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El paso del tiempo, obra como cicatrizante de las heridas del alma. Dejé pasar años, interminables, agobiantes, recién ahora, estoy volviendo a reconciliarme con la vida. Fui una niña normal, dentro de una familia común, reducida a papá, mamá y yo. Nunca los escuché levantar la voz ni discutir. El, proveedor por naturaleza, pasaba muchas horas fuera del hogar y el resultado era una vida cómoda y desahogada, de compras, paseos y juegos que compartía con mamá. Llegó la adolescencia y mis intereses cambiaron, prefería salir con amigas y compañeras del colegio, situación aceptada en la familia. Conocí chicas y chicos, mi vida social, se hizo más divertida, empecé a frecuentar clubes y boliches para practicar deportes y bailar. Me daba lugar para todo, mis notas excelentes, favorecieron el permiso de mis padres, para asistir a los eventos. Iba todo sobre ruedas, disfrutaba y hacía mis deberes. Al festejar los quince años, pedí como regalo, una raqueta de tenis, la mejor. Me había anotado en el club y tomaba mis primeras lecciones. Una tarde, después de hacer la práctica diaria, se acercó una pareja que no conocía. Se presentaron, él pidió jugar un doble. Alentada por mi profesor, acepté. Después de un par de horas, estaba muy cansada y tensa, terminamos de pelotearnos y se acercaron a saludar. Ernesto, de veintiún años, apenas lo vi, me causó una impresión desconocida. Algo indefinido y profundo, tuve la sensación de conocerlo ó de recordarme a alguien importante para mí. Estaba muy bien además y lamenté que estuviera acompañado, imaginando que sería su novia. Al aproximarse los exámenes de fin de curso, dejé el entrenamiento, por unas semanas y lo retomé al finalizar las clases, con entusiasmo renovado. En la fiesta de despedida del año, en el club, lo volví a ver. Me reconoció y se acercó a saludar, bailamos y conversamos toda la noche. Teníamos gustos similares y nos conmovían las mismas cosas. Fue una noche perfecta y yo deseaba prolongarla pero iban a cerrar el club y mis amigos debían llevarme a casa, Ernesto también nos acompañó. Quedamos en juntarnos esa misma tarde. Mi madre notó algo en mi. A ella le contaba todos mis secretos, le dije que había conocido al hombre de mi vida. Me besó y deseó toda la suerte del mundo. Nos hicimos inseparables, en el club y en todas las salidas estábamos juntos. Estudiaba y vivía con su padre, su madre, había fallecido siendo él un niño y la recordaba con profundo sentimiento. Llegó el día de llevarlo a casa, su deseo era formalizar la relación, también yo lo deseaba y hacíamos proyectos de futuro. Su padre, ingeniero y piloto aeronáutico quería conocerme y fijamos un día para reunirnos. Llegó ese día. Todo lucía perfecto y puse especial atención en mi persona, quería que mi padre político me considerara ideal para su único hijo. Llegaron puntuales. Papá no estaba, había salido en busca de un postre helado y se demoró en volver. Fue al presentarlos que noté en mi padre un cambio, una reacción, algo difícil de explicar y que atribuí a celos por descubrir que su niña estaba prometida y en vías de ser mujer. Lo noté muy tenso durante la comida. Cuando Ernesto tocó el tema de un próximo casamiento, no más de dos años, lo que le faltaba para recibirse, se levantó de la mesa y pidió excusas alegando que no se sentía bien. Se fueron antes de lo previsto en consideración al malestar del dueño de casa. Papá, no podía contener sus emociones. Me miró y me dijo que debía olvidarme de esa relación. En menos de un mes iríamos a vivir a Colorado, con su hermana mayor, que enviudó y nos reclamaba. El se haría cargo de los negocios de su cuñado y nos estableceríamos allá. Pensamos con mamá que había sufrido alguna grave alteración de sus facultades mentales. Era la primera vez, en años, que mencionaba a Rebeca, con quien no tenía de las mejores relaciones. Ante su intransigente posición, le comuniqué – ¡Yo no me muevo de aquí, vayan ustedes, los visitaré junto a mi esposo! Sufrió una convulsión y estuvo dos días postrado. Los acontecimientos se precipitaron, su negativa, a la que yo no encontraba asidero, me provocó un rechazo hacia su persona que crecía a la medida de su intolerante posición. A mi pesar, se lo conté a Ernesto. Decidimos casarnos ya, no tendría potestad sobre mi y tampoco podría llevarme al extranjero. Busqué mis documentos. Nos casó un juez de paz de un pueblito de Córdoba. Teníamos que consumar el matrimonio, condición indispensable para confirmarlo. Lo que debió ser una experiencia sublime, por la carga emotiva y negativa que soportábamos los dos, no lo fue. Me dormí llorando sobre su pecho. Al otro día, regresamos a casa. Papá, completamente destruído, los ojos desorbitados al escuchar mis palabras, corrió hacia el dormitorio y volvió con un revólver en su mano. Me interpuse entre él y mi flamante esposo. Descargó el arma en su propia sien, después de dejar en mis manos una carta Demasiado tarde. La pude leer al día siguiente. Ernesto era su hijo. Fruto de un amor incontrolable y culposo y causa de la muerte prematura de Ligia, su madre. Me encerré en mi dolor. Me negué a verlo, no respondí sus llamados. Hace quince años de aquello. Tengo que volver a vivir, no se cómo. Pero lo intentaré. Hoy ha llovido y salieron, las ranitas a croar, Es un coro muy ameno que nos viene a acompañar. El follaje de las plantas, luce en todo su esplendor, la lluvia las ha lavado y la brisa las secó. Mecen sus ramas, los árboles, al ritmo de la canción, las impulsa un viento suave, que entre sus hojas pasó, empujando a las gotitas, que la lluvia repartió, por el frondoso ramaje y a la tierra las volvió. Los niños salen al parque pero ahora no podrán, balancearse en las hamacas ni lanzarse en tobogán. Los charcos que se han formado no los dejan acercar. Mañana, cuando se sequen seguro, van a jugar. Hermosos, limpios, radiantes, los juegos, esperarán. De las vacaciones de mi infancia, la que viví con mis hermanos en Tafí del Valle, se mantiene gozosa, en el recuerdo. El