Llego a guaridas y moteles cerrados.
A ciudades profundamente indiscretas.
En todo lugar se cuela el vicio
y se suscitan querellas y atracos.
Son asesinados los quiosqueros
y el cojo es atropellado por el mototaxista.
Cualquier momento es bueno para invadir
y los prófugos van soñando con violar.
Los líos con las autoridades se resuelven en efectivo
y las multas se esfuman a buen precio.
Todo prefecto maltrata a su empleado
y es difícil diferenciar lo bueno de los trucos.
Hay quienes se distinguen haciendo engaños
y cultivan truculencias perfectas.
El mal se expande e impone sin obstáculos
y en todo casino se arreglan las ruletas.
Yo ando de perfil en lo patético
y veo el rostro sosegado del truhán.
Las trampas varan en las esquinas.
Las pandillas pululan como abejales.
Hay peligro en cualquier corredor
y la muerte se extasía en sus andanzas.
Los hijos se matan por una herencia
y por una grapita se muestran los puñales.
El hombre de hoy es un ser agresivo
que se materializa en su materialismo.
Hace dinero fácil con montajes
y es docto en la trata de blancas.
La humanidad ha perdido su brújula:
La humanidad anda en extravío
y avanza ciega hacia un exterminio pestilente.
Por ello huyo de las ciudades y sus mataderos
y me pierdo en los montes, tras mis pasos.