"LA MANO"
Publicado en Sep 01, 2013
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“La Mano”
 
 
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Reg. Der Autor
Septiembre 2013
 
 
                             Son las once de la noche del 9 feb del 2018.
En este lugar, donde las lágrimas de Eva, ahogaron el edén, un rayo filoso abrió una brecha en la tierra y tras ella, escaparon aguas hacia filosas laderas, brotando cataratas en la misma cicatriz del hacha, donde nacen acantilados acariciados por aguas, disputando bravos caudales derrumbados. Emerge hoy, así, una efervescencia de espumas conjugadas en arcoiris eternamente activas de luz, y desafiante del arco perfecto. Nacidas en la eternidad, cuando la creación disputaba sus bellezas; los continentes se repartían entre océanos infinitos, apareciendo con toda su majestuosidad, en ese marco imponente: “Las Cataratas del Iguazú”.
Esta pequeña introducción es para ubicar al lector. Aquí, en este lugar, vivo: Yo. ¿Que más puedo decirles? ¡Ah! que hoy, hace mucho calor, como lógicamente es el mes de febrero en Misiones. La humedad agobia, y vivo muy cerca de estas cataratas. Es más; soy un privilegiado de estar tan cerca de ellas, en este soberbio cuadro de naturaleza, donde se desarrollará mi historia.
*

                            Vivo sumergido entre plantaciones de té, y yerba mate. Los plantíos son extensos e imponentes, pero que quede claro: no soy dueño de estas tierras; solo un trabajador calificado, tipo capataz, para decirles algo, porque muchas veces, dirijo cuadrillas de quince o veinte personas para trabajar y recolectar Té y Yerba Mate. Mi casa es una casa estándar de habitaciones aireadas: living comedor amplio, cocina, galerías rodeándola y garaje, para mi vehículo, algunas máquinas y herramientas de trabajo. Tengo agua corriente, luz, y fundamentalmente libros. Este es mi vicio y también toda mi fortuna. Mis ahorros no son muy importantes, pero algo guardo para emergencias. También soy periodista sin horarios, escribo artículos semanales en el diario local sobre temas de alto impacto local.  
 
I
                          Lo que pasó esa noche no podré borrarlo de la memoria. Quién escuche esta grabación –la estoy haciendo-, podrá imaginar que mis comentarios, son de una persona cuerda y asustada, a pesar que muchos, dicen que estoy loco, sobre todo, después de narrar este episodio. ¡Nò; no lo estoy! pero esa noche, estaba releyendo a Víctor Hugo: Los Miserables, -mi libro de cabecera- y escuchando las Bodas de Fígaro, interpretado por la orquesta sinfónica de Salzburgo, cuando el timbre sonó en forma insolente  y desfachatado -por su tiempo de permanencia- Aturdía agresivamente, mientras yo estudiaba extendido en el sillón de mimbre, con ventilador de frente y ventanas abiertas por la humedad. El sudor recorría insistentemente todo mi cuerpo. Me levanté a disgusto-lo confieso-dispuesto a increpar al visitante por su falta de consideración y respeto. Enciendo la luz del hall, con una lámpara muy tenue -de 60 W- pero suficiente para alumbrar y no ser atracción de los millones de alimañas que merodean mi jardín en la noche. Abrí la puerta bruscamente, tratando de insinuar a la visita mi carácter alterado, haciéndolo culpable antes de escuchar la primera palabra que demostrara una disculpa.
 
Pero….¿Cual fue mi sorpresa?... No encontré a nadie. Y el timbre hostigaba y taladraba sin parar, agitando el silencio de la noche húmeda
 
                  Antes de continuar debo exponerles algo importante, que hace al hecho que voy a narrarles No hace mucho tiempo, había escrito para el diario local, una nota que fue publicada a raíz de un asesinato local que decía así:
 
Sobre el asesino: ….“Es un audaz y procaz personaje que obcecado intuyó el camino de su víctima, y tejió sin premura, un cuidadoso plan  artesanal, capturando la autonomía grácil de ella, enfocada solo por sombras de la noche. Ese hábito enfermizo de posesión y asfixia, que invade al asesino, apagó la vitalidad y la razón de su victima sorprendida, acompañando el avance fatídico, del funesto y pérfido verdugo, que deslizado en una calle de cortesía hipócrita, se acercó para dejar claro que la inseguridad es el más terrible flagelo visible, dejando como muestra,  la muchacha sin vida”
 
Era el perfil del asesino que yo sospechaba, un personaje psicópata. Yo señalaba los pasos que había dado -según mis investigaciones-. Recién al final de esa tragedia, le puse nombre y apellido completo del asesino, que, acribillado a balazos en su resistencia a la policía, yacía inerme sobre de una gran lago de sangre. Como dato curioso, su brazo izquierdo, estaba incompleto. Un muñón, reemplazaba su mano.
“Le decían el Manco”.
 
