EL MAESTRO DE VIOLIN
Publicado en Oct 15, 2009
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                                           EL MAESTRO DE VIOLÍN
               Ocurrió en el sur, durante una de las  tantas giras que la orquesta organizaba por esas frías latitudes. Tocamos  en varias ciudades de la Patagonia, algunas importantes, otras, sólo un entrecruzamiento de casas y calles para justificar un nombre.
           En la última de nuestro itinerario, (apenas un pueblito alrededor de la ruta), luego de nuestro concierto, me pidieron que me quedase unos días para dar unos cursos de iniciación al violín; más precisamente, que dirigiese un concierto con su orquesta de jóvenes alumnos  de la Municipalidad.  Miré mi agenda,  estaba vacía para esos días y acepté de inmediato. Me despedí de mis colegas y seguí mi camino.  
            Me alojé en  el único hotel  del pueblo. Estaba casi vacío, añorando quizás, la sombra de un huésped lejano.  Comí algo en el bar; el mismo dueño me sirvió la comida. Su mujer le daba las órdenes desde la cocina. Después del postre me condujo a la habitación y me entregó unas toallas y el control remoto del televisor. Soñé esa noche  que ese hombre era  manejado por control remoto desde la cocina.
             Al otro día desayuné con el otro huésped del hotel: un hermoso gato siamés al que apodaban  misteriosamente" Jerry". Me sirvió el mismo hombre  manejado a control remoto. Después de consumir unas medialunas que serían del siglo anterior, me reuní  con la  gente de cultura en las oficinas del Municipio. Para esa tarde ya tenía programada mi primera actividad
           A pesar de los pocos recursos que disponía la Municipalidad, me sorprendió el entusiasmo que ponían los lugareños en llevar adelante su proyecto cultural. La supervisora del plan, una mujer relativamente joven y educada, me comentó que ensayaban en un precario salón de actos de la  única escuelita del pueblo y que hoy estaban de festejo  porque habían conseguido una  donación para comprar una estufa. No era para menos, las temperaturas bajo cero dificultaban el aprendizaje.
             Un alemán octogenario era el que dirigía el proyecto. La idea era formar una orquesta infantil con los niños de las zonas más excluidas de la provincia. Los instrumentos los había donado  gentilmente la embajada de Alemania, por iniciativa del viejo teutón y las clases  las  daba el mismo anciano  con los pocos conocimientos que tenía o que recordaba de sus años juveniles." Emociona ver a los chicos llegar con sus instrumentos a cuestas, embarrados de ilusiones" contaba emocionada la mujer de cultura; "se lo debemos todo a él", decía en referencia  al peculiar maestro de  violín.
         Decía su curriculum que el profesor  había estudiado de chico en el conservatorio de Heidelberg, y que había tocado en varias orquestas de provincia, lo cual era  más que suficiente para llevar adelante el plan. Los alumnos estaban encantados con él; era como un abuelo para todos ellos.
            El primer ensayo fue esa misma tarde. Después de ultimar algunos  detalles con la gente de cultura,  me fui a la escuelita donde daban los cursos; quedaba a media cuadra del hotel. El viento me hizo llegar más rápido de lo que pensé, la llovizna dibujaba un llanto sobre mi rostro burlándose de mi paciencia.
           El salón estaba acondicionado para los ensayos, con su larga fila de atriles prolijamente dispuestos en semicírculo. La estufa, su gran conquista, observaba, inmóvil, las consecuencias  de su invisible poder.
            Los chicos llegaron de la mano de  sus padres, algunos desde muy lejos; al principio se  intimidaron por mi presencia. Cuando vieron que yo también era un ser humano  se relajaron y  tocaron juntos una pieza fácil, algo así como una canción de cuna que el viejo les arregló para su formación. Más tarde, algo folklórico, creo que del norte del país, recordó nuestros orígenes.
                   El alemán se mostraba sumamente afectuoso con los chicos, hasta les servía una generosa merienda, que nadie despreciaba, por cierto. Se tomaba un tiempo generoso con cada uno de sus alumnos, a los que apodaba en alemán "mis nietos".  El maestro había logrado lo que un imposible: que los chicos tuviesen disciplina y orden, algo  nada despreciable por estas latitudes.  
            Luego de tocar la canción de cuna los  hizo pasar uno por uno para que tocasen frente a mí. Les corregí y les sugerí algunos conceptos básicos, lo que el poco tiempo me daba para hacerlo y preparé con todos los alumnos al final del día, un minué de Boquerini para el concierto de clausura.
               Esa noche cené con los organizadores del curso en el bar del hotel. Nos atendió el mismo hombre de siempre convertido ahora en mozo. Yo me preguntaba cómo hacía para estar en todos lados al mismo tiempo.
