• Carlos Alberto Agudelo Arcila
Carlos Alberto Agudelo Ar
-
  • País: Colombia
 
9 Flores amarillas en el suelo, árbol sin leña arrojado a la superficie cambiando de raíz.           0 Sombras perfectas, amorfas, de todos los colores, semejantes a la vida.            1 La luna se refleja sobre la luz intermitente. Noche derramándose sicodélica en el vaso de la lluvia.       
6 Si en los ojos del cordero no encuentras ternura, el atisbo del mosco en la sopa por servirse, te la proporcionará.         7 Grillo sin vida, verde moribundo, oscuridad esmaltándose de bosque.          8 Ahorra energía, apaga bombillos, enciende gusanos de luz.    
3 Ceniza, ataúd genuino transportando la quintaesencia de “cuanto fue”.          4 El amor, teorema exigente de unas matemáticas puras, como por ejemplo, la parte septentrional de la suma de la A igual a su minúscula elevada al cuarto tercio de la r menos la hipotenusa del cuadrilátero, donde se resuelve el olvido desde la equidistancia promovida por la animadversión.            5 Vendrán, de eso esté seguro, siempre lo han hecho. Nadie acepta su arribo porque somos nosotros mismos quienes hemos de llegar.    
0 Empieza a dormir, no te preocupes por despertar un siglo después. Si lo haces, no olvides mirarte al espejo tecnificado para reflejar fantasmas.          1 Tan pronto transite el triciclo, sin conductor alguno, no te olvides de poner música acorde con el niño muerto en ti.          2 Arroja expresiones vulgares al fuego, échale bendiciones al humo halando un alma en pena.            
7 Miradas de perros moribundos se apuestan a la sombra del pan de cada día.         8 Aprende de forma somera las sensaciones tristes de la luz mortecina del guadual. El conocimiento profundo sobre las lágrimas, se asimila después.          9 Casa donde los fantasmas no aceptan la conclusión de sus moradores, concerniente a la existencia del más allá.    
 4 En el museo, la mandíbula del tiranosaurio develando dentadas de oveja perversa.         5 El turno es tuyo, no desaproveches absorber el azul marino del pescado cocinándose.         6 Escucha trinos, a Schumann, el paso del cedro, a la vera del óxido haciendo estragos en el cardo de metal.  
1 Esa manera dulce de mirar al salmón en la playa, mientras la sal entera del mar condimenta el asado.      2 Escandalízate del silencio del ritmo cardiaco, al marcharse la manta en busca de otros horizontes.       3 No te aflijas, en el intermedio de la escalera habrá quien tenga fe de tus deseos suicidas.     
No eres hermosa, mujer, es sólo el espacio que ocupas entre el viento, el que encarna la hermosura.
Un cachorro casi sin vida, solo su ladrido. Perro en el portal, listo al peregrinaje de su hueso onírico. Sueño primario en su existir. Quizá, en este camino, no halle sino la jaula donde descansa la osamenta de su sombra. Trinos, cacareos, gritos, silencios, gotas como pilares de piedras sobre piedras, dioses, diablos, putas, hormigas y... todo un sonido sin decir nada, o pronunciar algo tuerce el cuello y mira hacia la hondura o hasta el aleteo más alto,  advenimiento de una tarde despabilándose a las seis de la madrugada, dejando tras de sí páginas, de vez en cuando maulladoras, igual lo puede hacer un hombre, aconteciendo en el asombro.
Aire abierto a la piedra desangrándose de sol, a la pierna mientras supura su andar amputado, al trino de la lluvia, a la lluvia del pájaro, al pan imposible masticado por el hambre de cada día, al pasto reverdeciendo la sombra de la vaca. Aire abierto a la magia del existir. Por si sola suena la flauta, a una serpiente por nacer.
Escribo amor con H, hasta amar el espanto presente en su locura. Amo el mundo con uvas, dan contra las plantas de mis pies. Bebo, amo, soy un caminante, Ignorante de la ortografía del amor sin H, la que en este mundo encarna lo normal del odio.
Luna, luna animal de la casa, que en las noches de luna dos veces queda alumbrada: de luna, y de luna luna.
La lluvia ha callado su melodía clásica, sólo se escucha el agua goteando   del tejado. Casi silencio en mi silencio.  
Caparazón, piedra respirando en tortuga. 
Dame el punto de apoyo de tu alma, y te prometo mover el mundo de mi cuerpo, hasta hacerte vibrar con la palanca de mi amor.  
Cielo verde, lo palpo, cielo comida de vaca, cielo, lo mastico, mientras el cielo se torna azul bebo, bailo sobre este cielo verde, luz de savia concibiéndome en sombra embriagada. 
Este día es luz enredada: no alcanza a reflejar su sombra.  
4   Aire, plumaje dorado en el mundo de lo invisible.       5   Agua, color desprendiéndose del sudor de los ángeles.       6   Tierra, bar donde bebo la vida; me embriago y observo el florecer de la piedra el canto de la flor, la sombra siendo vastedad de la tarde húmeda.  
  1   Poesía, acertijo de una mariposa ladrando.         2   Poeta, intuición relampagueando el cerdo mientras trina.         3   Piedra, ave con alma fosilizada.    
