se colmó de felicidad y desaparecieron mis angustias,¿podré verte de nuevo?Solo podré descifrar mis estados anímicos si consigo que estés junto a mí. Sí, estoy enamorado de ti ¿ imaginarás acaso la fiebre que me tortura si no puedo verte de nuevo? Mi alma incendiada se consume mi amor:¿ puedes adivinar mi hondo reclamo?¿Y aquel extraño silencio o aquel hondo pesar que derrota una y otra vez mi alma enamorada, tiene algún significado?¿ Me buscas? ¿ Acúdes si te necesito? Recién divisé en la niebla tu ceñida figura y sé que estaremos juntos y seremos libres para amarnos... Pero ¿ qué es esto que me inquieta?¡ Oh, celos, oh amargos pensamientos que dañan mi cordura! ¿ Qué rival te posee y te quita de mí?¿ Eres tu mi amada, quien golpea la latente puerta de mi corazón para calmarlo? ¿ Pero dónde estás? ¿ Por qué se fuga tu imágen? ¡ Oh, niebla cegadora, sal de mi vista...no impidas que pueda verla, no vuelvas mi sospecha odioso rencor!¡ Ahí estás amor mío, por favor no te alejes, te imploro que no te alejes ! ¿ Quién es él...juro que lo mataré! ¡ No soportaré que engulla tu aliento a través de esos besos despreciables!¡ No, no soportaré que te bese, no soportaré que le sonrías y le coquetees!¡...Oh, amor mío, perdona mi reproche! ¿ Sabés? te amo sin condiciones y renunciaré a tu amor aunque sienta la más terrible desolación; rezaré al Altísimo y me refugiaré en El después de pedir perdón por haberte ofendido con mi injusto reclamo...__Segundo acto: Un Baile.___...Y ahí estás danzando admirablemente. ¡ Mi espíritu se aquieta por tu expresión plácida que se eleva con la danza! Mis ojos absortos en tus movimientos admiran tu pies transparentes...¡ Te acompañaré pórque debo decirte mil palabras bellas para olvidar mi tumulto....tomaré tu cimbrante cintura y danzaremos mientras te admiro y me siento orgulloso de ti...¡ Oh, dulce embriaguez de este mundo rutilante! ¡ Oh, belleza inigualable de este momento en que nos amamos!_3er.Acto: Escena en el Campo__ Eso sonidos armoniosos  que apaciguan  son de los pastores con su música; el aire es cálido y las hojas se mecen con la apacible brisa llenado nuestros ojos con este paisaje por donde la luz penetra las copas de los arbolados...allá, en la planicie verdosa, estan ellos enfrascados en sus rítmos pretendiendo dejar un mensaje bucólico para siempre; curiosamente calman mi ánimo, apaciguan mi fiebre y mientras atisbo figuras lejanas del monte, te veo por fin...me acercaré discretamente, con extremo sigilo pisaré las hojas del sendero mullido y al reconocerme seguramente tus labios latirán acelerados pronunciándome y nos besaremos y habrá una promesa: inclinándome te ofreceré mi corazón para siempre ...¿ Para siempre? ¡ Oh, corazón mío que enturbias mi deseo, qué te propones?¡ Oh piel estremecida por feos pensamientos...! ¡Oh, duda extrema que acosas mi mente fatigada... Irás de nuevo con él? Mis pensamientos me hacen concebirte tan cerca y tan lejos...¿ Por qué escapas, amada...? ¿ Por qué estás ahora a su lado? ¡ Mi pecho se angustia! ¿Por qué sonríes a mi rival y me hieres cruelmente? Esa música que se ha vuelto discordante no cesa en su desarmonía de llenar los prados hasta que anochece y todo se vuelve presagiante y mi voz reclama entre las sombras donde nada es reconocible. ¿ Dónde estas amada ahora que te necesito y mi pena agobia como una pesada cadena engarzada a mi cuello? ¡ Oh, soledad compañera indecente que destruyes mi ahelos! ¡ Oh, infinita tristeza que hace trizas mi corazón al pensarte perdida entre los sátiros del bosque!_4to-acto: Marcha al Cadalzo__ ¡ Qué hice! Mi culpa terrible me conduce al desvarío, merezco la condena..Ellos me acusan, me llevan, los habitantes contemplan  torvamente el carro que me conduce; los habitantes...estúpidos que nada saben...y no puedo sin embargo soportar sus acusadoras miradas, con sus maliciosos pensamientos aturden mi cerebro como si los oyese...un rumor maligno recorre la marcha doliente hacia la plaza principal...¡ Pérdoname amada mía, aunque yo mismo no pueda perdonarme! ¡ Dios he faltado a tu orden, he ensuciado mi amor! ¡ Amada, ausentes están tus labios y tu sonrisa, tus ojos ahora nada transparentan o  ¿acaso respiras y me devuelves a la vida?_ 5to acto: Una noche de aquellarre_¡ Malignos seres, incubos horribles, dejadme en paz...No depende de vosotros devolverme mis sentidos! ¿ Dónde estoy? ¿ Es este el engañoso infierno? ¡ Ya he sido castigado por la justicia divina y aceptaré mi destino!¡ Rian estúpidas criaturas infernales...! ¡ Déjenme déjenme! ¿ Tu, quién eres tu maligna criatura que imitas a mi amada y quieres bailar conmigo? ¡ No bailaré, no, Tu no eres aquella a quien yo amo y ha muerto por mi mano vengativa! ¡ Vete...tu engañoso parecido por momentos me hizo creer...no quiero poseerte pálido y vulgar reflejo de mi amada! ¡ Quiero irme de aquí, quiero alejarme de estas criaturas ridículas! ¡ Oh, cuánto horror...Oh, amada mía nunca volverás! ¿Y esos sonidos diabólicos de donde provienen? ¡ Horrendos dejadme en paz...!
                No te expliques ciertas cosas.        El amor no  se explica.        No se explican las hazañas,        ni el temor, ni la vergüenza,        ni las parábolas ni las metáforas        ni siquiera la pequeña diferencia        que nos diferencia y distingue.         No te expliques ciertas cosas,         la ignorancia no se explica         ni la roca que inmoviliza el rostro         del tiempo o de las monedas         que volteándonos tiramos en la fuente         de la discordia indefensa.          No se explica el placer de verte,         la nostalgia no se explica,         ni las costumbres ni los halagos         encuentran explicación que sirva.          No te expliques ciertas cosas,         de las horas perdidas o del árbol         partido infinitamente por los rayos,          ni la flor marchita, ni la alegría          de la danza ni la sinrazón de tenerte.
                " De los actos más atroces emana la fascinación que nos mueve a reiterarlos"El atardecer de aquel viernes tenía los pensamientos en blanco y la violenta acción fue posible.Después, sólo cabía esperar agazapado la reacción del gentío que observaba el escenario dantesco desde el muelle. Bayron se movió con ellos cuando fueron obligados por los de prefectura a replegarse detrás de las vallas. Resultaba peligroso quedarse cerca de donde flotaban, trizándose en breves explosiones, algunos restos del buque petrolero.Más o menos a las siete, la arrumazón avanzó formando un techo relampagueante y amenazador. La humareda del buque medio desvastado ascendía lentamente en espiral hasta que una imprevista correntada venteó las huestes oscuras hacia el sur de la dársena impregnando la atmósfera con el acre olor del petroleo quemado. Lo siguiente fue anecdótico. El estallido final se expandió como reguero y arrasó las embarcaciones amarradas en las cercanías. Las víctimas ( demasiadas si se las comparaba con los escasos muertos incinerados en vida), fueron marinos sorprendidos en sus camarotes o en las salas de máquinas y muchos de ellos fueron rescatados de las fogueadas aguas por lanchones cuyas maniobras y ulular de sirenas encrespaban el aire. Los apostados en  el muelle clamaron indignados: querían justicia.Esa noche, al trepar las escaleras hacia su cuarto, Bayron se detuvo por un momento a escuchar los comentarios exaltados que otros pensionados le hacían a la Sra. Menghet y pensó con frío desprecio que era inútil especular sobre el móvil de la masacre y los incriminados; no ganaban nada porque la noticia en pocas semanas dejaría de incidir en la opinión pública sobrepasada por otros hechos terroristas que de modo incesante asolan el mundo. En su cuarto Bayron buscó evadirse de la espantosa soledad bebiendo copiosamente. De vez en cuando fisgaba por la ventana el estacionamiento de enfrente y por fin vio a dos tipos filtrados por la lluvia cruzándola para guarecerse en la entrada del centro comercial. Se inquietó pero los tipos quedaban en la mira, prácticamente no eran invisibles. Luego se desnudó y se metió en la cama. El exceso de alcohol hacía su efecto y la pesadez del sueño aumentó su angustia: merodeaba en el muelle bordeando las embarcaciones.Las quillas condensaban jirones boira que ascendieron por su cuerpo y ciñeron sus garganta como boas constrictoras. Despertó de golpe, sudado y con los músculos como piedras. Hurgó entre las sábanas pero halló el revólver en las ropas dispersas por el piso. Volvió a fisgar por la ventana; los tipos seguían allí al parecer atentos a quienes entraban y salían de la Pensión de la Sra. Menghet. Bayron se quedó inmóvil, prestando atención a los demás ruidos, al quejido de los escalones y a las voces que, de vez en cuando, subían. Pero nada sucedió. Una hora y pico después comprobó que los tipos ya no estaban. Se sentó a la mesa y mientras calentaba el gargero, repasó su llegada de tucumán una semana antes. Había bajado del tren y recorrió el andén con sigilo y en alerta al control policial que a esa hora era mínimo. En tucumán también debió ser precavido. Posadas había dicho " no se deje ver" y sonrió. Todo el tiempo se mantuvo al márgen: ni siquiera tuvo contacto con una mujer. Después de hacer estallar la guarnición no se arriesgaría, esperaría para volver subrepticiamente. Ahora, una vez cumplido el otro " encargo" y pensando en la fortuna que debía cobrar, volvió a sonreir. A Rosa la había llamado ni bien se instaló en la Pensión.Cuando intentó fijar la silueta de Rosa en la cama del hotel su memoria lo traicionó. Tres meses eran demasiado. La silueta se hacía imprecisa: tenía presente su expresión cohibida y anhelante, tenía presente sus muslos largos y tersos, pero la memoria de los momentos de pasión reaparecían borrosos. Puso el arma sobre la única mesa del cuarto. Había percibido- mientras aceitaba y frotaba parsimoniosamente el 38-, que los ojos se le desorbitaban y ardían como brasas. Los enjuagó un buen rato con el agua helada de la ducha, lo mismo hizo con su cuerpo que también ardía extrañamente. Después, en la cama, entró en un sopor del que saldría tensamente el mediodía siguiente.Rosa lució como en la primera cita dos años antes. Llevó al Lezama el mismo vestido de zarga azul Francia. Al acercarse a Bayron la sombra de Rosa, resaltó sobre el fondo de la pared del museo histórico. Rosa no tenía aspecto deportivo, no se destacaba por ningún ademán desafiante, pero sus pasos eran elásticos y a la vez reposados, su andar le prestaba una sugestiva elegancia. A Bayron le encantaba que aquellos movimientos en contraste insinuasen la sedosa pasividad femenina. Lo miró conturbada. Luego de un gesto amoroso,algunas palabras flotaron en el oído de Bayron procurándole alivio. Se mostró muy preocupada por él, y él pensó que el amor de Rosa no se desgastaba. Un leve reproche por su ausencia surgió en la cama del hotel alojamiento. Pero dijo arrepentida: " Soy una tonta" y unas lágrimas mojaron las manos de Bayron._ ¿ Qué hiciste todo este tiempo?