 

 
II

                         Nunca me he sentido tan desconcertado y aterrado,
-debo reconocerlo-. Ustedes también lo estarían. Pero el dedo índice de un guante blanco y manchado, suspendido en el aire, continuaba apretando el suave botón del timbre, sin importar el sonido, y menos aún, mi semblante decididamente desarticulado, que no lograba recuperar aliento. Una mano enguantada con manchas de sangre y barro, absolutamente solitaria, estaba suspendida en el aire, tocando mi timbre.
 
Una mano con guante blanco manchado de sangre y sucio de barro, sin cuerpo que la sustente, flotando a la altura del timbre.
 
           No podía recuperar mis reflejos, tampoco mi voz, o movimientos, y menos aún, salir del asombro. Estuvimos unos cinco o diez minutos, cara a cara, y no digo mirándonos, porque solo tengo al frente, un guante blanco deforme y sucio, a la altura del timbre, sin un cuerpo real que lo contenga. Mejor digo entonces frente a frente.
Un guante grotesco, con vida propia.
Un absurdo presente. Por un instante, la mano se separó del botón del timbre y suspendida en el aire, me señaló en dos movimientos -con su índice- ordenando que ingrese a mi casa. Luego palmeó mi cabeza con gesto amigable, dando carácter obligatorio a su señal, moviendo su mano cerrada como amenaza y el índice marcando la puerta. Me mandó, entrar en mi casa, caminando para atrás como los cangrejos. La mano me acosaba, diciendo lo que debía hacer, con el movimiento del puño y el índice, mostrando directamente la puerta de entrada. Ella misma; -la mano- cerró con delicadeza la portezuela desvencijada y señaló el siguiente lugar: el living. Allì fuimos, negando lo que estaba presenciando. Me hacía preguntas lógicas o absurdas con señas que yo no comprendía; depende desde que punto de vista se mire: una mano que puede ver, leer, ordenar o pensar….¡imposible hablar!. Ni la palma ni el dorso, y menos aún los dedos, pueden tener una sola célula nerviosa que sea capaz de hacer lo que esa mano enguantada hacía frente a mí. La mano comenzó a examinar objetos personales. Cuadros, adornos y en un momento dado, me señaló el sillón, apuntándolo para que me siente. Yo me senté, en estado de indudable estupefacción, por acatar órdenes de una mano flotante. Convencido lo irracional del acto totalmente ficticio, decidí por fin, terminar este absurdo. Me levanté, increpando a la mano, que estaba ahora, hojeando Los miserables, hoja por hoja, pasaba sus dedos sobre la página y luego arrancaba y estrujaba antes de tirarla al piso. Mi voz, rugió junto al cambio de concierto que estaba escuchando antes de este episodio. Ahora, era Réquiem en re menor de Mozart el que inundaba el ambiente; la mano con sus dedos índice y medio, aumentó el volumen y dejó el libro. Avanzó mansamente hacia mí. Se acercó justo a nivel de mi rostro y sin movimiento previo, movió sus cinco dedos como haciendo una gimnasia previa y comenzó a cachetearme una y otra vez, llevándome nuevamente al sillón. Al caer sentado, se abalanzó sobre mí y anudó sus dedos en mi garganta produciendo un estremecimiento de dolor y asfixia. Era una férrea garra, -diría como de acero- que obligó a pedir compasión con voz desencajada y extraña por la terrible compresión, ya que me era totalmente imposible, desprenderla. Lo intenté –confieso-, pero no pude.
 