Los árboles caminan, lo hacen con sus extremidades de hojas, de flores, del aroma. Viajan por los aires, van a mundos incógnitos; su raíz son pies coordinados hacia la redondez de la savia. Los árboles no saben de pasos perdidos, sino hasta encontrar su muerte. Los árboles pueden tener dos ojos, en un lado en ocasiones se posa el del fruto de los pájaros, y mira con la nitidez del viento o el trino, en el otro extremo en su alrededor se halla el ojo fruto de su fruto. Cuando un perro llega a su sombra, la leña se le atraviesa a la orina y entonces el alma del árbol germina un ángel recién mojado. La sombra del árbol se refugia bajo sus ramas El sol se vuelve un lobo triste a las siete de la tarde.    
Al árbol muerto se le han posado pájaros de plumaje vivo, haciéndole un jardín de flores al aire.
Qué huérfana de luna mi mirada de luna cuando el sol de luna no se compenetra de luna Luna sol de luna Luna de sol de luna Luna de luna sol de sol hasta de luna Luna faltándole ser sol de luna sin luna de luna. 
A la orilla del río, la sombra del árbol retoña agua vegetal.
Todos los días pasa el vendedor con su sermón de quesos. En mis manos vacías queda el entusiasmo de la compra, el dogma de la exquisitez escuchada. Sacerdote ambulante evocando mi fe, hacia la teta materna, el vendedor de quesos.
Tu ser viste el aire de flor de amapolaTe deseo te desnudo te penetro Tu cuerpo vibra en el éxtasis me envicio de tu hermosura Alucino Siento por el río de mis venas correr sangre azul Una espada de leche se desliza por tus entrañas Grito la conquista de tu mundo No hay duda soy un Rey en el palacio de mis arterias.
  Invoco al amor lo tangible del amor y aparece el instinto fijando los ojosen un cuerpo voluptuoso, en unos senos de espuma matinal, en una caverna donde Dios supura su mundo erótico.   Pago esta realidad con treinta monedas en la subasta de la carne. Invoco al amor lo intangible del amor. Mi sangre arde en sangre fantasmal. El asombro mismo son unos pezones de donde mama la soledad del alma.   El amor ¿qué sucede con el amor ? . . . ¿ya pasó ? No. Lo señalan los perros de mi palpitar, aún sin ladrar.
A Clarisa Arcila, mi madre, pájaro vertebrando su vuelo en el aire del amor.     El gato de mi casa es hijo del perro de mi casa El perro de mi casa maúlla El gato de mi casa ladra No son extraños no solo viven a imagen y semejanza de mi lectura Cuando el perro de mi casa ladra y el gato maúlla  pierden su gracia entonces recurro a volverme sangre de los libros y de pronto el perro de mi casa cacarea y el gato brama Así  el perro y el gato de mi casa se hacen poetas en la casa de mi alma.
El agua en el río se da golpes de agua contra la piedra.
El perro se sienta en el patio, a escuchar el canto de la lluvia. Perro, tejido de agua ladrando. De pronto el perro, porción de río, busca guarecerse bajo el techo. Así, el perro se vuelve firmamento lluvioso, dentro de la casa. En el horizonte del patio olfateo la intuición de un fantasma latiendo.     
Leo el transcurrir de la hormiga sobre la página en blanco; poeta con ojos de insecto, dándole lectura al milagro de mi mutismo.
Al árbol muerto se le han posado pájaros de plumaje vivo, haciéndole un jardín de flores al aire.
La miro y es bella. La observo de nuevo y  también es bella. De tanto mirarla termina siendo bella. Es espejismo, no en el desierto, en mi destino. Es mi destino donde bebo todas las aguas menos el agua solemne de su mundo voluptuoso. Es bella, igual a cuando uno mira de fijo el sol. Belleza lastimando. ¿El cedro de aurora germinando en su sangre cuánto amor podría darle ? Puedo amarla con la intensidad de un desahuciado de sed. Su rostro, su espalda, sus glúteos, sus piernas, su corazón que bombea y su corazón que no me quiere, su páncreas, sus intestinos, su hígado – el amor es generoso y da para amar también las vísceras – y el etcétera de sus órganos, tienen el encanto de una diosa iluminando el alma del deseo. Las aves son de trigo, se asustan van hacia otro sembrado, por el que la veo pasar : El horizonte se torna dorado al llevar a sus labios el pan de cada día. De tanto mirarla la miro, la miro.            
Eres el cuerpo utilizado por el aire para bailar su propio existir - como cuando nos brindamos una taza de café -. Das un paso y te vuelves vestido del viento Das otro paso y se ve a alguien: eres tú No obstante ante la sombra del viento resultas ser sombra del aire danzando. Vuelas y lo haces en diferentes colores de sombra. Desapareces en incolora ave Te posas en breves pasos. Eres aire riéndote. Te sonrío y desde la liturgia de mi risa te ausentas. Hay un largo son. Por un minuto jamás te vuelvo a ver. Busco entre los poros del aire y no te manifiestas. Tras la ventana miro hacia la hondura del firmamento y sólo veo nubes de rostro demacrado. ¿Te has ido a otro mundo con la codicia de ser su firmamento ? A través de tu extravío me enmascaro de Dios y te hago a imagen y semejanza de tu sortilegio. El ademán de mis manos te palpa y soy dios suplicando me dejes ser tu pareja de baile así no sea sino por el tiempo de los tiempos, mi puta hermosa.

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