_ Te esperé cada noche- dijo ella enjugándose las lágrimascon cierta tristeza. Rosa, en el Parque Lezama, había abandonado su mirada en los niños que alborotaban en los juegos distantes. Al llegar él le había preguntado por qué no se alimentaba mejor; al abrazarla con ternura apreció la excesiva delgadez y la besó apasionadamente. Sin decirle cuanto la amaba le había dicho piropos que ella interpretó como actos irrefutables de amor.Bajaron por el terraplén hacia la zona densa de vegetación. La llevaba de la cintura, aspiraba su olor y tanteaba con placer su armonioso andar. Abajo, la fuente enorme y cuadrangular se había sedimentado de mugre. Allí, el frío era inclemente y el sol alumbraba apenas. Se sentaron en un banco de cemento y mientras charlaron contemplaban los minaretes de la Iglesia Ortodoxa. Bayron sintió necsidad de volver a besarla con intensidad, con fuerza de posesiva; pero aflojó su abrazo y sus besos se hicieron mucho más suaves. Se daba cuenta de su propia brutalidad y esa no era la forma de estimular unos labios tembloros e inseguros. Rosa que ya empezaba a sosegarse, le contó su rutina en el Samovar; habló de prisa y entrecortado, diciendo que muy pocos turistas compraban antigüedades en esa época del año. El ruso- un hombre parco y siniestro, según su opinión-, lucía una condecoración de guerra y ostentaba un brazo ortopédico. Todo, en el vetusto Samovar, olía mohoso y el semblante de anteojos redondos, atisbaba con su único ojo a los visitantes que compraban y se iban rápidamente, quizá intimidados por su presencia...lo domingos, al salir de su trabajo en el Samovar, solía recorrer la zona del caminito...Bayron escuchaba a medias porque - al aludir Rosa a lo siniestro del dueño del Bazar- le remordió ser como era: no sabía explicarse que veía ella en un hombre de fondo cruel. Tal vez ese fondo despiadado y patético, inspirasen su compasión y su amor. En tal caso era una amorosa piedad mucho más fidedigna que algo real pero interesado.En el taxi, ella descansó la cabeza en el hombro de su amado. Se sentía dichosa y dijo con picardía: - Sería lindo ir otra vez a Escobar.El taxi recorrió Montes de Oca hacia el centro y Bayron veía con ojeriza el paisaje edificado de una ciudad que avivaba sus instintos más deplorables.Aun derruida, era preferible la casa de Escobar donde su hermano y él fueron criados. Habían ido a esa vieja casa con Rosa el verano anterior y en el invernadero hicieron el amor. Esos momentos lo compensaban cuando debía permanecer en las sombras. Recordó que al finalizar el acto amoroso, empecinados en apretar en sus almas esos instantes fugaces y esquivos, habían reído a carcajadas. Bayron se sujetaba ahora a ese nítido recuerdo pero un ramalazo de otro recuerdo lo suplió: sus padres muertos prematuramente llenaron ese espacio de su conciencia. Salieron del hotel alojamiento después de dos turnos y llegaron a plaza Constitución a la hora que la enjambre humano se desgaja en las enormes bocas de la estación de trenes y hacia todas partes con bestial desesperación.Casí todo el martes estuvo en el cuarto de la Pensión mirando desde la ventana el movimiento incesante de la avenida y del estacionamiento. Ese día el delirio informativo que daba cuenta del atentado en el Puerto, acreció. Por otros comentarios supo que todavía no se focalizaba a los responsables. A la hora de cenar, con las solapas de su gabán ocultando el perfil de su cara pétrea, frotando sus manos frías, entró al Fondín del Puerto. En ese sitio debía encontrarse con  Posadas. Una treintena de parroquianos (estibadores y marinos) empezaban a cenar en el ruidoso lugar. Los que más aturdían eran los que no había parado de beber cerveza y estaban a punto de embarcarse.Un fornido guardia, revoloteó donde estaba Bayron, tenía una expresión amigable y lo invitó con un trago. El tema salió muy pronto a relucir. El guardia comentaba pormenores del atentado del viernes y dijo: " Mancomunados con los de prefectura ya agarramos a dos sospechosos."_ Me imaginó- repuso Bayron clavándole la mirada- que los mandarán al paredón.Al guardia le extrañó el exabrupto. Observaba el rostro sulfurado de Bayron con cierta indecisión, pero luego dijo muy seguro:- Pierda cuidado compañero, sean quienes sean pagarán como Dios manda."Bayron hubiese querido decir que no era cuestión Divina sino exclusivamente suya pero se rió de sí mismo. Por la húmeda opacidad de la vidriera vio alejarse al guardia en dirección a las oficinas del astillero férreamente vigiladas. Esperó a Posadas en vano. Esa noche frecuentó el insomnio. El miercoles lo llamó a cabotaje. " Salió muy temprano y no sé si vuelva- respondieron de la oficina. A la hora del almuerzo del día siguiente, se comunicó con Rosa a la casa. Ella insistió en que disponía de esa tarde para que pudieran verse. Insistió conmovedoramente. Bayron, suponiendo un muro que tenía que derribar para salir del suspenso en que lo había puesto Posadas dijo: " Ahora no Rosa, estoy en un asunto que espero cobrar..." Y anduvo toda la tarde vagando por la ciudad echando puteadas al mentiroso de Posadas. Esa noche retornó a la Pensión tarde e indescriptiblemente cansado.Recordó que el lunes, durante el trayecto hacia el hotel, Rosa lo abrazó sin prejuicios.Parecía empeñada en contagiarle su excitación y en vencer su estado imperturbable y ajeno. Impulsada por la pasión necesitaba compartir su amor y, en la habitación, al hundir él sus manos fibrosas en la masa de cabello sedoso, que al caer de lado volvía más sugestivo el rostro que lo asediaba, advirtió que Rosa lo amaría para siempre, aunque él dejara de quererla, aunque desapareciese de su vida.Después se durmió contra su cuerpo y él la contempló con admiración porque tenía presente su sorpresa cuando le prometió que se irían al Uruguay para empezar una nueva vida, " una buena vida" así le había dicho. La propuesta no era ilusoria.¿Por qué no llevar una vida común como los demás? Tendría dinero de sobra para eso..._ ¿ Me vas hacer tu mujer, flaquito?- dijo Rosa y frunció la cara cómicamente, pero enseguida quedó pensativa; prestaba atención al ronquido constante del pecho de Bayron que mientras dormía era convulsionado por la tos._ Rosa, mirá- dijo al salir- ya no quiero estar más en esta ciudad reventada.Rosa enmudeció, conocía la aversión de Bayron por Buenos Aires.Esa mañana, aguardando a Posadas en un café de Corrientes, Bayron pensó que  una vez finalizado " el encargo" debía irse de la ciudad o terminaría "boleta". Fue esa la primer entrevista con su contacto y Posadas había acentuado reiteradamente lo de "un trabajo limpio, sin señales"_ Fui cuidadoso siempre así que no me imponga condiciones- repuso agriamente Bayron. Y luego trató de suavizar su dureza invitando a Posadas con otro trago, que  este aceptó de buena gana. Los labios de Posadas eran imperceptibles y su faz cínica, aunque esa tarde se mostrase afable igual rezumaba desabrida._ Lo sé bien- dijo- los amigos comunes siempre hablan de sus "hazañas". No crea que tengo nada personal, le aclaro...pero sí exigencias de los que pagan. Ellos saben perfectamente a que se juega (extendió un sobre). Tampoco transigen en esto. Ahi va la mitad de lo acordado (vaciló un instante y lo miró con fijeza),¿ le parece que nos veamos cuando todo acabe y en el fondín del Puerto arreglemos el resto?Aclaró el día y la hora y se levantó. Estudiaban mutuamente sus reacciones. Bayron percibía la contracción de furia que los asemejaba. Más tarde se arrepentiría de haber aceptado aquellas condiciones. Las palabras finales de Posadas fueron: " Si surge alguna complicación acá tiene mi número de la oficina de cabotaje...ah, buena idea que haya pensado irse del País...Lo llamó otra vez el jueves. Posadas después de excusarse por no presentarse en el Fondín, describió en forma parca cómo estaban las cosas: " Nos bloquearon los fondos, clausuraron el astillero y la aduana-dijo- ¿ se dará cuenta que quieren sindicarnos?