Un pus negro y espeso sale del Verbo
la cucaracha la bebe
y camina por tu pubis
hasta que llega a su casa original: mi alma.
La locura azulea,
la boca de la locura es azul:
caen rotos los ojos de los sacerdotes;
penes seccionados, bucólico amar.
Las mujeres devoran los pedazos de carne
con el hambre de toda una vida:
los sueños son lo mismo.
No importa si te amarro con sueños o cadenas,
si con un rosa dejo caer cera caliente
en tus pezones rosáceos,
si te lubrico con la sangre del cadáver de dios,
si te sodomizo con un grito
y una canción transparente,
con un violín retorcido. ¡No importa!
Una calavera en medio de las sábanas
y la cabeza de un pájaro degollado en cada cuenca de ojo.
Los monos van de una rama a otra
y nuestras pesadillas van de una piel a otra:
¡ven a darme el terror, a azotarme con una imaginación despiadada!
Tengo un crepúsculo en cada mano
y son bombas de tiempo que quiero poner en tu baja espalda.
Hay placer en saber que el invierno es incierto,
unos dados bautizados de azar,
una bola de nieve que quema las plantas de los pies.
Hay cierto placer en echar tus piernas a la cazuela
y comerlas con salsa,
mientras chillas unos versos de amor.
Se ponen rojas las flores marchitas del panteón,
rojea la locura:
¡la voz de la locura es roja!
mira, caen los satélites a destrozarnos la carne;
cae todo.
La vida es una película del derrumbe.
Sólo queda un estúpido Verbo
herido
del que sale pus negro y espeso.