Fue en ese momento que la mano accedió. Desenganchó mi cuello y se alejó débilmente, madurando algo más. Efectivamente: vino salvajemente con un puñetazo en el pómulo derecho. ¡Uno solo! y se retiró a la mesa de la computadora. Yo permanecía en estado de aturdimiento y sorpresa, y también, con un malestar agudo en cuello, pómulo y mente. Los cachetes arden, pero no duelen. El cuello sí. Pero no acerté a susurrar nada. La mano fantasmal sabe de su perfección, es como el descubrimiento del reo, con entrenamiento ajeno a mi conocimiento e imaginación. ¡Existe sin cuerpo! ¡Sin nada que sea visible a mis ojos y entendimiento! ¡Oh la perfección! de esa insólita forma que cautiva solitarios vagabundos en estado de profunda embriaguez, sin advertir que mientras su presunto cerebro ausente, teje redes de venganzas futuras y tumultuosas, se manifiesta con la agresividad de un tigre enfurecido ¿Cuales serán los límites de su maldad? -me preguntaba-¿O los límites, que le permiten ese beneplácito, saberse dominador? ¿Quién que navegue en esta incertidumbre a la cual estoy sometido puede subsistir al temor, como si fuese un aguijón traicionero, que se infiltra en mi piel, sin dejar más rastro que una aureola roja: ¿podría acaso, comprender lo incomprensible?
 

 
III
                        Estaba técnicamente dominado e inmovilizado, pero a su vez, con la gran contradicción; la de no admitir para nada, que lo que estaba viviendo era real, a pesar que saber con absoluta certeza de no estar soñando por un solo hecho: el dolor físico que tengo por los golpes. Traté de hacer revisión de lo acontecido y trazar una estrategia, aprovechando que La Mano enguantada, había prendido la computadora y estaba leyendo ¡Mi correo! detalladamente. ¡Se dan cuenta! De vez en cuando, dejaba la pantalla y con el dedo índice, y el pulgar, uniéndolos, hacía un círculo, se daba vuelta, y mostraba con su gesto su opinión, dando a entender, que ¡ratificaba lo que yo había escrito! Yo consentía como si tuviese que agradecer. ¡Estùpido de mí! -pensaba en mis adentros- Luego, La Mano, cerró mis correos, marcó seleccionar todo, y apretó “eliminar” ¡¡¡y suprimió todos mis archivos!!! ¡¡Todos mis trabajos de largos meses sobre la flora de Misiones y sus leyendas!! Y todos mis escritos literarios. Empecé a gruñir, pero sin moverme del sillón, la denigré enérgicamente, ridiculizándola por su enclenque y risible figura. La mano apagó la computadora. Comenzó a tamborillar sobre la mesa, como pensando que hacer. Súbitamente, tiró todo lo que había en la tablero; incluida mi computadora portátil. Estaba irascible, furiosa. Tal vez por mis protestas-supuse- Enmudecí. No me moví. Tiritaba de pensar que regresaba a mi garganta y me ahorcaba. Por suerte la mano descubrió mi biblioteca. Sacó de la estantería libro por libro, hojeaba, y luego de destrozarlos, los tiraba al suelo. Aproveché que estaba concentrada en esa destrucción, para medir la distancia que quedaba con la puerta de entrada. La mano està ocupada en devastar mi biblioteca. Comencé a deslizarme lentamente hacia la puerta de ingreso. Lo conseguí; pero la mano apareció inesperadamente en la puerta antes que yo, y tomó la llave: Puso doble traba. Ensartó el anillo de las llaves en su índice y comenzó a girarlas hasta que la llave se desprendió y saltó hacia atrás, despedida rumbo a los sillones. Hecho esto, se volvió hacia mí y con el índice nuevamente señaló el sillón en su mudo lenguaje como diciendo: ¡¡Regresa al sillón!! Curiosamente esta vez no me pegó. Regresé. La mano retornó a su tarea demoledora, esta vez concentrada en dañar todo lo que encontraba a su paso y golpeando con puño cerrado las paredes. La furia salvaje desatada, no encontraba la forma de hacer más perjuicio ¿Era este un sueño como el inicio de una pesadilla? O es una pesadilla, como inicio de un sueño ¿Quién podrá quitarme hoy el velo a esta duda? ¿Sueño como inicio de pesadilla? ¿Pesadilla como inicio del sueño? ¿Podré quitarme prontamente el manto de esta duda, ante una mano enfundada vivificada, fría, seca, rígida, lejana de toda vida terrenal y ante quién, -como yo-  nunca imploró clemencia?
 