_ Será como dice, pero no por falla mía- replicó Bayron._ Es aconsejable esperar- agregó Posadas con voz extraña.Posadas se daba cuenta que todo se iba al diablo, una vez empezada la cacería caerían de a uno por vez. Esa noche la lluvia firuleteó en el adusto rostro de Bayron a medida que se acercaba al Fondín. Posadas había dicho además: " No hay que apurarse ni arruinar las cosas" Bayron abstraído contestó: " está bien esperaré."Antes llegar a las inmediaciones del Fondín, había divisado a "los perros de prefectura" diseminados en el rigor de la vigilancia. La figura alta de Bayron se desperfiló al entrar al recinto de marinos sedientos. Por la vidriera aventada con el guante, acechó la zona de embarque. Del lado opuesto, la niebla envolvía las edificaciones de la Aduana y sus oficinas. Como a las once de la noche, sin depertar interés en los parroquiano salió; se internó en la neblina, caminó costeando los galpones y respondiendo tardíamente a Posadas..." no arruinaré nada, resolveré el asunto a mi modo." Avanzaba hacia las oficinas de contornos borroneados oyendo la sirena del buque que partía. Al emboscarse divisó la custodia, charlando y fumando. Le fue sencillo urdir la manera de entrar sin ser notado. La falleba de la ventana balancín trasera de la oficina de pagos cedió con facilidad.Mientras compaginaba los códigos con el sensor para lograr abrir la caja fuerte empotrada en la pared, debajo del emblema caduceo, pensaba en Rosa, en su cara dormida y plácida del martes en el hotel por hora, cuando todavía no oscurecía y el cielo se apagaba con un celeste pálido. La tenía a su lado, con una pierna cruzada sobre las suyas y la mano, en forma alternada, descansaba en su regazo y en su pecho; el cuerpo aún ardiente de Rosa parecía desafiarlo con su ternura. Al salir del hotel, temiendo nuevamente que aquellos instantes se les escapara, estuvieron un rato abrazados, emocionados y felices.Verificó con el sensor hasta que los números coligaron y la abrió. Evitó valores y fajos encitados de pesos; guardó en el bolsillo interior de su gabán seis fajos de diez mil dolares cada uno.Al perderse en la dársena rumbo a la salida del puerto, tenía la certeza de haber muerto al guardía que lo había interceptado. Lo había visto boquear y al huir lo había visto oscilar sobre sus rodillas y caer como si la vida se le derrumbara. Desde ese momento comenzó la incertidumbre que ya no lo abandonaría. Se imaginó destinado a cruzar (en una huida interminable) un puente gigantesco, una fuga infinita sobresaltada por el recuerdo de Rosa.Hizo un largo trayecto en colectivo para llegar a la concesionaria de su hermano Julián López. Se parecían físicamente aunque el otro era menos flaco y desgarbado. Idéntica era la aspereza de la voz, el recelo al mirar y la serenidad al contabilizar los fajos de dólares que le entregó.Estaban a solas en un ala administrativa de la concesionaria._ Te hice en Tucumán hasta ahora...- dijo Julián cuando escuchó la voz de Bayron por teléfono un día antes. Ahora Julián guardó el dinero en un maletín y anotó la cifra en su agenda. " Es demasiado, sumándole lo que tengo guardado" dijo._ Bueno, ya sabés..., no debo tener sobresaltos en el futuro.Bebieron un  par de copas de grapa, silenciosos y fumando pensativos. De pronto Julián descruzó su larga pierna. Había acercado su rostro al de Bayron y lo escudriñaba._ Espero que de acá en más tengas cuidado- dijo- ¿ vas a ir con ella?_ Sí, dijo Bayron y un leve temblor vibró en sus labios- De acá a mañana necesito pesos. Saldaré la deuda impositiva de la casa de Escobar y te dejo a cargo para la venta. Julián preparó un cheque con una cantidad estimativa y otro para viajar e instalarse en el Uruguay. La suma era abultada e hicieron los cálculos. Bayron podría transferir del Banco Nación a  una cuenta que poseía en Montevideo.Estuvo recorriendo Escobar de un lado a otro porque no hallaba la escribanía de Esquivel reinstalada en otro punto de la ciudad. Se sentía mal. Los recuerdos de su niñez allí lo asfixiaban, presentía algo extraño, la imagen del puente por donde escapaba hacia la infinitud se bifurcaba, por un lado desmbocaba en una ciudad deslumbrante y por el otro en un valle desierto. Por lo que veo se hartó de mandarnos avisos- le dijo a Esquivel hijo. Estaba irritado, Matías Esquivel reemplazaba al viejo de espalda encorvada que había muerto un par de meses atrás._ Señor López, vea, me gustaría que entienda que mis avisos fueron amistosos. La vinculación de tantos años entre mi padre y su familia..._ Déjese de joder con todo eso y diga cuánto se debe..._ Esquivel hijo puso cara de desdicha: hizo lo que se le pedía como autómata. Sumó además los gastos de las reparaciones que se harían en la vieja casa a partir de ahí en venta. Fueron a inspeccionarla. Estaba ubicada a un par de Kilómetros de la Panamericana y Esquivel evaluó los daños: el interior enmohecido, descascarado, los ventanales sin vidrios, las tejas dispersas, el patio agrietado por la excesiva vegetación que invadía el frente bolseado... _¡ Estragos del tiempo!- dijo Esquivel- pero va a quedar flamante para la venta.Retornó a la Capital con el ánimo aplastado. El pretérito se volvía absurdo, carente de consistencia ningún hecho significaba algo. Los pasajeros que en cada estación trepaban al vagón pertenecían a una realidad que Bayron desconocía. La concepción de dos realidades se le impusieronde nuevo; en una se comunicaba de nuevo con sus padres; en la otra escapaba seguido por un rumor de voces incoherentes hacia la felicidad. La ultima visión que tuvo antes de caer en la inconciencia fue que sus padres lo observaban y se burlaban de él.En retiro se comunicó con Rosa. Ella notó su extremada agitación_ Nos vamos esta misma noche, Rosa- dijo_ Pero, no puedo estar lista en dos horas, Bayron, mejor dicho, puedo estar vestida, mi amor pero ¿ y las valijas? Dos horas más tarde se verían en Constitución. Irían en un taxi y abordarían el Ferry con tiempo de sobra. Quería comprar algún obsequio para Rosa y aquel sentimiento puro de felicidad se bosquejó de nuevo como una conquista impensada, como una emoción positiva, apenas presentida, apenas atrapada.No advirtió el impulso que lo hizo encaminarse al Puerto. El escenario se asimilaba a la noche del asalto a la oficina de pagos. Oía claramente las voces de los marinos que entonaban canciones y gritaban en el Fondín y los plasch de la superficie del río contra las quillas de las embarcaciones. Estuvo detenido en el muelle observando aquella superficie acuosa maloliente. Cuando avanzó hacia el embarcadero, presintió a sus espaldas las dos sombras amenazadoras y procuró responder a los disparos agachándose, sacando su reluciente 38. Enseguida se escuchó un plasch neto en el agua y, poco después, ante la aviesa mirada de los guardias, el cuerpo de Bayron asomó con el pecho destrozado.
 Esas matas y canteros florecidos que de pronto entretienen la vista, en un tonificante domingo de festejo patrio en el que me dirijo al extremo de la plaza que enfrenta de un lado la transitada catedral y del otro (donde la banda de música entona con sus instrumentos esa hermosa sinfonía por lo que los paseantes se detienen embelesados a escuchar las variaciones interpretadas por esos artistas sin nombre que aspiran el aire y el leve sol que les entibia las mejillas), el palacio municipal desierto, de paredes opacas, percudidas, ajenas, mientras un grupo de escolares rompen formación frente a la bandera y arman un bullicio hermoso debajo de los copudos árboles, cerca del busto principal del héroe patrio que todo lo ve con ceño adusto y cerca del símbolo alegórico- un mapa con forma de bife de costilla-, en ese especial día de conmemoración por la masacre en las Islas de vientos feéricos. Los bancos de piedra ocupados por algunos ancianos reflexivos y hundidos en sus pesares, reciben la perspectiva total del verde cambiante del ámbito en su plenitud, reciben pensativos el movimiento irregular de los paseantes, reciben con agrado la vista de las madres ocupadas en el parloteo incoherente y recuerdan esas viejas madres que aún lloran por los hijos masacrados en las invasión a las Islas del Sur; las madres lloran: por qué hijos míos fueron a morir  en trincheras en las que padecieron hambre, miedo, frío, protegidos precariamente con unos guantes sostuvieron las armas en desuso y asomaban los cascos impulsados por las órdenes de unos trastornados que les gritaban como si fuesen perros sarnosos. Entonces vuelve el frágil equilibro de la vida a una realidad diferente, a una plaza alegre a las hamacas que se mueven con la algarabía de los niños amados que llenan sus zapatitos con arena del sector de juegos y al parloteo que encanta a los ancianos, y tal vez, como a testigos mudos, se nos revela el devenir incesante, el principo de todo,aquel despelote sideral de estrellas que explotan, de gas que se condensa, de negrura que no es vacío, ni nada, simplemente es algo inintelegible aunque después de eso deviniera la vida,y mucho después se poblara la tierra, y muchísimo después en el mar tumultuoso surgieran esas islas, escenario de la brutalidad y la estupidez que embola y nubla la razón y el sentimiento. Ellos, los ancianos, ven con otros ojos el pasado, ven fragmentarse el oleaje contra los riscos, ven las lomas oscuras y los pozos de los muertos, ven los gestos procaces de los mercenarios, de los mutiladores, de la guerra bastardeada en artículos mentirosos que recorrieron el continente, ven los barcos torpedeados, los gritos de la impiedad, la sangre que oscurece las piedras, los pibes carajeados,las súplicas... Dios...¿dónde, dónde estás...por qué me abandonaste? No te achiques carajo, sos macho, che metele el cuerpo a los gurkas asesinos, sacá tu facón y matá, sé valiente che para morir por esas... islas endiabladas que son nuestras qué joder..." mamá, mamita," POR QUÉ , POR QUÉ ME ABANDONASTE. Pero y después de morir ¿ QUÉ? Fue una vida cancelada, amortizada por la locura y el frenesí sangriento, del desamparo de  la vida que se conduce como una potra salvaje, de esos pibes que nunca volverán a ser besados por sus novias, que ya no podrán escribir cartas a sus madres, madres que jamás podrán olvidar,  padres ancianos que miran pensativos a esos chicos correr por todas las plazas del mundo y no pueden evitar la punzada en el cuore, que quién sabe hasta donde resistirá la  tristeza de haber perdido a un hijo, a un nieto, a un hermano de la patria, a un ser humano cuya vida tronchada quedó en tierra propia pero ajena aún. La vida sigue su derrotero y los verdugos quizá ya sean fantasmas.
