No sé qué extraña fuerza une a dos personas para hacerlas una sola.
Tampoco sé cómo Dios decide presentarlas, ni en qué momento.
No entiendo cómo el lugar y el tiempo de pronto coinciden
y las aguas tan distintas al parecer,  se entremezclan.
No comprendo porque siendo de lugares tan distantes
sienta que estas siempre; aquí  a mi lado, como corresponde.
Que basta  desearlo, necesitarlo y  de nuevo, respondes.
Me conoces más de lo que me conozco  a mí misma
 y la ironía hace  que yo sepa de ti, más que tú misma.
Escucho tus consejos como si por fin se liberara lo que quiero,
adivinas mis deseos, me los dictas y sonrío, es lo que espero. 
Es más fácil escucharlos mirándote a los ojos,
simplicidad y sinceridad desnuda, es lo que leo.
Me alientas cuando desespero, me retienes cuando huyo,
me calmas cuando soy un manojo de nervios;
y festejas cuando con mis logros no te sorprendo.
La hermana que elegí, un regalo de la vida,
el diario íntimo que atesora todos mis secretos,
que me enfrenta a los monstruos de mis recuerdos,
y me sacude cuando creo que tienen fuerza sus regresos;
una mano tierna que me saca de los laberintos oscuros,
que en ocasiones recorro cubriéndome con pañuelos mis ojos,
la misma que me los saca para mostrarme la luz en el horizonte,
o seca las lágrimas derramadas en vano, cuando me enceguece.
La amiga de aventuras, la que  combatió junto a mí las batallas,
la que roba carcajadas, la que me relaja con sólo una cómplice mirada.
El reflejo de mis peores defectos y de mis mejores virtudes.
Somos iguales, somos amigas y agradecida a la vida estoy
por las coincidencias, por la casualidad, por el regalo de conocerte.
Agradecida estoy, porque tengo una hermana elegida desde entonces.