IV

      Me di cuenta que tenía cerca mío un mortero indio, era tallado de un gran palo blanco (madera muy fuerte), de unos setenta centímetros. La mano estaba ocupada con su afán destructivo, y furiosa. Esto me daba un pequeño màrgen para correr hacia mortero. Tomé el palo con la seguridad del condenado, es decir, nada que perder; y haciéndome de fuerzas inexplicables me proyecté contra la mano, que estaba revolviendo ahora los cajones de mi escritorio. Logré asentar mi primer golpe tomando la sorpresa, como iniciativa. La mano terminó en el suelo. Más precisamente, en el rincón de la habitación. Estaba inmóvil; con sus dedos desplegados anunciando –pensé yo- su derrota. Entonces, tuve la certeza, que debía terminar el trabajo. Me acerqué dispuesto a pegarle ¡no un golpe, sino diez, o veinte! para terminar con esta pesadilla. Estaba levantando el palo para el golpe de gracia, cuando la mano se desplazó ágilmente hacia un lado y luego con el puño cerrado, me golpeó el mentón. Un solo lanzamiento. Un nocaut, absolutamente profesional. Caí con palo y todo, totalmente inconciente, y sé que así fue, porque al despertar dolorido y mareado, tenía enlazado los brazos en la espalda. La Mano se mantenía frente a mí. Yo en el suelo, y la mano tamborillando sobre el piso, frente mío a la espera de mi conciencia. La miré fijamente, pero no dije nada. La mano voló hacia la cocina y regresó con un vaso de agua. Lo puso frente a mí y con el dedo índice, me señaló la boca. Supe que quería darme agua, abrí la boca, tomó el vaso y me diò agua. No le agradecí. Me levanté como podía; estaba mareado, en un momento sentí más vértigo. No desplomé, porque la mano, me sostuvo de un brazo escoltándome al sillón. La maldita se burla y nuevamente al sillón….  tampoco le agradecí.
 

 
V
                        La mano regresó a la cocina; supuse que ahora tocaba el turno a platos y vasos. Efectivamente, porque estallaron contra el piso y la pared uno tras otro. Me pregunté que diablos quería esta mano, ¿de quién era y por qué yo?. Fue cuando recordé al asesino manco de la historia policial que yo había cubierto. ¿Será él…? Mientras meditaba, vi al lado de sillón, un pedazo de vidrio de un cuadro roto, lo levanté con mucho esfuerzo, sabía que la mano, estaba festiva, demoliendo la cocina. Con cuidado comencé a pasar el vidrio en mis ligaduras, mientras pensaba en un plan B. La mano, estaba dispuesta a destruir mi casa, no cabe duda, y yo, tenía que escapar afuera de la casa. La idea apareció súbitamente: La cochera. El auto. Era una alternativa única, y veloz. Tenía que generar este plan B, con sumo cuidado. -¿Dónde están las llaves del auto?....siempre las dejo en la mesita de entrada-. Mire hacia el pasillo de entrada; las dos llaves estaban sobre el vidrio del mesa, con su aro de platino y su medallón de plata. Están a mi vista y alcance, si logro cruzar al pasillo. Pero no me moví. Tenía que estar seguro que la Mano, estaba entretenida en otra cosa, ya que la cocina quedó prácticamente destruida, y también, me faltaba cortar los cordeles que atan mis manos. La Mano, regresó al living, pasó delante de mí y me marcó una señal de alerta con sus dedos, como diciendo, “ojo… estoy vigilando” y me aplicó dos cachetadas en las mejillas. Por la baranda de las escaleras, comenzó a caminar con su dedo índice y medio, jugueteando consigo mismo, con un movimiento alternando, caminando sobre la baranda. Me recordó cuando era niño y jugaba con dos dedos, que alguien transitaba sobre el tablón del patio. Fue subiendo la mano, hasta llegar al área de dormitorios, allì termina la baranda. Yo perseguía su recorrido no con la vista, sino por el ruido de sus dos dedos. Calculé que ya estaba revisando mis cajones del placard. ¿Qué diablos busca esta mano? Me levanté sigilosamente. Los cordeles, ya están cortados, me desplacé en punta de pié, hacia la mesita donde están las llaves. Las recogí con cuidado, tratando que no hicieran ruido; una vez logrado, abrí la puerta interna del garaje y me dirigí a mi vehículo.
 