 Cierta tarde del invierno pasado Alcira ( la de los ojos almendrados, rostro ansioso y tics contagiosos), se precipitó hacia lo de su vecina y amiga Isabel para que le prestase esa novela de posesión demoníaca. Aunque Isabel se jactaba de haberla leído de cabo a rabo y, para demostrarlo faroleaba ante sus vecinas haciendo grotescas representaciones de la poseída por el demonio, tenía la sospecha de que aquello no era del todo cierto y lo más notable es que Alcira no se equivocaba: en cada ocasión en que Isabel metía sus fascinados ojos en la primera página de la truculenta historia caía invariablemente en un sopor alucinado por cerca de una hora y nunca podía continuar con la lectura.Esa noche, sin embargo, cuando Alcira tuvo el libro en sus manos y logró llegar a la mitad del  total, le pasaron cosas muy extrañas: lo pelos se le erizaron, los ojos de almendra se volvieron redondos como pelotas de tenís y la mayor parte de esa noche la pasó en una especie de agonía mortal salpimentada por sacudones de rana epiléptica, cosas que asombraron a Luciano, su esposo, y le dejaron un recuerdo inolvidable. Al otro día, dopadol de por medio, se presentó de Isabel le tiró el libro a la cara y le espetó "¡ Por qué no me dijiste la verdad, nena!" y se quedó mirándola iracunda. A su vez, Isabel  creyó vérselas con una gata candunga y, a sí misma, como una ratita acorralada en un rincón del comedor, sólo alcanzó a decir en su defensa: " Nunca, desde chiquita cuando ibamos al colegio, nunca pude dejar de mentir." Alcira creyó que la había puesto de rodillas, pero Isabel con astucia se escapó a otra habitación y apareció de pronto con la cruz de agades que levantó ante su amiga y dijo mascullando: ¡ Atrás, atrás, hija del diablo...!Aunque algo desconcertada ante la cruz simbólica, sin embargo Alcira, flexionado su codo izquierdo y calzando su mano derecha en el hueco de forma despectiva, sin inmutarse, respondió:-  ¡Tomá, tomá y tomá! A ese triple gesto, casi obsceno, le siguió una risotada ronca,arcana, ancestral, de la maldad en su elemento.Pero Isabel no estaba dipuesta a conceder territorio al influjo de perversidad que se le venía encima con todo el peso ( Alcira era bastante gordita y se balanceaba peligrosamente cuando debía pelear), y escapó hacia el círculo criptográfico dibujado prolijamente en el living.  Metida en esa improbable protección, Isabel lanzó alaridos bestiales y seguidamente invocó el socorro de extraños santos. Por fin vio el eficaz resultado. Su maleducada amiga, que la había seguido con presteza, no tuvo otra salida que desparramar su apreciable cuerpo en un oportuno sillón._ ¿ Pero ché- dijo Isabel ya calmada- vos estás rayeti o tu marido te cagó a palos?También más calmada Alcira repuso:- Es que por causa de tu maldito libro anoche me dio escalofríos y no lo dejé dormir...La culpa es de ese atorrante- agregó señalando el best- seller que ahora permanecía muy quietecito sobre la mesa lustrosa.- ¿Y lo leiste ? preguntó Isabel._ Bastante..._ ¿ Será cómo yo la cuento, ché?Contemplaron azoradas el libro; Isabel propuso que lo mejor sería leerlo en grupo, después se achicó y dijo que lo mejor sería guardarlo para siempre en algún baúl de cosas intocables. Entonces, Alcira, nuevamente eufórica, dijo:- Mirá, a mí me tiene entripada ese pasaje donde la protagonista se hace pís. Fijate: Mientras el tipo que quiere exorcizar a la tunanta se dispone a enfrentar al demonio, el aire huele a azufre, la poseída vomita, se vuelve odiosa, repugnante, los ojos son vitriolo, las uñas puñales de bruja, el color de la cara verde roñoso cuando vuelve a vomitar el líquido asqueroso, purulento... de repete levita y sale de ella una forma cusí-cusá que se acerca y envuelve al tipo que la quiere exorcizar y...mirá: se me puso la piel de gallina cuando llegué a esa parte...Juntas, sentadas en el sillón principal, acordaron por fin reunir a las demás vecinas, pero primero maniataron al best- sellercon cinta aisaladora, no fuera cosa que los personajes huyesen de la novela sin sus previos consentimientos.Al salir vieron a Luisa ( la del régimen de la luna) que venía tiritando con idéntico interés._ Iba a tu casa Isabel- dijo- porque hace una semana me prometiste que ibas a prestarme el libro del exorcismo y hasta hoy nada de nada..._ ¿Si? No me acordaba. Además ahora ibamos a buscar a Gabi._ ¡ Ah, confabulaban!_¿ No entendes ,nena? Ninguna de nosotras estamos en condiciones de leerlo completamente..._ Sí, así es- dijo Alcira refiriéndose al libro- nadie puede estar  a solas con el atorrantito..._ Entonces estará bien que lo leamos todas juntas- coincidió Luisa.Alcira- portadora del best -seller que sujetaba contra sus abultados senos como si fuese un gato mañoso dipuesto a escapar, rubricó esa afirmación y las tres apuntaron resueltamente hacia los departamentos de las demás vecinas, ubicados uno detrás de otro,atados en forma de chorizos. Al fondo de todos vivía la primogénita de Alcira casada recientemente pero cuando iban a entrar, como una tranca humana, se enquistó Doña Carmen, la curandera más temida del barrio, que las frenó y dijo taimadamente:- ¡ Pero m'ijas. adónde van tan apuradas! ¿ o acaso andan matufiando?- la buena mujer tenía un acento agudo-peculiar, podría decirse similar o parecido al de una chancha que azoraba a cualquiera._ Mire, doña Carmen- dijo Luisa tomando coraje- hoy nó, hoy nó que- re-mos metiches._ ¡ Ajá!- repuso la mujerona y como era una insobornable sembradora de contrariedades, volvió a la carga-¿ Y puede saberse qué les pasa que ultimamente no se dignan a visitar mi humilde consultorio?_ Es que al Julio lo echaron de la fábrica y tengo que vigilarle el gasto del vino- dijo Isabel justificándose._ A mi me cayeron los parientes de Entre Ríos, que se devoran la comida y los restos como si fuesen hormigas y no tengo plata para la consulta- dijo en el mismo tono Luisa.Entretanto por el cuerpo monumental de Alcira, circulaban ondas heladas que al arremeter contra sus poderosos senos la hicieron empalidecer igual que un día de nieve.  Por supuesto se espantó y espantó a las otras, menos a la curandera que preguntó con sorna:- ¿ Y a vos que te anda pasando?_ Le duele el estómago- intervino Luisa-_ ¡Já! ¿ No te dolerán las tetas de apretar ese libro? _ No sé, no sé...- dijo Alcira atacada de repente por un chuchazo de frío que la hizo tambalear. Al vibrarle su dentadura postiza y luego el resto de su corpachón, temió padecer un cataclismo y por poco no tira el best- seller y sale disparada como una loca. Debieron contenerla entre las tres._ Si nos deja pasar de una buena vez, iremos hacerle un té de boldo en lo de la hija- dijo Luisa airadamente. _ El boldo no sirve- afirmó rotundamente la curandera- puede ser la angélica con manzanilla de colombo o cuasia, puede ser la nencia o el hinojo,o el condurango de congorosa con un cahito de pasionaria...¡ Pero, dejáme ver Alcira: Miráme fijo..., así:- ¿sabés lo que tenés, tenés un julepe de la gran puta! ¿ Decíme, no estarás preñada del séptimo, che? En tus ojos de garbanzos cocinados hay señales fatídicas...¿ por qué no venís por el consultorio?Todas miraron a la curandera con terror y Doña Carmen, muy conforme con ese terror impuesto por sus conceptos irrefutables, hizo una veña socarrona y se fue. Las tres amigas, recorrieron el pasillo hacia el fondo como una exhalación. En el departamento de Gabi, se armó una especie de gallinero y, en lo de Ramira Ciendedos, un rato después, también._Les voy a leer a este mierdoso hasta que reviente- dijo corajudamente Ramira Ciendedos a las cuatro mujeres desparramadas y expectantes en los sillones de su casa amplia y aireada. Pero en cuanto leyó el primer renglón del segundo capítulo, las vociferaciones del marido en el garage la hicieron desistir. Los pequeños rufianes ( así les decía el padre), metían las manitas en la camioneta recien pintada de rojo y negro. Rolo despotricaba contra los hijos y clamaba por su mujer.Ramira salió entonces a corregir a coscorrones a los vándalos que no lograba educar y los enanos pusieron pies en polvorosa hacia la calle. Entretanto las cuatro amigas, frecuentando palpitaciones y arritmias, esperaban a Ramira que retomó la apasionante lectura demostrando su buena dicción y dotes interpretativas. No obstante en el tercer capítulo, devorada también por la ansiedad, se deslizó en un sillón a causa de un misterioso espasmo en la lengua. Decididamente tomó la posta Luisa que abandonó asqueada en el sexto roud,en ese pasaje que describe las imundicias más repugnantes. Fue esa la señal para la gran mateada con tortas fritas. Aunque atragantada por la rapidez con que las devoró Isabel dijo: - ¿ Será cierto que el demonio para demostrar su presencia rebuzna como un desquiciado?_ Sí, porque el demonio en muchos casos es un buen hijo de puta- repuso Luisa._ ¡Les digo: desque que agarré ese libro no sé más quien soy...me dan vahidos, la sangre me circula por otro lado y alguien me sacude toda...!- dijo Alcira_ Para mí, los demonios son espiritus inferiores que se te filtran por el aura- dijo Ramira muy segura de sí._ No deberíamos seguir leyendo esa basura ¿ qué mierda nos deja? - agregó Gabi, la más jóven._ ¿ Y por qué no llamamos a tu marido a ver qué opina- dijo Isabel a Ramira Ciendedos.- Rolo, es supersticioso- repuso ésta.Pero fue en su busca y volvió con el hombretón que de inmediato las increpó.._ ¡ Qué carajo hicieron? ¿Para qué trajeron a ese acá- grtió mirando el libro con recelo-¿ Y nuestros hijos Ramira? ¿no pensás vos? Hacé el favor meté a los rufianes en el baño y traé EL COSO-ESE al patio._ ¿ Qué vas hacer?_ Ustedes trajeron la desgracia a mi casa y yo haré que la desgracia se vaya a otro lado- dijo Rolo amoscado._¡ No es para tanto!- exclamaron las cinco mujeres._ ¿ Ah, nó? ¡ Ramira. qué me dijiste que dijo esa bruja de Doña Carmen cuando la vió,¿eh? Bueno sepánlo bien: ESA JAMAS LE ERRA...Afuera el tiempo se había puesto de perros, de un modo prematuro había oscurecido, de un modo impensado el frío hacía tiritar, y Ramira, ya con miedo, le acercó el beste-seller a la cara del marido que desencajado gruñó: " Tiralo ahí, entre esos papeles y traé nafta".  Ella, desde el garage volvió con un bidón.El best-seller fue abierto con el mango de la escoba entre el montículo para quemar que había preparado en el medio del patio. Una llamarada incadescente prefiguró el temible libro que empezó arder casi con felicidad._ El fuego te va a poner en tu justo lugar- dijo Rolo reflexivo.- Está bien, dijo Alcira- pero desen las manos..._ Hay que danzar alrededor, de espaldas y con los brazos levantados._ dijo Isabel._ ¿ Y éso, por qué?- preguntó Luisa._ Cuando el hijo de Cuca, padeció un embrujo, tuvieron que quemar su ropa y bailar en círculo alrededor de la fogata...- dijo Isabel.Sin advertir que un hilillo de fuego serpeaba en dirección al garage, giraron todos ritmicamente en torno del best-seller encendido hasta que yació chamuscado. Solamente el Título permaneció incólumne._ El degenerado todavía quiere resistir ¿eh?- opinó Rolo._ Pijoteaste la nafta, Rolo- dijo Ramira Ciendedos- echále un poco más.El obedeció a su mujer que empezó a ayudarlo a sacudir el bidón con nafta. Una llamarada repentina amenazó socarrarle las cejas a los dos. Luego, apartados, todos asistieron a la consución del best-seller. Proyecciones desusadas brotaron sin embargo de él y se recortaron hacia ellos que se apartaron más y más hasta que escucharon la tremenda explosión que provenía del garage donde estaba la camioneta recien pintada en rojo y negro.
