Oct 04, 2018 Jun 30, 2018 Jun 27, 2018 Jun 26, 2018 Jun 25, 2018 Jun 24, 2018 Apr 08, 2018 |
Hoy no quiero concientizar, sólo quiero compartir -dijo él. Desde que nacemos, vemos a una sociedad sumida en grandeza, nos sentimos atraída a ella, nos cegamos; cuando se es pequeño, uno se ilusiona con ser algo o alguien que llama la atención, nos preocupamos en ser aceptados eligiendo caminos que a otros les funcionó. Mientras crecemos nos llenamos de cierta sabiduría cognitiva que nos permite abrir paso entre maleza ideológica, pensamos, tenemos temor y a veces vanagloria de lo que sabemos, consideramos al otro como un ser que se puede valorar cualitativamente; ahí comienza el descenso moral de utilizar las máscaras, sentimos que alguien puede saber más, o menos, queremos vernos bien, nos sentimos con el poder de mentir sigilosamente con palabras prestadas de otro, a todos nos pasa, más cuando se es joven. La profundidad de nuestro criterio se basa en como nos verán nuestros semejantes, que opinarán, cubrimos nuestros rostros con las tela, barro y cartón; llega un punto donde el estrés de cargar a tantos personajes nos lleva a la bancarrota moral, fingimos y nos marchitamos, dormimos y no descansamos. Nos toca a la puerta ese personaje ofreciéndonos una máscara, atractiva, adecuada; no se sabe cuando llegará a la mente esa idea loca y frívola donde nos avergonzaremos de ser quienes somos e iremos a buscar una máscara para sumarnos a los demás y confundirnos con todos. Mujeres vanguardistas que resuenan en alborada, armada con las flores y apoyada por las hadas. Cargando la bandera que está teñida con la sangre, de algunos de sus hijos que cayeron por alzarle. Mujeres vanguardistas que abogan por la paz, defendiendo patrimonio, razón y libertad. Levantando cohorte y gavilla, en lo recóndito de los hogares, vigorizando algarabía en los pueblos, ciudades y calles. Baluarte magnánimo, próspero en solidaridad. Quid aterciopelada por mensajes de voluntad. Mujeres vanguardistas que confrontan necedad, Ejército de fantasía pero fuerte en realidad. No se ataje su voz por andanada de la guardia, porque son frágiles y deleznables ante la algazara de la patria. Madres, son el Orgullo Nacional, que no se quebrante su espíritu y puedan observar. Que detrás de ustedes, señoras y señoritas, hay una multitud inalcanzable gritando:¡Firmes y adelante! ¡Mujeres vanguardistas! Mujer simple de Blanca personalidad,Te mueves en los medios exponiendo mi debilidad;Con tus ojos llenos de despropósito, Cansas mi atención hasta quedar loco. Tu figura a la lejanía desorienta mi mirar,Cortando la respiración en tiempo desordenado;mis retinas templadas se contraen antes de derramar,Las gotas de pasión de un corazón obsesionado. ¿porqué me evitas cuando quiero hablarte?Si sólo quiero sentir tu aliento tan fino,¿Es tan difícil tener un momento contigo?Si sólo quiero saber si tu amor aún arde. Déjame cantar de nuevo esa melodía, Aquella que derrite tu piel con caricias,Que puedas recordar ese momento que te hice sentir amada,Esa noche que nos capturó y esa Luna que con su resplandor nos atrapaba. No importa si mi vida se ve envuelta en locura,Se que de alguna manera siempre me recordarás,Yo fui aquel que entregó todo su amor de manera pura, Y siempre estaré cerca, para ver si volarás. Y así saber si tu corazón por mi latirá,Para que en la próxima vez,Pueda alejarme o volver, Y, por ahora la última flor de mi corazón no caerá. Caía la tarde, los rayos tenues del sol penetraban las densas nubes, era todo naranja opaco. Las aves se anidaban, los insectos se escondían y la noche caía; cuando acaricie su corteza áspera y mohosa, sentí que se estremeció el viejo árbol. Sus hojas se deslizaban de sus ramas en forma de lágrimas y su vid se retiraba de su raíz. Fue entonces donde me preguntó : ¿qué haces aquí, muchacho?, simplemente yo me ahogue en llanto, tenía un nudo en la garganta, -mañana será otro día y tu seguirás. -me dijo el árbol. Y yo le contesté: -mañana te cortarán. -Exacto, y me alegra que estés aquí. -me