Te he perdido. Quiero encontrarte en algún lugar del mundo, te busco por todos lados. Te pierdo estando frente a mí, cuando te retiras, cuando me dejas de hablar. Te encuentro solo para volverte a perder y darme cuenta que solo tú puedes tomar todo lo que queda de mí y darle algo
 
de significado, aunque éste sea momentáneo, menos quiero pensar que sea falaz. Te perdí como se pierde aquello que más valoras. Te quiero volver a encontrar pero al mismo tiempo me da miedo. Temo que te pueda volver a perder y encontrarte donde sea menos a mí lado.
 
A todo lo anterior existe una excepción: te tengo en mis sentimientos. Esto implica tenerte y no tenerte, pero es mejor que perderte para siempre. Creo que he perdido alguna parte importante de mi vida, pero también recupero algo de cordura. Permanecer aquí pensando todo el tiempo en ti me hace recordar que es vivir, pero también el sufrimiento que conlleva. No sé porque el amor lleva aparejado tanto dolor, tantas exigencias para alguien que, igual de humano que tú, solo puede dar lo mismo que le entregas. Si le llenas las manos de amor, desde luego que será lo que te dará a cambio, desde luego después de un poco de sufrimiento que conlleva. No hay que olvidar que para amar debes sufrir, y siempre es solo un poco, a cambio de algo tan valioso como el amor ¿Quién no estaría dispuesto a arriesgarlo todo? Familia, trabajo, salud, economía, todo se vuelve polvo al lado del sentimiento más sublime que puedas tener hacia alguien. No hay necesidad de nada más si tienes a esa persona, por la cual siempre estarás.
 
Nadie está obligado a lo imposible, hay que recordar. Entonces es muy aventurado decir que estarás siempre para alguien, pero la emoción te eleva tanto que es a lo que te comprometes, como si nuestra endeble calidad de seres humanos nos pudiera facilitar cumplir con tal promesa, si bien es cierto que somos hechos a imagen y semejanza de Dios no menos cierto es que somos efímeros, contingentes y que dejaremos de estar. Pero es una de las minúsculas precariedades del efecto del amor. No se puede evitar el arte de las promesas cuando todo tu mundo descansa en alguien que ejemplifica lo mejor posible la perfección divina, aunque solo desde el particular punto de vista de una persona.
 
¿Debe ser correspondido? Qué importa, lo realmente necesario es fundirte con el depositario de tu amor, tenerla o tenerlo en todo momento, sin dudar nunca que él o ella siente lo mismo, porque desde luego así es. Los celos no surgen por eso, éstos se dan como una respuesta natural ante el peligro que se siente por la puesta en riesgo de lo más importante para la vida de alguien.
 
Mientras tanto, detrás de la cámara  de Gesell el profesor Hernández comentaba con sus alumnos de psicología criminal. – Este es un caso grave de obsesión compulsiva, como pueden observar el paciente-reo demuestra signos de demencia combinados con ansiedad, perdió el contacto con el mundo real, como medio de defensa por el delito que cometió- Entonces Pedro Romero preguntó -¿Pero maestro, su delirio se basa únicamente en el amor? ¿Por qué no alude a algo más?- Con mirada desdeñosa el profesor se retiró los lentes que cubrían apenas sus ojos cafés, como pretendiendo acentuar la gravedad de sus palabras con ello –Joven Romero, usted no entiende nada, así queda una persona que nunca materializó un amor imposible pese a haberlo arriesgado todo.