 El amuleto:                      autor Alberto Carranza Fontanini.¿ Qué haría su querida esposa, aprovechando que estaba sola esos días en el chalet? Con ese malévolo interrogante El Dr. Olivares despertó en su cuarto de residente del hospital zonal, antes de lo habitual. Durante el trajinado día anterior los rasgos amados de Diana sitiaron su cabeza; no dio un sólo paso sin ser acaparado por su imagen indignada y finalizó con sus pensamientos en descalabro. En la cama su mecanismo de relajación no funcionó enseguida; pensaba en ella con los ojos puestos en cualquier punto del techo y a veces, al entrar en soñolencias,reaparecía aquella incomprensible pesadilla.En el baño fue presa de una loca exaltación; con la esponja rezumando jabón frotó mil veces su cuerpo hasta dejarlo abarrotado de espuma. Observando ese resultado singular en una gran espejo que había en la contratapa del placard, le pareció risible exhibir su cuerpo parecido al de un gallo emplumado que encima aletea los brazos y cacarea como esas aves. Era gracioso y rió como reirían sus colegas de cirugía si lo viesen en una postura tan extravagante. Pero el moverse en ese registro de alteraciones absurdas, no repercutió para atenuar su malestar. ¿ Qué no haría con tal de quitar de su atribulada cabeza la obseción por Diana? ¿ Pero era posible arrancar del alma su amor por ella? Hubiese querido olvidarla aunque fuese por unas horas pero esa idea lo acobardaba.Hubiese significado entrar el juego inflexible del desapego emocional pero la maldita idea aniquilaba tal deseo. Aun con el presentimiento de que la relación se iba a pique, lo empecinaba una morbosa aficción aquel amor ya de por sí desdichado. La mañana anterior, mientras preparaba su maletín, se evidenció que la relación se hacía trizas. Aquella discusión de antes de salir afectó a los dos profundamente. Ella aprovecharía ese día para salir a pasear y él armó un drama por eso. No era raro que no pudiese reprimir sus sarcasmos y que ella, harta de ser humillada, se hundiese en el mutismo como si no le importase dar ninguna explicación. Solía dejarlo ir sin decir palabra, sin embargo esta vez fue diferente. Diana explotó, lanzó una andanada de recriminaciones que al fin ( al partir él hacia el hospital), se canalizaron cuando algo contundente se estrelló contra la puerta. Las ofensas  habían rebasado cualquier límite durante este episodio que saturó la tolerancia. De allí en más Diana no requería pretexto para no repudiar su matrimonio.Naturalmente, al desapercer su ofuscación, el solía arrepentirse:   "Volví hacerla sufir- decía- merezco su desprecio"¿ Podría vivir en adelante sin ella? Esa pregunta abría un futuro aciago que lo atormentó sin intermitencias; reprobó sus agravios, sus arranques injustos y maliciosos; después se dulcificó y volvió a pensar en ella con la ternura de siempre.Al finalizar su higiene y limpiar el vaho, el espejo reflejaba un rostro de facciones febriles en recurrente. Había insulsez en la penosa soledad que vivía en esos instantes y al afeitarse pareció acompañarlo otro juego, el traidor juego de avizorar minucias de la edad: insoslayables vestigios como las entradas en las sienes, las patas de gallo, las bolsas amoratadas debajos de los ojos, las arrugas en las comisuras y la incipiente papada; conteo insensible, la misma insensiblidad que empleaba en las intervenciones quirúrgicas cuando predominaba en sus ojos azules imprevistamente huecos de causas, la visión de lo transitorio. Visión que avasallaba al ponerlo al tanto de la impiedad del tiempo. Nada permanecía, la vida menos que todo, menos que un libro,menos que un mueble o que un papel. Obtenía de esto, irrefutables pruebas en el quirófano.A cierta edad se aguanta lo fácil que es morir. Vista desde cierto ángulo la vida dura un soplo. Y de repente desfilaron por su mente los cuerpos que respiran entroncándose a la confimación de algo también inexorable: la diferencia de edad entre Diana y él. Era sencillo entender que ese fue el principal disparador que convirtió el matrimonio en un desastre. Lo que diez años antes lo sedujo ahora transformándose en motivo de sus celos, lo corroía.Cierto día, paseaban por el centro, observó el indisimulable interés que la esbelta figura de su mujer provocaba en otros hombres (machos más jóvenes codiciaban a su hembra), y al volver desencadenó la terrible escena de celos. Desde entonces todo se agravó. Solía recriminarle por usar un vestido más ajustado o más corto o si el prolijo maquillaje la hacía más atrayente; y cuando ella salía y demoraba en volver, con mala fe la acribillaba a preguntas. Si ella decía con franqueza que había ido de compras con su mejor amiga y luego tomaron el té en una confitería céntrica, él como un posesos deducía: " miente, se vieron con el amante en un sitio discreto".El asunto de la asincronización de edades (y otras asincronías que consumieron el funcionamiento armonioso de la pareja), lo tenía trastocado. Incoherencias y periodos de encono agudizaron el malestar de Diana que un día no pudo más y dijo: " te detesto" y lo puso emocionalmente contra la pared.No obstante sus arrepentimientos El Dr. Olivares no sabía disculparse y la convivencia se volvió hostil en extremo. En esa tirantez el matrimonio perdió fuego. Al preguntarse cómo habían cambiado tanto el uno con el otro lo sorprendió que no se conocieran: ni Diana a él ni él a Diana. Fue una iluminación repentina, dolorosa y amarga, comprender que la pasión , el decurso de las emociones y las afinidades, se habían volatilizado. El Dr. Olivares sintió nostalgia por aquellos años en los que compartían  sobre todo las pequeñas cosas forjadoras de felicidad. La voz de Diana se modificó, se fue agriando y resonó continuamente despectiva. Sin embargo, la tensión embellecía sus rasgos que ahoran miraban con encono y  él comprendió que con cada enfrentamiento se abría paso el mecanismo de la destrucción. El Dr. Olivares lamentaba estas reflexiones, pues aunque todo hubiese empeorado la llama de amor revivía cada noche en su cuarto de residente y no obstante - siempre lo inexplicable- revocaba cualquier intención de confesárselo a Diana.Vio en el espejo su rostro recompuesto. Le quedaban minutos para terminar de vestirse y bajar. Luego empezaba el strees. La cirugía exige prodigios: eficacia suprema o ser eficiente y meterse a fondo en el tema. Una vez abajo se cercioró que llevaba aquel amuleto regalo de su madre al recibirse, lo tanteó en el bolsillo de su chaqueta y se sintió mejor. Recorrió de prisa los pasillos hasta el quirófano. Allí, se destacaba la cabeza chata del cirujano ayudante inclinado y meneándose ante el gigante de 150 Kg yaciente sobre la camilla. El anestecista, sobreexcitado, sacudía la cabeza y miraba preocupadamente su equipo. Ambos suspiraron aliviados._ ¿ Qué hacemos con este elefante ,Doc.?El Dr.Olivares fijó sus azules en ambos. Abrirían el enorme abdomen y extirparían la vesícula con la mayor rapidez posible. Apretó su amuleto y se dispuso para la incisión. ( La vesícula tapada eclosionó y un paro cardíaco respiratorio alejó para siempre el aliento de la vida).El Dr. Olivares se dijo: " me abandonó" como si el amuleto se hubiese ido para siempre. Pero eso decía el Dr.Olivares cuando un paciente se le iba de las manos. El grupo, consternado, observó el enorme cuerpo inmóvil. Cuando sucedían estas desgracias eran reemplazados por otro equipo de cirujanos. El Dr.Olivares, quitándose el barbijo con un gesto de fiereza terrible, salió batiendo puertas. Esa noche contaría a su confidente nocturna su frustración. La enfermera, ya a punto de jubilarse, viéndolo abrumado y exhausto respondería con  inusitada lucidez: " Está bien Doc, cálmese, no fue su culpa. En vez de comer un lechón al que no dejó carozo, hubiese sido más saludable que el pobre hombrote hubiese cenado churrasco con ensalada...pero igual, tarde o temprano, hubiese tenido un ataque y nadie, grábeselo, nadie hubiese podido salvarle la vida..."El experimentado Dr.Olivares se sobrepondría. En realidad la aprensión que tuvo con el amuleto solía distraerlo de otra realidad. Pero al volver a su cuarto de residentes volvió a su mente el asedio. La noche anterior se reiteraba. Le costaría dormir pero cuando cerró los ojos obtuvo aquella pesadilla que no podía nunca sintonizar.La mujer que caminaba a su lado por la playa era sin duda Diana. Caminaba a su lado sin voltearse hacia él que con ansiedad y casi a la fuerza le tomó una mano intentando vencer su indiferencia. Pero ella continuó inaccesible en dirección al mar. De pronto ya no caminaron por la arena sino por calles crepusculares y ella se soltó de la mano y paulatinamente se fue alejando hacia otra parte. En ese lugar había estacionado un auto negro que sugería una carroza fúnebre. Queriendo prevenirla él gritó, pero la voz del sueño  tiene horribles efectos o no suele ser clara y,otras, es imposible de emitir o carece de sonido. La vio alejarse y a su paso sus hermosos cabellos ondularon con el súbito viento; entonces la calle ya no fue calle sino playa blanca como  la luna y el mar negro como la noche que los rodeaba. 