dijo. -hoy te contaré mi historia para que cuando crezcas tu la cuentes por mi. Hace mucho tiempo, cuando este era un claro, yo crecí y pasaron años para que pudiera hacer mi primera cosecha, los animales del bosque se refugiaron en mi y les daba alimento para que pudieran vivir; fue en ese momento donde supe que era más que un simple árbol. Las mañanas frías eran calentadas por las bellas notas de aves que se refugiaban de la mella nocturna, y los atardeceres eran tan románticos como cataratas celestiales de colores impresionantes. Después de un tiempo pude ver a mi nueva familia crecer, al mango, las naranjas y a mi compañero aguacate. Ellos tenían personalidades fenomenales. Llenaron este claro con las tonalidades más bellas, y con frutos más deliciosos. Era una gran familia. Pero, ¿quién soy yo para merecer tanto? Las épocas pasaron y cerca de nosotros comenzamos a notar que una especie irregular apareció. Llenaron nuestros bosques con habitaciones. Se adueñaron de las tierras y nos dejaron sin condiciones. Fue donde conocimos a tu matriarca, la nueva autoridad, no teníamos opción para vivir. A los años, una de las naranjas se enfermo. Todos los días le animábamos con canciones, le declamábamos poesía, pero con su personalidad terca nos decía que tarde o temprano se la luna se la llevaría, al final del sol. Paso mucho tiempo para que tu matriarca hiciera algo de ayuda, era demasiado tarde. La peste ya había comido la vida de naranja. Su despedida fue triste, era muy joven, era muy bella. Fue una tarde de otoño cuando ella se fue. Sin embargo la matriarca no le importo y dejo su cuerpo muerto frente a nosotros. Hasta que las termitas devoraron su corteza. Pasaron los años y te vi por primera vez. No podías caminar bien, y te veías divertido. Cuando fuiste creciendo tu familia empezó a notar que nosotros tomábamos espacio demás. El aguacate, era el elegido de la matriarca, le estorbó. Antes de que aguacate fuese cortado, me dijo que si para algo habíamos existido, era para dar vida a los demás. Esa mañana el no dijo nada. Se fue en silencio. Cuando tu creciste, fue cuando empezamos a conocer a tu especie. Nos dimos cuenta que no todos son iguales, tu nos ayudabas, y te permitimos subir a nuestras ramas. Tu te dormías en los brazos de naranja. Te gustaba estar con nosotros y nos pudiste comprender y nosotros te amamos. Pero paso el tiempo. Mango era la siguiente víctima, cuando fue señalado para ser cortado tu te opusiste fuertemente y a mango eso le conmovió, aun recuerdo escuchar sus gritos de angustia y dolor antes de que le dieran el primer golpe. Tu llorabas detrás de mi y yo, lloraba frente a él. Se aferró tanto a la vida que a los hombres les costó quitarlo. Ver a mi amigo tendido en el suelo, muriéndose, repitiéndome que no se quería ir, y yo diciéndole que siempre estaría aquí. me rompió el corazón. Que culpa tenía él, de ser un árbol. Naranja me dijo que era suficiente, solamente se fue de repente. Sabía que seria la próxima. Y ahora todo ha vuelto como antes, soy un árbol en un claro, y este claro será lo único que quedará mañana. Cuando llegues a un nuevo lugar, y veas a una familia de árboles, recuérdanos a nosotros. No cometas el error de tu familia. Cuenta esta historia a la siguiente generación, que nosotros estamos únicamente para dar vida. Nunca te olvidaré y nunca me olvides. Eres nuestra esperanza, cuéntalo, y así nuestra caída no será en vano. Chico, siempre te amamos. No lo olvides. Duerme, y mañana será tu oportunidad de proveer a las personas la vida que tanto cosechamos. Al día Siguiente, era de nuevo un claro sofocante, vacío, sereno y sin vida. Se hacía tarde, a ella le tocaba salir primero. - ¿iras por mí? - preguntó. Él, con su sonrisa coqueta le dice que sí. Pobre se sentía dentro de sí mismo, ver a la única alternativa de su vida irse; ¿qué pasaba por su mente? ¿Porque su semblante decaía? Su imaginación podía más. Su mente estaba en el sobre blanco que tenía en su bolsillo. No lo quería abrir, quería engañarse, no podía sacarle. Fuera