           No escatimé en elogios a su pequeña orquesta  y a su genial maestro. Era sorprendente cómo se comportaban en grupo esos chicos  que venían de las  zonas más marginales de toda la provincia. Estaba claro para todos que la función de esta orquesta no era sólo la de aprender música. Estaba claro también para todos, que el proyecto dependía del apoyo del gobernador. Terminamos hablando más de política que de música.
             Yo me repartía los días entre los ensayos, las clases individuales y las largas conversaciones con el alemán. La última noche la recuerdo más que ninguna. Fue en la víspera del concierto final. Me invitó a comer a su casa. Quedaba en las afueras del pueblo, aunque eso no significaba nada. Su mujer,  nos estaba esperando con un exquisito Strogonoff. Era alta y elegante, pero algo anticuada; parecía salida de una ópera de Wagner.
                 Cuando entré recordé una casa a la que yo había estado en el sur de Alemania. Era un calco o quizás todas fuesen así por dentro. Lamenté no hablar el alemán porque era lo único que le faltó a la velada rodeada de toda la simbología germana que a uno se le ocurriese. Su querida Heidelberg colgaba desde todos los ángulos posibles.
-Hermosa ciudad, decía la mujer mientras servía la comida.
-Ya lo creo, contesté, Beethoven pensaba lo mismo, dije para romper un poco el hielo  germánico.
-El viejo sonrió, era la primera vez que lo hacía desde que lo había conocido.
                     En esa, su primera sonrisa,  reconocí el afecto mutuo que nos  habíamos construido en estos días de labor conjunta. Sabía que nunca olvidaría  ese gesto, así como tampoco podría olvidar su mirada de rayos x que tenían sus ojos claros. Cuando miraba, miraba en serio, como si sus ojos de pronto hiciesen contacto con su alma y ésta a su vez estuviese conectada con una base de datos ancestral.
             Más tarde, la cerveza  nos tendió un gentil puente entre dos mundos distintos. Recorrí su juventud, su país y la  tragedia de  la guerra; sus años en Sudamérica, su pequeña fábrica de cerveza artesanal y  su anhelo de volver algún día a Alemania. Para rematar la noche  me sorprendió  con un viejo disco a vinílico donde  el Idilio de Sigfrido de Wagner, dirigido nada menos que por Furtwrangler, nos transportó de repente, a su tierra natal.
             Había algo que sobrevolaba el ambiente y era  el hecho de que  no habían tenido hijos  y esto quizás  explicaba su devoción por los chicos y su orquesta. La Walquiria, (así la apodé yo) estaba orgullosa de los logros conseguidos por su marido y  muy entusiasmada con una posible presentación de la orquestita en la capital de su provincia para el mes próximo. Faltaba solamente la aprobación del Gobernador. Le prometí que los ayudaría desde mi humilde posición.
                Al otro día llegó el concierto final. Los chicos estaban prolijamente de uniforme y  ordenadamente entraron al recinto, como si estuviesen en una banda del ejército.  Sus padres fogoneaban un recuerdo con sus intermitentes flashes. No había faltado nadie a la cita, las autoridades estaban en la primera fila de la platea. Primero tocaron lo que habían preparado con su maestro y luego dirigí yo el minué. Recibí una catarata de aplausos pero yo sabía que eran para el viejo.  Como remate final todos los vecinos del pueblo nos agasajaron con un cordero patagónico.
                 Me comentó el intendente, luego de la cena, que los chicos esperan con ansiedad la llegada de la tarde para ir a la orquesta y tocar sus instrumentos y compartir un momento de magia. "El viejo les devolvió los sueños", decían los padres de los alumnos,  cuando me despedí de ellos.
             Me fui al otro día ya que mis tareas en la capital así lo requerían; lo eché de menos al alemán, porque ya había llegado a entablar cierta amistad con el peculiar maestro de violín.  Prometí volver, ayudar y escuchar las anécdotas de juventud del violinista de Heidelberg." Hay muchas cosas que no le conté", me dijo cuando me despidió emocionado en el aeropuerto.
           Como al año volvimos al sur. Esta vez no pasamos por la ciudad del maestro de violín  pero como teníamos un día libre, yo aproveché el viaje para pasar a saludar a los  entrañables viejos. Sabía que habían logrado tocar para el gobernador y que el intendente le otorgó un importante premio.
                Pasé primero por el hotel. Su dueño, sentado en la puerta estaba curiosamente contento. No era para menos, su mujer ya no le daba  las órdenes desde la cocina sino desde el cementerio.
              Seguí caminando y me topé enseguida  con la escuelita donde dimos el concierto final. Pregunté si sabían algo del alemán y la Walquiria. "No están", me contó el portero. Se habían vuelto a Alemania. Lo lamenté, pero a la vez me alegré por ellos, nadie más que yo sabía lo que significaba para Josef Schwammberger  volver a su patria.
 - ¿Viajó por lo de su premio? le pregunté.
-Nada de premio señor,  lo extraditaron.
-¿Y porqué?
-Por crimenes de guerra.
                                                 GABRIEL FALCONI
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Palabras Clave: MUSICA PATAGONIA ORQUESTA