lugar, simplemente maravilloso, con el Aconquija como centinela en las estribaciones del sur y los cerros calchaquíes al norte. Un valle de Tucumán, encantador, lleno de verde follaje. Alejandra, la mayor de las hermanas de papá, viuda y sin hijos, nos visitaba todos los inviernos y el último, logró arrancarle la promesa de enviarnos, al menos un par de semanas, con ella. Llegamos a la terminal de ómnibus, una mañana de enero. Atenta y cariñosa, esperaba en el andén. Su casa distaba una cuadra, que hicimos a pié, cada uno con su mochila. Acomodamos el equipaje y después de asearnos, tomamos un desayuno sabroso y reparador en la fresca galería, que rodea el patio central, poblado de hermosas plantas, flores y perfumes. La casa, antigua, de diseño colonial, se mantenía en muy buen estado, bajo la supervisión de tía Alejandra y de dos fieles empleadas a su servicio. Nos llevó a conocer todas las instalaciones. Además de ése, tenía dos grandes patios, el destinado a los hijos que, para su desgracia, no llegaron y el huerto, con limoneros, naranjos, limas y terreno dedicado a verduras y hortalizas y en un extremo, el gallinero, cercado por tejido de alambre. El primero, tenía pileta de cemento, para bañarnos, con ducha y vestidor, hamacas, un tobogán y había un quincho con parrilla, una gran mesa y bancos. Estábamos encantados, maravillados de gozar de tanto espacio, acostumbrados a nuestro departamento citadino de ciento cuarenta m². La única advertencia que tuvimos se refirió a los vecinos, un matrimonio mayor de italianos que vivían solos, no eran amigables y había que respetar sus horarios. La siesta, era sagrada. No debíamos gritar ni escuchar música a volumen alto. En su amplio predio, cultivaban frutos exóticos que ellos mismos embalaban y un camión pasaba a buscar una vez a la semana. A la altura de la tapia medianera, podíamos ver mangos, chirimoyas, paltas además de los más comunes, pero no menos apetitosos de duraznos, peras, ciruelos y manzanos. Un paraíso terrenal. No podía estar ausente la serpiente y apareció de nuestro lado, como en el original y con sus aviesas tentaciones. Tía, seguramente pensó que sus educados sobrinos, jamás se atreverían a tomar un fruto del cercado ajeno. Fabricamos, con sobrado ingenio, un sofisticado aparato depredador, una larga caña, con una ranura en la punta, para calzar el pedúnculo y con una ligera torsión ….. Para que el fruto, no cayera al suelo, atamos a la punta de la caña una canastita de fibra, muy liviana y ensayamos con un limón y una naranja de los nuestros. Con un retoque más, pasó el control de calidad y después de asegurarnos que los mayores dormían, pusimos el ojo en un reluciente y sonrosado mango que se nos ofrecía desde la rama del árbol del vecino. Calzamos la ranura de la caña en el tallo del fruto, con un leve movimiento, el filo de la ranura lo seccionó. El fruto, desprendido, pasó a la canastilla, que no soportó el peso. Escuchamos el mango al golpear en el piso. Sonó en nuestros oídos como una bomba de estruendo y nos dejó paralizados. Escondimos la caña sin saber dónde había ido a parar la canasta ni cómo íbamos a justificar su desaparición. Esa tarde, la propuesta de alquilar caballos para recorrer el lugar, fue recibida con beneplácito, mientras pensábamos cómo seguiría lo que empezamos. Al día siguiente, subido a una escalera, el mayor de nosotros, descubrió la canasta, encajada entre las ramas del mango y en intento de atraparla, parado sobre la tapia, perdió pié y pasó al otro lado. Atropellándonos, subimos los peldaños para verlo masajear su dolorido pié. El ruido de una puerta que se abría, nos hizo bajar precipitadamente y con el corazón latiendo en el pecho, aguzamos el oído. Sólo pasos y voces con marcado acento italiano, que cruzaban los vecinos y a medida que se alejaban se hacían ilegibles. Subimos la escalera y vimos a Rubén escondido, tras unas apretadas matas. No lo habían descubierto. Le pedimos que permaneciera allí hasta que pudiéramos pasar la escalera al otro lado y él subir. Era día viernes y la tía, muy devota, iría a la misa vespertina y luego a unas compras. Eludimos la invitación a acompañarla y apenas se marchó, después de asegurarnos que los italianos cerraron la puerta con llave, pasamos la escalera sobre la tapia. Rubén trepó por los escalones como si tuviera alas en los pies y con la canastilla desfondada, en la mano. Con gran cuidado, levantamos la escalera y la pasamos para el lado nuestro. Respiramos, cuando los tres pisamos tierra firme. El mal rato vivido, nos enseñó una lección que no olvidamos. La mantuvimos mucho tiempo en secreto, secreto compartido por los tres. No creo que a esta altura de nuestras vidas, alguno se moleste por haberlo revelado. Como la tierra sedienta, reseca, ávida y cuarteada, ansiosa, espera que llegue, la piadosa gota de agua. Como la aterida piel, el beso tibio del sol, toque de luz y calor, sabor y tonos de miel, Ansioso espera por ti, el sediento corazón. No demores en venir, porque de tanto esperar, se acrecienta el padecer y ya lo siento morir. No quiero que me maltrates con tus miradas de hielo que no está mi corazón para soportar desprecios. Ni me impongas el castigo, de sufrirte los silencios, como pájaros oscuros que anidaran en mi pecho. Ni me ofendas con sonrisas no destinadas a mi. Nunca son mías las rosas, pero las espinas, si. Francisco, que es hombre práctico y nunca dejó de serlo, hasta a los momentos mágicos, siempre les puso su sello. Para el Día del Amor ó de “ Los Enamorados,” a su amada, sorprendió con un inusual regalo. Se presentó a mediodía, con el rostro arrebolado, Los ojitos le brillaban, previendo los resultados. Cilíndrico estuche plástico, atado con cintas, moños y un gran crisantemo blanco Con lágrimas de ilusión , ella recibió el regalo y con mucha parsimonia procedió a desatarlo. Los ojos desorbitados. ¡No lo podía creer!. De un hombre práctico, como él, algo así debe esperarse: La escritura de parcela, en el cementerio parque. Doña Rata sale poco, cada vez con menos