VI

                            Todo se cumplió en el más riguroso òrden. Me di vuelta cuando ya estaba abierta la puerta del coche, entonces, advertí la Mano, avanzando hacia mí, a velocidad increíble, flotando en el espacio. Subí apresuradamente al coche, cerré con trabas las cuatro puertas. La mano llegó casi en el mismo momento que bloqueaba el ingreso al baúl. Se nota muy encolerizada, comenzó a golpear la chapa con mucha violencia, también el vidrio, y  mostraba su puño, como una acción de venganza. Puse el contacto y arranqué. La mano voló al portón, e inmediatamente trabò el automático, a mitad de camino. No me dejaría salir, no tenía la menor duda de manera que puse primera, -no sé que podría pasar-, pero estaba decidido a salir con o sin el coche, de manera que encaré el medio protón acelerando y lo atravesé. Por el espejo retrovisor; vi la mano pegada al vidrio de atrás. Hice dos o tres maniobras bruscas para desprenderme de ella. ¡Lo logré! La mano cayó y haciéndome señas a varios metros, con su puño amenazante y con su canto, azotaba con los dedos abiertos y pegados unos a otros, como un hacha. Pero yo estaba a salvo. En un recodo, a unos mil metros, estacioné; bajé del coche y regresé apresuradamente entre los árboles cercanos a mi casa para ver, que hacía la Mano.
 
¡¡¡Noooo!!! ¡La veo encendiendo antorchas! y colocándolas una a una, en distintos lugares de la casa. Mi casa se desmembró envuelta en llamaradas. Nada podía hacer. La venganza se cumplió. No obstante, la Mano insólitamente, me había descubierto. Advertida de mi presencia se dirigió con velocidad increíble hacia mí, que me eternizaba pasmado y detenido. ¿Como diablos supo que la estaba espiando? La maldita, venía para vengar su descuido. Fue cuando decidí correr y nada menos que cruzar la autovìa de la circunvalación. Una decisión absolutamente suicida
¿Escape o suicidio?
 

 
 
VI
                             Sé que me atropellaron, porque mi cuerpo saltaba de un lugar a otro, como una pelota por aire y tierra. De vehículo a vehículo. De paragolpe a paragolpe. Pero recuerdo sí, mi última imagen, y esta es la que vale y justifica todo. Fue de estar definitivamente seguro, que un gran camión de combustible, pisó con sus enormes ruedas, una y otra vez la Mano, luego que un primer vehículo, colisionara con ella, derribándola a las ruedas del camión que venía casi pegado atrás. Sonreí en medio de mi estado de inconciencia. Estaba seguro. Sí, estoy, que no me hará más daño.
 
Desperté en terapia intensiva, la enfermera entró con una pequeña bandeja con un vaso de agua y cinco clases de comprimidos. Seguramente para mi dolorido cuerpo. Ingerí las pastillas con riguroso òrden y ella tomó presión arterial, temperatura, ¿Mejor?...preguntó y dando media vuelta se retiró con la bandeja. Tuvo algunas palabras de reproche, hablaba sobre el alcohol o la droga que lleva a las personas hacer locuras en las calles y autovìas. ¡Eso pensaba ella! ¡Eso me atribuía!. Pero callé. No me interesaba discutir mi situación con nadie. Tampoco, me diò tiempo a responder. De cualquier manera, los yesos por todo el cuerpo, explican la cantidad de veces que fui atropellado en la autopista. ¡Si estaba vivo, era de milagro!. Pero todo, por culpa “de esa Mano”.
 
Ahora bien; como no puedo contarle a nadie, esta historia, he preferido grabarla, y después, veré que hago con ella, de manera que si alguien escucha esta cinta, significa dos cosas: Que yo he fallecido, por complicaciones que puedo tener a raíz de las múltiples fracturas y heridas, o….. que alguien: me robó la grabación y la trascribió al papel, con algún destino incierto.
VII

            Pero unos metros más allá, tras el vidrio que aísla pacientes internados de familiares y amigos, contemplo asombrado, y advierto claramente, que surgió inesperadamente, una mano enguantada blanca, ensangrentada y sucia, sin cuerpo alguno, golpeando mansamente el vidrio, llamando mi atención, saludándome efusivamente, agitando lateralmente sus dedos abiertos. Apareció así; súbitamente. Solo visible para mí. Y pensar, que esa mano blanca, permanece como cierta y real en este confuso estado de conciencia, como si fuese parte de un naufragio en mi sueño. Minutos después, la Mano, se fue alejando del vidrio sin reproche. Sin un golpe o quejido audible.  Sin un solo gesto de angustia que permitiera dejarme un mensaje; el mensaje final. El mensaje de una despedida, que no tendría por lo visto fin, y tampoco, una explicación certera del por qué. Fue cuando nuevamente recordé el artículo sobre el manco, que surgía de mi memoria deteriorada pero con indudables lagunas de lucidez
 