El amuleto
Autor: alberto carranza  721 Lecturas
 Los  Piolas.                         Autor: Alberto Carranza Fontanini. Al escuchar a Jacinto excomulgar a nuestra ex- amante, sentí el dudoso consuelo de no haber sido el único afectado por los cuernos. El quería mostrarse despiadado e imparcial pero leí en sus ojos relampagueantes mi misma humillación. Adiviné el corolario de aquel diálogo: sería en vano despreciarla. _ Mirá Juancho -dijo - no tiene caso, esa mina lleva la corrupción a flor de piel. _ ¿Crees que vine a defenderla?- repuse suspirando involuntariamente.Supuse que ambos estabamos incapacitados para dejar de amarla y por ello añorabamos la "flor de Lis" de su hombro mórbido; tatuaje realizado por un experto. Gabriela había pretendido que cada uno de nosotros se grabase una idéntica aunque más pequeña; la caprichosa marca haría más tangible su predominio. Indudablemente persistía algo tortuoso en esa exigencia. _ No sólo me refiero a su conscupicencia ¿eh?- recalcó.Pedimos al mozo más café. Sabíamos quienes eramos los estafados morales y materiales; todos buenos amigos, amigos de toda la vida. Cruzamos nuestras miradas con la tristeza honda e irremediable de los que se hundieron en el mismo lodo. Maldije la humedad pegajosa de ese mediodía lluvioso: no había modo de quitar el sudor de nuestras frentes y nuestras manos. Jacinto empalideció extremadamente. _ Se destapó la olla podrida con el asunto del crédito- me apresuré a aclarar- la intención que tuvo, al filtrear con unos y con otros, clarifica toda la cuestión...El crédito rondó en mi mente. Gabriela solicitó $ 200.000., al Banco donde me desempeño de tesorero y los cinco primeros vencimientos seguían impagos, y ya no pude ocultárselo al Gerente._ ¡La atorranta nos jodió bien jodidos!- estalló Jacinto. Su cara se crispó angustiosamente.- Che, tranquilizate...Hizo una mueca, algo se resquebrajaba en su estructura humana, no supe diferenciar si ese algo era físico o espiritual._ Aguanté a esa loca como buen porteño. Siempre inquieta como una avispa, tenía que parar en cada Casino, en cada Hipódromo...un " tour de force" con esa extorsionadora por ciudades veraniegas y por cada villa suntuosa,estaba claro que el asunto era fundirme la billetera... _ Te fue peor entonces, por que en mi caso no hubiese podido seguir esa carrera infernal con mi sueldo de bancario- repuse y me pregunté si habría servido de algo nuestro amorío. Sentí envidia por Jacinto y no estoy seguro por qué._ La nuestra fue una relación cenagosa, che :-dijo mirándome con ojos perdidos-; solía preguntarme:¿con quién estarás ahora perra de mierda?  y me había acostumbrado a esperarla acechando desde la ventana, en el umbral cercano al sospechoso hotel alojamiento, o enfrente, debajo de una sombría ochava...me gustaba esa situación desesperada de espiar y celar como una bestia a otra bestia...( hizo silencio; breve, escueto su silencio);podría enumerarte las noches de martirio, noches de incomprensibles rencores, de recriminaciones  y de odio y al final de amor...estaba consciente que por entonces se encamaba con vos y con los otros y sin embargo no la patié...Los ojos de Jacinto al lagrimear y ser enjugados con rabia se congestionaron, al final quedaron secos y enrojecidos. Extraña identificación anímica- pensé- levantándome de mi silla. Recorrí el local. Miré mi rostro en el espejo del baño con curiosidad. Traté de dibujar la silueta de grabiela y mía besándonos. No pude, mi rostro estaba poseído, parecía el de un loco; sonreí sardónicamente. Tuve miedo,demolí la sonrisa burlona y de nuevo me sentí conturbado. _ Gabriela nunca paraba de repetir esa historieta de su fracaso matrimonial con enorme y calculada persuación. Sabía usar al pelo esa cara de estampa religiosa, una pose que seguramente iba a seducirme. ¿ No te pasaba lo mismo,che?Ya habíamos entrado en un suspenso denso, casi inefable. Desde el baffle, nos llegó " Adios Nonino" quizá homenajeando nuestro esgunfio y tal vez apaciguando nuestros ánimos bajoneados, sobre todo a Jacinto que ya tenía las facciones enfermizas de profesor de música tísico y en declive. Esta observación mía apareció al observar su bien cortado cabello renegrido pegado a la testa armoniosa, al temblor de su bigotillo sobre sus labios finos y tensos, y al tamborilleo de los dedos musicales de su diestra sobre el mantel blanco, un poco menos  blanco que el pañuelo inicialado con que enjugó sus comisuras al sorber su café, como un modo de despistarme de sus ojos que tenaces retornaban a las lágrimas.A través de las vidrieras de la enorme confitería solitaria, nos compenetramos en los perfiles otoñales de los transeuntes que rebalsaban las veredas con sus paragüas y arriesgamos que aquel diluvio que envolvía Buenos Aires, terminaría por inundar grandes franjas de la zona ribereña.Cuando Jacinto me interrogó especificamente por la deuda y qué podía ocurrirle an Gabriela si seguía empecinada en no pagar las cuotas, preferí no responder. Todos eramos sus garantes y me preguntó si había hablado de esto con Mazzini y con Quique. _ El Gerente me citó esta mañana: reprobó aquella recomendación que le había dado para otorgarle el crédito, y no dejó ni un minuto de rascarse los codos soriácicos, tan molesto estaba que apenas escuchó las seguridades que yo le di respecto a ustedes ( reitero: todos mis amigos eran avales de Gabriela.) A Gabriela le advertí muchas veces que era mejor hablar y ponerse de acuerdo, pero no me dio pelota. Me desconcierta su irresponsabilidad; la última vez que conseguí comunicarme a su celular, se lo dije. " Apretá a tus amigotes que me usaron hasta que venda el departamento" me contestó y veo que no bromeaba._ Será mejor no hacernos ilusiones. Esa mina vive el momento, te enrieda la soga...Mañana voy a dar la cara, voy a ir al banco. Ya que vas a verlos decíselo a Quique y Mazzini... La lluvia, al menos por un rato se detuvo y nos despedimos como dos perros abandonados al incierto destino de la ciudad tormentosa.Mazzini era un tipo más práctico que Jacinto, lo mismo que Quique en cuestiones de negocios; en las cuestiones sentimentales, en cambio, era el más sensible de los cuatro. Nos vimos en el café del Chino esa misma tarde. El café era sumario, un poco más amplio y con las mesas mejor distribuidas que los cafetines de paso que abundan en Buenos Aires._ Traé dos fecas, Chino-pedí. confiado._ No toi de mozo, toi de lavacopa. Dijo y nos sonrió desde el mostrador con su cara redonda-amarilla y sus ojos orientales insistieron en los titulares del matutino reaccionario. Mazzini era un tipo lleno de insinuaciones sentimentales y de melancolía. El pasado se había ensañado con él fijándolo a un presunto drama. Al enterarse de mi ingrata misión con su rostro  ensombrecido empezó a consumirse en evocaciones._ Ya no admito que esa papusa mistonga me siga escorchando...__ Tampoco Jacinto,ni yo, tampoco Quique...- dije.Tenía encanecida la melena; arrugas profundas se ahondaban en su frente al agregar:_¿ Lloré por mi fracaso y ahora tengo que llorar por el de ustedes?Más tarde en su bulín ( un cuarto bien puesto, zaguán al fondo al 500 de Necochea), entre sus fotos tangueras me mostró un par de ellas: Gabriela y él._ Ella era feliz.Descorchó el tinto. Abrió el ventanal. Respiramos la humedad recalcitrante del puerto no muy distante._ Ya te digo, pibe; me conforta saber que ahora somos extraños. Esa mina es ladina, quizá le vengan bien las rejas. Decíselo a tu Gerente.Bebimos largamente. Me contaba despacio varias historias de grelas y reos. Con el escabio y los puchos se olvidó de sí mismo. Con su  "sed de tangos" entonó imperfectamente: " Tu color, tu pálido color; tu mirar, tu límpido mirar, tu cantar, tu cálido cantar...- y así siguió cloceando con las mejillas encendidas-, y unimos nuestras voces borrachas con el verso final de H. Manzi:- " ¡De nuevo me dirá que sí...que sí!"A Quique lo hallé al día siguiente descansando en el puente de su velero "Adelaida", en el naútico de Zárate. Almorzamos con indolencia una paella rociada con un buen Torrontés. Me conservé prudente durante el almuerzo. Después de la siesta, contemplamos el Paraná y ahí fue propicio hablar de Gabriela._ ¿ Y la imunda tuvo el tupé después de lo que me hizo?- dijo fastidiado por el zumbido de un mosquito.- ¿ Qué te hizo?- dije sombriamente._ Nimiedades. Filtreaba acá con mi agente de bolsa, con mi abogado y con...¡bah! mujer furtiva como pocas;¿ miedo a la vida? ¿ al avance de la edad? Está perdida. Yo la aconsejé bien: le dije que si seguía por esa senda terminaría en la abominación. Se lo dije una tarde antes de cortar el vínculo que nos unió tres meses: " ¡sos fiel sólo al error, Gabriela!" Se encabritó y se fue.En las vacaciones siguientes la vi en la rambla Marplatense. Su hermosura se había purificado. Esa mañana caminaba con lentitud, en contra del viento marino que hacía revolotear su cabellera. El día iba a ser soleado, espléndido. En el bar, denotó  el cansancio que empezaba acumularse en sus rasgos. No estaba dispuesto a ser comprensivo ni bondadoso con ella y, sin embargo...Después de un rato de charla le pregunté si había dejado clavado al banco por su excesos en el escolaso._ No, Juancho - dijo con un tono suave y percibí ( o creí percibir),  su angustia, una misma angustia que nos hermanaba-, me vengué de ustedes porque estaba demasiado triste._¿ Triste, vos?- no lamenté que mi tono de voz denotase esa ironía pulcra que revienta._ Los hombres merecen lo peor, son crueles y egoístas._¿Mis amigos lo fueron? ¿ Yo lo fui?_ Ustedes vinieron después... - me miró,creo, compasivamente.Y me sorprendió. Se desparramó en sollozos, la imagen desvalida de su cuerpo convulcionándose imponía piedad. Le acerqué mi pañuelo y me senté a su lado para que descargase su pena en mi hombro. Supuse que mis amigos lejanos habrían aprobado  mi gentileza, inexplicable._ Soy tan desgraciada Juancho, desde que Mirko me dejó.Imaginé que el tal Mirko era cualquier cosa, un gigoló, un rufián, una culpa por la cual una mujer buena se pierde._ Siempre acusándome, acusándome- decía ella sollozando sin parar- vivimos juntos, muy juntos, mucho tiempo estuvimos unidos y nos amamos, pero él de repente cambió, se volvió despiadado, no perdía ocasión para molerme a golpes, me hacía cosas..., que si las dijera te pondría los pelos de punta.  El alcohol lo trastornaba, lo ponía un demonio: la noche que me tiró al suelo a puñetazos, deliraba, me acusaba sin parar de haberlo obligado a dejar a su familia: era un monstruo el que arrastraba hacia el fondo de la casa, hacia el parque, ¿sabés? Allí, en ese parque cavó un hoyo, me enterró hasta el cuello y se fue. ¿ A vos te parece? A la otra mañana me sacó y dijo lo más campante: "! Te merecías esta lección!" El estaba sobrio y después dijo: " de ahora en más sólo vas a servir para decorarme el Jardín, así que mejor ¡andáte!"; supe entonces que había entrado en su desamor y por eso me echaba para siempre...   