brío, Tal parece que este invierno, le ha caído mal el frío. Renovó toda su cueva, agrandando los pasillos. Cambió las viejas cortinas, por trasparentes visillos. Tiene amigos y parientes y un tierno y gran corazón En el limpiapiés, ha escrito, con letras rojas: "WELLCOME" Ayer, la vi, que pasaba, con un trocito de queso, que apretaba en sus manitos y lo llenaba de besos. - No te confundas,- me dice, Perico con gesto arisco, -No le estaba dando besos, sino unos buenos mordiscos. La tropilla de cerriles, se perdió en el horizonte Dantesca, fugaz visión se esfumó tras de los montes. Eran más de treinta potros, entre ellos, algunas hembras, con ijares sudorosos, negras y húmedas guedejas trémulas sobre los ojos, brillantes, igual que estrellas. El repicar de los cascos, hizo retemblar la tierra, hasta perderse a lo lejos, como ecos de una tormenta. Tardó en asentarse el polvo que desató la carrera de esos inquietos cerriles que no saben de la hierra, que viven en libertad y recorren las praderas, como bebiéndose el viento, resquebrajando la tierra en busca de las pasturas ó de agua cuando escasea. Y si encuentran algún río ó hasta un arroyo, se llegan. Sumergidos en sus aguas, parecen niños que juegan. Ya no son los montaraces que por delante se llevan, todo lo que se les opone, sin que medien consecuencias. También de salvajes tienen esas violentas peleas, en el periodo de celo, cuando disputan las hembras, hay que verlos combatir, sobre sus patas traseras, Agresivos, casi humanos, sin darse aliento ni tregua. La condición se repite para todas las especies. Los machos encabritados, peleándose por una hembra, sometida al que resista, en esa feroz contienda, de la que si sale vivo, no ha de ser sin consecuencias. Para ti he imaginado un cuento, distinto a todo lo que has escuchado, sin princesas cautivas, sin castillos, sin ogros y sin príncipes osados. Era una joven, sin gracia, como hay pocas renga, desagradable y jorobada, con mal carácter. De su soez boca, mordaces, las palabras, le brotaban. No se libró ninguno de su entorno, ser blanco de sus críticas más duras. Tenía, en la saeta de su lengua, arma certera, insolente y aguda. Se hizo de mortales enemigos. Al herirlos, calmaba un vil deseo. Todos, gustosamente, habrían pagado, por tener esa lengua de trofeo. Un día, la emprendió con un vecino que aparentaba ser, la mar serena, Bajo esa calmada superficie, escondía otro ser, lo que realmente era. Su profesión formal, de cirujano, lo dotó de variados instrumentos para llevar a cabo la venganza, que con gran frialdad se había propuesto. Cuando la lenguaraz fue de consulta, las antiguas ofensas, emergieron, Sin bacilar, sus manos procedieron. Cercenó lengua. En su lugar cosió sonoros cascabeles. Se convirtió en otra, muy distinta, su boca, en una fuente de armonías, Notas, dulces sonidos cristalinos, que el viento esparció en siembra de alegrías. En la plaza principal del pueblo, del cirujano, se erige la escultura, hecha de acuerdo a su postrer deseo, el bisturí apuntando hacia la altura y en la diestra, el preciado, ruin trofeo. El viejo y querido árbol, de la plaza, aquí, en mi pueblo. el que hasta ayer se veía , abatido, triste y seco, hoy se vistió de retoños, de lustrosos verdes tiernos Verde color de esperanza. Verde, verde de renuevos, de la vida que sin pausa resucita de lo yermo en un cíclico milagro que siempre ha de sorprendernos. La sabia Naturaleza, tan antigua como el tiempo, nos da clases magistrales, con sus sencillos ejemplos. Es posible renacer de los más profundos sueños. Cuando el cuerpo, inerte, hiberna, el corazón late lento y la mente, sumergida en letargo, sólo espera que llegue el tiempo propicio de una nueva primavera Una mujer de veinte años, fue víctima de agresión , por parte de su novio, que le disparó a quemarropa, provocándole lesiones gravísimas, causantes de su muerte cerebral. Conectada a un respirador y con un diagnóstico irreversible, a los dos días, sus padres, de común acuerdo, decidieron que fuera desconectada y hacer donación de sus órganos. El juez, a cargo de la causa, caratulada como Homicidio Culposo y que motivó el pedido del fiscal de veinte años de prisión para el agresor, cambió la carátula por Lesiones Graves, por considerar que quien disparó el arma, no fue quien provocó la muerte, sino la decisión de los padres de desconectarla del respirador. Esta determinación, fue avalada por el juez, basándose en otras causas similares, en que víctimas de muerte cerebral, a las que no se quitó el respirador, continúan vivos. Si es que a DURAR, se le puede llamar VIVIR. El homicida salió en libertad luego de cumplir dos años de condena. Un anciano con su hijo, en un ranchito vivían, a las orillas de un lago, azul, tranquilo y profundo, que les daba de beber y comer. Simple vida transcurrían alejados de la gente y los placeres del mundo. Pobres y sin ambiciones, ni deseos de cambiar. El joven de pocas luces, en un bote iba a pescar y en un burrito orejón, de vuelta, hacia el poblado, a vender, lo que ha pescado. También solía trocar, por café, miel, harina y alguna hogaza de pan. Su bien mayor, era el burro. Sin él no podría llevar en condición, los pescados, a la feria del lugar. Un mediodía asomó, sin burro, sólo y cansado El padre, al verlo llegar así, preguntó alarmado: - Algún ladrón te atacó? Estás herido, golpeado? Y el burro, dónde quedó? Un bandido lo ha robado? - Calma, padre, por favor. Nada de eso ha pasado. Al burro, lo regalé. Se lo di a una parejita, Ella a punto de parir, casi no podía andar, tenían que ir a Belén y mucho por caminar. No tenían de comer, le di la hogaza de pan Ella sonrió. Con su mano, la frente me acarició Perfume de frescas rosas, en el aire se sintió… la gente se veía feliz… igual que me siento yo. Alguno lo vio llegar, por caminos desolados. Encorvado por los años, el paso lento y pesado. Sopló su gélido aliento, sobre árboles agobiados que han empezado a dormir su sueño, como un letargo. A los campos los cubrió de matices grises, blancos, confundidos con los cielos, de