¡Cuidado con aquel audaz y procaz personaje que obcecado intuye el camino de su víctima, y teje sin premura una cuidadosa corteza artesanal, capturando una autonomía grácil, enfocada por sombras. Ese hábito enfermizo de posesión, asfixia y apaga la vitalidad y razón de su victima, acompañando el avance fatídico, del siniestro pérfido, deslizado en una calle de cortesía hipócrita, para dejar la inseguridad, como el más terrible flagelo visible…...” Regresé esa parte del artículo, antes de entrar en ese espacio blanco y brillante del infinito del inconsciente
 
                             La mano enguantada y sucia, se fue, advertida de mi asombro e impotencia, en lánguido sigilo, desahuciándome. Burlándose de mí. Ridiculizándome con indudable sorna y revelando con señas burdas: “Un regreso” expresándome claramente, que dependía exclusivamente de su voluntad, y no la mía, decidir su retorno. Sin embargo; -estoy casi seguro- no ingresó a terapia, al menos, no lo recuerdo, porque creo que no voy a despertar. El sueño es muy profundo ahora. Los comprimidos están haciendo efecto, por eso, en este momento, termino de grabar agotado y entro en el silencio inconciente como una misteriosa daga que inquieta mi alma.
                Ojala alguien lo escuche………menos….. “El Manco”
 
 

 
 
 
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Descripción

"Ahora, era Rquiem en re menor de Mozart el que inundaba el ambiente; la mano con sus dedos ndice y medio, aument el volumen y dej el libro. Avanz mansamente hacia m. Se acerc justo a nivel de mi rostro y sin movimiento previo, movi sus cinco dedos como haciendo una gimnasia......"

Palabras Clave: UNA MANO ENGUANTADA SUCIA Y CON SANGRE

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



Comentarios (17)add comment
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Josep Mumbr C

El Manco es Michael Caine. El relato, bien escrito, aunque excesívamente cargado en sus tintas, fusila por entero el escenario del guión de una película (The Hand, 1981, de Oliver Stone) aunque luego la historia deriva hacia algo propio e interesante: el dominio que puede establecer alguien desde la distancia. También, desde la distancia, se pueden organizar cazas de brujas hacia un dominio que en realidad no existe.
Responder
September 01, 2013
 

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

Gracias Josep por tu comentario....mmm tal vez, pero con muchas diferencias. Caine y su esposa....y toda la historia, en este caso, solo una mano enguantada Gracias por leerla
Saludos
Responder
September 02, 2013

MAVAL

A veces la ficción se parece mucho a la realidad
hay laberintos de nuestra mente que nadie sabe explicar feacientemente , menos señalar que es lo que es en definitiva esa realidad tan auténtica que esos REALISTAS ( y que a ellos se les debe demostrar ) aunque la verdad este en sus narices ...ni ellos logran captarla del todo, pues no hay dos ojos que vean lo mismo en una sombra , no? , menos entonces a la luz...
La mente es caprichosa y nos juega a celadas
sepa quien al fin tenga ese real sustento de decir que LA MANO que te persigue no te alcnza al fin...o ya te tiene atrapado hace rato y solo te da atisvos de soltarte y empaparse de la eventual realidad...
si...o no? vivimos en un caos ordenado por nuestra propia salud mental?¡ ?......................???

Los mas elevado , dicen que de tanto pensar en lo superior al fin han descubierto que no hay NADA...
pero que al fin eso mismo es el origen de todo...

hoy descubrí a un pintor llamado David Menendez López...me dejo ensimismada...
y tu cuento corrobora lo que él, tal vez crea ...

un abrazo a ti
mi gratitud siempre por dejar tus huellas a mis letras.
Responder
September 01, 2013
 

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

Gracias Maval por tu rico comentario, es como dices, pero bueno, la mente y la nada. Sè de David Mendez, es muy bueno
Saludos
Responder
September 02, 2013

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

¿Ficciòn o Realidad?
Responder
September 01, 2013
 

Gustavo Adolfo Vaca Narvaja

PINTURA DE Jesus Adrian Lopez Acosta
Responder
September 01, 2013
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