Entonces pasó ella, todo se empezó a detener, como en esas películas de ciencia ficción cuando el protagonista observa lo que pasa en cámara lenta. De repente una pared evita la continuidad en la contemplación. Por el día de hoy fue todo, mejor suerte para la próxima, sea día, semana, mes o año (espero no llegar a tanto). De vuelta a la rutina, que no lo es tanto cuando la puedo ver, todo regresa a su curso, el ruido, la algarabía, la juerga. Me pregunto cuánto tiempo más estaré en esta situación, cuánto tiempo más a la expectativa, cuanto más entregado en pensamiento a un ideal que pareciera imposible. Entonces me llama, recibo una llamada suya, no puede ser, hora de comportarme como hombre. -¿Hola, cómo estás?-, dice ella con la voz entrecortada. -Bien amor ¿y tú?-, una conversación como cualquier otra al parecer. -Bien, gracias, nada más decirte que te espero hoy en la tarde, llegarás temprano, ¿verdad? Ese trabajo siempre te mantiene desatendido, me he dado cuenta que últimamente andas como perdido-. Si, tienes razón, pero prometo estar a tiempo. Entonces, por algún motivo extraño, ella vuelve a pasar, una mirada, se intercambia conmigo, se pierde en la nada y vuelve su vista hacia el frente. Como si fuese una persona más dentro de ese mar de gente. En apariencia me veo normal, pero estoy derrotado por dentro. ¿Qué pasa? ¿Dije algo indebido? ¿Me excedí en algún comentario? Sin manera de preguntárselo o tal vez, solo tal vez, esté dejando lo mejor para cuando la vea en otra ocasión, si eso debe de ser. Mientras tanto debo dejar de pensar en ella, me intoxica, me llena de esperanza pero al mismo tiempo me vacía de la misma. Ella no se lo merece, no se merece que esté así por otra persona, pero siendo honestos ¿a quién no le ha pasado algo similar?


F. J. R. Blanco.