iguales tonos pintados. Los pájaros han migrado en curiosas formaciones, junto a un jefe que los guía hacia destinos mejores Distintos de los humanos que cargamos equipajes. Ellos con sólo lo puesto, viven surcando los aires, sin visas ni documentos, sin fronteras, ni peajes, ¡Si el hombre pudiera ser tan libre como las aves! Los aldeanos, estos meses, lo viven muy recatados en sus cálidas viviendas, en un encierro forzado. El granero bien provisto. Prolijamente apilados,los leños para la estufa. Los animales guardados, proveen leche a los niños y también a los ancianos. Cuando el frío es muy intenso, rondan los lobos, hambreados, olfateando, enloquecidos, en busca y procura de algo, que los libre de morir sobre ese paisaje blanco. Una cornamenta oscura, de pronto los ha alertado. Corren en tropel, el riesgo, totalmente descartado. Son nueve lobos adultos, hambrientos, desesperados. El ciervo, no tiene chance, ni van a ocurrir milagros que de la horrible jauría, lo dejen a buen recaudo. Llegan siete cazadores con escopetas en mano, Seguían huellas del ciervo, ¡y mira, se han encontrado, una jauría de lobos que lo mismo andan buscando!. Los fogonazos se cruzan. De rojo tiñe la nieve, la sangre de los matados. El ciervo raudo, escapó. El instante ha aprovechado y se perdió en la espesura del bosque quieto y helado , de coníferas azules, de abetos de gran tamaño y jadeante bebe un hilo de agua, que cae desde una rama que se está descongelando. La tempestad ha dejado, a su paso, tristes huellas. hogares desbaratados, muerte, caos y miseria. Calles que anegó la lluvia y pasada la tormenta, el lodo que arrastró el agua se ha pegado en las veredas. Postes, semáforos, cables entrelazados, revelan, en tremenda confusión, el peligro que conlleva desenredar la maraña que provocó la tormenta. Los cielos encapotados, algún que otro resplandor, el relámpago, amenaza y despierta más temor. -Que más podría ocurrir? Habrá tragedia mayor? Exclama alguien contemplando su hacienda que se anegó. A escasos metros, no más, un débil llanto se escucha, es el anciano, que ayer, orgulloso de su huerto, arrancaba la cizaña, bajo el sol, con gran esfuerzo, aliviando sus plantíos de los que obtiene sustento. Hoy el barro los cubrió y a él un gran desaliento. Con mucho afán, un cerdito, natural, en su elemento, feliz chapotea el lodo y encuentra en los canteritos de la huerta, algo sabroso conqué saciar su apetito El bloque llegó al estudio con toda felicidad y con premura, el artista se dispuso a trabajar. Cobraba formas el mármol al corte de su cincel Pigmalión muy concentrado, la modelo, obedecía. comenzando a presentir algo, que desconocía. Un extraño sentimiento que la hacía estremecer si al corregir una pose, él le rozaba la piel. En las noches que él salía, la tristeza la embargaba, El ama la perseguía y al rosario la obligaba, prometiéndole castigos si alguna vez se negaba. Pero apenas se dormía, la joven, se le escapaba para correr al estudio y descubrir a la estatua que más se le parecía cuando los días pasaban. La tarde que el escultor vió su obra terminada, pulida, en todo lograda, agradeció a la muchacha con efusivas palabras que ella interpretó, a su manera, totalmente equivocada. Invitó a varios colegas y a la mujer que amaba. Anunció su casamiento, agregó que esa estatua, obsequio para su novia, iba a ser emplazada en altura y justo al frente de su flamante morada. Nunca hubiera imaginado lo que eso le deparaba. La modelo se esfumó, de ella nadie supo nada. Después de los esponsales, de la iglesia regresaban Numerosos invitados para el festejo, esperaban. Arriba de la fachada, de la coqueta morada, lucía el Angel, radiante El ademán de sus manos, podía ser bienvenida, ó un adiós iirremediable. Al llegar hasta la entrada, le pareció al escultor, ver una cara morena que tras la estatua asomó, pero lo dejó pasar creyendo que era ilusión. El sol que estaba en el cenit, una broma le jugó. La sonrisa quedó trunca, con el ruido que atronó cuando la pesada mole, sobre ellos se desplomó. FIN A los hombres que lo intentan, no pretendan comprender, arranques de una mujer, sus motivos, ni sus tretas. A la mujer hay que amarla, no pretender comprenderla. Hacerlo es ardua tarea que complica la existencia. Mejor obviar ese paso y otorgar las indulgencias. Aclarada la cuestión, activados los sentidos, vuelve a su cueva la liebre, el mochuelo hacia su olivo y la mula a su pesebre. Con tal impetuosidad, traes olas a mi playa Y todas son diferentes de variada intensidad. No te quedas un segundo, en paz, ni sabes de calma. Es tu destino, tu karma, la dinámica sin par. Majestuosa es la visión que sorprendida contemplo La cadencia de esa vida que se mantiene en el tiempo constante, siempre nutrida, en rítmico movimiento. Empujadas por los vientos, se forman altas murallas que con fragor de estallidos van a morir en las playas. Queda su cresta de espuma junto a conchas, caracoles, ramas, troncos y maderos y restos de embarcaciones Vuelve a internarse en la mar, retorna con nuevos bríos bajo influencias celestes que controlan su desvío. Responde a complejas leyes , desentrañadas por Newton Arrastran cálidas aguas, tus portentosas corrientes. Ríos, dentro del océano, que en un viaje permanente, llevan a países fríos, temperaturas calientes En tus violentos avances, demueles y esculpes rocas, A tu impetuoso vaivén, no hay nada que se le oponga. Sorbo un trago de café, oscuro y amargo. El aroma, tan estimulante como la infusión,reconforta y a medida que la bebo, siento sus efectos energizantes y placenteros. A esta hora de la mañana, el bar se llena de gente, atraída por el aroma del café recién molido. Un buen momento para reunirse y cambiar saludos con los conocidos y los no tanto. Con un buen café de por medio, siempre hay un motivo para socializar. Mi compañero de mesa, abonado al establecimiento y adicto al brebaje, me pregunta si conozco sus orígenes. Algo leí, pero es bueno escucharlo y hoy no tengo obligaciones. -Retrocedamos en el tiempo para ubicarnos en Abisinia, actual