de su casa busca distracción, más aún cargaba su condena. Visitó colegas, familia, su Instituto también. La mente ociosa de una mente perturbada ¿qué no puede hacer? Busca la tienda donde estaba su novia, con un ramo de flores y una caja de chocolates. Ella estaba sorprendida. No lo podía creer. - ¿desde cuando eres tan romántico? -dijo. ¿Eres tú? Añadió. Él solo podía reír. - eso no es todo. Iremos a cenar. - expresó sonriente. Mientras esperaban en el restaurante, él tomó la mano de ella, - ¿sabes porque amo estas manos? - queda mirándola a los ojos y le recuerda su romance, con esa tonta metáfora del río. El río que separa dos almas; - una de ellas tiene que sacrificarse para estar con la otra, justos siempre estarán, así he hecho por ti mi amor. He dado todo. -exclamó. Ella sólo podía verlo con ojos tiernos, se derretía en sus palabras. - siempre tan absurdo y mágico. - dijo ella. Toda la noche fue llena de recuerdos bellos. Sonrisas llenas de placer. Más aún estaba martillando su corazón ése sobre malévolo. Él quería hablar de eso, pero temía arruinar todo. Él solo podía admirar su belleza. Tenía miedo de no verla. Ella era tan normal, no tenía que ser de esa manera. ¿Cómo algo así puede sucederle a una bella dama? No había explicación. Conduciendo a su casa. El recordó la primera vez que se dieron un beso. Ella apenada le mencionó que casi queda sin labios en aquella ocasión. - era primerizo. -se excusó. - cuando te besé, supe que serías la indicada. -añadió. Al bajar del vehículo, él salió para abrirle la puerta y tomarla en los brazos. La llevó hasta su cama, se posó sobre ella y le dijo: - quiero hacerlo como la primera vez. Ella siempre divertida, pregunta: - ¿así de tan rápido? Entre sonrisas se acercaron sus labios. Sus cuerpos nunca estuvieron tan unidos, la gracia de amor había tocado el alma de aquellos. Mientras ella descansaba sobre la cama, palpitaba el sobre, no había otra cosa que invadiera la mente de aquel hombre indispuesto a abandonar a su mujer. Ése sobre venia del médico. Y su corazonada apuntaba a malas noticias. Él solo quería darle un último mejor día; solo miraba a su chica descansar, sin preocupaciones, sin miedo, destrozado. Como la desgracia había llegado a su puerta. El recuerdo de una vana promesa hacia mella en su sangre. Las palabras legítimas de ella, no las podía soportar. Ya casi un año de aquella ocasión en el hospital, ella estaba postrada en cama, débil, casi muerta. Él preguntó : - ¿siempre estaremos juntos? - en cualquier lugar. - respondió ella. - ¿me llevarás? -preguntó él casi llorando. - siempre en el corazón, volveremos al paraíso. -exclamó ella. Agobiado, pensó en suicidarse, no podía creer lo que pasaba. Él lo sospechaba hace ya un tiempo. Sabía que había algo mal. Solo quedaba preguntarse si ella lo sabía. El no soportaba vivir con esa condena. Vivir sin ella. Caminó lentamente, se acercó a la cama. Y noto su respiración, era leve, era decente. Se introdujo en la cama. Acomodó a su chica al lado izquierdo. Colocó su cabeza sobre su pecho. La rodeó con el brazo. Y durmió. En el momento más obscuro de la noche, abrió los ojos en la negrura de la habitación. Los latidos de su corazón se escuchaban rebotar en las paredes, una lágrima caía sobre su mejilla. Solo tuvo oportunidad de tomar el sobre y ponerlo en su pecho. Estrechó la mano de ella, sus labios temblaron. Calló en el último momento. Sus ojos se cerraron lentamente. Al despertar, ella noto la frialdad del cuerpo de él. Asustada, gimió, lloró. Su alma de desgarraba mientras miraba el sobre, que tenía algo escrito: recuerda que siempre he sido el único. Que dio su vida antes del río, para que vivieras tú. El sobre era de hace 5 meses. Él tenía un tumor en el corazón. Él solo supo cuando llegaría su fin. Ardió hasta su último día. Nunca se apagó. Ella se echó sobre su pecho después de escribir en el mismo sobre, volveremos al paraíso.J.L.Santamaria (Bros) Este usuario no tiene textos favoritos por el momento
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