No se puede pedir
más felicidad en este mundo.
 
Tras momentos ardientes y gloriosos 
de la noche gozosa,
la dicha en la mañana
con una tasa humeante de café
y pan trigal mojado en el aceíte
dorado de los agros andaluces... 
Después, un largo paseo por el campo
entre peñas, colinas y cerros, 
arbustos, retamas y flores tempranas.
Sentados, arrebujados contra el aire frío,
en un momento privilegiado,
contemplando la visión de un pueblo
blanco en profunda lejanía;
y más allá, cercanos a un cortijo:
olivos, pencas, algarrobos y almendros 
floridos de blancos nupciales,
y en el confín, el horizonte azul
buscando el esplendor del mar cercano.
 
Y en sus ojos, el reflejo del cielo,
las nubes, la luz del universo;
y en sus labios perfectos y rosados
el latido alegre de la vida plena.
No se puede pedir
más felicidad en este mundo.
 
                                                           ( de El amor en su destino)
                                                               Enrique González Matas