Etiopía en África oriental. Kaldi un joven pastor cuida un rebaño de cabras. Observa que unas cuantas, trepan a un montecito y mordisquean de unos arbustos. Al rato, esas cuantas, triscan, saltan y corretean, mientras las otras vuelven al corral, agotadas y mustias. Los días siguientes sucede lo mismo con iguales resultados. Kaldi, aunque no lo sabe, en si lleva el espíritu del investigador. Recoge algunas ramas y frutos, pequeños y rojizos y los lleva a un monasterio que conoce y donde sabe, experimentan con hierbas. Allí ponen a cocinar los frutos, pero la infusión obtenida, es tan amarga y desagradable que el monje, arroja al fuego el contenido de la vasija. Los frutos al quemarse, desprenden un aroma tentador que lo induce a tostar los granos, antes de utilizarlos para brebaje. Ese fue el comienzo de un largo camino que posesionó a esta bebida como la preferida en el mundo musulmán, donde está prohibido el consumo de bebidas alcohólicas y desde allí al oriente y occidente. La “ amarga invención de Satanás”, combatida por los católicos, que adoptaron el vino, consagrado y santificado por Cristo, encontró en el papa ClementeVIII un simpatizante de peso y su aceptación, lenta pero segura, se extendió por Europa con una que otra resistencia. En Inglaterra, bebedores de te, por tradición, le opusieron al café, una feroz. Hoy ocupa un lugar de privilegio entre los productos alimentarios más solicitados, moviliza infinidad de trabajadores en todo el mundo y no hablo de los consumidores, concluye. .- Ese comentario, sobra, agrego, mientras el mozo le alcanza a mi amigo, el tercer café de la mañana. Los avatares del destino, que la había elegido para consumar su obra, la trasladaron desde su añorado Tucumán, hacia el Río de la Plata. Allí, más aún que en su amada provincia, la vida, para una mujer humilde, carente de instrucción y de relaciones era extremadamente dura. Recién comenzaba el siglo XIX. Las restricciones laborales, sociales y comerciales, impuestas por el Virrey, en nombre de Su Majestad Española, abrumadoras para los residentes de sus extensas colonias de América, se potenciaban para sus habitantes nativos. Manuela era una mujer fuerte y saludable, tenía las manos curtidas por el trabajo, la tez oscura. El rostro aindiado se iluminaba con los destellos de su mirada. Una más entre tantas que desde los estratos más humildes de una incipiente sociedad, comenzaban silenciosamente, a construir los cimientos del futuro. Cuántas mañanas la vieron pasar hacia el arroyo, junto a otras mujeres de su misma condición, entonando una copla, con el atado de ropa sucia, que una vez lavada sobre las piedras, extendía para que se blanqueara a la luz del sol. Una vez limpia y seca, pasado el mediodía, regresaba a su rancho para seguir con sus otras ocupaciones. Planchar, cuidar de la pequeña huerta, preparar la mazamorra las sabrosas empanadas y los pastelitos que deleitaban a una clientela que continuamente aumentaba. No escatimaba esfuerzos y se daba tiempo para todo, hasta para ponerse linda y esperar ansiosa la llegada del amado, las pequeñas compensaciones de la vida. Corrían rumores sobre la incursión de barcos ingleses que habían sido avistados próximos a las costas de Quilmes. La ciudad, desprotegida, el virrey sin tomar medidas adecuadas para contrarrestar un posible ataque, en sus arcas, el oro que debía ser enviado a España, era un motivo más que suficiente para alertar de una segura invasión. . Los acontecimientos se precipitaron, el 24 de junio, las naves inglesas al mando del comodoro Popham llegaron a la Ensenada de Barragán, Liniers ordenó abrir fuego, lo que les impidió el desembarco. Las naves al mando de Beresford, al día siguiente ocuparon las barrancas de Quilmes después de dispersar a Pedro de Arce, quien les salió al encuentro con sus milicianos. El virrey, no tomó ninguna medida para proteger la ciudad, pero puso a salvo los caudales despachándolos en varias carretas hacia Luján. Con los ingleses pisándole los talones, siguió huyendo con el tesoro y su familia, con fuerte escolta, a buscar refugio en Córdoba. El día 27, Beresford entró en Buenos Aires y asumió el cargo de gobernador. El esposo de Manuela, como todos los hijos del país, no podía ocultar su impotencia. Mientras ella le ofrecía un mate, hablaba sobre su decisión de unirse a las fuerzas del capitán de navío, Santiago de Liniers. Como la mayoría de los que se alistaban para la defensa, carecía de armas y de preparación militar. Suplirían las carencias con el entusiasmo y el valor que les confería el deber de recuperar la tierra que los vió nacer y la certeza de estar haciendo lo correcto. Manuela, callada y atenta, asintió con los ojos húmedos y un presentimiento nefasto que ahuyentó con un gesto de su mano. Ahí mismo tomó también una decisión irrevocable: acompañarlo en la defensa del terruño. Su noble corazón no admitía que sólo él se expusiera al peligro. Estaban unidos para las buenas y para las otras. Nada dijo, temía un rechazo, ya se las ingeniaría para planear la forma de ayudar, podía llevar agua y alimentos, siempre se puede encontrar una manera de hacerlo si hay voluntad, y eso, a ella le sobraba. Continúa..... Ay qué negra está la noche! Que negros mis pensamientos! está oscurecida mi alma de negros presentimientos. Te fuiste muy tempranito. De ti, no he sabido nada. Está por amanecer y aún no he abierto mi cama. Pasan tan lentas las horas…Unas ráfagas heladas, de esas que hielan la sangre, se cuelan por las ventanas. Ya me había adormecido, sobre un sillón de la sala, cuando algo que escuché, hizo que me despertara. Fui corriendo hasta la puerta. Por la mirilla espejada, Ví a alguien desconocido que a sus espaldas cargaba un cuerpo, no pude verlo, pero me lo palpitaba. Abrí la puerta de golpe…blanca, tenías la cara. Al comprobar que eras tu, rocé tus manos heladas que traspasaron mi piel para quedarse en el alma. Ya no eras de este mundo Y a mi nada me importaba, Solo quería saber quién te clavó aquella daga que terminó con mi vida y la tuya