Conjugando la muerte
 
Todo muere en algún rincón polvoriento,
se desgasta, se mancha;
la vejez también aplica al corazón,
el amor es el deseo postergado,
un rezo infinito a un dios que no responde.
 
Entender el universo, el enigma de un cuerpo de mujer,
el misterio de una cuerda de guitarra,
la pluma de un poeta,
la nota de un músico reprimido
es morder el limo con los dientes en caries,
subir al cielo en escalera,
besar y no sentir nada,
morir sin extrañar la vida
cruzando viveros de plantas carnívoras
destrozando tu carne, tus ojos y hasta tu aliento
para no encontrar nada,
regresar al lugar donde estabas.
 
Todo muere, todo se desgasta,
todo es un misterio,
todos lo conocen pero nadie saben su origen.
 
La sangre, el llanto, el mordisco del pulgar,
nada que duela más,
abandono de la madre lactando,
rescoldos de una vida amarga,
se crece con la herida en el aire
pesa y arde en el invierno.
 
Está entrando febrero y ya no estás,
amenaza indeleble, fuego y remordimiento.
 
No lo entiendo, todo muere, yo muero,
tu mueres, nosotros morimos,
los frutos de cruzar el desierto
son pequeñas partículas deshechas,
deshechas en millones de lagrimas
en vistas lejanas por la ventana,
en crespones en las puertas del recuerdo
y al final todo muere, yo muero,
tú mueres y nosotros morimos…