Los Piolas
Autor: alberto carranza  1161 Lecturas
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                            Reviviscencia                                        autor: Alberto Carranza Fontani. Ninguna mujer como ella, te lo aseguro. Te dejaba sin habla, sin respiración y con el sentimiento cautivo para siempre caías vertiginosamente en su red. Teresa hacía el número principal de la Revista. Apenas te sentabas los ojos desmesurados del  talentoso pianista  te iniciaban en la adicción; los del barman y clientes, apoyados en la barra (cuencas vidriosas, pupilas drogadas), también... Me angustié: ¿ Qué hacía yo metido en ese lupanar?  Mi paseo fue casual. Tal vez seducido por las fotos carnales de las presuntas bailarinas y por la marquesina de señuelo esplendente, ascendí las escaleras mullidas, iluminada con luces rojas  peculiares; con la  insólita sensación de mis pasos leves entré animoso y con el deseo de ver a gusto pieles blancas como el yeso u oscuras como el ébano y en medio de tenuidades alcohólicas empecé por apegarme a la rapsodia en blue, ejecutada por el pianista con otro tono,en diversa melodía, pero tan nostalgioso como yo estaba.El espectáculo había comenzado y a cada intermitencia la seguía el rutilante desfile de ondulantes folies en el proscenio:imantación femenina de todos los tamaños y formas, seres de carne y hueso  moviéndose como boas entre candilejas y que osadas y chispeantes avivaban o alertagaban tus sentidos. La dudosa expresión artística arrancó los aplausos de los espectadores y al avanzar el show se dio un espejismo. En el calidoscópico tablado apareció una diva, te digo, que nos dejó paralizados. ¿ Podría hacer algo menos que palpitar de emoción?  Fascinados, boquiabiertos, comprimimos los muslos cuando su voz expresiva y poética, llenó el ámbito. El resto sobró: toses y cuchicheos y sillas detempladas desagradaron los "fru-fru" de Teresa, quien al quedar en cueros, delineada y perfecta como una vestal, con su sonrisa nacarada te separaba el alma indundándote de perfumada brisa dionisíaca. Sobre la silbatina imprudente, destemplado exclamé:- ¡ Eh...más respeto a esta diosa con plumas de reina!"  Y fui imperiosamente invadido por su presencia sugestiva; de pronto se acercó y me abarcó con su dulce voz y sus brazos de cisne;- ojos ensoñados- labios almibarados depositados sobre los míos-. Me agradeció así mi inopinada defensa; los demás rechiflaron de envidia y yo sentí una turbación inmensa y agonizante.Te digo que ya nomás de entrada intuí un ser abismático. Aunque los pétalos carmesí de sus labios liberasen tu fantasía quedaba algo pendiente, un universo extraño, siempre lo desconocido,lo inabarcable. En las noches de voces quedas, en la penumbra del cuarto circunstancial, esos ojos de miel oscurecida te vaciaban endemoniadamente, a fuego lento te desvastaban diluyéndote en su corpóreo esplendor hasta hacerte desfallecer. Sin predeterminación, te lo aseguro, Teresa acertaba en tu anhelo primordial. Era un presentimiento bíblico destinado a sumergirte en un mar de caracolas, en un océano irisdicente de olores raros y textura de nutria donde te hundías en su esbeltez y en las vaporosas mieses de su cabello lacio y en los clamores de lo ignorado y en sorprendentes sensaciones renovadoras de la vitalidad.¡Risible torpeza la mía al pretender algún placer erótico!Al finalizar - en densas nubes, en zona tibia-, podía ver en el espejo mi fisonomía solitaria, mansa y desconcertada. Teresa respondía a mis interrogantes con compasión...¿ Por qué me entraban ganas de recluirla de las groseras lascivias de los concurrentes nocturnos del club...yo que sólo ameritaba como un vulgar patán?Cada vez, gentil y sutilmente decidió ayudarme. Yo solía esperar cada semana ese consuelo espiritual , aunque en frío me persuadía que estaba haciendo el papel de un idiota y proyectaba alardes de hombría que en definitiva realzaban mi desconcierto sumándose a mi precariedad.En esos meses, te lo digo, las mujeres se evaporaron de mi vida como criaturas de ficción. Atribulado, lamenté no lograr dominar mi abyecto encelamiento. ¡Ah, repulsivo placer de los celos, miasma de ideas negras envenenando mi espíritu!Semejante a un guacho, excacerbado por la vana presunción de poseerla, conseguí atenuar un tanto mi desdicha. Pero al despertar, siempre predominaba una certeza más pulida: la de mi entrega absoluta. La mujer inabarcable, pasiva, lejana, que en su indolencia nada podía agregar, nunca me decía, " Te amo o te quiero" y yo reclamaba con violencia:- ¡ No tenés derecho a burlarte de mis sentimientos, Teresa!"En una ocasión, durante uno de mis reclamos, me devolvió una mirada penetrante y dijo: " Ana, todavía es tuya"Te digo, esas palabras - al no captar el sentido ambiguo que contenían- me volvieron fatuo y un mes después Ana no fue nunca más para mí. " Cumplí Teresa- dije -estoy a tu disposición; tomá de mí lo que quieras" La faz oval, inescrutable, ni siquiera se movió.Me convertí en una ruindad sincera, si cabe. Estreché la vigilancia sobre sus pasos, aceché sus paseos y cada una de sus presentaciones en el club nocturno. Las miradas lujuriosas de los tipos llenos de marihuana acrecentaron mi locura:- " Vení a vivir conmigo, Teresa, te amaré hasta en el sueño de la disolución final(prometí pero ella mantuvo su hermetismo), ¿por qué no sos buena Teresa y me das para siempre tu alma?" Dije que me transformé en una completa ruindad y de un modo despiadado llegué a la comprensión más cruel: Teresa sentía lástima de mí.En ese invierno rabiaba a menudo. Pasos meditativos para convencerme de tener el don suficiente y lograr la mera satisfacción animal. Contradicciones desquiciantes, pero, te lo digo, insoportable aquel tormento. Podía hundirme cuanto quisiera en la estela mágica de su belleza, pero irremdiablemente desembocaba en un desierto gris y me fui arrugando, doblegándome de a poco.Algunas tardes acudimos al muelle a observar las embarcaciones que navegaban hacia la ensenada. Sobre el río declinaba el sol; en  la superficie se espejaban nubes estáticas como el sentimiento amoroso de Teresa. Anduvimos hacia arriba hasta que vimos a lo lejos que la ciudad se iluminó. En el muelle respiramos la bruma espesa del comienzo de la noche, bruma espesa que envenenaba igual que los celos a mi mente cuando esa noche vi a Teresa ondular poseída por la música del blue en su vestido de cien colores y al final, detrás de bambalinas yo la esperaba para abrazarla con desesperación.Todavía percibo la algarabía de esas noches padecidas y entreveo una madrugada de hielo y la figura solitaria del vendedor de rosas junto a la fogata y la mujer que pasa y me roza y me lleva de la mano y me ilumina como un lucero infundiéndome su brillo eterno. Ese amanecer Teresa afloró del rito del amor posando ojos insondables en el vacío de todas partes y repentinamente dijo: "Carlos volverá". _ Nunca dijiste que estabas casada, Teresa...¿por qué se fue? Dentro del desmayado silencio escuché un tren acercándose fatalmente. Descubrí su perfil en la sombra, la hilera de lágrimas que mojaron mi caricia, lágrimas como gotas de rocío de esas estrellas... Y entonces, para ayudar, para aliviar, puse uno de sus discos predilectos y a poco Teresa dijo:- " Amo a Listz"¿Por qué no me amará a mí como a él? ¡La pucha qué mujer!Luego camino penitente por el asfalto húmedo, casi congelado, una marcha retumbante de una figura que se desdobla en la esquina fantasmagórica..-" Estás demasiado encadenado a Teresa y ella nó- me confieso a mí mismo- ¿ cree que soy...un rinoceronte?"Pateo humillado un tarro que repiquetea ( único signo vital)hacia el puestero todavía enfrascado en la irradiación de la fogata del oxidado tacho. Al unirme a él, la escena es más desconsoladora, todo a causa de esa angustia de mandíbulas que trituran. Así, de repente, quisieras disponer de quinientos años para amarla, pero reconozco de inmediato mi frágil necedad...Los días continuaron ajenos a mis tribulaciones. Deseando retener su alma huidiza, hice regalos costosos a Teresa ya distante de mí. Una noche aciaga, sin ningún mensaje, no hallé en su cuarto la menor señal de que había existido un poco para mí. ¿ Matarme? ¡ Bah, los románticos del splint se hicieron humo ancestral! ¿ Valía aquel ingrato sentimiento de duda infiel?Cada noche volví al club, al espectáculo clisché, a mirar los cuerpos ofrendados que jamás igualarían al de Teresa. Durante cierto tiempo acepté el martirio porque necesitaba recuperarla; pero otra madrugada me recriminé...Debía convencerme viejo, te lo digo, antes que mi interior se partiese... Nunca volví a ver a Teresa y extrañamente recuperé la felicidad.  