desangraba, para buscarlo y vengarte y tener en paz el alma. El mismo que lo traía, sobre sus rudas espaldas, me lo dijo de un tirón, sin que se lo preguntara. -Fue tu hijo quien lo mató, Se enzarzaron, en la calle en violenta discusión. Él no quería pelear, porque en medio, estabas vos. Tu hijo apeló al insulto, El hombre lo abofeteó y cuando se retiraba fue que tu hijo, lo atacó, hicimos por detenerlo. Joven y ágil, se escapó. Si lo encuentra la milicia, no tendrá ninguna opción. ¡Ay hijo mío del alma, labraste tu perdición! ¡Si pudiéramos volver al tiempo que ya pasó cuando eras mi dulce niño! En ti albergaba el amoren nuestro mundo perfecto, sin lugar para el rencor. Hoy, la crucé en mi camino y todo lo que creí, lo que había imaginado que ya fue, volvió hacia mi. Creía haberme liberado de aquel enfermizo amor que sentía como daga, clavarse en el corazón. Lo creí y hasta me burlé de aquella debilidad, Olvidé lo que sufrí o creí que iba a olvidar. Arrasó mis argumentos, con tanto esfuerzo tramados, como castillos de naipes, que el viento ha desparramado Sentí el hielo de la muerte y creo, no estoy seguro, que muy próximo a morir, mi corazón, se detuvo. La saludé con un gesto, con otro me respondió Aparenté indiferencia, no se si ella lo creyó. Mis piernas, paralizadas, se negaban a marchar y el alma las apoyaba. Todo era para mi mal. ¡Qué me has hecho, mujer cruel! ¡Mala, peor que la droga! Me has convertido en adicto, a tu amor, a tu persona, a tus pueriles antojos. Además de ser ladrona! Me robaste el corazón y a tu capricho, lo amoldas. Cuanto estás cerca de mi, siento que mi corazón, quisiera escapar del pecho y unirse a tu corazón. Su palpitar, que yo escucho, junto al mío, acompasado, no necesita otra cosa cuando estamos abrazados. Y podrían derrumbarse, sobre nosotros, los cielos. Sería un dulce final, si es contigo, nada temo. Cuando estás cerca de mi, presiente, mi corazón, que en el mundo no hay razón, para alejarme de ti. Siento latir con pasión, intenso, firme y seguro, Sentimiento tuyo y mío fundidos los dos, en uno. Comprendí que te quería el día que te marchabas. Y no quise detenerte Y dejé que te alejaras. Mi corazón se detuvo, no lo podía aceptar. Era demasiado tarde, para volver hacia atrás. Aunque ya no esté en tu vida, ni me quieras recordar y sea, de tu pasado, algo que pasó, no más y cuando escuches mi nombre, lo asociarás a un ya fue….. sin embargo, el corazón, grita que aún vives en él. Aquél año decidimos pasar un par de meses en Bariloche. Mi esposo, cirujano cardiovascular, había llegado a un punto en que le era imposible superar el estrés causado por el exceso de trabajo. Las presiones, los viajes y conferencias a las que periódicamente, era invitado, le absorbían tiempo y dedicación que prefería brindarla a sus pacientes. No fue fácil convencerlo para que delegara, momentáneamente, sus responsabilidades. Su natural generosidad, le abrió posibilidades a muchos jóvenes médicos, que apenas recibidos, fueron tentados para formarse en su especialidad y en las nuevas técnicas renovadas continuamente. Tras conversar, meditar y convenir, depositó su fe en el equipo que lo acompañó en todas las intervenciones. Aliviado, después de tomar la decisión, hizo de cuenta que su objetivo, en adelante y por sesenta días, iba a enfocarse en hacer lo que más le gustaba, para lo que había esperado diez largos y agobiantes años. Estábamos en el mes de abril, comenzando el otoño que prometía ser muy especial. Habíamos contactado con una inmobiliaria que nos llevaría a elegir el lugar ideal, mientras, nos alojaríamos en una hostería donde, años atrás, pasamos nuestra luna de miel. Hicimos varias paradas, el camino, en general, bueno pero había otros de ripio en que debimos estar muy atentos para evitarnos inconvenientes. La confortable hostería, muy renovada, con ampliaciones y mejoras, daba cuenta del empeño de su propietario por superar la oferta, en ese maravilloso y privilegiado lugar de Río Negro, En la inmobiliaria, nos consiguieron una cabaña en la zona de Llao- Llao, frente al lago Nahuel Huapi. Desde cada ventanal descubríamos las bellezas de un paisaje privilegiado, donde la naturaleza, competía consigo misma para brindarnos su esplendor reflejado en las serenas aguas del lago. Los días pasaban demasiado rápido, para mi gusto. Alejados, ambos de nuestras habituales tareas, nos adaptábamos a una vida sin presiones y sin la rigidez esclavizante de los horarios. En mis diarias caminatas, descubrí un bosquecillo de cerezos y me dediqué a cosechar los frutos. Preparé una cantidad en alcohol y en confituras para regalar a mis amigos. Teníamos un bote con motor fuera de borda y salíamos a pescar y a recorrer el extenso lago. Hicimos excursiones al bosque de arrayanes, esos maravillosos árboles de corteza canela rojiza, que al filtrar los rayos solares, por su intrincado ramaje, crean visiones fantasmagóricas y figuras espectrales. Es, único en el mundo y fue declarado monumento natural, preservado para las generaciones venideras. El recorrido de este parque nacional, se hace por senderos entablonados y es celosamente protegido por los guardaparques. En otras salidas recorrimos los campos de lavanda, las reservas naturales, donde el ciervo rojo pasea majestuoso, criaderos de truchas, asentamientos mapuches y los numerosos puertos y rincones increíbles de ese sector de nuestra Patagonia maravillosa. Con sólo la visión del entorno, nuestra permanencia, estaba justificada, en plenitud. Día a día, el cambiante tono de los bosques, en el otoño, creaba una sinfonía de colores de impresionante belleza. Es el momento preciso en que el espíritu humano comulga con el esplendor de la naturaleza y siente la gracia inefable de poder compartir ese incomparable privilegio. Nuestro tiempo de vacaciones se acortaba y llegó, como debe ser, el tiempo de regresar. El viaje, con música de Mozart, como fondo, lo hicimos en un conmovido silencio. Me hice la firme promesa de volver. Las imágenes grabadas en la retina, todavía me acompañan y las