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos


Derechos de Autor: GABRFIEL FALCONI


Comentarios (29)add comment
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gabriel falconi

gracias solimar
el lugar daba para esta historia.
Responder
October 15, 2009
 

solimar

La verdad es que tu historia es muy creíble, los detalles, las expresiones, tus impresiones. es un cuento entretenido con la estructura definida y el tema tan característico del lugar, te felicito.
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October 15, 2009
 

gabriel falconi

gracias nydia y norma por leerme siempre espero sus inteligentes comentarios asi como olos de todos los amigos
salvo el final.... la historia es bastante verosimil
Responder
October 15, 2009
 

norma aristeguy

Espero que no te haya sucedido tal como lo cuentas en el final. Ya de por sí es bastante duro desde la realidad escrita, como para pensar que ocurrió así.
Aunque te doy toda la razón, y sabemos de casos parecidos, a lo mejor al frente de fundaciones, etc.
Te felicito Gabriel aunque de sobra conoces mi opinión respecto a tus trabajos, me parecen de lo mejor. No se puede dejar de leerlos una vez comenzada su lectura. Vas llevando y atrapando al lector con la historia, hasta dejarlo con ganas de más acontecimientos.
Un cálido saludo.
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October 15, 2009
 

doris melo

GAbriel estoy encantada de volver a leer tus textos , Un despliegue de ricas metaforas adornan este cuento a la vez que dialogan las voces . Por otro lado indudablemente que tus conocimientos bastos en el arte de la música nos deleitan con tus dialogos intertextuales sobre los movimientos que tocaban los niños y las alusiones a las importantes figuras de la musica a lo largo del tiempo en que discurre el relato. Me encanto el tratamiento tan humano como le diste al personaje y como siempre desde el momento en que leí la visión del narrador sobre la mirada seria del viejo violinista capte de inmediato como algo tuyo que luego daria una respuesta a este segmento del texto. Eres muy bueno en elaborar esta clase de textos y te lo digo honestamente te felicito por este y los demas que he leido. Sigue escribiendo que te vas a convertir en un genio en esta tecnica yo diria que es una caja de pandoras al final sale a relucir lo del musico tan querido y admirado por todos incluso el narrador. Saludos y gracias por compartirlo. Doris
Responder
October 15, 2009
 

gabriel falconi

gracias nydia
conoci un personaje parecido a este
lo demas es bastante cierto ya que la gira existio y las clases tambien
el final si ...es un poco fuerte pero no te creas que está tan fuera de la realidad
Responder
October 15, 2009
 

nydia

UY Q FUERTE, PERO Q BUENA HISTORIA GABRIEL,
MIS BESOS Y ESTRELLAS PARA TI..
Responder
October 15, 2009
 

gabriel falconi

gracias miguel
son demasiados tus elogios...me lo voy a creer!!! jajaj
se me ocurren estas historias en mis viajes como musico.
peerfectamente puede ocurrir en la realidad
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October 15, 2009
 

miguel cabeza

Tu narrativa es clara, limpia, precisa, elaborada, rica... Se toca la verosimilitud. La construcción del nudo es cálida y dulce y contrasta duramente con el rápido desenlace. Me lo llevo a favoritos. Mi mejor enhorabuena.
un abrazo.
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October 15, 2009
 
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