Reviviscencia
Autor: alberto carranza  700 Lecturas
                               Cebar Mate                                                autor:Alberto Carranza Fontanini. A medida que el auto avanza y sorbemos mate expandiendo nuestras miradas en el cambiante paisaje, observo a mi mujer en su acción repetida de engullir glotonamente los pan de leche y que de repente- movida por cierta malignidad- se da vuelta hacia mí para zampar uno en mi boca de Loro hablador, y así impedir por un rato  que la moleste al interferir en sus comentarios agrios y triviales.Por añadidura, en un improntus casi desesperado, me concentro en el manejo del auto socorrido por una imagen cómica redentora: concretamente veo a mi mujer rumiando maníes durante las visitas dominicales al zoológico. Que ella esté encerrada en una de las jaulas sería un consuelo; una travesura mental que me regocija (bien sé que si ella sintiese lo mismo con respecto a mí, sus ojos también se llenarian de chispas burlonas), pero al reflexionar y darme cuenta de que con el mismo lenguaje compartimos  idéntico destino me parece conveniente desechar esa idea desvalorizadora; lo cual es prácticamente imposible hasta que logro avanzar otro Km., cuando soslayando el sol restallante sobre los campos, la veo cebar mate con esa yerba misionera reconocible y a la vez noto que se queja porque se insinúa de nuevo su migraña, previsible desde que la escasez económica frustró su manía de comprar todo (incluídas las baratijas), y sus ganas de llorar. Ella sabe muy bien -¡ quién no!- que desde siempre la miseria se ensañó con gran parte de la humanidad mientras la otra siguió dedicada al dolce farniente. Seguidamente acude a mi memoria el concepto cívico del laisefer, ya que decidimos irnos de vacaciones casi amortizados. No importa - le digo a ella arrimándole un pañuelo para que suene su nariz y expela el atchís con un característico rebuzno rechinante-, estos días son nuestros y dalo por hecho que vamos a disfrutar... Su exclamación me deja pagando: "¡ Qué iluso que sos!, dice con sarcasmo. Y en ese total desacuerdo con mi perspectiva feliz, pasa por alto la poca esperanza que me ha ayudado a soportar la dura tarea diaria de esos meses pasados. Se que ella menosprecia mi resignación de bestia de carga, aunque gracias a ese aguante consiga cada día el pase de sobrevivencia...¿Cabe duda que seis bocas hambrientas traman una condena prolongada?A veces lamento que en cierta ocasión se nos haya escapado la posibilidad de irnos a un lugar diferente. Habría sido reconfortante encarar otra posibilidad, empezar de nuevo y sentirnos que vale la pena lo que uno hace con el sudor de los pies, ya que mi trabajo de vendedor callejero me obliga a caminar cientos de cuadras cada jornada.Pero se me ha evidenciado que nunca será probable en nuestra situación. Además no hay coincidencia ni diversidad sino oposición absoluta en nuestros respectivos criterios. Ella se hubiese ido para operarse las lolas y un sin fin de intervenciones estéticas " porque allá en estos importantes asuntos están super tecnificados"- dice ¿...? En realidad también sé muy bien de su anhelo de permanecer joven muchos años, lo que no es raro en el género femenino (ni tampoco en el masculino). Yo, para terminar esa especie de desacuerdo, le digo que se da por descontado que la fuente juventus es poco probable o casi imposible. Entonces me retruca que para ser feliz, feliz, feliz, no alcanza con tener una familia numerosa que llega abrumar. Y Es innegable que tiene su razón: la agobia lavar, lavar, barrer, barrer, y cocinar y cocinar y cocinar- igual que una sirvienta full-time-, porque el instinto (como a cualquier otra pareja que reside en el globo terráqueo), en su momento nos puso el celo reproductivo.Ella deglute otro pan de leche mientras yo, solvente, suelto mi mano derecha del volante para recibir el mate cebado con todo esmero. Una súbita aprensión deja el paisaje campestre que transitamos con largueza en segundo plano; se trata del invariable malestar que me aqueja cada vez que me ceban mate y me autoengaño eludiendo el consejo médico del nó definitivo a la bombilla, pues, según su apreciación, arruina mi sistema digestivo. ¡Ah, como odio esa prohibición! ¿Odio? Sí, al médico que quiso extirpar mi vesícula, odio esa cara de bicho deforme con escalpelo. Odio a ese cirujano que elimina cálculos de tu maravilloso higado cirrótico o grasoso,  quizá porque en alguna instancia le reporta pingües ganancias y a mí me da inconcientemente envidia. ¿ Viste médicos pobres?- dijo alguien- Nó, vi pobres médicos que jamás logran ascender de un modo veloz al ansiado status- repuse yo sin respirar.Le devuelvo el mate y acepto que me dé otro mate bien cebado, pero sigue crispándome echar vistazos a las partículas de los pan de leche desparramadas sobre su falda y los bordes de su asiento.  Con el habitáculo salpicado de esos restos debería detenerme en cualquier estación de servicio y sacudir los asientos afelpados y demás recovecos del auto. ¡ Pero los humanos somos tan pero tan sucios!Cierta vez, mi compañero de pesca - amigo de siempre-, indicando con su ceño fruncido la superficie del río Paraná, me advirtió sobre aquellas bolsas plásticas brincando sobre el agua color melena de león, infectada por detritus, y sobre la aglomeración de pescados inflados e inertes que se mecían en la orilla cerca nuestro y no pudo evitar clamar al cielo por semejante desaprensión. Sin embargo, muchos siguen inmutables con mi deporte favorito (la pesca) porque desestreza. Nadie niega las bondades de la pesca ni el derecho a pescar, aunque al abrir los peces que se cosecharon vivos toda clase porquerías rebose de sus tripas lo cual, tarde o temprano, igual los hubiese liquidado sin morder los anzuelos.Mi mujer continua engullendo y pienso que junto con las dimensiones de su estómago creceran sus protestas porque no subirá el cierre o porque la biquini remarcará los flotadores de la cintura. En verdad, deberíamos  aceptar que, secularmente, los humanos estamos enfermos del bocho y cuando mi mujer sufra por sus excesos de ingesta, condescenderé a persuadirla de que esas cosas simplemente no interesan, mientras nos amemos. Después de todo me incluyo como heredero del zoológico actual. No por casualidad llevo cada tanto a nuestros pequeños depredadores (nuestros hijos) a que disfruten de ver las especies constreñidas por vallas. Parsimoniosos, desandamos los senderos del Zoo., extansiándonos a cada momento frente a sus prisiones. En particular, me fascina la jaula de los gorilas. Sobre todo, la del poseedor de una expresión memorable: su cara sarmientina parece la del prócer de la educación con el sutil agregado de un buen carácter. " Es impresionante - dijo mi arisca mujer al recordárselo y cebando otro rico mate remató satisfecha-: es impresionante que ese bestia peluda haya demostrado ser más civilizado que vos." En esa ocasión me habían entretenido los meditativos y tristes ojos del gorila que a intervalos expulgaba su cabeza. Ambos nos mirabamos estudiándonos con obvia complicidad. Yo tuve la impresión mística de estar ante un buda impertérrito que, ante la inopia circundante , imposibilitado para demandar nuestra habitual injusticia, recurre a frotarse la cabeza de un modo resignado.¿Cabia otra actitud que hermanarme con él?Originé el estupor de la gente que lo contemplaba cuando con toda desición entré a la Jaula, le dije unas palabras comprensivas y terminé dándole un abrazo inolvidable y conmovedor.    
Cebar Mate
Autor: alberto carranza  1212 Lecturas
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¿Okey? ¡ Okey!
Autor: alberto carranza  1524 Lecturas
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 Fábula de la ilusión                               autor Alberto Carranza Fontanini.Kentsú leyó ( y su índice guió delicadamente la lectura), la frase del libro que detallaba la manera precisa de momificar mariposas que es un modo de eternizar. Después de esa interpretación supuso otra.Subyugada por el diseño extraño de las letras que contenían un significado inexplicable y recóndito, supuso que si develaba tal significado podría detentar para sí misma un magnífico poder, el todopoder con el cual sería capaz de transformar todo, incluso el pasaje hacia la muerte.En esa consciencia del topoder desaparecerían las dualidades, las incertidumbres y el misterio acerca de la verdad y le belleza se verificarían transparentes igual que el agua que corre sobre las  rocas montañosas y hasta los pequeños y grandes asuntos que preocupan a la humanidad serían fácilmente resueltos y desaparecerían como arrastrados por la levedad del soplo de una brisa.Kentsú releyó con morosidad las líneas azuladas del libro arcano. Y pudo visualizar una dimensión irreconocible de la existencia donde la liberación no es una Utopía. Percibió además las vibraciones del vacío, las tonalidades cegadoras de la luz en su esencia y,finalizada la reconcentrada lectura se dibujó en sus rostro la contrariedad, pues más allá de la interpretación casual, cada palabra contenía un signo cuyo sentido último se le escapaba como si hubiese sido concebido por mentes divinas unidas entre sí como el anverso y reverso de una misma moneda.Kentsú, igual que el políglota Champolión al descifrar los intrincados jeroglíficos egipcios, dominó su impaciencia y con admirable tenacidad examinó gradualmente los signos enigmáticos. Dos días consecutivos aplicó a la tarea. Durante ese tiempo no probó bocado ni concilió el sueño. Se desentumecía recorriendo nerviosamente los pasillos que desembocaban en el Jardín mustio por causa de las repetidas heladas y entonces decidió convertirlo en invernadero. Acariciaba la idea de que las flores y las plantas conservasen el esplendor de la juventud y de la belleza constante. Al retornar a las silenciosas habitaciones proyectó que debía llenarlas de sonidos melodiosos y sublimes y además revestir los anaqueles vacíos con setenta mil libros. Los pisos podían ser recubiertos con alfombrados agradables al paso; podía decorar los techos con frescos naturistas en contraste con las mesas de mármol que adornaría con jarrones blancos y renovaría cada día con flores. Todo eso podía hacer Kentsú con sus propias maravillosas manos pues creía poseer el secreto de recuperar la apariencia de la vida en cada objeto otorgándoles el don de la belleza peremne.Kentsú volvió a la lectura, de la cual había sido distraída por esos pensamientos, y recitó en escala las líneas misteriosas del libro arcano: poco a poco las hizo poesía, las hizo plegarias, las hizo culpa y perdón, las hizo lágrimas y las hizo risa hasta que cansada fue sumergiéndose en sueños recurrentes.Kentsú desdeñaba alhajas y amantes. No obstante, durante esos sueños, la seducía la inopinada presencia del Arco Iris cuya magnificencia podía atisbar desde el ventanal cuando las tormentas cesaban.Sólo al Arco Iris entregó Kentsú su amor, permitiendo que inquietase su alma pues el amante, tenebroso y voraz, solía manifestar compasión y dulzura hacia ella cada amanecer. El Arco Iris fue mancillando el honor de Kentsú: inevitablemente humillaba su espíritu cada vez que caía rendida de cansancio y se dormía; pero ella no podía revelarse y entregaba su amor en forma de danza, destinándole  cada noche sus labios y su cuerpo espigado y cimbreante. El último amanecer, Kentsú aguardó que el Arco Iris se desvaneciera en las altas montañas pues debía ya volver a la lectura del libro de lineas azules. Poco después, en el silencio de su estudio, la fría nieve que entró en ráfagas por el ventanal repentinamente abierto se derramó sobre su corazón y su virginidad, concebida durante esas agitadas noches.Entonces Kentsú comprendió que su aventura y anhelo de desentrañar el misterioso contenido del libro arcano había finalizado para siempre.  
 Cuento de antes y después.                                       Autor: Alberto Carranza Fontanini.                               " Todas las horas hieren, la última mata"                                                    ( P. Romano) Había una vez un hombre común que se arrepintió de ser y resolvió dedicarse a contemplar el tiempo. Su mujer se enojó mucho con él y habló con sus hijos. Estos, le vieron allí, sentado a la puerta de su casa, con la vista puesta en la distancia y le preguntaron cuanl era la causa por la que había cambiado tanto. Pero no obtuvieron  respuesta y el hombre siguió imperturbable, mirando los ocasos y amaneceres siempre cambiantes. La mujer, aunque decía amarlo, ya no quería estar con él; no quería volver a su lado y para justificarse decía a sus hijos: "¿Cómo podría continuar viviendo con semejante hombre? Y después de cierto tiempo buscó otro hombre que estuviese en sus cabales. Cierto día los hijos también lo abandonaron y la casa quedó desierta. Ellos creyeron preferible dejarlo tranquilo con su manía; además les pareció imposible sacarlo de sus trece, el padre no los atendía ni se dignaba a hablarles.El hombre adelgazó singularmente. Los ojos asomaron de la arrugada faz como ascuas apagadas y la barba, abundante, caía desprolija hasta su pecho. Allí, siempre sentado a la puerta, casi sin respirar semejaba una estatua pensativa, muda...es un decir, pues nadie podía segurar que respirase tal era su postura de quietud infinita. Los vecinos en un principio, fueron considerados y corteses al acercarle platos con comida y también al preguntarle por su salud. Pero también se cansaron de sus ojos vacíos y de su mutismo inconmovible. "¿ Pero quién se cree que es" comentaban entre sí, ofendidos, casi indignados y a la vez confundidos. Y se alejaron de él. De manera que si debían pasar ante la puerta de su casa rehuían mirarlo y saludarlo.Desde su resolución de detenerse a contemplar el tiempo pasaron cuatro años; entonces alguien dijo haberlo visto levantarse para estirar los miembros y enseguida volver a su postura habitual, temeroso de que todos se enteraran.Pero en verdad, el hombre jamás se movió, ni siquiera después de un siglo, transcurrido el cual descubrió dentro de sí quien realmente era.
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