traigo a mi pensamiento para contrarrestar situaciones desagradables, inevitables en nuestro cotidiano trajín. Quemé hoy la última carta, que me ligaba a su vida No hay para que conservarla. Lo que en ella me escribía, perdió vigencia, además eran sartas de mentiras. Que me amaba………… Que sufría por mi ausencia………. Que moría por besarme, por tenerme, por fundirse en un orgasmo que nos llevara la vida… Al leer esas palabras, en mi cabeza fluían recuerdos de los encuentros y el corazón me exigía que retornara a su lado. De no hacerlo, se moría. Y yo que estaba tan lejos, en busca de mejor vida, para compartir con ella, lo que creí, merecía…. mis compromisos, deshice, ciego, sin pensar que hacía. Rompí el puente que me unía a un futuro promisorio que avizoré cierto día y lo arrojé por la borda. Porque mi vida, sin ella, ningún sentido tenía. Sin saber que de mis ojos, la venda, se caería. Sin advertirle, llegué una mañana sombría, tan oscura, para mi, como que un presagio había. Las palabras que ensayé para decirle, morían antes de ser pronunciadas y mi pecadora vida y todo lo que llevaba. Fue al momento en que la vi con otro, en mi propia cama. Su desnudez y la de él, estrechamente enlazadas, como solíamos juntos. Tal fue mi enajenación, que en un momento pensé “él no era él sino yo”. Es la única razón… ni encuentro otra explicación. Por eso no los maté. Es una mujer adulta. El tiempo dejó profundos surcos en su rostro, donde es posible descifrar gozos, tristezas, alegrías y dolores, comunes a los humanos.Vuelve del cementerio y yo de mi diaria caminata. Como lo hace dos veces al año, para su aniversario de bodas y para el día de San Valentín, fue a llevar flores y las palabras conque acostumbra saludar a Efraín, su compañero en la vida. Hace trabajos domésticos para una familia de mi vecindad y la veo diariamente. Decidimos hacer juntas el camino de regreso.De naturaleza reservada, descubro, en ella, una faceta oculta, en exceso locuaz y comunicativa. Su necesidad de expresarse es evidente y dejo que fluya sin interferencias.-Nos conocíamos de críos. Nacimos en el mismo pueblito de Santiago.A los trece años, un matrimonio de Córdoba, me pidió a mi madre para cuidar a un bebé.Ese mismo día me trajeron sin poder despedirme de Efraín. Trabajaba de peón. Sólo nos veíamos los domingos, ese último nos besamos por primera vez.El viaje duró varias horas que pasé llorando en silencio. Nadie se dió por enterado.Las obligaciones eran tantas, no me quedaba tiempo para pensar. Desde las 06 de la mañana,hasta las 22hs no paraba, Tenía una h para las comidas y otra hora, la sra. la decicaba para enseñarme a leer y escribir. Eran muy severos, no me permitían tener amigos ni hablar con desconocidos.La mañana que cumplí quince años, barría la vereda y casi me desmayo. Frente a mi, estaba el Efraín. Nos fundimos en un beso que pudo haber sido eterno a no ser por la bocina de un automovilista molesto. Cuando nos recuperamos, prometió cumplir su contrato en Santiago y volver a Córdoba a buscarme. ..Y luego me has preguntado que porqué me resfrié Recuerdas que te esperaba el lunes, frente al café? Y me cansé de esperarte en esa fría avenida, con el viento a mis espaldas y la lluvia, que caía calándome hasta los huesos y arruinándome la vida. Sabes bien, nunca he podido ocultar mis emociones, Volví a casa, caminando y deshecha en lagrimones. Y me acordé de tu madre….. Aunque sin imputaciones Tenía que desahogarme, ojala Dios me perdone Ella puede disculparme. Por mi, nunca lo sabrá. Pero del hijo que tiene, de eso, si se enterará. Sin duda, era Amor Platónico, lo que ese joven sentía. Cuando ella se le acercaba, él, presto, se retraía. Supongo, la idealizaba. No era lo que ella quería Y por más que lo intentaba, él siempre se le escurría. Era una de avanzar y otra de retroceder Y en esa doble función, se agotaba la ilusión, la paciencia y la pasión de esta bonita mujer. Terminó por comprender, lo imposible de su intento el día que descubrió al jovencito del cuento con minifalda, tacones, peluca de blondo rizo apretando al encargado en el hall del entrepiso Hoy me ocuparé tan sólo, de alegrar mi corazón, El pobre, con tanta herida, reclama mucha atención Estoy dispuesta a ofrecerla, sin pausa ni dilación quiero que se recupere y pueda verse mejor. Buscaré un lindo vestido, me arreglaré con esmero y saldré por esa puerta a concretar sus anhelos. Ya verás, mi corazón, que tendremos mejor suerte cuando cambie de actitud, levante alta la frente y beba todos los vientos por mejorar lo presente. Dejaré a un lado las dudas morbosas, que me acometen Será otro mi pensamiento, saludable y diferente. Reflejará mi mirada, el deseo y la ilusión, de estar cada día mejor para mi, y para mi gente. Recuérdame alguna vez y mas, todas las que quieras. Yo lo sentiré en mi piel, como caricia ligera. Calmará mi incertidumbre, dudas y algo de temor que suelo sentir a veces, cuando me falta tu amor. No digas que me equivoco, que falla mi percepción, Argumentos destinados a aumentar mi confusión, la tristeza y esta angustia que oprime mi corazón.. Recuérdame cuando miras el cielo, al atardecer. El mismo cielo que juntos, nos vio por primera vez Y en las estrelladas noches, amor, míralo también, yo miraré el mismo cielo, aunque conmigo no estés Tras un detenido examen, que me ocupó, en la mañana, dedicado a observar, las arrugas de mi cara, vi., en este mapa facial con la visión aumentada, algo que me interesó, si bien, ya me lo esperaba, los estragos que provocan acciones buenas y malas. En la frente, alcanzo a ver, sorpresas y desconfianzas. En el ceño, la fatiga, el enojo, la amenaza, por alguna travesura que me dejó sin palabras. Alrededor de los ojos, acentúan la mirada y dan una sensación, de madurez, sazonada con experiencias de gozos que trascienden desde al alma, un cúmulo de deseos, ansiedades y distancias. En los rictus de la boca, alegrías, añoranzas, sonrisas acariciantes, algunas intencionadas, y rechinar de los dientes por paciencias agotadas. En el detenido examen, que me