Mokaccino
Publicado en Mar 24, 2013
Alguien tocó la puerta. Él no se apuró; ya sabía quien era. Los golpes se hicieron más fuertes, más intensos, más impacientes. Sin embargo, él no se movía.
De pronto, la casa entera empezó a temblar. Sabía que la puerta no se rompería; la luz blanca lo impediría, ella le temía. Pero el temblor de la casa le molestaba profundamente. Se levantó de su sofá. -¿Por qué molestas a esta hora? - preguntó, abriendo la puerta. -Es tiempo - contestó la muerta. -No quiero ahora. Tengo mucho que hacer. -Yo también. -¿Y si te invito a un café? -¿Mokaccino? -Por supuesto. -Está bien.
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