Todos nuestros problemas comenzaron cuando empezamos a ser demasiado iguales, a ir siempre juntos de camino a clase, a hacer un grupito cerrado en ella, a sacar notas mucho más altas... todos nuestros problemas comenzaron cuando nos empezaron a estudiar y nos encontraron raros. A partir de entonces los fenómenos extraños que se dieron en la población los achacaron a nosotros. Hicimos bastantes reuniones para hablar sobre que solución debíamos tomar. Pero teníamos miedo de salir del cerco que Moonshine significaba con respecto al resto del territorio y esto nos retuvo en un lugar donde ya estábamos también en peligro. Cada uno de nosotros notó un cambio radical en nuestros padres, estos empezaron a vigilarnos, a seguirnos si bajábamos al sótano, mirar tras las ventanas cuando jugábamos en el jardín... sus rostros se habían tornado ariscos y sus miradas escrutadoras. Por supuesto, nos sentimos indefensos y tampoco podíamos despejar sus dudas... el camino de todo lo que vino después estaba marcado. Nadie está libre de una psicosis de persecución, de alejar a los forasteros, de apartar a los extraños. Y los padres tampoco. Y esto es lo que sucedió. La noche del 24 de junio, cuando nos subieron a sus coches, cualquier lazo de amor paterno-filial se había roto.
De momento no nos habían denunciado a las autoridades federales a la espera de acontecimientos futuros. Pero siempre cualquier cosa que empeora acaba por empeorar del todo.