ocupó, en la mañana, logré este mapa facial, que es la historia, bien contada de la vida que he vivido y no deseo cambiarla, por el contrario, me siento, con ella, identificada. Me abstengo de los retoques, de la cosmética vana, de picaduras de avispa y siliconas variadas. Me muestro, tal como soy, a nadie le envidio nada. Cada ser llega a este mundo, con una misión marcada. He decidido aceptarme, como soy, no disfrazada de algo que nunca seré y no me sirve de nada. La inteligencia es un don y debemos cultivarla. Como forma de expresión, el poder de la palabra, amerita comprensión. Sabremos valorizarla. Me dedicaré a escribir, con la mente despejada. Si alguien quisiera acercarse, sin apuro ni desgana, con la mínima atención, para entender de qué trata, si le agrada, le conmueve. Si no le provoca nada, tal vez, en un nuevo intento, procuraré conformarla. Lo mismo, seré feliz. Encontré lo que buscaba, la manera de expresar, todo aquello que nos pasa. El oleaje migratorio, lo depositó en las playas, razón de que se dispute, su nacimiento, en el Plata. Lo cierto es que fue creciendo en suburbios y arrabales, en puertos y bodegones, prostíbulos, lupanares. Tenía por seguidores a las clases postergadas. Rechazado por la iglesia y la rancia aristocracia: “Un verdadero flagelo que las costumbres, degrada que atenta contra un sistema bendecido por la gracia”. Lo gracioso de esta historia, bastante contradictoria, los hijos de esas“familias”, lo llevaron para Francia, después de haberlo bailado en lupanares del Plata. Interpretado, al principio con violín, guitarra, flauta y candombe de tambores de esclavos traídos de Africa. Un alemán que llegó desbordante de añoranzas, le incorporó el bandoneón que gime, rezonga y ama. Gardel, Le Pera, Piazzola y tantos que hicieron gala de su canto, de su letra de su música y su danza, que del sórdido arrabal, pasó a brillar en las salas. El corazón me decía que no lo vería más me rebelaba perderle y no lo quise escuchar. Lo busqué por los lugares que solía frecuentar. Pregunté a los conocidos, nadie podía explicar, su ausencia, esa cruel ausencia que me causó tanto mal. Alguien me dijo que el tiempo es el que puede curar cualquier herida del alma, de amor y ayuda a olvidar. No se dar constancia de ello, a pesar de mis intentos. Lentas, muy lentas, las horas, iban formando los días, que lentos, lentos, pasaban, mientras yo, me consumía. y aquel desdichado amor, seguía en mi pensamiento. “ Una mancha de durazno, con otro, verde, se quita” escuché, un día, decir a una humilde viejecita que en la feria del lugar, ofrece su mercancía. Frente al espejo entendí que me había descuidado. Las penas dejan sus huellas y es penoso confirmarlo. Me dije, Después de todo, que gano con masoqueos? Sólo arrugas y disgustos y entre lo malo y lo bueno, elegí lo conveniente y hoy estoy en mi apogeo. Ahora vivo dichosa, encuentro mis alegrías en las cosas más sencillas que puede ofrecer la vida, una flor, una canción, un libro, una melodía y mi deseo de estar mucho mejor cada día. Aquellas fotos guardadas, renuevan en su memoria los recuerdos del ayer y alguna historia olvidada. La imagen de una muchacha que busca esconder el rostro, con el lacio pelo claro, que le cubre hasta los hombros. También su mirada es clara, tan clara como sus ojos. Ojos de tierna gacela, de ingenuidad y de asombro, ante un mundo al que tendrá que afrontar dentro de poco. A perfeccionarse en canto, ella viajaba a Milán, En solo un par de semanas y se negaba a posar. Él, preparaba su ingreso para la universidad, Veía en ella, a una niña, ella, veía algo más. Después de tomar el te, salieron a caminar. Con intención de llevarse, recuerdos de aquél lugar, recorrieron la pradera, bordearon el manso arroyo, recogieron moras dulces, puso, ella, una en su boca, él esa buscó probar y en la casta boca de ella, la esencia de la muchacha, consiguió desentrañar. No hubo ningún juramento ni promesa de futuro, Ël se abocó a su carrera, quería ser el mejor En Milán, ella esperaba y tejía su ilusión, Cumplía al pié sus deberes, con esmero y con pasión El regreso, la oprimía. Sola y triste en la pensión, Volvía entre sus recuerdos, al beso que él le robó Y la embargaba la angustia que se volvía dolor, reviviendo aquella escena que él nunca más recordó. Ella es hoy toda una diva, en Europa, se instaló, Todo lo que quiere, obtiene, joyas, viajes, la mansión en Roma, París, Londres y también en Nueva York. Su esposo, hombre de negocios, también es su productor. vela y cuida de la diva, su más valiosa inversión.
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Oscar Franco
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Por favor difundelo si pudieses. gracias.
Pascual Vizcaino Ruiz
Alejandro
Es usted muy déspota en su comentario del texto indiferencia divina?, sobre todo si tenemos en cuenta que la autora deja claro que los desastres naturales son muy comunes y crea toda su reflexión acerca de cómo el ser humano pasa de su pregunta hacia un Dios al que considera responsable a la dolorosa conclusión que es su irresponsabilidad la que acelera los procesos llevándolos a desastres.
Bastante arbitraria resulta usted al decir… le “concedo responsabilidad al hombre” por favor señora si usted lee, ve televisión o se molesta en averiguar, se podrá encontrar con un cumulo de estudios e informes que demuestran como las acciones de la humanidad ha afectado el equilibrio natural que provocan desastres.
Parece ser que usted no se entero del objetivo de la reunión de presidentes de países en Copenhague... por favor señora antes de atacar o trata de ridiculizar a alguien primero analícelo, porque podría ser usted quien terminara haciendo el ridículo.
Alexandro
Oscar Franco
Te invito a leer y comentar alguno de mis poemas espero te gusten.
Un saludo y feiz años nuevo 2010.
www.somosgoogle.blogspot.com
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Francisco Prez
Veneno
haydee
Seguro que van a sobrar las anécdotas y encontrarás un buen argumento para tus relatos.
Gracias!
Serena